Capítulo veinte
Tras el repentino mensaje que envió el vicepresidente Karl, el plan IPR se puso en funcionamiento de inmediato.
El complejo de la organización rebelde entró en alerta y comenzaron a mandar a sus soldados, los cuales, a pesar de no ser muchos, parecían totalmente preparados.
En esos momentos, el sargento Jefferson se encontraba sentado en la carrocería de uno de los camiones que se preparaban para ir al laboratorio MABS. A su lado, se encontraban otros diez hombres con sus armas ya listas. El objetivo de la misión era la extracción de los documentos claves para erradicar al gobierno de Sillury. Enviarían esa información al resto del mundo y frenarían los planes retorcidos de MABS. Sin embargo, aunque se escuchaba fácil, era todo lo contrario. Esa noche, ese mismo momento, era decisivo para el futuro de todo el país.
Allí, dentro de la carrocería, era imposible identificar qué camino estaban tomando. Así que Jefferson optó por quedarse sentado, aferrándose para no caerse debido a los movimientos bruscos del camión.
Fue de repente que el camión frenó, tomándolos a todos por sorpresa. Los soldados al interior de la carrocería se miraron unos a otros.
—Informen la situación —pidió el jefe de escuadra, el cual era un hombre cuarentón muy en forma que se hacía llamar Armando. Su radio produjo estática y luego se escuchó la voz del señor Wegner al otro lado:
—Julia Jones ha llegado en su propio auto. Se ha subido al jeep pero estamos quitando su vehículo de la carretera para poder pasar. Esperen un momento, por favor.
Se escucharon suspiros de alivio, y Jefferson escuchó atentamente los murmullos.
—Pensé que no iba a poder llegar, a esa mujer la quieren muerta.
—Sin ella, este plan no sería posible. Joder, estamos de suerte.
Quiso preguntar, pero el camión se puso en funcionamiento nuevamente y los hombres habían dejado de hablar del tema. Además, la estrechura del espacio no le permitía movilizarse hacia ellos para enterarse más en detalle de la situación.
Estaba seguro de haber oído ese nombre en algún lado, quizás Marcus (quien era antiguo trabajador en el laboratorio MABS) le había mencionado a aquella extraña mujer, que aparentaba ser muy importante.
***
Fue Richard quien dio la orden de detener el jeep. Aún les faltaba poco para llegar a su destino, el laboratorio se encontraba unos cuantos metros más adelante. No obstante, y por precaución, sugirió seguir a pie para evitar ser vistos.
Las siluetas de los árboles en torno a la carretera le parecían espeluznantes. Sabía que lo que estaba a punto de suceder podría llevarse vidas de hombres que decidieron servirle y entregaron toda su confianza a él. Solo sabía que si alguien moriría esa noche sería por una buena causa, y quiera Dios que valiese la pena.
—Listos para empezar, señor Wegner —le informó Jass, la conductora del jeep.
—Es extraño... —comentó Julia en medio del silencio que se había formado en el interior del vehículo. Julia Jones, a pesar de ser la mujer más importante de MABS, nunca estuvo de acuerdo con las atrocidades que hacían allí; ella y Wegner fundaron la organización rebelde, y luego de pasar años escondida, al fin había vuelto para poner fin al plan MABS. Este, sería el gran paso que determinaría si ganaban o no la guerra contra el gobierno, su propio gobierno.
—¿Por qué es extraño?
—Creí que eras más inteligente, Richard ¿Acaso no lo notas? Se supone que Rifftod estaría aquí llevándose esos archivos, pero no hay rastro de nada ni nadie ¿No les parece extraño?
Las tres personas dentro del jeep se miraron unos a otros. Todo era incierto, pero no había marcha atrás, necesitaban conseguirlos sí o sí.
—Quizás no han llegado —opinó Jass —. Con más razón, debemos actuar rápido.
—Sigamos con el plan. Los soldados del primer camión entrarán con nosotros, el resto vigilará la zona. Debemos darnos prisa.
Se bajaron, atravesaron los árboles. Julia y Wegner iban al frente, y los soldados los protegían de frente, atrás y de lado como si fuesen una especie de escudo. Todos tenían armas y alumbraban con sus linternas. Wegner notó también que el sargento Jefferson, a quién recién conocía, estaba con ellos, y en determinado momento de la caminata se le acercó y le dijo:
—Tengo un mal presentimiento.
—Debemos ser optimistas. Podemos lograrlo.
—¿Quién es Julia Jones? ¿Por qué es tan importante? —le preguntó.
—Es esa mujer de ahí —Richard la señaló con el dedo índice —. Más adelante te contaré su historia, pero ahora, solo confiemos en ella, además, también es jefa de la organización rebelde junto conmigo.
