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Capítulo 42. Su alma se ha moldeado a la de ella.

-¡Tardaste demasiado, Artemisa!-Era Hermes, su tono medio burlón, pero cargado de un alivio evidente. Su figura emergió entre la confusión, y aunque el peligro seguía presente, por primera vez en mucho tiempo, la esperanza había ganado terreno.

El campo de batalla aún era caótico, pero ya no era un lugar de desesperación absoluta. La llegada de los refuerzos marcaba el preludio de lo que estaba por venir, y Bell, aunque herido, podía sentir que el final no era inminente.

El peligro no había terminado, pero la esperanza, por mínima que fuera, se había encendido una vez más.

La gran diosa de la caza, había aparecido como una inesperada salvadora.

La visión del albino permanecía fija en la figura tan imponente delante suyo. Él aura que emitía su enorme seguridad y firmeza al sostener el arco aparentemente sencillo sin ninguna característica destacable lo sumía en una enorme confianza y calma.

Se trataba de una hermosa mujer de cabellera azul como el cielo, quien se erguía como una verdadera diosa pura e inmaculada. Sus pies se mantenían fijos en su posición y poco a poco las manos que sostenían tanto la cuerda como el cuerpo del arma empezaron a bajar hasta posarse a la altura de su cintura.

Su atuendo era digno de una diosa, de una deidad. Destacaban los colores similares al de su cabello y pequeñas fracciones blancas con decoraciones en dorado, dándole un aire de elegancia.

Lo que mayor atención llamó del joven detrás de ella, fue la expresión seria y severa que se dibujaba en su rostro que lucía mayoritariamente calmo, o al menos esas eran sus suposiciones.

Estaba enojada, no era necesario preguntarlo para confirmarlo, el profundo desagrado que emitía el fruncir de su cara y el arrugar de sus cejas dejaba en claro las emociones que la abordaban por el conflicto que enfrentaba.

-Ugh...-Bell trató de ponerse de pie, pero su rodilla no se despegaba del suelo y su pierna delantera no conseguía reunir la fuerza suficiente para extenderse como centro de gravedad y permitirle el libre movimiento, así pusiera sus manos encima de la misma para impulsarse, el esfuerzo resultaba inútil.

Unos cuantos minutos de batalla habían sido suficientes para dejarlo en ese estado. De no ser por su salvadora estaría embarcado a un camino sin retorno hacia los cielos, a la espera de reencarnar como otro ser.

Gracias a Artemisa, el nombre que el propio Hermes pronunció hace unos segundos, eso no sucedió y se encuentra entre la muerte y la vida.

Mordió su labio inferior, saboreando la sangre de su herida y que brotaba al interior de su boca. El sabor a hierro le asqueaba. El retumbar de sus latidos en los oídos lo incomodaba y sobretodo la falta de fuerza para continuar lo hacía sentirse decepcionado de si mismo.

Levantó ligeramente la cabeza, observando la enorme plataforma flotante que había cubierto el cielo encima de su posición. De ella, resaltaba una barrera cristalina que desaparecía para permitir su apertura, como si de un enorme buque se tratase o de una "nave" de otro mundo.

"Distrito escolar... Eina me habló de esto y no exageró al describirla. Es realmente impresionante" Pensó el conejo, mirando con admiración el susodicho sitio mientras sonreía con incredulidad.

Esa institución era la encargada de formar a los aventureros del mañana y, de hecho, ahí mismo se hallaba la hermana menor de su pareja.

"Supongo que si salgo de esta conoceré a mi cuñada. No me puedo permitir morir de ser ese el caso, Se dijo a sí mismo, ignorando el dolor de su cuerpo y volviendo a pararse mientras sus piernas temblaban y se tambaleaban de lado a lado con evidente entumecimiento, falta de sensibilidad y dificultad para coordinarse.

Varias sogas de gran longitud cayeron desde los bordes del distrito escolar, desenrollándose hasta quedar colgando a pocos centímetros del suelo. Como si de piratas abandonando la nave se tratase, centenares de hombres y mujeres descendieron desde estas mismas sogas, cayendo con rapidez hacia al suelo para llegar al campo de batalla, aguardando por órdenes.

Había de todos colores y razas. Muchos de ellos lucían intimidantes, pero casi ninguno rebasaba una edad mayor a los compañeros de familia del albino. Era como si hubiesen mandado a los estudiantes a enfrentarse a este temible conflicto.

No obstante, no estaban solos. Así como destacaban los alumnos como una mayoría, también los acompañaban aventureros en apariencia experimentados y fuertes. Cada uno estaba a cargo de uno de los grupos, reuniéndolos para aproximarse a Artemisa en espera de instrucciones, como soldados y capitanes bajo las órdenes de una estratega y general.

La rodilla del albino volvió a temblar y la azotó en el suelo, provocando un ruido seco acompañado de un dolor punzante en la zona, despertando la atención de su salvadora.

"Estoy completamente hecho mierda..." Bell bajó la cabeza con los mechones blancos y con partes grises colgando como péndulos en movimiento.

El polvo todavía flotaba en el aire cada músculo de su cuerpo ardía, como si hubiera sido aplastado bajo una montaña.

Frente a él, Artemisa se inclinó ligeramente mientras se hallaba en un estado e reposo. La figura destacada de la deidad lo hizo temblar ligeramente, como si esperara a que ella le dirigiera la palabra.

-¿Te encuentras bien, niño? Alguien como tú no debería estar aquí. Lo mantuviste a raya lo suficiente y he de reconocerte. Permíteme ayudarte-Le preguntó la diosa, de forma clara y firme, como si no existiera espacio para el colapso. Mientras le dirigía cierta amabilidad y admiración por las labores del albino previo a su llegada.

El antes mencionado levantó la vista, aún aturdido. La visión de la deidad lo dejó congelado por un instante; nunca había visto a alguien tan imponente en medio del desastre. Finalmente, con movimientos vacilantes, aceptó la mano que ella le tendía.

Cuando los dedos de Artemisa tocaron los suyos, una mueca de desagrado cruzó fugazmente su rostro. Era algo que detestaba, pero cuando Bell, con una expresión honesta y humilde...

-Gracias...-Murmuró.

...esa incomodidad se desvaneció.

"Es extraño. Debería estar poniendo una mueca de asco fácilmente identificable por el chico a tal punto que desista de tocarme" Pensó la peliazul, abriendo los ojos en demasía al mirar el contacto entre su piel y la del chico que recién conoce, como si no diese crédito a lo que sucedía.

En otro momento, habría rechazado cualquier contacto, especialmente con un hombre. Si bien ella le había ofrecido la ayuda, eso no eximía su verdadera naturaleza. Pero esta vez, por más raro que pareciera, decidió ignorar la sensación, tragarse su orgullo, y solo centrarse en lo que importaba.

Al ponerlo de pie, Artemisa recorrió el campo de batalla con su aguda percepción. Los recuerdos ya se hallaban delante suyo en posición de firmes. Sus ojos se fijaron en la capitana de su familia, quien aguardaba instrucciones junto a un grupo de guerreras, listas para actuar.

-¡Rethusa!-La llamó con voz autoritaria, sin un atisbo de duda

-¡Dirige a tus mejores fuerzas al ala oeste de Orario. Deben sellar las entradas de la calle Dédalo! ¡No permitas que las criaturas la atraviesen! ¡Nada entra ni sale de ahí!-Ordenó con fiereza, señalando la zona de la ciudad.

-¡HAI, ARTEMISA-SAMA!-La capitana asintió de inmediato, volteando hacia el pequeño pelotón que la acompañaba y yéndose de ahí para cumplir su labor.

Las cosas no se detuvieron ahí, la peliazul no dio tregua a nadie, girándose hacia el resto de las tropas.

-¡El resto de ustedes, escúchenme bien! ¡Dispersión inmediata! ¡Quiero que aseguren las zonas central y sur! ¡Apoyen a la familia Ganesha y a Loki! ¡Deben contener a los demi espíritus y mantener sus líneas intactas!-Su tono, tan cortante como una hoja, dejó claro que cualquier vacilación sería inaceptable.

La multitud de gente se movilizó a gran velocidad sin emitir una respuesta ni réplica. La confianza que le tenían a la diosa no daba lugar a contratiempos como esos.

Los pasos resonaron por las calles y la enorme multitud se dividió en dos grupos para cubrir el terreno indicado. Dejando en completa soledad a la deidad y al albino.

-Dime... ¿Planeas...?-Antes de que el cuestionamiento de la diosa de la caza fuese emitido, un rugido ensordecedor sacudió el terreno.

Tanto ella como él voltearon al unísono y sus ojos se clavaron en el coloso que emergía entre los escombros tras la múltiple ráfaga de flechas color púrpura.

La bestia oscura, el Antares, se alzaba una vez más con su enorme cuerpo azabache destrozando las ruinas a su alrededor.

Las patas de la criatura, mutiladas momentos antes, comenzaban a regenerarse con un ritmo alarmante. El rojo vivo del tejido emergente se extendía bajo la armadura ennegrecida, mientras el monstruo recuperaba su fuerza.

Artemisa estrechó la mirada al ver el cristal que protegía el núcleo de Antares. Había grietas, un daño visible, pero insuficiente. Las flechas habían alcanzado su objetivo, pero no lo habían destruido por completo. Aunque, por la información que ella poseía, no tenía la esperanza de lograr derrotarlo con ese único ataque.

-No hay tiempo para errores-Declaró con severidad, apuntando nuevamente su arco hacia la figura delante suyo.

-Y-Yo... pelaré...-El albino pronunció, respirando con dificultad y preparándose para un segundo round contra su rival.

El aire se cargó de tensión cuando una presencia helada y cortante se alzó entre el estruendo del campo de batalla. Artemisa centró su mirada hacia el cristal con el rostro contorsionado en una expresión de profundo desagrado.

-Dionysus-Musitó al notar que el susodicho estaba abriéndose paso desde su prisión.

El cuerpo del Antares que ocupaba el dios irradiaba una vibra extraña, como si no encajara del todo en el mundo que lo rodeaba.

Por un instante, pareció vacilar, como si una fuerza invisible lo llamara hacia Artemisa. Su cuerpo se tensó, sus dedos crispándose mientras luchaba por dominarse, por dominar esa fuerza sin igual que planeaba abandonarlo a su suerte. Finalmente, explotó en un grito cargado de incontenible furia.

-¡¿Qué demonios haces aquí, Artemisa?!-Vociferó con una mezcla de desprecio y desconcierto. Su voz retumbó, desbordando una hostilidad que no se molestaba en ocultar.

-¡Los registros del distrito escolar son claros! ¡No deberías haber regresado sino hasta dentro de dos meses!-Añadió, demostrando que la ausencia de la mujer delante suyo fue un factor que tomó en cuenta para causar su ataque a Orario. Pero ahora que ella se hallaba ahí, toda la preparación con antelación fue meramente basura y tiempo perdido.

Artemisa, con una calma gélida que apenas contenía su furia, dio un paso al frente, sus ojos azules resplandecieron como hielo bajo la luz del sol aunque perdieron brillo cuando contactaron con las de ese malvado ser.

-No tengo por qué darte explicaciones, escoria de Dios-Pronunció de forma helada y sin emoción.

La tonalidad era tan afilada como una daga, y cada palabra pareció cortar el aire.

El rubio apenas tuvo tiempo de esbozar una sonrisa burlona antes de que la diosa continuara, dejando caer sobre él todo el peso de su juicio.

-Tu arrogancia y tus decisiones nos han traído hasta este desastre-Le espetó, apuntándolo con el dedo como si fuera un juez condenando a un criminal. Su odio, antes contenido, se elevó con furia en cuestión de segundos.

-¿Acaso has visto el estado de las ciudades cercanas al despertar de esa cosa? ¡Miles de vidas han sido sacrificadas por tu codicia y tus juegos!-Ella estaba al tanto de la destrucción causada por culpa de él y la adaptación de su nuevo poder.

-Jajaja... ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!-Dionysus, en lugar de retroceder, dejó escapar una carcajada amarga. Sus ojos brillaban con una profunda malicia , acompañada de tétrica diversión, como si las palabras de la mujer fueran poco más que un entretenimiento pasajero.

-Oh, sí, los vi-Le dijo, todavía manteniendo su tono burlón y cargado de desprecio.

-Recuerdo cada rostro perdido en la desesperación. Las lágrimas, los gritos... una sinfonía perfecta. Y ahora, planeo traer esa misma desesperación a Orario-Respondió sonriendo de forma vil y cruel.

