PRIMAVERA
Los pájaros cantan. Las flores nacen. Las abejas y mariposas revolotean por los alrededores de las flores y la fresca brisa impregnada en olor a flores te hace soñar; incluso relajarte. De la estación primavera se encargaba la guardiana de la primavera: Kagome.
Joven. Fresca como una pequeña margarita. Sonriente. Y su embriagante olor a vainilla expulsado por cada poro de su nivea piel. Sedosa y fina como una pieza de terciopelo. La chica era un encanto. Su cabello azabache se batía con la suave brisa primaveral y sus bellos ojos azules observaban al horizonte. Sonreía. Le encantaba su trabajo de traer, llevarse y proteger a la primavera al mundo.
Siempre había alguno que tratara de arruinar el bello ambiente que traía su estación. Por ello: los Dioses de las estaciones le otorgaron un arma celestial capaz de defenderse a ella y a los inocentes que eran molestados por sus enemigos. Un arco con sus flechas cargadas de energía positiva purificadora.
~🌸~
Pulía sus flechas tranquila en una colina cerca de donde estaba una pequeña laguna. En ella jugaban varios niños y pequeños demonios inocentes y sin intenciones de provocar estragos en ese tranquilo lugar. Le gustaba estar así, tranquila. Continuó su labor hasta sentir dos presencias muy conocidas para ella. Sus pequeños, Rin y Shippo, se acercaban a ella lo más rápido que sus pares de pies y patas les facilitaba.
-Shippo, Rin ¿Por qué tanta prisa en venir hasta aquí?. - sonrió. Esos dos eran cómplices traviesos que embellecían aún más su vida. Se miraron ambos, niña y kitsune, sonrieron mostrando la falta de algunos dientes y mostraron lo que tenían oculto en sus espaldas. Rin le regalaba una corona de margaritas y Shippo un lirio blanco. -Ah, son preciosos. Muchas gracias mis pequeñines. - los abrazó con fuerza. Ambos niños sonrieron y dieron el "de nada". Dejó de abrazarlos para colorar la corona en su cabeza y el lirio el su oreja. -¿Me veo linda?. - preguntó. Los infantes levantaron sus pulgares en aprobación.
-¡Estás hermosa, mamá!. - gritaron a unísono. Kagome sonrió. No eran sus hijos legítimos pero los amaba como si lo fueran. Ellos dos eran pequeñas luciérnagas que iluminaban y embellecían su camino como guardiana.
Entonces su arma vibró. Sólo ocurría eso cuando una presencia maligna se acercaba. Se levantó y se puso en guardia; dispuesta a proteger a sus hijos y los otros niños y demonios que disfrutaban de la laguna.
El demonio apareció. Estaba cansada de encontrase siempre con el mismo demonio. Naraku; un demonio que quería aprovecharse de sus poderes y poder controlar la estación que ella protegía. Incontables veces luchó con el obteniendo el mismo resultado: ser la ganadora en el combate. Usaba toda su fuerza y aún así no lograba matarlo cómo se merecía. Su alma oscura ya no tenía salvación.
Preparó una flecha y la apuntó al demonio que ya se encontraba cerca de los pequeños; amenazando con destruir sus vidas, lanzó la primera flecha y crear un campo de protección en esa zona. Puso otro campo para proteger a sus hijos y bajó la colina corriendo hasta quedar frente con frente al demonio. Volvió a preparar su flecha y la apuntó al ser oscuro. Este sólo se carcajeó.
-Insignificante humana, ¿enserio crees poder matarme?. - habló grave y estremecedor. Ella podía oler su maldad a leguas de donde estaba. Su poder era descomunal pero ella no se dejaría vencer tan fácilmente. Daría sju vida si fuera necesario.
-Tal vez no pueda matarte ahora, pero un día lo haré. Podré salvar tu alma de toda la oscuridad que te consume. ¡Ya basta, Naraku! ¿No vez que te dejas morir poco a poco con tu ambición? Deja de usar ese método y cambia... O morirás pronto. - susurró lo último y disparó la flecha; enterrándose en el pecho del demonio. Calló casi derrotado pero antes de que la azabache le lanzara otra flecha la golpeo con un tentáculo que salió de su espalda.
-No me hagas reír, Kagome. Tú no sabes lo que es poder porque eres débil. - apretó fuertemente su pie contra el pecho de la ojiazul. La escuchó quejarse de dolor y verla derramar una lágrima fue como entregarle la mayor de las fortunas. -Sólo das lástima, estúpida humana. - y antes de que su katana le atravezara el corazón un fuego azul lo hizo retroceder. Shippo defendía a su madre con su fuego de zorro y Rin le lanzaba piedras al demonio. Kagome aprovechó y le clavó una flecha en uno de sus ojos. Retrocedió y antes de que Kagome le lanzara otra flecha, desapareció. -¡Volveré!. - bramó. Su presencia se fue alejando más y más.
-Se fue... - murmuró la ojiazul. Volteó y observó el rostro preocupado de sus pequeños. -Gracias por defenderme. Les debo la vida a ambos. - miró al suelo. El lirio y la coronilla de flores estaban estropeados. Los vio con lástima a ambos, sintiéndose avergonzada por destruir sin querer sus regalos. Sonrió expresando felicidad al tener una nueva idea. -¿Hacemos una corona juntos y recogemos lirios después?. - preguntó. Ambos niños sonrieron y abrazaron las piernas de su madre. -¡Vamos!.
