🥂Capítulo 3🥂
Jimin decidió no apegarse al plan porque sabía que Jungkook no era un hueso fácil de roer. Así que se marchó a su casa en lugar de ir en búsqueda de su madre como había acordado con Magdalena. Al llegar a su casa se sentó en el escritorio y comenzó a revisar los documentos que le había dejado su padre con información de Jungkook. En ningún documento se mencionaba a Fransesca, por lo tanto cayó en cuenta de que seguramente había mucha más información que no investigaron. Así que tendría que averiguar por si mism los secretos de Jungkook. Sin darle más vueltas al asunto decidió comenzar con su juego de seducción. Primero lo atraería, sería dulce en extremo y después desaparecería del radar para que él sintiera la necesidad de buscarlo. Jimin tenía la teoría de que todos los hombres eran iguales y en parte tenía razón. Todos, aunque de muy machos se las dieran terminaban rendidos a sus pies.
Comenzó con la parte menos complicada de su plan; llamando por teléfono.
Luego de un par de llamadas Jungkook contestó.
—¿Quién habla?
—Veo que no me tienes registrado...
—¿Te vas a presentar o finalizo la llamada? —cuestionó, fingiendo no recordar la voz de Jimin.
—Jimin.
—¿A qué se debe el honor de su llamada, señor Montalbán? ¿Ha reconsiderado y va a venderme las acciones de una buena vez?
—Para nada. Llamo para decirte que quiero verte.
—¿Verme? Si quiere le envío una fotografía mía, o podemos hacer videollamada. —se mofó.
—No te creas tan importante. Mi único afán contigo es aclarar las cosas. ¿Te envío la dirección de mi mansión? —Lo primero que haría era hablarle informalmente. De esa manera lograría dos cosas. Número uno; sacar a Jungkook de sus casillas. Y número dos; lograr que él también le hablara con más naturalidad.
—¿Y quién dijo que iré a visitarlo?
—Bueno, eres el más interesado en comprar las acciones. Supongo que has de querer verme desesperadamente.
—Olvídelo, hoy acordamos una cosa. No soy de los que cambia de parecer.
—Pero yo sí soy cambiante, con decirte que estoy pensando en vender las acciones a otra persona.
Una mentira para atraerlo, aunque en realidad Jimin no tenía intención alguna de venderle las acciones a Jeon ni a nadie más.
—Envíe la dirección, ya veré si voy o no.
«Vendrás», pensó mientras esbozaba una enorme sonrisa.
—O mejor veámonos en un lugar concurrido. —Jungkook resopló del otro lado del teléfono.
—Esto no es un juego, señor Montalbán, estamos hablando de millones de euros.
—Con más razón deberías darme por mi lado. Te espero en el Maguellal a las ocho de la noche, lleva abrigo que al parecer hará frío. —Al decir eso, Jimin terminó la llamada.
¿El Maguellal? Se preguntaba Jungkook. Ese restaurante/bar era de su propiedad, Montalbán se lo obsequió cuando cumplió veinticinco años. ¿Por qué Jimin quería verlo ahí? La respuesta era más sencilla de lo que parecía...
Cuando Jimin llegó al bar fue imposible que hombres y mujeres no voltearan a verlo. Él con traje de vestir púrpura, zapatos relucientes que iban a juego y abrigo de piel, lograba destacar entre la multitud, y eso que no iba vestido tan extravagante. Simplemente con su mera presencia y actitud robaba miradas y suspiros mientras se abría camino entre la multitud para llegar a la barra y así sentarse ante el barman. Quien de inmediato le ofreció una bebida, cortesía de la casa.
—¿Espera a alguien? —No tardó en acercarse un apuesto joven.
—En efecto, espero no quedar en rídiculo.
—Una belleza como tú jamás quedaría en rídiculo. Si tu cita no se presenta fínjamos que venías conmigo.
Por las escaleras del lugar bajaba Jungkook, luciendo la misma ropa que esa mañana. Jimin no pudo evitar lamerse el labio inferior al mirarlo. Es que no mostraba nada de piel, pero era realmente apuesto, superaba por mucho al duque francés que dejó en la ruina años atrás.
—Mi cita llegó —dijo ladeando la cabeza hacia Jungkook.
