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Parte unica

Tal vez es algo tarde, pero apenas lo pude terminar.
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*Zeldris*

Estamos caminando en el sendero alejados del castillo del rey demonio. Estarossa me toma del brazo sorprendiendome. Me giro elevando la mirada, adivinando lo que desea solo con ver resplandecer sus oscuros ojos.

Un beso.

Desvío mi rostro sintiendo mariposas en mi estomago.

— Nadie nos está viendo — Se agacha poniendo su rostro a mi altura, observándome sonriente y seductor. Me sonrojo frunciendo mi entrecejo suavemente. Aún me da vergüenza hacer ese tipo de cosas con él al aire libre.

— Está bien...— Sonríe, posando su dedo índice en su mejilla indicándome el lugar preciso para besarlo.

Tomo su rostro y poso mis labios en el lugar que ha señalado. Cuando voy a apartarme, me agarra de la cintura, acentuándome con un gesto que no hemos terminado.

— Tch...— Vuelvo a acercarme, depositando otro beso en el párpado gentilmente; me indica que no es suficirnte. Mi rostro se calienta. Con lentitud; otro en la nariz, en su barbilla y finalmente termino tocando sus labios con los míos. Mis manos rozan sus orejas, siento como se estremece; lo escucho soltar un suspiro, liberando la tensión de su cuerpo.

Vuelve a besarme tomando mis hombros, empujándome a la orilla hasta poner mi espalda contra una enorme roca.

—Hey, Estarossa...

—Solo un poco— Permito que siga besándome lamiendo mis labios. Me abraza haciendo que me ponga de puntillas para colgarme de su cuello mientras él me besa agachado. Mi pecho es golpeado por dentro violentamente, su lengua se cuela en mi boca acariciando su interior.

Tiemblo por la oleada de excitación que eriza mi piel con el aumento de intensidad en nuestro beso.

Sus manos... siento que tiemblan agarrando mi espalda, deslizandose hacia abajo, provocando que un escalofrío azote mi columna por mis sospechas sobre sus intenciones.

Espera... está...

—¡Ngh!— Rompo el beso. Sus fornidas manos han apretado mi trasero. Sus dedos están aferrados a mis curvas sin deseos de soltarme.

Esto... ¡Me pone demasiado incómodo!

—Zel...— Desliza sus labios por la piel de mi rostro, desplazándose a mi descubierto cuello.

Cierro mis ojos con fuerza, sintiendo mi cara arder. Mis rodillas flaquean por sentir sus manos en mi cuerpo.

Estoy... empezando a temblar.

Entonces, encaja sin permiso sus dientes en mi carne, perforando hasta hacerme sangrar.

—¡Agh! ¡Para!— Termino empujándolo aturdido. Mi mira desconcertado y los ojos más abiertos de lo normal.

Le costó mucho conquistarme. Sabe que si mete la pata, no lo perdonaré tan fácil.

Sé lo mucho que desea pasar al siguiente nivel, es normal considerando que ahora somos amantes y él es un pervertido, pero no es tan fácil para mí.

Suspira, tensando la mandíbula, aunque le toma segundos relajarse.

—Hah... Supongo que me pasé, solo un poco...

—Tengo...— Murmuro ansioso, sin mirarlo directamente —Tengo un asunto con padre que atender. Nos vemos...— Doy la vuelta retomando mi camino de regreso al castillo.

Maldición, sigo pareciendo un niño. No es que no quiera, pero no estoy listo. Pensar en hacerlo con Estarossa... no puedo evitar sentirme inseguro.

*Estarossa*

Rasco mi cabeza irritado, intentado aliviar mis ideas y calmar la ansiedad de mi cuerpo.

Estaba poniéndome duro. Inhalar su aroma, tocar su pequeño cuerpo y sentir lo sedoso de su cabello me prende y vuelve loco. Estaba por follármelo ahí mismo; por poco pierdo el control.

Muerdo mi labio inferior, frustrado.
Fue raro iniciar una relación con Zel al principio, principalmente por nuestro lazo "familiar" pero no existe tal cosa.

Él nunca me vio como un hermano ni yo tampoco a él. Siempre hubo algo más; un acercamiento más "íntimo" de lo que ambos pensábamos.