La diosa apretó los puños con tal fuerza que sus uñas casi se clavaron en su piel. La furia hervía en su interior, amenazando con desbordarse.

-¡No lo permitiré!-Le gritó, reverberando como un trueno. Dio un paso más hacia él, acercándose con una determinación inquebrantable.

-Sabía que Evilus estaba detrás de todo esto. Yo misma no cuento con la suficiente fuerza para derrotarte. Es por eso que... ¡Es por eso que recurrí a unos cuantos favores!-Infló su pecho al pronunciar eso último.

Dionysus arqueó una ceja, su sonrisa tambaleando ligeramente ante el énfasis en sus palabras.

-¿Favores?-Cuestionó, aunque el ligero temblor en su voz traicionaba su aparente calma.

Su rival en el campo de batalla lo miró fijamente, atravesándolo como una espada a la carne.

-Sí, favores-Replicó, dejando que la palabra se asentara antes de pronunciar el nombre que lo cambiaría todo.

-¿O acaso crees que Baldur solo me permitió traer a sus estudiantes?-Hizo una pregunta que no requería respuesta. Solo fue hecha para darle a entender a Enyo su punto.

El efecto fue inmediato. La sonrisa de este desapareció por completo, reemplazada por una expresión de puro terror. Su cuerpo se tensó, y por un momento, pareció más pequeño, como si el peso de ese nombre lo hubiera aplastado.

-Baldur...-Repitió en un susurro.

-N-No me digas que tú... que ese monstruo está...-Antes de que pudiera reaccionar y terminar de hilar su temor, el aire se llenó de un estruendo que sacudió el terreno.

Desde lo alto, una figura descendió con la precisión de un rayo, aterrizando con gracia en medio de la confrontación. El impacto levantó una nube de polvo, y cuando esta se disipó, reveló a un joven rubio y delgado. Su porte era impecable, casi regio, con una confianza que irradiaba desde cada uno de sus movimientos.

Con una expresión relajada, el recién llegado posó una mano sobre el mango de su estoque, como si la situación estuviera completamente bajo su control.

-Leon Vardenburg-Anunció Artemisa repleta de orgullo, como si invocar su nombre fuera un acto de victoria.

El aventurero levantó la vista, dirigiendo una mirada calmada hacia Dionysus, quien parecía clavado en el lugar. Su semblante relajado contrastaba con la tensión que se apoderaba del dios, cuyos labios temblaban mientras buscaba palabras que no llegaban.

Leon inclinó ligeramente la cabeza hacia Artemisa en señal de respeto.

-Parece que llegué justo a tiempo-Comentó, despreocupado.

-Supongo que este es el culpable de todo el desastre-Añadió, dándole la espalda nuevamente para observar al Antares.

-Lo es-Respondió la peliazul.

-Y estoy segura de que sabrás cómo manejarlo-Complementó con confianza plena en el aventurero.

Leon esbozó una ligera sonrisa antes de dar un paso hacia el dios, quien retrocedió instintivamente, como si la simple presencia del aventurero fuera suficiente para intimidarlo.

-Vamos, Dionysus-Expresó Leon, desenfundando lentamente su estoque con un movimiento fluido.

-¿No decías algo sobre traer desesperación a Orario? Veamos si puedes mantener esas palabras-Lo retó de forma arrogante.

El silencio que siguió fue abrumador, roto únicamente por el sonido del estoque deslizándose por completo de su funda. Dionysus apretó los dientes, pero el miedo en sus ojos no podía ser ocultado. La llegada de Leon había cambiado completamente el rumbo del enfrentamiento, y Artemisa, con una leve sonrisa, supo que las tornas estaban a su favor.

Sin embargo, detrás de ambos, el protagonista de esta historia estaba boquiabierto por la aparición de aquel aventurero del que solo ha oído algunas historias.

La mente de Bell hizo click, como si una pieza perdida finalmente encajara en su lugar. Mientras observaba al espadachín rubio de figura esbelta y porte sereno, un recuerdo enterrado emergió de su memoria: una conversación con Eina, llena de datos sobre el poder y los niveles más altos conocidos dentro de Orario.

"-El único nivel 7 registrado en la ciudad es Ottar, El Rey-"

Fue lo que había dicho la semi elfo. Sin embargo, el conejo recordaba que algo en esa charla le había dejado una sensación de inquietud.

-Dentro de Orario-Susurró entonces, repitiendo esas palabras con insistencia en su mente. El matiz lo había llevado a preguntar con curiosidad y algo de nerviosismo:

"-Y fuera de Orario? ¿Existen otros?-"

La castaña lo miró con seriedad antes de responder en aquella ocasión, como si estuviera a punto de revelar algo de gran relevancia.

"-Sí. En el distrito escolar donde mi hermana menor estudia, uno de los maestros ostenta el título del segundo nivel 7 conocido en la actualidad. Lo apodan el "Caballero de Caballeros", Leon Vardenburg-".

Aquella información lo había dejado atónito. No solo por la existencia de otro nivel 7 fuera de la ciudad, sino por la descripción que le dio del espadachín.

Leon no era como Ottar, cuya figura musculosa e imponente representaba el epítome de la fuerza bruta, no, era completamente distinto.

Su cuerpo delgado, elegancia natural, la manera en que parecía estar diseñado para la precisión... todo en él desafiaba las ideas preconcebidas de lo que un aventurero poderoso debía ser.

Y ahora, ese hombre estaba frente a él, irradiando una confianza tan sólida como la propia presencia del Rey Ottar, aunque de una naturaleza diametralmente opuesta.

La deidad retadora, por su parte, no podía aceptar lo que veía. Con un grito cargado de frustración, trató de recuperar el control de la situación.

-¡Eso no cambia absolutamente nada!-Vociferó, con el rostro descompuesto por la ira.

-¡La moneda ha sido lanzada, y mi victoria es inminente!-

Leon, lejos de inmutarse, esbozó una sonrisa. Era una mueca cargada de seguridad, tan provocativa que parecía diseñada para enfurecer aún más a su oponente.

-¿De verdad?-Cuestionó con una calma insultante, como si las palabras del contrario fueran insignificantes.

-Entonces, ¿por qué estás temblando?-

El dios quedó petrificado. Su rostro traicionó el miedo que intentaba ocultar, mientras un leve pero evidente temblor recorría sus manos. Aquellas palabras, pronunciadas con tal aplomo, lo habían alcanzado como una flecha certera.

Desde una posición elevada, Enyo observaba con atención. No obstante, algo más capturó su mirada: las patas del Antares, hasta entonces quietas, comenzaron a moverse. Al principio, el movimiento era casi imperceptible, un leve temblor en las extremidades regeneradas, pero pronto se intensificó, golpeando el suelo con una fuerza que hacía vibrar todo a su alrededor.

El sonido metálico y pesado de la criatura regenerándose se mezclaba con el estruendo de sus movimientos, llenando el ambiente de una tensión que se hacía insoportable.

El aire se volvió más denso. La amenaza del Antares pesaba como un yunque sobre los hombros de todos. Bell sentía que la presión crecía dentro de su pecho, pero no podía apartar la mirada de Leon.

El "Caballero de Caballeros" permanecía firme. A pesar del caos, había algo en él que inspiraba una confianza irrefrenable.

-¡UGHHHHHHH! ¡LOS ASESINARÉ A TODOS!-Gritó con vehemencia, desgarrando las cuerdas vocales a en un chillido agudo y potente que alcanzaba los rincones de la ciudad, provocando un dolor leve, ínfimo, en los que escuchaban.

Antes de que el cristal terminara de envolver a Dionysus, un torrente de energía brillante emergió de su cuerpo, disparándose hacia el cielo como un pilar de luz. Era su arcanum, liberado de manera brutal y sin restricciones, despojándose de su divinidad en un acto que parecía más un sacrificio que una estrategia.

La energía no se dispersó como muchos podrían haber esperado. En lugar de eso, fue absorbida directamente por el colosal cuerpo del Antares, cuyo brillo ominoso creció con intensidad. La criatura dejó escapar un rugido gutural que resonó por todo el campo de batalla, como si celebrara la nueva fuerza que había adquirido.

Leon Vardenburg, quien hasta ahora había mantenido una actitud tranquila y segura, abrió los ojos con sorpresa. Era un gesto sutil, pero en él se percibía la gravedad de lo que acababa de presenciar.

-Artemisa-sama...-Su tono, aunque respetuoso, estaba impregnado de urgencia.

-Por favor, retírese y apoye en otras zonas. Parece que los datos sobre esta bestia no mentían. Esa cosa devora el arcanum de los dioses. Si la atrapan, solo la haremos más fuerte-Las palabras del espadachín no admitían discusión. Dio un paso hacia la diosa peliazul, interponiéndose entre ella y el Antares, como un escudo humano que no conocía el miedo. Su mirada, firme y determinada, reflejaba tanto respeto como resolución.

Artemisa lo observó por un breve instante. Su expresión permanecía serena, pero en el fondo había una chispa de frustración. No porque no confiara en Leon, sino porque entendía la gravedad de la situación y lo que su presencia representaba para el enemigo.

-Entendido, Leon-Asintió sin rastro de duda.

Sin oponerse, giró y comenzó a alejarse, dirigiéndose hacia otra zona del conflicto para coordinar a sus fuerzas. Sabía que quedarse solo complicaría aún más la situación, y aunque no le agradaba abandonar el frente, confiaba en que Leon sabía lo que hacía.

-Debemos retirarnos. Seremos un estorbo si permanecemos aquí-Dijo la diosa hacia el albino, quien no parecía tener intención alguna de abandonar el sitio y...

-No lo haré-Sus palabras, su respuesta lo confirmaba.

Ignorando la sangre brotando de sus heridas. Las múltiples contusiones en su cuerpo y en cansancio que lo azotaba, sonrió, avanzando hacia Leon para encarar lo que vendría.

-Esta también es mi batalla. He esperado años para tener esta revancha y no permitiré que se me arrebate-Pronunció, arrugando las cejas.

-No estás en posición para luchas contra nadie en ese estado. Si no te vas serás mera carne de cañón. No seas necio y...-Antes de que terminara su reclamo cargado de reproche, fue interrumpida con prontitud.

-Nada cambiará la decisión que he tomado, Artemisa-Sama. No va motivada desde el impulso o la necedad. Es algo que he de hacer...-Expresó. Su cabello le cubría la mitad del rostro, ocultado su verdadera naturaleza.

-¡Es una terrible decisión!-Le replicó la peliazul, tratando de sostenerlo de la mano para llevárselo, pero él la apartó.

En un silencio sepulcral que rodeaba al par y alejaba lo demás, un pensamiento hizo eco en la mente del conejo.

"-Bell, prométeme que serás fuerte, prométeme que serás tan fuerte que nadie más te obligará a hacer algo que no quieras, pero sobre todo, sigue teniendo ese dulce y amable corazón, sigue siendo esa noble persona que eres ahora, cumple tus sueños, hijo mío-"

Las palabras que fueron emitidas la última vez que vio a su amada madre y tío. El día en que fue despojado de su familia para que ellos obtuvieran un cruel destino en el que terminaron.

La muerte de su tío Zald a manos de El Rey Ottar...

La caída de su madrastra Alfia en el calabozo en contra de la familia Astrea.

Lo sabía todo. No eran detalles que pasara por alto. Cuando llego a Orario, en sus ratos libres, leía sobre el gran conflicto de la edad oscura que coincidía con la fecha de partida de su familia.

Los lloró en silencio. Le dolía el corazón de solo pensar que la gente a la que amo se fue de ese mundo adoptando el papel de villanos, uno que jamás quisieron, que nunca pretendieron ser.

Todo para protegerlo...

Todo para darle la oportunidad de seguir adelante y cumplir su anhelado sueño...

"-¡SERÉ UN HÉROE! ¡PROMETO HACERME FUERTE! ¡YO ACABARÉ CON TODOS LAS PERSONAS MALAS Y TE SALVARÉ!-"

Recordó la promesa que le hizo. La que no pudo cumplir. Antes de siquiera iniciar su camino, había fallado en proteger a las personas más importantes de su vida.

-Sé que es una terrible decisión...-Musitó.

-Pero...-Añadió, viendo sobre el hombro a la deidad.

Un escalofrío recorrió a esta última.

