#3 Noche larga
Han pasado diesciseis días. Diesciseis putos días y todavía tengo marcada en mi cuerpo la putiza que me dio Meliodas después de confesarle todo lo que pasó esa noche. Está de más decir que Zel no ponía ni pararse al día siguiente; cuando intentó ponerse de pie, cayó al piso.
Intenté hacerle entender que no era mi culpa, pero me recalcó más de una vez que si hubiera recogido a Zel en la motocicleta, nada hubiera pasado, y lo peor es que... tenía razón. No es que no haya querido ir por él, simplemente lo olvidé.
Zel y yo no hemos hablado mucho desde entonces; es raro e incómodo. Yo aún no puedo creer que me lo haya follado.
Intenté volver a mi rutina habitual trabajando por las tardes, haciendo ejercicio, ir a algún bar en busca de alcohol y alguna prostituta con la que pudiera pasar el rato. Lo normal, como siempre, pero... algo había cambiado.
Cada vez que me disponía a follarme a alguna mujer que me ofrecía los servicios que me gustaban, simplemente... nada pasaba. No lograba ponerme duro ni sentirme realmente concentrado en el acto sexual con alguna por más buena que estuviera. Terminaba resignado y ellas frustradas y hasta a veces ofendidas.
Lo único en lo que podía pensar repetidamente era en esa noche. Lo que le hice sobre mi cama, la manera en que lo tome, lo besé y toqué su pequeño cuerpo... hacerlo mío fue lo más glorioso que he experimentado.
Todavía tengo la sensación de mi polla siendo apretujada exquisitamente por el interior de su trasero, mis manos agarrando su estrecha cintura con facilidad, sus guturales gemidos de su sexy voz contra mi oído, su aliento caliente, esas pequeñas pero fuertes manos arañar mi espalda, gotas de sudor cubriendo su suave y blanca piel. Y esos labios... finos y tiernos correspondiendo mis besos, acariciando mi piel.
"¡Mierda! Debo estar loco. Me pongo duro de solo pensar en él. Quiero hacerlo con Zel otra vez"
Sentado en la sala de star, me cubro el rostro desesperardo por tenerlo. Hambiento de su ser, deseando escucharlo y tocarlo.
Escucho la puerta abrirse sacándome de la tensión. Volteó y... ahí esta. Va llegando ligeramente acalorado. Tan perfecto. Tan lindo.
--Ey...-- Me saluda evitando mi mirada. No lo contesto, prefiero contemplarlo y apreciar lo atractivo de su físico.
"A la mierda. Ya nadamás me importa"
.......
--¿Estarossa? No me gusta como me estás mirando-- Lo siguiente pasó tan rápido, que Zel de un momento a otro ya estaba tumbado en el sillón de la sala con su alto hermano acechándolo a centímetros encima suyo, bloqueándole las salidas. El azabache se sacudió descolocado.
--¿Q-que...? -- Los oscuros ojos del albino le trasmitieron un escalofrío que recorrió su espalda dándole un mal presentimiento. --Hey... No estarás pensando en...
--Parece que sabes lo que quiero.
--Quítate de encima.
--Zel, hagámoslo de nuevo.
--¡Absolutamente no! ¡¿Por qué?!
--Estoy excitado. En esa ocasión te ayudé con tu problema para que dejaras de sufrir; es justo que me regreses el favor ahora.
--¡Nunca! ¡E-eso fue u-un accidente!-- Estarossa haló el cuello de su camisa, dedicándole una mirada seria, terminó sonriendo con ironía.
--¿Ohh? ¿De verdad? ¿Y que me pidieras por más también fue un accidente?
--¡Vete al diablo! Estaba drogado ¡lo sabes mejor que yo!-- Avergonzado y muerto de nervios, giró la cabeza.
--Vamos, no te hagas del rogar, no es lo tuyo. Te corriste tantas veces... Incluso pasado el efecto, ensuciaste mis sábanas con tu semen que se derramó por tu pene, justo después de habértela metido hasta el fondo mientras lamía tu espalda y gemías como una mujer-- Mordió su oreja provocativamente.
--¡Nnah! No... ¡Alto...! Detente. Meliodas... ¡Mel...!-- Su grito de auxilio fue acallado por una fuerte mano tomando su cara casi por completo.
--No hagas eso. Meliodas está durmiendo-- Lo acostó de lado y se acomodó tras de él sin destaparle la boca.
