CAPITULO ONCE
ESPERANZA
"Kakashi & Alisha"
Instituto Municipal, Año 2008, Wurzburgo;
Una mañana nueva, otro día en el cual empezar y una historia nueva por contar en una extraña vida adolescente. Era día martes, un día martes 15 de septiembre del año 2008. Un día muy peculiar en el cual todo podría derribarse fácilmente o simplemente ser el mejor. Un día especial para cualquiera.
Seguramente, la mayoría de personas estaría emocionado en su lugar por ello. Pero eso no iba con la mirada desolada y cansada del Hatake en aquel instituto, observando a la nada y pensando en lo grato que sería tener un cigarrillo al alcance. Incluso si dentro del Instituto aquellas cosas estuviesen prohibidas él moría de ganas.
El cielo estaba gris por el tiempo, pero eso poco le importaba. De hecho, hasta le agradaba que así fuese. Combinaba a la perfección a como se sentía en su interior.
No, a él no le daba siquiera una pizca de felicidad estar en un día muy importante y mucho menos, ganas tenía de estar en clases oyendo cosas que seguramente ya sabía. Solo por aquella razón se mantenía en el patio disfrutando de la soledad y los cantares de los pajarillos, cosa que de por sí le encantaba. La tranquilidad y el ruido de la naturaleza.
Solo faltaban unos cuantos cigarrillos y un libro para que su tarde fuera casi perfecta. Pero eso ya lo sabíamos de antes ¿No?
Pero como siempre, alguien debía irrumpir su quisquillosa paz en medio de su enrollo. Eso solo bajó su humor en un diez por ciento del veinte al cual tenía.
—¡Kakashi! —oyó gritar a lo lejos una vez más, logrando sacarle un suspiro frustrado por su paz irrumpida.— ¡Oye!
Se trataba de Obito, un azabache de cicatrices en el rostro con el cual hace poco se había comenzado a hablar y al parecer, ahora ese chico no dejaría de hacerlo nunca. Era una larva pegadiza difícil de quitar y eso poco le agradaba, por mucho que el chico le diese simpatía. Siempre lucía feliz, a pesar de todo y eso era admirable a vista suya. Él no podía ser así.
Suspiró. Vaya que gustaría disponer de una vida como aquella. Llena de lujos y con todo a la mano. Sin quejas.
— ¡Oye, que te he buscado por todos lados! ¡No me ignores, maldito dumm!
Al instante de ver al Uchiha más de cerca, Kakashi prefirió ponerse de pie e intentó marchar de aquel banco en el que estaba. Sin embargo, por mucho que quisiera evitar al bochornoso Obito, se olvidaba del mínimo detalle en que Shisui estuviese con él. El cual fue quien lo frenó antes de realizar su cometido y lo volvió a sentar en donde estaba. Este haciendo lo mismo que Kakashi al ubicarse a su costado con una sonrisa.
El Hatake frunció el seño, inquieto y hasta algo enfadado ¿Por qué..?
—¿Y tú cuando apareciste? —se quejó, una vez se rendía ante el agarre del otro pelinegro y supuesto mejor amigo. Permaneciendo así en su misma posición con su rostro nulo y hasta angustiado.
Shisui soltó otra de sus risas y Kakashi tan solo bufó, seguramente estaba en el otro universo. No cabía duda.
—Soy el cuerpo parpadeante, —dijo, ignorando los pasos y gritos insaciables de Obito— no te sorprendas.
—Creí que solo en el fútbol... —murmuró el peligris con pesadez y fastidio por haberle quitado su paz inminente. Era su día, y ellos se lo estaban arruinando.
Odiaba cuando esos dos se chuncaban entre sí para atraparle, pues si ya era un enorme hastío tener a Shisui todo el tiempo a su lado, ahora que se les había unido Obito, todo era aún más frustrante. Extrañaba su soledad, y su tranquilidad; cuando era solo él en el instituto y en su vida misma. Por mucho que no quisiera decirlo, o le agradase el tener amigos.
No obstante, tampoco se arrepentía de tenerles como compañeros. Eran buenos chicos a fin de cuentas.
—Meh, tengo mis trucos. —respondió Shisui con pereza, finalmente volteando su cabeza con una leve sonrisa para observar a Obito sujetando sus rodillas frente a él.
Su respiración lucía bastante agitada por haber corrido tanto y sus cabellos revoloteaban con el viento; sin quitar el hecho de que fuese asmático y le costase respirar cuando hacía ese tipo de maratones por el Instituto. Aún así, estaba bien.
Mientras sus labios no se tornasen morados, él estaría bien. Al menos a vista de Shisui.
—Además, —comentó el de cabellos alborotados— este idiota no dejó de buscarte por todos lados y al fin se corrió de clases solo por ti. Eso es algo bueno ¿No?
Kakashi dio un nuevo suspiro bastante similar a un bufido, quitándose así el agarre de su fiel amigo Shisui para tomar su frente con algo de irritación. Aunque sin dejar la banca en la que estaba sentado, pues ya no podría escapar de ahí. Por mucho que quisiera.
—Pues no, no me gusta corromper a la gente. —gruñó, sus palabras arrastrándose vagamente por el lugar al ser demasiado lentas y bajas. Al igual que malhumoradas— Menos a Obito, es un bebé llorón que seguro tiembla por copiar en un examen.
Ahora el azabache parecía molesto con aquellas palabras, pues el haber corrido por todos los pasillos del instituto solo para verle antes de que terminase el día y que él lo agradeciera así... no era algo grato para él. Menos si por aquello le matarían en su hogar, y se agitase más de la cuenta.
Estaba arriesgando mucho, y odiaba que el Hatake no lo valorara.
—Epa Epa, quieto hombre. —anticipó el de cabellos alborotados con un gruñido y su seño fruncido, al ver como éste pretendía acercarse de manera violenta.— No querrás una doble paliza si te acercas.
Kakashi medió una leve sonrisa triunfante al oír aquello, satisfecho ante la defensa de Shisui. Sin embargo, tampoco tenía miedo de aquel Uchiha siendo violento en su contra como para pedir ayuda, pues fácilmente podría derribarlo con un solo dedo. Y no exageraba.
Kakashi tenía mucha experiencia en esos asuntos y dudaba en que Obito tuviese la misma suya.
Pero aún así, él no tenía ganas de una detención ni mucho menos luchar con el azabache. No al menos en esa semana y por esa razón no quiso seguir el enrollo. Solo medio sonrió.
—¡Pero que no ves Shisui, me ha dicho bebé llorón! —se quejó el Uchiha una vez más, limpiando así el poco sudor que había en su frente. Luego soltó un suspiro, rindiéndose— En fin, ya da igual... feliz cumpleaños gruñón.
