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Capítulo 23.

Me levanté lo más temprano el día de hoy, sabía que tenía que buscar a Stella a tiempo para dirigirnos al aeropuerto. Me dirigí a su edificio en taxi y ella me recibió con su habitual ceño fruncido, no hubo sonrisa de recibimiento y todo fue porque ella estaba molesta conmigo debido a que yo había comprado los boletos. Durante el camino traté de contentarla y lo logré, cuando me sonrió juro que vi a toda la ciudad iluminarse.

Ahora nos encontramos en el avión, en tan solo diez minutos estaríamos despegando, Stella se ve algo nerviosa e instantáneamente supe que ella era de las que le tenía pavor al avión durante su despegue. Ella lastimosamente también me vería del mismo modo cuando aterrizáramos, odiaba el contacto que tenían los neumáticos del avión contra el asfalto, siempre pienso que algo saldría mal y terminaríamos por estrellarnos.

Stella estrecha sus manos fuertemente mientras observa por la ventanilla del avión que ya se está movilizando, una gota de sudor baja por su frente haciendo un recorrido por su mejilla y cuello, quisiera ayudarla pero sé que no puedo hacer mucho, lo único que se me viene a la mente es tomar su mano y es lo que hago, ella me mira, con los ojos abiertos de par en par y trata de formar una sonrisa que a duras penas logra ser una mueca.

Cuando el avión toma la suficiente a velocidad para despegar me acerco a ella apoyando mis labios sobre los suyos para empezar un tierno beso, un beso tranquilizador. Stella inmediatamente se relaja en su asiento sin notar que pronto estamos en los aires. Me separo de ella recostando mi espalda sobre mi asiento que afortunadamente no compartía vecinos como niños demonios o padres imitadores de Dwayne "La Roca" Johnson, además, por primera vez en mucho tiempo estoy viajando con un acompañante de mi agrado, no es otro anciano estirado o un hombre de negocios, es solo Stella, mi Pebbles, la mujer que poco a poco está avivando mi llama del amor.

—Creo que vas a tener que viajar conmigo de ahora en adelante—volteo hacia ella para mirarla con atención—. Odio los aviones.

—¿Nada más cuando despegan?

—No, odio en sí los aviones, ya sea cuando están despegando, están en su trayecto o cuando aterrizan—Aunque su cuerpo está más relajado su mirada aún se encuentra nerviosa—. Un avión es un lugar cerrado y de verdad odio los lugares cerrados.

—Te gusta estar encerrada conmigo en una habitación—trato de bromear para tratar de tranquilizarla por completo, lo logro un poco al ver como sus ojos brillantes de nerviosismo son remplazados por un toque de felicidad.

—Afortunadamente eres aquel príncipe azul que mata a todos los dragones que me atacan—acaricio con mi pulgar el dorso de su mano—, y siempre que estoy en una habitación encerrada contigo pues... sabes distraerme muy bien.

—¿Lo estás llevando bien ahora?

—Estás aquí, no estoy tomando una pastilla para dormir en todo el viaje o estoy tomando alcohol, hace años que no sucedía eso—La miro curioso, ella al ver mi interés me explica—. Tomo tranquilizantes cuando debo viajar, me noquean al menos por unas horas, si son viajes cortos solo pido una buena cantidad de alcohol.

Me entristece que tenga que pasar por esto cada vez que tiene que viajar.

—¿Eres claustrofóbica?

—Supongo—No dice más nada y me molesta.

Stella sabe mucho sobre mí, le he contado casi toda mi vida, cosas vergonzosas, tristes y felices, pero ella todavía le cuesta confiar. Muy poco sé sobre su infancia, sé que su papá era abusivo y su mamá era alcohólica, sé medianamente como conoció a Sammy, pero no sé más nada y eso me molesta.

Mi cuerpo ahora se encuentra tenso y supongo que Stella se dio cuenta porque me da más que un simple "supongo".

