Capítulo 14
La experiencia me decía que temiera a la sencillez con la que solucione el problema de Mía. Esa misma hablaba de que de haber problemas, yo podría solucionarlo. El ego era quien alzaba su voz por encima del sentido común.
Aquel silencio y calma con la que los hermanos White se hicieron a un lado, no se tomaba a la ligera. ¿Qué podía hacer? Contaba con todo a mi favor y eso era suficiente para calmar cualquier temor.
Mia no salía si no era conmigo o con los chicos y eso la hacía un blanco difícil. No había nada de lo que sentirse acorralado. Eso pensaba hasta que la vi en aquella heladería con Nikolái.
Akim logró conseguir parte de la vida de la prometida de la expareja de Emma Frederick y quise entregarlo a primera hora. Mi interés era cumplirle, tal como ella lo había hecho con nosotros.
No creí que Emma tendría apetito o que mi estado alegre me llevaría a llevarla a comer justo en el restaurante frente a la heladería en que Nikolái y Mia estarían. Verlos en ese estado tan cómplice, felices y como nunca la he visto a mi lado hizo que mi buen humor acabara.
De pronto, ya no era tan buena idea que saliera con Nikolái. No, si el resultado era verla reír de esa forma, ella debía hacerlo, pero solo yo tendría que ser merecedoras de ellas.
Eso me hizo permanecer despierto toda la noche y gran parte de la madrugada. Sobre todo, al saber la propuesta que Nikolái le hizo ¿Estaba enamorado? Y de ser así ¿Había olvidado las reglas?
Fastidiado y con la certeza de no poder dormir, me vestí y bajé a la cocina. Ella debía estar preparándome algo de comer, crearía el ambiente, preguntaría por el día anterior. Eso me daría un puente para preguntar si eran sus planes irse de mi lado, los de Nikolái o solo era algo que se dio.
Pero, ella no estaba en la cocina, esperé un largo tiempo. Las manecillas del reloj de pared pasaban lentas y cuando eran las siete de la mañana fui en su búsqueda. La puerta de su habitación estaba con seguro y detrás de ella solo podía escucharse a Bruna, gemir y rascar la puerta.
—Tu dueña no te quiere cerca de mi hoy —le digo al animal, que lanza varios chillidos y rasca la puerta.
Con la bilis subiendo por mi garganta, salí de casa. La rutina de todos los días era pasar por la oficina, dar el reporte de las anomalías del día anterior, recoger el armamento oficial y detallar los lugares a visitar.
Una reunión de media hora que solíamos acompañar con un café o cualquier anécdota loca de nuestro nuevo trabajo. El día de hoy, no quería hacer parte de esa reunión. El deseo de no ver a Nikolái por no responder de mis actos era los últimos vestigios de sentido común que aún conservaba.
Mi plan era ir a la oficina, recoger el reporte y dejar los datos a Akim para que llenara los míos. Cinco o diez minutos eran todo lo que necesitaba, una misión sencilla. Al parquear el auto en el estacionamiento, encontré el primer inconveniente.
Nikolái y Akim, habían tenido la misma idea.
Había la posibilidad de laboral con mis armas, pero el viejo Jason Frederick no le gustaría aquella idea. Sin mencionar que no les gustaban mis métodos y desconfiaba de mi experiencia.
—Hoy es un buen día para que me parta un rayo.
Salgo del auto dando un azote a la puerta y me dirijo a las escaleras que dan a recepción. Un modesto edificio de cuatro pisos, con solo un par de oficinas activas, la gran mayoría de ellas en el primer piso. En el segundo están las nuestras y los dos restantes se encuentran en remodelación.
El nombre dado a nuestra empresa fue sacado de las iniciales de nuestros nombres. Fuimos cuatro los que planeamos aquello y, aunque Noah aún no se decide, su inicial quedó registrada como muestra de hermandad.
N. S. N. A. en letras doradas, una glock a cado lado de las siglas daban los detalles finales. No conozco a la gran mayoría de los empleados, Akim y Nikolái son los encargados de socializar con ellos. Necesitamos urgente de los buenos oficios de un administrador, pero no hay nadie con la experiencia que cubra nuestras expectativas.
Al dar un pie en el segundo piso me encuentro de frente con Nikolái que sale con una taza de café en sus manos.
—¿Qué pasó? ¿Te caíste de la cama?
Voy directo al sitio en que Akim observa mi llegada, por un instante Nikolái parece entender mi mal humor y se limita a sonreír.
—Creo que no hubo desayuno especial hoy —sigue diciendo —tú te lo buscaste, el de ayer lo dejaste servido.
—¡Déjalo!
Avanzo a mi casillero, en donde debo dejar mi arma y tomar la oficial. Cuando sigo escuchando lo que sigue diciendo, tengo en mis manos el arma y estoy por intercambiarla.
—Ella se levanta antes que tú, te hace prepara el desayuno, se esfuerza en hacer lo que te gusta. —sonríe —lo que haces con ella no tiene perdón. Si la hubieras visto como sonreía feliz, cuando le dije que la llevaría a tomar helado.
