Capítulo 16.
Cada día por lo que lucho, son por mis futuros algos — Natasha Bedingfield.
—¿Qué pasa ahora?
—Recuerdas que te dije que era una buena idea contratar un contador externo para revisar cada una de las empresas que dejó el Señor Marx.
—Adivinaré, ¿encontró algo más que estaba mal?
—No solo está mal, falta dinero, alguien, por alguna razón te está robando.
—Eso no debe de estar bien —dijo detrás de mí, el estúpido De La Vega.
—Repíteme porque él no se puede ir...
—Porque lo necesitamos.
—¿Para qué?
—Mira ya sé que el dinero falta, pero no sé quién o porque no está.
—¡Oh Dios! Como extraño el campo de tiro justo ahora... —dije soltando todo el aire que tenia dentro de los pulmones y resignandome a que no me desharía de él tan fácilmente.
Christian rió, Amanda no dijo mucho, pero De La Vega estaba perplejo.
Al parecer aún había cosas que solo yo sabía de mí, así que lo guardé secretamente como una victoria para después.
—¿Así qué no lo puedo mandar al demonio aún? —dije sin importarme si me escuchaba ahora o no.
—No, lo necesitó para que me ayude a investigar la fuente de estos ingresos perdidos.
—Y yo necesito que la tierra se lo trague. —respiré exasperada, por lo que yo misma sabía que tenía que hacer- Señor De La Vega, ¿le gustaría trabajar para mí?
—Sí me lo pide de esa manera, no.
—Entonces no hay problema, porque prefiero que me trague la tierra a trabajar con usted.
—¿Esa es la única manera que tiene de manejar todo en su vida?
—Sipi —dije para él.
—Y ha sido así por los últimos veinticinco años —dijo Christian para él también.
—Sí es así ¿entonces cuándo comenzamos?
—Después de la comida, por supuesto —dije ahora sí para todos— ¿A quién le gusta la pizza?
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¿Quién demonios entiende bien a una mujer?
Nadie, esa es la respuesta correcta a esa interrogante.
Dos horas antes, estaba tratando de estrangular a De La Vega y ahora estábamos plácidamente debatiendo e investigando sobre un posible caso de fraude.
Así es, estoy loca.
—Creo que estas en un error, no puede ser eso cierto...
—Te digo que es cierto.
—No, no lo es.
—Que sí.
—Que no.
Llegó Christian y nos interrumpió, había ido a la cocina a traer café para seguir con la investigación.
—¿De qué hablan?
—Le digo que son siete películas de Harry Potter y él no me cree.
—Por supuesto que son siete, y sí te pones a discutir con ella de eso, créeme, aquí los veré hasta año nuevo.
—Es que eso es imposible —dijo él— yo solo recuerdo haber visto seis y los libros son seis.
—Sí, pero el último lo dividieron en dos partes.
—Pero yo solo vi seis, por lo tanto, son seis nada más —estaba tan terco el hombre. Me reí, porque la situación era graciosa, él no, por supuesto que él no era gracioso.
Vi por encima de mi hombro y lo vi sonriendo hacia mí y lo hice también.
Le sonreí, no sé por qué.
Pero lo hice.
—Esto lo podemos arreglar solo de una manera —dije buscando algo a mi lado.
—¿Qué buscas?
—Mi teléfono, ¿lo has visto?
—Sí, está aquí, junto a mí —me lo pasó y el fondo de pantalla se rebeló al instante.
—¿Te gustan los súper héroes? —el fondo era del póster de la película de los Vengadores que estaba próxima a salir.
—Sí, un poco.
—No es cierto, te gustan un montón mujer —dijo Christian detrás de mí. Ahí mismo, los dos discutiendo por algo tan banal, por algo que realmente no era importante para lo que nos había traído hasta aquí.
Nos hacía vernos a los dos por lo menos una década más joven.
A veces cuando tenía tiempo, me imaginaba como hubiera sido nuestra vida si no estuviéramos peleados a través de nuestras familias.
Creo que hubiéramos sido buenos amigos o quizás algo más.
La duda era demasiada abrumadora.