-¿Qué clase de hijo sería si no cumplo mi palabra? Mamá Alfia arriesgó su vida para darme un mañana y convertirme en héroe. Este es mi camino a serlo-Declaró, resonando ese nombre en la mente de la peliazul que estaba completamente atónita por la decisión del albino.

Artemisa permaneció inmóvil durante un instante, claramente contrariada por la orden de retirarse. A pesar de ello, su naturaleza racional prevaleció, y con un suspiro leve, asintió.

-¡Ten!-Exclamó mientras sacaba algo de su cinturón.

Con un movimiento rápido, lanzó una poción hacia Bell. El frasco atravesó el aire con un destello, y el joven albino lo atrapó con ambas manos.

-Quizás no sea suficiente para curarte del todo, pero al menos te permitirá moverte-Indicó.

El joven asintió con gratitud, destapando el frasco sin perder tiempo. El líquido dentro emitía un leve brillo que parecía irradiar calor. Bebió el contenido de un trago, sintiendo cómo la calidez se extendía por su cuerpo, reparando poco a poco los estragos de las heridas.

-Gracias...-Se inclinó como agradecimiento, mientras la sensación de fuerza volvía a sus extremidades.

Sin más palabras, ambos se separaron. Artemisa se dirigió hacia otra dirección para apoyar en la batalla, mientras Bell avanzaba con determinación hacia Leon, quien permanecía de pie frente al colosal Antares.

Antes de irse por completo, la diosa se detuvo brevemente y miró de reojo al par.

-Así que Bell Cranel era el joven al que Alfia y Zald deseaban proteger...-Musitó. Reconocía ambos nombres, comprendía la verdad en sus papeles durante la edad oscura.

Agentes dobles, en cubierto, pasando información al bando de Orario lo que resultó en una victoria para la ciudad y el bien.

Quedaron retratados como villanos. Pero un grupo selecto conocía la verdad. Un pequeño nicho dentro de las fuerzas del bien veían a ambos como lo que eran... grandes héroes.

-Cumple tu promesa, niño. Ella te estará observando-Finalizó, corriendo lejos de ahí con una sonrisa de satisfacción.

El joven llegó al costado del rubio y habló con firmeza para que los ojos que observaban con firmeza al monstruo que parecía acumular más poder con cada segundo que pasaba se centraran en él.

-Creo que no deberíamos quedarnos viendo mientras recarga energía-Pronunció con una risa incómoda.

Leon giró apenas el rostro hacia él, sus labios curvándose en una ligera sonrisa por el comentario.

-¿Uh? Lo siento-Lucía despreocupado, aunque sus ojos delataban una mente calculadora y siempre alerta.

-Tengo esa mala costumbre de quedarme quieto hasta que soy atacado. Tal vez debería cambiar de hábitos. Además, hace mucho que no estoy en una pelea directa. Por cierto, ¿cuál es tu nombre? Creo que no deberías estar aquí, es peligroso-Expresó el aventurero, impresionado por la no huida de alguien a los alrededores.

-Bell Cranel. Mi nombre es Bell Cranel-La respuesta del albino fue clara y directa. Mientras hablaba, comenzó a tronar los nudillos de sus manos y el cuello, su cuerpo ya revitalizado gracias a la poción.

Respiro hondo y suspiró largo y tendido. Sus energías fueron renovadas, su voluntad reforzada conforme el calor de la poción alcanzaba cada célula de su ser hasta llenarlo con alivio.

El "Caballero de caballeros" soltó una risa breve, pero no burlona, mientras miraba al joven con renovado interés.

-¿Bell Cranel? ¿El que rompió todos los récords al subir de nivel? ¿Ese mismo?-Cuestionó, indicando pleno conocimiento sobre quien se hallaba a su costado al igual que incredulidad.

El susodicho asintió con modestia que parecía sincera

-No es tan impresionante cuando estás al lado del "Caballero de Caballeros"-Comentó en señal de admiración a la prominente figura del nivel 7.

La sonrisa de Leon se amplió ante la humildad del chico. Asintió, devolviendo el cumplido.

-Leon Vardenburg. Espero que tengamos una buena sinergia-Sus palabras eran tanto una presentación como una declaración de intención.

El conejo desenvainó su espada, el brillo de la hoja reflejando las luces doradas que emanaban del monstruo frente a ellos.

-Todo Orario habla de ti, Bell. Mis estudiantes sueñan con crecer tan rápido como tú. Supongo que decirles que peleé a tu lado será una buena historia. Así que, perdón, tendré que lucirme un poco y no quedar atrás-Leon también desenfundó su estoque, con un movimiento fluido y elegante que hablaba de años de maestría. Ambos aventureros se colocaron en posición de combate, el aire entre ellos cargado de energía.

De repente, el pilar dorado que envolvía al Antares comenzó a disiparse, revelando un cuerpo renovado y más aterrador. Venas doradas se extendían por toda su superficie, pulsando con un brillo vivo que parecía alimentar su existencia. El cristal que cubría su cuerpo adoptó una tonalidad similar, y el inmenso ojo central de la bestia brillaba con una intensidad casi cegadora.

-Muy bien-Pronunció el rubio, sin apartar la vista de la criatura.

-Indícame lo que descubriste mientras luchabas con esta cosa. Que no estes muerto significa que pudiste mantenerlo a raya el tiempo suficiente. Me basta con saber su punto débil-Comunicó, agudizando la mirada.

Antes de que Bell pudiera responder, el ojo del Antares se iluminó con un destello feroz.

*¡ZOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

La energía en su interior alcanzó su punto máximo y, en un instante, un ataque masivo fue disparado hacia ellos.

-¡Cuidado!-Gritó Bell, pero ambos ya habían reaccionado.

Con una sincronización perfecta, saltaron en direcciones opuestas, esquivando el ataque por un margen estrecho. El impacto dejó una explosión que hizo temblar el suelo, levantando una nube de polvo y fragmentos de roca.

Sin perder tiempo, los dos se apresuraron hacia la criatura, realizando movimientos rápidos como el viento. Cada paso que daban resonaba con fuerza, su velocidad apenas dejando rastros visibles.

El Antares, consciente de la amenaza, comenzó a liberar una horda de pequeños remanentes, criaturas parecidas a escorpiones que brotaban de su cuerpo en masa, llenando el campo de batalla con su chasquido amenazante.

El par de combatientes no se detuvieron ni retrocedieron. Sus miradas se cruzaron por un instante, una señal tácita de que estaban listos para enfrentarlo juntos. En ese momento, la batalla verdaderamente comenzó.

"El nuevo héroe y aquel caballero blanco que no cree en los héroes, peleando mano a mano contra una enorme amenaza. Ni tus cuentos tienen este giro de trama, viejo amigo" Pensó Hermes a gran distancia, aguardando por el desenlace de este nuevo cuento heroico del que era espectador y admirador.

En un ostentoso estruendo que dejó como residuo una nube de humo y un enorme cráter en donde ambos se hallaban parados, se apresuraron a pelear en contra de la enorme y colosal bestia sin ningún reparo o cuidado.

Sin importar los números, se lanzaron al ataque con la fiereza que caracterizaba al par de aventureros.

Ambos desenfundaron sus espadas conforme avanzaban a gran velocidad, apuntando a los rivales que les tocaría enfrentar antes de alcanzar a su verdadero rival.

Los Juba empezaron a multiplicarse a un ritmo alarmante. Formando una ola color azabache que cubría por completo el campo de batalla y se movía como una multitud de hormigas yendo a por una pequeña partícula de azúcar.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Ambos cortaron al primero de los escorpiones sobredesarrollados que saltaron hacia ellos con una extrema facilidad.

El cuerpo del albino brillaba en un intenso blanco que le confería su habilidad argonauta, otorgándole un considerable aumentó en sus capacidades físicas, lo suficientemente alta como para darles batalla a esas cosas.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

-¡Sería buen momento para que me hables del Antares! ¿O planeas que lo matemos con pura fuerza de voluntad?-Comentó el rubio, ondeando su cabello a cada movimiento mientras sus manos sostenían firmemente el mango de su espada, deslizando como un cuchillo contra mantequilla a través de los cuerpos realmente duros y resistentes de las pequeñas bestias con suma facilidad, impresionando al albino.

*¡SLASH!*

Cuando este último trató de hacer lo propio con los que lo atacaban, se llevó una sorpresa. Su espada no atravesaba con la misma facilidad.

-¡TCH!-Chasqueó la lengua, infundiendo mayor fuerza en el tajo horizontal, cortándolos en pedazos y prosiguiendo con el combate.

-¡De alguna manera son más resistentes que antes! ¡Hace algunos minutos no me costaba tanto matarlos! ¡Seguramente tiene que estar relacionado con el aumento de poder en el propio Antares al absorber más arcanum de Dionysus! ¡No te limites! ¡Si los remanentes mejorar, el cuerpo principal también!-Expresó el conejo, agudizando la mirada y concentrando mayor capacidad de Argonauta en sus brazos, siendo adaptada a la espada que también se tiñó de la misma tonalidad blanca de su cuerpo.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Los cortaba a gran velocidad. El movimiento de sus brazos dejaba solamente remanentes de las imágenes, un vestigio de su enorme velocidad que ni alcanzaba a igualar el ritmo de la realidad.

-¡Entiendo! ¡Pero sigue sin ser la información suficiente para matar esa cosa!-Leon tomo en cuenta el consejo, sin embargo, su duda no ha sido resulta del todo.

-¡Estoy al tanto de que su cuerpo el resistente, de no serlo el ataque de Artemisa-Sama lo hubiese convertido en mero polvo estelar! Mi duda es...-

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Mientras continuaba con la conversación, realizando múltiples tajos a distintas direcciones en un sangriento espectáculo que dejaba regado en el suelo sangre alquitranosa y negra junto a los restos de los escorpiones, señaló brevemente con la punta de su estoque al pecho de la bestia para proseguir.

-¡¿Qué tanto aguante tiene y dónde nos deberíamos concentrar en atacar?! ¡Un monstruo tan grande debe tener un punto débil! ¡Una zona que descompense su enorme tamaño y fuerza bruta!-Continuó, manejando la espada como un completo maestro, digno del caballero de caballeros, apodo que ostenta con orgullo.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

-¡Las placas alrededor de su cuerpo están hechas de un material sumamente grueso! ¡Su resistencia se compara al Mythril! ¡Para poder hacerle un daño considerable debemos atacar a las articulaciones, a las uniones entre sus extremidades y el torso!-Reveló el albino, agudizando sus sentidos para mantener el ritmo de la batalla mientras miraba de reojo la facilidad con la que el aventurero acompañándolo acababa con su grupo de enemigos.

"Esta es la fuerza de un nivel 7. Es monstruosamente increíble. Pareciera que no son más que muñecos de papel para él. Demonios, todavía tengo mucho que mejorar y aprender" Pensó, dibujando una sonrisa incómoda en su rostro mientras el sudor le bajaba de la frente y suspiraba para proseguir con su propio conflicto.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

-¡De acuerdo! ¡Pero eso no responde a mi pregunta! Dime... ¡¿Esa joya en la que aquel Dios idiota está encerrado es su punto débil?!-El espadachín apuntó brevemente, de nuevo, el punto más frágil en ese organismo.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

-¡Sí! ¡Si matamos al dios, el cuerpo muere! ¡El problema recae en que ahora que se potenció, debe ser más complicado crear una apertura para alcanzarlo!-Expresó el conejo, saltando de un lado a otro y haciéndole honor al apodo recibido por su apariencia.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Se movía cada vez más rápido. Al estar en constante uso de Argonauta, su cuerpo empezaba a adaptarse a la potenciación, dándole un plus a sus habilidades dado que el nivel base era mayor.

Desde arriba del par, la enorme cola en forma de arpón del Antares se levantó.

-¡Ten cuidado y esquiva cuando esté a pocos centímetros de ti! ¡La fuerza y velocidad con la que lanza el impacto es brutalmente alta! ¡Si reaccionas antes cambiará la trayectoria y te impactará!-Relató el albino, continuando con la masacre sin precedentes mientras le aconsejaba sobre aquel ataque que casi lo mataba de no ser por Artemisa.

-¡Captado y anotado! ¡Jajaja! ¡Hace mucho tiempo que no me agitaba de esta manera!-El ánimo de León distaba en demasía con la desesperación de su compañero en este conflicto. Su sonrisa demostraba lo mucho que estaba disfrutando soltarse sin limitantes en una batalla real.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Deslizo la pierna hacia atrás para tomar impulso y...

