#1. Noche larga
Una noche después de que Zeldris caminaba a casa después de su jornada es atacado por un grupo de rufianes que traeran cambios inesperados.
ADVERTENCIA: Violación, incesto, contenido sexual explícito.
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Bajo la oscura y fría noche, una gran ciudad era iluminada por diversos faros y láparas en cada calle.
Por otra parte, en zonas donde no llegaba la iluminación un joven de baja estatura y negra cabellera se dirigía a casa caminando despreocupadamente observando el ocaso después de una agotadora jornada de trabajo como mesero en el restaurante. Con sus manos en los bolsillos de su largo abrigo, continuaba su camino despistando sus alrededores hasta que una mano que surgió de entre la negrura de un sucio callejón se aferró de forma brusca a su brazo y posteriormente lo jaló a la oscuridad sin permitirle reaccionar. Fue puesto de espaldas contra el muro de ladrillos viejos; forcejeó sin saber que estaba pasando hasta que el alto hombre frente a él, que lo seguía sosteniendo sin intenciones de liberarlo, le azotó ambas manos arriba de su cabeza, atándolas únicamente con una de sus toscas manos. Cuando intentó abrir la boca para reclamar y gruñir, esta fue tapada por otra mano ajena que pertenecía a un segundo hombre que posicionó un metal fino y frío contra su cuello, sin llegar a lastimarlo, pero la cercanía indicaba su amenaza de cortarlo si seguía en su intento de defenderse. El filo de aquella navaja era tan fino que si el sujeto que la sostenía la presionaba un poco más, estaba seguro de que su piel sería revanada con facilidad.
Sus ojos se movieron nerviosos por sus alrededores descubriendo a tres vagabundos más aparte de los que lo tenían amordazado.
--Hey, este es un niño--. Reclamó descolocado a su compañero el portador del arma blanca.
--¡Joder, es verdad!-- Masculló el que inmovilizaba sus brazos entre sorprendido y decepcionado al verlo más detenidamente. --Por lo pequeño que es pensé que era una mujer.
--Que idiota eres-- Se burló uno de sus cómplices a su espalda y otro se unió a la conversación.
--Al menos revisa si hay algo que podamos quitarle-- El hombre volvió a mirar a Zeldris, en un instante quedó atrapado por esos oscuros ojos que lo miraban desafiante, sin un apice de temor como sería lo normal. A pesar de su crítica situación y el arma que amenazaba su cuello, no parecía asustado.
--Ahora que lo veo bien, es algo lindo.
--¡¿Qué?! ¿Lo dices en serio?-- El sujeto tras su espalda se acercó a comprobar si lo que alardeaba su socio era cierto. Observó cada parte del pelinegro detenidamente mientras este los miraba con repudio y furia.
--Me gustan esos ojos-- Señaló acercándose más a su rostro aumentando la fuerza del agarre en las muñecas del más bajo que bufó pesadamente como queriendo advertirle que no se acercara tanto. El otro sujeto apartó momentaneamente la navaja. -- Creo que me gustas. No sé que edad tienes, pero me gustas-- Zeldris aprovechó la cercanía de su captor para azotar su frente contra la desagradable cara de ese degenerado, de una forma tan fuerte que pudo escuchar el crujir de su nariz. --¡Agh! ¡Carajo!-- Al retroceder, llevó sus manos a sobar su rostro para de alguna manera aliviar el dolor; así, soltando a Zeldris. El de la navaja reaccionó al instante.
--¡Maldito mocoso!-- Alzó su arma a la ofensiva, pero antes, el pelinegro lo pateó en los genitales haciéndolo gritar y retorcerse de dolor, tirándose él mismo al piso agarrando su lastimada intimidad.
Los otros tres hombres se abalanzaron sobre él antes de que saliera del callejón.
--¡¿Adónde crees que vas?!
--¡No te irás!
--¡Quítenme sus manos de encima!-- El sujeto de la navaja se fue levantando gimotenado de dolor con las piernas temblorosas uniéndose a la lucha.