En un inicio, creo que no le agradaba demasiado a Zel, pero lo molesté e insistí tanto que nos volvimos cercanos; claro que, no fue de un día para otro.
He intentado darle su espacio desde que empezamos con esto; (ha sido muy difícil) sé que si me excedo puede darme una patada por el culo, y no estoy dispuesto a eso. Me costó demasiado ganarme su atención y mayor aún, su afecto.

Él despierta en mí sensaciones extrañas que me hacen sentir vivo, incluso calma mi inestabilidad mental y emocional, e irónicamente, a la vez me enloquece. Su carácter es realmente especial, su voz es capaz de dominarme; pero he comenzado a estresarme, me estoy cansando de esperar y no se cuanto tiempo más pueda soportarlo.

Quisiera hacérselo al menos dos veces por día. Parece imposible entre más lo pienso.

Por ahora no me queda de otra que aliviarme a mí mismo como siempre hago.

Me alzo en vuelo hasta el balcón de mi habitación, cierro las cortinas y me siento sobre la cama. Me quito los guanteletes y mi gabardina botándolo sobre las sábanas. Estoy por desabrocharme el pantalón cuando un par de golpes en la puerta me interrumpen, jodiendo mi momento.

Mierda, ¿ahora quién es?

Me levanto con flojera abriendo la puerta, encontrando a una joven y pequeña vampira con ropa de sirvienta; cabello negro y largo, ojos claros y piel pálida a excepción de sus mejillas que son iluminadas por un rubor rojo que se extiende al verme. Sus ojos me repasan de arriba a abajo con deleite.

—¿Se te ofrece algo?

—Estarossa-sama... Perdón por molestarlo. Vine a cambiar las sábanas de su cama. Si me permite...

—Estoy bien, vete— Le cierro la puerta en las narices, pero al momento me arrepiento cuando a mi mente viene una idea que me hace sonreír maliciosamente.

Vuelvo a abrir dándole el paso. Ella accede tímida llevando consigo, nuevas colchas rojas perfectamente dobladas.

Miro de reojo al final del pasillo. Zel está parado ahí, observando desde la distancia, con un aura asesina. Hago como que no lo he visto y cierro la puerta, esperando que todo proceda como tengo pensado.

Me quedo recargado en la puerta de brazos cruzados, observando a la chica vampiro como cambia las sábanas. Ella voltea de vez en cuando para verme, avergonzada al descubrir que tengo mi vista sobre ella.

La presencia de Zel se está haciendo cada vez más fuerte. Perfecto.

Esto no podría funcionar si se hubiera ido.

—Hey— La llamo sorprendiéndola. —¿Ya terminaste?

—E-este... ¡ya casi, señor!

—¿Te gusta lo que haces?

—¿Disculpe?— Descruzo mis brazos caminando hacia ella, haciéndola retroceder.

—Que si te gusta cambiar las sábanas de mi cama— Su cara se enrojece, poniéndose nerviosa ante mi prepotente sonrisa y semblante imponente.

—Y...yo... ¡Me tengo que ir!— Sale corriendo abriendo la puerta, con Zel al otro lado de esta, con una expresión no muy agradable. La vampiro se asusta más y con una leve reverencia lo esquiva alejándose con rapidez.

Mi pequeño hermano me dedica una mirada fulminante de ira.

Oh, sí... me gusta eso.

—¿Qué pasa, Zel?— Finjo inocencia tomando asiento en un sillón de piel individual.

—Eso debería estar preguntándotelo a ti— Carraspea con enfado cerrando la puerta tras de sí. —¿Qué estabas haciendo?

—¿Yo? Nada. No sé de que hablas.

—¡¿Por qué demonios metiste a esa mujer en tu habitación, idiota?!

—¿Celoso, pequeño?

—¡No me llames así!

—Oye, cálmate. Solo vino a cambiar mis sábanas— Digo casualmente, atrofiando sus palabras. Su expresión se descompone confundida.

Aprieta los puños frunciendo su entrecejo.

—Idiota... ¿ Y por qué estás medio desnudo?

—Me dio calor al pensa en tí— Ensancho mi sonrisa juguetonamente, ansiando ver su reacción.

Se pone tan rojo como si estuviera a punto de explotar. Desvía la mirada apenado.

Maldito, es adorable.