—Cuando estaba más pequeña tenía este pequeño clóset en mi habitación, era diminuto, pero era el único lugar en el que podría considerar que estaba a salvo de mi padre, le encantaba pegarnos, a mamá y a mí, luego se iba por semanas a quién sabe dónde y mamá nuevamente se sumergía en el alcohol. Luego él regresaba, mi mamá lo perdonaba, tal vez eran tres o cuatro días de tranquilidad y todo nuevamente iniciaba, yo me escondía en aquel clóset. Pero un día dejó de ser... seguro.

Su voz se entrecorta en la última palabra, ella habla en un tono bajo, supongo para evitar que los demás pasajeros la escuchen.

»Papá estaba furioso ese día, él estaba borracho y tal vez drogado, estaba enloquecido. Atacó hasta que dejó a mamá inconsciente, pero él no había tenido suficiente y fue por mí. Me hizo... daño, muchísimo daño. Tres costillas rotas, un brazo fracturado y un esguince en el tobillo, agrégale el daño emocional a una niña de ocho años. ¿Lo peor? Él volvió una semana después con una sonrisa de oreja a oreja, más feliz que nunca besando a mamá como si fuera su esposa perfecta y dijo que ese día iríamos al parque. El maldito ciclo volvió a repetirse, mi lugar seguro no lo fue en tres ocasiones, tuve que buscar otro pero cada vez que encontraba algún agujero en donde esconderme, él me seguía encontrando.

Odio saber que pasó por todo eso a una edad tan joven, realmente aborrezco a su padre y ojalá que se esté pudriendo en el mismísimo infierno, al igual que su madre sinvergüenza. La molestia sigue ahí, pero esta vez por otras razones, me siento egoísta por haber querido saber más cuando ella sufre en estos temas.

—Mi Pebbles...

—No te conté eso para que sientas lástima, detesto mirar eso en los ojos de la gente, Blake—su ceño fruncido reaparece—, te lo conté porque sé que no hablo mucho sobre mí, pero no lo hago porque lo odio. El pasado es pasado y deseo enterrarlo en lo más profundo de mi mente.

No me atrevo a responderle, pero en la punta de mi lengua se encuentra la frase de que es mejor sacar todo porque enterrar todos esos demonios solo te hace aún más daño.

En el momento de aterrizar nos apoyamos el uno con el otro, nos tomamos de las manos hasta que el avión por fin se detiene, ella me mira con súplica y sé que quiere ser una de las primeras en salir por lo que le doy un asentimiento y dejo que se escape mientras que yo recojo nuestras maletas de mano.

Después de pasar por migración y buscar nuestras maletas, por fin salimos en busca de un taxi. Ambos vamos muy abrigados debido al frío, si Nueva York y Montana eran jodidamente fríos en otoño, Toronto era un glacial.

En el trayecto del aeropuerto hasta la casa de los Butler puedo deleitarme de la hermosas vistas, había visitado muchas veces Canadá gracias a mamá y si iba a aquel país congelado solía pasarme por Quebec, en mi infancia aprendí francés por lo que me pasaba por aquella provincia para practicarlo.

El taxi se detiene en una muy bonita casa familiar, saco mi billetera pero Stella me gana cancelando la tarifa, la miro divertido y ella me devuelve aquella mirada, ella ama ser autosuficiente, lo ha demostrado desde que la conozco. Con ayuda del conductor saco las maletas de la cajuela mientras que Stella se acerca a la puerta. Le agradezco al amable señor para después seguir a Stella quien está siendo abrazada por una adorable señora mayor de cabello castaño, se nota que le tiene muchísimo cariño, realmente me encanta que ella a pesar de todo tenga personas que la quieran y yo obviamente estoy en ese jodido grupo.

La señora mira sobre el hombro de Stella y le lanza una sonrisa picarona, lo sorprendente del asunto es que Stella se sonroja y no puedo quedarme callado al ver eso.

—Creo que debe contarme su secreto, me costó un montón hacer que esas mejillas enrojecieran.

—Oh cariño, créeme que también es una novedad para mi verla de esa manera, me costaron semanas poder alejar ese feo ceño fruncido.

