Capítulo treinta y nueve
La camioneta descendió rápidamente hacia las profundidades del lago.
Fueron minutos de pánico, en los cuales, todos los que estaban adentro luchaban por romper las ventanas. Jonathan consiguió agrietar el vidrio, y Richard decidió ayudarlo. Pateó la ventana múltiples veces hasta hacerla añicos. Los pedazos de cristal llegaron en torno a su rostro, y tuvo que obligarse a cerrar los ojos.
Sintió un agarre alrededor de su muñeca. Era Jonathan quien le insistió que saliera del auto. Pero Richard se negó. Le hizo señas para que se fuera y Jonathan así lo hizo.
Luego se giró hacia los asientos de atrás, en donde Julia luchaba por desabrochar, o tan siquiera romper, el cinturón que tenía sujeto a Matías.
Se desplazó hacia su hijo y jaló con fuerza. Algunas burbujas de oxígeno se le escapaban por la nariz.
Pese a todos sus esfuerzos, el cinturón no cedía. Se estaba quedando sin aire. Pero si subía, su hijo moriría.
Su miedo incrementó cuando vio, por el rabillo del ojo, una silueta negra que nadaba hacia ellos. Provenía de las profundidades del lago y se acercaba a una velocidad increíblemente aterradora.
Pese a que Julia se quedó paralizada de miedo, Richard solo se volteó y llegó hasta el estuche del auto. Lo abrió, y múltiples objetos salieron flotando. Rebuscó entre todas las cosas, y encontró una navaja inglesa.
Rompió el cinturón y empujó a su hijo hacia el exterior del auto. Movió los brazos hacia arriba, indicándole que subiera a la superficie. Matías así lo hizo, y al tiempo en que nadaba hacia arriba, la criatura acuática atrapó a Julia.
Richard vio cómo el animal se enroscaba en su cuerpo. Vio sus garras enterrarse en el abdomen de Jones. No se trataba de un simple animal. Se trataba de una especie genéticamente modificada. Poseía un cuerpo alargado, con dos patas que le servían para impulsarse bajo el agua. Además, tenía la cabeza de una serpiente.
Nadó rápidamente. Y justo cuando llegó, enterró la navaja. Su piel no era impenetrable, de hecho era lisa, por lo cual le dio la ventaja. Acuchilló imparables veces hasta que el líquido verdoso comenzó a brotar de las heridas. El animal liberó a Julia y escapó, regresando de nuevo hacia el fondo del lago.
Richard tomó a Julia, quien ya había liberado el poco aire que le quedaba. Sostuvo sus brazos y comenzó a nadar hacia la superficie. Frente a sus ojos, solo podía ver los rayos del sol atravesar el agua. Estaba cada vez más cerca. Arrastraba a Julia, deseando con todas sus fuerzas que sobreviviera. Cuando al fin alcanzó la superficie, llenó sus pulmones de aire. Estaba exhausto y respiraba fuertemente.
—¡Papá! ¡Papá por aquí! —escuchó los gritos de su hijo. Matías estaba en la orilla del lago, en compañía de Jonathan. Ambos le hacían señas.
Ayudó a Julia a subir por completo a la superficie, pero aún seguía con los ojos cerrados. Sus pulmones estaban infestados de agua.
—¡La señorita Jones está herida! ¡Ayúdenme!
Jonathan se lanzó de nuevo al agua y llegó hasta ellos. Sostuvo a Julia del brazo y la jaló hacia la superficie. La dejaron en el suelo, y sin dudarlo un instante más, decidieron ejercer primeros auxilios. Pusieron a Julia boca arriba, Richard se puso sobre ella. Juntó las palmas alrededor de sus costillas y comenzó a ejercer fuerza con el peso de su cuerpo. Se acercó a sus labios y le pasó aire. Siguió repitiendo esta maniobra una y otra vez hasta que por fin Julia reaccionó y escupió un chorro de agua. Luego tosió escandalosamente.
Cuando sus ojos se posaron en el cielo, comenzó a llorar.
—Tranquila, señorita. Está bien. Estás viva —le dijo Matías con una sonrisa, sin percatarse de las heridas que tenía en su abdomen.
La sangre comenzaba a manchar la arena de la orilla. Matías y Jonathan soltaron una exclamación de terror.
