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Capítulo 10

Estanislav

Me vi obligado a bajar la guardia y agresividad. Su estado ese día era producto de las secuelas dejadas por un padre alcohólico y los bastardos que la secuestraron. Yo aumenté ese miedo, al darle el trato tan fuerte e injusto. Mía necesitaba atención de un especialista, no maltratos.

La llegada al lobby viene de la mano de los mensajes de Nikolái y Akim, ambos nerviosos, dudan de que cumpla mi labor. El día de hoy será la boda entre Jaz y Noah, en la capilla del hospital. El viejo Terek, abuelo de ruso, insistió en que su salida del centro desea que sea con sus nietos casados.

—Espera un momento —le pido al ver que entra una llamada del griego y aguarda en la entrada del hotel.

Encontrar un sitio que acepten mascotas fue complicado, ni siquiera la importancia del animal para Mia fue de ayuda. Descuelgo la llamada viéndola a ella con las manos apoyadas en el cristal y admirando la nieve caer.

—¿Qué es ahora Vryzas?

No tuve claro que ocasionó la crisis, si el encierro o saber que sería sacada del lugar en que se sentía cómoda. Así que tuve que aclararle, los motivos del viaje. Dudó y aún se muestra renuente en algunos instantes.

Pero la está pasando bien en Moscú y era la idea principal.

—Eres el encargado del ramo de flores —la voz de Vryzas tiene un tinte burlón.

—Lo recuerdo.

—Es invierno —insiste.

—Tengo los testículos del tamaño de una nuez —las risas del otro lado no me detienen, ni siquiera si una de ellas es de la doctora O'hurn—Sé que es invierno Vryzas no estoy muerto y ellos tampoco.

—Quería advertirte que el novio desea flores naturales.

Su maldita persistencia es para hacerme enojar, algo que a ese miserable se le da muy bien. Con la vista fija en la chica que se arrodilla a acariciar a Bruna, respondo al griego y su prometida.

—Me han dicho que el único lugar con flores es el cementerio —Vryzas sonríe y la mujer protesta.

—No te atreverás —advierte la doctora.

—Cumpliré mi promesa, al precio que sea —cuelgo la llamada avanzando con ella a la salida.

Antes de hacer lo que me habían encomendado para la boda de Noah y Jazmín, quise que ella viera la ciudad. Una mala idea, a juzgar por su rostro asustado y el sobresalto de vez en cuando.

—¿Tienes frío? —frota las manos en sus brazos y me brinda una sonrisa tímida. —es mi culpa, no tuve presente el invierno, ni tu delgadez.

A ella le falta un poco de carne y grasa en ese cuerpo. No tiene el mismo del primer día, pero sigue estando delgada. Guarda silencio al ver que retiro mi abrigo y retrocede cuando intento cubrirla.

—¿Qué hay de usted?

Aquel don de poder verla sin importar a que distancia esté de mí aún lo conservo, pese a que ya no hay hacia ella ningún tipo de sentimientos. La encuentro en la acera del frente viendo hacia nosotros con una mano empuñada y la otra en el bolsillo inferior de su cazadora.

—Mantengo mi propio fuego interno —respondo volviendo la mirada a ella y haciendo un guiño que ella corresponde con una sonrisa, pero se deja cubrir y hasta calzar los guantes bastante grandes para su pequeña mano. —llevaremos a Bruna al parque unos minutos, después iremos a buscar margaritas.

Sus mejillas adquieren el color de las fresas maduras y sus ojos verdes, un brillo que hasta ahora no había visto. No me molesta el frío o calor, estaba acostumbrado a ellos, vivir tanto tiempo expuesto a los cambios de clima, templó mi carácter y me hizo inmune a todo.

He descubierto que le teme al contacto de desconocidos y se sobresalta cada que alguien se fija en ella más de lo normal. Su comportamiento nervioso podría ser por la presencia de Anoushka, su sexto sentido le dice que está en peligro. Algo me dice que la mano oculta sostiene un arma.

Wells ya debió visitarla y eso la hizo querer buscarme o cobrármelas. Lo que primero sucediera. Sin perderla de vista, me centro en lo que me interesa, pero con todos los sentidos activos.

—¿Estás nerviosa? —afirma tomando la correa de Bruna. —seguro temes que te deje abandonada en Moscú.

Su sonrojo aumenta y la mano que sostiene la correa de su mascota la aprieta con fuerza. No puedo evitar sonreír ante su rostro espantado al verme.

—No tienes mucha fe en mí —protesto tomando su mano, esas que estoy seguro sudan más de lo normal y se remueven incómodas dentro de la mía.

