Capítulo cuatro
Matías estaba en la cama de abajo. Cris estaba en la de arriba.
En el cuarto lo único que había era una litera y una cama individual en un rincón. Poseían un armario pequeño, en el que sólo guardaban la ropa con la que llegaron. De hecho, lo único que podían vestir en ese lugar era una especie de pijama azul claro de mangas largas y pantalones holgados.
—¿Qué opinas sobre la propuesta del señor Eithan? —le preguntó Cris y asomó la cabeza desde arriba.
—No lo sé. Creo que no está bien.
—¡Venga! No seas tan inseguro. No va a pasar nada malo, además, debemos saber que tienen abajo y tu padre no nos haría daño —insistió.
Matías rodó los ojos ante su insistencia. A decir verdad, si se sentía intrigado, y de tan solo pensar en escabullirse en esos pisos subterráneos hacía que la adrenalina recorriera todo su cuerpo. Por otro lado, no quería fallarle a su padre.
De repente, la puerta de la habitación se abrió y lo primero que vieron fue a un soldado, este era alto, con anteojos y sin un pelo en la cabeza. Tenía una expresión seria en su rostro. El hombre los examinó a ambos y luego recorrió toda la habitación con la mirada.
Tras él, Matías logró reconocer al señor Eithan. Este le sonreía. Además, traía consigo una maleta.
—Tienen un nuevo compañero, jóvenes. Es el señor Eithan Miller, pidió personalmente estar con ustedes ¿Están de acuerdo? —el soldado alzó una ceja, a la espera de una respuesta.
Cris se bajó de la cama de arriba de la litera y miró a Matías conteniendo una sonrisa.
—Bien. Nos parece bien —respondió asintiendo con la cabeza.
El soldado ahora se centró en Matías, quien solo se limitó a asentir.
Eithan se adentró en el cuarto. El soldado se despidió y cerró la puerta.
—Joder ¿Cómo hiciste para cambiarte de cuarto, eh? —Cris y él chocaron los puños. Como si se conocieran de toda la vida.
—Son pocos los guardias que hay, solo dije que dos menores de edad no deberían estar solos y me ofrecí a cuidarlos. No me costó mucho convencerlos.
Cris se rió.
—Espero no hayas cambiado de opinión —soltó Eithan dirigiéndose a Matías. Se acomodó en la cama del rincón. Dejó la maleta encima y se sentó —. Sé que suena peligroso, pero no nos harán daño.
Matías notó cierta inseguridad en el hombre. Al igual que él no estaba seguro de que estarían bien luego de escabullirse en lo que sea que hay abajo.
—¿Entonces cuál es tu plan? —preguntó sin rodeos.
—Este lugar está lleno de pasillos, pero uno en especial está restringido. No podemos ir allí a pie. Debemos encontrar una puerta de acero que nos llevará directamente al ascensor, pero para hacerlo funcionar necesitamos la tarjeta de acceso.
—¿Cómo sabes todo eso? —Cris se sentó a su lado y lo miró con emoción.
—Mi esposa. Trabaja aquí. Antes de que viniéramos, encontré en su oficina un mapa. Por eso lo sé —contestó —. Debemos quitarle la tarjeta a uno de los soldados, todos la tienen. Luego, debemos dirigirnos al cuarto de aseo, allí hay una entrada secreta a los ductos de ventilación, por ese medio atravesaremos el pasillo sin ser vistos.
—Entonces lo complicado del plan es la tarjeta —repuso Matías y se mordió el labio —. Quizás... si creamos una distracción podemos quitársela a alguno. También la vi. La tienen sujeta en el pantalón.
—¡Tengo un plan! —Cris se levantó sobresaltado, con una enorme sonrisa en el rostro.
Matías soltó un suspiro. Sabía que los planes de su amigo no eran precisamente favorables.
***
De nuevo en la cafetería.
El reloj en la pared marcaba las 18:30 pm, y la cena ya estaba lista. Matías y Cristian comían en una mesa en compañía del señor Eithan.
—¿Estás seguro de que funcionará? —le cuestionó él con el ceño fruncido.
—¿Tienes una idea mejor? —le preguntó Cris y se echó a reír —. Lo único difícil del plan es provocar a ese tipo.
Todos giraron las cabezas hacia el hombretón gordo en la mesa del centro, estaba solo; Tenía el cabello canoso hasta los hombros. La camisa del pijama le quedaba estrecha. Aquella prenda era incapaz de retener toda esa barriga.
—Lo intentaré —anunció Eithan y se puso de pie. Ambos jóvenes miraron como se alejaba y se acercaba a la mesa central de la cafetería. Eithan se sentó en la silla frente al hombretón y le sonrió, empezó a hablar, pero desde donde estaban no podían escucharlo.