—¿Pero qué le ha pasado?
—Había una criatura... La atacó —Richard levantó la camisa de Jones e inspeccionó las heridas. Lamentablemente se estaban tornando oscuras, su sangre salía a borbotones. Eran profundas —. Tenemos que irnos. Jonathan, ¿tienes el GPS?
—Si, señor.
Jonathan sacó el aparato. Apretó unos botones y luego de analizar fijamente la pantalla, sonrió.
—Estamos cerca del refugio. Síganme.
Richard tomó a Julia en sus brazos. Ella se quejó por el dolor que suponía que la levantaran, pero se mordió los labios y aguantó.
Comenzaron a adentrarse entre los árboles, alejándose del lago poco a poco. A lo lejos zumbaba un helicóptero. Debían darse prisa. Los estaban buscando.
—Richard... Tienes que... tienes que dejarme. Solo los retrasaré —comenzó a decir ella en su oído. Estaba al borde de las lágrimas —. Tuve contacto con la sustancia. En cualquier momento mi cuerpo comenzará a reaccionar y moriré. Sabes que no podré vivir.
—No te dejaré aquí —le replicó él con firmeza. Poniendo fin a la conversación.
Atravesaron matorrales y arbustos hasta que finalmente percibieron la camioneta desgastada y sin llantas que permanecía ahí. En el capó tenía un dibujo: Se trataba de un círculo, y en medio una R enorme pintada de rojo. Ese era el símbolo de la organización rebelde.
Apartaron el auto dejando a la vista la escotilla que los conduciría al refugio. El cual era simplemente un cuarto de pánico con espacio reducido.
Mientras Jonathan la abría. Richard inspeccionaba el alrededor. Suspiró aliviado al ver todo despejado. Su mayor temor en esos momentos era ser encontrado por los militares.
—El mensaje se envió —anunció Jonathan con una sonrisa en su rostro. Estaba abriendo la escotilla con ayuda de Matías, por mientras, Richard solo sostenía a Julia. La veía desangrarse en sus brazos —. Si tenemos suerte, el gobierno ruso intervendrá lo antes posible.
—Ya es muy tarde para eso. Muchas personas han muerto ya. La ciudad Astra está devastada. Se han reproducido a gran escala. Están por todas partes —Richard apretó la mandíbula. La sonrisa de Jonathan se esfumó y no le quedó más que asentir —. Mandamos las pruebas. Pero eso no garantiza el bienestar de nadie. Jonathan, creo que nos van a bombardear.
Todos se quedaron perplejos por un instante.
—¿Sabías eso y aún así proseguimos con tu plan? —cuestionó Jonathan con el ceño fruncido.
—No hicimos esto para que simplemente mandaran a sus ejércitos y acabaran con las criaturas. Las cosas no son así de fáciles —Richard suspiró impaciente —. Tienen que exterminar a esas especies. Van a querer castigarnos por lo que hicimos, por las bestialidades que creamos.
—Basta. Abran la escotilla de una vez. No es...No es seguro quedarnos aquí afuera —interrumpió Matías, aun intentando asimilar la nueva información.
Jonathan se limpió las lágrimas que surcaban sus mejillas y finalmente abrió la escotilla.
Allí abajo todo estaba inundado de polvo. Hacía años que nadie hacía presencia en el lugar.
—¿Por cuánto tiempo nos quedaremos aquí? —preguntó Matías mientras inspeccionaba la zona. Allí lo único que había eran dos colchones, una computadora y estanterías repletas de los insumos suficientes para sobrevivir a por lo menos cuatro meses, eso sí repartían bien la comida.
Jonathan cerró la escotilla. Y pulsó el interruptor que le brindaba luz al espacio.
—Aquí estaremos a salvo. Este lugar es pequeño, pero es igual de resistente que un bunker —Richard dejó a Julia sobre uno de los colchones.
—¿Quién construyó este lugar?
—Tu papá lo construyó —le respondió Jonathan a Matías.
—No. De hecho fue Karl, el vicepresidente —le corrigió Wegner y se mordió el labio. Karl no sólo era su superior, de hecho, eran como amigos. Pero no había tiempo para lamentarse. Karl había muerto.
—Richard —le llamó Julia. Escupió repentinamente un fluido negro que manchó por completo el colchón —. Me duele... Me duele muchísimo.