--Tú tienes la culpa. No he podido acostarme con ni una sola mujer desde esa noche. Lo único en lo que pienso es en follarte de nuevo-- Bruscamente le arrancó la ropa con prisa dejándosela arruinada a medio quitar sin importarle que su hermano se quejara y pataleara con todas sus fuerzas dificultándole la labor de desnudarlo.
A la fuerza, metió su mano dentro de sus pantalones, acarició el miembro que se removió bajo la tela del boxer negro.
--¡P...para! No quiero hacer esto. Lo que pasó estuvo mal. ¡Somos hombres! ¡Sobre todo, hermanos!
--A estas alturas, ¿qué importa eso?
--¡Nah! ¡Obviamente...! ¡Déjame!-- Estarossa se levantó girándolo boca abajo, aprisionó su nuca presionándolo contra el colchón asegurando que sus caderas estuviesen levantadas.
--¿Debo recordarte que me permitiste tomar tu virginidad?-- La frialdad de su tono y verdad en sus palabras le provocó un temblor al pelinegro.
--Me... Meliodas... Meliodas...-- Repetía en voz baja deseando que su rubio hermano irrumpiera en la sala. Las cejas del cabello plateado se fruncieron con disgusto.
--Siempre ha sido como si... solo fueran ustedes dos, mientras que yo soy como una estampa en la pared o un mueble.
--Suéltame. Suéltame ahora mismo-- Demandó serio y rígido. Pero Estarossa lo ignoró acariciandole su trasero levantado, llegando al borde del pantalón. Zeldris se sacudió alarmado cuando bajó la tela exponiendo sus redondos glúteos que sobresalían a pesar de la ropa interior.
--¡Estarossa, no te atrevas a llegar más lejos!
--¿Aún cuando tu pene reacciona si te acaricio?-- Dio un ligero apretón en el aprisionado miembro del menor escuchando un jadeo ahogado de su parte --¿O cuando rozo tus pezones?
--¡Basta! Maldito...
--¿Qué tal aquí?-- Hundió su dedo entre la tela justo en el lugar de su orificio anal, siendo el boxer lo que evitaba la penetración de su trasero.
--¿Ya no recuerdas como me pedías que me corriera dentro se ti? Lo disfrutaste tanto que lo hicimos durante horas.
--No... No recuerdo eso...
--Mentiroso... Fue glorioso, ¿no? La forma en que te tomé y devoré cada rincón de tu cuerpo mientras te retorcías de placer y gritabas insaciable-- Le soltó la nuca y desde atrás tomó la mandíbula del menor haciéndole girar la cabeza, de manera que sus rostros se encontraran y así tomar posesión de sus labios con un beso profundo desde el comienzo.
Estarossa movió su lengua dentro de la cavidad para evitar que fuese rechazado; a Zeldris le costaba no corresponder el beso por los movimientos del otro que obligaban a sus labios y lengua a seguir una danza apasionada involuntariamente.
Mientras, la mano que tocaba su trasero, cuyo dedo medio pretendía hundirse entre sus glúteos; bajó hasta los testículos del azabache masajeándolos delicadamente alterándolo y rompiendo la unión vocal.
--¡Ngh! ¿Q...qué intentas hacer? No...-- Sin permiso, Estarossa volvió a reclamar su boca sin dejar de manosear los genitales de su hermanito por encima de su boxer.
--¡Para! ¿¡N-no escuchas?! Déja...me...-- Su lengua fue abrasada por la del mayor en un intenso intercambio de saliva. Un ligero temblor lo recorrió cuando los dedos de Estarossa acariciaron su entre pierna, transmitiendo una pesada excitación que hizo reaccionar a su miembro envuelto en calor. Travieso, el peliplata haló la ropa interior del menor descubriendo la blancura de sus curveadas nalgas. Zeldris tembló alarmado.
--¡Suficiente!
--Sabes que mientes-- Su pequeño trasero era tan fácil de agarrar con una sola mano... Metió dos dedos entre sus nalgas acariciando su aguhero. Un inevitable gemido de sorpresa escapó de los labios del joven azabache. Cubrió rápidamente su boca avergonzado por haber emitido tal sonido. Sintió su ano palpitar con deseo; comenzó a sentir como el área se humedecía a medida que su excitación y el calor de su cuerpo crecían.
Le quitó por completo el boxer dejándolo olvidado en el piso.
El nervioso temblor de su cuerpo le dio a entender a Estarossa que no sería capaz de escapar a estas alturas; soltó su nuca y confiado le agarró de las caderas alzándoselas más hasta que el rostro del menor quedara contra el asiento del sillón.