Jefferson asintió y se abstuvo de hacer otras preguntas.
Llegaron.
El silencio y la desconfianza reinaba entre los rebeldes.
La instalación del laboratorio MABS se alzaba sobre ellos. Era enorme a simple vista, pero solo contaba con tres pisos. Atravesaron las rejas destrozadas que lo rodeaban, y avanzaron hacia la entrada del edificio. La puerta de vidrio estaba hecha añicos, ya que por allí escaparon las criaturas, y al parecer nadie se había encargado de limpiar el desastre; aunque eso era bueno, ya que significaba que nadie habría estado por ahí hacía ya mucho tiempo.
—Equipo Beta, informen —pidió Julia por la radio.
—Nada a la vista. Todo despejado —respondió el jefe de escuadra al otro lado. Los rebeldes se dividieron en dos grupos, el de Wegner contaba con varios hombres que entrarían con ellos al laboratorio, el resto se quedaría fuera vigilando la zona.
—Recuerdo haber venido aquí —dijo Jefferson, nostálgico. Agachó la mirada pensativo y una lágrima se le escapó, pero se la limpió de inmediato.
Wegner, aunque quería consolarlo, no pudo. Simplemente no era el momento.
Entraron, alumbraron los objetos que estaban destrozados y desperdigados por doquier. La recepción era todo un fiasco, había sangre seca tanto en las paredes y en el suelo, y el olor a putrefacción era simplemente asqueroso.
—Guíanos Julia ¿Dónde está la bóveda? —le pregunto Wegner, ansioso.
—En el tercer piso.
—Pero en los planos no hay ninguna bóveda, y menos en el tercer piso. En ese piso solo hay habitaciones —aseguró otro de los hombres, parecía confundido.
—Ya lo verán —Julia le sonrió y asintió con la cabeza. No lo dijo, pero con su expresión les pedía que confiaran en ella.
Subieron por las escaleras de emergencia hacia el tercer piso, cuando llegaron pudieron confirmar que definitivamente el piso en su totalidad estaba casi vacío, salvo por dos puertas que llevaban a dos habitaciones. También, al fondo, estaba la entrada al ascensor.
—Solo tres irán con nosotros, los cuales son Jefferson, Omar y Jass. El resto se quedará aquí ¿Entendido? Nos estaremos comunicando por radio.
—Sí señor —respondieron al unísono.
Richard, Julia, Jefferson y los otros dos se acercaron al elevador.
—¿Vamos a volver a bajar? —les cuestionó Jefferson, pero nadie le respondió.
Se internaron en el estrecho espacio y de inmediato notaron que no se trataba del mismo elevador del edificio, sino que este era diferente. Julia oprimió un botón y la puerta se cerró, luego, en el costado, insertó una clave y su huella digital, también pronunció unas determinadas palabras y luego de un minuto, el ascensor comenzó a descender produciendo un chirrido exasperante.
Guardaron silencio, y esperaron hasta que las puertas se abrieron nuevamente.
—Es un piso subterráneo secreto. Solo se puede acceder a él a través del elevador del tercer piso ¿Ingenioso, no? De hecho, fue mi idea —Jones fue la primera en salir. El resto la siguió.
Wegner sabía de la existencia de ese espacio, pero nunca antes había llegado a estar allí.
Caminaron por un pasillo estrecho y se detuvieron en seco al ver que la puerta circular de la bóveda se encontraba entreabierta. Se internaron en el espacio y desconcertados, observaron los documentos que estaban tirados por todo el suelo, algunos inclusive, estaban rasgados por la mitad.
—¿Quién hizo esto? —preguntó Omar y miró a Richard esperando una respuesta. Pero nadie lo sabía, nadie. No había rastros de que alguien hubiese llegado antes que ellos.
—No importa. —soltó Julia enrojecida por la rabia —. Tenemos que recuperar todo lo que podamos. Todo es importante y nos puede servir así que empaquen todo lo que puedan, no importa si son hojas rasgadas o no ¡Ahora!
Y eso hicieron. Metieron en las mochilas todo tipo de documentos, sin mirar su contenido. Por otro lado, Julia se acercó a una estantería en especifico y luego de buscar por todas partes soltó un grito que los paralizó a todos.
—¡Los archivos no están! ¡No están! ¡Alguien llegó primero que nosotros!
Julia le arrebató un documento a Jefferson, y lo miró con una expresión de horror en su rostro.
—¡Es una trampa, Wegner! ¡Una trampa! ¡Son documentos blancos, con textos prácticamente irrelevantes!
—¡¿De qué hablas?!
Fue en ese instante en que la radio emitió sonidos extraños, primero fue de estática, luego se pudo escuchar con mayor precisión.