Encuentro cierta calma en ese paseo por la ciudad o es la compañía la que me la brinda. Se detiene frente a un enorme aparador repleto de juguetes, osos y muñecas. Sus ojos brillan y de sus labios se esbozan una hermosa sonrisa.

—¿Jamás viajaste con tu padre?

Una mirada hacia atrás logran calmarme, Anoushka decidió no acosarnos. De ninguna manera quiere decir que dejará las cosas así, de momento resulta tranquilizador.

—Papá no le gustaba llevarme a sus viajes. —baja el rostro evadiendo mi mirada, ella se nota avergonzada por mi cercanía y la mano que sostienen la suya. Estoy seguro de que si la suelto saldrá huyendo, así de aterrada luce —era una carga y llamaba la atención.

—Le doy la razón en lo segundo, en lo primero fue exagerado—señaló el lugar de nuestro destino y sonríe —Jarek decía que, si eres beneficiario de un trozo de pan y puedes compartirlo, posees más fortuna de la que imaginas.

—¿Quién es Jarek? —me lanza una mirada fugaz y al chocar con la mía, la desvía rápido.

—Mi padre. —sin darme la vida y a pesar del poco tiempo que estuvo a mi lado, lo fue. —murió cuando tenía quince.

—Lo siento...

—Yo también.

Sin dudas mi vida sería distinta si el viejo viviera, esa certeza a logrado mantenerme con vida todos estos años. Camina un par de pasos, solo para detenerse en otro aparador. Bruna luce tranquila y me animo a especular que está feliz por el paseo.

—¿Quién los acogió? ¿Cómo lograron mantenerse juntos? Eran todos menores de edad —lanza las preguntas tan rápido que me causa risa su curiosidad e inocencia. —usted tenía quince, Nikolái se ve más joven y Akim, es el más chico de todos —Se encoge sus hombros. —sería imposible estar juntos, en América, por lo menos no podrían.

—Es una larga historia...

La llegada al parque ayuda a que no siga preguntando cosas que no deseo traer a la luz. Suelta a su mascota, yo su mano, me quedo a pocos pasos vigilándolas a ambas. Era difícil de explicar con palabras la alegría que veía en ella y en nada se parecía a la mujer que lloraba hace veinticuatro horas.

Saco el móvil al sentirlo vibrar y noto dos mensajes en el buzón. Uno de ellos es de Wells, quien ha enviado la foto del acta de divorcio. El vicio de no escribir y hablar poco por mensajería ayuda a mi analfabetismo. Me da la impresión de que el tipo la conoce o sospecha, porque habla en ruso o envía audios.

Aún me niego a confesarle a mis hermanos ese dato, que de momento solo Anoushka conoce. El segundo mensaje se trata de un audio, de un número local y desconocido. Lo borro sin leer y guardo el móvil en mi saco.

—¿Cuánto tiempo estaremos?

Frente a mí y haciendo una bola de nieve con sus manos, que Bruna intenta atrapar con saltos, se encuentra la mujer que en verdad es Mía Dekker. Su cabello rubio cae a lado y lado de sus hombros, mejillas sonrojadas y labios entreabiertos. Sonríe y sus ojos verdes brillan felices.

—Veinte minutos, si me preguntas del parque —su negativa silenciosa me hace seguir —en la ciudad hasta el domingo, tengo trabajo en casa.

Los primeros clientes, los más importantes, ellos nos calificarán y con base en eso podemos o no seguir trabajando. Lanza la bola de nieve a un costado y Bruna corre tras ella. Ambos reímos ante la confusión cuando no encuentra el objeto lanzado y olfatea.

—El infierno está lleno de personas con esos actos.

Sonríe lanzándose hacia Bruna que parece jugar con ella al gato y al ratón. Me siento como un anciano que lleva a su nieto al parque. Dudo que tener sentimientos lujuriosos contra mi nieta haga parte de ser un abuelo.

Mia Dekker despierta en muchos de ellos, todos impuros y en estos días he descubierto un deseo insano de hacerle honor a su nombre. La esperanza que tengo es que la cercanía y ayuda, logre lo que mi nulo encanto no ha podido.

Un grupo de chicos chocan con ella, se excusan y alejan. Cada uno de ellos tienen variados fusiles de juguetes, y fingen dispararse entre sí. Aquel juego no le gusta a Mía y si debo ser sincero, tampoco a mí.

Un arma no es un juguete, nunca lo será.

Me distrae una llamada entrante y al ver el número en la pantalla, lo asocio con el audio. Se va a buzón mientras decido si levantar o no. La tercera insistencia me hace tomarla y la voz del otro lado no tiene la misma reacción en mi cuerpo de antes.