El mayor contempló aquella entrada apenas experimentada con un resplandor lujurioso; parecía tan sensible al tacto y suavemente estrecho por dentro, él lo sabía bien. Tal sensación jamás se le podría olvidar por darle tan intensa experiencia a su pene. Entre más lo miraba más despertaban sus ganas de hacerle lo inaudito. Zeldris empezó a desesperarse por tan embarazoso y atrevido acto de su hermano.
--¡¿Por qué demonios miras tanto..!?-- Su cuerpo de la cintura para abajo se sacudió cuando el de plateada cabellera decidió pasarle la lengua sobre su orificio, procedió a sufrir una contracción cuando sintió que intentaba introducir la punta dentro de su cavidad anal.
--¡N-no! ¡¿Qué...mierda haces?! ¡No! ¡Hahh!
--No puedes resistirte. Esto te encanta-- Con sus pulgares, separó los glúteos mejorando su acceso y siguió como si nada ensalivando la entrada. --Esto fue lo único que no te hice esa noche. Disfrútalo más en silencio, si alzas demasiado la voz seremos descubiertos.
--Muére...te...¡Nnh!-- De pronto, dos dedos invasores se unieron a la dilatación forzados a abrirse paso.
El menor puso todo su empeño para silenciar su voz, mantenerla en el volumen más bajo posible, llegando incluso a callarse con ambas manos pero se hacía cada vez más difícil.
Los dedos se deslizaban y el menor abrió los ojos de par en par; su miembro palpitaba necesitado de atención. Con la lengua del mayor pasando por su entrada junto a sus hundidos dedos que se hundían más profundo, Zeldris intentó resistirse al orgasmo que lo estaba enloqueciendo, obligandolo a retorcerse.
--Hah... Ahh... ¡Agh!-- Para sorpresa de ambos, eyaculó dejando a su semen salir disparado contra el cojín del sofá donde una gran y notable mancha blanca transparente quedó plasmada mientras el azabache jadeaba apenado, con ganas de desaparecer; pues se había sentido extraño y su cuerpo aún no se recuperaba, ya que no estaba acostumbrado a experimentar el placer sexual en un punto tan extremo.
--Oh, mira eso. Te corriste mucho-- Estarossa sé suspendió momentáneamente para admirar la semilla derramada por su hermano y de un momento a otro, su vista se dirigió hacia enfrente donde contempló en la mitad de su línea de visión el abundante y perleado trasero de Zel, con un tono preciosamente sonrojado y de ahí hacia arriba se admiraba parte de su espalda curveada donde asomaba su rostro de perfil sobre su hombro al girar al cuello lo más posible para encarar al peliplateado y hacerle ver con pequeñas lágrimas deslizándose sobre sus mejillas enrojecidas que aunque estaba siendo abusado, empezaba a disfrutarlo pese a lo sucio que se sentía. Estarossa lo contempló por lo que parecieron minutos, sin percatarse del tímido color carmín que había surgido en sus bronceadas mejillas. Se levantó guiado por su impulso de acercarse a besar su cuello; y así lo hizo: se posicionó encima del menor depositando un suave beso en su nuca que estremeció al pequeño pelinegro.
--Zel, te ha gustado mucho, ¿verdad?-- Este se giró a responderle con un codazo dirigido a su barbilla; Estarossa reaccionó bloqueándolo con su mano gracias a sus rápidos reflejos y su fuerza superior le ayudó a contener a su hermano habiéndose volteado boca arriba reteniéndolo de las muñecas.
--¿Qué me hiciste?-- reprochó con desdén --¡¿Qué demonios usaste conmigo?! ¿Me drogaste al igual que esos bastardos? ¡¿Por qué?! ¿Te divierte jugar así conmigo?
--Hey, cálmate. ¿Cuándo pude haberlo hecho?
--¡No sé! Pudiste haber aprovechado cualquier oportunidad para poner algo en mi comida o bebida-- Chirreó los dientes desprendiendo fuego por los ojos del enojo acumulado.
--¿No vas a aceptar que te gusto?-- El mas alto, acercó su rostro acorralándolo contra la superficie del cojín, hablándole con una voz profunda y sensual a centímetros de su boca.
--¿Qué...?
--Te lo demostraré-- Se acomodó entre las piernas de Zel haciendo que se abrieran hasta encima de su cadera. Se lamió los labios; le restregó su pene atrapado en el pantalón contra el suyo al descubierto resaltando la indudable diferencia de sus tamaños.
