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Smell like Raspberries.

Huele a frambuesas.

Los años habían pasado y ahora mientras caminaban a casa de los Pines, deseaban con su corazón volver al preescolar donde no tenían que resolver ecuaciones de segundo grado.

Los cuatro habían formado una amistad que había perdurado desde que eran unos niños de 6 años hasta su adolescencia a los 14 años, en especial la amistad de cierto castaño y Bill.

—¡Vamos no son tan difíciles! —Dipper exclamó mientras Mabel rodaba los ojos.

—Para ti, cerebrito —Mabel le contestó fastidiada mientras Will reía.

—No digo que me gusten, pero no son tan complicados como dices —Dipper se excusó mirando al rubio que se encontraba perdido en sus pensamientos.

—Insisto... —Mabel se acercó un poco más a su hermano—, eres todo un nerd, justo como el tío Ford.

—No somos nerds —Dipper frunció el ceño.

—Pino tiene razón, no son tan complicados —una tercera voz interrumpió la pequeña discusión de hermanos que tenían Mabel y Dipper.

—Gracias Bill —Dipper respondió mientras le sacaba la lengua a su hermana de manera infantil.

—Pero ustedes dos son inteligentes —Mabel respondió.

—Yo también las entiendo —Will agregó haciendo que Mabel girara a verlo.

—No me digan que soy la única que no los entiende —Mabel se quejó, pero Will y Dipper solo le lanzaron miradas divertidas—, ¡me niego a creer que estoy rodeada de cerebritos!

El castaño rió.

—Primero Candy y ahora ustedes —Mabel hizo un puchero—, sólo Grenda me entiende.

Will y Dipper rieron con más fuerza y no tardo en unírseles Mabel también.
Los cuatro se dirigieron con rapidez a la casa de los Pines cuando sintieron la lluvia rozar sus rostros.

—¡Ya llegamos mamá! —Mabel gritó lanzando su mochila por ahí.

—¡Pastelitos! —La señora Pines abrazo a los castaños con fuerza—, están empapados, ándense a cambiar jovencitos, y Dipper préstale ropa a Bill y a Will, no quiero que mis tesoritos se enfermen.

—Gracias señora Pines —agradeció dulcemente Will.

—¿Cuántas veces te tendré que decir que no me llames así, Will? Loren, por favor, Loren —Mabel rió mientras Will se disculpaba.

—Lo lamento, otra vez y gracias —Will se dirigió con propiedad a la mujer—, pero tengo una presentación de piano en un par de horas y debería estar en casa preparándome, tengo un duro enfrentamiento con un muy buen pianista.

Will se sonrojó un poco al recordar al pianista castaño que solía competir con él.

—Ya veo cielo —Loren sonrió—, entonces llévate un paraguas y vete con mucho cuidado, ¿entendido? Bill podrá llevarte de mis panquesitos al rato, cuando le patees el trasero a ese pianista.

Will se sonrojo más, pero asintió, tomando el paraguas que le ofrecían despidiéndose de todos con rapidez.

—Bueno Mason, no sé qué esperas para prestarle ropa a Bill, a este paso lograras que pesque un resfriado —la madre le lanzo una mirada a Dipper quien suspiro resignado, se dirigió hasta su habitación con Bill y Mabel detrás.

Una vez se cambiaron los tres Bill bajo para agradecerle a Loren por su hospitalidad de siempre.

—¿Por qué estas vestida así? —El castaño le pregunto con curiosidad a su hermana.

—Porque Pacifica vendrá por mí, iremos a al cine a ver la nueva película de terror —Mabel respondió como si fuera obvio.

—¿Me dejarás solo con Bill? —Preguntó Dipper nervioso.

—Oh vamos, bro-bro —Mabel rió ante el nerviosismo de su hermano—, no puedes desperdiciar tu oportunidad de estar solo con él, es más deberías estar agradecido conmigo.

Dipper se sonrojo un poco.

—Pero... ¿de qué hablaré con él? —Dipper preguntó preocupado.

—Dipper —Mabel lo obligo a mirarlo—, Bill es tu amigo, puedes hablar con él, no puede ser tan difícil.

—Lo voy a arruinar, sabes que no puedo hablar con él si estamos solos los dos —Dipper empezaba a entrar en pánico.

—Pues tendrás que aprender —Mabel suspiro—, pueden hablar de lo fáciles que son las ecuaciones para ustedes.

Dipper rodó los ojos mientras Mabel reía.

—Yo sé que tú puedes Dippy —la castaña le sonrió—, ahora si me permites iré a pedirle permiso a mamá.

Dipper asintió tratando de calmar su respiración para relajarse y poder hablar con Bill sin decir nada raro.

—Hola Pino —Dipper pego un pequeño grito al escuchar la voz del rubio—, Mabel me dijo que estaba bien si subía.

—Oh sí, claro que lo está, Bill —Dipper soltó una risa nerviosa, Bill aún tenía el cabello un poco mojado—. No es la primera vez que vienes aquí.

El rubio se encogió de hombros sonriéndole al castaño.