*¡PUM!*

Dio un potente salto hacia adelante, proyectándose con velocidad al muro de Juba.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Como un mero borrón, un espectro, se filtró entre todos ellos con suma facilidad, sin ser alcanzado, tocado o contraatacado.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

La potencia de sus ataques hacía que Bell aún con sus habilidades no consiguiera igualarlo en lo más mínimo.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

La capacidad de reacción, los sentidos mejorados y la previsión de una respuesta lo volvían un rival de temer, uno que no sería herido con facilidad.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

El joven miraba de reojo la cola sobre ellos, esperando a poder reaccionar con rapidez. Sobre León, no tenía duda de que no será alcanzado, pero él como un mero mortal debía cuidarse y preservarse. Por su confianza casi muere antes. No repetiría ese error, no ahora que se le dio otra oportunidad de continuar.

-¡La onda de choque al impactar el arpón en el suelo también es un factor a tener en cuenta! ¡Si eres empujado y caes al suelo también puede lanzar otro ataque con menor fuerza! ¡Cuídate de eso! ¡Incluso yo como nivel 5 fui como un pedazo de papel siendo soplado por el viento!-Comunicó el conejo, sintiendo su cuerpo hervir y la sangre fluir con mayor ritmo que antes, debido a la potencia con la que su corazón bombeaba aquel líquido color escarlata.

Las cejas del rubio se levantaron con impresión, como si acabara de escuchar una información desconocida.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Se deshizo de los Juba alrededor suyo, formando una circunferencia limpia sin rivales que le permitían breves segundos de descanso.

Giró levemente su cabeza en dirección al chico y mostró su duda.

-¿Nivel 5? No tiene ni siquiera un mes que se nos informó sobre tu subida a nivel 4 al aguantar una batalla contra el minotauro negro ¿Qué demonios me estás diciendo?-Le cuestionó, casi sin creerle. Pero el problema no era lo fantasioso que sonara la historia, si no que era completamente real.

El albino suspiró con pesadez, siendo casi rutinaria esa aclaración cada que rompe sus propios límites y quebranta récords.

-¡Es una larga historia! ¡Muy larga! ¡Ni siquiera el gremio lo sabe! ¡Planeábamos decirles hasta que las cosas se calmaran para no estar en boca de todos nuevamente! ¡Estuve en una comprometedora situación hace unas semanas en el calabozo! ¡Peleė contra monstruos y una calamidad durante eso! ¡Así que entre cada batalla y derrota de incluso un jefe de piso, obtuve la excelia suficiente para subir de nivel y Hestia-Sama ni se lo pensó dos veces!-Aclaró con vehemencia y tapes, sin tiempo para continuar distraído.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Empezaba a igualar el ritmo de León. Algo incluso impresionante para el susodicho que llevaba prestando atención a las habilidades del muchacho desde el inicio.

"Tengo que empezar a moverme con autonomía. Mi mente esta demasiado estresada. Si continúo así mi cerebro se hará pedazos o caeré en Mind cero. Activar Argonauta... sin pensarlo... pelear... por puro instinto de supervivencia..." Se dijo en el interior, cerrando los ojos, bajando los párpados lentamente. Los sonidos empezaban a acentuarse y permitirle tener un panorama cercano de la situación que enfrentaba.

Cada músculo de su cuerpo se tensó como si estuviese a punto de realizar un ataque final, pero nada más alejado de la realidad. Fue entonces que...

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Acabó con vario de los Jubas en un parpadeo, sorprendiendo a León que volvió a atacar.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

En los oídos del conejo retumbaba el latido de su corazón. Sus ojos sólo percibían completa oscuridad y el resto de sus sentidos no servían de nada. Su piel se erizaba como los capilares de una araña que detecta el movimiento por el aire empujado a estos mismos.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Antes de que se le acercaran, cortaba a sus contrincantes con ferocidad y exactitud.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Cambiaba la espada de mano para cubrir varios flancos y no permanecer desprotegido.

Como antes, su fuerza volvió a aumentar. La potenciación de Argonauta se adaptaba a un ritmo semejante que el de la fuerza del propio conejo.

"Ese niño... ¿Está evolucionando a media pelea? Es un monstruo. Su fuerza no coincide con el nivel que dice tener. Bajo situaciones de estrés mejora sin detenimiento. Es como una bestia adaptable a la contrariedad. Qué... ¿Qué tan fuerte puede hacerse antes de alcanzar su límite y Morir?" Se cuestionó el Caballero, boquiabierto.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Observaba con profunda atención al albino, que continuaba con sus sentidos apagados, descansando la mente y activando meramente el modo desinteresado.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Las pinzas, patas, corazas, placas y trozos de carne color azabache volaban a su alrededor. Ninguna de esas piezas había tocado siquiera suelo y el conejo ya estaba produciendo más al despedazar a los pequeños escorpiones negros.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

La espada se ondeaba con velocidad y delicadeza, una precisión similar a la que un cirujano de docenas de años de experiencia tendría con un bisturí.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Viéndose acorralados. Varios de los Juba se reunieron en un montículo para caerle encima e impedirle reaccionar. No obstante...

Los ojos rojos del conejo brillaron intensamente, como dos joyas a las que se le hace pasar una potente luz a través de ellas.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Girando sobre su propio eje, cortó a una enorme cantidad de estos.

A los que quedaron de frente, solo los apuntó con su mano derecha, desarmada, desnuda.

Rápidamente abrió la mano, extendiendo los dedos y revelando su palma enrojecida y llena de callos.

Respiró, inflando un poco sus pulmones y...

-¡FIREBOLT!-Gritó.

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Una potente explosión encendió en llamas a los escorpiones, chamuscando la coraza con suma facilidad y dejando residuos calcinados de estos mismos.

*¡ZOOM!*

Volvió a acelerar y cortar.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

-¡JAJAJAJAJA! ¡Increíble!-La exclamación de León resonó en el aire como un rugido de aprobación, su rostro era iluminado por la emoción mientras observaba a Bell en acción.

La batalla se había intensificado, pero la velocidad y habilidad de los dos guerreros seguían sorprendiendo. León no pudo evitar sonreír, confiado en sus propias habilidades, aunque también consciente de que su compañero albino siempre encontraba una manera de superarlo.

-Parece que también tendré que lucirme-Dijo, lleno de entusiasmo mientras se lanzaba de nuevo a la pelea.

-¡AHHHHHHHHHHHH!-Con un grito de guerra, el rubio desató toda su furia.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Sus movimientos eran un torbellino de destrucción, cortando con precisión letal a los Juba que aún se atrevían a acercarse. Las criaturas caían ante él como hojas arrancadas por el viento.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Los sonidos de la batalla se mezclaban con las explosiones de las criaturas que sucumbían a sus golpes.

Bell, aunque impresionado, apenas tenía tiempo para mirar. León no había tardado ni un segundo en llegar al pie del imponente Antares, y el albino apenas podía seguir la rapidez de sus movimientos.

León no perdió tiempo.

*¡SLASH!*

Su espada ascendió con una velocidad devastadora, y la hoja cortó el aire, dirigiéndose al cuerpo del monstruo con un poder desmesurado. El Antares recibió el impacto en su coraza, que produjo un resplandor cegador de chispas al contacto.

*¡CLANK!*

El cristal de la criatura se resistió, pero no pudo evitar que el filo de León la dañara. Un enorme tajo ascendente dividió el aire con una furia que parecía no conocer límites.

Pero, antes de que pudieran celebrar, la cola del Antares, en su forma de arpón, cayó hacia el suelo con un estruendoso.

*¡ZOOOOOOOOOOOOM!*

La punta del apéndice pasó a centímetros de Bell, quien lo esquivó con una agilidad casi sobrehumana, saltando sobre el cuerpo del monstruo.

*¡PUUUUUUUUUUUUM!*

Al hacerlo, su espada brilló con una intensidad cegadora mientras concentraba toda su energía en ella.

-¡FIREBOLT!-Gritó Bell, mientras se preparaba para cargar contra el punto débil del Antares. La espada se iluminó con una energía blanca y escarlata.

-¡ARGOVESTA!-Vociferó con vehemencia, precipitándose al punto débil.

Sin embargo, justo cuando la hoja estaba a punto de impactar contra el cristal, un sonido agudo de choque resonó en el aire.

*¡CLAAAAAAAAAAAAAANK!*

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

El impacto que fue seguido de una explosión por el efecto residual de argovesta, fue tan fuerte que Bell fue empujado hacia atrás, su cuerpo volando por el aire con la fuerza de la reacción.

-¡UGH!-Soltó ese quejido, cayendo de espaldas lejos del monstruo.

-¡BELL!-León gritó, mostrándose con preocupación, mientras saltaba hacia atrás para retomar distancia con el monstruo para luego correr hacia el chico a toda velocidad.

Su brazo se extendió hacia Bell en el aire, atrapándolo justo antes de que tocara el suelo.

Ambos dieron vueltas en el suelo, rodando por la velocidad que llevaban.

-N-No se rompió...-Murmuró el albino, intentando levantarse con esfuerzo mientras le dirigía una sonrisa débil a León.

El caballero lo sostuvo firme.

-Sabes... Comúnmente, cuando te elevas así de alto, deberías tener un plan para caer. Si no, morirás así lo derrotes-Su tono era ligero, pero su preocupación era evidente, especialmente considerando lo arriesgado del comportamiento de su compañero.

El susodicho se enderezó, sonriendo de manera despreocupada.

-Soy impulsivo por naturaleza. No tiendo a pensar en lo que haré después-Respondió, relajado pero cargado de una energía inquebrantable.

El rubio lo miró con una mezcla de incredulidad y asombro.

-¿Cómo es que sigues vivo?-Cuestionó, con una ligera risa incrédula en su voz. Era casi un milagro que Bell estuviera de pie después de tantas situaciones extremas.

El albino soltó una pequeña risa mientras se ponía de pie con un leve esfuerzo.

-Mi amada me hace la misma pregunta todos los días-Contrestó, cargado de una ironía que solo él entendía, mientras por en su mente recordaba que a pesar de sus impulsos e imprudencia, siempre encontraba la manera de salir ileso de los momentos más peligrosos.

Conforme se ponían de pie y volvían a centrarse en el enemigo, sabían que este combate aún no había alcanzado la ansiada conclusión.

Respiraban con pesadez. El aire que exhalaban salía como vapor.

-Parece ser que necesitamos ser más fuertes para acabarlo. ¿Alguna idea?-León miró al imponente Antares mientras sus palabras resonaban en el aire, las criaturas Juba seguían atacando, aunque su número se había reducido.

Las sombras de la batalla se proyectaban en el suelo, el estrépito de los impactos y las explosiones seguían reverberando por todo el campo. Ambos guerreros sabían que la victoria no estaba aún asegurada. Bell se concentró un momento antes de responder, observando los movimientos del monstruo.

-Su punto débil es el cristal-Dijo Bell, jadeando aunque firme y concentrado.

-Pero seguramente, al verse en peligro antes de nuestra llegada, reforzó ese punto para evitar más daños. La resistencia en el resto de su cuerpo debería ser más débil-Pronunció su teoría, sosteniéndose la barbilla, analizando la situación.

La posibilidad de que eso sea lo que pasaba no estaba en números positivos, pero valía la pena interpretarlo de ese modo que estar en completo desconocimiento de lo ocurrido.

León asintió, observando la enorme criatura con detenimiento, sus ojos brillaban con determinación.

-Pudiste cortar su cuerpo con facilidad-Comentó el albino, señalando las cicatrices evidentes en el cuerpo del Antares.

-La enorme cicatriz en diagonal me lo muestra. Usando mis habilidades, me asemejo a un nivel 7 como tú, y aún así me costó trabajo cortar esas placas. Si ahora es más fácil, es porque ya no tiene el mismo aguante. Debemos encontrar...-Bell fue interrumpido por la sorpresa de León, que frunció el ceño con incredulidad.

-Espera, espera... ¿Nivel 7? ¿Habilidades?-El rubio no pudo evitar exhalar incrédulo. La batalla había estado tan intensa que no se había detenido a pensar en esos detalles. Su mente estaba saturada por la furia del combate y la adrenalina.

Su compañero se limitó a asentir con calma, como si fuera algo común.

-Sí. Mi habilidad me permite multiplicar mi poder un 50%. Es una técnica que desarrollé en el calabozo. Hace que mi fuerza y resistencia aumenten significativamente, pero solo por un corto período-Respondió, compartiendo esa valiosa información.

El rubio levantó una ceja, el asombro en su rostro aumentaba.