--Ngh!
--No estoy usando ninguna droga ni nada parecido-- Arrastró su mano por el formado cuerpo del joven azabache infiltrándola bajo su playera, acariciando su marcado y terso abdomen, aproximándose a tocar sus suaves pezones, frotando sus yemas contra la punta de estos.
--¡No hagas eso! ¡Para!
--¿Te gusta tanto? Date cuenta de una vez; no soy el único que lo está disfrurando-- Usó ambas manos para atender las tetillas de su hermano, que conforme se estiraban y torcían, sentía como se endurecían. Mientras hacía eso, se aproximó a su cuello al descubierto, cuya piel irradiaba exquisitez pidiendo ser deborada. Su boca entre abierta la succionó con profundidad y devoción. El cuerpo arrinconado bajo el suyo se removió inquieto, tenso de nervios por la agridulce prohibición de ese constante intercambio de caricias que calentaban su cuerpo y humedecían su cavidad.
Zeldris intentó sostenerle de las muñecas para disminuir su agarre o apartarlo, pero Estarossa respondió apretándolos con mayor fuerza tras un ligero estirón.
--Quita las manos. Así no puedo tocarte.
--¡No quiero que me toques!-- Sello sus labios con los propios silenciandolo, pero solo por breves segundos, pues no dejaba de resistirse al placer que le ofrecían las hábiles y grandes manos del peligris. En el fondo, temía corresponder el beso y aceptar los deseos de su cuerpo; después de todo, los que comparten lazos de sangre no deberían hacer esas cosas, ¿qué clase de amor sería? Si es que así podía llamarse.
Se llevó ambas manos a la cara para cubrir su vergüenza, Estarossa captó el gesto, y se dio cuenta de las gotas cristalinas entre sus dedos que empezaban a deslizarse por sus cálidas y coloradas mejillas.
--Me gusta...-- Sollozó temblando impactando al mayor por su cambio de parecer --Me gusta mucho, pero... está mal. Esto es... un error, es... inaceptable...-- Lloriqueó en silencio con impotencia por permitirse lucir tan indefenso ante su hermano.
Este, por otra parte, besó su frente comprensivo, procediendo a envolverlo en su regaso; encogiéndose, permitiéndole desahogarse como hiciera falta. No dijo nada, no era bueno para eso. Acarició su negra cabellera, abrazándolo como si fuese a protegerlo de cualquier cosa.
--No hay problema. Yo quiero seguir con esto, Zel, pero dime algo-- El comentario hizo al más chico levantar su mirada humeda.
--Esto será raro, pero... creo... que te quiero.
La atmósfera se apaciguó e iluminó para ambos. Lo que hace poco había iniciado como un abuso sexual insano, fue floreciendo como un deseo mutuo.
Descolocado, pero decidido a entregarse al pecado, Zeldris volvió a recostarse en el sillón, habiendo limpiado sus lágrimas, lo observó sumiso y tranquilo, preparándose para lo que procedería. No hizo falta decir palabra, el mayor sintió en su mirar que había recibido el permiso de tomarlo cual fuese su voluntad.
--Ahh... Mmh...-- Sus piernas totalmente abiertas, recibían la dilatación gentil de tres dedos hundidos entre sus redondeces con la tarea de desaparecer el dolor; sus pezones, en cambio, recibían la atención total de la boca ajena que los devoraba, succionaba y chupaba como si quisiera tatuar su textura y forma en su paladar; entre sus dientes y lengua de forma permanente.
Zeldris se puso a su merced dejándose hacer, con los ojos cerrados por la oleada de sensaciones placenteras que hacían a su cuerpo retorcerse y arquearse entre las llamas devastadoras de la lujuria, dejando escapar gemidos y jadeos suaves por cada movimiento que lo mantenían excitado, como sentir su recto extenderse con pasión y sus atributos siendo devorados con decisión.
Habiendo llegado el momento, Estarossa se suspendió alejándose de las tetillas de Zel, relucientes y escurriendo de saliva.
--Estás listo-- Agarró su pene y dirigió la punta a la entrada, presionando contra su anillo, aumentando la intensidad de su contacto; se enganchó a sus caderas con decisión y lo embistió con firmeza adentrándose hasta su vientre de una estocada.
