Capítulo 2
Llevarla a un sitio legal, requería tener que llenar documentos y yo desconocía todo sobre la mujer. La única certeza que había es que estaba herida y demandaba atención urgente. En cualquier lugar de salud, llamarían a las autoridades, pedirían detalles y no deseaba más popularidad de la que ya existía en mi vida.
Gracias a antiguos trabajos, en mi época, al lado de Sergey o con los cincuenta, contaba con personal que podían ayudarme con las heridas de la chica. Un sitio clandestino, limpio, de confianza y libre de preguntas. Lo mejor de todo es que podían tenerla allí hasta que sanará o yo acabara con el último de nuestros trabajos como grupo.
Lo que primero sucediera. Tiene marcas de abuso de todo tipo, su cuerpo es un mapa ellos. Quemaduras, marcas de látigos, azotes y golpes. Es posible que sucediera en la calle, aunque lo ponen en duda.
—Estoy convencido de que la guardaban para venderla —me dice el médico que la ha tratado. —Se escapó y resultó herida en el proceso. —señala —no es la primera que tenemos de este tipo. Aunque, si la que fue rescatada.
—Cuestión de suerte.
—¿Y ella? —pregunta señalando a la mascota. —¿Qué harás?
Se ha acostado frente a la puerta en que se han llevado a su dueña. En las dos horas que lleva la mujer siendo atendida, no ha habido poder humano que la retire de allí. No reciben animales, debo buscarle un hogar mientras su dueña mejora, puede que algo mejor que la calle.
—Una guardería pueden ocuparse…
—Lo dudo. —señala a la perra antes de seguir —¿Has visto la correa de su cuello y la inscripción?
Niego, aunque si la he visto, me es imposible saber lo que dice. El único idioma que manejo a la perfección es el del lugar en que nací. Los otros tres puedo hablarlo, no escribirlos y menos leerlos.
Un enorme esqueleto que guardo en el closet de la vergüenza y me es posible decirlo. Casi todos mis compañeros pueden hablar y escribir todos los idiomas que manejan. Menos yo.
Tal como lo leen, Estanislav Borch Romer, como fui registrado por el viejo Jarek, no sabía leer en otro idioma que no fuera el suyo. En las ocasiones en que caía a mis manos un libro escrito en polaco o cualquier tipo de lectura, lo apreciaba como si de un tesoro se tratara.
—La placa en su cuello lo dice “Soy Bruna, no me separes de Mia Dekker”. —la vos del hombre me trae de vuelta a la realidad —Si la chica es la dueña, como dices, es una mascota de apoyo emocional —observo al animal con las orejas atrás y mirada fija en la puerta cerrada.
—Se llama Mía, es todo —confieso.
—En ese caso, no es posible alejarlas y si lo haces tendrás problemas. —afirmo sin entender por qué dice aquello —Conoces las reglas Law. Puedo hacer una excepción, pero te costará un poco más…
—No hay problema. —le calmo levantándome de la silla.
La primera lección recibida al entrar a este mundo, me la dio Nikolái y no fue a usar un arma, ser ágil o esconderme. Esas cosas las aprendí en las calles y con Jarek.
“No dejes huellas de ninguna clase. Abstente de protagonismo y olvida el ego”.
Una enseñanza que me tomé al pie de la letra. Mi buena memoria me ayudó a ello, mentalizo todos los detalles, manejo efectivo y no doy mi nombre jamás.
Recurrí al apodo de chico, “Lawenda” o “Lavanda” un nombre que me fue impuesto por el parecido entre la flor de la planta y el color de mis ojos. Con el pasar del tiempo utilizaban el diminutivo, “Lawe o Law”. Hasta que llegué a manos de Jarek. El viejo odiaba los alias e insistía en alejarme del mundo del crimen.
“—Si vas a usar un arma —solía decirme —que sea en el lugar correcto, eso solo es posible sirviendo a tu país”
Nunca vivió lo suficiente para que su sueño se cumpliera.
—No dudo en tu palabra Law, pero necesito de tu fe. —sonrío al entender.
—Debo ir al auto… Ya regreso.
Si deseo que ambas sean cuidadas debo dar muestras de buena fe. La fe en este ambiente se compra con dinero, casi todo puede adquirirse con él, de este lado de la ley.