Matías no creía que el plan fuese a resultar, pero su amigo pensaba todo lo contrario. Cris se mordía las uñas ansioso y no paraba de soltar risitas agudas por la emoción.
—Esto será un desastre... —comentó Matías para sí mismo. Cris levantó las cejas y lo miró por un momento, pero luego centró de nuevo su mirada en los dos hombres y se metió un patata frita en la boca.
De repente, el robusto golpeó la mesa y se levantó de golpe. Eithan se sobresaltó pero se mantuvo al margen de la actuación.
—¡¿Qué mierda sucede contigo?! ¿Buscas pelea, pedazo de estiércol? —vociferó el hombre. Eithan siguió provocándolo hasta que el hombre se hartó y decidió agarrarlo del cuello. Arremetió contra él provocando que la bandeja de comida cayera al suelo soltando un fuerte estruendo. Se escucharon sonidos de asombro de las pocas personas presentes.
El hombre sacudió a Eithan y lo empujó, haciéndolo caer de bruces contra el suelo.
—¡Tú puedes señor Miller! —se burló Cris.
—¡De pie malnacido! ¡Ven golpéame, necesito ver si eres tan machito como para venir a joderme la vida! —lo retó el hombre.
Eithan se puso de pie, ya no parecía una pelea actuada sino que ahora... iba en serio. Los dos se sujetaron de las camisas y se propinaron unos buenos puñetazos. Eithan apenas lograba defenderse, y el hombre llevaba la ventaja.
—¡Ustedes dos! ¡Ya basta! —intervino el guardia de la cafetería y se acercó corriendo. Intentó separarlos por medio de empujones.
—Es el momento, debe coger la tarjeta —dijo Cris. Ya no se reía a carcajadas, pero si mantenía una mueca en la cara, todo ese asunto había dejado de ser gracioso.
Matías vio la tarjeta sujeta en la parte trasera del pantalón del soldado. También, vió como Eithan extendía el brazo derecho intentando alcanzarla, con el otro brazo apenas lograba prenderse del hombre.
Matías se dio cuenta de que las probabilidades de alcanzar la tarjeta de acceso eran terriblemente bajas y si no se daba prisa, el guardia lo notaría. Decidió levantarse y caminó hacia ellos. Eran tres hombres agarrados entre sí, el soldado intentaba separarlos y los causantes de todo el conflicto se negaban a separarse. Matías aprovechó que el soldado le dio la espalda, acercó la mano temblorosa y cuando estuvo a punto de agarrarla el guardia fue empujado y chocó contra él.
Matías recuperó el equilibrio antes de caer al suelo.
—Niño, mantente alejado —le ordenó el soldado. Sin embargo, Matías dio un paso al frente y lo volvió a intentar. El soldado le dio nuevamente la espalda, se sacudía por los terribles empujones, que tanto Eithan como el otro provocaban. Respiró hondo y sostuvo la tarjeta. La desprendió del gancho en el que estaba y de inmediato se la puso en el bolsillo del pantalón. Escuchó los gritos de emoción de Cris a sus espaldas, que eran apenas perceptibles debido a los bramidos quejumbrosos de ambos oponentes.
Matías se dio la vuelta dispuesto a volver a la mesa, pero al hacerlo, se percató de que los ojos de una muchacha estaban puestos sobre él. No, de hecho, todos en la cafetería se habían dado cuenta de que tomó la tarjeta sin previa autorización.
«Con las manos en la masa. Mierda» pensó y se mordió el labio. Forzó una sonrisa incómoda y siguió avanzando. Nadie le dijo nada, pero uno de ellos comenzó a llamar al guardia. Cris también se había percatado, agitaba los brazos en el aire tratando de captar la atención de Eithan.
—Te dije que era una pésima idea —declaró Matías justo cuando llegó a la mesa que les correspondía.
—Todos te vieron, tío ¿Y ahora qué hacemos? —soltó Cris. Las sonrisas y la seguridad que emanaba con respecto a su plan se habían esfumado, de hecho, Cris comenzó a realizar movimientos que dejaban en claro que se estaba poniendo nervioso.
El enfrentamiento entre ambos hombres llegó a su fin. Eithan respiraba acelerado y se tocaba el pecho, por otro lado, el hombretón se apartó pero golpeó una de las mesas vacías con resentimiento. Cris le hizo señas a Eithan pero este frunció el ceño.
—¡Señor! Ese muchacho le... —comenzó a decir una señora y señaló a Matias. El corazón se le aceleró de inmediato. Pero por suerte, el soldado la interrumpió:
—Señora, ahora no. Necesito solucionar este asunto cuanto antes.
Pero la señora no se quedó callada.