--Me las vas a pagar-- Zeldris se defendió a diestra y siniestra llegando a golpear a los cuatro sujetos que entre más lo jalaban, más desacomodaban su ropa. --¡Quédate quieto, maldita sea!-- Finalmente, el hombre al que había pateado, lo abofeteó violentamente con desquite resonando el golpe en todo el callejón. Aprovecharon la ocasión para tumbarlo al piso listos para golpearlo.
--¡Ustedes! ¡Deténganse!-- Todos giraron su vista hacia el colega cuya nariz sangraba. Al parecer, era el que tenía el mando en el grupo. --Es mío. Sosténganlo bien.
--Ja, no te levantarás después de la paliza que te espera.
--No voy a golpearlo, aunque ganas no me faltan.
--¿Entonces que vas a hacer?
--Tengo una mejor idea.
--Oye, ¿de verdad estás pensando en follarte a este mocoso?
--Por supuesto-- Con un rostro perverso, fue caminando hacia donde Zeldris recobró su lucha, pero el cuarteto de maleantes lo tomó por cada una de sus extremidades y lo puso boca arriba con ambas piernas y brazos inmovilizados contra el pavimento por cada uno de ellos quienes ejercieron su peso sobre el cuerpo del menor quitándole todo chance de liberarse o siquiera moverse.
--No me toques, bastardo-- Masculló brusco cuando aquel degenerado se arrodilló para ponérsele encima, mirándolo como un depredador.
--Eso me dolió, pero me caliento más cuando se resisten.
--Aleja tu horrible cara de mi. Prefiero morir-- Zeldris se sacudió poniendo su cara a un lado tomando la mayor distancia posible. El sujeto sobre él pareció molestarse.
--Abran sus piernas-- Los cómplices acataron la orden cuando cada uno casi abrazaron las piernas del menor de manera que no pudiera patalear, separándolas lo suficiente para que su compañero pudiera posicionarse bien entre estas.
--Mucho mejor.
--¡Maldito pervertido! ¡Bastardo!
--Tienes dos opciones-- Levantó dos dedos --Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. Tu eliges-- En respuesta, Zeldris le escupió en la cara despreciando la oferta.
--Vete al diablo, animal-- Su captor se limpió la saliva que había salpicado parte de su mejilla.
--Como tú quieras-- Volteó hacia su compañero de a lado. --Dame tu navaja-- Este sonrió y le entregó sin descuidar el agarre de la pierna derecha del menor.
Cuando el joven vio el arma frente a su rostro no pudo evitar empezar a sentirse ligeramente intimidado. El sujeto sostuvo el arma con su boca y tomó del saco a Zeldris sobresaltándolo; en un instante, todos los botones salieron disparados por el fuerte tirón y violento del hombre que prosiguió a abrir su camisa blanca de la misma manera tosca casi descosiendo la tela.
--¡Ey! ¡Para! ¡Suéltenme!-- Los hombres rieron satisfactoriamente al ver por fin una reacción alterada del chico pelinegro. El sujeto sobre él se quedó mirando como su perfecto pecho subía y bajaba por su respiración acelerada. Sonrió depravado.
--No sé que edad tengas, pero te mantienes en muy buena forma, pequeño-- Pronunció entre dientes con la navaja en la boca. Fijó su vista en los tiernos pezones del menor pasando su mano sobre el suave pecho sin que este dejara de retorcerse evitando el mayor contacto posible que tanto lo asqueaba.
El mayor sostuvo la navaja y la llevó hasta los pantalones de Zeldris haciendo que este dejara de moverse.
--¡No! ¡¿Qué demonios...?!-- El grito del menor se hizo escuchar cuando la hoja del arma empezó a cortar en la costura media de su pantalón abriendo la tela y luego la mano del hombre apartó su boxer exponiendo su intimidad.
--Pido ser el segundo-- Anunció uno de los pervertidos que sostenía su brazo.
