Capítulo 3
El sol se negaba a aparecer, el agua se había detenido, sin embargo las nubes grises seguían flotando sobre él impidiendo lo más que pudiera de los rayos de luz.
Empezó a parar la tierra con la esperanza de poder conseguir sembrar algo que comer, dedicado todos los días a un esfuerzo sin frutos con la misma rutina mientras sentía el hambre en sus entrañas y el dolor insoportable de sus manos.
Sentía el sudor infiltrarse entre las costras y el ardor en su piel rojiza en las hendiduras, y con los quejidos y alaridos de dolor seguía con su labor. El palo de madera de aquel rastrillo generaba un roce constante en cada una de sus heridas, pero ni una sola lágrima soltaba. Se negaba a sentir ese sufrimiento porque ya debía ser costumbre, ¿qué ganaba con sentir dolor emocional? Prefería el vacío constante de la soledad.
Sentía una mirada, así que creyó que después de tantos años solo, ya se estaría volviendo loco.
Pero otro ser, uno diferente a él pero de igual manera seguía siendo una criatura extraña a lo comúnmente conocido.
Entre las nubes veía, a través de un pequeño hueco que se generaba entre ellas observaba en silencio el esfuerzo y la predeterminación del hombre que vio unos días atrás.
Le daba curiosidad su diferencia y ausencia del resto del mundo, quería saber más de él. Ya que no era como el resto de los humanos que su padre le había dicho.
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