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Dragones en los Andes: Trentren y Caicaivilú


A la llegada de los españoles a Sudamérica, los mapuches habitaban desde El Valle de Aconcagua hasta la isla de Chiloé en el actual territorio de Chile. Está claro que en la Patagonia, los pueblos originarios cruzaban la cordillera a voluntad y empezaron a mezclarse con a quienes ellos llamaban Tehuelches y que significa "gente bravía", pero que los europeos llamaban Patagones,  que en sí eran varios pueblos de la Patagonia argentina y de la región Pampeana que no voy  detallar por temas de brevedad.

Lo sorprendente de los patagones argentinos, era que los europeos los veían como gigantes y de enormes pies por las huellas que dejaban al andar (aunque eso era debido a las pieles que usaban como calzado). El nombre europeo que les dieron, fue inspirado en el gigante Pathoagon de la novela de caballería Primaleón. Podrían haber sido "Pie Grande" pero no necesariamente gigantes, pero el caso era que hasta el año 1800 la altura media de los europeos era en promedio de 1,50 metros mientras que nuestros aborígenes patagónicos llegaban a medir ya entonces 2mts o más con un promedio de 1,80 mts. 

¿Se imaginan que todos tuviéramos sus genes y fuéramos tan altos? Hoy en día habríamos aumentado inclusive esa altura, pues se incrementa con cada generación.  

Tanto los mapuches como los Tehuelches caminban la cordillera. El cerro Chaltén era el lugar sagrado de los Tehuelches. Aquellos viajes, donde seguramente se cruzaban por lugares inmensos, inspiradores e inhóspitos, habrán motivado cientos de historias sobre el origen de aquellas montañas.

Así fue que una leyenda de los mapuches, le atribuyó a dos dragones, Trentren y Caicaivilú, la formación de la cadena montañosa continental más extensa del mundo: la Cordillera de los Andes (del quechua Anti que significa oriente, de dónde salía el sol en el imperio incaico que la nombró así, según se cree).

 Y sí, dije "dragones".

¿Es que con los seres mitológicos nuestros no podría haber pasado que hablaban de lo mismo sin saberlo?

Me imagino a un europeo preguntándole a un nativo:

—Dragones... ¿tienen por acá?

—No... ¡ni uno che!

—¿Ustedes? ¿Caicaivilú? ¿Trentren?

—Nada... no conozco ninguno de esos.

Me recuerda a cuando en Costa Rica hablaba con un amigo de allá sobre el Dulce de leche como si fuera algo totalmente ajeno a ellos hasta que me dijo: "¡Ahh! Dulce de cajeta! Se hace así con leche, azúcar y bicarbonato! (Se me cayó la mandíbula, perdí la inocencia y se me rompieron las ilusiones).

En definitiva se trataba de lo mismo, pero tenía distinto nombre (¡El Dulce de leche siempre es mejor, igual!). 

Con los seres mitológicos puede pasar algo similar.  Pueden ser los mismos seres, solo que nosotros conocemos el nombre dado por los europeos, pero las características principales son las mismas. ¡Está bien! quizá alguna diferencia en su fisonomía y habilidades. ¡Pero dragones al fin! ¡Misma especie, distintas razas!

Podemos decir entonces que  ¡los dragones también caminaron y sobrevolaron nuestras tierras mucho antes que los de Harry Potter o los de Game of Thrones!

En mayo estuve en un taller sobre escritura fantástica en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Allí el escritor y dibujante @LeoBatic a quien agradezco por la información que me brindó tan gentilmente para éste capítulo (seguilo en Instagram), nos contó que estuvo en Chiloé recopilando historias mitológicas de la zona. 

Dijo algo que siempre había pensado y que cada vez que leía una historia con duendes patagónicos, o de gauchos y La Luz mala me llenaba el alma de orgullo. Preguntó ¿por qué las historias fantásticas no iban a poder ocurrir en nuestro país? ¿Por qué los seres fantásticos tenían que ser importados?

Gracias a él supe que el color cobrizo de la piel de nuestros pueblos  originarios tiene una explicación totalmente plausible (para mí que no tengo por qué refutarlos).

Por supuesto que quise saber cómo habían conseguido tal hazaña que había mencionado y esta es la historia que hizo llegar a mis manos.


Parece ser que Caicaivilú era un dragón-serpiente de piel escamada, brillosa y negra.