--No te preocupes, te gustará-- De una cangurera que traía a su espalda, el delincuente sacó una pequeña píldora que le mostró al moreno dejándolo incrédulo y nervioso cuando los demás rieron.
--Esta será una noche divertida-- Murmuró alguien entre risas.
Zeldris se sobresaltó cuando aquel de perversas intenciones lamió la píldora y la dirigió a su trasero.
--¡Déjame! ¡Bastardo asqueroso!-- Intentó defenderse inútilmente.
--Agh, apúrate que este pequeño bastardo es fuerte.
--¡No! ¡¿Q-qué estás metiendo en mí?!
--Ya que eres tan poco cooperativo, te obligaré a sentir. Te sentirás mejor en un rato; cuando haga efecto estarás clamando por más-- Se mofó mientras insertaba el diminuto objeto por la contraída cavidad anal del menor que atemorizado y asqueado sintió ese objeto entrar en él trabajosamente pero siendo ayudado por la saliva del sujeto que con un dedo lo empujó para que se introduciera y resbalara más adentro adentrándose suavemente en su recto.
Pasó sus depravadas manos por el torso del menor admirando su tan buen físico llegando a sus pectorales donde rozó sus tetillas, golpeando su oído con su asqueroso aliento.
--¡D-déjame!-- No se detuvo.
--¡DÉJAME!-- Un fuerte golpe en la cien del sujeto, dado desde atrás, lo mandó al suelo inconciente.
El cuarteto de los delincuentes se pusieron alerta, pasmados por la repentina aparición de un hombre tan alto y fornido que imponía con tan solo su presencia; su plateada cabellera resaltaba incluso en la oscuridad perceptible de esa noche, y qué decir de su ladina pero ensombrecida sonrisa con la que sostenía un cigarrillo a medio fumar. Todos se levantaron a la defensiva soltando al pelinegro cuyos ojos tuvieron un destello al visualizar al mayor.
--¡¿Quién eres tú, idiota?! Esto no te incumbe.
--Estarossa...-- Murmuró por lo bajo sintiéndose aliviado por lo oportuno que había sido en llegar.
--¿Qué hacen ustedes con mi hermano?-- El peliplata observó al pelinegro tendido en el pavimento sucio, con las ropas hechas jirones, un golpe en su mejilla y sobre todo, su pantalón casi desgarrado de toda la parte media. Alzó la vista hacia los sinvergüenzas que se vieron intimidados por su oscura mirada.
--¡N-no te atrevas a llamar a la policía! Te daremos una paliza por interrumpirnos.
--¡Somos cuatro contra uno!-- El mayor puso cara de aburrimiento.
--Nah, eso no suena para nada divertido. En lugar de eso...-- Se sacó el cigarrillo de la boca expulsando una nube de humo --¿Quién de estos idiotas fue el que te golpeó, Zel?-- Por medio segundo, los ojos de Zeldris señalaron al tipo de la navaja, fue breve pero Estarossa lo captó de inmediato gracias a la expresión de miedo del tipo que discretamente ocultaba el arma blanca atrás suyo.
Los otros tres quisieron aprovechar el momento y corrieron hacia él con barras de hierro que habían tomado del suelo. Con unos extraordinarios reflejos, esquivo los golpes de cada uno, robó una de sus armas y la uso en su contra golpeandolos en la cara tan fuerte que la sangre salió de sus bocas junto con un par de dientes; calleron al suelo escupiendo sangre quedando fuera de combate, el único que quedaba se lanzó contra él a traición con el objetivo de perforar su espalda en algún punto vital, el peliplata lo percibió enseguida, soltó la bara de metal y giró sobre sus talones pateándolo justo en el estómago haciéndolo toser y soltar su arma cayendo de espaldas al piso mientras jadeaba angustiado para tomar aire, Estarossa caminó hasta él poniéndose en cuclillas a su lado. Sacó su cigarrillo casi por terminar queriendo apagarlo y lo posó sobre la frente del desconocido haciéndolo gritar.
Lo dejó tirado yendo a por su hermano quién había presenciado todo sin ponerse de pie.
--Oy...
--Estoy bien...-- Estarossa lo miró calmadamente sin poder evitar sentir lástima, y hasta un poco de culpabilidad, después de todo, era él el que debía ir a recogerlo al trabajo si debía salir a altas horas de la noche.
No dijo nada y tomó a Zeldris en brazos sin que este se quejara, lo que era preocupante. Usó el saco del menor para cubrirlo de la cadera para abajo y poder dirigirse a casa.
Salió caminando del callejón oscuro en silencio sintiendo a su hermano temblar entre sus brazos. No sabía si de frío o por el susto.
"Meliodas va a matarme"
Fue el pensamiento del mayor al tomar conciencia de que debería contarle todo a su hermano cuando volviera a casa en la mañana de su trabajo nocturno.
--Deberías dejar las horas extra. Meliodas estuvo diciéndote que no era seguro-- No obtuvo respuesta de inmediato, tal vez Zeldris no tenía ganas de hablar del susto que se llevó.
--No tenía de otra-- Estarossa sintió un tirón en su camiseta, disimuladamente bajó la vista y era la mano del moreno la que se aferraba a su ropa con fuerza, como dándole las gracias sin decir absolutamente nada, pero no pudo ver la expresión del menor que tenía la cabeza agachada.
Después de unos minutos llegaron a casa, el peliplata subió al segundo pisó y se dirigió a la habitación de su hermano, pero una vez estando frente a la puerta recapacitó unos segundos y prefirió ir a la suya que se encontraba unos pasos a lado de la del pelinegro.
Empujó la puerta entre abierta con el pie y una vez dentro la cerró como pudo; se dirigió a la destendida y espaciosa cama depositando a Zeldris sobre sus desordenadas sábanas, este seguía con su saco cubriendo su expuesta intimidad con vergüenza y su orgullo hecho pedazos. Se giró dándole la espalda a su hermano sin que a este se le ocurriera algo apropiado que decir.
--¿Por qué... me trajiste a tu habitación? No soy... un niño-- Bociferó incrédulo y molesto a la vez. Estarossa tomó asiento al borde de la cama sin apartar la vista de él.
--No lo sé. No es como si realmente importara-- Algo que Estarossa notó, era la forma en que bajo la tela del saco, Zeldris movía y restregaba sus piernas, como si algo le molestara o lo incomodara. --Por si acaso, te revisaré-- Apenas puso una mano en él, Zeldris reaccionó agresivamente incorporándose y apartándolo de un manotazo.
--¡No me toques!-- Su actitud sorprendió a ambos, pero más el rostro enrojecido y alterado del menor; Estarossa nunca había visto a su hermano tan escandalizado, pero logró entender después de reflexionar la situación.
Zeldris, ni siquiera había esperado que fuera a alzar tanto la voz, pero apenas sintió el roce de los dedos en su brazo, su cuerpo se estremeció escandalizado sin que su mente pudiera procesarlo.
--Llévame a mi cuarto...-- Sus palabras habían sido como débiles susurros que disfrazaban un diferente tono de voz que el menor quería ocultar a toda costa. Se abrazó a sí mismo sin poder dar la cara. -- Es lo único que necesito ahora, llévame para que pueda dormir-- Estarrossa permaneció enigmático por la expresión que había visto del pelinegro momentos atrás. Parecía tan docil... confundido... No creía haberlo encontrado tan lindo. Pero tal vez solo estaba asustado.
Zeldris volvió a recostarse en su misma posición con tal de no mirar al peliplata.
--Oye, voltea-- Su hermano no se movió, entonces, el mayor lo tomó del hombro girándolo a la fuerza boca arriba.
Zeldris sintió un escalofrío recorrerlo y un vuelco en todo su cuerpo; un calor que se extendió en su pecho y desbocó su corazón al tener encima suyo a su hermano mayor que le clavó la mirada profundamente, inspeccionándolo con sus oscuros ojos.