-¿C-Cómo funcionas exactamente? Cuando repartieron los hacks, ¿hiciste fila dos veces?-Su sorpresa ya roza lo ridículo, su tono era casi cómico a pesar de la seriedad del combate.

-No es un hack, es una habilidad adquirida-respondió Bell, ignorando el tono burlón de León.

-Estoy siendo sarcástico...-

-¡Como iba diciendo! Debemos atacar las zonas aledañas, donde la resistencia es más débil-Interfirió el albino antes de continuar con esa conversación intrascendente.

El Caballero asintió, su mente ya comenzaba a formular un plan.

-Entiendo. Puedo encargarme de eso, pero deberás abrirme el espacio para maniobrar. A pesar del daño que ha sufrido, seguimos en una zona repleta de edificios que limitan la libertad de movimiento. No quiero estar en deuda con Orario-Expresó, mirando el campo de batalla y los edificios aledaños.

Con esas palabras, ajustó su postura, apuntando su espada hacia el Antares. El joven observó su compañero y luego sus propios puños, apretándolos con más determinación a pesar del entumecimiento tras el golpe al cristal.

El corazón de Bell latió fuertemente en su pecho, un sonido casi ensordecedor en la quietud que había caído momentáneamente sobre el campo de batalla. Su cuerpo comenzó a brillar con una intensidad renovada. Él sabía lo que debía hacer. El modo de combate de su habilidad había comenzado a activarse, cada fibra de su ser estaba llena de energía. Sin embargo, su mente también era puesta a prueba; sentía la presión de su propio cerebro, como si todo estuviera a punto de colapsar en lo que se conoce como "Mind Cero", ese estado donde todo parecía detenerse, donde las decisiones y pensamientos se desvanecían. Ya había estado al borde de perder el control antes, y ahora, en medio de esta batalla tan feroz, estaba una vez más en ese peligroso límite.

-E-Es hora...-Musitó, su sonrisa apareció de repente, dejando ver su completa confianza. Había cruzado la barrera del estrés mental, y ahora estaba completamente preparado.

Con un movimiento casi instantáneo, Bell y León se lanzaron al ataque al unísono, dejando un rastro de polvo a su paso.

*¡PUUUUUUUUM!*

Un cráter se formó bajo ellos, la tierra se rompió bajo la presión de su velocidad.

Ambos se lanzaron hacia el Antares con una ferocidad sin igual. Los ataques eran una danza frenética, y su energía parecía igualarse en intensidad. La magia y la espada se fusionaron en una sinfonía de destrucción.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Las armas de ambos brillaron intensamente mientras chocaban contra las defensas del Antares. La criatura, aunque poderosa, se veía sobrepasada por la velocidad y fuerza de los ataques combinados.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

León no perdió tiempo en observar los movimientos de Bell. Su cuerpo brillaba con un aura dorada, y la magia recitaba una fórmula que rara vez usaba. "

-¡SAGRADO IMPULSO!-La magia se desató como una ráfaga de energía, rodeando su espada y su cuerpo. La magia divina aumentó su poder a un nivel que parecía superar el de su propio rango.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

-Es un gusto pelear con el héroe de las nuevas generaciones-Dijo, mientras su espada cortaba el aire a una velocidad increíble.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

El muchacho al que se le dirigieron esas palabras lo miró mientras realizaba un par de cortes rápidos en el monstruo.

-¿Héroe de las nuevas generaciones? ¿Qué es eso?-Le preguntó, claramente intrigado.

Le sonrieron de vuelta de medio lado.

-Así es como Hermes-Sama te ha descrito. Podrá ser un idiota, pero cuando se trata de potencial, él y ese anciano pervertido tienen buen ojo-León hizo una pausa antes de retomar el ataque, su cuerpo y su espada iluminados por el resplandor de la magia.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Los dos guerreros estaban en completa sincronización, sus ataques fluían como si hubieran entrenado juntos toda la vida.

-¡GRRRRAAAAAAAAAAAAAAAGHHHHHHHHHHHHHHH!-El Antares rugió en un intento por defenderse, pero los ataques continuaban cayendo sobre él con un poder imparable.

Sin embargo, el aire empujado por el potente grito consiguió sacudir los edificios y romper las ventanas por su fragilidad, trayendo consigo un ambiente pesadamente asfixiante.

El monstruo se tambaleó ante la furia de las espadas, y los Juba, a su alrededor, eran nada más que sombras que se desvanecían en el aire con cada golpe. Los edificios cercanos caían como fichas de dominó ante el poder de la batalla.

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

-¡Aquí voy!-León gritó mientras giraba, lanzándose hacia un costado del Antares, aprovechando el espacio que Bell había abierto para él.

-¡CARGA IMPACTO!-Su espada se iluminó una vez más, y...

*¡SLASSSSSSHHHHHHHHHHHHHHHHHH!*

Con un solo golpe, una onda densa de energía pura rasgó el aire y alcanzó una de las placas más débiles de la criatura.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

El potente sonido de la espada rompiendo el aire resonó mientras Bell saltaba hacia un lado, lanzando un ataque en el aire mientras su compañero terminaba el trabajo. El impacto final fue tan fuerte que la bestia gruñó en desesperación, su resistencia al borde del colapso pero manteniéndose de pie.

Las partes del cuerpo del Antares caían a pedazos bajo los feroces ataques de León. Su espada dorada no dejaba tregua, rebanando las enormes placas de su coraza una y otra vez. Cada golpe parecía encontrar la debilidad perfecta en las articulaciones del monstruo, en los puntos más vulnerables de su armadura natural, pero a pesar de ello, el cristal en su pecho seguía intacto, resistiendo cada embestida sin siquiera un rasguño.

-¡ATRÁS!-León gritó con desesperación, por el peligro que se cernía sobre ellos.

Su instinto le dijo que algo terrible estaba a punto de suceder. En un abrir y cerrar de ojos, él agarró a Bell, quien ya había comenzado a moverse hacia otro ataque, y tiró de él, corriendo hacia atrás con todas sus fuerzas.

-¡GRRRRAAGHHHHHHHHHHHHHHHHHH!-El Antares lanzó un rugido ensordecedor que hizo vibrar el aire, un sonido que no era solo de ira, sino de una potencia tan descomunal que reverberaba en el suelo.

*¡ZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Un rayo de energía escarlata surcó el aire desde su único ojo, un haz devastador que parecía capaz de arrasar todo a su paso. El suelo se partió bajo el impacto de esa energía, levantando escombros y creando una tormenta de polvo.

*¡PUUUUUUUUM!*

*¡PUUUUUUUUM!*

*¡PUUUUUUUUM!*

*¡PUUUUUUUUM!*

*¡PUUUUUUUUM!*

*¡PUUUUUUUUM!*

El albino, ágil, esquivó el rayo con facilidad, saltando hacia un costado y dejando que la energía pasara de largo. Pero León no era tan afortunado. Su espada dorada brilló con fuerza mientras la levantaba para desviar el rayo, redirigiéndolo en el aire.

*¡SLASH!*

*¡BOOOOOOOOOOM!*

*¡BOOOOOOOOOOM!*

La explosión resultante hizo temblar el suelo, y el impacto dejó a León con las manos quemadas y un dolor punzante que recorrió todo su cuerpo. Las heridas eran superficiales, pero el golpe había sido más fuerte de lo que imaginaba.

Sus manos temblaron ligeramente. Hace mucho que no recibía un impacto de esa magnitud. Era un recordatorio brutal de la magnitud de la criatura con la que estaban luchando.

-No podemos confiarnos. Tendremos que ir con todo lo que tenemos-La voz del caballero era grave, pero su determinación no vacilaba ni un segundo.

El rojo vivo de su espada brillaba como un sol, mientras observaba al Antares con intensidad, preparado para lo que fuera necesario.

-¡Hai!-El conejo asintió, su mirada firme, mientras la luz en sus ojos se encendía. Ambos sabían que estaban al límite.

"¡Alma de héroe!" Bell invocó su magia, su espada resplandeció con un resplandor blanco tan fuerte que parecía deslumbrar todo a su alrededor. En un parpadeo, su poder aumentó de manera exponencial.

-¡Caballero de caballeros!-Leon invocó su habilidad, su cuerpo se iluminó con un resplandor dorado y su velocidad se incrementó al máximo.

La combinación de ambas habilidades creó un impacto colosal, las ondas de energía desplazándose por el aire y golpeando con fuerza al Antares.

El cerebro del conejo sufrió varios estragos, pero ignoró el dolor. Sabía que no podía permitirse perder el control ahora. Estaba al borde de la locura, pero la urgencia de la situación lo mantenía enfocado.

*¡ZOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Él movió su cuerpo con una agilidad asombrosa, como un destello blanco que se deslizaba alrededor del Antares, mientras León avanzaba con una fuerza arrolladora, cada golpe resonando como un trueno.

El rubio, con su velocidad mejorada, se concentró en las patas del monstruo, buscando desestabilizarlo.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Cada golpe de su espada resonaba a través del cuerpo del Antares, creando grietas profundas en la dura coraza.

*¡CRACK!*

*¡CRACK!*

*¡CRACK!*

*¡CRACK!*

*¡CRACK!*

*¡CRACK!*

El impacto de la espada contra el caparazón se sentía como el choque de dos montañas. Sin embargo, el monstruo seguía erguido, demostrando una resistencia fuera de lo común.

*¡ZOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Mientras tanto, el joven héroe esquivaba los rayos de energía que el Antares disparaba de su único ojo. El monstruo se concentraba en él, lo perseguía con furia, pero su objetivo, tal como un conejo saltarín, era mucho más rápido.

Realizaba acrobacias imposibles en el aire, saltando y girando con una precisión mortal. Sin embargo, a pesar de su destreza, el Antares no dejaba de lanzar esas mortales descargas de energía. Cada rayo que pasaba rozaba su cuerpo, pero él no se detenía. La rapidez con la que se movía, sin descanso, era la única forma de mantener la ventaja.

-¡VAMOS, BELL!-León gritó cuando vio que el Antares preparaba otro rayo para golpear al albino.

*¡ZOOOOOOOOOM!*

*¡SLASH!*

*¡BOOOOM!*

*¡BOOOOM!*

Sin pensarlo dos veces, desvió el rayo con su estoque, cortándolo justo antes de que alcanzara a su compañero. Con un salto veloz, él aterrizó justo al lado del mismo y apresuradamente volvió a la ofensiva, sin detenerse ni un segundo.

En ese instante, el conejo vio su oportunidad.

*¡PUM!*

Con un salto preciso, alcanzó el enorme cristal incrustado en el pecho del monstruo. El aire se tensó mientras su espada se acercaba a ese punto débil. Pero antes de que pudiera hacer el corte definitivo, una tremenda sacudida hizo que la cola del Antares lo alcanzara de lleno.

-Te tengo...-Posó las manos encima de su cabeza, preparándose para bajarlas como una guillotina. Sin embargo...

-¡CUIDADO!-La voz del caballero lo hizo voltear a su costado, dándose cuenta de su error.

*¡PUUUUUUUYUUUUUUM!*

La cola, como un látigo mortal, golpeó a Bell, lanzándolo por los aires.

*¡CRASH!*

Estrelló su cuerpo contra un edificio cercano, el impacto hizo que las estructuras cercanas crujieran bajo el peso del albino.

-¡MALDITA SEA!-Antes de que León pudiera reaccionar y correr a su auxilio, el muchacho ya estaba en pie nuevamente, sacudiéndose el polvo y sin una pizca de duda en su mirada.

-L-Logré bloquearlo con la espada...-Susurró, agotado.

-¡QUÍTATE DE AHÍ!-Le gritaron, alertándolo sobre lo que venía.

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

El Antares comenzó a lanzar una lluvia de rayos, una ráfaga de energía que cubría un amplio rango. El aire chisporroteaba de electricidad y el terreno alrededor de ellos comenzó a desintegrarse por la intensidad del ataque.

-¡Ahora o nunca!-Indicó el rubio y desató su magia, envolviendo su espada en un resplandor dorado que aumentó su fuerza más allá de cualquier medida. Mucho más que antes.

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Cada movimiento de su espada era como una explosión de poder, y el suelo temblaba bajo sus pies mientras cortaba con fuerza las patas del Antares.

*¡SLASH!*

-¡GRRRRRRRRRRRRRRRAGGGGHHHHHHHHHHHHHH!-

Una de las patas traseras de la criatura se rompió por completo, y el monstruo rugió en un alarido de furia.

