Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18

Stan había traído a una nueva integrante a la casa, se encargaría de las cámaras de vigilancia y seguridad. Recuerdo que dijo sería mi compañía, pero parecía más la suya. La mujer gustaba de estar a su lado, sonreír mucho y coquetearle.

Él, por su parte, no le era indiferente.

Madeline era su nombre, dueña de un con cuerpo estilizado, rostro almendrado, grandes ojos azules, una cabellera negra larga que llevaba siempre suelta. Complementando con una hermosa sonrisa, madurez y encanto.

Había que admitirlo, Madeline no parecía una cría como yo. Mis 26 contra sus 31, su seguridad, contra mis miedos, etc. Por sobre todas las cosas, estaba que Stan le rendía una especie de tributo cada que ella se cruzaba en su campo de visión.

Para mi alivio, no dormía en casa, ella se iba en las noches, no sin antes asegurarse que todo estuviera correcto. Estaba al pendiente de mí, si no me veía, me buscaba, era muy parlanchina y divertida.

Madeline, era perfecta, eso me amargaba y deprimía.

Me enseñó como ver las cámaras, me obsequió los códigos de entrada de la casa y copia de las llaves. Aseguró cuando en un principio me negué a recibirlas que era necesario las tuviera. En caso de un incendio o una alarma de emergencia.

Podía morir calcinada o ser asaltada. "—No se lo digas o estaré en problemas." Fue su única advertencia. Yo seguía sin acudir al jardín o las rejas, no sola. Mis sueños seguían siendo inquietos y la certeza que era asechaba aumentaba día tras día. Tener las llaves no hacia diferencias, yo seguía sin querer salir de casa y con miedo.

Stan, en las últimas fechas, estaba sumergido en su trabajo y no me prestaba mayor atención. En las pocas veces que se quedaba, hablaba con Madeline o la llamaba si ya se había ido. Ese comportamiento me llevó a pensar que recurrió a ella para que me diera las claves y llaves de la casa. Una forma de deshacerse de mí y evitar despedidas.

No había hablado más de la salida de viaje y la fecha poco a poco se acercaba. Desde que la exuberante mujer llegó, se alejó de mí, ella ocupaba todo el tiempo que durara en casa.

Su comportamiento fue de ayuda en cuanto a mis pesadillas. Me vi obligada a no buscarle y enfrentar a mis miedos. Por fortuna, no volví a ver al hombre con máscara de conejo, aunque, el miedo estaba allí.

Muy a pesar de que no me había dado motivos, empecé a odiarla. Me frustraba no poder hacer nada para atraerlo. La forma en que sonreía mientras está con ella, también la odié.

Madeline tiene muchas anécdotas divertidas en su haber, mientras yo, un nudo de problemas, miedos y baches de mi vida que no puedo traer a la luz. Ejemplo de ello, es este instante. Sirvo la mesa escuchando su relato sobre un jefe casado con encuentros gay y sus deslices.

—Tenía cierto fetiche de hacerlo en cámaras. —mueve las manos al aire de forma teatral —era un actor porno frustrado.

—Uno de baja calidad supongo. —comenta Stan y ella afirma divertida.

—Puedo decir sin temor a equivocarme —calla al ver que dejo su desayuno —gracias, querida.

¡Púdrete! Quise decirle, no obstante, lo que salió de mis labios fue.

—Un placer.

—El peor trabajo de mi vida. —retoma la conversación obsequiándome su mejor sonrisa y un guiño.

Cuando llega el momento de Stan, este no mira en mi dirección, tampoco da las gracias y su rostro está fijo en Madeline. Sigo el camino de lo que causa esa sonrisa de estúpido y suspiro.

Madeline le sonríe y muestra con ese gesto, aparece el hoyuelo que se le hace en la comisura de sus labios. Dejo el desayuno frente a él, viéndolo observar esa anomalía en ella con una sonrisa estúpida. Él lo ve atractivo, pero ese hoyuelo es una anomalía.

Sí, lo busqué ¿Qué con eso?

—Imagino que tu trabajo consistía en cubrir cada situación. —me da una mirada fugaz, fría y regresa a ella sonriente.

Su voz sale ronca, a él le está gustando lo que ve. Yo ahogo un quejido de frustración rumbo al buró en búsqueda de la ensalada de frutas.

—Eso y lidiar con su esposa que sospechaba de la infidelidad. —suelta una risilla y una mirada fortuita, la veo hacerle un guiño ¡Perra! —Ella creía que era con una dama, sin imaginar que era un peón el que lo tenía en Jaque.

Stan saca de su garganta su mejor risa y mi piel se crispa al tiempo que un cosquilleo recorre toda mi piel. Me reprendo por reaccionar de esa forma, no fue para mí o por mí. Fue por y para Rebeca. ¡Mugroso, libido de mierda!

—Que lo disfruten —balbuceo al acabar de servir la mesa y me dirijo a las escaleras en silencio.

—¿No vas a desayunar?

Que su voz salga preocupada me hace sentir mal por el odio que crece hacia ella. Me basta con recordar, todo lo feliz que hace a Stan para que mi enojo regrese y me sienta mejor.

—Ya lo hice. —comento sin detenerme —¡Bruna! —en segundo mi amiga está a mi lado y me acompaña en mi ascenso.

El hormigueo en mi cuello es una señal clara que está viéndome. Acelero los pasos al sentir que mis piernas flaquean y las ganas de llorar se apoderan de mí. Ya a salvo apoyo mi cuerpo en la puerta y me deslizo hacia el suelo dejando salir libres mis lágrimas.

Permanezco en mi habitación hasta que escucho el auto arrancar. Controlo las ansias de correr por la ventana y ver si me brinda un poco de atención antes de partir. No lo hará, su última mirada será hacia Madeline a quien le brindará una sonrisa.

En silencio acostado en la cama acariciando a mi mascota que reposa en mi regazo, veo los minutos correr. Pensando en lo que haré con mi vida, se me va el tiempo. Llevo ocho meses en este lugar, me estoy convirtiendo en una carga y verlo a él coquetear con Madeline afecta mi paz.

Una que he prometido nadie la destruya.

Es hora de buscar un sitio en el mundo y ser independiente. No puedo vivir toda la vida, bajo la sombra de Stan o cualquier otra persona. Es necesario tomar el control de mi vida, acudir al psicólogo, de sanar.

He acumulado lo suficiente para poder subsistir unos meses en lo que consigo empleo. Puedo pedir empleo como niñera o en la cocina.

Eso se me daba bien, cocinar.

Pasar toda mi niñez con empleados de la cocina me hizo querer aprender. Al crecer, pasó de la curiosidad a la práctica, sobre todo, cuando los empleados se fueron reduciendo en casa y los gastos eran cada vez más difíciles de pagar.

En algún momento abandoné la universidad, fue algo que sucedió sin que lo notara, pero que lo vi venir. El desfile de personas por la casa, comprando muebles o llevándoselos por deudas, me lo advirtieron. Lo que nunca fallaba era mis idas al psicólogo y de alguna manera, eso me hizo querer ayudar a papá, hacia un enorme esfuerzo para pagarlo.

El llanto de Bruna en la puerta para salir me obliga a levantar, una vez en pie, decido enfrentar mi realidad. Repitiendo en mi cabeza "Madeline no tiene la culpa de ser una chica con todo lo que un hombre como Stan busca. Ni siquiera Stan es causante que le guste."

—¿Dónde está Mía? ¿Qué hay de ese cabello suelto?

Akim lanza las pregunta en un tono de voz de reproche, apresuro los pasos para llamarle, pero es tarde. Al pie de las escaleras contemplo la escena. Madeline está detrás del fregadero y gira en su dirección sonriente. Akim no sonríe y la ve serio, en traje negro, guantes y una mirada dura hacia la mujer.

—Mía está en su habitación y dado que fue tan amable en servirme el desayuno, yo quise retribuirle el gesto ayudándole un poco.

Toma un paño de cocina con el que seca sus manos con lentitud sin dejar de ver a Akim que en mitad del salón la observa.

—¿Tu cabello?

—No estoy en una zona de peligro...

—Yo decido eso, no tú —interrumpe en tono alto.

Un timbre de voz seco, casi un rugido que saca su acento ruso y lo lleva al límite. Madeline deja el paño a un lado y se yergue al tiempo que él avanza hacia ella, pero se detiene a cierta distancia.

Akim nunca se acerca del todo, no suele violar tu espacio personal y evita los roces. Es divertido y dueño de una jerga que te hará explotar de la risa, pero acabará si le tocas o haces preguntas personales o te acercas un poco violando su espacio.

—Lo siento, señor, pero Stan...

—El señor Borch —corrige alzando una ceja —no me interesa que tanto te lo cojas o como se lo mames...

—¿Cómo se atreve? —mi reacción es tomar a Bruna de la correa y retroceder, al ver que ella sale detrás del buró y lo enfrenta.