La vi. Quise decirle, pero, en cambio, cierro la puerta del casillero sin hacer el cambio de armas y doy media vuelta hacia ambos.
—Es suficiente —le advierto.
Debería seguir mi advertencia, pero el ucraniano no es el más obediente de los tres. Akim, que degusta una taza de café, la deja en la mesa y se incorpora haciéndose a un lado, no sin antes recoger su arma de la mesa.
—No está segura en ese lugar, le he ofrecido un lugar en casa de Noah y Jaz. Ellos necesitan de una niñera, la casa es segura y Josephine le agradó.
—Está solucionado —le interrumpo y enarca una ceja —hablé con la cabeza, quien controlaba todo era la cola.
—¿Y te crees que con una advertencia todo estará tranquilo? —hay incredulidad en su voz y no me sorprende.
Deja la taza encima de unos de los casilleros y se cruza de brazos en mitad del pasillo impidiendo son su cuerpo la salida o entrada de alguien.
—Han perdido mucho dinero por ella, tú y yo sabemos ...
—¿Por qué tu maldito interés?
Elimino distancia con solo tres pasos, escuchando las maldiciones de Akim. No hay manera que logre controlarnos, lo ha aprendido de los cientos de veces que hemos estado en una trifulca parecida. Ninguna de ellas era tan delicada, como meterse en mi casa y pretender lo que era mio.
—Estoy esperando una respuesta —le digo cuando nuestros rostros están cerca y ambos hemos desenfundado el arma.
La sonrisa que empiezo a vislumbrar en el rostro, la conozco, la ceja alzada y el brillo peligroso en su rostro. Nikolái no es un hombre de temores, jamás lo hemos visto perder el control por ellos.
—Considero que ella merece un lugar mejor —insiste —en el fondo tú también y por eso la encierras.
—No tienes idea lo que hay detrás de Mia Dekker —su sonrisa se ensancha y niego defraudado—es mejor que esté aislada, hasta que Wells no encuentre a su familia...
—¿Temes que alguien mejor se la lleve? —deja el arma al lado del café y al regresar la vista hacia mí, se ha ganado mi mejor golpe —Mientras tú la encierras y la debilitas, yo la lleno de seguridad permitiéndole un sitio a mi lado.
La sangre me hierve y la certeza que le gusta me lleva a golpearle. Evade mi primer golpe, pero no el segundo y lo siguiente es estar enfrascados en una lucha que solo acaba cuando un par de brazos me inmovilizan desde atrás, junto con la orden en griego de parar.
—¡Arketá!
Me suelta cuando Akim ha controlado a un Nikolái, más divertido que enojado y eso me hace querer seguir la lucha. El cuerpo del griego me lo impide y le muestra el dedo índice a manera de advertencia a mi oponente.
—Toma tus cosas —me dice en un susurro de tal forma que solo yo puedo escucharle —Alexis presentará la dimisión esta mañana—apoya una mano en mis hombros y me quedo absorto viendo su mano libre de tatuajes sobre mi cuerpo —ella confía en ti, no la dejes sola.
Sin hacer comentarios recibo el arma que Akim ha recogido del suelo y la dejo en el casillero. Suelo dejar solo una, la de mi tobillo, nunca la retiro de mi cuerpo, cuando voy a dormir y la dejo debajo de mi almohada.
—¿Tienes los documentos? —le pregunto al chico sin verle y asiente alargándome una carpeta.
—Gracias.
Mis ojos están fijos en el hombre que está apoyado en la pared con la taza de café en sus manos y la mejor de las sonrisas. Vryzas se aclara la garganta ordenándome salir, en teoría no es mi jefe y no estoy obligado a obedecerle.
Pero hay un lazo de amistad forjado en años, lucha y el respeto que se ganó al tratarnos como iguales a él, cuando no era así.
****
Kamil Slora, era la ex prometida de Alexis O'hurn, el esposo de Emma Frederick, antes de que se enteraran de que no estaban casados o que ellos decidieran darse otra oportunidad. En realidad, no entiendo que fue primero, pero puedo comprender los motivos que llevaron al hombre de reconquistar a su exmujer.
Emma Frederick, estaba lejos de ser solo una rubia hermosa, millonaria o cabeza hueca. Las dos primeras lo eran, la última sin duda no.
Perdió a su hijo en un accidente, una pierna y antes de eso a su esposo. Con problemas de conducta y visitas a los psicólogos desde pequeña. Nada de eso, le impidió afrontar las tres y salir adelante.
—¿Segura que no desea que la acompañe? —le digo al ayudarla a bajar del auto y afirma.
—Sé que no puedes irte y que tienes órdenes de mi padre —responde viendo al hombre salir del lugar con los hombros bajos y mirada perdida —Él me necesita.
—En ese caso —me hago a un lado y la dejo avanzar hacia su esposo.
Alexis O'hurn Ivannov, era no solo sobrino del hombre que me dio un cupo en su mundo, también hermano de la prometida del griego y quien le disparó en la pierna. Ese acto lo hacía a mis ojos un potencial enemigo y si le sumaba la mirada que me brindaba, el riesgo aumentaba.
