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47. El mejor cumpleaños, y el peor cumpleaños

Carum, 2019

Isla

—¿Viniste a buscarnos? —Gaspar se puso de pie con una tranquilidad que me impresionó para la situación. Gerardo negó con la cabeza.

¿Está triste?

—No... yo solo vine a pensar. Y me los encontré —replicó.

—¿Supiste lo de mamá?

—Terminé de hablar con ella unos minutos atrás —respondió, esquivando su mirada. Aunque luego ladeó la cabeza hacia mí. No creía que él había visto la foto, pero me sentí acusada igual. Y tenía toda la razón. No tenía cómo explicarla, sin dejar —al menos sospecha— de que Gastón o yo, sentía algo por el otro.

—Papá, Isla...

—Te vas en dos semanas, pero no por castigarte, Gaspar... —comenzó a decir. Se refregó la cara con ambas manos—. Ustedes —mis hijos— son lo más importante que tengo aunque tú no lo creas. Es verdad, cuando se trata de cariño parezco no tener corazón. Y bueno, quizás...—Sus ojos brillaban. Estaba segura de que con Gaspar presenciábamos algo inédito: Gerardo sucumbiendo ante sentimientos—. No quiero que ninguno sufra. No digo que es tu culpa, Isla. Sin embargo, creo que hay dos de mis hijos enamorados de ti. Entonces lo que haré es que quiero que te vayas con tú madre, Gaspar. Una temporada, o lo que tú quieras, pero al menos intentarlo. Y así, dejar que las cosas entre todos ustedes, fluyan.

Gaspar dio un paso atrás, confundido.

Es que ni la valentía que a veces yo decía tener, me incitó a decirle que lo que afirmaba sobre sus dos hijos no era verdad. Porque había pruebas que aseguraban —y sin ninguna duda— todo lo contrario.

—¿No estás enojado con mamá?

Gerardo meneó la cabeza

—¿Por qué? La amarraron a alguien que no la amaba como debía. Yo me debería haber dado cuenta del daño que le hacía. Se mudará a Los Ángeles así no estaré tan lejos de Gonzalo y podré verlo cuando quiera. Prométeme que lo vas a pensar.

Gaspar carraspeó y luego resopló, resignado.

—Yo...sí. Lo pensaré.

—Pero Gaspar, yo...—Su mirada se dirigió a mí nuevamente y volvió a su hijo—. No te quiero aquí.

Cerré los ojos para contener las ganas de llorar, porque de alguna forma comprendí que no se iba a quedar en Carum y se iba a ir sí o sí. Volví a abrir los ojos, y lo primero que me llamó la atención fue el celular de Gaspar que se iluminaba sobre la tierra por la llegada de nuevos mensajes. Por mi mente pasó la idea de cogerlo y tirarlo lejos, solo para alargar el momento de nosotros.

No dejes que la locura se apodere de ti.

—Hablaré con mamá —musitó. Me perdí bastante de la conversación por estar mirando la pantalla iluminándose.

¿No se puede abrir un hoyo en la tierra y que se trague el celular?

—Está bien. Yo... llegaré más tarde a la casa —dijo Gerardo, continuando su camino por el bosque, ayudado por la linterna del celular. Gaspar lo cogió del brazo.

—¿Para dónde vas?

—Caminaré un poco, cuando era más joven pasaba más tiempo en el bosque que tenía en frente de mi casa, que en mi propia casa. Me relaja. Probablemente me vaya a pasar la noche a la cabaña.

—¿Estás bien? —Gaspar lucía preocupado.

Se me apretó el pecho porque estaba preocupado por su papá y aunque parezca algo obvio, no olvidemos que Gaspar era el rey de la indiferencia. Hasta que... hasta que abrió su corazón. Gerardo le palmeó la mano.

—No te preocupes, hablemos mañana.

—Está bien.

Gaspar se giró y me miró haciéndome una seña para que nos devolviéramos a la casa. Cogió su celular y se lo echó al bolsillo sin revisarlo. Cogí su mano y entrelacé nuestros dedos.

—Nunca lo había visto así —susurró.

—¿Será solo por lo de tu mamá? Se veía muy...

—¿Sentimental?

—Sí. —Frené en seco, obligándolo a él a hacerlo.