Sin embargo...

-¡TE DEJO EL RESTO!-Percatándose de lo que sucedería, le dijo aquello a su compañero y fue entonces que...

*¡PUUUUUUUUUUM!*

LA cola del Antares lo golpeó con la fuerza de un tren, lanzándolo al suelo.

*¡CRASH!*

La caída fue brutal, y por un momento, el rubio quedó aturdido, pero no tardó en levantarse. La furia del combate era su motor.

Bell, mientras tanto, activó su magia una vez más. Su cuerpo brilló con una luz deslumbrante, amplificando su velocidad y precisión a niveles sobrehumanos. La combinación con Argonauta lo convirtió en una tormenta de acero, moviéndose como un rayo entre los rayos del Antares, esquivando y atacando con una rapidez mortal.

*¡PUUUM!*

*¡PUUUM!*

*¡PUUUM!*

*¡PUUUM!*

*¡PUUUM!*

*¡PUUUM!*

El rubio, aunque herido, tuvo una idea. Una estrategia desesperada, pero la única forma de derrotar a esa bestia. Él atacaría desde un flanco, distrayendo al Antares mientras Bell, cargando con toda fuerza que le quedara, se concentraba en atacar el punto vital.

Apretó los dientes, dándose valor y cargó contra la cola del monstruo, soportando el dolor mientras la cortaba con un golpe certero.

*¡SLASH!*

-¡GRRRRRRRRRRRAHHHHHHHHHGGGGGGGG!-

El herido Antares lanzó un alarido de furia, sintiendo el daño en su cuerpo.

-¡Ahora, Bell!-León vociferó , abriendo el espacio para su compañero.

El susodicho, haciendo caso al llamado, entendiendo la estrategia y la indicación, siendo bendecido con una velocidad vertiginosa, saltó al lomo del monstruo.

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

*¡ZOOOOOM!*

Evitó con agilidad los rayos y los ataques frenéticos.

*¡PUUUUUUUUUM!*

Con un salto decidido, le clavó su espada directamente en el cristal.

-¡FIREBOOOOOOOOOOOOOOOLT¡-Igual que antes, lanzó la cara de su magia a través de la hoja de la espada, proveyéndola de una energía sin igual.

Antes de que la punta filosa del arma tocara o rayara la reluciente gema color violeta...

-¡ARGOVESTA!-Potenció el ataque.

*¡CLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAANG!*

-¡UGHHHHHHHH! ¡FIREBOOOOOOOOOOOOOOOOOOT!-

*¡BOOOOOOM!*

*¡CRACK!*

Una grieta se produjo.

-¡FIREBOOOOOOOOLT!-

*¡BOOOOOOOOOM!*

Otra explosión provino desde el interior.

*¡CRACK!*

Otra grieta de mayor longitud que la anterior se produjo en el cristal, indicando daño serio.

-Fire...-Su respiración agitada. El daño al cerebro. El cansancio acumulado. Muchos factores hacían que su cabeza se nublara y estuviese a punto de perder la consciencia. Pero...

Frunció el ceño, arrugó las cejas e infló sus pulmones para un último grito.

-¡FIREBOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLT!-

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

*¡CRASH!*

-¡GRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH!-

El sonido de la espada perforando el cristal resonó en el aire, y la criatura emitió un rugido de desesperación.

La estructura del Antares comenzó a resquebrajarse con un sonido estruendoso, como si todo su cuerpo fuera una gigantesca pared de cristal fracturándose bajo el peso de una fuerza imparable.

Una fisura se abrió por todo el costado del monstruo, liberando un destello cegador de energía.

-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!-Un grito de agonía, profundo y desgarrador, retumbó desde el interior de la bestia. Era el dios atrapado en su cuerpo, atrapado en la desesperación y el dolor, luchando por liberarse.

-Sigue vivo...-Susurró el conejo, acumulando la poca energía que le quedaba y...

-Fire.... ¡FIREBOOOOOLT!-

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

La explosión que siguió fue tan violenta que el terreno entero tembló. La onda expansiva arrojó a Bell al suelo, dejándolo aturdido.

El impacto sacudió su cuerpo, y su visión se nubló, las estrellas bailaban frente a sus ojos.

-¡UGH!-El conejo soltó un gruñido de dolor mientras se golpeaba contra el suelo.

León, a pesar de las heridas graves que cubrían su cuerpo, no se rindió.

-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!-Un rugido de furia brotó de su garganta mientras concentraba toda la magia que le quedaba, cada músculo en su cuerpo vibrando con poder.

La espada en su mano brilló con una intensidad dorada, como una extensión de su propia voluntad.

-¡Esto termina ahora!-Gritó con determinación. Con todo lo que le quedaba de fuerza, saltó al aire.

*¡PUUUUM!*

Su cuerpo se elevó como una flecha disparada, girando en un remolino de energía.

-¡MUERE!-

*¡ZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Con gran ferocidad, lanzó su espada como un proyectil, la hoja cortaba el aire con una velocidad tan impresionante que el sonido de su paso parecía un trueno.

*¡CRASH!*

La espada atravesó el cristal y toda la parte trasera de la bestia, partiéndolo en mil pedazos con un impacto tan fuerte que el campo entero pareció resonar con el choque y la espada terminó incrustada del otro lado del enorme cuerpo azabache.

El Antares emitió un último quejido de dolor.

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Una explosión de energía se desató al romperse el cristal que lo mantenía con vida. El monstruo colapsó, su cuerpo, ahora vacío de poder, cayó al suelo con un estrépito ensordecedor. La energía que lo había animado se desvaneció, y la gigantesca figura comenzó a desmoronarse.

El Antares cayó a sus rodillas y luego se desplomó por completo, comenzado a desintegrarse en polvo que el viento comenzó a arrastrar.

Con el campo finalmente en silencio, Bell se incorporó con esfuerzo. Su cuerpo temblaba de agotamiento, pero vio a León acercándose, aún de pie, aunque tambaleando, cubierto de heridas.

-¿Lo... lo logramos?-Le cuestionó de forma débil pero repleta de esperanza.

El Caballero de melena dorada asintió, extendiéndole amistosamente una mano.

-Lo logramos-Respondió con una sonrisa cansada.

Su compañero, aún aturdido, tomó su mano y se levantó con dificultad. Estaban agotados, sus cuerpos cubiertos de heridas y cicatrices, pero vivos. La sensación de triunfo llenaba el aire, aunque era amarga, sabían que habían dado todo lo que tenían.

Mientras León y Bell intentaban recuperar el aliento, aliviados por el desenlace, una risa cansada escapó del último.

-Hace mucho que no sentía mi sangre correr así-Comentó con humor, tocando una de sus heridas con la mano temblorosa. El albino esbozó una sonrisa débil, todavía sintiendo el peso de la batalla en su cuerpo. Sin embargo, el alivio fue efímero.

Fue entonces que algo cambió. La tierra tembló nuevamente, y una sombra oscura se alzó en el horizonte, como si todo lo que creían que había terminado se estuviera reagrupando. Una sensación de inquietud comenzó a crecer en el aire y en ellos.

-Un buen intento... pero insuficiente-Una voz conocida, grave y cargada de desprecio, se alzó desde los restos del Antares.

Ambos voltearon de inmediato. Desde el polvo que una vez había sido el cuerpo del monstruo, Dionysus emergió, pero ya no era el dios que conocían.

Su cuerpo estaba cubierto de una sustancia negra y viscosa, que se fusionaba con su piel. Sus manos brillaban de un rojo intenso, igual que los ojos del monstruo. Su apariencia era antinatural, una amalgama entre un dios y la esencia del ser que acababan de derrotar.

-Otra... evolución-Susurró León, con el rostro endureciéndose mientras fruncía el ceño.

Retomó su postura con dificultad, apuntando su estoque hacia el... ¿Dios? con determinación.

El joven a su costado lo imitó, aunque su cuerpo empezó a traicionarlo. Sangre comenzó a brotar de su nariz y sus ojos; las venas de su rostro se inflamaban y algunas estallaban.

-¡A-Ah!-El conejo cayó de rodillas, sujetándose la cabeza entre gemidos de dolor.

-Tu cerebro está sufriendo hemorragias por el uso constante de magia-Explicó el experimentado aventurero con firmeza, poniéndose delante de él.

-Si no te curan pronto, el daño será irreparable y morirás. Deja esto en mis manos y con suerte podremos volver a matarlo-Dijo el rubio y, sin dudarlo, sacó una poción que llevaba consigo, la última que tenía.

La lanzó hacia Bell con fuerza.

-Cúrate-Le ordenó, de forma autoritaria pero preocupado, dándole la espalda.

A pesar del propio dolor que recorría todo su cuerpo, mantuvo su estoque firme, apuntando a la nueva versión de su contrincante mientras el sonido de sus pasos empujaba el polvo adyacente y producía un eco sepulcral que helaría la sangre de cualquier a que lo escuche a los alrededores.

-Dime...-Se tronó los nudillos y el cuello conforme reducía la distancia, emitiendo esa única palabra con profunda furia.

*¡PUM!*

Dio un pisotón seco delante suyo, causando grietas profundas.

-¿Es esta tu última forma? ¿O debo esperar más trucos de tu parte?-Le cuestionó, iluminando sus ojos color sol con ferocidad incomparable.

La amalgama entre lo divino y mórbido soltó una carcajada altiva.

-¡JAJAJAJAJA! ¡¿Última forma?! ¡¿Un mortal como tú cree que puede siquiera desafiarme?! ¡No hay nada que puedan hacerme!-Abrió los brazos, permitiendo ver su orgulloso cuerpo que abogaba a la impureza pero nada le importaba ya que le proporcionó lo que deseaba... gran poder. Incomparable poder.

-Sí... no serás el primero que me dice eso-Las rodillas de León se contrajeron, preparándose para saltar al ataque.

Los puños del nuevo dios se cerraron, preparándose para recibirlo. Pero mientras el viento cruzaba a la espera de que un objeto cayera al suelo y produjera un ruido que les indicara el inicio del último round, algo curioso sucedió.

-¡UCHIDE NO KOZUCHI!-Se escuchó a la lejanía, rompiendo la tensión.

*¡ZOOOOOOOOOOM!*

De repente, dos torrentes dorados cayeron desde el cielo, envolviendo tanto al caballero como al héroe de la nueva generación. Una luz cálida y revitalizante cubrió sus cuerpos, sanando parcialmente sus heridas y llenándolos de una nueva energía.

En una posición desconocida, impresionado a los que sufrieron dicho efecto y al que presenciaba la potenciación, una ayuda inesperada emergió, dándoles esperanza.

-¿Qué demonios?-Mientras Leon observaba sus brazos realmente asombrado, extasiado por el poder que brotaba hasta de sus poros, su enemigo en cambio miró al cielo con desdén y sus ojos brillaron con furia cuando reconoció a la dueña de esa habilidad y que estaba interfiriendo en sus planes.

-¡Esa maldita renard!-Bramó, extendiendo una mano hacia el cielo.

-¡NO INTERFIERAS MALDITA PROSTITUTA!-Gritó con la total intención de matar al ubicar su posición.

*¡ZOOOOOOOOOOOOM!*

Un rayo de energía negra salió disparado de su palma hacia un punto aparentemente vacío.

-¡Haruhime!-Exclamó Bell, comprendiendo lo que estaba ocurriendo. Con ojos llenos de preocupación, intentó ponerse de pie para detener el ataque. Si bien la magia de su compañeros le había recuperado parte de su vitalidad y la poción también apoyó en ello, todavía sufría de los estragos del constante uso de magia sin un descanso aunado a la potenciación de su habilidad que de por sí tenía un claro límite.

En lo alto del cielo, invisible a simple vista, Haruhime utilizaba los talarias y el casco de Hades, canalizando su magia para apoyar a los héroes desde las alturas sin ser observada. Quizás siendo llevada por la propia creadora de dichos artilugios. Sin embargo, de nada había servido, su posición fue ubicada y estaban a punto de sufrir el impacto.

No obstante, otra voz clara como el agua y fuerte como el rayo emergió a espaldas del conejo, solo dos simples palabras que conocía muy bien y le helaron la sangre.

-¡CAELUS HILDR!-

*¡BOOOM!*

*¡BOOOM!*

*¡BOOOM!*

*¡BOOOM!*

Justo cuando el rayo de Dionysus estuvo a punto de alcanzar a la renard y a la transportista en cuestión, una lluvia de flechas eléctricas apareció de la nada, desviando el ataque hacia el cielo. La energía continuó su camino, perdiéndose en el horizonte como en una escena digna de Dragon ball Z.