El rostro del Hatake estaba asombrado y más que sorprendido, inquieto. Sobre todo al ver como Shisui sonreía ampliamente a su costado y Obito le hacía entrega de un obsequio. Era una pequeña caja con papeles azulados y una forma media extraña, estaba mal pegada también y algo desforme, pero aún así era un obsequio y eso no lo veía todos los días.
El Hatake no lo esperaba, nunca lo hizo.
—¿Qué? ¿Te ha comido la lengua el ratón? —se burló el azabache, ahora volviendo a su humor radiante mientras dejaba aquella caja sobre las piernas del Hatake. Sus brazos estaban cubiertos de vendas, pero eso poco importaba para ellos.
Porque Obito también las tenía, solo que por diferentes razones.
—Gracias... ¿Supongo? —murmuró el de cabellos grises, tragando saliva y tomando a manos temblorosas aquel objeto. No podía creerlo. Y aunque no quisiera admitirlo, él estaba fascinado con aquello y Shisui sintió felicidad por eso. Él quería verle así... feliz.
Ambos llevaban un año casi completo siendo "amigos", debido a que aquel era el segundo curso que daba Shisui en tal Instituto por repetir. Pero sin duda alguna ya lo sentía parte de si, y le fascinaba el ver ese rostro que jamás pensó ver en alguien como Kakashi. Él conocía su situación, y también un poco de su vida.
—¡Vamos, hombre! —animó el de cabellos alborotados, dando un leve golpe en su espalda al verlo petrificado con aquel obsequio— ¡Ábrelo! ¡¿Qué esperas?!
Obito soltó una leve risa, y tras una tos poco insaciable logró captar su aliento y sentarse a un costado de Shisui; algo agitado y sorprendido a la sonrisa que había en el rostro del Hatake. El cual ya había roto gran parte de aquel papel azulado que cubría aquella caja. No era un regalo enorme, pero eso a él le bastaba.
—Oh, dämonen... —murmuró el de cabellos grises, sorprendido en cuanto logró abrir la caja— ¿Ustedes...? ¿Es enserio...? ¿Por qué...?
—Disfrútalo, —animó el azabache de cicatrices— lo mereces. Por muy malhumorado que seas.
—Pero...
—Nada, hombre. —cortó Shisui, dando leves golpes en su espalda con simpatía al verlo atónito. Mientras Obito se quitaba la corbata de su camina y sonreía con satisfacción— Fue idea de Obito, creía que lo necesitarías más que él y pues lo otro... eso fue más de mi parte. Feliz cumpleaños, Kakashi.
Kakashi aún estaba anonadado frente a la caja azulada; por ser su primer obsequio en años y por ser demasiado dinero. Dentro de aquel regalo habían muchos billetes, —por mucho que no fuese gran dineral— y a un costado se escabullía una bolsa llena de semillas para que pudiese plantar cannabis. En vez de estar consiguiendo para poder vender, pues así poco dinero conseguía más que para pagar lo anterior.
Era el regalo perfecto; al menos a vista del peligris. Él estaba agradecido y mucho.
—Es mucho dinero, me siento mal si lo reci...
—Lo necesitas, —cortó esta vez Obito, soltando un suspiro— yo lo volveré a tener, tú no.
—¿De dónde lo has sacado? —cuestionó, confundido y aún con esa inseguridad tintando su voz— Tú tampoco tienes trabajo y eres de bajos recursos ¿Cómo...?
Obito alzó sus hombros sin mucha importancia, esta vez tirando su cuerpo hacia atrás para posar ambas manos tras su nuca y sonreír. A fin de cuentas no había sido un mal regalo, por mucho que le costase la pensión de su padre ese mes.
—Se robó un banco y un supermercado por ti, Kakashi. —bromeó Shisui, tratando de animar a su rostro inseguro en si aceptar o no aquel dineral— No seas modesto, tú madre también lo agradecerá y...
—¡¿Se lo has dicho?!
Ahora el peligris había cambiado su semblante tranquilo y relajado a uno de enfado inminente, mientras así se ponía de pie y reprochaba a un inquieto Shisui con su mirada. Obito quitó su posición tranquila de inmediato y frunció el seño, sin entender mucho la situación en cuanto se sentaba y les observaba.
—Oigan ¿Qué es lo que ocurre? —preguntó, confundido totalmente— ¿Qué me ha dicho sobre qué?
—Pues no, como ves no he dicho nada. —respondió Shisui, su semblante de la misma manera en la que Kakashi le observaba mientras ignoraba las palabras de Obito a su costado— A la calma, hombre. No he dicho nada de lo que no quieres que sepa, tranquilo. No seas impulsivo ahora qué estás bien.
—Te juro que si abres la puta boca y la nombras una vez más en frente de este idiota, seré yo mismo quien se encargue de sacarte las tripas y arañarlas hasta el cansancio.¿Comprendes? —gruñó, esta vez demasiado cerca de Shisui como para querer golpearlo u asesinarlo con su mirada. Óbito tragó saliva, aún más confundido si era posible.
—No te tengo miedo, —desafió el de cabellos alborotados desde su posición mientras tensaba su mandíbula— y lo sabes.
Enseguida, el azabache a movimientos lentos fue lo bastante rápido como para quedar en medio de ambos antes que Kakashi o el otro diese un golpe. El pelinegro no lo comprendía del todo, pero aún así tampoco tuvo el cuero de preguntar. Jamás había visto al peligris de esa manera —a Shisui si—, pues él solía ser un tipo tranquilo y le sorprendía. Por mucho que no fuese agradable la sensación.
No lo entendía, al menos no aún.
—Quietos, los amigos no pelean entre ellos. —dijo, intentando bromear. Pero por lo visto a este punto ya sería algo imposible.— Un amigo es...
—Gracias por esto, Obito. —moduló el peligris, mientras de esa forma observaba fijamente el dinero en sus manos y guardaba aquella bolsa de semillas en su pantalón. Ignorando por completo las palabras anteriores— Y a ti también Shisui, pero mantén tu boca cerrada. Los banco.
El azabache de cicatrices en su rostro rascó su nuca al oír semejante cosa, incómodo y algo confundido al sentir que había algo que no debería saber pero que estaba muy cerca de averiguar. Sin embargo, aún así mantenía la curiosidad de saber qué era, porque él sabía que Kakashi vivía en un barrio bajo de Wurzburgo pero al parecer, no conocía ni la mitad de él.
Ni de su barrio.
—Espera ¿Te vas ya? ¿No vamos a celebrar? —habló Obito, desconcertado al ver como Kakashi ponía el gorro de su polerón en su cabeza y luego tomaba la mochila que había en el suelo bajo la banca— Oye, podríamos ir a...
—Lo agradezco, realmente lo hago Obito. —dijo, ubicando el mango de su mochila en uno de sus hombros con un suspiro— Pero por ahora no. Debo ir a casa antes que empiece la tercera clase.