—Es y será siempre el señor Borch, cada que te refieras a él frente a mí. —sigue diciendo con una sonrisa en los labios cínica.

—Recuerde que habla con una dama...

—Es posible que puedas rezongar al respecto, cuando te comportes como una —la mira de arriba abajo antes de seguir —¿Olvidas como conseguiste el puesto?

Pasa saliva y baja el rostro apenada, al tiempo que yo contemplo a un Akim irreconocible. Nota mi presencia y alza la mirada hacia mí, sus rasgos se suavizan y sus hombros se relajan. Demasiado tarde, ya he visto lo suficiente para entender, que frente a mí adquiere una máscara.

—Recógete ese cabello, si no deseas que lleve a la práctica los riesgos que enfrentas teniéndolo suelto. —se detiene para verla un instante antes de seguir —las reglas son claras, Jordán y no te limpiarás el trasero con ellas, por mucho que te cojas a uno de los jefes. —avanza hacia mí y estira las manos invitándome a bajar —vine por ti y no estoy dispuesto a escuchar una negativa.

Intento ignorar que acaba de decir que mis sospechas son ciertas y Stan si tiene una aventura con Madeline. No debería sorprenderme, ni dolerme, pero descubro que ambas lo hacen y duele al punto de no saber qué decir o cómo reaccionar.

Ese descubrimiento es anulado por el comportamiento de Akim, verlo tratar a una mujer de esa forma me hace querer salir huyendo. Permanezco en mi sitio, una fuerza indescriptible me impide tomar la mano enguantada que me brinda. Mi pulso se acelera al verle subir las escaleras sin dejar de sonreír.

—Te presentaré a alguien —me dice trago saliva viéndolo llegar —iremos de compras, las mujeres aman hacerlo. —sigue diciendo ajeno a mi lucha interna y miedo.

Lo que acabo de presenciar me hace dar una alarma en cuerpo, recordar que Stan y Fellón tenían negocios. Akim y Nikolái eran hermanos de Stan, socios según lo que me había contado.

El comportamiento en contra de Akim contra Madeline, ya lo he observado en los hombres que nos custodiaban. Era su forma de tratarnos cuando no hacíamos lo que exigían, algunas eran encerradas con ellos y abusadas ante nosotros. Sus gritos irrumpían todo el lugar y erizaban la piel. Su pedido de auxilio era nuestra mejor advertencia.

—No te asustes cielo —parpadeo ante el tono dulce viendo a Madeline salir recogiéndose el cabello. —ella necesitaba un polo a tierra —vuelvo la vista a él que me observa serio.

Ante mi sorpresa sonríe y toma mi mano empezando el descenso.

—De ser tú y me enfrentará a una situación parecida, haría lo que se debe.

—No entiendo...

Pero si lo hago, o por lo menos, me doy una idea. Su comportamiento al bajar las escaleras es elegante, con un sexappeal que atrae, solo si ignoras el ambiente sombrío que lo envuelve con esa vestimenta negra.

—Le sacaría los ojos, sería la mujer más vengativa del mundo. —calla un instante y ve fugaz antes de seguir —marcaría mi territorio y de ninguna manera le haría de comer, a no ser que contenga laxante o veneno.

—No sé de qué habla...

—Eres una pésima mentirosa, Mia Dekker —en respuesta alzo el mentón y le enfrento lo que ocasiona sonría —una pésima mentirosa y hermosa mentirosa. —finaliza.

En ese punto hemos llegado al jardín, busco a Madeline y la encuentro viéndonos en la entrada de la caseta de seguridad con rostro de enojado.

Él y yo no somos nada, no tengo por qué sentirme herida. Stan ha decidido y soy yo la que está sobrando.

—¡Tonterías! —vuelvo la mirada hacia él asustada al darme cuenta de que lo dije en voz alta —ninguna mujer que ofrezca su cuerpo como pago a favores o para escalar, es digna de mi confianza —comenta en tono solemne —Es una pena que no hayan aprendido la lección, así insistan en que tienen todo bajo control.

No entiendo a qué se refiere, tampoco deseo saberlo, por lo que me limito a fingir que no he escuchado esto último. Ingreso a Bruna en la parte trasera del vehículo y me ubico en la del copiloto. Akim le brinda una última mirada a Madeline, me gustaría saber qué quiere decirle con el gesto furioso que le da. Sobre todo, al ver que ella baja el rostro en un comportamiento que no es muy común.



Feliz año bellezas, disculpen la demora.

Ahora si, a acabarla y seguir juiciosa con mis escritos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro