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CAPITULO CINCO

ESPERANZA
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Actualidad.

Es temprano, o quizás no tanto. Ella no lo sabe aún, pero los destellos de luz que cruzaban la ventana de aquel apartamento mosquearon cada parte de su rostro y el del apuesto militar que estaba consigo. Por lo que, a duras penas se esforzó en abrir sus cansados ojos y finalmente despertar. Pues, tenía que partir a casa de su madre pronto, o sino, el azabache le haría otro escándalo por salir y dejar a su hijo solo.

Algo demasiado irónico viniendo de él a su pensar. Pues, él hacía exactamente lo mismo.

Pero, ¿quién podía reclamarle algo? Si a fin de cuentas, quien vivía con el pequeño era ella y no él. Ella pasaba la mayor parte con Zoro, y su único descanso eran los fines de semana.

¿Por qué tenía que venir él a joderle sus planes? No le parecía justo.

Chay suspiró, intentando así escabullirse de la cama con sumo cuidado mientras estiraba sus cansados brazos antes que el albino a su costado pudiese despertar y tuviese que verla de esa manera tan desastrosa como solía estar luego de una gran noche de pasión y lujuria. Más si aquella luz del sol no dejaba de recalcar cada parte de su cuerpo desnudo e imperfecto.

La azabache lo detestaba. No a su cuerpo, sino que a la luz del sol y a Obito. Sí, a él también.

Ella solo quería arreglarse un poco más antes de marchar y recibir a Zoro otra vez a regañadientes, pues hoy era 10 de octubre. Hoy cumplía años Naruto y su pequeño hijo no podía faltar a tal ansiada fiesta.

Más si sus amigas estarían presentes también.

─¿A dónde crees que vas?

La voz ronca y algo somnolienta, junto al abrazo fuerte de Tobirama sobre su cintura frenó sus intentos de salir desapercibida. Chay se abofeteó internamente al oírle, pues ya tenía veintiún años y seguía actuando como una cría. Más en frente del hombre de sus sueños.

Tan enigmático, tan varonil y sobre todo demasiado atractivo. Él era el tipo de chico que podía tener a miles tras sus espaldas, pero jamás se volteaba a ver dos veces. Solo por ello Chay se sentía especial a su lado. Era el tesoro que cualquier chica quisiera tener. Más en la especie de división militar en la que estaba.

Entonces sintió vergüenza, demasiada vergüenza. Incluso si anoche no pensaba lo mismo al estar unida junto a él.

─¿Qué hora es? ─soltó ella, su voz algo temblorosa al sentir como el peligris acariciaba sus caderas con sus pulgares y sonreía levemente sin abrir sus ojos o mostrar sus dientes sobre su hombro.

Chay le observó unos segundos y lo analizó, tragando saliva de tan solo ver sus facciones tan definidas y refinadas. Él era tan guapo, nadie podía negar que de la división militar de Berlín él era el más atractivo, de eso no cabía duda. Ni siquiera Kagami se le asemejaba. Y Chay lo sabía demasiado bien, se sentía afortunada.

Incluso si el albino era un maldito bipolar misterioso, y hasta picaflor podría decirse muchas veces.

─Tobirama... ─reprochó la mujer, relamiendo sus labios una vez más al sentir como este no pretendía dejarla salir de la cama─ Debo estar en casa de mi madre antes de las dos, Obito llevará a Zoro y...

─Weber, me demoré un mes en volver de Berlín solo para verte y estar contigo. ─cortó su frase, frunciendo el seño sin pretender levantarse─ No seas injusta, a tu hijo lo ves siempre.

Chay soltó un nuevo suspiro cansado y simplemente se dejó caer nuevamente sobre la cama, observando el techo con algo de tristeza. Tobirama no la comprendía del todo, y dudaba que alguien más lo hiciera. Sin embargo, sonrió al sentir un beso cálido en su mejilla. Ignorando un poco su mente inquieta. Quizás no tenía que pensar tanto las cosas, ella ya por fin estaba junto a Tobirama luego de un mes sin verle y no importaba nada más.

Obito y Zoro podían esperar.

─A todo esto, ¿cuándo lo podré conocer? ─cuestionó una vez más a voz ronca el albino, por lo que Chay le besó cortamente los labios para no tener que responder a esa pregunta. Ella no quería problemas con Obito— Da igual, tú a tu tiempo.

─Eres tan...

─¿Tan qué? ¿Atractivo? ¿Caballero? ─murmuró Tobirama con una sonrisa maliciosa, acomodándose un poco más en aquella cama de dos plazas para quedar sobre la azabache mientras sus orbes se iban directamente hacia su cuerpo.

Ella cubrió sus pechos al instante, sus mejillas demasiado coloradas para casi llegar al nivel de la sangre. No es que no hubiese tenido relaciones antes con el albino de ojos rubí, pero cuando llegaban las mañanas siempre era lo mismo para ella. Un maldito infierno. Esas estrías bajo sus senos de mediano tamaño la atormentaban varias veces, incluso si al peligris no le importaba mucho tal hecho.

Él la quería de igual forma, o al menos eso le hacía ver.

─Weber... ¿Cuántas veces tengo que decirte que no me importan las estrías de tus pechos? ─bramó, algo cabreado. Ella no contestó, simplemente bajó su mirada y no pretendió quitar sus manos de ahí.

Era algo difícil. Pero él no lo entendería.

Tobirama dio un suspiro, finalmente quitándose de encima para recostarse a su lado y observar el techo de su apartamento. Los dos completamente en silencio. Siempre era lo mismo entre ambos, y aunque el Senju la quería demasiado a veces se jodía por ello. Pero tenía que entenderla, nunca se era fácil volver a un cuerpo adolescente luego de parir a un crío. Solo por ello, no dijo algo más.

─Tobirama, yo...

Chay pretendió disculparse, finalmente quitando las manos de dónde las tenía. No obstante, el constante vibrar de un teléfono sobre el velador interrumpió lo que fuese a decir. Puesto que, de inmediato quiso recogerlo al pensar en Obito y en la hora que quizás era. Ella ya no quería discutir más y si no cogía el móvil lo más probable es que sucediese de nuevo.

Realmente... ya no.

No obstante, en cuanto se sentó sobre las sábanas beige para recoger su teléfono celular, un juguetón Tobirama le impidió el paso. Esta vez siendo él quien cogiera el teléfono para formular una sonrisa maliciosa. Chay tragó saliva, sus orbes demasiado abiertos mientras temblaba un poco e intentaba coger el móvil con desesperación.

Si Tobirama contestaba y se trataba del padre de su hijo, esto solo acabaría aún peor. Ella lo sabía con certeza.

─¿Hola? ─respondió el de ojos rojizos, esta vez saliendo a completa desnudez de dónde estaba mientras Chay quedó estancada en la cama, cubriendo casi todo su cuerpo con aquellas sábanas.

─¡Tobirama, basta! ¡Devuélveme el teléfono! ─exclamó, bastante desesperada, y sintiendo como varias gotas de sudor comenzaban a correr por su frente— ¡Tobirama, hablo enserio!

¿Por qué Tobirama tenía que ser así?

─Habla Tobirama, ¿con quién hablo yo? ─insistió en hablar hacia la otra línea telefónica, dejando muy intrigada y en duda a la azabache que le observaba hablar con un deje de diversión─ No, no. No la he secuestrado, su hija está aquí conmigo pero ya se va...

Ay no, mi madre. Pensó la azabache de ojos castaños, abofeteándose una y otra vez en su mente al no haber avisado a dónde iba a estar esa noche. Aunque bueno, tampoco es como si alguna vez lo hubiese hecho. De hecho, su madre nunca la controló cuando tuvo que hacerlo y mucho menos ahora.

─¡Cuelga! ─exclamó con voz baja Chay, a lo que el albino alzó una de sus cejas. Esta vez asintiendo hacia el teléfono de la mujer sobre la cama— ¡Tobirama, por favor!

─¿Qué la acompañe? ... Pues claro, yo iré con ella. ─habló él, ignorando por completo las peticiones desesperadas de la azabache— Sí, será un placer conocerla señora Weber...Nos vemos, Wiedersehen.

Entonces, en un leve parpadeo el peligris cortó la llamada. Observando así un poco más de lo que ella mantenía dentro de su teléfono, aunque no alcanzó a ver mucho debido a que la  Weber tomó el valor suficiente y a mucha vergüenza se puso de pie para quitar el teléfono brúscamente de sus manos.

Tobirama soltó una leve risa burlona, analizando así cada parte de su cuerpo con la mirada.

─¡¿Pero qué crees que has hecho?! ─exclamó ella, sin importarle mucho el hecho de tener al hombre frente a ella solo como Dios lo trajo al mundo─ ¡¿Cómo le dices a mi madre que irás conmigo?! ¡¿Acaso eres idiota?!

─Oh, vamos... No creo que sea tan malo. ─se excusó, esta vez cruzando sus brazos mientras se afirmaba en la pared─ Llevamos casi ocho meses juntos, ya es hora de que me presentes a tu familia.    

La azabache de tez morena soltó un pequeño gruñido y se llevó la mano a la frente. Él no la estaba comprendiendo.

─Si te doy vergüenza solo tienes que decírmelo, Chay.   ─soltó él, su voz algo firme mientras descruzaba sus brazos para ir a su armario por algo de ropa— No es necesario que armes alboroto.

Chay dio un suspiro. Tobirama daba de todo menos vergüenza. Él estaba loco si creía que esa era la verdadera razón de sus decisiones. Por esas palabras repensó unas dos veces más lo que iba a decir hacia el hombre y luego ya soltó su lengua. Incluso si después se iría a arrepentir por la ocurrencia.

Su madre era diez veces más loca que Hidan.

─No es eso, Tobirama. ─espetó, esta vez recogiendo el vestido que traía la noche anterior para cubrirse un poco─ Es... tú no conoces a mi madre, ella es demasiado extraña y vulgar. No te va a agradar, de verdad te lo digo.

Él soltó un bufido, sin querer voltearse.

─Eso me has dicho también de tu hermano y tu padre, ─dijo─ por suerte conocí a tu tío el otro día al ir por ti y bueno... a las descerebradas las conozco de antes. No me preocupa.

─Marina y Elise no son descerebradas...

─Si, si. Lo que digas. Me vale.

Chay inhaló todo el aire que pudo, y antes de recoger su brasier que se encontraba sobre la cama se dispuso responder.

─Está bien, acompáñame. ─musitó, algo cabreada mientras le veía tomar una toalla. Él le sonrió de lado, como siempre solía hacerlo─ Pero te quedarás afuera y no te quejes luego, yo ya te lo advertí.

Tobirama dio un paso más antes de frenar y quedar frente a la morena. Luego, con esa sonrisa gloriosa y lasciva besó sus labios suavemente. Cosa que ella no negó.

─Tomaré los riesgos.

Entonces, de esa manera logró convencerla un poco. Aunque Chay seguía estando insegura, la vida de su madre era mil veces peor que la de su padre ¿Por qué tenía que coger el teléfono?

Tal parecía que la mala suerte siempre estaba de su lado. Siempre.

─Quédate aquí, veré si Hani está en casa y si no lo está... te dejaré entrar, ¿vale?

El susurro de la pelinegro se hizo bastante audible en los oídos del Senju, justo cuando fueron a parar en una enorme casa de tres pisos que se encontraba tras unas rejas negras y larguiduchas. Era una casona demasiado lujosa, nada parecido a lo que era la vivienda de ella en Wurzland junto a su padre.

Incluso su casa nueva.

─¿Quién es Hani? ─soltó él, su nariz levemente arrugada ante la confusión. Ella parecía muy nerviosa.

Chay suspiró, alzando sus hombros mientras con sus llaves abría el gran portal negro.

─No quieres saberlo...

La morena ingresó al anti jardín que había alrededor de la enorme casa, dejando así a Tobirama algo confundido fuera de las rejas. Este observando todo a su alrededor sin mediar una palabra. Se le hacía todo muy extraño.

─¡Chay, has llegado! ¡Chayita mi tetitas chicas!

Tal fue el grito chillón de una mujer lo que acaparó toda su atención, y por como ella sonreía pudo saber de sobra que se trataba de su madre. Esos orbes eran exactamente iguales, y los labios finos también. Ella lucía demasiado joven y muy sofisticada para como la describía Chay.

─Mamá... ─reprochó la menor, intentando que bajase la voz desde la entrada. Su mirada yendo de re-ojo al hombre que tenía fuera.

Aunque la mujer frente a ella no pudo no seguir su mirada, la sonrisa ensanchándose aún más al ver al tan 'famoso' Tobirama Senju del que ella siempre hablaba.

─Oh... así que él es Tobirama. ─murmuró ella, relamiendo sus labios mientras le observaba de pies a cabeza con un deje de lujuria─ No está nada mal, Chay. Gracias a dios cambiaste esos gustos horribles, mira que con el otro... ugh ¿Qué tan grande la tie...

─¡Mamá! ─exclamó, cortando por completo sus palabras. La mujer frente a ella solo soltó unas cuantas risas e hizo señas de acercamiento al muchacho de cabellos grises─ Que no, no lo llames... ¿Está Hani en casa?

La mujer de ojos castaños frunció el seño, sin observar a su propia hija mientras insistía en hacer señas al muchacho.

─Sí, pero está en su cuarto y dudo que salga. ─respondió, esta vez sonriendo al notar como el peligris se acercaba a ambas en la entrada─ ¿O quieres que la encierre? Si eso quieres yo pue...

─No, no. —negó ella de inmediato─ Me basta con que no salga. Realmente Tobirama me gusta y no quiero...

─Tranquila, intentaré mantener mi puta boca cerrada. No quiero ser como tu padre y... ¡Hallo, Tobirama! 

El albino alzó su mano en señal de saludo, aunque antes de que pudiese responder el saludo, la mujer ya se había lanzado a sus brazos para apretujarlo y besar su mejilla cariñosamente. Chay se tomó la frente ¿Qué no quería ser como su padre? Ella era diez veces peor.

─Mmm... ─murmuró la mujer─  Estás  demasiado apretado y atractivo, perfecto para mi hija, ¿quieres quedarte? Ya tenía casi listo el almuerzo.

Tobirama se soltó de ella, soltando así también una leve sonrisa nerviosa mientras observaba de re-ojo a la menor. Aún así, más que incomodidad le causaba gracia. Su madre era una confianzuda ¿Y qué? A él poco le importaba.

─No me importaría, eso si a Chay no le molesta... ─respondió, a lo que la pelinegro se iba a quejar una vez más.

Pero quedó con la palabra en la boca.

─No, a Chay no le molesta. ─cortó la insinuación de palabras de su hija con una enorme sonrisa— Adelante, pasen pasen... y no seas tan formal Tobirama, quien sabe te llevo solo dos años. beeil dich y no te preocupes por nada, mi hogar es el tuyo. Soy Krishna.

─Un placer... ─murmuró, queriendo reír al ver como la mujer prácticamente les empujada dentro de su hogar.

Chay observó el reloj en cuanto ingresó a la vivienda, solo quedaba media hora antes de las dos. Ya le bastaba con tener al hombre de sus sueños dentro de la casa de su madre para luego tenerlo junto a Obito y Zoro, quien de por sí no se llevaba muy bien con el albino. Y no, no tenía mucho que ver con ella.

Por culpa de Tobirama, el azabache sufrió bastante en su adolescencia. Aunque tampoco lo culpaba del todo, porque Obito solía buscarse los problemas por si solo. Siempre fue así, al menos desde que comenzó a salir con ella.

Suspiró ¿Por qué seguía pensando en él?  Ya tenía que dejarse de estupideces o Itachi se saldría con la suya, otra vez.

─¡Chay! 

La voz de un pequeño de ojos grandes y azulados se hizo presente en la habitación, saltando a las piernas de la muchacha enseguida. Cosa que la pelinegro agradeció y a la vez no, quitando al pequeño de inmediato. Pues, ya venía el otro.

¿Acaso nada podía ser peor?

─¡Estúpida, ya llegaste! ─la voz del otro, este era un poco más grande que el de ojos grandes y azules. Sus ojos verde siendo demasiado hermosos y su cabello castaño haciéndole juego.

Cole y Nate no eran sus hermanos. Simplemente eran los hijos de su madre con dos hombres diferentes. Ella nunca les tuvo un tipo de apego especial, pero solo eran niños y los niños no tienen la culpa de lo que hacen los padres ¿Verdad?

Uno de diez años, y el otro de séis. Unos críos.

  ─Sí... ya llegué. ─bufó, intentando sonar algo agraciada. Aunque no pudo, pues su madre conversaba demasiado bien con Tobirama en la cocina.

Incluso si el albino la observaba de vez en cuando para guiñarle un ojo o algo parecido. Marina se moriría al contarle sobre aquello, pues para ella ningún hombre era digno de su amiga. Pero al parecer, Tobirama sí lo era.

El almuerzo estaba listo, la madre ya había puesto por completo los cubiertos y platos para que pudiesen comer como corresponde. Sin dejar al pobre peligris ni un solo segundo, o siquiera a su propia hija. Pues, cada vez que podía decía algún improperio con lo que respectaba a los pantalones del muchacho o a la relación íntima de ambos.

Poco le importaba que estuviesen en la mesa.

Pero Chay no podía reclamar mucho ante ello, pues a su madre no había que cambiarla. Solo quererla y lo había aprendido con los años.

─Chay, hoy viene Zoro, ¿verdad?─habló el pequeño Cole, su boca muy manchada con la salsa pero entusiasmada─ Al puto le tengo que dar unas buenas cache...

─Cole, cierra el hocico ¿Vale? ─bramó la mujer mayor, al ver el rostro frustrado de Chay mientras comía por sus palabrotas ¿Desde cuándo un niño de séis años habla así?─ Zoro vendrá pero no se va a quedar para que vengas a montarle la bronca, se irá con Chay porque tiene que ir a un cumpleaños.

─¡¿Un cumpleaños?! ─exclamó esta vez el de ojos verdes, Nate─ ¡¿Por qué mierdas Zoro va a cumpleaños y yo no?!

─¡Que se callen joder, tenemos visita por dios! ─reclamó la madre, esta vez estampando su puño sobre la mesa para detonar el silencio de ambos.

Tobirama no dijo palabra alguna, pero sin duda estaba sorprendido por mucho que no lo demostrase. La chica no bromeaba al advertirle sobre su madre, o su familia. Aunque la suya tampoco era muy normal a decir verdad. Solo por ello estuvo comiendo en silencio al igual que su chica.

Ya le bastaba con todo lo que había hablado con Krishna Weber en la cocina.

─Que le den, si Hani lo ve se lo come o le mete un cuchillo.

Tarde, tarde para advertir el golpe con el cucharón en la cabeza de Nate. Enseguida Chay comenzó a toser de la sorpresa por sus palabras y Tobirama palmeó su espalda un par de veces. Sin duda alguna aquellos chicos habían ido muy lejos con un comentario así. Hani estaba enferma, sí. Pero tampoco era un animal.

─¡¿Por qué putas hiciste eso mamá?! ¡Sabes que es cierto!

─¡Nada de eso es cierto, ya, te me vas a tu cuarto que si sigues diciendo esas tonterías yo...

─Mamá...

El corazón de la morena comenzó a latir con fuerza, y no pudo evitar el tomar la mano de su hombre. El cual parecía bastante tranquilo a pesar de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor con los dos pequeños. Pero lo que la tenía de esa forma fue la figura larguiducha y pálida en la puerta de una habitación, pues ella estaba golpeando su cabeza con su mano mientras les observaba comer.

Su madre, instantáneamente se puso de pie y corrió hacia ella. Se trataba de Hani.

─¿Ch-hay vino? Wow... ─murmuró la chica de orbes castaños, Hani─ ¿Con cuantos vino? ¿Diez? Jodeeeer, mi abuela me lo dijo. Ellos vendrían. Estaba segura y oh, sorpresa, uno tiene un arma y el otr...

─Hani, debes ir a la cama. ─gruñó la mujer con algo de empatía, empujando levemente a la chica hacia su cuarto y esta se tensó─ Vamos, ellos quieren que vayas. Chay irá a contarte un cuento luego y...

La pelinegro no lo aguantó más y se puso de pie, tomando así la mano firmemente de Tobirama. El cual no comprendía mucho todo lo que estaba ocurriendo con aquella chica. Los pequeños en cambio se mantuvieron ahí, estáticos esperando a que Hani volviese a su habitación para seguir comiendo.

─Chay...

─Por este tipo de cosas no quería traerte, Tobirama. Sé que está mal tenerle miedo pero... joder. ─comenzó a hablar la menor desde el salón principal─ Ella padece esquizofrenia crónica o no sé lo que es en verdad, pero es de la peor y sé que está mal ver a las personas por sus patologías porque yo intenté llevarme bien con ella pero...

─¿Es otra de tus hermanas? ─preguntó, frunciendo levemente el seño mientras observaba de re-ojo hacia la cocina.

Chay negó con su cabeza. Esta vez dispuesta a explicarle el caso de la chica que había en aquella lujosa casa. Resulta que, Hani Schneider era nieta de una abuela demasiado millonaria. Ella les arrendaba piezas a la pareja (madre de Chay y su pareja) por un bajo costo, pero luego de unos años la anciana enfermó y en su testamento dejó en claro que el hogar y los bienes quedarían con quien se hiciera cargo de su nieta. Y aunque Chay nunca estuvo de acuerdo con las decisiones que tomó su madre, ella no pareció escucharla y su novio Derek tampoco.

Al menos los bienes fueron para ellos, pero a precio de cuidarla.

─Ya veo... ─murmuró Tobirama, con una leve mueca algo apenada.

─Ella es amable, en serio lo es. Yo suelo jugar con ella a veces pero el otro día intentó acuchillarme y pues... —Chay suspiró— No es que le tema por estar enferma y esas cosas pero después de ese incidente yo...

─Tranquila, entiendo. No tienes por qué lamentarte. Es...

El timbre de la puerta resonó en todo el lugar de pronto, no dejando al albino continuar con su sentencia. Entonces la azabache posó su vista en el reloj y se extrañó al ser demasiado temprano. En definitiva, todo iba de mal en peor y no lo encontraba justo. Menos luego de la hermosa noche que había pasado junto al peligris en su apartamento.

Tobirama tensó su mandíbula en cuanto Chay abrió la puerta, sobre todo al ser recibida a brazos abiertos por su pequeño hijo con mucho entusiasmo. Quien esta vez traía un nuevo juguete en manos ¿Vegetta? Ella no podía estar segura, pero eso poco le importaba.

Obito venía con él.

─¡Mamá, mira mira! ¡Mamá Mikoto me lo ha regalado! ─exclamó el pequeño, haciendo muestra de su nueva figura y ella le sonrió. Esta vez dejando pasar al otro azabache, quien solo saludó de beso en la mejilla a la mujer.

─Llegaste temprano, no es usual en ti. ─por poco murmuró Chay, observando el rostro algo cansado de Obito y este solo soltó un bufido mientras colgaba las llaves de la camioneta en la pared.

─Tú querías que estuviera temprano para el cumpleaños de Naruto, ahora no te quej...

Su frase se cortó a la mitad justo cuando notó la presencia del peligris afirmado en la otra pared a brazos cruzados, su mirada bastante tranquila frente a la escena de los tres y sobre todo en el pequeñito.

Aunque Zoro no era conocido por ser alguien que callase sus pensamientos.

─¿Y tú quien eres? ─soltó al verle, ladeando levemente la cabeza─  ¿Eres primo de Kakashi? ¿Por qué tus ojos son así?

Tobirama soltó una leve risa, alzando ambas cejas y la pelinegro también rió. Él no tenía pelos en la boca.

─No, soy Tobirama un amigo de tu madre. —respondió al confundido azabache─ Tú eres Zoro, ¿no?

El pequeño se llevó ambas manos a la boca al oír su respuesta, para luego voltearse hacia sus padres con mucha sorpresa y entusiasmo.

─¡Es un adivino! ¡Se sabe mi nombre! ¡Mamá me compró un adivino!

Chay no pudo evitar reír, y Tobirama tampoco. Él era tan inocente y tan ingenuo, que no podía medir los ambientes tensos que se podían formar luego de aquello por culpa de su padre. Pues, Obito enrodó sus ojos y quitó la gorrita de lana que el pequeño traía sobre su cabeza.

─No es un adivino Zoro. ─dijo─ Solo es un atrapa delincuentes. No lo mires mucho.

El rostro entusiasmado del pequeño cayó al suelo, la decepción siendo bastante notoria en sus orbes por ello. Le hacía alusión tener un adivino en casa de su abuela.

─Qué hay, Tobirama. —habló esta vez el azabache, saludando de apretón al de cabellos grises solo por educación.

─Es bueno verte, ¿cómo está Izuna? ─respondió Tobirama, a lo que Obito soltó un suspiro mientras se lanzaba al sofá.

─Estudiando, como siempre. ─dijo, esta vez tomando su teléfono para no tener que seguir hablando con él.

Chay tomó su frente unos segundos, mientras observaba como el pequeño recorría el salón en busca de algo. Enseguida, su madre apareció en el lugar junto a los otros niños. Ellos no dudaron en tomar a Zoro del pie en cuanto le vieron para hacerlo caer de trasero con el suelo. La pelinegro no demoró en correr hacia él, sus hermanastros eran unos brutos.

Y no es que Zoro no lo fuese, pero Nate y Cole estaban a otro nivel.

─Cole, Nate. ─gruñó ella, tomando la mano inocente de Zoro para ponerlo de pie─ Él no es un juguete para que lo tiren así al suelo ¿Vale?

Nate bufó.

─Eres una aburrida.

─¡Hey, mi mamá no es una aburrida! ─se quejó el pequeño azabache, frunciendo el seño mientras le apuntaba con el dedo.

─¡Si que lo es! ─defendió esta vez Cole.

─¡Que no!

Zoro pretendió soltarse de la mano de su madre, solo para correr en busca de propinar algún golpe a su tío Cole. Aunque tuviese casi su misma edad, seguía siendo su tío pero no le agradaba. Más si insultaba a su madre de esa forma.

Obito alzó un poco la mirada, observando la escena sin decir algo.

─Ya, Zoro. ─regañó la morena, esta vez caminando hacia un costado de Tobirama junto al pequeño que sacaba la lengua a los otros dos. Estos sacaban su dedo medio.

Pero el pequeño no lo haría, no en frente de su padre.

─¿Y tú? ¿Me trajiste lo que pedí o no?  ─soltó la mujer azabache de nombre Krishna hacia Obito de pronto, quien al oír su voz despegó por fin su vista del teléfono o de la escena anterior─ Mira que si no, te saco a patadas de esta puta casa.

El albino, quien ya estaba comenzando a sentirse algo incómodo se sorprendió ante el mal trato que tenía la confianzuda alegre sobre Obito. Aunque bueno, no podía culparla. Ella solo defendía a su hija. A su manera pero lo hacía.

Como también lo hacía Marina, Elise y hasta Andrea muchas veces cuando iba de visita por Izuna.

─Sí, está en la camioneta. ─respondió él, como si ya fuese normal la relación que llevaba con aquella mujer─ Cuando me vaya se la entrego.

─¿Y pretendes irte ahora no? Sería ideal, mira que Chay y Tob...

─Mamá, ya, ─por fin metió su lengua la azabache, cortando de inmediato su frase─ no te ha hecho nada. No seas así.

La mujer pretendió responder en negativa, si no fuese porque Tobirama habló primero.

─Además yo ya me iba, tengo que ir a ver a mi familia mas tarde. El almuerzo estuvo fantástico, eso no lo dude.

El rostro de Chay se decepcionó, pues no quería que se fuera. Pero no había de otra, porque ya mas tarde tenía que volver a Wurzland por el cumpleaños de su primo y así Obito no lanzaba algún comentario hacia él.

Aunque no lo vería en quizás cuanto tiempo más. Ella lo extrañaría.

─¿Qué? ─bramó la madre de Chay─ No, pero si aún...

─Lo siento, de verdad debo irme. Fue un gusto, señora Weber. ─ella le lanzó una mirada algo amenazante, señalando con sus dedos por como la había llamado. A lo que él soltó una pequeña risa─ Krishna.

Ahora ella le sonrió siendo cómplice. Chay se sintió algo incómoda, y más sabiendo que tenía la mirada de re-ojo del azabache mayor sobre ambos. Pues, le vio arrugar su nariz cuando el peliplata se despidió de su hijo y la pelinegro.

Aquel beso en la entrada él no esperaba verlo. Menos que tocase a su propio hijo ¿Así es como se sentía Chay? Solo por ello mantuvo silencio y evitó un pleito frente al hombre de cabellos grises.

─Mamá... ¿Por qué besaste a otro hombre? ¿Era tu novio? ─soltó el pequeño Uchiha en cuanto volvían al living junto a Obito, quien había vuelto a posar su vista en el teléfono.

Krishna había vuelto a la cocina para regañar a sus hijos que habían roto unas copas de vidrio, aunque sobre todo era porque no le agradaba la presencia de Obito Uchiha y no podría contenerse con sus comentarios hacia él.

Solo por Chay, ella se hacía a un lado.

─Pues... algo así Zoro. ─respondió, un tanto avergonzada─ ¿Por qué? ¿Te agrada?

El pequeño se llevó la mano al mentón, pensativo antes de asentir con su cabeza.

─Sí, si... ─dijo─ Pero me gusta más papá.

Chay enrodó sus ojos al oír aquello y más al escuchar la risa burlona del otro azabache.

─Así se habla campeón. ─aduló a su propio hijo el moreno, esta vez quitando su vista y la mano de su teléfono para generar un puño amistoso y burlón a Zoro.

Él se soltó de su madre enseguida para compartir el puño de Obito con alusión y Chay soltó un bufido, esta vez sentándose a un costado del azabache con su rostro algo cansado. Su ex novio era un idiota.

─¿Qué te pidió mi madre? ─preguntó, su mirada fija en sus pies mientras él desordenaba el cabello de Zoro y este se quejaba.

─Joyas, nada importante ¿Por?

─Preguntaba solamente...

Un silencio inundó el salón principal, ninguno decía palabra alguna y solo los sonidos del pequeño Zoro jugando con su nueva figura de acción eran audibles. Él parecía tranquilo, algo demasiado extraño para ella debido a que Zoro no era conocido por ser alguien así. Zoro era inquieto, y muy hablador.

Por ende, quiso cuestionar a Obito su actitud tranquila. O al menos lo intentó hasta que el azabache se decidió por dejar el teléfono a un lado y conversar un poco con ella antes del reproche. Lo necesitaba.

Él tenía que decírselo.

─Fugaku encontró falopa en Sasuke, ¿te suena familiar? ─soltó, dando un bufido algo cabreado ─ No fue una escena agradable de ver.

─Ese Hidan, le dije que no metiera a Sasuke en sus mierdas. —respondió ella, algo cansada dando un suave suspiro─ Ya se me hacía extraño el que llegaras temprano y tan así de mamarracho. Era porque solo querías salir de ahí.

─Sí... ─murmuró, soltando un suspiro antes de tirar su cabeza hacia atrás─ Lo peor de todo es que Zoro estaba ahí y... no quiero que vea esas cosas ¿Sabes? Ya suficiente tiene con tu padre e Hidan.

─Yo también trato de sacarlo a menudo por eso mismo, pero al parecer el círculo siempre es el mismo, ¿no crees? ─agregó ella─ Jode.

Obito tragó saliva, esta vez pasando su mano por todo su rostro con frustración antes de observar a Zoro y luego a ella. Chay no pudo evitarlo pero dio un abrazo al azabache, uno cálido y suave. Cosa que él no negó, pues solo se quedó ahí, estático por unos segundos antes de corresponder.

Ese aroma...  

─¿Sabes? El otro día me depositaron el sueldo, y quería sacar a Zoro al cine hoy antes de traerlo pero por lo del cumpleaños de Naruto no estaba seguro.   ─dijo, una vez se separaban y él no pretendía hablar más del tema. Con ese abrazo era más que suficiente.

Ella medió una leve sonrisa, asintiendo de inmediato con su cabeza.

─Llévalo, el cumpleaños es a las séis. Si lo traes a las cinco alcanzo de sobra a llevarlo a Wurzland.  ─respondió, causando una leve sonrisa en el moreno─  Le sentará bien despejarse de la escena que vio antes de venir, que supongo no fue muy buena.

Él alzó sus hombros, esta vez soltando una leve risa sin dejar de observar al pequeño que jugaba en su propio mundo.

─¿Quieres ir? ─preguntó de improviso, cosa que a ella le tomó por sorpresa─ Dudo que quieras quedarte aquí cuidando a Hani luego de lo que ocurrió la vez pasada y...

─No, no es necesario. Vayan ustedes. ─respondió ella, demasiado sorprendida y en negativa─  Yo estoy bien corta de dinero ahora y...

─No me molesta, en serio. ─insistió el azabache, aún con esa leve sonrisa sobre ella─ Vamos, Negra. Despéjate un momento y por el dinero no te preocupes, estuviste toda tu adolescencia dándome tus cosas. Una salida al cine no te hará mal.

Chay suspiró, observando a Zoro unos segundos antes de sonreír sin mostrar sus dientes y alzar sus hombros. Después de todo, solo era una salida, ¿no?

Hallo, ¿qué película desean ver?  ─la muchacha tras la cabina les sonrió a los tres, su gorra demasiado vieja pero nada desagradable. Ella lucía de unos quince años y demasiado amable.

Enseguida, antes que Chay pudiese mirar los horarios de las funciones sobre su cabeza en la cartelera para decidir, Obito ya había respondido por ella.

─Los minions. ─dijo, sacando su billetera a la vez que el pequeño Zoro saltaba de entusiasmo a un costado de su madre.

─¡Si, amo a los minions! ─exclamó, a lo que Chay solo soltó una pequeña risa  mientras Zoro abrazaba las piernas de su padre— ¡Minions!

─La función comienza a las cinco y termina a las séis treinta, ¿paga en efec...

─¿Qué? ─soltó la pelinegro, bastante sorprendida al ver como a Obito no pareció importarle el horario─ No, espere. Veremos Cars.

La muchacha tras la cabina frunció el seño, esta vez observando la pantalla de su computadora para poder hacer una nueva boleta. El azabache levantó sus brazos con desconcierto y Zoro soltó un quejido.

─Joder, no. —dijo─ Zoro quiere ver los Minions, ¿por qué le meterás a ver Cars? Esa película es inútil. ─insistió hacia la de cabellos ennegrecidos, luego posó su vista en la chica de la cabina un tanto cabreado─ No la escuche, veremos los Minions.

Nuevamente, la chica de la cabina frunció el seño con frustración y comenzó a cambiar la boleta de la película. Zoro no comprendía mucho de lo que estaba ocurriendo pero él sí quería ver los Minions.

─Que no, Obito. ─soltó Chay─ Esa función es muy tarde, no alcanzaré a llegar a Wurzland y mi tío se molestará si no hago presencia. Cars está siendo emitida ahora, ¿qué problema hay con esa película?

Obito ignoró por unos instantes la voz firme de su ex novia para entregar los billetes hacia la chica, aunque luego se volteó hacia Chay y respondió con su nariz arrugada.

─A Zoro no le gusta.

─¿A Zoro o a tí? ─gruñó ella, bastante desconcertada ante su falta de interés en lo suyo. Pues no lo encontraba justo, no luego de escuchar sus problemas como solía hacerlo siempre─ Obito, que no. No entraremos a ver esa maldita película.

La chica de la cabina estaba a punto de cortar su boleta, si no fuese por la voz algo cabreada y desesperada de la azabache. Obito se tomó la frente y Zoro tan solo se mantuvo en silencio, aún abrazando las piernas de su padre.

─Veremos Cars, no los Minions. ─espetó Chay con firmeza, a lo que la chica de gorra asintió algo cabreada por la enorme fila que se estaba formando tras la parejita.

Obito soltó un bufido, aún más cabreado que antes.

─Mamá, yo quie...

─Chay, ¿realmente tienes que hacer esto justo ahora? ─gruñó Obito por lo bajo, cortando las palabras de Zoro y nuevamente acercándose a la cabina─ Señorita, ¿qué parte de no la escuche no entiende? Quien paga soy yo, así que solo corte la boleta e ignore a esta mujer.

─¡Obito! ─exclamó Chay, ya bastante cabreada con su actitud relajada y su falta de interés— ¡¿Por qué tienes que ser así, joder?!

─Calla, estamos en público por dios. ─dijo él, su voz algo baja y entredientes hacia ella mientras recibía la boleta junto al vuelto─ Gracias.

─¿Qué película vamos a ver entonces? ─preguntó Zoro, bastante confundido hacia el rostro molesto de ambos.

La pelinegro chilló internamente, mientras tomaba fuertemente la mano de su hijo para quitarlo de dónde estaba. El cual solo observaba como ambos parecían no llevarse tan bien como pensaba hace unos minutos, aunque para él era algo normal. Pero no por eso tenía que gustarle. Sí, solo tenía cinco años pero también sabía que esas peleas no eran bonitas.

No le gustaban las peleas. Solo las de Dragon Ball Z.

─No puedo creer que te hayas pasado por el culo el cumpleaños de mi primo, eres increíble. ─gruñó la azabache, caminando a paso rápido con Zoro a rastras por el centro comercial. Obito la alcanzó enseguida.

─Oh vamos, puedes ir mañana. ─se excusó─ Hoy tengamos algo de tiempo en familia, ¿verdad que si, Zoro?

Zoro iba a responder, pero Chay no se lo permitió. Frenando el paso unos segundos y haciendo que este por poco cayera de cabeza.

─Wow wow, casi. ─se dijo el pequeño, sus orbes bastante abiertos hacia el suelo.

─Me aseguraré de decirle a Shisui o a Kakashi que te plante bien la bronca por esto, ─bramó ella con mucho enfado─ si tu madre no estuviera molesta conmigo también se lo haría saber y no te digo más solo porque estamos en un lugar público y frente a Zoro. Pero que lo sepas, estoy muy muy molesta contigo.

El moreno soltó un bufido, enrodando levemente los ojos al oír sus reproches.

─¿Y cuándo no lo estás?

─Eres un maldito capullo. ─gruñó ella una vez más, sin querer observarlo y volviendo a la caminata rápida. El azabache soltó una pequeña risa— ¿Qué es tan gracioso?

─Pareces una ardillita como las de Alvin y las ardillas, pero molesta. ─comentó con cierta gracia y luego soltó un suspiro cabreado─ Ya me acostumbré a ello, Negra. Así que ahora solo me río porque sino terminamos discutiendo de nuevo.

─¿O sea que evitas las peleas riéndote de mi?  

Obito arrugó su nariz, pensativo ante su pregunta sin saber cuál era la correcta. Ambos sin dejar de caminar con Zoro prácticamente corriendo a un lado de su madre.

─Se podría decir que si. ─respondió, segundos antes de frenar al costado de una tienda de calzado. Chay no lo comprendió y Zoro tampoco─ ¿Quieres pasar a ver algo? Yo invito.

─Papá, yo quie...

─Aún quedan unas horas antes de la función, no me molestaría. ─insistió el Uchiha, ignorando por completo las palabras de Zoro una vez más.

La pelinegro entrecerró sus ojos, pues se le hacía bastante extraña la actitud que estaba tomando Obito. No confundan, él era así con ella muchas veces y la mayoría de cosas que tenía se las había regalado él, pero cuando eran novios. No tenía sentido que lo hiciera ahora y más estando molesto con ella.

Ya llevaba un año y medio con Rin ¿Por qué se comportaba de esa manera con ella?

─¿Qué tramas? ─preguntó ella, confundida mientras le analizaba─ No me vas a comprar con eso.

─Nada, ¿por qué habría de tramar algo?

Entonces, tras un suspiro y pensarlo bastante la mujer aceptó. No quería comprarse algo a decir verdad porque prefería valerse por si sola, pero no estaba de más mirar o vitrinear. Más si Obito estaba así de accesible. Aunque a Zoro no le gustó la idea, él no quería mirar zapatos.

Ningún niño de cinco años querría.

Así como pasaron los minutos, también lo hicieron las horas. Aún le quedaban unos cuantos minutos antes de la función. Los tres parecían estarlo pasando demasiado bien luego de aquella diminuta pelea. Sobre todo el pequeño que veía a sus padres en buena racha. No fue hasta entonces cuando estaban dentro de una tienda de calzado que el azabache decidió proseguir con su conversación.

Zoro se entretuvo corriendo por todos lados como si fuese alguien a quien no sacaran nunca de su hogar. Ya lucía animado como de costumbre, eso alivió de sobremanera a ambos.

─Esos te quedan bien. ─soltó Obito, notando como ella se había probado una especie de tacón aguja─  Hace mucho no te veía con tacones.

─Me incomodan, ─se quejó ella, ignorando el comentario del azabache─ mejor me probaré unas zapatillas.

Entonces, tras inhalar todo el aire que pudo, soltó las palabras que quería decir con tanto anhelo a alguien que no fuese de su familia junto con un suspiro. Después de todo, Chay siempre lo escuchaba.

─Voy a dejar la carrera.

Chay frenó sus movimientos antes de tomar otro par de zapatillas, volteándose ante él algo confundida y perpleja por sus palabras.

─¿Qué? Pero si solo te quedan dos meses, Obito no puedes dejarlo ahora. —dijo— ¿Es una broma?

Él alzó sus hombros, su mirada contrastando con el suelo como si estuviese en un mogollón de estrés descomunal.

─No me gusta, no es lo que quiero hacer.   ─respondió, rascando su nuca con algo de incomodidad─ Si me metí en ella fue por el dinero, mi madre me presionó luego de... ya sabes y pues, no quiero trabajar en eso.

─¿Y pretendes trabajar en la mueblería toda tu vida? ─soltó ella, a lo que este bufó─ Obito, no te estoy reprochando. Solo te lo pregunto para que pienses bien lo que vas a hacer. No estudiaste dos años por nada.

─Es obvio que no me quedaré ahí toda la vida pero joder. No me gusta. —dijo, a brazos abiertos─ Odio los hospitales, las agujas y a la gente enferma. Tú bien lo sabes, ¿cómo pretendes que trabaje en un lugar así?

Chay dio un suspiro, esta vez sentándose a su costado para tocar su hombro con simpatía e intentando comprenderlo.

─A lo mejor solo tienes miedo. —dijo— Porque has llegado muy lejos para tirar todo a la borda así como así. Además, me da temor lo que Fugaku pueda hacer si se lo dices de esa forma.

─No es eso, ─dijo, quitando la mano suavemente de su hombro─ Rin dijo que...

─¿Ahora vas a escuchar todo lo que ella te diga no? ─bramó la mujer, sin pensar mucho en lo que estaba diciendo— Piensa en ti, joder.

─Ella sabe más que yo, Chay. ─intentó explicar─ Dijo que quizás mi fuerte no era ese y...

Tras oír esas palabras, la pelinegro volvió a ponerse de pie para tomar el calzado e ignorar sus palabras con un suspiro. Si Rin era la verdadera razón por la que Obito quería dejar de estudiar, ella no lo aguantaría. Chay sabía por todo lo que Obito pasó durante muchos años y que una cualquiera venga y le tire todo por la borda no era agradable.

No eran celos, era preocupación por Obito.

─¡¿Por qué no solo puedes apoyarme, joder?! ─exclamó él, bastante cabreado mientras se ponía de pie y tomaba su brazo al notar que esta no lo estaba escuchado. Alarmando a más que algún cliente— ¡¿Es porque si lo dejo quedarás sin dinero no es así?!

Zoro le escuchó gritar desde dónde estaba y corrió enseguida hacia ambos, su rostro mostrando cierta angustia al notar el rostro enfadado de su padre.

─Obito, ahora yo te digo que estamos en público, ¿vale? ─gruñó ella, notando la mirada de algunos curiosos y sintiendo un poco de vergüenza.

El azabache presionó su mandíbula y observó a sus alrededores, notando de sobra que ella tenía razón por primera vez en toda su vida. A lo que solo soltó su brazo y pasó su mano por todo su rostro. Estaba frustrado, y mucho.

Odiaba que no lo escucharan y más si no le prestaban atención.

─Y no es por el dinero, a mi me vale lo que estudies o lo que ganes. ─volvió a hablar ella, su semblante demasiado serio para el gusto de cualquiera─ Es porque te has esforzado tanto para que una cualquiera venga y te tire todo lo que has logrado por la borda. Si vas a dejar algo, que sea por ti. No por ella.

Obito no respondió, simplemente se quedó estático frente a ella con su rostro demasiado cabreado. Tenía muchas ganas de decir varias cosas, pero no era el momento ni el lugar adecuado. Aún así le jodía que ella siempre terminara ganando todo.

Todas las discusiones se salía con la suya.

─Te. Detesto. ─gruñó él, acercándose a ella para quedar a solo escasos centímetros de su rostro con un deje intimidante. Chay no doblegó su postura y le dio un leve empujón.

─Es mutuo.

Ambos estuvieron así, discutiendo no a tan gran escala como unos completos críos mientras ella se probaba uno a dos, a tres calzados diferentes solo para llevarle la contraria a que salieran luego de esa maldita tienda. No fue hasta que Obito ya se cansó, que terminaron por fin su discusión vaga e inútil.

Ya no había caso que siguieran, solo se amargarían más la vida y ninguno quería eso.

─A todo esto, esas se te ven bien. ─bramó, para luego dar un suspiro al notar que ella no respondió─ Llévatelas, tómalo como un regalo de paz. Ya no más discusiones.

La mujer se volteó, aún con su seño fruncido pero sorprendida. Aquellas zapatillas eran hermosas, pero demasiado costosas. No se lo iba a permitir.

─¿Me has peleado desde que salimos y ahora piensas hacer una tregua con unas zapatillas? ─dijo, desconcertada.

Obito alzó sus hombros, volviendo al puesto dónde estaba sentado antes para dar un suspiro.

─Sí. —respondió─ Ya estoy cansado, además salimos juntos por Zoro, no creo que sea agradable para él estar con sus padres peleados, ¿no crees? Al menos a mi no me gustaba. No quiero cagarla.

Chay dio un último suspiro, él tenía razón. Zoro no se lo merecía, incluso si esta vez había sido el azabache quien comenzó.

─A mi tampoco. ─dijo, quitando las zapatillas de sus pies─ Tienes razón, pero no quiero las zapatillas. Mejor vamos a comprarle un helado o...

Ella frunció el seño, frenando de inmediato sus palabras con algo de pánico al observar a su alrededor. Algo que Obito no comprendió mucho pero al ver su mirada en busca de algo por todas partes lo entendió y también entró en pánico. Zoro no estaba.

Zoro había desaparecido, y ninguno de los dos había sido capaz de darse cuenta.

// Espero hayan disfrutado de la lectura, esto es un mundo alterno pero igualmente pueden haber spoilers.

—o—

¡Hola! Finalmente he podido subir el capítulo cinco jajaj ¿Qué les pareció? A mi parecer está algo tranquilo y no se entiende, pero al menos ya conocimos a la madre de Chay y pues... Luego se irán entendiendo otras cosas que sucedieron en el pasado y así jaja.😘😂

En fin, espero les haya gustado y muchas gracias por leer de todo corazón, que tengan un lindo día💕💕

Adioosín💕💕

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