Tanto que me tuve que excusar para ir al baño, tenía que enfocarme, sino esto no funcionaria.
Yo lo odio, ¿porque es qué entonces me estoy comportando de esta manera?
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—Creo que lo mejor es dejarlo por hoy, ya es tarde y tengo que hacer otras cosas mañana por la mañana —dijo Christian recogiendo sus cosas del piso donde estábamos instalados, no sé cómo habíamos llegado al piso de lo que ahora era mi nueva oficina, cuando hay otras áreas de la casa que bien pudimos usar como sala de juntas.
Miré la hora en mi teléfono y pasaban de las doce de la noche.
—Nos vemos mañana Christian —dije dándole un beso en la mejilla. Dicho esto, él se retiró. No lo acompañé porque él ya sabía el camino hacía la puerta.
Me giré y encontré a Nicholas observándome fijamente.
—Si gustas puedes quedarte, es algo tarde para que te vayas a casa.
—No está bien, de todas maneras, no creo que tengas ropa que me quede, ¿verdad?
—No, la verdad no. —La verdad no quería que se quedara, la sola idea de que se quedara en una habitación de mi casa, cerca de mí, me ponía los nervios de punta- Haré que te lleven -dije después de una eternidad.
—No es necesario, traje mi auto.
—Por supuesto, entonces te acompañó a la puerta.
No estábamos tan lejos de mi habitación ahora, en realidad tuvimos que pasar por un piso, una escalera y varias habitaciones cuando pasamos por ella.
Yo iba a la cabeza del camino y detrás de mí De La Vega. Nicholas.
Sentía su mirada, aún sin voltear atrás para verlo.
Fija en mí, en mi espalda, en mis movimientos.
Ya iba bajando por la última escalera hacía la sala y el recibidor cuando me gire para darme cuenta de que se me había perdido el hombre en alguna parte del camino. Volví por mis mismos pasos y lo encontré en mi habitación.
Me acerqué cuidadosamente a él.
—¿Te perdiste? —le dije haciendo que este se girará hacia mí.
—Perdona, yo no quise meterme a husmear.
—Sí, sí querías.
—¿Qué es lo que quieres saber o ver?
—No lo sé, es que... —ahí frente a mí, apenado, parecía más un chico de doce años, tímido y con los ojos más bonitos que yo jamás había visto en toda mi vida, que mi enemigo jurado de toda la vida. Me apiade de él.
—Bien, tienes cinco preguntas, es todo.
—¿Perdona?
—Puedes preguntar sobre cinco cosas que quieras saber, solo eso y después no más, no me interesa conocerte así que no necesito saber nada de ti, pero sí estás aquí, es por algo.
—¿Porque cinco?
—Porque me gusta el número, no sé, lo elegí al azar.
—Bien —dijo actuando como que pensaba su pregunta número uno— se de ti, que tienes la misma edad que yo, que tienes dos hermanos y que quisiste ser policía, pero lo que nunca he entendido es porque sí eras tan buena en ello, lo dejaste...
—Eso no es una pregunta y por tanto no puedes ser contestada.
—Ok, entonces la haré como pregunta, ¿porque lo dejaste?
—Porque quería, siguiente pregunta.
—Color favorito.
—Azul —mentía.
—Comida favorita.
—Tallarines —mentira.
—¿Porque siento qué me estás mintiendo?
—Porque lo estoy haciendo, te queda una pregunta, aprovéchala.
—¿Alguna vez estuviste enamorada de mí? —su pregunta me tomó totalmente por sorpresa, pero no iba a permitir que lo viera, ni él ni nadie, yo no era frágil, yo no era débil, no lo necesitaba a él ni a nadie.
—No —mentía, siempre mentía.
—Porque debo creerte, me has mentido en todo lo demás que has dicho.
—Piensa lo que quieras, pero te diré esto, si alguna vez estuve enamorada de ti, ¿porque nunca lo demostré?, ¿porque nunca se me notó?
—El amor no correspondido no siempre se nota.
—Buen punto —algo dentro de mí se quebró, al escuchar las palabras de él. Así que nunca fui correspondida, por mí, estaba más que bien.
Dicho esto, se fue por donde vino.
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