—¿Pasa algo? —preguntó, arrugando la frente.

Tiré de él y le di un beso. No aguanté las lágrimas que comenzaron a salir y él tampoco se separó de mí al notarlas en su mejilla o en nuestro beso. En ese instante, me di cuenta de que era porque él ya había tomado la decisión de irse. Si su mamá lo necesitaba, yo mucho no podía hacer. Aunque más bien, me sentía atada de manos para decirle algo por la maldita foto.

¿Qué le podía decir?

¿Fue un error? Sí, claro... pero... ¿de quién?

En la foto ninguno de los dos parecía tener la intención de separarse, y es que yo sabía muy bien que ese beso lo di.

Lo di.

¿Por qué, Isla?

¿Por qué cometiste ese error?

Critiqué mucho a Mariana y en mi mente la tenía como una arpía capaz de hacer sufrir a su hermana, ¿pero qué tanta diferencia tenía ella conmigo? Finalmente... ambas terminamos separando a dos personas. Ella, dos amores y yo...quizás... dos hermanos.

Seguí besándolo y él enterró sus dedos en mi cabello, tratando de pegar nuestros labios aún más.

¿Gerardo tiene razón?

¿Seré la causante de separar a dos hermanos?

¿Haré que peleen?

Nos separamos y apoyé mi cabeza en su pecho.

—Quiero que sepas algo —murmuré, tratando de que mi voz no sonara nerviosa.

—¿Qué quieres que sepa?

La vida es muy corta para no decir lo que tengamos que decir.

—Que te quiero, con cada parte de mí, y que me he equivocado mucho.

Gaspar se quedó en silencio. Se veía impactado.

¿Será la primera vez que una chica le dice que lo quiere? ¿Lo asusté?

El silencio continuaba aunque a mí no me importaba. Yo respiraba en su pecho, tratando de absorber un poquito de él. Cogió el costado de mi cara y me obligó a mirarlo. Sus ojos se encontraban brillantes. Esbozó una pequeña sonrisa.

—Isla...yo...—Le tapé la boca con la mano.

—No lo digas —Pedí. No necesitaba escucharlo, su mirada me lo decía. Estaba punto de decir te quiero por primera vez, y no se lo podía permitir. No si en algunos minutos todo se iba a romper. No me merecía esas palabras, porque aunque él era el dueño de mi corazón desde hace mucho, y no tenía dudas de eso, de todas formas existía una foto como esa.

—¿Qué? —Soltó con una risita. Sus dientes blancos aparecieron, y se mordió el borde del labio.

Oh, dios. Que hermoso que eres Gaspar. ¿Cómo es que te sacaron de mis sueños y te hicieron realidad?

—Que no me digas nada —repliqué, encogiéndome de hombros.

—Pero yo quiero decir algo —dijo, fingiendo enojo. Hizo un puchero.

—Quédate así —pedí. Saqué mi celular y puse la cámara.

Soltó una carcajada.

—No... no puede existir una foto mía así. Así no podré negar que alguna vez hice pucheros a una chica. —Le apreté los cachetes y sus labios se juntaron en una mueca graciosa. Ahí le saqué la foto.

—Ok, con esto tengo suficiente para chantajearte.

Pero no la quería para chantajearlo. Si no para que —en caso de que al ver la foto nunca me perdonara— recordar que en algún momento estuve enamorada de un chico como él, y él de una chica como yo.

—¿Por qué cambias de tema? —preguntó, alzando una ceja.

—Porque quiero que hablemos de eso cuando estemos juntos, en alguna parte. Si tú te vas a Los Ángeles, yo puedo volver allí con mi mamá en algunos meses. Pero primero... dejemos que las cosas sucedan. —Le di un beso corto, y le tomé la mano—. Ahora salgamos de aquí que este bosque me da miedo.

—Está bien —susurró.

Caminamos a su casa lentamente. Me fui todo el camino pensando en cómo decirle lo de la foto para que se enterara por mí y no por un mensaje de algún desconocido. De repente sacó su teléfono.

Oh, dios. Di algo.

Di algo.

¿Cómo se respira?

Apreté los labios y contuve la respiración. Fijé la vista en mis zapatos.

Silencio.

Gaspar botó el aire lentamente.

¿Y si huyo?