Cruzo el sitio hasta llegar a la salida y una vez en el auto busco lo que deseo. Sacando el dinero y con él en mis manos, no puedo evitar sonreír. La ironía de la vida es que la primera vez que use el dinero en la legalidad, sea para ayudar a una sarnosa y a su dueña.
Alguien debe extrañarle, su cuerpo es raquítico y con todas las muestras de golpes en su rostro. Sin embargo, es notorio que debajo de tanta miseria, se esconde una belleza. Posee un atractivo físico bastante alto, sus modales son los que estén en entredicho.
A lo largo de nuestra carrera criminal, nos hemos topado con muchas como ella. Mujeres que fueron sacadas de sus casas bajo engaño, con la promesa de un futuro mejor. Busco el contacto respectivo, envío el nombre y apellido que me han dado y espero.
Apoyo las manos en el volante sin dejar de pensar en la chica y su supuesto dueño. Ese término puede extenderse en muchas ramas, desde su chulo, padre, algún familiar o tomarse al pie de la letra. Alguien pagó por tenerla y era su esclava.
El sonido del mensaje llega y escucho el audio que han enviado. Aparte de aceptar mi pedido, me envían lo que debo pagar y a donde entregarlo. No tengo idea del porqué me tomo tantas molestias por ellas, aunque podría ser la similitud entre su vida y la mía.
¿No dicen que la vida te pondrá de frente en algún momento con tú, yo del pasado? Y que eso, te hará liberar tus cargas y exorcizar tus culpas. Es posible que yo esté enfrentándome a algo así.
Con ese pensamiento salgo del auto.
El sitio finge como casino, de hecho, funciona uno en este lugar. Una vieja edificación de dos pisos y bastante colorida por fuera. Para ingresar a la zona de hospital o lo que se asemeja a uno, es necesario cruzar tres filtros. Si no eres parte del grupo, ni tienes a algún conocido, no pasarás el primero, que vendría a ser el casino.
El cambio de escenario es evidente, dejas atrás las mesas de pool, ruletas, naipes y hombres en trajes elegantes. Lo que encuentras allí son médicos, enfermeras y todo un extenso personal de salud.
Si tienen o no los requisitos para atender a pacientes, no importa, te basta con saber que serás atendido. Le entrego al hombre el sobre con el dinero que saca y cuenta delante de mí.
—Ella no está aquí y su mascota tampoco — advierto—cuando despierte le dirán que Fellon la dejó. Al llevármela recibirán el doble.
—¿Fellon? —pregunta alejando el rostro de los billetes.
—¿Lo conoces?
—Podría —sonríe.
Me niego a caer en un truco tan viejo y él lo entiende, su sonrisa se amplía vigilando el movimiento de mi mano en el bolsillo para guardar la billetera y el móvil. Las advertencias que siguen van desde dejarla escapar, dañarla a ella o a su perro, hasta no atenderla como se debe.
—Aquí todos son profesionales —enarco una ceja y me mira sin rastro de humor —y no hablo de los diplomas…
—Debes saber esa es mi mejor faceta… No me hagas venir antes de lo esperado.
Sin dar tiempo a una respuesta de su parte me alejo de allí. He dejado el teléfono del hotel en el que me estoy bajando y la orden de dejar allí cualquier evento por fuera de lo normal.
Al salir del lugar me encuentro con el mensaje que debo llegar a casa de Vryzas. Aquel mensaje es el recordatorio de lo que me trajo a este país, en nada tiene que ver con Mía y Bruna.
Trabajar con los cincuenta me dio la posibilidad de tener una familia, con todo lo que conlleva. Pasé de ser un huérfano sin nada más valioso que mi vida a estar rodeado de hombres con historias tan o más trágicas que la mía.
Debo agradecer en gran medida a Vryzas y a Noah por darme esa oportunidad. La de poder llamar hermanos y sentirme afín con alguien. Aunque en este instante, todo se esté disolviendo y no encuentre que hacer con mi existencia.