--¡Ah!-- El gemido de Zeldris salió automáticamente al sentir ese miembro abrirse paso entre sus nalgas en un instante, con tanta fuerza y rapidez que unas lágrimas se le escaparon escurriendo por sus cienes hasta humedecer sus orejas. --¡Ngh! Agh...-- La preparación que se le había dado con anterioridad le evitó un dolor inmenso; la lubricación de su recto había sido perfecta, pero no pudo prevenir la instantánea extención de su entrada que le había hecho vibrar hasta los huesos.
--¡E-espera, espera, espera!-- Pidió exaltado
--¿Demasiado grande?-- Le sonrió orgulloso del privilegiado tamaño de sus atributos. El pelinegro intentó calmar las alteradas reacciones involuntarias de su cuerpo y la violencia con la que su corazón palpitaba golpeándole el pecho.
--...Cállate...-- Contestó claramente mosqueado.
Estarossa acarició sus negros cabellos apenas con la punta de sus dedos y pese a ello, pudo notar su increíble suavidad.
Lo envolvió por completo con sus fuertes brazos, alzando su cuerpo para hacer que se enganchara a su cuello; se aferró a él tensando el apoyo de sus piernas se motivó a desenvolver sus caderas con suaves movimientos candentes y lentos cual atardecer, acariciandole por dentro y haciendo fricción en el borde de su ano. Pero no aguantaría por tanto tiempo lo despacio de sus disimuladas embestidas; pasó a aumentar el ritmo y comenzar a hundirse más profundamente.
--¡Ughh!-- Zeldris apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza; el mayor sintió las uñas clavarse en su piel.
Sus movimientos fueron cada vez más rápidos y certeros, marcando una impetuosa necesidad de continuar hasta que ardiera la llama más intensa y abrasadora de su pasión, junto con sus estribos que alcanzaran un punto tan alto que terminaran desbordándose en medio de su exquisito pero peligroso acto romántico mortal. Sus cuerpos se sacudían como el ritmo de las embestidas lo marcaba, uno acariciando con brusquedad la espalda del otro hasta dejar las marcas de sus dedos aferrados a su carne.
Cuando Estarossa dio una fuerte estocada lo suficientemente profunda para maravillar su próstata, Zeldris vibró dejando escurrir saliva de sus comisuras simplemente por no poder mantenerla controlada dentro de su boca; ya estaba lo suficientemente ocupado bajando el volumen de su voz erótica y exitada lo mayor posible. Cada vez era más difícil lograrlo.
El mayor bajó sus manos y acarició la redondes de su trasero, dándole un juguetón apretón que marcó entre sus dedos la suave piel enrojecida.
--¿Así te gusta, hermanito?-- El peliplata lamió la oreja del menor, este le respondía con el estremecimiento de su cuerpo. Se introdujo y salió de él repetidas veces siendo provocado por los eróticos gemidos que lo hacían ser más brusco.
--E...Est...arossa ¡Ha...!-- Este le arañó la espala dejando rojas marcas sangrantes sobre la piel a medida de que el pene dentro de él aumentaba la potencia de sus frotamientos internos y constantes.
La voz de Estarossa también se escuchaba; ronca y seductora; cargada de placer por fundirse dentro de su ahora pelinegro que lo estrujaba con pasión y le hacía saber con sus sonoros gemidos que estaba enloquecido de placer por sentirlo con tanto calor y desenfreno. El hermano de cabello platino hundió sus dedos en aquella cabellera negra cual noche.
--¡Ah! ¡Ah! ¡E-espe...! Siento que... voy a...-- Una considerable cantidad de semen fue liberado en su interior, exprimiéndose contra su próstata, incitándolo a finalmente correrse de forma repentina con tal fuerza que manchó los vientres de ambos. Zeldris se abrazó con fuerza a su hermano pasando por una intensa contracción que oprimió el miembro de Estarossa haciéndolo temblar.
--Zel... Estar dentro de tí es el jodido paraíso-- Se inclinó a lamerle los labios a un jadeante pelinegro y luego invadió su boca encontrándose ambas lenguas que se juntaron intercambiando saliva con hambre en un voráz besuqueo.
Se sentó en el borde del sofá, jalando a Zeldris, lo levantó sentándolo en su pelvis. Masajeó sus perleadas nalgas por el sudor, subiéndolas a su espalda para acariciarla con pasión.
--Una ronda más-- Susurró sobre aquellos labios.
--No...-- Estarossa no aceptó su respuesta y posicionó su pene húmedo entre los glúteos de Zeldris frotándose entre sus perleadas nalgas junto a la entrada que derramaba su semen.