—Cállate... Dices demasiadas estupideces.

—Digo la verdad— Le extiendo mi mano agarrando la suya que está hecha un puño, invitándolo a acercarse.

Corresponde dudoso el gesto.

Lo siento sobre mis piernas acariciando sus labios absurdamente suaves con mi pulgar.

Ahora que lo tengo aquí, no dejaré que se vaya.

—¿El atemorizante verdugo de los demonios celoso de una pequeña vampiro como esa? Que tierno...

—¡No lo estoy! Tú...

—Por favoor...No se compara contigo.

—Lo hiciste a propósito— Aprieta mis hombros como si no le gustara estar en mi regazo, pero sé que no es así.

Lo atraigo de la nuca, uniendo nuestros labios; él suspira quejumbroso abrazando mi cuello.

Hago a nuestras lenguas danzar juntas, compartiendo saliva. Abrazo su cuerpo sintiendo el calor nacer en mi vientre bajo.

Maldita sea...

Acaricio sus muslos fogosamente escuchandolo gemir sobre mi boca, mi erección se alza bajo su trasero. Se tensa distanciando su rostro, con la saliva uniendo nuestras ahora separadas lenguas.

No otra ves...

—Estarossa... ¿de verdad tú...?— Baja la cabeza con timidez —¿Quieres tener... sexo conmigo?— Con escucharlo me doy cuenta lo mucho que le ha costado pronunciar las dos últimas palabras.

Es obvio que no puedo evitarlo, Zel.

—Como no tienes una idea— Se estremece entre abriendo sus labios, aún húmedos.

—Escucha...— Intenta mantenerse firme al hablar —no quiero que lo hagas con alguien más, pero...— Me toma por sorpresa cuando me abraza escondiendo su cara en mi hombro. —No es que no quiera, pero nunca he hecho este tipo de cosas y que un hombre sea mi primera vez... es raro— Es la primera vez que lo siento tan indefenso y tembloroso.

Instintivamente lo abrazo, con el corazón acelerado por su confesión.

Permanecemos así por un largo rato.
Se separa, permitiéndome verle sin la marca demoniaca activada en su frente. Agrando los ojos perplejo al ver por primera vez como son realmente debajo de esa manto de oscuridad.

Sus ojos acuosos y brillantes como un par de grandes esmeraldas se resisten a derramar lágrimas de frustración.

Creí que no podía ser más bello, pero me equivoqué. Lo único que no me gusta es haberlo descubierto con esa expresión tan agobiada, me hace sentir como si yo tuviera la culpa.

Estoy excitado y a la vez confundido.

—Oye, no hagas esa cara— Vuelvo a tomar su rostro entre mis manos haciendo que me mire a los ojos.

—Te dire esto: Es cierto que me muero por follarte, pero aunque no lo creas te entiendo. Después de todo eres el único que me provoca placer, por eso... Si continuamos, prometo ser gentil— Mierda que vergonzoso pronunciar eso en voz alta.

Sus mejillas se tiñen de rojo, viendose un poco más relajado.

—¿Serás amable?

—Obvio.

—Es mi primera vez, así que hazlo despacio.

—Ya lo sé, no te preocupes por eso— Sellando el acuerdo, vuelvo a besarlo apasionadamente. Ambos cerramos los ojos.

Llevo mis manos a sus muslos y lo levanto junto conmigo para poder caminar en dirección a la cama.

Llegando al borde, me agacho depositándolo sobre el colchón, sin dejar de besarlo con pasión.

Joder, ser amable y delicado no es lo mío. Lo que más quisiera es arrancarle la ropa, abrirle las piernas y follarlo como una bestia salvaje. Pero ni modo... si es por Zel, vale la pena; pero creo que si lo hago lento será aún más excitante. Eso es, lo haré tocar las estrellas.

Le quito los guanteletes arrojándolos en el olvido a alguna parte del piso y lo miro candente, sin evitar el gesto de relamer mis labios.

Paseo mi mano por su cuerpo, desde la cadera, subiendo por su abdomen, llegando a su pecho, atrapando uno de sus pectorales.

Jadea dando un brinco, desviando la mirada.

Aprieto primero suavemente, masajeándolo. Son fornidos y acolchonados. Una convinación extraordinaria.