--¿Qué te pasa?
--N-no te me acerques. Estoy cansado-- Se notaba a leguas que mentía, el rojo que se extendía por su rostro de las mejillas hasta las orejas delataba su inquietud.
--No me moveré hasta que me digas.
--¡Maldita sea, Estarossa! Solo quiero que me dejes dormir... -- Giró bruscamente la cabeza, su hermano le sostuvo la cara para obligarlo a mirarlo nuevamente.
--Estás caliente-- El moreno tragó saliva contrayendo sus piernas. --Esas basuras usaron alguna droga. ¿Recuerdas cómo era?
--No... estoy seguro-- La situación comenzaba a sentirse peligrosa: Estarossa tan cerca; preocupado por él, (algo que jamás había pasado), tocándolo. Sentía que si lo tocaba más, su sentidos y juicio desaparecerían.
"Mi cuerpo... está tan débil. Me siento caliente".
Estarossa pasó accidentalmente su pulgar por los labios de Zeldris que se entre abrieron al soltar un suave jadeo.
Sin pensarlo, el menor sacó su lengua y lo lamió provocativamente apenas con la punta de ella. El mayor se sobresaltó confundido, pero no apartó su mano, se quedó congelado, anonadado con lo que presenciaban sus ojos. No supo por qué, pero introdujo su dedo en la boca del moreno dejando que este lo lamiera llenándolo de saliva mientras que el mayor, acarició la suave cabellera del pelinegro en lo que se entretenía con su pulgar.
Zeldris se sentía cada vez más extraño; su conciencia se distorcionaba, sentía su cuerpo más vulnerable y una cálida pesadez empezó a crecer desde su parte baja, más específicamente de sus testículos y se fue extendiendo hasta su miembro que estaba cada vez más erecto; el calor llegó hasta su vientre comprimiendo sus órganos sin que llegara a ser desagradable, de hecho, parecía todo lo contrario.
--Ey, ¿Aún me oyes?-- El de cabellera plateada se alteró un poco y retiró su dedo cuando la respiración de Zeldris se tornó más pesada haciendo más constante hasta que este comenzó a temblar bajo el gran cuerpo de su hermano.
--Me... siento raro...--Los ojos de Zeldris se acuaron al desviar su mirada, sin tener fuerza para conectar sus miradas por el tipo de pensamientos indecentes que llegaron a su mente de él y el propio Estarossa teniendo sexo en esa misma cama; intercambiando palabras sucias, pasando sus manos sobre cada parte de sus cuerpos, sin dejar rincón de piel que quedara sin tocar en distintas posiciones.
--Zel, ¿te está haciendo sufrir la droga?-- No pudo evitar la preocupación que lo invadió al visualizar la humedad que inundaba los globos oculares del joven pelinegro.
--Hermano...-- Zeldris jaló la tela del antebrazo de la camiseta del nombrado sin poder controlar su respiración.
Descuidadamente, el mayor bajó un poco su cadera sintiéndo contra su abdomen una dura erección bajo el saco del moreno. Este sobresaltado y los ojos cerrados, atracó un débil gemido sin precedentes que erizó la piel del mayor, el cuál, comenzó a tener dudas acerca de sí mismo. Ahora ya no estaba tan seguro de ser completamente hetero. ¡Eso era una locura! Le encantaban las mujeres, de eso estaba seguro, bueno... hasta ese momento.
--Estarossa...Mi cuerpo... No lo soporto-- Casi sonó como una súplica.
--Espera aquí. Llamaré a Meliodas-- Apenas se movió de la cama, su cuello fue apresado por los brazos del moreno como si temiera que se alejara.
--¿¡Zel?!-- Buscó la cara del contrario en el abrazo, cuando lo miró nuevamente, quedó mudo; su expresión contraía excitación y un apice de desesperación lastimera.
Continúa en la siguiente parte.
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