Sin embargo, luego de unos segundos —que por cierto para mí fue una eternidad— guardó el teléfono y no me dijo nada.

¿Nada?

Volví a respirar.

—¿Pasó algo? —pregunté.

—No, es solo que Gabriel me envió muchos mensajes porque al parecer mamá no está muy bien.

Resoplé. La foto no le había llegado a Gaspar.

¿Por qué?

En ese mismo instante, Gastón salió corriendo de la casa hacia nosotros, con expresión de horror y desesperación. Abrí los ojos y negué con la cabeza con la misma expresión de él. Su mirada se deslizó hacia nuestras manos entrelazadas.

—¿Está todo bien? ¿Por qué corres así? —Gaspar se adelantó.

Gastón se rascó la nuca y tomó aire disimuladamente.

—Yo... yo quería preguntarles si vieron a papá. Fue... en dirección al bosque...

—Sí, lo vimos. Me pidió que fuera a Los Ángeles con mamá, porque creo que no se encuentra bien.

Gastón resopló, y pareció que recién estaba volviendo el aire a su cuerpo.

—Sí, hablé con ella recién. Está triste aunque era algo que se veía venir, pero finalmente entendió que papá no la amaba. Eso le ha afectado más de lo que pensaba.

Mi corazón se estrechó en mi pecho.

—Es verdad. Bueno, él tampoco está bien.

—Lo vi, ¿ir a meterse al bosque cuando está oscuro? Aunque creo que los tres sabemos por qué lo hace.

—Mi mamá —murmuré. Eso le recordaba a mamá.

Gaspar respiró mirando el cielo.

—¿Cómo lo hacemos? Ellos deben verse y hablar antes de conocer a Damián. Creo que hay muchas cosas pendientes.

—Es verdad, denme unos días. Voy a intentar contactar a Mariana hoy cuando llegue. Veamos como va y luego...—Exhalé, sin poder creer lo que iba a decir—, les contamos. Les contamos todo.

—Siento que estoy traicionando a mamá —murmuró Gaspar, contrariado. Luego se encogió de hombros—. De todas formas, es lo correcto. Lo que haya sido que haya pasado entre ellos, tienen que saber que existe Damián.

—Además no sabemos qué pasará. Es decir, mi mamá... lo debe extrañar, pero por todo lo que sufrió, no creo que reunirse con Gerardo implique algo más. Lo más emocionante será el hecho de conocer a Damián.

—Ufff... Tendrán mucha información que procesar.

—Y nosotros igual. ¿Otro hermano? ¿Compartimos un hermano? —reí—. Eso sí que es extraño. —Mi celular comenzó a sonar. Mi mamá me llamaba—. Creo que debería irme.

—Te iré a dejar —Gaspar me cogió nuevamente la mano. En ese instante, Fran salió de la casa.

—¿Fran?

—Ay, Isla. Tuve que venir a cuidar a Gonzalito porque al parecer cada hombre de esta casa se volvió loco —bromeó. Luego los miró seriamente a los dos—. Dormí a Gonzalo y Gabriel está encerrado en su habitación. Intenté hablar con él y me gruñó algo que no entendí. —Arrugó la frente y se llevó las manos a las caderas—. Gastón tengo que hablar de algo contigo.

Gastón me miró nervioso y asintió. Le dijo algo al oído y Fran le habló de vuelta negando con la cabeza.

—¿Andarán en algo? —preguntó Gaspar.

—Le pegaría a Fran por no contarme, he intentado juntarlos desde hace bastante tiempo. No sé por qué se empeñan en llevarme la contraria —comenté, riendo.

—Es que Gastón es muy tímido con ella.

—Y Fran también. Nunca ha sido así con ningún chico —gruñí. De repente nos miramos lentamente y al mismo tiempo, dijimos:

—Se gustan.

Entrecerré los ojos en la dirección que ambos habían desaparecido.

—Espero que en la cita juntos lo confiesen —murmuré. Y luego miré a Gaspar.

A menos que todos vean esa foto.

Fran también la iba a ver.

El dolor que había estado reteniendo se hizo lugar en mi pecho de nuevo. Mi mamá comenzó a llamar otra vez. Decidí contestar.

—Hola, mamá, ¿todo bien? —Gaspar se alejó unos pasos y se sentó en una banca.

