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Capítulo 21.


No sé qué te han estado diciendo, pero esta chica va a gobernar el mundo, es donde voy a estar, porque quiero estarlo, no, no quiero quedarme sentada y verme bonita — Daya.


Alberto me estaba mirando desde el otro lado de la sala como si yo fuera un premio que se tenía que ganar.

O quizás y solo quizás, esta era solo mi perspectiva.

Esperaba que no fuera eso. Pero lo era, lo sé porque esta perspectiva se aclaró en cuanto Alberto visualizo a mi nuevo amigo De la Vega.

Esto se va a poner bueno, amigos míos.

—De La Vega —dijo el primo loco Nicholas.

—Marx —dijo Nicholas De La vega. ¡Demonios!

—¿Qué hace este aquí?

—Este tiene su nombre y lo mismo puedo preguntar sobre ti.

—Si te hace sentir mejor, no tengo la menor idea de que hace aquí siempre

—Se te olvida que es la casa de mi primo y por lo tanto me pertenece —dijo el primo loco.

Para fines de describir bien la escena, nombrare al primo de Santiago, como el primo loco y a Nicholas De La Vega, como De La Vega, simplemente.

—Y a mí se me olvida que estás loco, pero que se le va a hacer, ¿cierto chicos? —esos dos ahora mismo se estaban mirando tan fijamente, que, si las miradas fueran puñetazos, estos dos ya se habrían dejado inconscientes el uno al otro.

Ninguno de los dos dijo nada y se estaban acercando cada vez más uno al otro, dejándome a mí en el medio, como el jamón en su emparedado.

Uno muy incómodo y lleno de testosterona.

—Señores... no hagamos esto —dije alejándolos con mis manos en ambos lados- les recuerdo que están en mi casa, no tuya —le dije al primo loco— y tú eres un visitante —le dije a De La Vega—. Así que o se comportarán o usaré la fuerza para sacarlos a los dos de aquí.

—¿Debería de estar asustado? —dijo el primo loco, luego me dio una mirada de arriba a abajo— porque gracias a lo que vi el otro día en tu cuarto, estoy más que deseoso de provocar otra confrontación

De La Vega se le iba a ir encima, pero yo me le adelante dándole un gran puñetazo en la cara.

Hacía mucho tiempo que no lo hacía así que tuve que retroceder unos pasos y sobarme la mano que justo ahora me estaba estallando en palpitaciones intensas. Pero aun así me hice la fuerte y seguí adelante con mi argumento.

—Tú, será mejor que te vayas sino quieres que te ponga el otro ojo igual —el hombre se tocaba el ojo derecho con tal enojo. Pero era su culpa, siempre estaba aquí solo para provocar.

Eso es lo único que al parecer él sabía hacer bien.

Tomé mi mano derecha con la mano izquierda para evaluar el daño, no parecía rota.

El hombre loco se fue y Nicholas se quedó ahí de pie.

—Tú no necesitas que nadie te proteja.

—Me sorprende que apenas estés llegando a esa conclusión, ahora si me disculpas tengo cosas que hacer —me iba a ir, pero él me detuvo del brazo, tomó mi mano en sus manos grandes y varoniles y la sobo ligeramente. No pude evitarlo, se me salió una mueca, realmente me había dolido.

—Necesitas hielo.

—Necesito comer.

—Puedes comer mientras te pongo hielo.

—Que buena manera para conquistar a una chica, ¿alguna vez te ha funcionado?

—Solo contigo —dijo mostrando una pequeña sonrisa burlona en su rostro.

Una canción se escuchó a lo lejos, recordándome que no debía dejar que mis sentimientos me dominaran nunca.

—Creo que yo puedo sola, será mejor que te vayas, ya has estado aquí más tiempo del que deberías, nos vemos mañana por la mañana para regresar con el trabajo como siempre.

Tears for fears decía todo el mundo quiere dominar el mundo a mis espaldas mientras escuchaba como Nicholas De La Vega salía de nuevo de mi casa, de mi vista, mi corazón y mi mente.