—En el tercer piso...estamos... —y se escuchó un ruido, era un disparo. Y la comunicación se cortó.
Los rociadores automáticos se activaron abruptamente. Todo a su alrededor comenzó a empaparse y fue casi de inmediato que sintieron un olor a gasolina.
Todo pasó muy rápido.
Julia Jones salió corriendo de la bóveda, y el resto la siguió. Ya afuera, escucharon aplausos. Se miraron unos a otros, pero nadie realizaba movimientos con las manos.
Se dieron la vuelta y se percataron de la presencia de un hombre robusto y de traje que estaba quieto en el ascensor.
—¿Cómo es que...? —Richard estaba aterrado. Era una trampa ¡Habían caído en una maldita trampa!
—¿Te alegra verme, querida July?
—¡No me llames así, pedazo de mierda!
Jefferson apuntó al hombre.
—¡Si esa puerta comienza a cerrarse dispararé antes de que puedas escapar! ¡Da un paso al frente, ahora!
Robert Williams era el hombre que se encontraba frente a ellos. Era el hombre causante de todo. Él provocó el escape de las criaturas.
Robert sacó el arma. Tanto Jefferson como Omar estaban a la espera de la orden de Wegner para poder disparar.
—Robert. No lo hagas, no vas a conseguir nada. Te lo he dicho siempre, tu avaricia está acabando con miles de personas ¿Es que acaso no ves lo que has causado?
—Es tan típico de ti, colega —Robert sonreía cínicamente —. Yo siempre me pongo del lado de los ganadores. Lastima que ustedes no lo sean. Richard... Julia... Ustedes dos están destinados a perder.
—¿Dónde habías estado todo este tiempo? ¡Te buscaban para matarte! ¡¿Cómo es que ahora estás de su lado?! —bramó Julia enfurecida —. ¡Causaste todo esto! ¡Las criaturas están sueltas y miles de vidas se han...!
—¡Basta! —gritó Robert y se mordió el labio —. ¡No tengo tiempo para esta mierda! ¡Todos ustedes van a arder en el infierno! Los rociadores contenían gasolina.
Fue de repente, e impredecible. Robert disparó dos veces consecutivas; la primera al suelo, y el segundo disparo llegó hasta Jass, le dio en el pecho y la derribó de inmediato. Richard gritó y se tiró al suelo para socorrerla.
Jefferson disparó. Le dio en el pecho y lo hizo caer dentro del elevador, corrió hacia él, pero las puertas se cerraron.
Jefferson golpeó las puertas metálicas con rabia.
—¡Fuego! —gritó Omar.
Una línea gruesa de fuego comenzó a extenderse por el pasillo que llevaba hasta la bóveda.
—Fue la chispa del disparo que lo causó. Quizás aprovechó mientras estábamos en la bóveda para prender fuego a todo. Le has disparado, así que no irá lejos. Debemos subir ¡Ahora! —ordenó Julia, mientras Richard lamentaba la muerte de Jass —. Esta zona es anti-incendios, no estamos en peligro, solo lo hizo para ganar tiempo.
Richard vio que los papeles de la bóveda comenzaban a incendiarse, el fuego comenzó a propagarse más rápido y el humo ya alcanzaba sus pulmones. Tosió violentamente y se puso de pie, dejando a Jass en el suelo. Las llamas se hicieron más grandes, y alcanzaron la entrada de la bóveda antes de que pudieran cerrarla. En cuestión de minutos los alcanzaría a ellos también.
—No... El sistema anti-incendios está inactivo. Los rociadores contiene gasolina. El ascensor... es... nuestra única salida —Richard tosió. Ya podía sentir el calor, y como era un espacio cerrado, el humo se volvía más insoportable —. Si estuviera activo... ya habría...
—¡No funciona! —gritó Omar.
—¡El ascensor no funciona! —añadió Jefferson.
Julia se acercó y desesperada, intentó hacer que funcionara. Pero como era de esperarse, no dio resultado.
—¡Maldito Robert! ¡Activó la seguridad de la bóveda! ¡No podemos subir!
—¡¿A qué te refieres?! —le gritó Richard. El pánico comenzaba a apoderarse de él, y de todos.
—No va a subir, a menos de que alguien de arriba lo active de nuevo —dijo Julia y se tiró al suelo, se tocó la frente y comenzó a maldecir, llorar, y gritar.
Richard cogió la radio y se comunicó con las escuadras de fuera. Pero nadie le respondió. Quizás les había pasado algo, o quizás la señal allí abajo no era del todo buena.
El fuego se propagó. Todo comenzó a arder.
Julia, Omar, Jefferson y Richard Wegner estaban rodeados por el fuego. No tenían escapatoria.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro