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CAPITULO DIEZ

ESPERANZA
"Comienzo del fin"

Año 2010, Wurzburgo al anochecer;

El ambiente era algo denso en aquel auto rojizo de marca, uno incluso aún más lujoso para quien lo utilizaba en esos momentos. Por no exagerar, podría hasta decirse que la luna sería capaz de reflejarse en aquella reliquia del año. Aún así, por mucho que el automóvil tuviese todas sus ventanas abiertas y el frío reinase en lo que eran las calles del pequeño Wurzburgo, ese ambiente tenso y exasperante no se iría pronto.

Ambos lo sabían.

Un albino de ojos rubí y apellido honorable era quien conducía a toda velocidad aquel vehículo, pasándose así varios semáforos en rojos o amarillos, acaparando varios insultos por el resto de conductores. Mientras, el azabache de su costado no dejaba de mover inquietamente su pierna derecha una y otra vez. Arriba y abajo, sin sisear un solo segundo.

—Izuna, me pones nervioso con tus zapateos ¿Podrías...?

El pelinegro quitó bruscamente los dedos de su boca, en donde él mordía sus uñas con desesperación para quitar un poco sus nervios y soltar así un enorme suspiro después. Sí, Izuna estaba demasiado preocupado. Tanto así para tensar sus músculos al solo dejar ese zapateo que a Tobirama lo volvía loco. No quería ni imaginar en lo que se había metido Obito ahora por culpa del peligris.

—No me gusta que Obito se meta en problemas. —gruñó, su voz algo baja y molesta. Sin siquiera observar al albino.— Ni que se junte tanto con Kakashi.

Tobirama suspiró, dando una vez más a la palanca de cambio sin observar a su amigo. A él tampoco le gustaba que el hermano de su novia anduviera por esas murallas. Porque era él quien tenía los problemas luego al ocultar esas cosas a Aubrey.

Ser militar no implicaba ir a socorrer al mocoso de Tyler cada vez que hacía un desmadre. Para eso estaba la policía, pero el chico era inteligente y para ello prefería llamar a Tobirama antes que ser delatado. Siempre.

—Tranquilízate, Izuna. —comentó el albino, una vez doblaba el manubrio para llegar a aquel pueblo escondido donde vivía el Hatake.— Tal vez solo sea una sobredosis por alcohol, y en el mejor de los casos ni siquiera es tu hermano.

—Eres muy positivo con todo esto, Tobirama. —dijo el azabache, sin dejar de observar por la ventanilla hacia fuera— Estoy algo frustrado ¿Sabes? Ya no quiero vivir en esa casa del demonio, me estreso con tan solo entrar y... ugh.

Izuna se tomó la frente, cerrando así sus ojos para no pensar tanto ni dar mucho a demostrar lo frustrado que estaba. Entre su madre, Fugaku y Obito no tenía idea de cómo fugarse y tener algo de paz.

Tobirama alzó sus hombros.

—Te quedan meses para terminar la carrera, podrás irte en ese entonces.

—No, no sería capaz de dejar a Obito solo y además... pretendo seguir estudiando. —respondió de golpe, bajando la ventanilla un poco más para tener el viento cubriendo todo su rostro— Si me voy de esa casa, olvídate de que mi padre seguirá pagando o lo que pueda llegar a ser Obito sin mi.

—En eso tienes un punto, pero... —Tobirama moduló una leve mueca, nuevamente haciendo un cambio brusco mientras observaba el gps de su automóvil— Obito ya no es un niño, Izuna. Solo está encaprichado en que tu padre lo llame o se preocupe de él, entonces hace estupideces para acaparar su atención. En esa parte admito que es algo listo, pero no es la manera. Y si tú padre pusiera un poco de esfuerzo en querer aunque sea verlo... —Tobirama dio un suspiro—Tal vez Obito no seguiría metiéndose en problemas. No lo sé, al menos es lo que yo pienso...

Si pusiera un poco de esfuerzo...—repitió Izuna en un murmullo una vez abría sus ojos, pensativo e ignorando las acciones del albino.

¿Y si tan solo...?

Tobirama se estaba estacionando en el borde de una vereda, la cual daba pie a una casucha vieja y deteriorada. Aunque, algunos de los presentes que se divisaban por las ventanas del automóvil no estaban dentro de aquella casa, sino que, fuera y como si de tumulto de gente se tratase. En un círculo.

Apenas frenó el vehículo, Izuna no dudó en abrir la puerta del copiloto y bajar con suma rapidez. Ignorando así sus pensamientos o la simple idea que su amigo le había dado. Ya luego la pondría en marcha. Tobirama cerrando todas las ventanas con el nuevo sistema de automóviles que tenía y luego la puerta, haciendo así sonar sus llaves para cerciorarse que nadie se lo fuese a robar.

Ambos internamente esperaban no encontrarse con algo tan grave, o tal vez sí. Tobirama por Aubrey, e Izuna por Obito. Aunque más, era por el bien de todos los que estuviesen ahí. Y ese hedor lo conocían bastante bien.

Problemas mayores.

Obito sintió su mandíbula temblar, su cuerpo siendo un tanto más pesado de lo normal y sin quitar el hecho de lo hambriento que estaba, todo al notar el auto rojo y la presencia de Izuna a lo lejos. Él caminaba demasiado rápido y por lo visto ya había divisado su presencia en ese lugar.

Si se enteraba que Andrea también estaba ahí, de seguro ya podría darse por muerto.

—¡¿Llamaste a Tobirama?! —exclamó luego de unos segundos en voz baja y sujetando la camisa blanca del rubio, bastante nervioso y desesperado ante la idea de su hermano viendo la escena.— ¡¿Pero qué mierda tienes tú en la cabeza, maldito imbécil?!

Tyler alzó los hombros, su rostro mostrando cansancio y algo de culpa por lo sucedido. Pero pensemos, si no era Tobirama ¿Quién? ¿La policía? ¿Una ambulancia? El rubio no lo haría jamás para perjudicarlos, y según, el azabache debería hasta agradecer que no lo hizo. Pues, era mejor que viniese su hermano mayor a que lo hiciera su padrastro con miles de patrullas o que su madre se enterase por el cuerpo médico.

En parte, Tyler lo había hecho por él.

—No tuve opción, no podíamos dejarle morir aquí. —respondió, alejándose bruscamente del pelinegro.— ¿O acaso eso es lo que querías?

—En primer lugar no debiste lanzarlo ¿Quien te crees? —regañó Chay de golpe e interrumpiendo la respuesta que Obito tal vez iba a formular, quizás algo más nerviosa que antes al ver como Kiba poco a poco dejaba de convulsionar y soltaba breves quejidos.— Resiste, Kiba.

Tras haberlo visto así, con ayuda de las mujeres antes, la pelinegro había logrado poner un paño húmedo sobre su herida mayor y así frenar un poco la hemorragia. Mientras ella no dejaba de estar a su costado ni un segundo. Pues sintió algo de culpa por todo, Kiba seguramente no quería ir a ese lugar y solo por ella hizo compañía. Solo por ella.

¿Para qué? ¿Para quedar así? No era justo para el castaño. Ella se lo debía.

Wow Wow, más respeto niña. —gruñó el rubio, queriendo acercarse a la chica de tan solo catorce años con el semblante serio. Obito se lo impidió.

—Ella tiene razón, mejor ni te atrevas a tocarla. —gruñó, sintiendo el aire irse de sus pulmones por un segundo al ver a su hermano cada vez más cerca.

A este punto de la situación, haciendo compañía al Inuzuka sólo se divisaban la pelinegro, Obito, Tyler y Kakashi. Los demás tan solo estaban dentro de la casona pensando en alguna solución para aquel desastre. A excepción de Marina y Shisui, ellos estaban en otros asuntos.

Ajenos a todo el calvario.

Finalmente, Tobirama e Izuna llegaron al destino de toda la gente, ambos observando confundidos a sus rostros algo cabizbajos y preocupados. Aunque el azabache de coleta no dudó en tomar el brazo de Obito bruscamente en cuanto le vio, para hacerle saber que él estaba ahí y atraerlo a su lado; su rostro estaba molesto.

Y mucho. Obito no fue capaz de decir aunque fuese un simple hola. Estaba helado.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Tyler, algo más que quieras comentar? —habló el albino, su voz firme y sería una vez intentaba adentrarse entre la gente y finalmente dar con el paradero de la situación.— Oh por dios.

El albino estaba sorprendido.

—No fue mi culpa, Tobirama. —intentó explicar el rubio con suma rapidez, al ver como el Senju se hincaba a un costado de Chay para ver en qué podía ayudar o lo mal que estaba el Inuzuka— Él solo quería besarme y yo me asusté entonces me defen...

—¡¿Qué lo has tirado tú?! —bramó de golpe, su nariz demasiado arrugada de enfado y preocupación frente al rostro angustiado del rubio.— ¡¿Es que acaso no piensas?!

Óbito trató de zafarse del agarre de su hermano al oír aquel griterío del peliblanco. Sin embargo, Izuna no demoró en tomar de su polerón hacia atrás con fuerza para luego acercarse al lugar en donde su amigo Tobirama reñía a Chamorro. El pequeño azabache soltando un quejido al estar en una posición incómoda y ridícula, como si fuese el mismo llavero de Izuna.

Chay tragó saliva, incómoda ante toda la situación y algo preocupada al ver al azabache de esa manera con su hermano mayor. Estaba asustada.

—Oh dios... —murmuró Izuna, pasando así de inmediato una de sus manos por su cabello sin soltar a su hermano pequeño al notar la terrible escena bajo sus pies. De hecho, incluso apretó un poco más su agarre al sentirse impotente y muy molesto. Preocupado.

¿Cómo es que siempre tenía que sucederle algo?

—¡Tobirama, realmente yo no quise! —insistió el rubio con desesperación, mientras veía cómo entregaba las llaves de su auto a la pelinegro, o que intentaba hacerlo— ¡No le digas a Aubrey por favor! ¡Por favor te lo pido! ¡Haré lo que quieras!

El albino soltó un gruñido y extendió su mano con las llaves una vez más. La azabache estaba confundida ¿Para qué...?

—¡Tobirama, yo te juro que nunca más me meteré en estos problemas y...!

—¡Calla ya, joder, me pones de los nervios! —gritó el Senju hacia Tyler, bastante molesto e impotente. Casi tanto como Izuna, aunque luego volteó su rostro a la pelinegro e hizo un ademán con su cabeza— Ve a mi auto y coge el botiquín de emergencias, está bajo el asiento del copiloto.

—¿Yo...?

—¿Quién más? —bufó el albino, a lo que Chay cogió las llaves y se puso de pie con mucho nerviosismo, temblando.— No sé si con primeros auxilios este chico quedará bien o estable, lo más seguro es que haya que llevarlo al hospital.

El de apellido honorable y cabellos casi grises parecía demasiado serio y preocupado con la situación, mientras así observaba de re-ojo a Izuna.

—¿En el hospital aceptan epilépticos?—soltó el peligris de la nada, una breve risa saliendo de sus labios mientras tapaba su boca. Aunque las frenó de inmediato al ver los rostros molestos de aquellos hombres sobre él— Vale vale, creo que mejor yo... me adentro.

—Es mejor, así no tengo de discutir contigo. —cortó Izuna, su voz firme frente a Kakashi.

Dicho aquello, el Hatake simplemente se dio media vuelta con manos en los bolsillos e ingresó a su hogar a pasos vagos. Ignorando así la mirada de desaprobación que tenía Izuna sobre su persona. Él no tenía por qué quedarse ahí, al menos esperaría un poco a que el efecto de tanta hierba se le fuese del cerebro para poder ayudar. Porque así no podría, solo se burlaría una y otra vez del Inuzuka.

Acaparando los sermones del azabache como de costumbre. Kakashi Hatake, la mala influencia.

—Izuna, ¿Podrías soltarme? Me estás lastimando el cue...

—Tú mejor ni hables. —cortó nuevamente al azabache menor, sin posar su vista en él mientras esperaban a la pelinegro con el botiquín— Luego tendremos una conversación los dos, pero por ahora es mejor que te calles.

Óbito tragó saliva y tosió un poco, sus orbes mostrando el miedo que sintió en aquel momento. Pues, aunque las veces anteriores en donde le pillaban haciendo tonterías no eran tan graves y solo se atenía a las consecuencias, enfrentando a Fugaku o ignorando a su hermano; sabía de sobra que esta vez era diferente.

Desde la muerte de su hermana menor, Fugaku había cambiado completamente su carácter y parecía ser aún más agresivo que antes. Sin quitar el hecho de ser una situación distinta, las veces pasada sus regaños eran referentes a la escuela y a llegar tarde —o no llegar— a casa. Pero esta vez estaba en juego la vida de una persona, la vida de Kiba.

—Izuna... ¿L-le dirás a Fugaku? —cuestionó el pelinegro, tirando de su polerón con inquietud mientras sentía los nervios jugar en su contra— Izuna, yo...

¡¿Qué parte de que cierres la boca no entiendes?! —bramó el azabache mayor, su rostro siendo el mero significado de enfado en su palabra y captando así la atención de Tobirama. Izuna no solía levantar la voz ni molestarse tan fácil— Aunque yo no sé lo diga se va a enterar igual, porque ese niño está muy mal y en el hospital lo atenderán como corresponde. Mamá no está de turno pero sus compañeros de trabajo se lo harán saber, así que mejor ve preparándote. Será reñida triple.

—¿Triple...?

Obito mordió su labio inferior, sintiendo demasiada culpa al tener la mirada de Izuna sobre él. No quería ser sermoneado, castigado u golpeado porque ya estaba harto de ello. Siempre era lo mismo. Pero es como si los problemas llegasen solos a su vida y no sabía como frenar. Por un momento sintió sus ojos picar por el llanto de impotencia que se reprimía en ese instante. Sin embargo, no podía llorar en frente de sus amigos; ni de joda.

Pero en el fondo sí, si le temía a los sermones de Izuna y tenía las ansias de hacerlo, de llorar como un niño pequeño que pierde un dulce. Suplicar, lo que fuese.

—¿Es este?

Todos voltearon su mirada hacia la pelinegro, —incluyendo a Obito— quien extendió de vuelta las llaves al albino de ojos rubí junto al botiquín en mano apenas llegó. Él tan solo los recibió y asintió con su cabeza, abriendo así de inmediato aquella caja para comenzar a dar algunas curaciones rápidas antes de meterlo al auto y llevarlo al hospital.

—¿Lo cerraste bien? —cuestionó luego de unos segundos, haciendo énfasis a su medio de transporte, mientras así levantaba un poco la cabeza del muchacho. Chay asintió— No soy médico pero esto puede ayudar...

Izuna le observaba con detenimiento, también quería ayudar a su amigo pero de la misma forma no pretendía soltar a Obito. Él sabía con certeza de que si lo hacía, éste fácilmente se escaparía de ahí como solía hacerlo cuando las cosas se tornaban feas. Era todo tan complicado cuando se trataba del pequeño legado de Madara.

—Chica ¿Hay más personas adentro además de Kakashi? —habló el azabache mayor, hacia la inquieta y asustada pelinegro. Ella alzó su cabeza y observó a Obito con miedo, quien le miraba con semblante suplicante— No lo mires o hagas caso, mejor piensa en el chico que está en el piso agonizando a punto de morir y mejor dime, ¿Hay más personas dentro que puedan ayudar? Quiero la verdad, no querrás mentirme a mi... No me conoces.

—Pues... —balbuceó, un tanto intimidada y sintiendo sus manos temblar— S-sí, pero están casi todos como Kakashi y dudo que...

—Ve a buscar a alguien, tendremos que subirlo al auto y si suelto a...

—Calma, Izuna. —interrumpió el Senju con un gruñido— La estás asustando, es una niña.

Izuna soltó un bufido, notando así como las respiraciones de su hermano se hacían algo más agitadas y su cuerpo se tensaba aún más. El azabache menor moría de hambre.

—¿Tan niña para estarse metiendo hierba con estos? Tobirama, tu moral me...

—Ella no se estaba metiendo hierba, solo nos acompañó como las otras. Y es la única que está ayudando por ahora. —defendió Obito, antes que él mismo albino pudiera decir algo en su defensa. Chay sintió su garganta contraerse ¿Dónde se había metido?— No seas así, Izuna.

Izuna soltó un gruñido esta vez, sin querer observar a su hermano bajo su agarre por el enfado que tenía en sus venas. Tobirama en cambio soltó un suspiro, intentando así tomar en brazos al castaño con cuidado. Sin siquiera mover uno de sus huesos que probablemente estuviesen rotos. Chay pretendió ayudar enseguida al sujetar su cabeza y él albino lo agradeció.

—Suéltalo y ayúdame, Izuna. —dijo Tobirama, luego de unos segundos y aún estando de cuclillas en el rocoso suelo junto a Chay— Él no va a escapar ¿Verdad, Obito?

El azabache de cicatrices en su rostro negó con su cabeza rápidamente, queriendo salir de ese agarre y causando así algo de sorpresa en Chay. Pues ahora, él parecía un completo niño de cinco años siendo reñido, nada parecido a las primeras veces en donde le vio en el Instituto. O siquiera horas antes, junto a todos los demás.

En cierto punto, le dio ternura verle de esa manera. Sin quitar lo asustada que estaba por él ¿Tan estrictos eran sus padres?

—Izuna, el chico puede morir aquí mismo y esta niña no se lo puede por completo. —insistió Tobirama con desesperación, a lo que Izuna finalmente aflojó el agarre del polerón de Obito para ir en su dirección— Obito, si tú escapas... yo te envío a prisión ¿Captas?

Enseguida, Obito tensó su mandíbula con demasiada rabia al oír las severas palabras de Tobirama, dando así una leve patada a los arbustos con frustración después. No era justo que solo él estuviese siendo reñido cuando Tyler estaba ahí mismo junto a... Esperen, Tyler no estaba.

El moreno entró en pánico enseguida al darse cuenta, no podía dejarle todo a él ¿O si?

Si así fuese, sería un gran hijo de puta.

—Oigan, ¿Ustedes vieron a Tyler? —soltó el moreno de golpe, yendo así de inmediato hacia Chay para aunque fuese dar algo de apoyo en su pánico. Tobirama dio un bufido al pensar en el payaso hermano de su novia.

—De ti aprende, ya no lo veré en una semana.

No era justo. Para nadie. Pero poco se podía hacer con ello si Tyler ya no estaba. Obito se sintió muy molesto, quizás ya era hora de que el rubio ya no fuese más a ese tipo de juntas con ellos. Él no era parte de su grupo. Si tan solo Kakashi... ugh. Pensó el moreno, su mirada fija en el suelo mientras oía como su hermano y el albino llevaban el cuerpo del Inuzuka hacia el auto, dejando así a la azabache en ese mismo lugar. Ella sin dejar de morder sus uñas un instante.

—O-obito ¿Y si avisamos a los demás que lo llevaremos al hospital? —sugirió Chay, al ver su rostro preocupado y algo ido. Sin embargo, el azabache negó con su cabeza de inmediato.— ¿Qué? ¿Por qué no?

—Si les hacemos saber, probablemente Andrea quiera salir a por Izuna y eso es... —intentó explicar, moviendo sus manos con nerviosismo— No es algo bueno ¿Sabes? Con esto tendré el sermón de mi vida, pero si mi hermano la ve... terminaré muerto. Eso es seguro.

—Pero... —balbuceó Chay, aún más nerviosa con aquella idea de marchar sin siquiera decir algo ¿Dejar a sus amigas en ese lugar junto al resto de drogadictos?— Elise y Marina también están dentro, no podemos simplemente subir al auto y...

—Por favor, Negra. —rogó— Realmente ya no quiero más sermones ¿Podrías...?

El rostro suplicante de Obito, sus manos juntas frente a sus ojos y aquella cara de cachorro abandonado fue la perdición de nuestra Weber. Logrando así que ella soltase finalmente un suspiro y asintiera con su cabeza, pues sabía... que iba a arrepentirse de esto. Ella no tenía que dejar a sus amigas solas, menos por ir en un auto junto a unos desconocidos.

Porque sí, Obito era su amigo. Pero... apenas y se conocían. Menos si hablaba de aquellos hombres que vinieron a por el rescate de su amigo.

—Está bien, seré boca cerrada... —murmuró ella con desconfianza, a lo que segundos después recibió un enorme abrazo de su parte y un beso en sus cachetes. Sus mejillas tornándose demasiado rojas en un instante apenas sintió el tacto.

—¡Gracias, gracias , gracias! Realmente te lo agradezco. —habló, demasiado rápido para estar bajo los efectos de aquella planta malacatosa— Algún día tendré que pagarte por esto, en serio... eres increíble Chay.

Las conversaciones, el beso de hace unos minutos tras la puerta y ahora el abrazo junto a su roce habitual. Ella no podía pedir mejores cosas, y él tampoco. Se sintió en las nubes.

Vaya que gustaba de Obito, ya era oficial.

—¡Obito, apresúrate porque te vienes conmigo! —bramó una vez más Izuna, mientras cerraba la puerta trasera del automóvil y se acercaba a ellos— ¡Ahora, y por favor no me pongas esa cara!

Obito enrodó sus ojos, un tanto fastidiado al oír la voz paternal y molesta de Izuna, mientras así separaba sus brazos del cuerpo delgado de la chica. Ella estaba estática y hasta se podría decir que algo feliz.

—¡Voy! —gritó hacia él, una vez notaba que Tobirama se subía al asiento del piloto y encendía el motor— Chay ¿Vives aquí cerca tú?

Ella tragó saliva, aún algo atónita con todo y sobre todo por haber dejado a sus amigas ahí como una perra. Sin quitar la preocupación que tenía por su amigo el Inuzuka.

—Ehm... no, algo sí pero no extremadamente cerca. —respondió ella, rascando nuca con nerviosismo y aún con sus mejillas rosadas. Obito tomó su mano— ¿Q-qué haces?

Ella estaba aún más sorprendida que antes por aquel gesto, quitando así la mano de su nuca mientras parpadeaba repetidas veces. Obito soltó una breve risa, caminando junto a ella hacia la mirada de enfado que tenía su hermano mayor.

—Puedo decirle a Tobirama que te deje en casa, así no te reclaman o metes en problemas por esto... —dijo, aumentando los pasos con Chay a la arrastra. Ella no pudo evitar el morder su labio inferior.— Si vas al hospital lo más probable es que te pregunten qué pasó y esas mierdas.

Las manos de Obito estaban tan frías y cálidas a la vez... Tan así que ni siquiera pudo negarse, o alcanzar a hacerlo.

—Tobirama, ¿Podemos dejar a Chay en su casa? —habló el azabache, apenas llegó al auto y se asomaba en la ventana del piloto— No quiero que vaya al hospital con nosotros, se meterá en problemas.

—¿Qué? Obito, no... —le cortó la pelinegro, al ver el rostro serio del albino y por fin reaccionar a lo que había dicho antes— Necesito saber cómo está Kiba, si voy a casa...

—Lo sabrás después, tú tranquila ¿Vale? —intentó convencer a la chica, aunque Chay ya lo único que quería era que su amigo estuviese bien.

—No, yo quiero...

Izuna no aguantó un segundo más y simplemente bajó del asiento del copiloto para por poco correr hacia donde estaba su hermano menor con el mismo enfado de antes. Por consiguiente abriendo la puerta trasera y sujetando el gorro que traía Obito pegado a su polerón para adentrarlo casi de golpe.

¿Realmente la hierba le ponía así de tonto o simplemente había nacido de esa manera?

—¡Izuna! ¡¿Pero qué mierda estás haciendo?! —se quejó el azabache, forcejeando junto a su hermano al ya haberse cabreado y recuperado un poco de toda la hierba que había consumido antes. Aunque, no era tanta a comparación de Kakashi o Tyler.

Del grupo, los moderados y más simples siempre fueron Shisui junto a él. Los otros dos era impresionante como nunca se cansaban de ello.

—¡Que me sueltes, joder! ¡Yo puedo so...

—¡Ese niño va a morir si tú te demoras más de la cuenta! ¡¿Cómo es que...?! ¡Agg, me enfermas Obito! ¡Ya basta! —y así, de un solo forcejeo más lo metió a regañadientes en el auto. Volteándose enseguida hacia la azabache mientras el otro refunfuñaba en su asiento— Tú también, entra. Rápido.

Chay tragó saliva como por milésima vez aquella noche, haciendo caso de inmediato a las palabras de Izuna con nerviosismo. Hasta ahora ya le había agarrado respeto al verlo de esa manera, realmente lucía como un hermano mayor y uno muy peligroso.

—Tendrás que sentarte sobre Obito, no quiero que el otro se rompa más de lo que ya está.

La azabache asintió con su cabeza, un tanto incómoda mientras se ubicaba en las piernas de un bastante molesto y fastidiado Obito. Miedo le dio hasta de por sí decir algo a favor suyo, no sabía si por Izuna o por él mismo. Las dos opciones se molestarían igual.

¿En qué momento decidí venir? Se repitió, segundos antes que Izuna volviese a su posición a un costado del piloto y cerrase la puerta. Soltando un gran suspiro luego.

—¿Ya? ¿Puedo arrancar? —cuestionó el albino, poniendo su mano en el freno de manos a espera de una respuesta. Izuna asintió enseguida mientras se abrochaba el cinturón de seguridad, por lo que Tobirama no se contuvo al comenzar su carrera hasta el hospital.

Demasiado rápido, y demasiado peligroso.

—Uh... —escuchó quejarse al azabache tras de ella, justo antes de que éste posara su mentón en el hombro de Chay con cansancio. Enseguida, la pelinegro sintió su estómago revolverse de la emoción— Muero de sueño y hambre ¿No te molesta si...?

—No, descuida. —soltó, sus mejillas demasiado rojas— Tú descansa.

Izuna les observó de re-ojo con cautela, Obito pasaba sus brazos alrededor de la chica y ella tan solo permaneció estática, observando por la ventana el camino. Mientras, Tobirama se pasaba varios autos y semáforos sin pensar en nada más que llegar a tiempo.

El azabache de cabellos largos suspiró, vaya que odiaba ver a su hermano de esa manera y con esos ojos rojizos del demonio. No era su camino. El albino del volante lo pudo notar al simple hecho de oír nuevamente el zapateo constante de Izuna, aún así no fue capaz de decir algo y siguió su recorrido en silencio.

Por ahora, necesitaban llegar al hospital... cuanto antes.

—Eh-em... ¿No crees que todo está muy en silen...

Marina ni siquiera pudo terminar de preguntar o reclamar, al menos antes de que el azabache de cabellos desordenados hubiese atrapado sus labios otra vez, en un beso húmedo y apasionado sobre aquella enorme cama donde probablemente la madre de Kakashi durmiese o tuviera sexo con alguien más. Aunque eso, poco le importaba a Shisui.

Él estaba casi satisfecho.

—Sh... lo estamos pasando bien. —rió, en medio de aquellos choque de labios tan contundentes. La castaña de gafas soltó un breve gemido al sentir nuevamente los dedos de aquel hombre sobre su entrada— Tranquila, no te dolió antes y mucho menos lo hará ahora.

Marina tragó saliva, separándose un poco al sentir como el pelinegro se iba directamente a su cuello con lentitud y lamía suavemente aquella zona. Todo demasiado lento y torturador. No sabía si era por el estado en el que estaba, o porque realmente quería torturarla con todos esos movimientos.

—N-no es eso... es... —comenzó a balbucear la chica, algo incómoda y nerviosa al sentir como Shisui pretendía meter tres dedos en su entrada rígida.— Todo está tan en silencio y...

—¿Y eso qué? —cortó él, una enorme sonrisa de lado posándose en su rostro mientras chupaba gran parte de su cuello. Sonrisa de la cual a pesar de lucir cansada y algo demacrada por aquellos ojos rojizos, parecía perfecta a vista de la ojiazul.— El sonido de nuestros besos basta, es perfecto.

—P-pero...

—Vamos, Marina... —insistió el azabache, su voz bastante más rasposa de lo normal— No decías lo mismo hace unos minutos. Pues si mal no recuerdo, no fui yo el que tuvo dos orgas...

—¡Shisui!

La castaña le golpeó con la mano en su brazo instantáneamente, bastante roja y avergonzada por lo que él estaba diciendo. A decir verdad, ella ni siquiera sabía como había terminado de esa manera junto a él. Pero una vez el Uchiha comenzó a meter sus manos bajo su cuerpo ella no pudo contenerse, era una sensación nueva y una experiencia única.

Jamás había dejado que alguien la tocase de esa forma, y si no hubiera dicho a Shisui que era virgen antes, probablemente ahora estarían follando como conejos desalmados. Pero el azabache también tenía un poquito de moral, por mucho que muriese de ganas. Esos ojos azulados le ponían de mil maneras posibles y bajo el efecto, los sentía con más intensidad.

Pero ella era virgen, y cinco años menor que él. Si le quitase la virginidad fácilmente podrían demandarlo, como a Kakashi a principios de año.

—Lo siento, lo siento. —se disculpó, tocando de arriba hacia abajo dentro de su apertura mientras presionaba uno de sus muslos y quitaba su boca del cuello suave que tenía la chica. Marina tuvo que contener la respiración para no gemir una vez más.— ¿Sabes? Me siento pedófilo al hacer esto, pero papá siempre decía que las mujeres maduran más pronto que los hombres y que daba igual la edad de la otra persona, más si esa niña te encanta ¿Será verdad?

—Pues... no lo sé, supongo que si. —contestó, sujetando ambos hombros del azabache mientras jadeaba y se sonrojaba— No soy yo la caprichosa que moría por sexo como si fuese un juguete.

Shisui alzó su cabeza, arqueando una de sus cejas al instante.

—Oye, eso es ofensivo. —se quejó— No soy un sexópata...

—Antes lo parecías, y quien sabe con cuantas más has llega...dios —gimió un poco, al sentir como Shisui aumentaba sus embestidas con los dedos— llegado a esto, o quizás a más.

—Pues, en casa de Kakashi... —musitó, pensativo y frenando un poco sus movimientos para recordar— solo tú.

Marina suspiró, un tanto apenada e intentando quitárselo de encima de inmediato ¿Qué era lo que estaba haciendo? Él solo quería follársela ¿Por qué creyó que era diferente?

Eso no me consuela.

Entonces, la muchacha de gafas limpió un poco del sudor que caía en su frente y quitó las manos del azabache; oyendo así un enorme quejido de su parte. Como si fuese un niño.

—No te pongas así, Marina. —se quejó a voz lenta— Ya disfrutaste dos veces sin quejas ni doblegarte, no es justo que ahora pienses en eso. No soy un sexópata, solo quiero que...

Antes de que el Uchiha pudiese terminar de hablar, la puerta que les encerraba fue azotada con brutalidad y la chapa de ésta cayó brutalmente al suelo; alarmando así a la parejita sobre la cama. Por lo que, Marina entró aún más en pánico al ver la silueta del peligris entrar y soltar una leve risa por verlos así. Sus mejillas enrojeciendo cada vez más.

—Te lo dije, enana. —habló hacia atrás con burla— Tu prima está más que bien.

—¡¿A qué te refieres con eso, eh?!

La morena de ojos castaños ni se inmutó en pedir permiso al Hatake para ingresar a la habitación en busca de su prima para rescatarla de lo que sea que hubiese hecho el Uchiha. Aunque al hacerlo, su boca cayó diez metros bajo el suelo. Marina estaba avergonzada, y mucho.

—¡Tía, que yo me preocupo por ti y tú estás aquí de hormonal! —exclamó a viva voz con sorpresa, logrando así que la ojiazul se subiera las bragas junto a los pantalones enseguida. Dando un gran empujón a Shisui para quitarlo de encima— ¡Y tú, maldito pedófilo! ¡¿Qué le haces?!

Shisui alzó sus brazos con inocencia, sorprendido y algo divertido con la escena.

—¡Suelta a mi prima, ahora!

—Kakashi, ¿No le has dado crack verdad?

El peligris de sonrisa en el rostro alzó sus hombros sin mucha importancia pero con algo de diversión, causando así la risa inmediata del azabache. Lis no lo comprendió y Marina mucho menos, pero aún así la morena estaba muy molesta.

Tan así que no dudó en cuanto corrió hacia su prima para quitarla de ahí, el humo casi saliendo de sus orejas al estar demasiado cabreada con todo y todos. Aunque más, con el hecho de que Chay se hubiese ido sin decir siquiera pío.

Y ese no era el principal problema, era que tendrían que quedarse ahí con esa manga de drogadictos desconocidos en vez de volver a casa ¿Qué clase de amistades tenía la azabache? ¿Por qué había hecho eso? Ella jamás se esperó algo así, estaba muy molesta.

—¿Dónde podemos tomar un taxi? —preguntó la morena tras unos segundos, su seño demasiado fruncido hacia arriba frente a la mirada despreocupada y cansada que llevaba el dueño de casa.

Kakashi a movimientos lentos posó su mirada en ella y suspiró. Llevaba horas escuchando sus quejidos sobre todo, y si no frenaba seguramente en algún momento se cabrearía. Por mucho que le pareciera adorable.

—¿Te crees que en esta parte de Wurzburgo y a estas horas pasan taxis?—soltó, un tanto frustrado a tanto griterío que tenía la morena desde que se había enterado de la ida de Chay.

Marina tan solo mantuvo silencio, cruzando sus piernas con vergüenza al sentir sus bragas algo mojadas por lo de antes ¿Cómo pudo? Se repetía internamente. Sin embargo, si tan solo Shisui no fuese así ella... vaya, no se esperaba que su ideal y marginal Shisui tuviese una faceta tan parecida a ese tipo de hombres. Sexópata.

Estaba algo decepcionada.

—Pues sí, en todas partes deberían pasar taxis. —contraatacó la morena, sin doblegar su postura aunque sintiese nervios y tuviese sus mejillas rojas por la mirada ahora molesta del Hatake.— Anda, ¿Dónde?

—Mira, te explico que si caminas un poco por la calle principal —comenzó a indicar el peligris con su dedo índice, el cansancio haciéndose notar en su voz ronca— llegarás a otra calle que guía directo a un Barranco cerca de la plaza, solo debes tirarte en él y ahí encontrarás taxis que te lleven directo a tu mundo de fantasía.

Shisui soltó una enorme risotada, lanzándose hacia atrás en la cama mientras agarraba su estómago de manera dramática. Aunque por muy gracioso que lo encontrase el azabache, eso no iba con la morena. Era el chiste más horrible que hubiese escuchado.

—No me agradas, eres un asco.

Dicho esto, la muchacha de ojos castaños tomó fuertemente la mano de su prima para salir de esa habitación e irse. Aunque, el peligris le impidió el paso simultáneamente. Pues por muy drogado que estuviese no les dejaría salir a la calle estando solas. Bien podían encontrarse con Tenzō o simplemente con Kakuzu.

Y eso no era un buen plan para dos niñas de trece años.

—Muévete o te olvidas de tener hijos algún día, hablo enserio. —gruñó la morena, tensando su mandíbula casi al máximo.

Kakashi alzó una ceja, mirando de re-ojo a su amigo que parecía dormirse a este punto de la noche sobre esa cama. Marina tan solo tragó saliva, un tanto asustada con la mirada burlona del Hatake.

—Hazlo, —dijo— no pretendo tenerlos.

Lis chilló internamente, demasiado irritada con aquel hombre de cicatriz en su ojo y voz tranquila. Todo le daba repudio y asco en ese lugar. Ella solo quería salir de esa casucha de una buena vez por todas, y vaya que haría pagar a la pelinegro de Chay Weber por haberlas dejado ahí.

Pagaría caro.

—A ver, a ver, —habló el Hatake, tomando fuertemente la muñeca de la castaña al ver como ella pretendía darle un golpe— ¿Cuál es tu maldito problema? El que su amiga las haya dejado tiradas por irse con el marrano de Obito no es culpa mía o de Shisui. Así que por favor vete calmando ¿Quieres? Yo no las obligué a venir.

—¡Tú amigo se estaba aprovechando de mí prima, el tío este que se me olvidó el nombre se está por morir y estáis todos drogados! ¡¿Cómo me preguntas cuál es mi maldito problema?!

—Epa, calmada he dicho. —musitó el peligris, forcejeando con la pequeña Elise y finalmente ganando en aquel duelo— Mira, con que no salgas de esta casa me basta. No somos violadores ¿Vale? Solo no quiero que más patrullas lleguen a mi casa mientras mamá no está porque a ti se te dio la gana de irte en un taxi. —espetó, su semblante algo molesto— Porque fuera si que es fea la cosa a estas horas, ahí realmente te encontrarás a un violador que con gusto te la mete hasta el fondo. Solo quiero que no les pase nada malo, ya amaneciendo pueden irse. Así que de verdad te lo pido, cálmate.

—Lis... —murmuró la castaña de ojos azules, algo intimidada— En parte tiene razón, y Shisui no se estaba aprovechando de mí como crees. Además, si llegas a estas horas a tu casa probablemente tía Savka se vuelva loca. Porque se supone que estás en la mía...

Lis rechinó sus dientes, observando con mucho enfado al Hatake y luego a su temerosa prima. No tenía opción, pero Chay Weber iba contando. Cada vez aumentaba su condena por dejarlas ahí con esos tipos.

Gracias a dios Tyler se había ido con ellos, pues era el que peor le caía de todos los que estaban ahí. Solo Andrea se salvaba en esa maldita casa.

—Está bien, pero ni se te ocurra hablarme otra vez porque no me hago cargo de mis actos ¿Vale? —apuntó la morena hacia el alto peligris, una vez él soltaba su agarre.

Shisui soltó una risa, esta vez poniéndose de pie para tronar su cuello y estirar sus brazos. Un enorme bostezo escapándose de sus labios en cuanto se acercaba a ellos.

—Podríamos comer algo, muero de hambre. —sugirió, posando su brazo alrededor de los hombros de la castaña. Ella lo quitó enseguida— Además, dejaron a Andrea sola abajo y hay que decirle que no le haga saber a Izuna que está aquí, de seguro le sale más caro a Obito y... ya sabes.

—Ajá, si sigue así lo más probable es que no le dejen venir más. —siguió el Hatake, pensativo— Me siento mala influencia ¿Tú no?

—Algo si...

Lis entrecerró sus ojos y tan solo les evitó para salir de ahí, poco le importaba el hecho de ese hombre o las cosas que podrían pasarle por meterse en este tipo de cosas. Marina no demoró en seguirla, mientras ambos amigos quedaban estáticos en ese lugar. Los dos soltando un gran suspiro.

—Y... ¿Qué tal?

Shisui frunció el seño, sin comprender sus palabras.

—¿De qué hablas?

—Te vi metiendo manos, solo pregunto qué tal te fue con esa abertura. —explicó Kakashi, alzando sus hombros con diversión y Shisui tan sólo rodó los ojos.

—Vete a la mierda.

Dicho aquello, metió ambas manos en sus bolsillos para salir de ahí con las risas burlonas de Kakashi estando de fondo. Por ahora solo podría hacerles compañía y esperaba que a Obito no le fuese tan mal con su familia.

Izuna a veces solía ser... casi tan estricto como Fugaku. Pero jamás levantaría un dedo hacia su hermano y eso era lo que más dolía. Porque su daño eran las palabras.

Suspiró, sintiendo como su estómago rugía por algo de comida y tan solo intentó alejar sus preocupaciones. Ya luego se ocuparía de eso.

Una hora había transcurrido desde que los tres habían arribado al hospital y aún no sabían algo del castaño. Obito dormía plácidamente en el hombro de la azabache mientras que Izuna caminaba de un lado a otro con desesperación. Necesitaba charlar con Obito urgente, pero también tenía el mero problema de no querer hacerlo frente a la chica que le acompañaba. Ella tan solo era una niña.

Aunque bueno, todo era un dilema para el pobre Izuna, tan así que llegó a sospechar que probablemente hasta su novia no había llegado a casa como le había prometido.

¿Por qué su hermano tenía que ser así?

—Tobirama, —finalmente habló, carraspeando su garganta luego al tener la mirada del albino y la azabache sobre él— ¿Podrías ir a dejar a la chica? Necesito charlar con Obito y pues...

El albino soltó un suspiro cansado, negando con la cabeza luego. Al parecer era chofer personal a este punto de la noche pero por su amigo, él lo haría.

—Si así lo quieres. —respondió, mientras vagamente se ponía de pie y sacaba las llaves de sus bolsillos— Chica, vamos.

Chay tragó saliva, sin querer dejar el hospital antes de saber el estado de Kiba o siquiera que el azabache se quitase de su lado. Él lucía tan... ¿Perfecto? No quería irse aún, menos con ese hedor a hierbas emanando de su cuerpo.

—Pero... —balbuceó— ¿Y si Kiba...?

—Yo avisaré en caso de cualquier cosa, no te preocupes. —respondió Izuna, esta vez tomando asiento a un costado de Obito mientras se tomaba la frente con ambas manos; estresado— Vayan, yo me ocupo de todo.

Chay quiso protestar, pero con el mayor no tenía derechos y se sentía intimidada. Al igual que con el otro, aquel albino de ojos rubí que observaba a todos como si estuviese molesto. Eran guapos, pero demasiado grandes para su gusto. Ella solo quería a Obito y que Kiba estuviese bien.

No era su mundo.

—Está bien... —murmuró, gruñendo un poco mientras se ponía de pie y seguía al albino como niña pequeña. Enseguida, la cabeza del pelinegro tambaleó y por poco cae al estar dormido. Aunque claro, Izuna alcanzó a sujetarlo y así abrió sus ojos. Soltando un quejido debido al cansancio en su cuerpo.

Chay le dio una última mirada a los hermanos y tras otro suspiro caminó a un costado del alto peliblanco; quien sólo despidió con la mano hacia ellos incluso si volvería. Ya luego se ocuparía de pensar en ello, por ahora tan solo debía marchar.

—Joder, Izuna... —se quejó el azabache menor, tallando así uno de sus rojizos ojos— ¿Ya se sabe algo de Kiba? ¿Por qué me despiertas?

—No.

Obito parpadeó un par de veces, inquieto mientras despertaba por completo y soltaba un gran bostezo. Aborrecía esa mirada acusadora de su hermano mayor.

—¿Sabes? Le he dicho a mamá de tus armas. —confesó el mayor, esta vez ubicando ambos codos sobre sus rodillas. Su semblante demasiado serio para cualquiera.— Las que estaban en tu armario.

Los orbes de Obito por poco dejan de estar en su rostro, estaba desconcertado y muy molesto con lo desleal que podía ser Izuna a veces.

—¿Qué? ¿Por qué mierda has hecho eso? —reclamó, sentándose de golpe en la silla como si una suricata molesta fuese. Izuna no cambió su postura un solo segundo.— Izuna...

—Porque me estás cansando, —respondió, la sinceridad evaporando de su cuerpo— haces la mierda que se te da la gana cuando quieres y no te importa lo que pasen los demás. Estás siendo un egoísta. Y lo peor de todo es que a mamá pareciera darle igual lo qué haces.

Obito tensó su mandíbula, esta vez tornando su rostro a uno de molestia. Incluso si por dentro se sintiese morir y quisiera lloriquear a cualquier punto por lo culpable que se sentía.

—Ese no es mi puto problema. —bramó, un tanto a la defensiva— Si mamá me deja salir no debería por qué molestarte, ella es la de los permisos. Pero ahora por tu culpa seguro que me dejan sin brazos, gracias hermano. Eres el mejor de todos. Un increíble y fiel hermano.

Sarcasmo. Izuna odiaba ese tono de voz que su hermano utilizaba a menudo con todos, tan así que no le importó estar en el salón de esperas para sujetar el cuello de su polerón para obligarle a observarlo y finalmente solventar sus dudas referentes al Uchiha. Toda esa actitud de mierda, la aborrecía.

—¿Qué. Mierda. Es. Lo. Que. Te. Pasa? —rechinó entre dientes el legado mayor de Madara, bastante molesto y preocupado. Hasta se podría decir que sintió asco al ver esos ojos cubiertos de esas venas que le hacían ver en donde estaba metido su hermano. Otro mundo que no era el suyo.

Obito quitó su agarre bruscamente, tensando su mandíbula de igual forma. Su pecho contrayéndose poco a poco ¿Por qué Izuna le observaba así?

—¿Qué es lo que me pasa? —soltó, negando con su cabeza— ¿Acaso no te das cuenta de la mierda en la que vivimos?

—Sí, joder. —gruñó el mayor— Pero no por eso me voy a las calles con un delincuente para pasar las penas como tú. Debes ser inteligente, demonios. No irte por esas mierdas para llamar la atención.

—Kakashi no es un delincuente. —defendió de golpe, posando así su vista completamente en el suelo. Sus entrañas gruñendo poco a poco por la ansiedad y el hambre que estaba sintiendo.

—¿Y cómo se gana la vida? Vamos, dímelo.

Obito no respondió. Simplemente presionó sus puños e intentó evitar los pensamientos que se inundaban en su cabeza. Izuna no lo entendería, él no conocía a Kakashi como lo hacía el azabache.

—Eso me da qué pensar. —insistió en hablar Izuna— Mira, Obito. Yo no soy tu enemigo. Soy tu hermano, y solo quiero que estés bien y tengas una vida mejor que esta, ambos sabemos que los golpes no solucionan nada y lo único que puedo hacer es aconsejarte en este momento ¿Quieres que papá te reconozca? Pues venga, no te metas hierba para llamar su atención y haz algo mejor, da igual lo que sea.

El moreno de diecisiete años no respondió ante aquellas confesiones. Simplemente tragó saliva con inquietud mientras sentía una angustia tremenda llenar todo lo que eran sus pectorales por dentro. Sintiendo nuevamente las ansias de lloriquear en ese mismo lugar y solo por la impotencia de todo.

En especial por su hermana menor.

—Oye, papá si te quiere. —insistió el mayor al ver su cuerpo cabizbajo, algo fastidiado mientras pasaba su brazo por el hombro del azabache— Nunca pienses lo contrario. Mamá también y estoy seguro que hasta Itachi siente lo mismo. No te pierdas de esta manera porque eres jóven y... ¿Obito?

Izuna agachó un poco su cuerpo en la silla de inmediato, solo para observar el rostro de su hermano mudo. Aunque, se sorprendió un poco al verle llorar en silencio. Obito no solía ser de esos que lagrimeaba a la primera. O tal vez sí, pero no en presencia suya.

—Oye... ¿Qué tienes? —cuestionó de golpe, logrando así que su semblante molesto se esfumase en dos segundos para abrazar al azabache. La preocupación siendo demasiado evidente en su cuerpo.

Sí, a pesar de todo Izuna siempre estaba para su familia. Más si era su hermano pequeño.

—Oye...

—¡Esto no fue mi culpa, Izuna! ¡Yo ni siquiera quería invitar a Tyler o al maldito de Kiba! —exclamó de golpe, su labio temblando suavemente mientras intentaba zafarse de los brazos que lo aprisionaban— ¡Siempre que me esfuerzo por algo termina siendo una mierda! ¡Ahora tú le dirás a papá y él otra vez se irá sin siquiera llamar! ¡¿Por qué tiene que ser así conmigo, Izuna?!

—Calma, Obito. —mencionó el de cabellos largos, su corazón por poco desbordándose al oír su insaciable llanto.— No le diré a papá.

Como aquella vez, aquella vez en donde Fugaku... No, era mejor no recordar ese suceso.

¡Encima he repetido el año escolar y joder, mamá se va a morir cuando se entere de que no he estado yendo a clases y Fugaku volverá a hacer de las suyas en esa puta casa! —exclamó una vez más, desbordado casi por completo a un costado de Izuna— ¡Ya no quiero vivir con el maldito de Fugaku, quiero que se vaya lejos y no verlo nunca más en mi puta vida! ¡Lo odio, maldita sea! ¡Y tú...!

Sus respiraciones eran agitadas, mientras varias personas comenzaban a prestar atención a sus palabras. Obito se sentía fatal ahora que la hierba no ocupaba su cuerpo, ahora volvía a estar tenso. No como hace unas horas.

Enseguida, limpió sus lágrimas antes de volver a terminar su frase;

—¡Tú nunca me ayudas! —finalizó su frase anterior, haciendo un enorme crack en el corazón de Izuna— ¡Nunca dices algo, siempre estás ahí de espectador y siendo el hijo perfecto en silencio cuando Fugaku me saca mierdas como quiere! ¡¿Acaso no te das cuenta?!

—Oye, basta. —dijo Izuna, apretujando aún más el cuerpo del azabache para que dejase de gritar como un desquiciado cosas que nadie pretendía oír— No justifico lo que Fugaku hace, pero si quizás tú pusieras algo de tu parte, quizás él no se embalaría contigo de esa manera...

Obito forcejeó un poco más con su hermano para quitarlo de ahí al escuchar sus palabras. Sin embargo, la dureza de Izuna era un poco más fuerte que la suya. Cosa por la cual el azabache menor se rindió, sollozando suavemente sobre el hombro de Izuna; quien solo soltó un suspiro y acarició su espalda un par de veces.

Ahora él se sentía culpable por hablar mal a Obito.

—Yo no maté a Saira, Izuna. —soltó en un murmullo, sin abrazar a Izuna como él lo hacía consigo.— No lo hice.

—No, no lo hiciste. —dijo, soltando un suspiro enorme— Fueron las circunstancias y el tumulto de cosas que sucedieron con Fugaku, mejor no pienses en eso. Eso no fue tu culpa.

—Quiero que se vaya... que se marche lejos, volver a los tiempos donde solo éramos nosotros y papá volvía a casa cada mes con un obsequio. —lloriqueó una vez más a voz rasposa, cosa que ablandó aún más al azabache de veinte años. Él también extrañaba esos momentos.

Como nunca.

—Yo también, créeme. —le siguió Izuna, un tanto cansado— Pero no por eso me meto hierbas o salgo a la calle en busca de peligros. Eso realmente no está bien, Obito. Por favor escucha lo que te digo, esas amistades tuyas no son buenas.

—Pero...

—No lo son.

Obito pasó varios minutos así, esta vez sollozando suavemente en silencio. Mientras, poco a poco se iba durmiendo en los brazos de su hermano. Su cuerpo tornándose de una forma más pesada y tranquila a medida que pasaba el tiempo.

Ahora Izuna sabía exactamente qué hacer con todo para calmar las hormonas salidas de su hermano. "Tobirama, quizás tengas algo de razón..." Se dijo internamente, segundos antes de coger su móvil con su mano libre y marcar a un número en específico. Pues, con la otra sujetaba el cuerpo adormilado de su hermano.

—Vamos, contesta... —murmuró, nuevamente volviendo al zapateo constante y molesto para varias personas. Nervioso.

Sí, el pelinegro de veinte años le había marcado al teléfono de Madara; su padre. Aunque fuese demasiado tarde para que estuviese despierto, él sabía con certeza que el de cabellos largos respondería. No tenía dudas de ello.

Y así fue.

—¿Izuna? ¿Ha pasado algo? —se oyó tras la otra línea telefónica, causando algo de alegría en el azabache— ¿Izuna?

Aunque, también algo de nervios y muchos a decir verdad. Pues, nunca había pedido algo así a quien le había dado la vida, y menos a esas tantas de la noche.

