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Capítulo 19.


No quiero saber el otro lado de una vida sin ti — Ruelle.


Llegamos a casa después de las diez de la mañana y lo primero que hice fue despachar a Amanda para que se fuera a casa, hoy no estaba para resolverle la vida a nadie.

Pero a Nicholas sin embargo no lo pude correr, se empeñó en quedarse hasta que todo estuviera bien, no sé exactamente a que se refiere con eso.

Él hombre tenía la suerte, de que en este momento no tenía ganas de pelear, así que no pude objetar a que se quedara, mientras no se metiera en mi camino y estuviera ahí solo para trabajar, todo estaría bien. Para los dos.

Sentía como si una nube negra hubiera aterrizado en mi cabeza y se hubiera quedado ahí para todo el día.

O Murphy, ¿es qué algo puede salir mucho peor hoy?

Llegamos a la que es mi habitación ahora y mi hermana se sentó en la cama, inspeccionando todo.

—Escúpelo Jackie —cuando mi hermana era más chica cometí el error de prestarle mi cuenta de Netflix. Se había obsesionado con la serie de 70's show y con cada uno de los protagonistas de ella. Ahora cuando estaba metida en problemas había hecho algo malo, yo usaba frases de la serie para confortarla, ya sé que eso le quitaba seriedad al asunto, hacia esto solo como una manera de calmarla y de asegurarle que no importaba que tan malo era el asunto siempre me podía reír de ello.

Y que no la mataría en el proceso.

Celine suspiró, tomó aire y comenzó a hablar.

—Le dije a Ámbar que querer ser policía, como papá.

Mi corazón se detuvo y sentí nauseas.

—¿Le dijiste qué?

—Sí, yo sé que ni tú, ni mamá quieren, pero es que siento que es lo correcto para mí —eso me recordó a cuando yo le dije a mi madre que abandonaría la academia, yo estaba aterrada, ella no podía estar más feliz por ello. Vivía constantemente aterrada cada que papá salía de la casa.

Ella siempre pensaba que ese día podía ser el último día en que lo viera.

Hasta que un día lo fue.

—Tienes que estar bromeando —le dije sentándome en una silla de mi peinador.

—No te pongas así, míralo como un tributo a nuestro padre —yo lo veía como una sentencia de muerte para mi hermana pequeña.

—Si esto es por dinero, no tienes que preocuparte, sabes que pagaré lo que quieras para que tengas la mejor educación.

—No, no es por eso, ya tomé mi decisión y nada me puede hacer cambiar de opinión y espero que tú la respetes, como sé que mamá la respetara con el tiempo.

—Jamás estaré de acuerdo con eso, óyelo bien, jamás.

—Es mi vida, no la tuya.

—Eres menor de edad aún y te puedo decir lo que quiera y cuando mamá sepa esto, estoy segura de que también se pondrá de mi parte.

—No seas inflexible, tú no eres así.

Me llevé una mano al diafragma, sentía una punzada ahí. No sé porque, pero en serio sentía que iba a vomitar y al mismo tiempo sentía que mis rodillas comenzaban a temblar, cedían ante la presión.

Mi cabeza daba vueltas y todo estaba yendo demasiado rápido.

—No me digas así, porque si alguien te ha apoyado antes he sido yo.

—Entonces apóyame en ésto.

—No, preferiría internarte en una institución mental sí es necesario, pero tú no serás policía.

—No puedo creer que me hayas dicho eso, tú, de todos lo esperaría, pero de ti no —dicho eso Celine se fue de la habitación molesta.

Yo me quedé ahí, sintiendo todo cada vez más fuerte.

—No sé qué demonios hago aquí —dije para mí. Iba a ir detrás de ella, me levanté, pero mi cabeza y mis piernas solo me ayudaron a llegar al piso.

La oscuridad llegó poco después, cerré mis ojos y dejé que esta me abrazara como siempre lo hacía cuando me sentía sola y sin salida.

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Había muy buen tiempo en la ciudad, como para pensar que estábamos a punto de recibir a una gran tormenta, de la talla de un tornado.

Porque la realidad era que aunque la tormenta ya estaba llegando, el canal del clima aún decía que hacía sol afuera.

Por otro lado la gente, estaba tratando de no entrar en pánico.

El canal del clima local había dado indicaciones de buscar sitios seguros para estar y abastecerse de comida y agua para al menos un par de semanas, en lo que pasaban las contingencias y el estado de alarma.

Y mi padre como siempre estaba participando en esas labores, después de todo, era su trabajo al ser policía.

Y también se estaba asegurando de que toda su familia, incluido mi hermano Leonardo y su madre estuvieran en un lugar seguro.

Pero había algo que me daba vueltas la cabeza, desde que había salido de la Academia.

Mi novio de este momento me había dicho que vendría a mi casa antes de que se hiciera el cierre total de todo.

Todas las personas de la ciudad se encerrarían en refugios para pasar la tormenta, por mi parte mi familia tenía un refugio especial designado para las familias de los policías siempre.