Ahora el azabache parecía aún más desconcertado y decepcionado que antes, pues era temprano aún como para que dejara el Instituto. Si él lo hiciera en su lugar, recibiría no más de mil sermones y no podía imaginar que a Kakashi no le dijesen nada por ello. Era extraño. Él vivía su vida al máximo, o esa eran las apariencias que él mismo demostraba.
—¿Voy luego a tu casa? —cuestionó Shisui, viendo cómo este cerraba el cierre de su polerón.— Tengo creepy, servirá como disculpa.
Kakashi asintió con una leve risita desganada, observándolos a ambos de re-ojo con su mirada agotada y apagada casi por completo.
—Te aviso si hay dramas, ya sabes que Anuel y los suyos no se toman bien eso de llevar gente ricachona al barrio. —explicó, logrando que Obito se confundiera aún más— Obito no lo es precisamente, pero... es mejor si lo explicas tú. Yo... yo me voy por ahora, adiós.
—¿Ricachon?
El moreno de cicatrices arqueó una ceja y quiso reprochar en su contra al oír aquello. Sin embargo, Shisui le negó con su cabeza y simplemente dejó que el Hatake cruzara el prado del patio para así llegar a la puerta y marchar, como si nada y con nadie diciendo algo por ello. Así era siempre.
Los guardias ni se inmutaban en decir algo hacia él.
—Ahora si me puedes explicar ¿No? —habló el azabache, soltando un enorme suspiro enfadado por no enterarse de nada— Digo, ya se fue y...
—No, si él quiere decírtelo lo hará. —respondió, alzando sus hombros— Pero yo no abriré mi boca antes, no por miedo claro, sino que por respeto ¿Entiendes, verdad?
—No.
Ahora el pelinegro parecía amurrado en su lugar de la banca, mientras cruzaba ambos brazos y largaba otro suspiro con sus cejas fruncidas. Odiaba no saber cosas, o tal vez solo era porque se tratara de Kakashi y le diese curiosidad. Él no lo sabía.
—Obito, para él no es fácil. —insistió Shisui, en rodando sus ojos— Agradece que te ha aceptado, no suele hacerlo con cualquiera y encima, nos ha dejado ir a su casa. Aunque dudo que te dejen ir ¿O si?
—¿Agradecerle? A los amigos no se les agradece por eso, Shisui. —bramó, algo desconcertado— Sino por otro tipo de cosas, como la lealtad o él no dejarte cuando estás pasando problemas. Ese tipo de cosas, alguien que abandona a sus amig... ¿Me estás escuchando? Shisui...
—Silencio, —cortó, su nariz bastante arrugada mientras se ponía de pie de manera sigilosa— viene alguien. Seguro es la directora o algo así, es mejor que vayas a clases. Te veo apenas terminen ¿Vale?
—¿Eh?
—Eso si, te advierto que debes ir sin miedos cuando lleguemos a su hogar. —se burló, segundos antes de tomar su mochila y comenzar a correr hacia las afueras del establecimiento.
Obito abrió sus ojos de par en par y no dudó en ponerse de pie para advertir de igual forma, también cogiendo su mochila un tanto desesperado. Él había visto a los guardias pero al parecer, Shisui en su estado no.
—¡Espera! ¡Shisui!
Y antes de que pudiese seguirlo o siquiera prevenir, él ya tenía a la maestra de cálculo sujetando lo que era su camisa por detrás. Obito no pudo evitar gruñir por lo bajo. Porque esto iba a salirle muy caro, pero no tanto como a Shisui; a quien él guardia no le prometía dejar salir.
Tal vez, solo tal vez... no podrían ir ese día exactamente.
El cielo permanecía gris, ya no se oía el murmullo de los pajarillos y el viento era cada vez más fuerte; Kakashi podía sentirlo en su rostro y en cómo su cabello galopaba al compás de éste. Incluso si seguía bajo la gorra de su polerón gris, eso no impedía que sus mechones chocasen con su rostro.
Quizás ya debía córtalo, solo quizás.
—Un obsequio ¿Eh? —se murmuró para sí mismo, sonriendo por inercia al pensar en las buenas amistades que estaba consiguiendo. Por mucho que le sacasen de quicio con sus tonterías y pensaran como niños cualquiera. Le agradaba.
Porque para él era difícil conseguir gente en la cual confiar que no fuese de su rubro. Esto debido a que según su pensamiento y el de todos en aquel barrio "El que piensa en tener amigos, enemigos tiene. Y solo sé es leal hasta que les conviene.", y él lo creía así. Todo se vagaba en la mera conveniencia, no existía empatía en aquellos lugares.
Remojó sus labios, observando así el lugar en el cual vivía y luego volvió a pensar en esos dos. Porque no quería vivir martillándose por algo que obviamente no era su culpa. Así que se enfocó en ellos, quienes tenían el mismo apellido sin ser familia y a veces, solo a veces coincidían en ciertas cosas. El peligris moría por una vida así, normal.
Porque incluso si Shisui fumase hace poco lo que él mismo vendía para olvidar sus problemas, él seguía teniendo una familia a la cual recurrir y sobre todo algo estable. Pues el hecho de no tener padre o tener una madre despreocupada como lo era la de Shisui, no le quitaba eso maravilloso que tenía en casa de sus tíos.
No como Kakashi, él solo la tenía a ella.
—¡Pero miren quien viene de la escuela! —alguien gritó— ¡¿Lo puedes creer Tenzō?! ¡El hijo de la Bamba va a la escuela!
El Hatake, frenó al instante sus pasos tras oír aquella voz y soltó un enorme suspiro. Apretando con mucha fuerza lo que era el mango de su mochila oscura y algo gastada. Aguantando.
Él era simplemente... despreciable. Por mucho que hubiesen sido "amigos" en su infancia.
—¿Cuánto has conseguido, campeón? ¿Algún chiche? ¿A quién le has robado esta vez? —las preguntas no cesaban, y el peligris tan solo se quedó ahí. Sin querer responder o si quiera marchar, pues no sabía cuál de las dos saldría más cara.— Vamos, hijo de la Bamba. Algo has de tener ¿No?
—Pues no, vengo acapella. —gruñó, zafando su agarre de aquel hombre con el malhumor tintando su nariz— Y odio que me llames así, ya te lo he dicho.
El hombre que soltaba carcajadas por escuchar aquello y manteniendo su mano unida a la del pequeño Tenzō simplemente en cosa de segundos dejó de hacerlo. Dando pie así para sacar un implemento de su bolsillo trasero y ubicarlo en la sien del peligris sin previo aviso con burla. Sin embargo, el Hatake ya se había adelantado.
