Épilogue {Epílogo}
¡Atención! Leer con detenimiento y precaución. La falta o sobra de lectura de cualquier palabra en este escrito podría afectar su comprensión absoluta.
Sean cuidadosos.
Sin más que decir, disfruten la lectura.
-Epílogo-
Marinette Dupain Cheng,
Adrien Agreste.
Ella se alejó del Correo y comenzó a caminar con dirección a la torre Eiffel. Había ido a averiguar si la carta había llegado a destino, y así se lo confirmaron. Se sentía bien despejarse de vez en cuando, y hace mucho que no disfrutaba de su ciudad.
Tomó el colectivo y viajó veinte minutos. Caminó unos diez más.
Se paró en la entrada. Respiró hondo y se adentró a los Jardines de Luxemburgo.
La nostalgia la invadió por completo, pero sonrió. Le sonrió a la vida.
Él leyó su carta, días atrás, con detenimiento, dejando que sus recuerdos surcaran su mente. Su caligrafía, tan delicada y precisa. Sus palabras, verdaderas y dolorosas.
¿Cómo había dejado que todo eso ocurriese?
Había tomado su billetera y sus llaves. Al no encontrar con la mirada su celular, lo dio por descartado. Se había colocado un abrigo, después de todo, estaban en invierno.
Había salido dando un portazo que alertó a Lila.
Ella se había enterado del noviazgo de Adrien con Lila Rossi, hija de una actriz famosa, hace varios meses. Pero fue hace unos pocos días cuando se le ocurrió escribirle una carta a su gatito.
Porque sí; siempre seguiría siendo su gatito.
Pero hace dos días, luego de entregar la carta, se enteró de que Adrien había desaparecido de Italia sin dejar rastro. Ella se preocupó, pero un grupo de fanáticos aseguró que se había ido a América para fanfarronear con unas modelos y divertirse con ellas.
Wow, Adrien se había convertido en todo un playboy. Anque aún no había nada que probara eso.
Él sabía que Lila había inventado cualquier cosa. Él no huyó a América, pero mientras que no lo encuentren, estaba bien.
Estaba bien.
Ahora, él corría por las calles de París, oliendo nuevamente a su país natal.
Ella se dirigió al banco que solían ocupar de jóvenes, pero en éste yacía sentada una pareja. Estaban comiendo unos sandwiches mientras reían a carcajadas. Marinette sonrió, deseando que la historia de aquella pareja pudiera tener su final feliz, y no el de ella.
Se terminó sentando en otro banco más apartado. Pudo distinguir claramente en el cielo dos figuras moverse; una roja y una negra. Eran los nuevos superhéroes de la ciudad haciendo el tonto por ahí, en un día sin akumas. Suspiró.
Cuando Adrien se fue, se enteró por medio del Maestro Fu que tuvieron que quitarle su miraculous, por el simple hecho de que ya no estaría en la ciudad para protegerla. Esto sorprendió a Marinette, y le causó un daño muy grave a su corazón.
Ella no iba a renunciar ser Ladybug, pero el primer día en el que vio a su nuevo compañero -castaño y mucho más bajo que Chat-, se dio cuenta de que no quería ser una superheroína si él no luchaba junto a ella.
Así que también entregó su miraculous. Luego de despedirse llorando a cántaros de Tikki, deseándole lo mejor y prometiendo que algún día volverían a encontrarse, se quitó los aretes y se los dio al Maestro.
Él recordaba uno de los peores días de su vida, mientras veía a los nuevos superhéroes. Se detuvo pensando que la chica de traje rojo podría ser ella; pero no. Era obvio. No era ella.
¿Había renunciado a ser Ladybug? ¿Por qué haría algo así?
¿Acaso fue por él? La culpa lo invadía mientras aceleraba su paso.
Ella veía a los nuevos protectores de París. Desearía volver a esos tiempos.
A esos tiempos donde Adrien estaba con ella. Y sus tontos chistes, que lo seguían a todas partes incluso en los momentos más inoportunos.