—Stan... Estoy en problemas —Anoushka llora del otro lado y mi respuesta es automática, libre de odio o reproche.

—Ya no estoy dentro...

—Por favor, sé que puedes ayudarme. —insiste y Mía se detiene viéndome con curiosidad —estás en peligro y ...

—No vuelvo atrás Anoushka—la interrumpo. —Tú lo sabes más que nadie.

—Hazlo por los viejos tiempos—lanza un sollozo —vienen por la chica, la que tienes custodiando —insiste. —Stan...

—Adiós Anoushka.

Levantarme de la banca, la hace tomar la correa de su mascota y avanzar hacia mí. Hace mucho tiempo dejó de importarme ella o cualquier otra persona que fuera capaz de traicionarme.

****

Lanzar el ramo, trajo como resultado una pequeña guerra entre Akim y las compañeras de Jaz del museo. El pícaro se hizo en la parte trasera de las chicas, bastante lejos para ser un problema y nadie imaginó que se hiciera del ramo. Lo hizo y para obsequiárselo minutos después a Mía, cuando nadie lo veía.

—¿Te divertiste?

No me responde, pero su sonrisa abrazando el ramo de flores lo dice todo. No se mezcló con el grupo, ello no le impidió divertirse viendo las ocurrencias de Akim o de Nikolái.

—Tiene una hermosa familia —dice al fin y su voz se quiebra al final. — ellos me hicieron sentir parte de ustedes, sin serlo.

—Lo eres —niega y afirmo —Te lo aseguro, estás en el corazón de Akim y eso es difícil de obtener.

—No lo parece. —mira el ramo y acaricia sus pétalos distraídos.

—Espero que así siga siendo.

Hemos dejado a Bruna en una guardería, era imposible llevarla al hospital, pero nos prometieron cuidarla bien. La mujer que nos recibió horas antes nos sonríe al vernos al llegar, ingresa al interior del lugar y minutos después regresa con ella.

—Sana y salva —nos dice entregándole la correa a Mia —es una niña aplicada y se sabe comportar.

Media hora después y bajo la insistencia de Mia, caminos rumbo al hospital. Su negativa a usar taxi, era por las miradas despectivas que lanzaban los taxistas al ver a su mascota. No era necesario que entendiera el idioma, para saber que eran insultos.

"Espero esté aseada" "Que no se haga o me paga los daños" "¿Tiene pulgas?" "¿Por qué salen con mascotas?" entre otras muchas frases aún más fuertes.

Los pasos de Mia se vuelven cada vez más lentos, estoy tan concentrado viendo a la ella reír acariciando el ramo que no he mirado al frente. Grave error, pues en la puerta del hotel están apostadas varias patrullas y tienen la zona acordonada.

—Lamentamos el inconveniente —nos dice un maletero al salirnos el paso y señalar la zona de parqueo de autos —por el momento la entrada principal está bloqueada, adaptamos una zona para los huéspedes.

Mía afirmada dando un paso atrás y ubicándose a mi lado al notar el cadáver tirado en la entrada y un oficial cubriéndolo. Antes que la manta blanca lo haga del todo, veo lo suficiente para saber de quién se trata.

—Entremos — le digo tomando su rostro y obligándola a verme —no dejes que te gane el miedo —ruego al ver que está por perder el control —El miedo solo sirve para perder todo, incluido a ti misma.

Apoya su rostro en mi pecho y sigo al hombre que nos marca el camino en medio de excusas por las molestias y explicaciones de lo ocurrido. Un auto gris, de vidrios blindados, lanzó el cuerpo de la mujer en la entrada del hotel, sin detenerse y aceleró antes que el cuerpo chocara con el suelo.

—¿Quién era? —pregunta Mía en un hilo de voz.

—Una de las tantas rameras de la mafia, suelen acabar así, su poca fidelidad y avaricia le gana al sentido común. —Ella alza el rostro en mi dirección y le indico no prestar atención, pero cae en oídos sordos.

—¿Por qué lanzarla aquí?

—Escuché que podría ser una advertencia a alguien hospedado aquí —se encoge de hombros.

El hombre niega mientras sonríe, de nuevo su rostro lleno de miedo choca con el mio. El hombre parlotea ignorando el miedo que cada palabra causa en Mia, el apretón de sus manos es cada vez más fuerte

—Lo poco que se sabe es que se llamaba Anoushka, y sirvió a este país...

Si debía definir lo que su muerte me transmitía era paz, en cuanto al mensaje de advertencia no me quitaba el sueño. Toda mi vida he vivido con la muerte susurrando en mi oreja, podría vivir con ello. Y de ser cierto que Mía está en peligro, tendrán que matarme para llegar a ella. 

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