—¿El señor Jeon? ¡Dios, omita decirle que le propuse... —El joven se interrumpió a si mismo sonrojado—, él es mi jefe y podría despedirme con la mano en la cintura.
—No te preocupes, que soy una tumba.
—Me... me retiro, con permiso. —El joven se marchó, perdiéndose entre la multitud que bailaba en la pista de baile.
Antes de llegar con Jimin, a quien había visto llegar. Jungkook se detuvo a charlar brevemente con uno de los meseros del bar. Luego ambos estrecharon sus manos, se despidieron y él continuó con su camino hasta llegar frente al embaucador.
—Veo que no trae bolso, ni maletín —fue lo primero que dijo al sentarse junto a él.
—Oh sí, buenas noches Jimin. Ah sí, Buenas noches Jungkook que agradable es verte por aquí... —balbuceó de mala gana.
—No voy a saludarlo, ya que no estoy aquí por gusto.
—Este bar era de Montalbán, pero te lo obsequió. Por eso quise venir aquí —dijo Jimin.
—Así que lo sabes...
—¿Que se casó con tu madre para robarle su fortuna, y que te dio esto para que te tragaras el cuento de su amabilidad? Por supuesto. Te dije antes, y te lo repito. Él y yo no tuvimos una relación, éramos como padre e hijo.
—De ser así, ¿por qué casarse? ¿Por qué no dejarlo como herencia y ya?
—Sabes que no es tan fácil de esa manera. Nadie le dice que no a una esposa, nadie le cuestiona... Pero a una hija, a un hijo... Es diferente cuando se trata de negocios.
—Creo firmemente que eso trata de la persona, míreme a mí. Soy heredero de los Jeon y todos me respetan.
—Eres hombre, Jungkook. La testosterona y la cosa entre tus piernas te hace más sencilla la vida.
—Tú también eres hombre. —Sonrió de lado.
Jimin se carcajeó.
—¿Ser tan presumido te nubla la vista? Soy, claramente un doncel, todos me miran con deseo y lujuria. ¿Qué podría ofrecer un doncel además de engendrar hijos hermosos? —Seguido de eso tomó su copa para tomar la bebida que le habían servido.
El barman quien lustraba algunas botellas amplió los ojos y tragó saliva nervioso al ver cómo Jimin se bebía la copa completa de un solo trago. Jungkook esbozó una leve sonrisa al descubrir que el doncel frente a él no era precisamente una doncel en peligro.
—Bueno y a todo esto, ¿por qué me citaste aquí? —Alzó las cejas.
—Ocultas algo y quiero descubrirlo. Mira, Namjoon me dijo que de entre todas sus posesiones te obsequió este bar porque sabía que no bebías alcohol. Además creo que él y un tal Robert Jeon lo construyeron juntos.
—Corrección, Robert Jeon lo construyó y Namjoon lo robó.
—¿Ah sí? ¿Robert no es tu abuelo? ¿Qué tan conectados están los Montalbán con los Jeon?
—Deberías saberlo, dijiste que considerabas a Namjoon como a un padre. ¿Se te está cayendo la red de mentiras?
—¡Oh vaya, vamos progresando! De pronto ya me hablas de tú...
Jimin sonrió de oreja a oreja deslumbrando a Jungkook. Después a medida que se le desvanecía la sonrisa se sintió un poco mareado, no poco... Muy.
Sintió sus manos sin fuerzas, la lengua pesada y unas tremendas ganas de dormir para siempre.
—¿Q-qué tenía la bebida? —cuestionó en un murmuro tratando de girarse para ver al barman. Él alarmado dio un paso hacia atrás.
—¿Le pegó muy duro el alcohol? —preguntó Jungkook en tono de burla.
—No es eso... Yo creo que me voy a...
Jimin no terminó la frase, él se desvaneció en el banco, pero antes de caer al piso Jungkook lo sostuvo por la espalda. No sin antes mirar como el barman salía corriendo del lugar.
—¡Atrapen a ese sujeto! —gritó Jungkook y sus empleados corrieron en seguida.
El gerente del bar se acercó con premura, ayudándole a llevar a Jimin a su auto. Cuando lo acostaron en la parte trasera, Jungkook se percató de que la comisura de sus labios se comenzaba a tornar azul.
—Desaloja el bar, Investiga quién es el barman que sirvió la copa de este... Joven y averigua qué le introdujo.