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Dos días después habían pasado desde el incidente, mi mano estaba mucho mejor e incluso había logrado que Celine me contestara las llamadas por fin. Pero aún había algo que no podía ser como ese día.

Mi relación con Nicholas De La Vega.

Esa nunca sería como los dos queríamos, como lo había sentido, como lo había imaginado que podía ser, aquella tarde en el suelo de mi habitación, mientras discutíamos por Harry Potter y Journey.

—Ya sabes si iras a alguna de esas galas -esta vez era Amanda quien me estaba sacando de mis pensamientos, gracias a Dios.

—¿Cuales? —dije viéndola de frente.

—Las que te acabo de dejar en tu escritorio, se necesita tu presencia en al menos dos de esos cinco eventos.

—¿Porque?

—Porque el Señor Marx financiaba esos eventos de caridad y ahora que tu posees todo lo de él, tienes que cumplir con todos estos compromisos con la sociedad

—Querrás decir su sociedad.

—También es la tuya, de ahora en adelante —dijo la voz de Christian detrás de nosotras.

—No quiero que sea la mía, detesto esos eventos, ¿recuerdas cuando fuimos a ese baile de debutantes en el centro?

—No creo que esos eventos sean iguales, Ella.

—Haz como si lo fueran, por un momento.

—En ese caso, realmente lo siento por ti porque tienes que asistir a al menos dos eventos de esas cinco invitaciones y será mejor que te vayas acostumbrando porque seguirán llegando.

—No me digas.

—Si te digo. —Contestó de manera sarcástica hacia mí.

—Está bien, haré esto con toda la profesionalidad que pueda —dije viéndolos a los dos. Tomé dos invitaciones al azar y se las di a Amanda—. Ya está, iré a esos dos eventos, ¿cuáles son?

—Una es de tu propia beneficencia y la otra es...

—¿Qué es? —dije riéndome. No sé por qué, pero le hallaba la gracia a esto, mucha gracia.

Eso, hasta que Amanda dijo de quién era el evento.

—De la familia De La Vega.

¡Oh por todos los demonios!

¿Será que alguna vez me librare de esa familia?

—Ufff estaría ofendido de no ser porque ahora somos amigos —dijo Nicholas entrando a mi oficina en ese preciso momento.

—No somos amigos.

—Tienes razón, somos colegas, eso es mejor, porque te guste o no debes confiar en mí.

—Recuerda lo que le paso al primo loco de Marx ayer, recuérdalo —le dije sin reírme ahora.

—¿Quieres qué cambié alguna de las invitaciones?

—No, si iré, solo tendré que poner mi mejor cara por cuantas horas...

—Tres.

—¡Por tres malditas horas! ¿En serio?

—Bueno eso es lo que dura el evento, tu puedes irte después de que hayas dado unas cuantas rondas al lugar.

—Me gusta tu manera de pensar De La Vega —le dije dándole una pequeña sonrisa media—, pero aún tengo que solucionar otras cosas más importantes antes de pensar si quiera en ir.

—¿Cómo que cosas?

—Esta mañana me llamó un viejo amigo de la estación de policía, ¿sabías tú que el rector de la universidad, el verano pasado se fue de vacaciones a Dubái con su esposa?

—Y eso es relevante ¿por qué?

—Mira no sé tú, pero eso parece un motivo para revisar sus finanzas.

—Como tu abogado te digo que eso puede ser complicado y tedioso.

—Por eso, no te estoy pidiendo permiso De La Vega, ya tengo a alguien revisando eso.

—¿A quién?

—Digamos que es un As bajo la manga.

—¿Tú sabes de quién habla? —le dijo Nicholas a Christian.

—Sí, dime que no lo hiciste.

—Si quieres que diga eso, lo haré con gusto, pero ambos sabemos que eso no es cierto.

—¿Porque tenías que involucrarla?

—Porque es la mejor y ambos lo sabemos.

—¿De quién carajos están hablando? —dijo Nicholas para los dos.

—Felicia —dijimos los dos al mismo tiempo.

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