-¿Hedin-sensei?-Pronunció el joven y giró la cabeza, incrédulo al reconocer al elfo que ahora se encontraba a su lado, con su báculo aún en mano y una expresión seria, sin cambios, inocuo, como ya era costumbre en su maestro.

El elfo rubio se posó a su lado, en silencio, ofreciéndole una mano amiga, ayudándolo.

Ponte de pie, mocoso. La poción ya debió hacer efecto, la magia de esa renard debe estar mitigando el dolor y tu propia voluntad renovada tiene que ser suficiente para que vuelvas a pelear, maldito conejo.

Pronunció con enojo, acomodándose las gafas y jalándolo con fuerza para arriba.

Los ojos de Bell retomaron un poco de su brillo, impresionado por las palabras del elfo quien mostraba a su muy particular estilo un apoyo moral que no esperaba presenciar ahora mismo.

Mientras esas palabras abandonaban sus labios, León se lanzó al combate, sin vacilar.

*¡PUUUUUUM!*

*¡CLANG!*

El choque entre su estoque dorado y la piel endurecida de Dionysus resonó con un fuerte estruendo que sacudió el aire a su alrededor mientras los pocos resquicios de edificios se sacudían a punto de derrumbarse.

La deidad sonrió con una malicia inhumana, mostrándose como todo menos eso, humano. Su figura estaba envuelta en energía oscura que chisporroteaba como un fuego vivo.

Y cuando sus manos sostuvieron la hoja del estoque, solamente le aventó una mirada retadora al caballero.

-¿Eso es todo lo que tiene el proclamado "Caballero de caballeros"? Estoy decepcionado-Declaró, disponiéndose atacarlo de vuelta mientras su brazo comenzaba a iluminarse de color carmesí, similar al ojo del Antares que arrojaba un potente rayo.

*¡ZOOOOOOOOOOOOM!*

Fue entonces que el rubio apretó los dientes, retrocediendo sólo lo suficiente para evitar un rayo escarlata que surcó el aire.

-¡TCH! ¡¿ESO ES TODO LO QUE TIENE EL NUEVO DIOS?! ¡ME DECEPCIONAS!-Exclamó del mismo modo retador que su contrincante, esquivando apenas otro ataque y...

*¡SLASH!*

Contragolpeando con una estocada directa al pecho del dios.

*¡PUUUUUUUUUUUUUUM!*

Un enorme corte de proyecto a una pared aledaña cuando la espada se deslizó por encima de la piel.

Nuevamente su espada rebotó sin causar daño.

-Maldición...-El rubio retrocedió por segunda ocasión, retomando la suficiente distancia para tener la capacidad de reacción en caso de que su rival se disponga a ir a por él.

Dionysus, viendo su frustración, alzó una mano cubierta de energía.

-Admito que ese tajo me causó cosquillas. Además, tu resistencia es admirable, después de la anterior pelea deberías estar deshecho y aun así preferiste retrasar la muerte del mocoso que ha estado arruinando mis planes desde que llegó a Orairo. Ese sentido de autosacrificio de los héroes me es ridículo-Mostró reconocimiento por la fuerza del aventurero, aunque también duda por la decisión de no curarse a sí mismo, mientras que de su palma surgió una explosión negra.

*¡ZOOOOOOOOOM!*

La cual alcanzó a León de lleno.

Rápidamente interpuso su espada en medio, como en ocasiones anteriores, queriendo cortar la energía, pero...

*¡PUUUUUUUUM!*

La fuerza fue insuficiente.

-¡Argh!-El rubio fue lanzado hacia atrás y su cuerpo rodó por el suelo hasta estrellarse con un montículo de rocas que frenó su acelerado avance.

Se levantó con dificultad, jadeando. Su costado estaba ensangrentado y sus piernas temblando. Aun así, sus ojos permanecían fijos en el enemigo mientras se retiraba el polvo y la suciedad de sus prendas.

-No importa cuántas veces me derribes. ¡Volveré a levantarme!-Sonrió, volviendo a apuntar su estoque contra el monstruo.

La expresión en el ser era de incredulidad, negando con la cabeza como repleto desdén ante la decisión del que se negaba a ser llamado héroe.

Se notaba desde lejos que cada movimiento era doloroso para él, que sus músculos le ardían, y cada latido de su corazón resonaba como un tambor en su cabeza. Pero el caballero cargó de nuevo, su espada adoptó el mismo brillo de antes, ese resplandor dorado que potenciaba cada estocada.

Un verdadero caballero prefiere morir antes de rendirse.

-Mientras mi rival esté vivo, yo también lo estaré-Expresó.

*¡PUUUUUUUUUUM!*

Volvió a cargar contra el dios monstruo, dejando escombros volando en donde antes yacía de pie.

Mientras tanto, el albino estaba al borde de la inconsciencia, su cuerpo prácticamente estaba por colapsar bajo el peso de sus heridas mientras prestaba la poca atención que le quedaba en el combate de su compañero, rogando para que saliese victorioso. Esto... hizo enojar al hombre a su lado.

Hedin lo sujetó con fuerza, obligándolo a mirar hacia él.

-¡DEJA DE CEDERLE TUS RESPONSABILIDADES A QUIEN NO DESEA SER EL HÉROE DE ESTA HISTORIA! ¡TODAVÍA TIENES MUCHO MÁS QUE DAR! ¡NO TE RINDAS MOCOSO DE MIERDA! ¡YO NO SOY EL MAESTRO DE NINGÚN MALDITO COBARDE!-Su mano sujetó fuertemente el mentón del albino, apretándolo y sometiéndolo a una fuerte presión que hacía crujir sus huesos por el rechinar entre estos.

-No puedo...-Respondió a duras penas el chico. Ni el dolor del maltrato de su maestro lo lograba despertar. Sin embargo, las palabras de Hedin interrumpieron su negatividad.

-¡DEJA DE RENDIRTE MALDITO IDIOTA! ¡DA IGUAL EL ENORME MURO QUE ESTÉS ENFRENTANDO! ¡LA LÍNEA DE PARTIDA SE DECIDE CUANDO TU VOLUNTAD TE IMPULSA A CONTINUAR!-Las venas se marcaban en la frente del elfo, la euforia con la que pronunciaba su discurso mantenía en estado suspendido al conejo, impidiéndole caer rendido.

-Nadie puede decirte que no levantes la cabeza y continúes caminando hacia tu destino. Lo entiendes ¿Bell Cranel?-Prosiguió, despertando una reacción de impresión en su joven alumno.

-Dime... ¿Cuánta gente ha puesto su voluntad sobre tus hombros? ¿Cuál es la meta que te impulsó a venir a esta ciudad? ¡¿Crees que el poder lo es todo?! ¡¿PIENSAS QUE COMO MORTALES NUESTRAS HABILIDADES SE LIMITAN A UN SIMPLE NÚMERO DE NIVEL O POR UN FALNA?!-El aire en los pulmones del elfo se agotaba. La inspiración que deseaba transmitirle al muchacho estaba poco a poco alcanzándolo.

No eran palabras infundadas. No era un simple aliento infundado. Como un ser antiguo, proveniente de una raza muy longeva, ha presenciado y conocido a miles de historias sobre los grandes héroes del mundo y enfrente suyo había uno que solo necesitaba un último impulso para convertirse en uno.

-¡¿POR QUIÉNES PELEAS, IMBÉCIL?! ¡NO TE ATREVAS A OLVIDARLO! ¡NO TE ATREVAS A DECEPCIONAR A TODAS LAS PERSONAS QUE HAS INSPIRADO Y LOS SUEÑOS QUE HAN REPOSADO SOBRE TI! ¡NO LOS DECEPCIONES COMO YO LOS DECEPCIONÉ! ¡NO COMETAS LOS MISMOS ERRORES QUE YO!-Soltó su mentón y lo sujeto del cuello de la camisa, derramando lágrimas que expresaban un profundo arrepentimiento ajeno a la situación por la que estaban atravesando.

-Hedin-Sensei...-Susurró el conejo, boquiabierto.

El ceño de este último fue fruncido, su nariz arrugada mientras el agarre de su mano temblaba, soltándolo.

-Supera... ¡Supera tus límites ahora, o muere sin honor! ¡ROMPE LA BARRERA DE NIVEL!-

Las palabras se hundieron profundamente en Bell. Su cuerpo tembló mientras un eco reverberaba en su mente, recordándole lo que significa ser un héroe.

Y... una mujer apareció en su subconsciente...

A pocos metros de distancia, León y Dionysus continuaban intercambiando golpes.

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

La espada dorada de León describía arcos luminosos en el aire, pero cada impacto era recibido con otro roce que apenas lograba arañar la coraza del dios. El dios, mientras tanto, liberaba rayos y explosiones que mantenían al rubio al límite.

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

-¿Cuánto más piensas resistir, mortal?-Le preguntó con burla, lanzando un golpe que León apenas logró desviar.

*¡PUM!*

-¡El tiempo suficiente para vencerte!-Rugió el rubio con la misma fuerza de un leon, concentrando su magia en su estoque.

-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHH!-Su espada brilló aún más, y con un grito desgarrador, atacó de nuevo, enfrentando el caos con una voluntad inquebrantable.

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

*¡CLANG!*

El rugido del combate resonaba en el aire, pero para Bell, todo parecía en silencio.

Estaba de rodillas, su cuerpo herido y agotado, su mente luchando por mantenerse coherente. El dolor lo envolvía, pero entonces, en medio de ese caos, una voz familiar surgió desde lo más profundo de su memoria.

"Cuando un humano supera el poder de los dioses, cuando esas ataduras se sueltan, es cuando alcanzamos nuestro verdadero potencial" Era la voz de Alfia. No era una ilusión ni una magia, sino un eco del pasado, un recuerdo que resonaba en lo más profundo de su alma.

Las palabras de la mujer que lo había criado, su mentora y guía, llenaban su mente como un faro en la tormenta.

La misma frase que el elfo había pronunciado, era semejante a la que su madre una vez le había dicho.

"Rompe la barrera del nivel. Solo así conocerás tu verdadera fuerza".

El joven cerró los ojos, ignorando los destellos y el estruendo del combate cercano.

Respiró profundamente, intentando calmar su agitada mente. Dejó que los recuerdos lo inundaran: Eina, con su sonrisa cálida y sus ojos llenos de apoyo; los amigos que siempre estuvieron a su lado, confiando en él; las personas que había jurado proteger, incluso si significaba sacrificarlo todo.

-Un héroe... no es alguien que nace con poder ni con un destino preescrito-Murmuró, su voz era apenas audible al principio, pero estaba cargada de una convicción que crecía con cada palabra.

Hedin, que observaba a su lado, dio un paso atrás. Algo estaba cambiando.

Una sonrisa repleta de orgullo se dibujaba en sus labios, sintiendo que consiguió su cometido.

-Un héroe es alguien que desafía lo imposible, que se levanta una y otra vez, incluso cuando el mundo entero está en su contra. No importa cuánto me cueste, ni cuánto deba sacrificar. Seré un héroe. No solo para proteger a quienes amo, sino para protegerla a ella-La misma sonrisa apareció en el conejo, apoyándose en una rodilla para levantarse por cuenta propia.

Con esas palabras, arrojó el frasco donde antes estaba la poción, dejándola a medio beber, mostrándose reacio y aclarando que no dependería de nada más que de su propia voluntad para conseguir esta victoria. El dolor sería su aliado.

Su falna, grabada en su espalda, comenzó a brillar intensamente. El tatuaje emitía un resplandor cegador, pero esta vez no era solo el poder de los dioses el que se manifestaba. El brillo era diferente: era cálido, radiante y profundamente humano.

El elfo lo miró con asombro, no esperando ese tipo de reacción.

Las marcas del falna en la espalda de Bell comenzaron a cambiar, expandiéndose como si intentaran superar sus propios límites. El poder divino parecía disiparse, mezclándose con una fuerza desconocida, nacida del espíritu indomable de Bell.

-No volveré a perder a nadie-Susurró el chico, mordiéndose el labio inferior, alzándose lentamente hasta estar de pie otra vez.

El aire a su alrededor cambió. Era como si el mundo entero hubiera contenido el aliento. Su cabello blanco parecía brillar bajo el resplandor de su magia, y sus ojos rojos, antes cansados, ahora ardían con determinación.