-Mamá, ¿la corona puede tener violetas?. - preguntó Rin. Kagome la miró y sonrió.
-¡Claro!. Me encantan las violetas.
-¿Puede tener también campanillas?. - preguntó el zorrito.
-Sí. Muchas campanillas.
-¿Y botones de oro?. - la niña jaló su dedo meñique.
-¿Labandas? - quiso saber el kitsune.
-¿Lirios blancos?. - interrogaron. Kagome soltó una carcajada tierna y suspiró.
-Puede tener todas las flores que ustedes quieran. - les dijo y ambos niños se pusieron en busca de flores para adornar el regalo de su madre. -¡No se vallan lejos, no quiero perderlos de vista!. - gritó. Los pequeños gritaron un "sí" y continuaron su búsqueda de flores. Kagome sacó del bolsillo de su túnica un pequeño libro. -"Estaciones del Año": "Primavera". - leyó en voz alta y al abrir el libro se podía leer todo sus logros como guardiana. Cada una de las batallas para exterminar el mal y defender el bien. Y cada uno de los lugares que llevaba la primavera. -No eres débil, Kagome. Eres fuerte como la Primavera. - sonrió y cerró el libro sobre su pecho para luego acostarse en el pasto.
Las nubes pintaban el cielo con su color y el sol brillaba en un tono no tan molesto. Escuchó las risotadas de sus pequeños, dedució que estarían haciendo alguna travesura entre ellos. Cerró los ojos y se permitió tomar una siesta corta hasta que sus hijos adoptivos vinieran a desvanecer sus sueños.
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Soñó con algo hermoso. Algo que ella deseaba más que nada. Que alguien la amara, no como la amaban sus hijos, que la amara como si fuera una persona especial. Que la amara con cariño y mucho amor. Que le mostrara su amor día y noche y compartiera sus aventuras juntos.
Sonó que estaba en un bosque, sola. Hacía frío pero en su interior sentía un inmenso calor. Aún así su exterior tiritaba de frío. La necesidad de ser abrazada era enorme. Entonces vio una cueva y dentro de ella pudo divisar una fogata con alguien dentro. Entró sin llamar y descubrió a un hombre hermoso. Ojos dorados, cabello plateado y unas bonitas marcas en sus mejillas y frente. Sin duda era hermoso. Se acercó a él y lo menos que esperaba era que aquel misterioso hombre la besara con dulzura.
El sabor de sus labios de quedó clavado en los de ella. Un sabor dulce como una fruta madura. Elevó su rostro hasta tener el contacto visual que ella deseaba. Sus orbes dorados la miraron con pasión. Otro beso fue estampado en sus labios, esta vez el beso fue más largo y profundo. Y luego otro, y otro y muchos más hasta que ambos olvidaron el frío y quitaron sus ropas. Se quedaron desnudos. Acostado en el futón al lado de la fogata mientras que se besaban y acariciaban.
Se sintió amada. Querida. Incluso se sintió la mujer más especial de mundo al tener a tal hermoso hombre en sus brazos.
-Ahh... - soltó un suave gemido. Su amante le besaba con parsimonía sus pechos. Cada uno dándoles atención.
-Kag, ¿te gusta lo que sientes?. - quiso saber aquel hermoso hombre. Ella se removió un poco. Algo comenzaba a molestarla. Una voz chillona no dejaba de resonar en sus oídos.
-Me... - antes de poder responder su sueño se había esfumado. Trayéndola a la realidad.
~🌸~
-¡Mamá no te mueras!. - continuaban gritando los niños a su lado. Abrió lentamente los ojos y los vio a ambos, sus ojos cristalizados y pequeños rastros de las primeras lágrimas fue lo primero que vio.
-Niños... - se sentó y acarició las mejillas de ambos. Ellos sonrieron. -No lloren, estoy bien. Sólo estaba soñando. - miró sus pequeñas manitas cargadas de flores de varios tipos. -Han traído muchas. Seguro que podemos hacer coronas para nosotros y los demás niños y demonios. - mostró esa bella sonrisa que ambos infantes amaban. La abrazaron. De verdad quería mucho a esos dos. -¡Venga! Vamos a llamar a los demás para que nos ayuden. - juntó ambas manos en una sonora palmada. Los dos niños corrieron a llamar a los demás seguidos por Kagome. Miró el cielo y notó algunas muves grises. -Seguro va a llover... - suspiró y volvió a mirar el cielo azul salpicado en nubes blancas y grises. -"Desearía que no fueras un sueño, que fueras real y me amaras de la misma manera en la que lo hacías en aquella cueva. Tal vez, sólo si los dioses lo permiten, me guiarán al camino por donde tu caminas y... Tal vez te encuentre." - pensó. Y continuó su camino a donde estaban sus hijos y los demás.
~Fin de la PRIMAVERA~
SIGUIENTE ESTACIÓN: VERANO(~🌴~)
By: Mary__🌸
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