Y también para aquellos que estuvieran en la academia de policía, no nos permitían salir por nada del mundo mientras estábamos en ella, pero cuando un tornado se dirigía a la ciudad, se hacían excepciones.

Por lo que nos habían mandado a todos y a nuestras familias a estas especies de refugio anti-bombas o casas seguras que tenían en las afueras de la ciudad.

Pero él no había llegado aún y ya era casi la hora del cierre a las siete de la tarde.

Veía a un lado y otro, la gente estaba metiendo sus pertenencias más valiosas, comida, agua, mantas y otras cosas esenciales.

Pero no había señales de su carro rojo y destartalado. Tomé mi teléfono y marque su número, no contestaba y mandaba directo a buzón.

Nada y nada y nada.

No pensé demasiado lo que estaba pasando, solo me subí a la camioneta de mi mamá y conduje hasta la casa de él. Las personas cada vez eran más escasas conforme te iba acercando a la ciudad, se veía más y más vacía.

Truenos se escuchaban ya a lo lejos y seguido de ellos la lluvia llegó por fin.

Gotas tan grandes y magistrales que podían ahogar a cualquiera en ellas, pero eso no me importaba, tenía que saber que estaba bien, que estaba en el refugio.

Las gotas de agua y el viento comenzaron a ser tan fuerte y constantes que tuve que obligarme a ir cada vez más lento, pero ya estaba cerca del refugio de su familia, desacelere un poco y a mi lado mi celular no paraba de vibrar.

En la pantalla vi cómo se acumulaban las notificaciones de las llamadas perdidas y mensajes de mi madre y mi padre. Sentía mucho no poderles responder, pero en cuanto me bajará del auto y viera a Connor, con bien les regresaría la llamada.

Yo sabía que su familia me recibiría con los brazos abiertos en cuánto me vieran y él aún más.

Yo solo quería que supiera que todo estaba bien.

Cosas comenzaron a ser arrastradas a mi lado por el viento, pise el acelerador para poder esquivarlas.

De acuerdo, ahora estaba más que asustada, tenía que admitirlo.

La tormenta estaba llegando con aun más fuerza de la que se pensaba o se decía en la radio, ordenaban de manera inmediata que las personas entrarán en sus refugios.

Llegué, bajé del auto corriendo y toqué la puerta. Nadie abría, me asomé a las ventanas que ahora estaban cubiertas de madera gruesa, a ver si veía algo, pero no se veía nada de movimiento adentro.

Afuera, ya estaba completamente mojada y la gente corría aún más.

Una señora me hizo una seña que no entendí. Era una vecina de la familia de Connor.

—Corre —dijo gritándome desde el otro lado de la calle. Pero no había a ningún lugar a donde correr.

Sirenas y aún más truenos por todas partes anunciaban que la tormenta ya estaba aquí.

Y yo estaba sola y sin tener a donde ir.

Iba a ir hacia la camioneta, pero esta comenzó a balancearse por el aire y tenía miedo de que el mismo me llevará al final con ella.

Fui aún así a ella en busca de mi teléfono que estaba sonando aún.

¿Papá?

¿Dónde estás? ¿Estás bien?

En casa de Connor, pero no hay nadie aquí, no sé a dónde pudieron ir.

Están en el refugio Adams, como todos los de su sector.

Debo ir a buscarlo papá, él me prometió que vendía a verme, algo está mal, algo está mal seguí repitiendo en la bocina una y otra vez.

No te muevas de ahí, estoy cerca, voy por ti, quédate con la vecina de frente si puedes.

Pero papá...

¡Demonios Gabriella haz lo que se te dice por una vez en tu vida! —dijo mi padre del otro lado de la línea.

Me quedé viendo la pantalla por unos segundos mojarse por completo, después de que mi papá había colgado.

Luego corrí a buscar refugio, me quede con la familia González hasta que unos oficiales de policía llegaron dos días después para decirme que mi padre había muerto aplastado por un techo cuando intento salvar a la familia Rodríguez.

Mi papá murió como un héroe ese día para todos.

Pero lo que nadie sabía es que él nunca debió de haber muerto ese día, él solo se detuvo a ayudar a esa familia porque vivían a dos casas de donde yo estaba varada. Él debía de seguir de largo, él debía de venir por mí para cuídame y llevarme al refugio con mamá y los otros.

Pero en su lugar murió. Murió yendo a salvarme.

Todo para que Connor muriera también ese día, con toda su familia.

Resulta que mientras la familia de Connor y él estaban saliendo de la ciudad para ir a la más cercana, donde los esperaban los demás miembros de su familia, sufrieron un accidente a causa de la lluvia y el viento, se volcaron en la carretera y luego el viento se los llevó dos metros adelante.

Todos murieron en el acto.

Dos niños pequeños de cuatro y seis años.

Connor de diecinueve años.

Y sus padres de treinta y cuatro y treinta y cinco años.

Y todo era mi culpa.

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