—¡Alguien que por fin me entiende!—Stella niega con su cabeza al ver la interacción entre la señora y yo. Le existiendo mi mano para presentarme—. Soy Blake Anderson.

—Monique Butler, es un placer que estés aquí junto a Stellita—nos mira con adoración, es raro que no me sienta incómodo, considerando que detesto conocer a nuevas personas, pero la señora Butler me inspira confianza—. Pero pasen. Stella te advierto de una vez que Amy te va a atosigar con respecto al baile de graduación y Bart está aquí.

—¡Pero le dije que alejara a los intocables de mí!—exclama Stella nerviosa mientras entramos a la casa—. Y ese niño, Bart, es el peor.

—Escuché mi precioso nombre salir de los labios de carne fresca.

Un muchacho se acerca a nosotros con una sonrisa gigante, como si un excelente premio estuviera frente a él en este preciso momento. Se ve inofensivo, pero por experiencia sé que los que se ven más inofensivos son unos grandes huracanes.

—Bart Taylor.

—¡Pero si es Stella la más bella!—Bart se acerca a ella envolviéndola en un gran abrazo, Stella se remueve inquieta cosa que me pone en alerta—. ¡Y trajo a un amigo! Oh, ¿Cómo te llamas?

—Blake Anderson—extiendo mi mano y él me mira extrañado.

—Hermano, no tengo treinta años, aún estoy en la flor de la juventud, dar la mano es raro, ni al director de la escuela se la doy y eso que prácticamente somos los mejores amigos. Lo veo casi todos los días antes de enviarme a detención—susurra la última oración.

—¡Stella, gracias a Dios llegaste!—una muchacha castaña con increíbles ojos azules se acerca a Pebbles, abrazándola como si fuera un salvavidas, ella me nota y me mira sorprendida—. Vaya, hola ahí.

—Hola, ¿eres Amy, verdad?

—Soy todo lo que tú quieras—dice ella mirándome pícaramente y al parecer a Bart eso lo enoja.

—Ehh, ¿princesa? Te recuerdo que tu novio soy yo.

—Sí, sí, Bart, eso ya lo sé, pero él es lindo—me guiña un ojo y yo me sonrojo un poco—. Buen trabajo, Stella.

—Me prometiste cero intocables—Stella mira enojada a Amy.

—Lo sé, pero Bart es mi novio. Además, debo aprovechar que papá no está en casa—hace un tonto puchero, su madre la mira divertida.

—Pero si tu padre adora a Bart.

—Oh señora Monique, su esposo me amenazó en las escaleras hace tres días diciendo que quería las manos a la vista, porque si no me las cortaría.

Ellos tres discuten sobre el señor Butler mientras Stella y yo somos unos incómodos testigos de la situación. Stella me mira disculpándose a lo que yo le respondo con una sonrisa tranquilizadora.

—Dejemos descansar a nuestros invitados, deben estar agotados—dice la señora Butler—, síganme, los llevaré a su habitación.

Stella le dice a Amy que pronto bajaría para hablar con ella y se adelanta detrás de la señora Butler, yo voy a caminar detrás de ella cuando una mano toma mi brazo. Es Bart, quien me sonríe de forma maquiavélica.

—Yo le doy una iniciación a todos, mis amigos también lo hacen. Cuídate, Blake Anderson.

¿Qué?

Por Dios, ¿en dónde me he metido?

Oh si, Bam Bam, estás en problemas. Aquí una pequeña aparición de mi bebé Bart y su bonita compañera Amy <3 Y de plus un poco de la historia de Stella. A que soy buena xD

Para que sepan, subí el prólogo de "Estando al aire" hace un ratito, les recomiendo que se pasen por allí, quiero que conozcan a Berry, es importante que sepan su historia porque conecta totalmente con esta.

Capítulo dedicado a GalletaOreo25, me diste ganas de comer Oreos :( Espero que te haya gustado <3

Nos estamos leyendo <3

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