—Eh... pues —comenzó a balbucear, inquieto— Necesito un favor. En realidad, unos zapatos nuevos para el examen del miércoles. Pero quería también que me acompañaras a verlos. Tú sabes bastante de esas cosas...

Madara soltó una breve risa burlona, cosa que puso de los nervios aún más a su legado.

—Está bien, creo que tengo tiempo ¿Irás mañana? —respondió, causando algo de alivio en Izuna por su buen humor a pesar de las horas— Aprovechando que estoy en Wurzburgo no tendré problemas. Aunque me preocupa el hecho de que llames a esta hora... ¿Estás seguro que...?

—Sí, sí —asintió el Uchiha, posando así su vista suavemente en su adormilado hermano. Esto sería por él— Lo que sucede es que... bueno...

—Dilo de una vez, Izuna. —cortó el de cabellos largos y mirada sombría— No te pegues conmigo.

Izuna suspiró, suponía ya era hora.

—Quiero que Obito nos acompañe también. —soltó, sin tacto alguno en sus palabras mientras mordía una de sus uñas.

Ahora, el tono de voz que utilizaba Madara había cambiado en un instante a uno de fastidio y repudio. Era impresionante como el solo nombrarlo podía cambiar su humor.

—¿Por qué? —gruñó, tosco y severo como solía ser usualmente.— ¿Para qué quieres hacer eso?

—¿Por qué no? —dijo— Es algo importante para mí...

Izuna tenía nervios, demasiados para ser verdad al hablar con su padre por el teléfono. Más al recordar la viva imagen del muchacho sobre el suelo, pues realmente necesitaba recibir noticias de Kiba o probablemente se volvería loco.

Madara suspiró.

—No, no puedo acompañarte. —dijo— Sabes lo que pienso.

Ahora, Izuna era quien parecía desconcertado ¿Acaso hablaba en serio?

—Papá, solo será un día. —insistió el azabache de coleta, inhalando un poco del aire a su alrededor— No entiendo como puede ser tanto lo tuyo con Obito, pero realmente quiero que vayamos los tres. Por favor, papá.

—No. —insistió de igual forma Madara— Tú hermano no se merece todo lo que estoy dando por ustedes. No quiero verlo.

—Pero... —Izuna posó la mirada apenada sobre Obito, no podía rendirse por un simple no. La única salvación de su hermano era él— él está enfermo, agarró una gripe y quiere que...

—No me mientas, Izuna. —cortó, esta vez su voz resonando con demasiada molestia— No sé lo que estas tramando con esto, pero no. No quiero nada con tu hermano y lo sabes.

—Papá, hazlo por mi. —insistió una vez más, sudando frío al ver como un médico se acercaba a ellos con semblante serio— Realmente es importante y quiero que estén los dos. Por favor te lo pido.

Silencio, el cual duró sólo unos minutos antes que un suspiro resonara a través del móvil. Un suspiro cabreado.

—Déjame pensarlo. —respondió— Pero no prometo nada.

Izuna sonrió con amplitud. No, Madara no había dicho exactamente que si a su petición. No obstante, eso sí que era un enorme avance y esperaba llegar aún más lejos.

Si tan solo su padre pusiera un poco de su parte... sabias palabras, demasiado a decir verdad o al menos eso pensó el mayor de los Uchihas al recordar las palabras de su amigo, segundos antes de colgar y prestar atención al médico que carraspeaba frente a ellos. Él tenía los documentos de Kiba.

Era ahora, o nunca.

La oscuridad reinaba en ese pequeño sector, solo los pasos finos y bien cuidados de Chay eran los audibles por quien tuviese demasiado buen oído. O quizás, quien estuviera tan cerca para sentirlo.

Chay suspiró, dejando así sus zapatos a un costado del comedor para dirigirse a su habitación con cautela. Pues, suponía estar dormida y lo que menos quería ahora, era despertar a su padre.

Todo el camino se vino pensando en ello, y obviamente en Kiba. Necesitaba saber de él.

—Vaya, vaya. —el cuerpo de la azabache se heló por completo al oír esa voz burlona y sentir como la luz se encendía— Vienes con olor a zorra, y a marihuana ¿Has estado fumando? ¿Es enserio? ¿Un creepy?

Maldigo el día en el que dejé de ser hija única. Se repitió ella, segundos antes de voltear con una enorme sonrisa falsa en su rostro al ver a su hermano menor afirmado en la pared, una playera holgada negra cubriendo lo que era su torso junto a unos pantalones cortos del mismo color. Sus cabellos desordenados junto a su mirada maliciosa.

Aquello no le gustó. Pues, ni siquiera tenía dinero para pagar a su hermano por su silencio. No tenía idea de qué hacer a este punto.

—¿Qué haces tú despierto? —soltó ella, un tanto a la defensiva— Mañana tienes clases, deberí...

—¿Por qué no me dijiste que fumabas? Podría haberte enseñado yo, qué mierda de hermana eres.

Hidan parecía demasiado ofendido con la idea de su hermana probando aquella hierba medicinal en lugares que no fuese su hogar o con él mismo. Y Chay, ella tan solo parecía sorprendida ante la idea de su hermano de trece años fumando aquella mierda.

¿En qué momento? ¿Cómo estaría Kiba?

Hidan ¿Podrías guardar silencio un poco? —pidió a voz baja la Weber, por mucho que quisiera reprocharlo por probar esa mierda. Causando así algo confusión en el peligris— Papá puede despertar y...

Él soltó una risa. Una demasiado burlona mientras se acercaba a ella a pasos vagos.

—¿De qué hablas? Papá no está, salió con la señora esta. —respondió, su rostro mostrando asco al mencionar a aquella mujer— La gorda limpia baños del centro comercial. Así como va será mejor que limpie mi culo.

Chay estaba aún más sorprendida. Aunque no le gustó aquella referencia a su lugar de trabajo.

—¿Qué? —soltó, sintiendo su cuerpo helarse casi por completo— No la llames así, yo también la detesto pero...

—Es una oportunista, una muy gorda y fea. —bufó el peligris, esta vez tomando asiento en su sofá con fastidio— Hace un rato leí unos SMS en su teléfono cuando estaba por salir, él muy idiota le está pidiendo que venga a vivir con nosotros ¿Tú qué opinas? ¿La echo a patatas o cómo? O mejor... ¿La mando a lavarme el culo?

—Hidan...

—¿Qué? No dejaré que una mierda como ella venga a pisar esta casa, tu misma lo has dicho. —gruñó, nuevamente encendiendo el cigarrillo que parecía escondido en cuanto ingresó Chay a casa. Pero a este punto al albino ya le daba igual y a la pelinegro también— Por su culpa papá es así de idiota, ugh. Mejor nos hubiéramos quedado en casa de tío Minato si lo supiéramos.

—No puedo creerlo, —murmuró la azabache, pensativa— ¿Hidan, estás seguro de eso?

—Ajá... —asintió— Soy un enfermo mental, pero no un mentiroso.

Chay suspiró. Una cosa tras otra, y aún sin saber de Kiba o Tyler. Sin duda alguna... esto era el comienzo para todos; el comienzo de un fin.

Él comienzo de un desquiciado camino sin fronteras ni fin. Poco...

A poco.

// Espero les haya gustado la lectura, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.

¡Hola! ¿Qué les pareció el capítulo? La verdad aún no sucede nada a mi parecer, pero bueno😂 ya llegará la parte importante y eso💕

Espero realmente de todo corazón que les haya gustado y muchas gracias por leer💕💕 disculpen lo largo del capítulo y no olviden que las amo💕

Adiosín💕

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