—Zel, mírame— Niega, cerrando los ojos.

Bajo a lamer provocativamente su cuello sintiendo como se remueve debajo de mí, silenciando su voz.

Decido colar mi mano debajo de la tela, apartando con ambas manos el escote formado por su traje. Abre los ojos y parece mirarme incómodo por un segundo.

Está demasiado rojo. Es fascinante...

—Ngh...Hah... ¿Qué...?— Abro el cuello de su traje, bajándoselo hasta los hombros formando una erótica imagen de él a medio desnudar, dejando al descubierto su pecho por completo; dejándome ver por primera vez esos rosados y visualmente suavecitos pezones, sumidos en su tersa carne.

—Hey... ¡Esta...!— No dudo y lo agarro de la cintura, elevando su torso, aproximándolo hacia mí; me sostiene de mis antebrazos, avergonzado de la forma en que lo sostengo.

Atrapo una tetilla en mi ensalivada boca, haciéndolo gritar excitado.

—¡Aahh!— Mi cuerpo se eriza al escucharlo por primera vez, dando un vuelco en mi pecho. Eso detona más la llama de mi deseo que palpita con desespero en mi parte baja.

Succiono la carne blanda atrapada en mi cavidad, chupándola con deguste, llegándola a rozar con mis dientes, despertando en mí unas ganas enormes de morderlo.

—E-esper...—Gime gutural —No hagas eso ¡Nahh! Eso no...

No dejo de hacerlo, mas me aseguro de desabrocharle el cinturón, quitándoselo de jalón y arrojándolo por ahí. Me despego en un suspiro interrumpiendo el beso, con mi saliva mezclada con la suya en ambas lenguas. Contemplo su imagen jadeante; enrojecido y expresión sumisa, mirándome con deseo.

Procedo a quitarle su traje de una pieza, bajándolo por su cuerpo, descubriendo más de su piel, pero me detiene cuando la tela está hasta la cadera.

—Espera... No mires ahí—Baja la mirada con un puchero, aguantando el pudor.

—Quiero ver todo tu cuerpo. No te averguenzes— Permanece en silencio, analizandolo.

—Bien, pero... lo haré yo— Su corazón ha empezado a latir tan fuerte que puedo escucharlo a esta distancia.

Me aparto un poco, dejando que él mismo se baje el pantalón con lentitud ante mi atenta mirada, haciendome tragar, como si buscara provocarme.

También se quita los zapatos.

Mis ojos se agrandan, pero no me permiten ver mucho cuando agarra la sábana cubriendo su intimidad.

Que sorpresa... no lleva nada abajo.

—Oye, no hagas eso— Me inclino hacia él, acariciando su pierna. Zel cubre su boca, mientras ocupa la otra mano para sostener con fuerza la sábana que tapa la parte que más deseo mirarle.

—¡Mmh!— Mordisqueo su pecho, cuelo mi brazo por debajo de su espalda sacando mi mano por el otro lado, teniendo al alcance su otra tetilla que empiezo a frotar con mis yemas juguetonamente. No conforme con ello, juego con el otro de nuevo haciendo uso de mis dientes esta vez. Los retuerzo, acaricio, los froto intensamente. Su voz estalla en gemidos escandalizados.

—¡Ahg! Ya... ¡Se siente raro...!— Entre abro mis ojos apreciando su excitada pero reprimida expresión, mirando más abajo de su abdomen, un bulto semi levantado se aprecia bajo de la sábana. Sonrío para mis adentros.

Mi mano libre la dirijo con cautela a ese lugar, acariciando los marcados músculos de su trabajado abdomen, causándole escalofríos. Llego al borde de la tela, deslizando mis dedos por abajo, llegando a su parte más íntima, aún desconocida para mí.

Zel salta sobre la cama.

—¡Gah...! ¿Qué... estás... haciendo?— Siento su suave vello púbico, pero no tiene casi nada. Es perfecto.

Agarro su erección sin pudor, provocando que suba el volumen de su voz.

—¡N-no, Estarossa! Mi pene no... ¡Hah!

— Sentí uno de sus pezones endurecerse entre mis dedos. Lo estrujo estirándolo juguetón, a la vez que siento un tirón en mi dura entrepierna por la reacción de sus tetillas.