—Nada mal, muchacho. —aduló con gracia, al ver como el pequeño Tenzō temblaba al sentir aquella cuchilla en mano de Kakashi rozar su cuello y notar como con su otra mano sujetaba el brazo del hombre con el arma.
—Quita la puta arma de mi cabeza, no quieres probarme.
Entonces, cuando el castaño de tiernos ojos comenzó a llorar, el otro hombre quitó la pistola de donde la tenía y alzó sus hombros sin mucha importancia, no sin antes enviar un disparo al aire mientras sonreía. Haciendo zumbar los oídos del adolescente de cabellos grises y los del mismo Tenzō.
—Por ahora la dejaré pasar, pero si mañana no apareces con algo... —negó con su cabeza y algo de gracia, repugnando a Kakashi de sobremanera al jugar con aquella arma— no serás tú quien pague. Lo sabes.
El peligris quitó la cuchilla de donde la tenía en un parpadeo, y simplemente presionó sus puños al pensar en la idea. Era simplemente... asquerosa. Él odiaba tener que actuar de esa manera para imponer respeto, pero si no lo hacía ¿Cómo? En ese lugar así se tenía que ser, o todos terminarían igual o peor que el pobre Tenzō.
—Y tú, ya deja de lloriquear. —bramó el hombre hacia el pequeño, forcejeando su brazo con fuerza— Hazte hombre de una buena vez.
—Tiene diez años Anuel, no le pidas más.
El hombre de tez morena y mirada palpeante soltó una risa. Segundos antes de coger la playera del chico y lanzarlo al suelo con brutalidad. Anuel se pasaba muchas veces, por esa razón le repugnaba. Su poder sobre esas calles le impedía sentir eso que tanto el Hatake añoraba; empatía.
"Está bajo los efectos..." se pensó al notar sus venas, siendo bastante obvio por sus reacciones. No precisamente de cannabis, o algún derivado. Él no era de ese tipo de cosas, prefería algo más fuerte y eso de por sí el Hatake lo sabía. Lo conocía más que bien.
—A esta edad, yo hacía absolutamente de todo. —rechinó entre dientes el hombre, apuntando con su arma directamente en la cabeza del pobre chico que lloraba en el pavimento— Él tiene que aprender, o se lo comerán vivo antes de llegar a los quince. Sabes que están buscando al asesino de Memphis y van cada vez más cerca. No siempre me tendrá para defenderlo. Tú también podrías ser culpado por ello ¿Lo sabías?
—Por ley no pueden encarcelarme, no hasta llegar a los diesiciete.
Otra vez, el hombre rió, tirando del gancho que haría estallar aquella bala sobre el cuerpo debilucho de Tenzō y entonces, Kakashi tensó su mandíbula en cuanto notó que no pretendía bajar el arma. No iría a asesinarlo ¿O si?
Sería muy descabellado el que lo hiciera, Tenzō era su propio hermano y la familia era algo fundamental en esas calles. No importaba qué, por mucho que Anuel fuese capaz de sentir empatía.
—Bendito suertudo, —murmuró Anuel, soltando un escupo a su costado— ¿Seguirás aquí? Esto no es tu asunto, mejor envíale mis saludos a la Bamba y vete de aquí antes que lo asesine.
Kakashi observó el rostro suplicante de aquel chico por unos segundos, sus ojos pedían a gritos un auxilio al estar con aquella arma chocando directamente con su cabeza. Sin embargo, nada podía hacer él en medio de ambos. Así era siempre, su vida o la del otro.
Y por ahora, prefería la suya antes que la de Tenzō.
Aunque, en realidad era más el hecho en que dudaba que Anuel fuese capaz de asesinarlo luego del incidente con el nuevo vecino de Memphis. Incidente por el cual pagaron a Kakashi para robar los implementos de valor que encontrase en el sector, mientras el otro se encargaba del trabajo sucio y Kakuzu ocultaba las pistas de haber sido ellos.
Sí, el peligris por dinero haría cualquier cosa. Al menos en ese entonces. Porque ya no quería vivir metido en ese tipo de dramas. Él pretendía salir de ese lugar en algún momento de su vida y quizás con sus nuevas amistades podría, solo quizás.
—Está bien, me largo. —musitó, aún algo inquieto al ver a Tenzō de esa manera— Adiós, Tenzō.
Entonces, apenas volteó para marchar e ignorar lo que sucedía con ambos. Un enorme disparo se oyó tras de él, junto con el grito desgarrador del muchacho y un llanto insaciable. Cosa por la cual no dudó en devolverse con el corazón en mano. Sin embargo, volvió a respirar con normalidad en cuanto vio que solo había disparado al aire otra vez. El peligris odiaba cuando ese hombre generaba ese miedo en otros, lo aborrecía.
Porque sí, él también sintió ese miedo por su culpa en algún momento de su infancia.
No obstante, simplemente dijo nada y siguió su camino como de costumbre. Dejándoles solos en su drama familiar.
Pues, si seguía preocupándose más de la cuenta lo más probable es que él tocase por culpa del chico, y no tenía ánimos para eso. Al menos ese día. Además, agradecía el que no hubiese cartereado sus bolsillos en donde estaba el dinero o las semillas. Eso le sería bastante útil, y no pretendía dárselo a otros. Ni de joda.
Era su obsequio, y él sabría en qué ocuparlo. Porque Anuel solo lo ocuparía en drogas o armas, algo inútil y despreciable estando en su lugar.
—Hogar dulce hogar... —murmuró con desgano, en cuanto sacaba las llaves del portón para ingresar a su casucha vieja. Sin embargo, ésta no tenía los seguros que debía.— Bueno, esto es... extraño.
Al notar ese mísero detalle, el Hatake no demoró en abrirlo e ingresar. Su corazón algo inquieto al pensar en una muy mala idea que su progenitora pudiese haber tenido aquel día para no estar en casa. No obstante, apenas ingresó a su hogar todo parecía estar en silencio. Ningún traste siendo lavado ni mucho menos un trago siendo abierto, nada.
—¿Alisha? —habló— ¿Estás en casa?
Las palabras del pobre adolescente fueron míseras y vagas dentro de su hogar, siendo tragadas por el mismo silencio que había a tales horas. Se le hizo extraño, porque su madre salía de noche a trabajar. Y que estuviese de día saliendo por allí, no le agradaba. Para nada.
Pero tampoco quería preocuparse, él solo quería un descanso. Aunque no pudiese evitar sus pensamientos.
Enseguida, tras un suspiro y dejar la mochila sobre la mesa, tomó su viejo móvil y marcó a su número un par de veces. Solo para tiempo después notar que lo había dejado en casa. No es como si le gustase molestar a su madre, pero un aviso de dónde estaría nunca era imprescindible. Por más que lo ignorase, Kakashi igualmente se preocupaba.