—Muy bien, estoy feliz. Hoy me felicitaron en el trabajo así que más tarde iré a celebrar con una amiga. ¿Y tú? ¿Qué hiciste hoy?

—¡Wow! Te felicito te lo mereces por literalmente irte a la China a trabajar. Yo... estuve con mis amigos, ahora me voy para la casa.

Mi mamá respiró profundamente.

—Te quería hablar de eso —comentó seriamente.

Arrugué mi cara.

—¿Qué pasó?

—Llamé a Julián y a Paula. Tú sabes que ellos te quieren, pero también sabes lo estrictos que son. Ha sido horrible eso de llevar un chico a la casa, Isla. ¿En qué estabas pensando?

Miré a Gaspar de reojo.

—Yo...sí me equivoqué, no debería haberlo hecho. Lo siento.

—Las disculpas no son para mí. Aunque no es solo eso... no me habías contado que tenías un novio y que es el hermano del otro chico. Casi me da un ataque de nervios hasta que me explicaron que lo de novios era mentira y que en verdad con el otro chico eran amigos. No entiendo nada... es que algo así no era parte del trato.

Tragué saliva.

—¿Qué quieres decir?

—Que Julián me ha comentado que algo así puede haber afectado a sus negocios. Y no necesito más que escuchar eso para darme cuenta de que no puedes estar más en Carum. Si lo ha dicho, es por algo. No puedo hacer como que no oí nada.

Me llevé una mano a la cara.

—No, mamá. Hablaré con ellos y les explicaré.

—Hija, entiende. Me parece que no se sienten cómodos con tu presencia allí. Después de todo, ese viaje y el cambio que ellos hicieron era para sus negocios.

Resoplé. Mi mamá tenía razón. Y es que parecía que todos tenían razón y argumentos razonables para que sucediera lo que yo no quería.

Bajé la cabeza, sintiéndome incómoda de llegar a una casa de una familia que me recibió como una hija y que yo casi arruino sus planes. Y no solo eso, todavía se podían arruinar los negocios, porque no sabía cómo iba a reaccionar Gerardo con lo que iba a suceder en las próximas semanas. Siendo realista, ya debía comenzar a armar mi partida.

—Sí, entiendo. ¿Qué harás?

—Pediré traslado a Estados Unidos. —Cerré los ojos, sintiéndome terrible. Una lágrima se me escapó.

Gaspar se acercó y limpió la lágrima e impidió que se arrastrara por mi mejilla.

—¿A Los Ángeles?

—Veré donde tienen puestos disponibles y te diré las opciones para que juntas lo decidamos, ¿Está bien?

—Está bien, mamá. Pero si es Los Ángeles, aceptas de inmediato.

—Lo haré. Otra cosa, ¿qué harás mañana?

—Nada —susurré—. Debo irme mamá.

—Te llamo mañana.

Corté.

—Al parecer tampoco me queda mucho tiempo aquí —murmuré.

—Adonde vayas te iré a buscar. Si mamá quiere que la acompañe, está bien. Pero si te vas a otra parte, le diré que nos mudemos.

—¿Y si me voy a Alaska?

—Iría igual. Con el culo congelado, por cierto. —Se acercó y envolvió sus brazos a mi alrededor—. Te quiero, Isla Ferrer —dijo con seguridad y sorprendiéndome con sus palabras.

Me alejé con los ojos abiertos, y me quedé mirándolo por varios segundos. Mi corazón comenzó a latir más a prisa. Me observaba feliz. Saqué una foto mental a ese momento, apenas podía de la emoción.

—¿Qué has dicho?

—¿Quieres que lo repita? Está bien —murmuró, lamiéndose los labios—. Te...

—Noooo. Detente. —Rodó los ojos.

—¿Quién te entiende? —Me señaló—. Eres muy pequeña para ser un dolor de cabeza tan grande. —Se revolvió el cabello, y me quedó mirando con la mano en la cabeza—, ¿tengo algo?

Nada, solo una carita preciosa.

—¿Te había dicho que eres muy guapo?

—Mmm, no lo sé. Pero... me acerco y tu corazón se acelera.

Ladee la cabeza y entrecerré los ojos.

—¿No te crees mucho? Retracto lo dicho.