Sospechaba que eran celos por su mujer, con quien pese a lo que se creería me llevaba bien. Emma Frederick, no era una mujer prejuiciosa y eso la hacía digna de confianza.
Sin mencionar el favor que nos estaba haciendo.
Los observo abrazarse dentro del auto y llorar por largo tiempo, mientras lo hago, no dejo de pensar en lo estúpido e inmaduros que fueron. Kamil, había usado la poca confianza de él hacia ella y los problemas de autoestima de Emma.
El resultado, fueron cinco años de separación, un bebé perdido y una mujer que no volvería a ser la de antes.
Para bien o para mal.
Cuando el auto empieza a avanzar, ingreso a al mio y le sigo a poca distancia. Intento concentrarme en mi trabajo y dejar a un lado a Mia con Nikolái.
Mis manos se crispan en el volante al notar el sendero por el que cruza el auto de la pareja y la realidad de lo que es me golpea con la fuerza de un huracán. Por un instante me aferro al volante con fuerza y no sé qué hacer.
La edificación antigua, de paredes desoladas y jardines en peores condiciones, me atrae al punto de hacerme salir antes que la pareja. Jamás he pasado por un orfanato, me he cuidado de no hacerlo desde que escapé.
Una muestra de autoprotección y una manera de cuidar mi cabeza de tantos malos recuerdos. Mis ojos viajan a cada ventana, cada pieza de metal corroída por el óxido y cada planta seca.
Los recuerdos se convierten en aguijones que perforan mi piel y al sentir la presencia de la pareja, no soporto la sensación de vulnerabilidad y bajo el rostro al césped. Golpeo una roca y me lleno de todo el autocontrol que necesito para hacer una pregunta cuya respuesta es muy obvia.
—¿Es lo que creo?
—Un hogar para madres jóvenes —la misma mierda, con diferente nombre—hay diez de ellas en todos el país, cinco están en la ciudad. Mi hermano es el que las ha abierto todas.
Confieso que vi a esos seres capaces de compadecerse de miserables como yo, pero imagino que los impuestos bajan si regalan migajas de sus bienes.
—¿Huérfanos? —Pregunto con sorna.
El crío lo piensa un poco, demasiado tiempo para mi gusto y aquello me da la certeza que no sabe una mierda de lo que es allí. Me divierte saber aquello y arremeto contra él.
—¿No conoces la labor de tu hermano? —me queja señalando todo el lugar —hay mucho por hacer aquí ¿No das una mano un día en especial?
—Puedes esperar aquí y limpiar el césped —comenta tras rebasarme y pasar con su mujer tomados, de la mano. —o comértelo, te caerá bien.
—Maldito, hijo de puta —comento cuando me han rebasado.
—La gran mayoría de mujeres que llegan, tienen algo en común. Están solas, dejadas por sus esposos, novios, familia, abusadas, etc.
Detalla deteniéndose a pocos pasos de la puerta principal. Mira a su mujer que en últimas es la que debe conquistar y niego sin poder creer que esté ganando puntos con labores ajenas.
—Otras casa hogar tienen ese fin, ayudarles con el embarazo, enseñarles alguna labor y dar al bebé en adopción —me ve a mí que le veo en silencio sin hacer comentarios—no es el fin de estas. No era ese el objetivo por el que fueron creadas.
—Todas nacen con ese fin y acaban como trata de blancas y niños—hablo con la certeza que me da haber estado en una.
—Te invito a entrar y verlo por ti mismo. No hay otra forma de convencerte.
Entramos en silencio, no hay más preguntas en adelante. Un grupo de chicos corre directo a Alexis al verle entrar llamándole por su nombre. Los rostros de todos están llenos de alegría y por un instante es como verme en cada uno de ellos, por lo que empiezo a retroceder.
—Traje un amigo que tiene mejores historias que yo —les comenta sacudiendo sus cabellos y me señala. —cazaba a verdaderos monstruos.
Mi respiración empieza a faltar al sentirme rodeado por cientos de pequeños "Lawe". Me veo a mí a esa edad, lleno de ilusiones por los adultos que llegan. Preguntándome si uno de ellos sería mi padre adoptivo, me sacaría de la miseria y me llevaría a una habitación con miles de juguetes.
Enfrentar a esa parte de mi pasado, es más doloroso que saber que la mujer con quien creí tener muchas cosas afines prefiere a otro y no a mí. Perder por segunda vez no es tan complicado.
Lo complicado es que lo hice con un hermano y contra eso, no podría hacer nada.
—¿Qué significa esto? —el chico señala un tatuaje que sobresale de mi cuello y que ha logrado descubrir cuando me han sentado en una banca y los tengo a todos rodeándome.
—Que soy un sobreviviente...
—¿De qué?
¿De qué? Me pregunto al ver su rostro lleno de pecas y sus ojos ya no son violentas sino negros...
—De las calles...—respondo con una sonrisa en los labios y de repente sus preguntas o presencia no son tan incómodas.
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