Retiro la sabana descubriendo su intimidad siendo acariciada por mí. Paso mis dedos por sus testículos, rozandolos con lascivia.

Los ojos de Zel se ponen acuosos. Lo distraigo desándolo voraz, asegurándome de meter mi lengua en su boca.

Su pene se levanta más a la vez que se endurece exquisitamente, lo siento en la palma de mi mano con la que sostengo su falo. Empiezo a masturbarlo suavemente, haciéndolo temblar, y después sin cesar.

— Es...pe...— Jadea. Aprieto con severidad su pectoral con toda mi mano al sentirlo cerca del clímax.

Disfrutarás esto como ninguna otra cosa.

Escabullo mi cara en su hombro besando su oreja, sintiendo su sudor en la carnosidad de mis labios.

—¡Ah! ¡Ahh!— Su cuerpo se tensa. El semen cálido sale disparado en su abdomen. Sus piernas vibran, intentando recuperarse del impacto de su primer orgasmo.

Veo su voluptuoso pecho subir y bajar. Zel me observa jadeando. Sonrío con satisfacción.

—Bien, ahora viene lo mejor— Aprovecho mis dedos manchados con su semen y le acaricio su entrada apenas con exquisitos roces. Se agita arqueando la espalda.

—¡Para!

—Zel, es normal que vaya a doler al principio pero después será como ver el paraíso.

—Solo dices tonterías... Ni siquiera... has... estado ahí.

—Lo digo por esta situación.

—¿Qué...?— Aprovecho su despiste para adentrar la punta de mi índice.

—¡¡Haahh!!— Su expreción cambia drásticamente. Maldición, esto es muy difícil, apenas cabe.

Vuelvo a jugar con sus pectorales estrujando uno de ellos candente, por varios segundos. La viscosidad de su semilla les facilita a mis dedos resbalar a sus adentros. Introduzco el primero hasta el nudillo, siendo deborado al instante. Joder, increíble. No ha parado de jadear agitado.

—Esp...— Hago movimientos leves conociendo la húmeda suavidad de su apretado orificio —¡Hah!— Lo hago acostumbrarse después de un rato, le metí el segundo y después un tercero.

Está de más decir que estaba alterado y yo ya no aguantaba más.

Tengo que prepararlo bien para evitar problemas.

Se aferra a mis hombros clavándome las uñas con fiereza, empapado en sudor, soportando la dilatación.

Transmitiéndole un mar de sencasiones con mis dedos y tratando de acostumbrarse a ellas.

—Ugh... Estarossa...— Esconde su rostro lloroso en mi pecho. Da un brinco cuando extiendo su cavidad.

—¿Qué pasa? ¿Te lastimé?

—Um...¡Ngh! No... pares ahora... Ya...— Mi cuerpo se sacude por la perplejidad de sus palabras.

Lindo...

—¿Mm?— Retiro mis dedos con cuidado, contemplando lo mojados que están.

Wow, realmente lo disfrutaba. Debí darme cuenta antes por como gemía.

Lo veo a los ojos, sonriendo con perversión, lamiendo con sensualidad los rastros en mis dedos. Agranda los ojos avergonzado, reprochándome.

Trago en seco. Maldición, ya no puedo...

Me le tiro encima, sorprendiéndolo.

Conecto nuestras miradas en lujuria, cerrando las salidas a sus costados con mis musculosos brazos.

Le abrazo la cintura con uno, acercando nuestros cuerpos; le separo las piernas con apollo de las mías y mi mano libre la dejo a la tarea de liberar mi pene del apretado pantalón y dirigirlo en medio de sus nalgas, frotando la uretra contra su respingante ano.

—¡Ahh! ¡Oye...! No tan... rápido...

—Es imposible— De manera muy precavida, empujo en sus adentros intentando abrirme paso. Su cuerpo se contrae bruscamente al sentir la punta entrar; apenas sucede, un cosquilleo intenso se apodera de mi vientre, abarcando incluso mis testículos.

Qué exquisito. He querido hacer esto tantas veces.

Vuelvo a moverme, procurando hacerlo con delicadeza.

—¡Hahh! ¡Nah...! Muy... grande...— Sus mejillas encendidas y sus lágrimas me motivan a seguir con más confianza.