—¡Ese jovencito le quitó la tarjeta! —le informó con el ceño fruncido. Miró a Matías con desaprobación sin dejar de señalarlo con el dedo índice. El soldado se sorprendió y comprobó si estaba la tarjeta, pero efectivamente no estaba. Eithan miró a Matías con los ojos abiertos como platos.
—Muchacho, tu... ¿Cogiste la tarjeta? —el soldado luego miró a Eithan y bufó —. Esperen... ¿Todo esto fue planeado, verdad?
Antes de que alguien pudiera decir algo más, Eithan empujó al guardia haciéndolo caer de culo contra el suelo.
—¡Corran! —ordenó Eithan. Cris y Matías obedecieron al instante. Aprovecharon que la puerta estaba despejada y salieron de la cafetería. El soldado les gritó furioso que se detuvieran.
Ahora se encontraban en el pasillo. Eithan los guió. Corrieron como locos, sus pasos resonaban y formaban eco en el lugar.
—¡Quietos! —exigió el soldado tras ellos.
—¡Giren a la derecha! —indicó Eithan. Y así lo hicieron.
Matías tomó la delantera, Cris iba a su lado y Eithan Miller iba un poco más atrás. Tomaron otro pasillo que seguía a la izquierda, este no tenía salida, pero más allá, en la pared que marcaba el final se encontraba una puerta, y sobre esta, un letrero señalaba que se trataba del cuarto de aseo, el cual iba acompañado de "Zona exclusiva para el personal".
—¡Ahí está! —señaló Matías.
Los pasos del soldado se sentían más cercanos, este no paraba de exigir que se detuvieran. Por suerte no traía un arma, quien sabe lo que sería capaz de hacer.
Cuando llegaron, Matías abrió la puerta de golpe. Cris y Eithan entraron a toda velocidad. La puerta se cerró en las narices del soldado. Le insertaron el seguro y luego, Matías la reforzó con una silla. Cris encendió la luz gracias al interruptor que se encontraba al lado.
—¡Abran ahora mismo si no quieren meterse en serios problemas! —increpó el hombre al otro lado —. ¡Devuélvanme la tarjeta y salgan de ahí!
El soldado golpeaba la puerta con brusquedad.
—No. todo esto es un error. No debimos hacer esto. Estamos en serios problemas —se lamentó Cris y se sentó en el suelo.
—No te preocupes. Si no lo logramos solo seremos reprendidos, pero no sucederá nada más —lo tranquilizó Eithan.
Matías sacó de su bolsillo la tarjeta, solo para asegurarse de que seguía allí. Luego, tomó aire y dijo:
—No perdamos el tiempo. Señor Miller, dijo usted que debíamos entrar a los ductos. Tenemos que darnos prisa. Si el soldado avisa a sus compañeros de que tenemos la tarjeta van a hacer guardia en la puerta que necesitamos cruzar para poder bajar.
Eithan se apresuró. Se dirigió a una de las estanterías del estrecho lugar y comenzó a moverla. Matías se unió a él, y entre los dos comenzaron a arrastrarla hacia un lado.
—Este lugar da miedo —comentó Cristian y se acercó también para ayudar.
—Ninguno es claustrofóbico ¿verdad? —quiso asegurarse Eithan. Tras haber quitado la estantería, la pared blanca quedó al descubierto y en la parte inferior se encontraba la rejilla de entrada a los ductos. Tenía un gran tamaño.
Eithan buscó en las estanterías y encontró un destornillador, comenzó a quitar los clavos que la aseguraban, no le costó mucho puesto que era una salida de escape de emergencia. Desprendió la rejilla de la pared. Al otro lado solo se pudo ver oscuridad.
—¡¿Qué están haciendo?! —indagó el soldado con firmeza. ¿Aún estaba allí? Sí. Y seguía golpeando la puerta metálica con todas sus fuerzas —. Por favor... Me van a meter en serios problemas ¡Obedezcan mis órdenes!
—Aquí hay una linterna —avisó Cris y se la extendió a Eithan.
—Yo iré primero, ustedes síganme.
El hombre entró primero. Matías fue el siguiente, se acuclilló y luego se adentró. Comenzó a andar en cuatro patas. Tras él, iba su amigo.
—¿Conoces el camino? —le preguntó Matías.
—Si. Tengo buena memoria. Estudié el mapa de este lugar. No queda muy lejos —contestó Miller. Él lideraba el camino.
—No veo nada —se quejó Cristian.
—Solo sigue avanzando. Quédate cerca de mí.
Matías pasó junto al cadáver de un rata. Pero no prestó atención. Cris fue otro cuento, el muy pendejo se puso a gritar, por el sobresalto se golpeó contra el techo del ducto, y aunque no era un momento idóneo, Eithan y Matias se echaron a reír.
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