—Der fluch. —gruñó en un murmullo, presionando el móvil hasta poner sus nudillos blancos y moviendo su pie en un zapateo constante— ¿Donde estás, mujer?
Kakashi tensó su mandíbula y rechinó sus dientes, simplemente lanzando su teléfono al sofá con indudable enfado. Rendido y exhausto. Odiaba cuando su madre hacía eso y mucho más, odiaba el tener que ser el maduro del hogar y mucho más cuidar de ella. Alisha era una mujer grande, y ella debería cuidar de él. No viceversa.
Pero lo entendía en cierto punto, el peligris lo hacía bastante bien y por ello la ayudaba en todo. Nunca ha de ser grato o fácil vivir con el hijo que te dejó una brutal violación, nunca. Por esa simple razón él no daba quejas y le agradecía el no haber abortado, pero estaba exhausto. Exhausto de esa vida y ese sector en donde si no eres del rubro caes al agujero.
Como el vecino Memphis, él fue el peor ejemplo de ello.
—Pues venga, tendré que cocinar.
Pasadas las horas, el Hatake se decidió en comer algo de spaghettis y esperar a por la llegada de su madre junto a un cigarrillo, simplemente descansando en el sofá. No es como si aquella fuese su comida preferida, de hecho hasta repugnaba sus narices varias veces. Pero era lo único en su despensa y no tenía que quejarse por ello. Al menos tenía algo que comer.
No como Tenzō.
Observó su móvil, relamiendo sus labios junto a un suspiro al ver la hora que era y los mensajes que no había respondido de su mensajería. Sus amigos no parecían llegar y dudaba que lo hicieran a esas horas. Él lo sabía y aunque no quisiera admitirlo le frustraba. Porque estaba siendo un egoísta, queriendo estar con ellos cuando ya habían hecho mucho por él con ese dinero y aquellas semillas ¿Por qué siempre deseaba más...? ¿Por qué...?
Por un instante en su vida sintió que su cumpleaños valía para algo, todo por aquel miserable obsequio y ahora le agradaba esa sensación. Incluso si sabía de sobra que sus mundos eran demasiado distintos y que no debía de sentirse así.
—Hijo de la Bamba, —sarcasmeó, terminando de apagar el último cigarrillo de su cajetilla en el cenicero— que idiotez.
La puerta sonó de pronto, quitando ese silencio sepulcral y tranquilidad inminente que había en su hogar. Las 7 pm marcaba su teléfono y sintió algo llenar su corazón. Esperanza ¿Tal vez?
Por mucho que no quisiera admitirlo, de tan solo pensar en Shisui u Obito, él sentía algo de alegría por no estar tan solo en casa. Pero ignoraba esa idea, porque si fuesen ellos tras la puerta, de seguro Shisui hubiese llamado para avisar que estaban dentro del barrio y eso es lo que confundía un poco las cosas, porque poco simpatizaban a Anuel las visitas externas. Y al ver a Obito con aquellas zapatillas relucientes, o ese collar que él solía traer no era buen enrollo pensar que pasaría desapercibido.
No eran las cosas más lujosas, porque Obito no era millonario. Pero aún así, era mucho para quien cubría la entrada de aquel barrio de Wurzburgo y todos sabemos como ese hombre recibía a las visitas a plena luz del día.
Kakashi oyó unos gimoteos tras la puerta en cuanto se acercó para abrir, la cual era azotada con fuerza mientras se intentaba abrir rápidamente desde fuera y su corazón se frenó por unos segundos al notar algo sumamente importante. Él no era idiota, conocía esos quejidos mejor que nadie.
Alisha. Pensó, segundos antes de abrir rápidamente aquella puerta y quedar atónito con la escena consiguiente. Sin siquiera poder moverse al observar lo que tenía en frente de su nariz.
—¡Por un demonio, Alisha! —exclamó, tomando su frente con demasiada frustración y enfado al verla así— ¡¿Por qué sigues en esto, joder?! ¡¿Acaso no te lo he dicho ya?!
Ella no respondió, simplemente cayó al piso mientras no paraba de quejarse o de sujetar su parte baja de la espalda. Aunque eso no era lo peor, su falda parecía desgarrada y uno de sus senos iba al aire. Al igual que su largo cabello castaño estaba cubierto de una capa viscosa que él conocía mejor que nadie; semen.
No a grandes cantidades, pero tenía varias capas cubiertas de aquel fluido de quién sabe quién.
Alisha estaba hecha un asco. Y lo que más dolía en el pecho de su único hijo que observaba aquello, es que su vida no importaba. A ella le daba igual el irse por el mundo a follarse a quien saliera, aún sabiendo su condición. Era una maldita egoísta y por eso se odiaba.
La entendía, claro estaba porque así ganaba más dinero para sus tratamientos o para la casa misma. Si no fuese por ello, él hubiese muerto de hambre apenas nació. Pero esto estaba llegando a su límite. Porque no se estaba cuidando como corresponde y él ahora podía ayudar.
—Ven aquí, afírmate. —indicó el Hatake, una vez la tomaba de sus axilas para ponerla de pie y ella soltaba un quejido, sin moverse un centímetro mientras lloriqueaba— ¡Joder que te pongas de pie! ¡Bien te fue cogiendo por ahí así que no me vengas con mierdas ahora!
—¡No me regañes maldito hijo de puta!
—¡Pues entonces coopera de una vez, demonios!
—¡Yo no te pedí ayuda, agradece que te doy techo y comida! ¡Eres un desgraciado!
—¡¿Quieres tan solo callarte y caminar?! —gritó el Hatake, por poco hecho furia mientras intentaba llevarla al sofá con fuerza— ¡¿O prefieres que te deje aquí tirada para que venga un idiota a violarte?!
—¡Pues eso prefiero antes que verte la cara, puto mal agradecido! ¡Lo único qué haces es rega-ugh!
Hecho, el peligris no dudó en lanzar a la mujer sobre el sofá apenas estuvo cerca y le vio gemir de dolor. Unas cuántas lágrimas recorrían sus mejillas mientras que sus labios parecían secos y no dejaba de tocar su parte baja de la espalda. Pero eso no fue lo que más llamó su atención, sino que, lo mucho que estaba sangrando bajo su falda.
Le causó escalofríos ver cuánta sangre podría estar botando su madre.
—Ni se te ocurra moverte de aquí. —apuntó con su dedo el Hatake, en cuanto iba a cerrar la puerta y luego pretendía ir corriendo a la cocina por algo de agua junto a algún pañuelo con el cual limpiar a tal mujer.
Sus manos temblaban un poco y su cuerpo también, por mucho que no quisiera demostrarlo sintió miedo. Miedo por esa sangre que veía constantemente en ella, porque esta vez era demasiada a comparación de la última vez. Se odiaba, por no hacer lo suficiente para Alisha.