—Pero señor, los clientes... —dijo el gerente, quien era un español rubio y regordete.
—¡En estos momentos me importan un carajo los clientes, si Jimin muere se armará un alboroto! ¡¿Comprendes?! —dijo al cerrar la puerta y rodear el auto para ponerse al volante.
—¡Sí, señor!
Jungkook no esperó más, encendió el motor y pisando el acelerador arrancó como alma que lleva el diablo mirando por el retrovisor cada tanto a Jimin para verificar que siguiera respirando.
Luego de un par de horas, Jimin abrió los ojos encontrándose con la incandescente luz blanca del techo del hospital. Se sentó abruptamente mirándose las manos y el atuendo que llevaba. Era una bata blanca con puntitos azules, deslizó las manos (que por cierto tenía canalizadas), por sus muslos dándose cuenta que no llevaba ropa interior. Tragó saliva asustado al darse cuenta de que lo último que recordaba era estar hablando en el bar Maguellal con el hombre sentado frente a ella.
—Por un momento creía que te morías... —dijo Jungkook sonando aliviado.
—No pensé que te importara mi vida.
—Tu vida no, mis acciones que están a tu nombre. —Se puso de pie para acercarse a la cama.
—¿Quién me desvistió? —cuestionó alarmado.
—No fui yo, fue la enfermera. —Encorvó los hombros.
—¿Qué me pasó? ¿Me drogaron en tu bar? Voy a presentar cargos. —Se cruzó de brazos.
—Eso no será necesario, ya estoy buscando al tipejo que te sirvió la bebida. Él no es mi empleado, no sabemos de dónde salió.
—¡A otro perro con ese hueso, te querías deshacer de mí para quedarte con la herencia! —Jimin se puso de pie tras decir eso.
Eufórico trató de arrancarse las vías que penetraban sus manos, pero antes de siquiera arrancar la cinta Jungkook lo sostuvo de las muñecas con suficiente fuerza para detenerlo y delicadeza para no lastimarlo.
—Si te mueres me quedo sin la posibilidad de firmar el contrato porque sabrá Dios a quién tienes como beneficiario de todos tus bienes. Además no soy la clase de basura que crees que soy. —Lo miró directo a los ojos tratando de mostrarle lo sincero que estaba siendo en ese momento.
Jimin sabía que Jungkook no mentía, pero la hora de la gran actuación para ese desfalco ya había comenzado y continuaría hasta lograr su cometido.
—Entonces, ¿por qué trataron de drogarme? —Los ojos se le llenaron de lágrimas—. Si hubiera estado solo quizás...
—Voy a llegar al fondo de este asunto. —Apretó la quijada—. Solo sé paciente.
Jimin no despegaba la mirada de los ojos de Jungkook. Esa mirada de bambi apachurrado y en apuros, de conejillo a punto de ser cazado, de damisela en peligro. Lo tenía donde quería y aprovecharía la oportunidad al máximo.
—No presentaré cargos —dijo de pronto—. A cambio quiero que seas amable conmigo, ¿puedes hacer eso?
—¿Más amable que salvarte la vida? —cuestionó con voz cálida.
—Incluso más que eso...
Era inevitable la química que había entre ambos. No era tanto porque se quisieran, sino porque ambos eran guapísimos y se atraían el uno al otro de una manera desenfrenada. Aunque no lo admitirían porque su orgullo lo impedía. Jungkook soltó las muñecas de Jimin, dando un paso hacia atrás, seguido de eso asintió con la cabeza.
—¿Algún familiar que venga a recogerte? El doctor dijo que puedes irte siempre y cuando te sientas bien —Jungkook miró su reloj—. Es la una de la madrugada y no acostumbro a dormir a estas horas de la noche.
—No tengo a nadie, Montalbán era mi única familia —mintió de nuevo.
—¿Nadie? ¿Ni un empleado de confianza? —cuestionó Jungkook y Jimin negó con la cabeza.
—Creo que tendré que irme solo a casa, gracias por todo. —Jimin tocó el botón que estaba al lado del respaldo de la cama para llamar a una enfermera, quien llegó de inmediato.
»¿Cuál es la tarifa por mi estadía aquí? Depositaré todo a tu cuenta —añadió.
—No es nada Jimin, el infortunio sucedió en mi bar. Es justo que yo lo pague, va por la casa.
—Bien.