--¡¿Qué haces?! ¡Dije que no!
--Sabes que lo quieres, pequeño.
--N...no me digas...así, bastardo idiota.
--Has estado temblando mucho desde que empezamos a hacerlo, ¿sigues asustado?--El mayor amenazó con volver a metérselo separándole los glúteos.
--¡Ugh! ¡Ahh!
--Vamos a hacerlo hasta que no puedas más-- Atrapó entre sus dientes uno de los erectos pezones del menor, mordisqueándolo sin llegar a lastimarlo. Un esquisito extásis se apoderó del pecho de Zeldris; una imparable corriente de placer lo azotó nublando sus sentidos.
--Gh... ya no... puedo. Mi cuerpo... está débil. Ya no puedo...-- El mayor se inclinó a robarle un beso hambriento donde introdujo su lengua con astucia y posesión, batallando entre sus labios donde la saliva se mezclaba y viajaba a la cavidad ajena. Zeldris dudó en seguirle el ritmo por el cansancio, pero aún quedaba una pequeña llama de lujuria que no se había extinguido del todo hasta el momento. La tensión sexual volvió a aumentar en pleno besuqueo. Estarossa bajó la mirada al nuevamente erecto pene de Zeldris, su mano posicionada bajo la cadera del menor la usó para acariciar delicadamente, con la yema de dos dedos, la uretra del pequeño pelinegro, encontrándose con los restos de su semen que había bañado en su totalidad su miembro que saltó de la impresión.
--¡Nh...!-- Zeldris se separó a observar el nuevo panorama de su erección siendo atendida tan minusiosamente. El color se le subió hasta las orejas intensificandose de nuevo --¡Agh! ¿Por qué... haces eso? No me toques ahí.
--Esta parte tuya es adorable-- Le puso atención al otro pezón que le había faltado por chupar.
--¡Dejá de tocarme así! Es... ¡insoportable!
--Todo tu cuerpo está muy caliente-- Pasó su lengua por la oreja del menor, bajando a su cuello, sabiendo que era el lugar que más lo encendía y ponía a su merced. Zeldris, muy avergonzado, se dejó hacer permitiendole escuchar bajos gemidos, moviendo su cuerpo con sensualidad. Hizo su cabeza hacia atrás arqueando su cuerpo, con la mirada perdida en el techo dejando en libertad los jadeos de su tormento de placer, mientras sentía los fogosos labios del peliplata pasearse por su mandíbula, bajando a la garganta impregnando el calor de su respiración sobre la blanquisca piel, y siguiéndose hasta su clavícula. El cuerpo de Zeldris vibró entre sus fornidos brazos una vez más.
En lugar de volver a embestirlo, se dedico de lleno a marcar la textura y temperatura de la sudorosa piel del menor sobre la palma de sus manos, y su pecho, su rostro, cuello; por cada parte de cuerpo como le fuera posible.
Frotó ambos cuerpos complementando el calor de su físico, con una distancia nula entre ellos, fundiéndose en cuerpo y alma hasta sentirse derretidos por sus explosivos y candentes deseos casi insaciables.
-Estarossa...- Lo llamó descolocado y una expresión de cansancio muy tierna y satisfacida. Su hermano no pudo evitar acariciarle el rostro, encontrandose con un calor ardiente en las llameantes mejillas del joven pelinegro que inmediatamente colocó su mano sobre la de su ajeno quien buscaba una conexión visual profunda.
Se observaron, recuperando aire y energía con sudor.
Estarossa besó la nariz de su pelinegro y lo abrazó sin contenerse. Sintió su pecho ser atormentado por las estruendosas palpitaciones de su corazón, tan fuertes que el retumbar llegaba a sus oídos. Sintió su corazón ser acariciado por la calidez que le propinaba tener al menor en su cobijo.
Solo suyo, solo en su compañía.
Se acomodaron en el sillón, limpiaron un poco el desorden y se cubrieron a medias con sus antes olvidadas prendas.
Se sentaron abrazados frente al televisor apagado. Estarossa sin camisa tenía su brazo alrededor de Zeldris agarrando su cintura, manteniendolo pegado a él mientras apreciaba como este solo traía una playera larga gris que cubría su boxer y dejaba ver sus hermosas piernas a partir de los bien formados muslos hacia abajo.
-Estarossa, lo que hicimos...
-Fue grandioso, ¿verdad?
-Tendremos que decírselo a Meliodas.
-Hm... probablemente quiera matarme antes de que le cuente todo.
FIN.
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