Ella lo odiaba, pero él no podía sentir lo mismo.
—¡Ay por dios, Kakashi apresúrate de una puta vez! —oyó gritar desde el salón principal, junto con un lloriqueo enorme— ¡Esto duele como mil demonios, Kakashi!
—¡Ya voy, maldita sea!
Abrió un montón de cajones, lanzando varias cosas al suelo mientras el agua parecía haber llegado hasta el tope del vaso que había puesto en el lavabo para ella. Cosa por la cual tuvo que ponerse de pie y cerrar la llave, para así seguir buscando pañuelos. Porque no quería ducharla, al menos no así. No aún sin saber cuáles eran sus heridas.
—¡Kakashi, maldición!
—¡Ya voy te digo! ¡Que impaciente eres mujer por dios!
De inmediato, apenas encontró lo necesario corrió hacia el salón principal con suma rapidez. Sus manos aún siendo temblorosas mientras se aguantaba las ganas de gritar o regañarle por semejante estupidez de tener sexo con quien sea que haya sido. Ella estaba enferma, no podía llegar y marcharse como si nada para follar a cambio de dinero.
Era simplemente... insano. Más para una víctima de violación, a quien supuestamente le sería difícil retomar una vida sexual. Él no lo comprendía. Porque a ella le fascinaba ese rubro.
—Toma el agua y abre tus piernas. Ahora. —indicó el peligris, extendiendo su brazo para que tomase el vaso que tenía en mano con su mirada nula. Ella soltó una risa, aunque luego un quejido salió de sus labios.
—Suenas igual a tu padre.
—¡Oh, vamos! ¡No empieces con mierdas y toma la maldita agua!
Ella soltó una nueva risita e hizo caso a su propio hijo, aunque por poco el peligris tuvo que dársela en la boca al sus manos estar bastante débiles como el resto de su cuerpo. Odiaba verla de esa manera, como lo aborrecía.
—Abre tus piernas. —ordenó, tomando de inmediato aquel pañuelo mojado mientras tragaba saliva. Era demasiada la sangre que había sobre el sofá, el suelo y sus piernas.
Él estaba anonadado.
—Kakashi, ya déjame en paz. Yo creo que solo fue un tirón de mi cola y...
—¡Abre tus piernas te digo! —gritó, siendo firme y envuelto en esa capa de furia que cubría todos sus miedos por saber qué es lo que vería esta vez. O si ella estaba empeorando.
No era primera vez que limpiaba los restos de su madre después de follar a lo loco, pero el miedo que sentía era el mismo que sintió la primera vez que lo hizo a los once años.
Alisha soltó un bufido e hizo caso a sus palabras, soltando un breve quejido al mover sus piernas y sentir un ardor punzante en su feminidad, al igual que en su espalda baja como antes. Era un martirio coger de esa manera y en esas condiciones, la castaña estaba segura de ello.
—¡Mierda, con más cuidado hombre!
Ella le había dado un zape enorme en la cabeza a su propio hijo con una de sus manos, en cuanto él simplemente había tocado su falda para subirla y poder ayudarla; algo meramente inútil. No obstante, él tan solo aguantó la respiración por ello y contó hasta diez para no hablar más de la cuenta. Siempre era igual.
Kakashi no comprendía como su madre no se quejaba tanto al follar en esas condiciones pero si lo hacía cuando tenía que lavarse. No lograba entenderlo, para nada. Porque era una quejica de primera, incluso más que Obito.
—Alisha, vas a tener que aguantar porque esto es mucha sangre y tengo que limpiarlo todo. —advirtió el muchacho, en cuanto ya había levantado la falda rasgada que utilizaba la mujer y era libre de observar lo que tenía en frente.— ¿C-con cuantos te metiste? Alisha...
Su mano tembló con fiereza, y sintió como los spaguettis revoloteaban en su estómago en busca de una salida al solo hecho de pensar en la idea. Kakashi tragó saliva, bajando aquel amargo sabor que se le había creado y tras dar una última mirada a su madre comenzó a limpiar con semejante pañuelo todas sus paredes, hincándose sobre el suelo para que se le hiciese más fácil el trabajo.
La mujer se quejó varias veces, inquieta y arremetió contra Kakashi cuantas veces pudo por él inmerso dolor que se le generaba en su espalda baja. No tenía mayores heridas en su feminidad, solo un pequeño rasguño pero el resto de sangre provenía de ella. El corazón de Kakashi estaba a mil por segundo al pensar en que ella no se estaba cuidando como debería. Sentía miedo, y mucho.
Él no quería ni imaginarlo.
—Alisha, ¿Has tomado tu medicación?
La mujer, delgada de cabellos castaños se retorció en el sofá y lloró un poco más frente al dolor que causaba su espalda, más que su feminidad. Kakashi tan solo tragó saliva una vez más y se puso de pie para analizarla de pies a cabeza, no sabía si estar enfadado o simplemente decepcionado por esa terrible idea.
—Te llevaré a la ducha, —dijo, carraspeando un poco su garganta— pero si sigues en esa mierda terminarás muriendo y todos tus bienes quedarán a mi nombre. No sería una mala idea ¿No crees?
—Vete a la mierda, ya quisieras verme muerta maldito idio-Ugh.
La respiración de Kakashi aún permanecía irregular, por mucho que quisiera demostrar lo contrario e ignorar lo que sentía. Mientras con ambas extremidades temblorosas tomaba en brazos a su propia madre. A quien le había puesto un pañuelo como tampón en su abertura para que dejase de sangrar un momento y no tuviese que manchar en él. Ella no hizo mayor problema, solo se quejó a la enorme agonía en la que estaba por su condición. Más que por haber follado a lo loco.
—Hazlo con cuidado, Kakashi. —suplicó la castaña en un hilo de voz, en cuanto vio cómo ingresaban al cuarto de baño y él pretendía lanzarla a la tina que tenían ambos sin cuidado— Por favor, me duele.
—Solo cállate un momento, que quejica eres maldita sea.
Entonces, Alisha se aferró a los brazos de su hijo como cuál tigre no quiere soltar a su presa, al menos en cuanto notó la manera en cómo iba a tirarla. Sujetando así varios de los cabellos grises del Hatake junto con su camisa escolar, mientras las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas por el ardor y su agonía.
—¿Qué parte de con cuidado, no entiendes cabrón? —rechinó la mujer, desesperada frente al miedo mientras hacía contacto visual con los ojos desganados del peligris— Tú no vives lo que yo, no sabes lo que es. No sabes lo que es tener este puto cáncer y ese maldito dolor punzando en tu espalda. Está bien que me quieras muerta pero podrías disimular un poco ¿No crees, maldito capullo? —gruñó, bastante cabreada y asustada ante el rostro nulo del Hatake— Así que más vale que tengas cuidado o seré yo misma quien te saque a patadas de mi maldita casa. A ver si aguantas un solo día en esas putas calles sin mi.