-Gracias, Hedin-Sensei...-Agradeció, dándole la espalda al que lo inspiró y apretando con fuerza el mango de su espada antes de desenvainarla.

A lo lejos, Dionysus giró la cabeza hacia él, notando la súbita presencia de ese nuevo poder. Su sonrisa se desvaneció por un instante, reemplazada por una mirada de desconcierto.

-¿Q-Qué es esto?-Cuestionó el dios, sintiendo una amenaza que nunca antes había percibido.

El rubio, quien seguía enfrentando al dios con desesperación, detuvo su ataque por un segundo, apenas lo suficiente para mirar a Bell. Sus labios se curvaron en una sonrisa, a pesar de su estado herido.

-¡JAJAJAJAJAJA! ¡LO SABÍA! ¡ERES IDÉNTICO A ESOS DOS SUJETOS!-La sospecha que tuvo al principio se confirmaba. El Caballero vio en la figura de su compañero a dos conocidos que eran verdaderos monstruos. Un hombre conocido por su insaciable Gula. Y otra mujer que brillaba por su... Silencio.

El joven dio un paso hacia adelante, iluminado por la energía que brotaba de él.

Cada paso resonaba como un eco en el terreno destruido, y con cada movimiento, su magia se intensificaba. No era un simple destello; era una tormenta que se desataba desde su interior.

-Mamá Alfia...-Musitó con nostalgia, recordando no solo las palabras que le había enseñado, sino también la fuerza que siempre había visto en ella.

Esa fuerza ahora lo impulsaba, como si su espíritu estuviera junto a él.

-Este poder no es solo mío-Dijo elevando el sonido conforme la decisión se volvía tangible.

Estaba dirigiéndose tanto a sí mismo como al resto de personas en el campo de batalla.

-Es de todos aquellos que creyeron en mí, que me dieron razones para seguir adelante. ¡Por ellos lucharé hasta mi último aliento!-Pronunció.

*¡SLASH!*

La espada salió de su vaina, sosteniéndola con ambas manos, similar a la posición con la que antes empezó el combate el caballero.

-Vamos, alumno mío...-Dijo Hedin, viéndolo acelerar el paso.

-Vamos... alcanza... ¡ALCANZA TU VERDADERO POTENCIAL!-Vociferó.

-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!-Con un grito que parecía partir el cielo, Bell se lanzó hacia Dionysus.

Su aura, una mezcla de poder divino y humano, lo envolvía como una armadura luminosa. El ente nuevo y desagradable levantó un brazo para defenderse, pero incluso él parecía dudar.

-¡Nunca más dejaré que alguien me arrebate a las personas que amo!-Expresó el chico, como un último empujón antes de dar un broche final a esta travesía.

Esta vez Bell no era el mismo. Había roto las cadenas de su falna, desatando algo que trascendía incluso a los dioses. Por primera vez, Dionysus sintió un escalofrío. Por primera vez, el dios temió a un humano.

Y mientras esta escena se desarrollaba con gran epicidad, conforme del horizonte el sol empezaba a mostrarse para recibirlos con su calor... una voz para nada audible ante la adrenalina del albino, pronunció...

"Lo ha logrado, Júpiter..." Expresó, orgulloso.

-¡MUERE MALDITA ESCORIA!-Varios rayos salieron de los brazos del monstruo.

*¡ZOOOOM!*

*¡ZOOOOM!*

*¡ZOOOOM!*

*¡ZOOOOM!*

*¡ZOOOOM!*

*¡ZOOOOM!*

Todos fueron esquivados con una precisión aterradora impropia de un humano. Cruzaban q escasos centímetros del chico pero solo causaban un breve revoloteo en su cabello, una sensación de calor en su piel o resequedad en la misma.

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

Cada rayo encontraba su destino en objetos inanimados, despedazando cada cosa a su paso hasta perder potencia y convertir en rocas incandescentes con lo que impactábamos.

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

El albino maniobraba con precisión. Sus pasos dejaban agujeros en cada zona que pisaba, despedazando del mismo modo que los rayos, todo lo que había a su paso.

Infló sus pulmones al Máximo de su capacidad para dar una orden.

-¡LEON! ¡APÁRTATE!-Vociferó, temiendo que lo que planeaba como golpe final alcanzara a una víctima indeseada.

-¡COMO DIGAS, HÉROE!-Pronunció el rubio. No sin antes...

*¡SLASH!*

-¡Ugh! ¡Maldito!-Clavó su estoque en el ojo del dios que había quitado su atención de aquel caballero ante la inminente amenaza que iba hacia su posición como un berserker dispuesto a despedazarlo desde los cimientos.

-¡Te dejo el resto! ¡Bell Cranel!-Con un potente impulso, abandonó la escena.

-¡AHHHHHHHHHH! ¡ESTO ES UN JODIDO CHISTE!-Gritó con vehemencia la amalgama, apuntando ambas manos hacia el albino para despedazarlo con su rayo de energía.

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

*¡PUM!*

Lanzó varios, una ráfaga que cubría el campo completo, como una pared escarlata imparable que si o sí impactaría con su objetivo. Sin embargo...

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

*¡SLASH!*

Bell cortaba cada uno para abrirse paso. La energía que desprendía empezó a absorberse en la espada y su velocidad a ralentizarse. Era como si estuviese concentrando todo en brazos y el arma en un único ataque, una única estocada que acabaría con todo de una vez por todas.

"Madre... yo siempre he estado orgulloso de ser tu hijo. Es hora de que... yo te haga sentir orgullosa de ser mi madre..." Pensó, sonriendo.

-¡¿POR QUÉ NO MUERES?! ¡¿POR QUÉ INSISTES EN SEGUIR LUCHANDO?!-Dionysus, enloquecido y consumido por la desesperación, extendió sus manos hacia el cielo, canalizando todo su poder oscuro.

La energía a su alrededor se arremolinaba, generando un vórtice de destrucción que hacía temblar el terreno.

-¡No puedo perder contra un simple mortal! ¡Soy un dios! ¡Soy eterno! !LA CÚSPIDE DEL MUNDO!-Gritaba, como un trueno cargado de ira y desesperanza.

El cielo se oscureció aún más, y un haz de energía negra se formó sobre él, acumulando una fuerza devastadora. Dionysus temblaba de furia, pero también de miedo. Este no era el combate que había esperado.

Aquel que se interponía entre su victoria y él, iluminado por la luz cegadora que emanaba de su magia, avanzaba sin detenerse.

Su cuerpo, destrozado pero lleno de una fuerza imposible, lo llevaba hacia el dios sin dudar. Con cada paso, el terreno a su alrededor se rompía bajo la presión de su poder.

-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHH!-El grito de Bell cortó el aire, cargado con toda su furia y determinación.

Su espada brillaba con una intensidad que hacía que incluso el vórtice de oscuridad del dios pareciera insignificante. La luz que emanaba no era solo mágica, era el reflejo de su humanidad, de su voluntad inquebrantable. Era la manifestación del héroe que se había negado a rendirse.

Se lanzó hacia Dionysus con una velocidad imposible. La distancia entre ellos desapareció en un instante y la potente energía luminosa envolvió su espada, creando un destello que parecía cortar el mismo cielo.

El monstruo levantó sus brazos, envolviéndolos en energía oscura, tratando de bloquear el golpe.

-¡No puedes derrotarme! ¡Soy un dios!-Bramó, cargado de gran desesperación.

*¡CLANG!*

La espada impactó contra los brazos con una fuerza descomunal, creando una onda de choque que hizo temblar la ciudad entera.

*¡PUUUUUUUUUUUUUUUUUUM!*

El estruendo resonó en la distancia, derribando estructuras y levantando una nube de polvo que cubrió todo el área.

-¡N-No... no puede ser!-Exclamó al darse cuenta de que no podía detenerlo

Con el rostro cubierto de sangre y sudor, apretó los dientes mientras seguía avanzando.

-¡No importa quién seas! ¡Dios o mortal, todos caen cuando se enfrentan a alguien dispuesto a darlo todo! ¡ESTE ES EL VALOR DE LOS HUMANOS! ¡ESTE ES EL ILIMITADO PODER DE LA VOLUNTAD HUMANA!-.

El albino no detuvo su ataque. Su espada y puños se movían como una fuerza imparable queriendo atravesarlo, cortarlo, batallando por el poder de ganar y dejar de ser bloqueado.

-¡S-Solo eres un mortal!-Sus palabras eran huecas y comenzaba a ceder bajo el ataque.

La luz de la espada se intensificó aún más, como si respondiera a su voluntad. Con un último grito de furia, el joven albino levantó su arma por encima de su cabeza y la descendió con toda su fuerza hacia el pecho de Dionysus.

-¡ESTO TERMINA AQUÍ!-Rugió Bell, resonando con el poder de un héroe que había alcanzado el límite de su humanidad o mejor dicho... su potencial.

*¡SLASH!*

La espada atravesó al dios, rompiendo su defensa y alcanzando su cuerpo.

-¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHH!-Dionysus soltó un grito desgarrador, el poder que había acumulado desapareció en un instante, disipándose en un destello de luz y sombras.

Los ojos del dios, llenos de incredulidad y terror, encontraron los de Bell por última vez.

-¿Cómo... puede un mortal...?-Murmuró antes de que su cuerpo comenzara a desintegrarse, fragmentándose en la nada.

El área quedó en silencio, con el ruido del combate disipándose. El héroe cayó de rodillas, jadeando, pero con una expresión de triunfo en su rostro. Había vencido. Había hecho lo imposible.

Con la respiración entrecortada y el cuerpo temblando por el esfuerzo, giró lentamente la cabeza hacia Hedin.

El elfo lo observaba desde unos metros, con una mezcla de orgullo y alivio reflejada en sus ojos. Levantó el pulgar, un gesto inusual en él, pero cargado de respeto hacia el joven aventurero.

Este último caminó hacia su alumno que apenas podía sostenerse de rodillas.

"Freya-sama..." Comenzó su hilo de pensamiento, esas palabras que solo resonaban en su mente eran dirigidas hacia la diosa que observaba desde las alturas.

"Usted ve su alma, ¿no es así? Dígame... ¿cree que seguirá siendo igual si lo separa de ella?" El elfo bajó la mirada hacia Bell, pero sus ojos rápidamente buscaron a la distancia. Allí, entre las ruinas y el polvo levantado por la batalla, las figuras de la Familia Hestia se apresuraban hacia su compañero. A la cabeza, la figura de una semielfo corría con lágrimas surcando sus mejillas.

El miembro de la familia Freya dejó escapar un leve suspiro mientras continuaba.

"Su alma... se ha moldeado a la de ella. Su ser, todo lo que es y lo que ha llegado a ser, lo logró porque ella está a su lado. Ningún dios puede reclamar lo que no le pertenece" Expresó.

Se detuvo al lado de Bell, inclinándose ligeramente para observarlo con detenimiento. El albino estaba exhausto, cubierto de sangre, polvo y sudor, pero sus ojos aún ardían con una determinación inquebrantable.

"El amor que él le tiene a esa chica es lo que le permitió alcanzar esta fuerza"

Reconoció Hedin, de forma solemne.

"No cualquier mortal rompe la barrera del nivel. Motivaciones banales sobran en este mundo, pero esas siempre te limitan. Sin embargo, lo que él siente por ella...".

El elfo se enderezó, dirigiendo su mirada hacia la imponente Torre de Babel que se alzaba en la distancia. Sus ojos parecían escudriñar el horizonte, como si buscara las respuestas en las alturas.

-Jamás será suyo-Dijo con una convicción implacable.

"Porque desde el primer encuentro, desde el primer momento en que cruzaron miradas, él le perteneció a ella".

Finalizó su declaración, mientras la chica llegaba, arrodillándose junto a él y envolviéndolo en un abrazo desesperado. El joven, aún débil, levantó su mano temblorosa para devolverle el gesto, acariciándola suavemente.

El elfo observó la escena en silencio.

Ambos eran la prueba viviente de que algunos vínculos trascienden cualquier poder divino.

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Bueno, hasta aquí llega el capítulo de hoy amigos, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo como ya es costumbre.

El final del fic está cerca. Quiero leer sus opiniones hasta el momento de lo que les ha parecido. Ha sido un largo camino y ya han pasado varios años desde que le di inicio después de finalizar el de Syr. Espero que pueda darles un final satisfactorio como en este último y hayan disfrutado leerlo tanto como yo escribirlo.

En fin, déjenme sus opiniones.

¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?

Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.

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