—No, mira. Es verdad. —Repentinamente me cogió por la cintura y me pegó a su pecho. Bajó su cabeza y comenzó a besar el costado de mi cara. Sus labios húmedos y suaves comenzaron a causar estragos en mi cuerpo, de un momento a otro.

Cero autocontrol, Isla Ferrer.

Instantáneamente, mi respiración se hizo más pesada y mordí mis labios cuando comenzó a besar mi cuello. Lo alejé.

—¿Qué haces? —pregunté, con el aire faltándome.

¿Hace calor aquí?

—Me gusta como reacciona tu cuerpo cuando estás cerca de mí. —Se metió las manos en los bolsillos y arrugó la nariz—. Aunque eso es un poco terrible porque deseo tocarte todo el tiempo.

Me sonrojé de inmediato.

—¡Gaspar!

—¡Mawi! ¿Qué? Ya abrí mi corazón, no puedo dejar de decir lo que pasa por mi mente —rio—. ¡Soy un desastre! Es que no me reconozco. Mira. —Cogió mi mano y comenzó a caminar conmigo.

—Ya me debo ir, es tarde —murmuré pesarosa. No quería más problemas con los padres de Fran.

—Te quiero mostrar algo, será rápido. —Avanzamos hasta su habitación que estaba fuera de la casa. Tenía un atril en medio y muchas pinturas desparramadas por los muebles de alrededor. Me acerqué a la del atril. Llevé las manos a la boca cuando me vi a mí. Era una pintura hermosa.

—¿Te gusta? —preguntó, desde mi espalda—. Estuve a punto de tirarla a la basura, porque... ¿yo pintando a una chica? —Resopló—. He cambiado.

Me quedé quieta mirando la pintura. No solo porque Gaspar pintaba maravilloso. Si no, porque... era igual a mí.

—Me encanta. —Me giré, casi sin palabras—, ¿sabes? Te admiro. Eres capaz de provocar demasiado con tu arte —agregué, mirando las pinturas de alrededor—. Tu padre igual dibujaba así de bien. ¿Él sabe de esto?

Meneó la cabeza.

—No, no tiene idea. ¿De verdad te gusta? ¿La quieres?

Clavé mi mirada en sus ojos.

—¿Me la darás? —pregunté dando un pequeño tiritón de emoción. Sacó la pintura, la enrolló y la pegó con un pedazo de cinta—. ¿Eres el mismo Gaspar que conocí cuando llegué?

Entrecerró los ojos.

—Sí, es solo que ahora sé lo que quiero. Y lo que quiero ahora es...—dijo susurrando. Dejó la pintura al lado y me miró agudizando la vista.

—¿De nuevo? —pregunté, sin poder evitar reírme. Se apoyó en el escritorio y me atrajo hacia él. Sentí el bulto bajo su pantalón.

—El bosque estaba muy oscuro. —Puso un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Y yo quiero mirar lo que te hago sentir.

—No debo llegar tarde.

—Y a mí eso no me importa.

—Y a mí tampoco.

***

Llegué a la casa, y —por algún milagro—, la puerta de la entrada no sonó. Los padres de Fran ya se encontraban en su habitación, lo que no era una buena señal. Había reglas, y una de ellas era llegar temprano a menos que les avisáramos. Que ellos ya no estuvieran en el salón o en la cocina, significaba que era muy tarde.

Esto te pasa por no poder controlar tus hormonas.

Eres muy débil.

Subí a mi habitación, y antes toqué la puerta de Fran. No respondió.

¿Aún no llegaba? Abrí y prendí la luz. Fran no estaba allí. De repente, escuché la puerta de entrada, y su típico sonido maldito y acusador.

Un segundo después, un portazo.

—Loreta. —Bajé corriendo sin ningún plan en específico, y me encontré con Fran subiendo la escalera—. ¿No te dijo nada Loreta? —Susurré.

—No, le dije que tenía permiso. Aunque no entiendo por qué se mete tanto.

—¿Gastón te vino a dejar? —Abrió la boca y luego la cerró—. ¿Qué?

—Ay, sí. Pero no es lo que crees —gruñó. Siguió subiendo.

—¿Por qué no me cuentas?

—Mañana, ahora estoy un poco cansada.

¿Fran ocultándome algo?

¿Desde cuándo?

¿Había visto la foto?

—Pero...

—Isla, no quiero que mis padres despierten. —Terminó de subir las escaleras corriendo, dejándome sin palabras. Volví a mi habitación confundida.

Abrí el mensaje de la foto con Gastón. No me había dado cuenta de que venía con algo escrito: Prepárate para la sorpresa.

Mierda.

Isla: ¿Qué hacemos? Estoy a punto de hacerme bolita en la cama.

Gastón: Estamos jodidos.

Isla: Hay que decirle a Gaspar antes de que lo sepa por otras personas.... y a Fran.

Gastón: Sí :( perdón. Me equivoqué.

Isla: Yo también :( Somos unos idiotas.

Gastón: Le explicaré todo a Gaspar :( No sé si será suficiente. Me puedes echar toda la culpa y hasta puedo entender que te quieras alejar de mí...

Isla: No Gastón, eres mi mejor amigo. Le contaremos, ¿mañana? Y no te quiero dejar... aunque me voy de Carum :(

Gastón: ¿por qué?

Isla: Mi mamá... mañana te cuento bien. ¿Te escribieron algún mensaje en la foto?

Gastón: Sí, esto: Me pregunto cuántas citas de la subasta se cancelarán con esta foto.

Isla: Uffff... ¿quién será?

Apagué las luces y me metí dentro de la cama.

Gastón: Le pregunté y no me respondió. Iré a dormir, ha sido mucho por hoy. Buenas noches, Cookie.

De pronto me acordé de que debía enviarle un correo a Mariana. Me levanté de un salto y cogí mi computadora, con un ojo cerrado por el cansancio.

Me dieron las dos de la mañana, hasta que luego de pensar mucho e incluso llorar por lo que esto significaba, borré un correo enorme que había escrito y lo dejé lo más simple posible.

Mariana,

Mi nombre es Isla Ferrer. Soy la hija de Vera Harris.

Te he estado buscando, y conseguí tu correo. ¿Podemos hablar?

Estaré esperando tu respuesta,

Gracias.

Enviar

Me acosté con dolor de estómago.

¿Y si huyo hoy mismo de Carum? ¿O del país?

***

Revisé mi correo durante toda la mañana esperando alguna respuesta de Mariana, pero nada llegó. A la hora de almuerzo apenas entré al comedor vi a los cuatro hermanos sentados en una mesa con un pastel enorme frente a ellos. Gire mi cabeza lentamente hacia Fran.

Se encogió de hombros.

—Sabes que no puedo no celebrar tu cumpleaños. Y ayer me empezaste a interrogar en la noche... ¡lo siento! Es que soy pésima con esto de ocultar cosas.

—Entonces decidiste hacerlo en la escuela, con todo el mundo —murmuré con los ojos entrecerrados. Me costaba celebrar mis cumpleaños. Desde pequeña me generaba mucha ansiedad el día de mi cumpleaños y eso hacía que no lo pasara bien. Así que a los catorce decidí que no iba a celebrarlo más, pero tampoco podía enojarme con alguien que hiciera el esfuerzo de prepararme algo—. Supongo que es de chocolate ese pastel.

—Afirmativo. Dos capas de chocolate, mermelada de frutillas, otra de dulce de leche, y... crema de vainilla. Vegano, por supuesto. —Me abrazó—. Feliz cumpleaños, Isla. Te amo.

—Yo también. Mucho mucho.

Avancé hasta la mesa y Gastón me puso un gorro de cumpleaños, como si tuviese cinco años. La escuela por completo, por supuesto, nos miraba sorprendidos. Y se produjo un silencio abrumador cuando Gaspar se me acercó con una caja rosa adornada con una cinta enorme.

—Feliz cumpleaños, Mawi. —La cogí y él tiró de ella para que me acercara y me dio un beso en los labios. No quedé indiferente ante el grito ahogado que se oyó por todo el comedor

Oh, dios. ¿Estoy soñando?

—Gra...gracias —balbuceé apenas.

—Espero que te guste —dijo, separándose de mí.

—Iu. —Gustavo hizo como que vomitaba tras él, e hizo a Gaspar a un lado—. Isli, feliz cumpleaños. Espero que te guste. —Me extendió un pequeño sobre.

—Ay, harán que llore. Los quiero —dije, con la voz temblorosa.