—¿Ya terminaste?
—Eres un...
Antes que pudiese terminar de hablar, el peligris lanzó de igual forma a la mujer dentro de su tina como si fuese el sofá. Ella se retorció de dolor en aquella loza blanquecina apenas la tocó con su espalda, mientras así intentaba recuperar el aliento por lo terrible que había sido el golpe. Kakashi presionó sus puños y tan solo la observó unos segundos.
Aguantando, analizando. Observando.
Mordiendo su lengua como siempre para no estallar en gritos, porque estaba molesto y mucho. Pues, si ella estaba en esa agonía era simplemente por su culpa. Él fue quien robó los medicamentos de la farmacia cuando apenas divisó la suma de dinero que costaban, porque un cáncer uterino no era cosa leve y ellos más que ninguno lo sabían. Más si su madre ya estuviese en fase dos y no tuviesen como pagar dichos asuntos.
Pero, de nada servía tenerlos si Alisha no cuidaba su cuerpo y no se preocupaba de mejorar. Una de las condiciones era no tener relaciones sexuales durante el proceso, pero al parecer a ella tampoco le importaba. Entonces no debería quejarse ahora ¿No? No era justo.
—T-te detesto. —gruñó la mujer, en cuanto recuperó su aliento y vio que el Hatake largaba el agua sin prestarle atención— S-si pudiese devolver el tiempo, hubiese aceptado el aborto y ahora estaría bien sin verte la cara. O quizás te hubiese dejado morir con tu padre, porque eres un maldito. Nunca me has valorado como deberías. Me das asco. Lo único que quieres es verme muerta. Mal agradecido.
—¿Cómo quieres que te valore cuando llegas así? ¿Cuando todo te da igual y ni siquiera eres capaz de cuidarte por ti sola? ¡Tú eres la puta que da asco yendo de esa manera por la vida! ¡Tú eres la maldita mal agradecida que no valora lo que tiene a la par, yo siempre te he ayudado maldita sea! ¡Sin mi seguirías en la calle o a Merced de cualquier delincuente en la cama porque así eres tú! ¡Te muestran un pene enorme y corres a por ello! —gritó, demasiado enfadado y con las lágrimas de impotencia estando al borde de salir— ¡¿Pero sabes qué?! ¡Haz lo que se te dé la puta gana! ¡Mátate si es necesario, no me importa! ¡Así todo sería más fácil para mí!
Dicho aquello, el Hatake no pudo más aguantar la adrenalina del momento y simplemente salió de aquel cuarto de baño con un enorme portazo. Tapando así con ambas manos su boca al sentir como la angustia llenaba todos sus sentidos, queriendo gritar y arremeter con todo y todos. Llorar más que nada.
¿Hasta cuando seguirían de esa manera? ¿Tanto le costaba a Alisha valorar un poco más su vida, o a él?
—¡Kakashi, ven aquí ahora mismo! ¡Te estoy hablando! —oyó gritar desde dentro, la voz enfadada pero sin poder de su madre mientras él caía al suelo rendido, sujetando sus rodillas y mordiendo lo que era su labio inferior para no sollozar— ¡Kakashi!
—¡Vete a la mierda, déjame en paz y mátate de una buena vez!
Silencio. La mujer de cabellos castaños había dejado de gritar y cada vez el Hatake sentía más las ansias de soltar lágrimas a lo loco. Odiaba todo, sobre todo a él mismo. Porque no podía actuar como debería frente a ella y mucho menos tener la destreza de controlar la situación.
Si tan solo todo estuviese en sus manos, todo sería más fácil. Porque estaba la parte de ella y Alisha no hacía caso a sus palabras. Jamás lo escuchaba. No lo entendía como debería hacerlo una madre.
—Oye, Kakashi... —escuchó decir otra vez, mientras él simplemente tapaba su boca para no sollozar más fuerte pero sentía como las lágrimas no dejaban de recorrer su rostro— Ayúdame con esto, no me quiero morir aún ¡Oye!
Él golpeó el suelo con sus pies, tirando su cabeza hacia atrás para aguantar la agonía que se lo estaba carcomiendo de a poco. No era justo que sus palabras dolieran tanto cuando ella podía estar relativamente bien con todo, no lo era.
—¿Kakashi? —insistió la castaña, aunque luego soltó un bufido— Es un inservible, ni sé para qué lo he parido. Es una mierda.
El peligris no pudo aguantarlo más, y se puso de pie a pasos rápidos para salir de aquella casona a puños cerrados. Él no se iría por malos pasos ese día, simplemente haría horas en el patio mientras planeaba en cómo plantar aquellas semillas sin que Anuel lo requisara. Aún así, sus pensamientos no le dejaban en paz.
Sintió náuseas también, y odió a los spaguettis por ello.
—Maldita hija de puta. —gruñó, en cuanto pateaba con mucha fuerza una enorme caja y luego daba golpes a la pared que le separaba de su vecino. Descontrolado casi por completo.
Tenía que calmarse, hacerse fuerte y no pensar en nada. Por mucho que se viese imposible no lo era, solo debía buscar más y más allá. Pero por ahora, tan solo le quedaba el desquitar sus inquietudes con la pared mientras pensaba en ella. Mientras se aguantaba las ganas de correr y gritarle una vez más.
No, él no podía vivir bien sabiendo que su madre podría morir en cualquier momento. Abochornaba esa idea, y todas las anteriores. Tenía miedo, demasiado temor de perder lo que más amaba.
Después de todo, seguía siendo su madre.
«...»
Pasadas las 12 de la noche, ya se lograba divisar la luna sobre el cielo y eso el Hatake lo agradecía. Por mucho que sus nudillos tuviesen vendas nuevas y ardiesen de vez en cuando por los incesantes golpes, la luna solía calmarlo un poco. O tal vez era el trago que se había ingerido a escondidas de aquella mujer en su patio.
No había sido mucho, pero algo relajado le había dejado como para haberse cantado feliz cumpleaños a si mismo a las afueras de su hogar. No, él no estaba ebrio. Y tampoco es como que fuese fanático de esos líquidos, pero no sería capaz de fumarse la mercancía ni de dejar a Alisha sola en casa para conseguir más. Porque si así fuese, seguiría en su lecho y ahora estaría mucho más calmado de lo que ya estaba con ese trago pequeño.
Observó su móvil unos segundos, para así lograr ver un enorme mensaje de texto por parte de Shisui pidiendo disculpas y explicando la situación con el otro azabache. Aquello le hizo sonreír un poco. Tal vez no todo era tan malo, tal vez no.