La enfermera llegó luego de escuchar el llamado de Jimin, él estaba bien y deseaba irse en cuanto antes. Jungkook se quedó en silencio escuchando la conversación.
—¿Quiere que le quite la vía? —preguntó la enfermera y Jimin asintió—. Es la una de la madrugada, no acostumbramos a dar de alta a nuestros pacientes en este horario...
—Estoy bien, pagaré lo necesario para que me concedan ese favor, deseo irme a casa y dormir en mi cama. ¿Dónde están mis pertenecías?
—¡En seguida de las traigo! —La enfermera se puso de pie yendo a buscar la ropa de Jimin.
—En vista de lo evidente tendré que esperarte y llevarte a tu casa. Vivimos en el mismo vecindario, tómalo como muestra de paz. —Jimin sonrió.
—Creo que debo accidentarme más seguido para que seas amable conmigo.
—No voy a permitir que viajes solo a estas horas de la noche, no después de lo sucedido. Te espero en recepción —Dicho eso Jungkook salió de la habitación.
Jimin sonrió de oreja a oreja porque su plan había salido a la perfección, incluso mejor de lo planeado. Con entusiasmo se quitó él mismo las vías, luego se desvistió sorprendiendo a la enfermera cuando llegó a darle sus pertenencias. Jimin no tenía vergüenza alguna de mostrar su cuerpo porque sabía lo hermoso que era y el pudor lo había perdido mucho tiempo atrás.
—Gracias por todo, enfermera. Puedes quedarte a ver cómo me visto, de todos modos no necesito ayuda. Pero sí me gustaría que me acompañes a la salida tomado del brazo para evitar marearme.
—Como usted diga... —La enfermera se volteó para no ver a su paciente desnudo.
Minutos después Jimin bajó por el ascensor tomado del brazo de la enfermera, ella la llevó hasta donde estaba Jungkook entregándole sus zapatos ya que la paciente portaba pantuflas que el hospital le proporcionó.
—Cuide de su novio señor, que aparte de lindo es adorable —dijo la enfermera y se marchó.
—¿Le dijiste que eras mi novio? —Jungkook alzó las cejas al tomar el brazo de Jimin para ayudarlo a tomar el "equilibrio"
—Para nada, ella lo dio por hecho —Jimin susurró al salir por las puertas giratorias del hospital.
—Que no se te suba a la cabeza, que tú y yo no somos compatibles.
—Hablas como si fueras la última coca cola del desierto. Si me gustaras ya te tendría comiendo de mi mano —dijo tratando de sonar divertido.
Al llegar al automóvil ninguno de los dos habló hasta llegar a la mansión de Jimin, él insistió en poder caminar solo hasta la entrada, pero Jungkook se las apañó para ayudarlo a entrar porque no quería arriesgarse a que se cayera o desmayara a mitad de camino.
—Que amable —soltó Jimin al abrir la puerta de su casa. De inmediato una de sus sirvientas salió al encuentro, pero él le dijo con la mano que se retirara.
—Dijiste que querías que lo fuera.
—Gracias, Jungkook. No tenías porque hacerlo y aun así me ayudaste, ahora me siento en deuda contigo.
Sin pensarlo Jimin aprovechó su estado de doncel agradecido para sorprender a Jungkook con un abrazo. Él se quedó inmóvil y desconcertado por un par de segundos, pero después correspondió de la misma manera. La medusa de oro sonrió triunfante en medio del abrazo y después se separó de Jungkook, dando un par de pasos hacia atrás.
—Nos vemos después, no olvidaré este día y lo agradecido que estoy contigo.
Dicho eso entró a su casa cerrando la puerta. Jungkook se quedó estático viendo el picaporte, dudando mentalmente entre entrar o no entrar a la mansión para besar los labios de Jimin. ¿Qué clase de hechizo le hizo? ¿Por qué sentía esa terrible necesidad de correr hacia sus brazos y arrancarle cada prenda de su cuerpo? Haciendo a un lado esos pensamientos y un tanto aturdido caminó hacia su automóvil, huyendo de la medusa que lo acababa de cautivar por completo.
AJSHSSKKSJSJLDKSKDHDJSKSJSJKS AQUÍ HAY AMOoooOoOoOoOoOrrrrrrr pero ninguno lo sabe, ya que se den como cajón que no cierra skshsksksk
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