Su cabeza se parecía a la de un caballo y poseía dos pequeñas alas de color rojo detrás de las orejas. Seguramente esta semejanza fue asignada luego de la llegada del caballo junto con los españoles.

Caicaivilú vivía en los abismos del mar, pero también podía volar.

Se decía de Caicaivilú que relinchaba al montar las olas marinas. Quizá un sonido que asimilaron, también posteriormente, a la llegada de los equinos al continente.

El problema era que, como siempre, los hombres desobedecían constantemente a las leyes naturales. Y como siempre también, Caicaivilú, una especie de dios mitológico que debe poner en vereda al ser humano descarriado, decidió terminar con la vida en la Tierra.

Así nomás y ¡chau Pinela!

Entonces Caicaivilú comenzó a agitar las aguas del océano elevándolas como un Tsunami y cubriendo pueblos y selvas causando devastación.

Pero los seres humanos no estaban solos. También estaba Trentren, el dragón-serpiente de la Tierra.

Su piel era escamosa y cobriza. Su cabeza era similar a la de su némesis pero tenía alas oscuras, y a diferencia de Trentren, gustaba de vivir entre la tierra seca y las alturas.

Parece que en esta versión que me llegó de la leyenda, estos dragones eran hembras. Y parece que Trentren confiaba en el hombre y protegía a los animales.

Así fue que ella advirtió a los humanos y a los animales del peligro del agua subiendo a sus tierras.

Y como siempre, hubo muchos hombres descreídos que no escucharon. Pensaron que podían ser más poderosos que los dragones. ¿Y adivinen qué pasó?

Pues sí, se ahogaron.

¿Te suena a la historia del arca de Noé? Hasta acá puede ser. Solo que sin arca, ni parejas de animales.

En fin... los animales, tan sabios como son ellos, conectados con la naturaleza, subieron a las montañas y también lo hicieron algunos araucanos, que ahora sabemos que en realidad eran mapuches. Ellos eran personas sabias porque confiaban en la inteligencia de los animales.

Por supuesto que no todo iba a quedar ahí. Caicaivilú se enojó muchísimo al ver como algunos se salvaban de su condenación y decidió actuar. Arqueó su lomo un poco más y las aguas comenzaron a subir y a subir hasta que casi llegaron a los picos más altos de la cordillera.

Trentren se indignó. No iba a permitir que Caicaivilú se saliera con la suya. Seguramente consideraba las acciones de su rival como una medida demasiado drástica. También tenía sus armas. 

Como era un dragón de la Tierra podía meterse bajo los picos y elevar la altura de las montañas para que su gente y sus animales no se ahogaran. Lo hizo en medio de la inundación y no consiguió salvar a todos.

Aquellos hombres que caían al agua se convertían en peces para habitar los océanos, lagos y lagunas y los animales se convertían en piedras que refrenaban las aguas del mar. Vendrían a ser las cientos de islas que conforman el sur de Chile hasta Tierra del Fuego inclusive.

Caicaivilú hizo otro intento, volvió a encorvarse y las aguas lo cubrieron todo hasta el horizonte, excepto por las cimas de las montañas, sostenidas bajo el lomo de Trentren, que desesperadamente intentaba salvar la vida en la Tierra.

Ambos dragones estaban exhaustos por la feroz pelea, pero fue Trentren, quien empujando unas rocas gigantes logró vencer a Caicaivilú, hundiéndola en las profundidades del mar y encerrándola para siempre en una fosa marina.

Los hombres que cayeron al agua son hoy las cientos de variedades de peces que llenan los mares. Los animales que se convirtieron en piedras fueron fruto de ritos y celebraciones durante milenios.

Caicaivilú separó a las montañas y las sostuvo sobre cuatro piedras gigantes para que flotasen si alguna vez Trentren se liberara y decidiera inundar una vez más a la Tierra.

 Los hombres que se salvaron, por haber estado tan cerca del sol, oscurecieron su piel y toda su descendencia posee ese color cobrizo en recordatorio de la lucha en la que sus antepasados, montaron un dragón muy cerca del sol.


¿Está chequeado esto, chicos? 

Para mí es una historia 100% factible, pues nadie puede probar la inexistencia de algo o de alguien. Así que tan orgullosa como me siento de tener una porción de mis genes autóctonos, cada vez que me broncee hasta que no me vean de noche, voy a contar esta historia y decir que mis antepasados ¡fueron jinetes de dragones!


¿Vos? ¿Qué historias fantásticas autóctonas leíste?

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