Miró al cielo. Los colores se tornaban oscuros, después de todo, estaban en invierno. Hace cuatro años exactamente, estuvo aquí con Chat Noir, disfrutando de su mutua companía, aún sin ser pareja.
Eran lindos tiempos. Comenzó a recordar aquel día de invierno.
Recordaba que ella estaba diseñando... y de repente, había sentido la presencia de alguien delante suyo. No había levantado su vista hasta que esa persona habló. Y ella le había seguido la charla, para luego volverse amigos.
Él rió. Cuando había visto, hace cuatro años, a Marinette diseñando, lo primero que se le ocurrió fue decirle que diseñaba muy bien.
Nunca llegó a pensar que ese simple cumplido desencadenaría una serie de momentos con ella.
Ella hizo que él pasara un año loco, lleno de subidas y bajadas, tristezas y alegrías. Pero aún así, el mejor año de su vida.
Si alguien, antes de que toda esta relación se armara, le hubiese dicho a él que en este mismo instante estaría corriendo en busca de Marinette, yendo a un lugar donde posiblemente no esté, él no le hubiese creído.
Fueron meses hermosos los que pasó con él. Ah... Fueron preciosos, purrfectos. Rió al recordar las bobadas de Chat. Era todo un personaje.
Ella sacó su libreta de dibujos. Debía terminar unos diseños. Sólo que esta vez era para su trabajo y no para amigos ni conocidos. Tenía que hacerlo como muestra para la entrevista que tendría dentro de unas semanas con Gabriel's.
Él llegó. Exhausto, sudando y con la respiración agitada, producto de los nervios y de correr desde el aeropuerto hasta aquí.
No tenía tiempo que perder.
Ubicó rápidamente el banco que solían ocupar. Pero en éste yacía sentada una pareja.
Claro, bien por ellos. Pero él necesitaba a otra persona.
Así que caminó hacia un banco más apartado. Y ahí... ahí estaba.
De repente, ella sintió la presencia de alguien delante suyo. No se había percatado de aquello hasta que vio sus zapatillas. Se alarmó, puesto que esta persona no le dirigió la palabra desde que llegó. Marinette no se atrevía a levantar la mirada, y se quedó tiesa.
-Eso es asombroso, Princesa-dijo aquella voz.
Marinette comenzó a temblar. Su corazón latía demasiado rápido. Parecía haberse olvidado de cómo respirar. No quería ilusionarse pero le fue imposible.
-¿Gatito...? -preguntó levantando la vista.
Y así, todo recomenzó un día de invierno...
-Extra-
:
o, no vamos a poner un 'fin' a esta historia, Gatito. Porque ese no es el final.
En realidad, no hay uno. Ya te lo dije, Gatito, nuestro amor es eterno. No tiene ni tendrá fin.
¿Sabes? Espero que cuando leas esto ya haya pasado mucho tiempo. Que sonrías al recordar nuestras historias y que las compartas con nuestros hijos.
Que te emociones y sueltes alguna lágrima de emoción.
Que rías por tus bobadas y mis metidas de pata.
Que te regañes mentalmente al recordar qué tan tontos fuimos. Qué tan ciegos.
Hoy, estas cartas quedan guardadas, no sólo en la tercera repisa del mueble blanco de nuestra sala, sino también en mi corazón.
¿Que por qué escribo esto después de tantos años? Porque simplemente extraño la sensación de pensarte con cada palabra plasmada.
Gracias por hacerme vivir las estaciones de un año, Gatito."
~.~.~.~
¡Hola!
Luego de meses y meses y meses (ahre) terminé el epílogo :')
Me gusta cómo quedó, aunque no lo tenía planeado así en un principio. Ay, espero que no hayan errores xdxd
El "aviso" que puse de precaución fue porque quedó bastante confuso mientras lo escribía... ¡ni yo lo entendía!
Pero lo terminé *baila*
Creo que realmente no hay final, lo que pasó después ya es otra historia. ¿Pero les gustaría involucrarse nuevamente en los sentimientos de los personajes durante el Verano?
Si es así, no duden en esperar el extra: la fiesta de Adrien.
¡¡Gracias a todos por leer!!
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