Porque ambos parecían estar castigados por semejante idiotez, cuando él simplemente podía hacer lo que quisiera dentro del instituto y su madre no diría algo por ello. Aunque, también le gustaría que Alisha lo controlase un poco. Sentir que importaba, algo que demostrase un poco de cariño.
Algo un poco difícil para cómo era Alisha Hatake.
Kakashi suspiró. Finalmente poniéndose de pie para adentrarse en su hogar y checar el estado de Alisha en aquel baño. Pues ya había pasado mucho tiempo y nada le generaba confianza al Hatake, y a fin de cuentas ¿Para qué lo ignoraba? Él sí quería a su madre, y odiaba pensar en la idea de perderla en algún momento por un descuido suyo.
Relamió sus labios, pensando y reflexionando un poco más. Alisha era la única familia que él tenía y la única que a pesar de todo le dio techo donde vivir o comida. Sin quitar el haberle dado el lujo de estudiar en un buen instituto y no haberlo dejado a la deriva con el mundo como la mayoría de adolescentes dentro del barrio.
Eso... no cualquier madre lo hacía, y mucho menos alguien que sufrió semejante cosa para quedar embarazada. Él sí tenía que estar agradecido por eso, pero ella...
Era complicado.
—¿Alisha? —balbuceó, su garganta algo rasposa y seca por haber llorado más de la cuenta mientras se adentraba en el baño.— Oye, despierta...
La mujer se había dormido a medio vestir dentro de la bañera, un pequeño charco de sangre cubriendo gran parte de sus piernas mientras ella no parecía querer moverse. Estaba cómoda, por mucho que el lugar donde estaba no fuese el mejor.
—Oye, mamá...
La voz del Hatake se cortó en cuanto moduló aquellas palabras, su labio temblando suavemente al ver como ella se acomodaba un poco mejor en aquella bañera. Lucía angelical, hermosa y suave como lo era ella. Radiante. No como había llegado horas antes y eso rompió su corazón, si eso era aún más posible.
Porque sus ojeras le demostraban una realidad que no pretendía aceptar.
Entonces, tras notar que la castaña de ojos oscuros no se movería de su posición, el de ojos cansados y cabello gris simplemente tomó un tampón de la despensa y con una de las toallas que colgaban en la pared, limpió sus partes bajas y gran parte de sus piernas con cuidado, quitando así aquel pañuelo que había puesto para detener la hemorragia y así ubicar aquel tampón que recién había sacado en su lugar.
Ella soltó un breve gemido por ello, y Kakashi tan solo dio un suspiro. Ni moribunda dejaba de ser ninfómana.
Ignorando aquello, el Hatake simplemente la sentó en la bañera a regañadientes y ubicó su mentón en su propio hombro para poder quitar sus ropas mojadas y así cubrirla con otra de las toallas que había en aquel baño. Tras realizar todo aquello con suma facilidad al estar acostumbrado, él no dudó en subirla a su hombro y así caminar con ella hasta su habitación.
Pesaba poco, muy poco.
—¿Kakashi? —murmuró ella, somnolientada casi por completo sobre el Hatake que tan solo sentía las gotas caer por sus mejillas sin frenar. Porque su rostro era el mismo, inexpresivo y nulo. No podía mostrar algo más que eso por más que quisiera.— Oye, báj...
—Calla, ya estamos por llegar a tu habitación.
—¿Estás llorando? —cuestionó ella, algo sorprendida al notar ese hecho. Kakashi no quitó su mirada ni su postura un solo segundo.
—No, tú solo cierra la boca.
Entonces, ella ya estaba por completo despierta y tragó saliva con inquietud al ver los ojos enrojecidos de su hijo. Sorprendida. Sin embargo, no fue capaz de decir algo más sobre ello. Pocas veces le veía de esa manera, y no se sentía en su lecho de hablar sobre ello. Simplemente se dejó caer en sus brazos, para luego sentir la comodidad de su cama junto a las sábanas que este mismo le estaba poniendo.
Él no era un inservible.
—¿Traigo tu pijamas o prefieres dormir así? —cuestionó el Hatake, sorbando el moco mientras evitaba a toda costa la mirada de aquella mujer.— Oye...
Alisha negó con su cabeza, como si fuese una niña pequeña mientras acomodaba aún más sus cuerpo dentro de aquella cómoda y suave cama. Ignorando todo lo que le rodeaba al sentir lo agradable y palpable que eran sus sábanas, incluyendo el dolor de su espalda baja al haberse tomado un poco de la medicación luego de mucho tiempo sin hacerlo. Ahora se sentía algo más tranquila y relajada, nada podría atormentarla por ahora.
Se sintió... bien.
Mientras, Kakashi le observaba desde la punta de aquella cama con lágrimas frescas cubriendo sus mejillas en silencio. Luego, él no pudo evitar el acariciar las piernas de Alisha por sobre las tapas para darle algo de apoyo o siquiera el morder su labio inferior para evitar eso que le atormentaba por dentro. Porque por primera vez en todos esos meses en dónde creyó que ella se cuidaba como corresponde, jamás la había notado así; enferma.
Al borde de su vida.
Solo por esa mísera razón, o quizás por el trago que había ingerido antes decidió en ubicarse de costado sobre la cama a su lado, posando así ambos brazos alrededor de la mujer mientras se escabullía en medio de su cuello y hombro para sentir su aroma.
La presionó con sus brazos cuanto pudo, no tan fuerte ni tan despacio para no lastimarla. Kakashi solo estuvo ahí, mientras ella descansaba plácidamente sin saber qué la agonía no solo la vivía ella. En él también vivía.
—Te quiero mucho, mamá. —murmuró el peligris, intentando con todas sus fuerzas no sonar como un bebé llorón en los brazos de su madre. En cambio, Alisha tan solo se removió un poco pero no abrió sus ojos— Cuídate, por favor cuídate maldita sea. No necesitas coger para tener dinero, yo puedo ayudarte. Por favor no te mueras. Yo... yo si te quiero.
Ella ni se inmutó, pero él estaba ahí y no pretendió quitarse un milímetro. Esa noche, ambos durmieron juntos y para el Hatake, ese simple hecho ya marcaba la diferencia. A pesar de todo... no había sido un mal cumpleaños.
Era un mal día, no una mala vida.
// Espero hayan disfrutado del capítulo, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.
¡Hola! ¿Qué les ha parecido el capítulo? La verdad para mí es algo equis pero que quería escribir hace tiempo (para que conozcan un poco de Kakashi alias gangsta ahre) y pues, esto salió 💔😂 en mi mente lo veía de otra forma pero bueno, solo espero que les haya gustado y que no haya salido tan largo❤️.
Yyyy, muchas gracias por leer porque sin ustedes que me leen esto seguramente seguiría en borradores y eso, que tengan un muy lindo día y nuevamente, gracias💕.
Adiosín💕.
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