—Mis amores, les traje frambuesas que me sobraron de los panquesitos, se están horneando, pero para esperar ya tienen esto —la madre de Dipper le dejo en manos al castaño un traste lleno de bayas rojas.

Loren salió de la habitación guiñándole un ojo a su hijo.
Todos sabían del pequeño enamoramiento que el castaño tenía por el rubio, todos a excepción de Bill.

—Bueno... —Dipper empezó nervioso, interrumpiendo el silencio—, podemos hacer la tarea mientras comemos.

—Sí quieres —le respondió Bill buscando su mochila que minutos antes había dejado en la habitación de Dipper.

Dipper suspiró, a este paso jamás llegaría a algo con Bill.

El castaño se sentó de piernas cruzadas en la cama con el tazón en sus piernas y dándole la espalda a la pared, se estiró un poco para llegar a su libreta cuando el rubio se sentó a su lado tomando la libreta por él y pasándosela.

—Gracias —murmuró Dipper un poco sonrojado.

—De nada, Pino —Bill le sonrió dulcemente.

El olor de las bayas era delicioso y más con el aroma de los panquesitos de Loren cocinándose abajo, realmente ayudaban para relajarse a la hora de hacer ecuaciones.

—Ya me aburrí —contestó Bill alejando un poco la libreta y metiéndose una baya a la boca.

—Sí... yo igual —confesó Dipper.

Bill se giró para ver a Dipper, quien aún estaba concentrado haciendo su tarea, así que el rubio, para quitar su aburrimiento decidió poner en práctica lo que había visto en esa pequeña escena de la película que veía Will.

Tal vez eso lo ayudaría a quitarse el aburrimiento.

Alejó la libreta y el traste de bayas del castaño, quien enseguida levanto la mirada dispuesto a preguntarle porqué había hecho eso, pero, se detuvo al momento en que vio que el rostro del rubio estaba muy cerca del suyo.

—¿B-Bill? ¿Qué esta-? —Dipper se vio interrumpido al sentir los labios de Bill sobre los de él.

Le habían dado un casto beso por parte del rubio, se separó dejando ver a un Dipper de un color más fuerte que el de las frambuesas.

—¡Amorcitos! —Unos pequeños golpes en la puerta se escucharon—, ¡mis panquesitos ya están listos! Se los dejaré en la puerta para no interrumpir su arduo trabajo con las matemáticas.

Se escucharon los pasos de Loren alejarse, por lo que Dipper se encontró con los ojos ámbar del rubio que miraban expectantes los castaños de Dipper.

Bill se alejó un poco de Dipper dispuesto a ir por los panquesitos de Loren, esa señora cocinaba delicioso.

—¿P-por qué? —Dipper balbuceó un poco desconcertado ante la actitud del rubio.

Sabía que Bill era alguien difícil de tratar, hacía cosas imprudentes y que eran muy difíciles de comprender, Dipper lo sabía desde pequeños y aunque poco a poco se iba acostumbrando... esto era otra cosa, el rubio jamás tenía mucho contacto con las personas, aunque es cierto que solía hacer excepciones con algunas personas, como con Will, por ejemplo.

Aun así, contrabajo se dejaba abrazar por alguien y era casi imposible que el rubio lo hiciera primero... sólo hacía ese tipo de cosas en momentos especiales, como cuando alguno lloraba... pero Dipper no estaba llorando o mucho más, al menos no para tener ese tipo de contacto por parte de Bill.

Aparte de que esa clase de contacto no era para nada normal, y menos en amigos.

El delicioso olor del panque con bayas lleno la habitación, pero no se comparaba para nada con el sabor.
Bill se giró descuidadamente a Dipper con una bandeja de panquesitos en manos.

—¿Por qué?, ¿qué? —Preguntó Bill acercándose a la cama nuevamente.

—¿P-por qué hiciste e-eso, Bill? —Dipper estaba nervioso y muy sonrojado.

—Ah... eso —el rubio se encogió de hombros sentándose de nuevo al lado del castaño—, supongo que estaba aburrido y lo primero que se me ocurrió fue hacer lo que los protagonistas hacían en esa aburrida película que Will veía anoche.

Mordió el panque ignorando como el castaño bajaba la mirada, dolido por su respuesta. Era Bill, tenía sentido de que el motivo fuera algo así.

—Oh... —respondió desanimado.

—¿Pasa algo, Pino? —Bill pregunto mirándolo directamente a los ojos, dejando al castaño indefenso.

—No es nada —Dipper le sonrió tratando de desviar la atención sobre él.

—Tal vez tienes hambre —el rubio le extendió su panquesito esperando pacientemente que el castaño lo mordiera.

Dipper miró los ojos de Bill, perdiéndose en aquellos orbes amarillos antes de morder distraídamente el panque que le extendía el rubio.

Bill le sonrió antes de dejar caer su cabeza en el hombro de Dipper, cerrando los ojos mientras mordía el panquesito, dejando al castaño con su corazón acelerado perdido en sus pensamientos.

Dipper suspiró.

Ese día se prometió a si mismo que ese beso no sería el único entre ellos.

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