Cuando vi que se había acostumbrado, introduje mi pene por completo en él de una embestida, chocando mis testículos contra su trasero.

Su fuerte gemido de su parte, me hace entrar en calor.

—¡Aahhh!— Se retuerce dejándo escapar un par de lágrimas. Aprieta la sábana con fuerza, aferrándose a ella.

Su culo está apretándome tan bien... Con sentirlo siento mi sudor correr por todo mi caliente cuerpo.

—¡Estarossa...! ¡Estarossa...! ¡Ah!

—Lo sé, lo sé... Solo aguanta un poco más— Nos acostumbramos a la "unión" de nuestros cuerpos a través de la intimidad repartiéndonos caricias por donde alcanzan a tocar nuestras manos, dejando sensaciones en la piel como si fuera fuego.

Joder... se siente exquisito. Es increíble lo caliente y apretado que está por dentro. Puedo incluso escuchar la humedad cuando su ano respinga.

—¿Ves, Zel? Está todo dentro— Me toma por sorpresa sentir sus manos agarrar mi rostro, mirándome excitado y jadeante. Lo que escucho a continuación me hace enmudecer.

— Hah...Siento tu pene... tan adentro. Es... enorme— Vuelvo a tener un fuere tirón en mi miembro atrapado. –¡Hah! Se hizo más grande...

Calmo las agitadas contracciones de su cuerpo agarrando su rostro sudoroso, lamiendo sus empapadas mejillas.

Siento sus cara caliente y mojada por las lágrimas y sudor. Mi quijada es tomada entre sus manos; evitando que me aleje, me obliga a besarlo vorazmente haciendo bailar nuestras lenguas entre los carnosos labios. Sus dedos recorren parte de mi cuello hasta acariciar mi cabellera, enredándolos entre mis cabellos.

Él puede ser tan seductor... Quiero moverme.

Movilizo mi cadera, Zel se agita rompiendo el apasionado intercambio de saliva.

—¡Aahhh! No...— Se encoge escondiendo la cara en mi pecho. Gruño sintiendo mi pene palpitar desesperado en su interior.

Lo tomo de los brazos y volteo boca abajo, haciéndolo gritar por la sensación de su trasero girar en mi falo.

—¡¿Qué estás...?!—Aprieto su cintura, repegándome más a él, hundiendome en lo más profundo como me es posible.

—Trata de calmarte.

—¿¡Como quieres... que me calme con esa cosa enorme adentro?! Hacer esto con mi hermano...— Le suelto una fuerte nalgada que resuena en todo el cuarto. Gime entrecortado por la sorpresa.

No le doy tiempo de que me reproche y hago un movimiento candente de cadera.

—¡¿Ah?!— Se retuerce agitado mientras continúo con movimientos lentos, respirando pesadamente. —Duele... agh...

Incremento la velocidad a la que se mueven mis caderas, sintiendo mi falo ser frotado por su estrecho ano cada que lo embisto con más severidad.

Mierda, quiero azotarlo más fuerte.

Le doy una segunda nalgada, esta vez más fuerte.

Antes de darme cuenta, lo estoy follando tan duro y rápido que la cama rechina como si fuera a romperse.

Alzo la mirada, descubriendo como se ha aferrado a mi gabardina que he dejado sobre la cama. Gimotea y grita lagrimeando con la tela de esta entre sus dientes, envolviéndola en sus brazos; sus puños tambien se aferran a ella como si fuera una especie de consuelo. Puedo apreciar incluso su enrojecido trasero perleado.

Es demasiado incluso para mí.

Me inclino hacia enfrente abrazando su pecho y usando mi otro brazo como apoyo, dando embestidas más salvajes y rápidas.

—¡Así no...! Estarossa— Lo escucho jadear, pero no puedo detenerme.

Aprieto uno de sus pectorales, siento mis dedos resbalar sobre la piel gracias al sudor. —¡Ngh...! No así... en esta ¡Ahh! Posición no- ¡Haaa!— Prefiero que lo disfrute a que tenga vergüenza.

Que remedio...

Lo tomo del hombro y lo giro recostándolo de lado, le alzo una pierna dejándola encima de mi hombro. Se sorprende más cuando agarro su miembro estrujándolo suavemente.