—Traeré analgésicos. Cubriré tus heridas. Vas a estar bien, lo prometo.
Ella sonrió con sorna y negó con la cabeza.
Richard acercó la cabeza de Julia a su pecho. Él la sostenía con los ojos inundados de lágrimas.
Le dolía ver a Julia llorar en su hombro. Apretaba sus heridas para detener el sangrado. Pero era inútil, y ella lo sabía. Sin embargo, intentaba aferrarse a la vida.
Julia no quería morir, y jodidamente, Richard no podía hacer nada para salvarla.
—Wegner... Ha sido un placer trabajar contigo —dijo ella.
—Mierda Julia. Esto no debió haber pasado. Lo lamento tanto, yo...
—Nada de esto es tu culpa.
Su cabello rojo se pegaba en su frente debido al sudor. Su piel estaba pálida por la pérdida de sangre.
—Papá... sus manos —señaló Matías perturbado.
Los dedos de Julia comenzaban a torcerse. Julia gritó adolorida.
Jonathan vomitó y se escondió tras una de las estanterías para evitar observar la escena.
Julia comenzó a convulsionar. El virus estaba haciendo efecto.
—¡Matías, ve con Jonathan! ¡No mires! —le ordenó Wegner y echó a llorar.
***
Refugio
3:45pm
Tres horas después de la muerte de Julia...
La única manera de confirmar que el mensaje había sido enviado era por medio de la computadora disponible en aquel refugio. Era de un modelo lanzado en el año 2029, pero que a pesar de sus largos años de abandono, aún seguía funcionando.
—Las redes están caídas —manifestó Jonathan mientras tecleaba en el aparato —. ¿Cómo haremos para ver las noticias?
—Solo necesitamos salir de esa red, ya que está siendo monitoreada y manipulada por el gobierno. Hackea un sistema alterno, no nos rastrearán.
Minutos después, Jonathan ingresó en otro sistema operativo. Insertó parches de duración limitada que les ayudarían a no ser rastreados por ningún informático de MABS. Clickeó sobre una pestaña que los llevó rápidamente a una transmisión de noticias.
—Es una conferencia por parte de Faddey Kuznetsov, el presidente de Rusia —Jonathan incrementó el volumen. Y escucharon atentos lo que se avecinaba:
—...las circunstancias requieren acciones firmes e inmediatas de nuestra parte. Hemos recibido expedientes de fuentes anónimas que afirman que lo que actualmente sucede en la República de Sillury ha sido obra del gobierno. Se trata de un nefasto experimento que se les salió de las manos. Los gobernantes de Sillury han puesto en peligro, no solo a su propia nación, sino a todo el mundo. Inicialmente, las especies de las que tanto se habla actualmente, iban dirigidas a esta nación rusa. Por lo tanto, acorde a la violación del artículo 51 de paz, hemos decidido tomar acciones inmediatas. Se ha decidido, con autorización de la ESVI (Erradicación internaciones de sucesos violentos), que se llevará a cabo una operación militar a gran escala. No habrá piedad de nuestra parte —las siguientes palabras del presidente fueron más que amenazantes —. ¡Quienquiera que se atreva a detenernos y crear más amenazas para nuestro país pagará las consecuencias! Sillury enfrentará los males que trajo con sus decisiones, y tendrán un impacto que nunca han enfrentado en su historia.
Fue así como terminó su discurso. El presidente Faddey Kuznetsov abandonó el escenario envuelto en los flashes de las cámaras. Todos los periodistas presentes lanzaban preguntas en ruso.
—¿Eso qué significa? —preguntó Matías con los ojos más abiertos de lo normal.
—Que debemos prepararnos para lo que se viene —contestó Richard. Los nervios se aferraban a su cuerpo.
—Rusia tiene la autorización de la ESVI, es más que suficiente para iniciar un ataque. Lanzarán bombas a Sillury con el objetivo de exterminar a las criaturas —explicó Jonathan y siguió navegando en la web.
—¿Y aquí estaremos a salvo?
Richard tomó la cabeza de Matías en sus manos. Lo obligó a mirarlo fijamente.
—Si, hijo. Aquí estaremos a salvo, tanto de la criaturas como del ataque que se aproxima.
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