Nuestro último caso, era un obsequio de bodas a Noah, el segundo al mando de los cincuenta. Consiguió una mujer que lo quería pese a todo y eso lo hizo hacer preguntas, que todos nos hemos hecho alguna vez.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué no pude disfrutar de un hogar? ¿Tengo hermanos? Yo las tuve, el día en que la novia de Noah sufrió un aborto y para tener detalles de su estado dije ser su novio. Mi inquietud fue fugaz, me bastó recordar la escueta carta que mantuve hasta los doce para olvidarme del asunto.
El trabajo en búsqueda de quienes destruyeron al grupo hasta lograr disolverlo me alejó del todo de esos pensamientos. Pese a todo me alegraba de que Noah supiera quien era, aunque esas respuestas no trajeran el alivio que creía. Nunca las trae, siempre había una pregunta si resolver y otras cuyas respuestas eran más duras de lo que pensaste.
Días después…
Por más que oculté las marcas de garras, colmillos y dientes, estas fueron vistas y las preguntas no se hicieron esperar. Aquello generó en Akim, la curiosidad que lo caracterizaba y me fue imposible mantenerlo a distancia.
—¿Qué se supone, haces? —cuestiono al verle entrar al auto.
Toma mi brazo herido, señala la marca de dientes y las golpea con dos dedos. Ese gesto lo diría todo, si no estuviera seguro es un ave de mal agüero, él está lejos de ser partícipe en mi problema.
—No son marcas de perro, no todas —se instala el cinturón de seguridad mientras sonríe —necesito verla.
— Largo… —abro la puerta del auto y le insto a salir por sus propios medios.
—No voy a irme Stan, y lo sabes —me advierte bastante tranquilo —además, pudiste negar que era una chica, pero no lo hiciste…
—¿Desde cuándo eres mi confesor? —insisto. —¿Qué te hace pensar que necesito ayuda? ¿No tienes algo que hacer?
—No —sonríe y bufo.
—¿Qué hay de Ava y Zafiro? —mira por la ventana los transeúntes antes de responder.
—He decidido que es prioridad saber quien nos hizo esto —guardo silencio y al verme a los ojos puede sentir el dolor que ha estado ocultando —Si me necesitas… no dudes en llamarme.
—Lo haré —prometo y afirma saliendo del auto, golpea el capo dando la orden de acelerar con ese gesto y eso hago.
Me adentro en la congestionada vía de hora pico. Me han dicho que ella ha despertado y se le dijo lo que había acordado. Ante la violencia de su carácter y su renuencia a cooperar tuvieron que drogarla. Y me advirtieron calmarla o la lanzarían a la calle.
Cuarenta y dos minutos después, detengo el auto en el callejón contiguo al local. Tras asegurarme que está seguro salgo del vehículo dirigiéndome a la entrada del casino. Un par de hombres en la entrada, un tercero a cuatro o tres metros llaman mi atención. Me señalan, dicen algo y este mira en mi dirección empezando a avanzar.
—¿Lawe? —me pregunta una vez está a escasos metros —tú tienes algo que nos pertenece.
Es un hombre con camisa de flores, varios botones sueltos y mostrando en su pecho varias cadenas de oro, pantalón blanco, sombrero y en el pecho cuelga varias cadenas de oro. En su mano izquierda un reluciente maletín en cuero negro, que aprieta con fuerza al notar que lo escudriño.
No hay nada especial en él, salvo el aire de mafioso latino, que no llega a intimidar.
—Es sobre Mia Dekker —sigue —¿Podemos hablar en otro lado? —mira en todas las direcciones y pasa saliva.
En respuesta me hago a un lado y señalo el callejón en que he dejado el auto. Juego con las llaves del vehículo al tiempo que lo sigo y me divierte el gesto de ver por encima de su hombro de vez en cuando.
—Podemos llegar a un acuerdo —habla al detenerse en la entrada del callejón y sigo sin decirle nada —la compra fue legal, su padre la perdió en un juego…
—¿Qué tan usada está? —es mi primera pregunta y de acuerdo a su respuesta así sabré como morirá…
—Ella no es nuestro tipo —dice removiéndose incómodo en su puesto —jamás la han tocado, su uso no es sexual… —al enfrentar mi rostro ha adquirido cierta valentía —imagino que sabe lo que vale.
—¿Cómo puedes saberlo? —abro las manos y ese gesto lo hace saltar hacia atrás —ha estado en las calles…
—Un examen ginecológico dirá que no miento. —se anima a ingresar al auto y deja en el capo el maletín —aquí está todo lo que necesitas saber sobre ella.
—Me la encontré en la basura —insisto —herida y golpeada.
—Fue un correctivo —mueve la mano en el aire indiferente —debes tener mano dura o no podrás controlarla. Nos ha sido imposible hacerlo a nosotros, será peor contigo. —me mira sobre su hombro y niega —no te ves muy diestro.
Está tan distraído convenciéndome de que me ha dado la espalda. Muevo la cabeza en círculos liberando el estrés con ese gesto y saco el puñal de mi pretina.
— Su padre murió en una pelea en un bar, la madre durante el parto. Hija de inmigrantes suecos, no tiene familia, lo corroboramos…
Aprieto su cuerpo contra la pared, apoyando la cabeza en su cuello al tiempo que el filo del puñal se posa en su corazón.
—Podemos llegar a un acuerdo —pasa saliva e intenta moverse, pero la mano en su cuello se lo impide. —… por favor —ruega.
Lo siento respirar con dificultad y su corazón galopar con violencia. Ella también estuvo asustada, pidió perdón e hizo promesas con las que muy probable se limpió el trasero o se mofó.
— Es más complicado de lo que crees, estás en problemas
—No me entendiste… Me la encontré en la basura… es mía.
La hoja filosa ingresa suave en su pecho y siento el líquido caliente correr por mi muñeca. Alejo su cuerpo del auto evitando dejar rastros en él y lo suelto. Cae a mis pies, aun con los ojos abiertos, su cuerpo empieza a convulsionar con violencia, su boca empieza a brotar sangre hasta que simplemente deja de moverse.
Limpio la sangre con un pañuelo y hago lo mismo con el puñal, sin dejar de ver el cuerpo del miserable.
—¿Fellon? —pregunto a la presencia detrás de mí.
—El mismo. Le dije que se fuera y se olvidara de ella —responde —pero aseguró no poder y si podías pagar por tenerla aquí, también porque fuera su propiedad.
—Has algo con esto —le digo pateando su cuerpo —y lo sumas a mi cuenta.
—¿Qué hay de ella?
Ambos nos detenemos al pie del cuerpo, recojo los documentos que intentaba mostrarme, los guardo en el maletín y lo lanzo al interior del auto. Puedo sentir la mirada del individuo sobre mí, pero no hará preguntas.
Se le paga por trabajar, no por hacerlas.
—¿Está sedada? —pregunto al fin.
—Sí.
—¿Sana?
—No del todo. Es Complicado, su estado…
—Que siga así hasta que regrese. —respondo observando como dos hombres se acercan para llevarse el cadáver.
—Pensé que ibas a calmarla…
Ingreso al auto saco de la guantera dinero y lo lanzo al hombre que lo atrapa cerca de su vientre.
—Los dos de la entrada, solo les faltó entregarles el arma a ese imbécil—afirma sin hacer comentarios y sonríe al ver el interior del sobre —no eres nuevo en esto Dan ¿Por qué debo hacer tu trabajo? —señalo al hombre que es ingresado en una bolsa antes de seguir. —ni siquiera debió saber que ella estaba aquí.
—Creí que querrías asegurarte que no fuera un problema —su excusa no me gusta y lo nota, al verlo dar un paso atrás —Me encargaré, no volverá a pasar —insiste y me cruzo de brazos —te lo aseguro, yo mismo me voy a asegurar que ella esté bien.
—Más te vale…
No puedo salvarlas a todas, pero si la vida me puso en mi camino estoy seguro de que es por algo. Persisto en la idea que alguien con ese físico debe tener quien la extrañe.
Tiene un perro de apoyo, bastante astuto y entrenado. Adiestrarlos no es económico ¿Es posible hallar algo a través del perro? Me pregunto luego de ingresar al auto y con las manos en el volante.
Será lo primero que haga luego de volver… cuando sea un hombre libre. Después de ello no sé qué haré, pero tendré la dicha de haber devuelto a alguien a su hogar.
Es más, de lo que yo tuve.
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