Doy fuertes estocadas de nuevo, observando su rostro ahogado en placer por como me froto tanto en su culo como en su pene que empieza a emanar pre-semen.

—¡Uh! ¡Tan... profundo! Est... ossa... ¡Aahhh!

—¿Se siente tan rico aquí?— Detengo momentaneamente las embestidas repegando mis testículos a su trasero. Zel se tensa jadeando.

—Me... voy a correr— Vuelve a contraerse succionándome. Me inclino aproximando mis labios a su oreja susurrándole con voz excitada.

—Hazlo. Te seguiré dando placer.

—¡Ahí...! Más... Esta... Dentro de mí... Hazlo adentro...— Mis mejillas explotan a rojo vivo. Lo envuelvo en mis brazos, el movimiento de mi cadera se prolonga a un ritmo constante que le saca fuertes gemidos y lo hacen temblar de placer.

—¿Aquí?— Siento su profundo interior derretir sus paredes por mí.

—¡¡Aahhh!!— Un chorro de semen sale disparado de su miembro manchando la cama con mi última embestida.

Escucharlo gritar así mientras se viene me hace seguirlo, mi palpitante miembro libera gran cantidad de semen dentro suyo, llegando a escurrir por todo su trasero.

—Hah...— Chocamos nuestras empapadas frentes, jadeando, intentando recuperar el aliento después de tan glorioso orgasmo. La masturbación no es nada comparado con esto.

Sumamente agotado, Zel agarra mi nuca acercandome a él para besarlo. Sus húmedos labios y su caliente rostro sonrojado me hace disfrutar como nunca nuestro beso cargado de pasión con lo que damos por terminado nuestro sucio encuentro.

Yo podría seguir, pero supongo que para él es suficiente por ahora.
Nos separamos conctando miradas en un silencio pasional.

—¿Lo disfrutaste?— Le sonrío satisfecho. Desvía la mirada avergonzado.

—Sí...— Murmura con un hilo de voz que apenas alcanzo a escuchar. Me causa ternura.

—Hey, Zel...

—¿...Qué?

—Te amo— Su expresión se distorciona cautivadoramente. Evita mirarme por lo apenado que está.

—Estarossa...— Murmura, mordiendo su labio inferior, como si dudara decir lo que está pensando, haciendo que mi corazón se dispare por un gesto tan sexy.

¡Zel puede hacer ese tipo de expresiones también!

—¡Ah!— Mi miembro se ha vuelto a endurecer en su interior. Olvidé sacarlo. ¿Se molestará?

Me toma por sorpresa cuando mueve sus caderas provocativamente, de arriba hacia abajo, acostado de espaldas al colchón; apretando sus nalgas perleadas y restregándolas en mis testículos.

Me quedo estático. Se levanta sentandose en mi pene, tomándome de los hombros, con los ojos hundidos en lujuria y su cuerpo caliente. Escucho su pecho retumbar con fuerza.

—Más... Estarossa... Házmelo otra vez— Espera. Este no es mi Zel tsundere y reacio, no se comporta como habitualmente. Pero no me desagrada en absoluto. Aprovecharé esta oportunidad como nunca en maldita vida.

Se acerca con su lengua de fuera, pasandola por mis labios entre cerrados, mojándolos tan obcenamente que me enciende, impulsandome a agarrarle las nalgas con fuerza. Su trasero es pequeño y redondo; está palpitando por mí.

Está tan húmedo y suave.

—Te lo haré... muy duro— Jadeo con voz rasposa, provocándole un temblor que recorre su cuerpo. Ya tengo un mente todas las posiciones en las que quiero seguir follándolo.

¿Cuánto más aguantará?

—¡¡HAAHH!! ¡Ahí...! ¡AH! ¡Más... duro!— Sus gritos y gemidos retumban en las paredes. Su saliva escapa por sus labios recorriendo sus comisuras.

Mi pequeño hermanito es insasiable, joder. A pesar de que lo hago con todas mis ganas, incluso las patas de la cama se han roto hace ya bastante rato, pero no es algo que me haya importado mientras pueda seguir dándole por el culo tal como le gusta. No puedo dejar de ver esas expresiones y escuchar su voz jadeante, pero no importa ahora.

Algo me dice que mañana estará enojado cuando no pueda siquiera pararse.

FIN.

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