De repente me abrazaron fuertemente por la espalda. Me giré, eran Aarón y Mia quienes sostenían cada uno un globo gigante. Mia tenía un uno, y Aarón un ocho.

—Para la cumpleañera más guapa. —Aarón revoloteó sus pestañas.

—Felices dieciocho, pequeña. —Gabriel me entregó una pequeña bolsita—. Esto es de mi parte y Aarón.

Pusieron mucha comida sobre la mesa: hamburguesas, pizzas, papas fritas y cosas dulces. Fran me entregó un trozo de pastel que comencé a devorar de inmediato.

—Uffff, no puedo más. Creo que me comí la mitad del pastel —murmuré, dejando el tenedor sobre el plato.

Aarón le sacó un mechón de la frente a Gabriel, y él le sonrió de vuelta. Atrás parecía haber quedado los momentos en que Gabriel sufría ataques de pánico y le aterrorizaba que el resto supiera que era homosexual. Bebió de su bebida, y le dio un sorbo a Aarón.

—¿Viste que resultó perfecto? —preguntó Fran a Gastón.

—¿Qué cosa? —quise saber.

—¡Tu cumpleaños! Estuvo no sé cuantos días asustado por que pensó que te enojarías.

—Pero es que me dijo que odiabas celebrar tu cumpleaños, y de repente me mete en este plan de hacer uno sorpresa... ¡y en la escuela! —exclamó Gastón. Luego se encogió de hombros—. ¿Quién la entiende? Pero te ves feliz, y eso es suficiente.

Le agarré una mejilla a cada uno.

—Ahhhhh que son bonitos. Bonitos como amigos, bonitos como parej...

—¡Isla! —Fran me lanzó un trozo de torta a la cara—. ¡Oh! Perdón, fue una reacción sin pensar —rio nerviosa. Cogió un montón de servilletas y me las entregó.

—Sí, claro...—gruñí, fingiendo enojo—. ¿Así que esto estaban planeando anoche?

—Y varios días —resopló Gastón—. Ni que estuviésemos planeando un Tomorrowland. —Le dio un toque con su índice al brazo de Fran—. Eres muy perfeccionista.

—¡Y tú muy reclamón!

Meneé la cabeza. Gaspar había estado hablando con su madre, así que cuando llegó le pidió a Mia sentarse junto a mí. Lo que a ella le pareció muy bien porque quedó con Gustavo. Él me envió un mensaje de inmediato.

Gustavo: Te pasas, deja de lanzarme a tu amiga.

Isla: ¡No fui yo!

—Gustavo dice que dejemos de lanzarle a Mia —reí en el oído de Gaspar.

—Lo hice a propósito —murmuró.

—Lo sé.

—¿Estás feliz en tu cumpleaños? Perdón yo no organicé nada de esto porque según ellos —dijo, señalando a Fran y a Gastón—. No me lo merecía. Aunque bueno... tengo infinitos cumpleaños para organizarte.

—No me gusta mucho celebrar mi cumpleaños —confesé, manchándole la nariz con crema.

—Los celebraremos igual. Si no te gusta con más gente, perfecto. Organizaría una cena romántica en la cama y viendo tus películas favoritas.

Alcé las cejas y me manchó la mejilla con crema, para luego coger mi cara y lamerla.

—¡Hey! ¿Qué haces?

—¿Qué? —replicó con su aire de autosuficiencia que hace días no veía en él—. Ahora te molesta... —susurró en mi oído.

—Dios, paciencia por favor.

Una hora estuvimos como si no tuviésemos más preocupaciones que la que estar allí disfrutando. Me reí con historias graciosas que cada uno contó. Ese era un momento único e irrepetible. Lo disfrutamos, y con ese grupo de personas hermosas, pasé el mejor cumpleaños de mi vida.

Hasta que se convirtió en el peor. Porque de un momento a otro, todo se arruinó. Cada celular sobre la mesa vibró.

Nuevo mensaje.

————

Y aquí me retiro lentamente muajajaj (léanlo con risa malévola)

Beibis si les gustó... espero sus estrellitas y que me agreguen de amiga <3 (en instagram también: valesminombre)

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Qué les gustaría que pasara en el siguiente?

Muak!!!! Les envío mucho amorcito porque de repente todos necesitamos... aunque sea virtual <3

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