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8

Ante cámara del despacho del director, Hogwarts.
31 de Junio de 1995, 7:37a.m


-No lo quiero- dijo fácilmente Harry, mirando la túnica que el sastre le mostraba, ésta era de color marfil con detalles en rojo y dorado, junto a él estaban Molly Weasley, Sirius Black y Hermione Granger -No me gusta- el sastre casi parecía querer llorar, la sonrisa de Harry sólo se amplió mientras escuchaba los ruidos poco conformes de Molly. 

-Querido, debes tener una túnica para la ceremonia- había comenzado la mujer pelirroja.


-¡Cállate!- la cortó Harry, apuntando en su dirección con la varita y lanzando un hechizo silenciador -Nunca dije que no quería una túnica, dije que no quería ésta-


-Pero señor...- comenzó el sastre, tanto Harry como él ignorando las risas de Sirius y los gritos indignados de Hermione.

-No me gusta el color, señor ¿Rojo y dorado? ¡Absolutamente horrible!- exclamó horrorizado -Me gusta que sea color marfil, pero los detalles los quiero en verde esmeralda y plata, mi futuro esposo es un Slytherin ¿sabe? Me gustaría honrarlo- el sastre asintió, comprendiendo y anotando los cambios en un pergamino. 


-Lo tendré listo para el medio día- murmuró el hombre recogiendo sus cosas, antes de caminar hacia la red flú.

Una vez solos, Harry pidió a Dobby un desayuno completo dado que apenas había amanecido lo habían secuestrado; de nuevo, para llevarlo a probarse sus túnicas, ignoró las miradas penetrantes de los otros presentes mientras tomaba un delicioso té con sus tostadas.

-Harry...- Había comenzado Sirius algo incómodo, pero el chico lo ignoró, dando un mordisco a sus salchichas.


-Dobby- llamó el chico, interrumpiendo lo que sea que iba a decir el mago -Quiero que saques la vajilla Potter de mis bóvedas en Gringotts- comenzó, convocando un pergamino y pluma, donde escribió las instrucciones para los duendes y entregándosela al elfo -Lleváselo al Warlock, y ya sabes como limpiar esas bonitas copas para usarlas en la recepción de ésta noche- el elfo asintió, su rostro serio pero sus ojos tristes lo delataban mientras seguía las órdenes de su amo.



-Harry tenemos que hablar- ésta vez fue Hermione quien lo abordó -Y por amor a Merlín, ya quítale el hechizo a la señora Weasley- el chico bebió lo último de su té con un suspiro satisfecho.

-¿Me necesitan para algo más?- preguntó. 


-¿Qué?- lo miró confundida la que alguna vez creyó fue su mejor amiga, Harry la ignoró en favor de mirar con ojos muertos a su padrino, quien se removió bajo su mirada.

-No, no hay más hasta la tarde, cuando se realice la ceremonia- murmuró. Harry sonrió, pero no llegó a sus ojos.

-Perfecto, no me molesten hasta entonces- fue lo que dijo antes de marcharse del lugar. Sirius hizo un sonido ahogado realmente triste mientras salía de la sala, pero no provocó nada en el menor. 



El resto del día pasó en un suspiro, Harry fue a despedirse de la salita y prometió que utilizaría su muerte como sacrificio para reforzar las salas del colegio, la magia dentro de Hogwarts pareció abrazarlo con cariño antes de que saliera de nuevo de la habitación hacia los pasillos del séptimo piso donde Sirius lo esperaba.


-¿Emboscarme? Wow éso es tan de ti, ¿no tienes otras personas que aterrorizar por ahí?- preguntó mientras pasaba de largo, en las últimas horas había aprendido cosas verdaderamente terribles de su padre y padrino, podía entender tan bien los sentimientos de Snape ahora-Aunque lo admito, has mejorado, al menos ya no son cuatro contra uno- continuó, sin admitir la serie de cosas que sabía de sus días de reclusión en la pequeña salita de cosas que iban y venían, ignorando tranquilamente al hombre que lo seguía en silencio -Me pregunto si Pettigrew aprendió sus formas rastreras de ti- y rió con una carcajada demente cuando esquivó un hechizo de color sospechosamente rojo que venía desde atrás suyo.


Se giró para mirar a Sirius quien lo veía con enojo apenas retenido, pero luego pareció volver en sí cuando tuvo en cuenta que apuntaba con su varita a su ahijado en pleno pasillo, un pasillo vacío y a un niño desarmado.


-Lo siento yo...-


-Ahórrate tu mierda Black- su voz ni siquiera se oía enojada, la pequeña sonrisa en sus labios tampoco daba indicios de algún tipo de enojo, pero sus ojos... había un deprecio apenas velado allí -¿Qué es lo que quieres?-


- Yo...- comenzó el mayor, sin saber muy bien qué decir, Harry alzó una de sus cejas poco impresionado, simplemente negó con la cabeza para dar media vuelta y continuar caminando. -¡Estás siendo injusto con nosotros!- gritó en medio del pasillo.



-¿Lo estoy, Sirius?- fue la respuesta de Harry -Imagine que su única familia, su única conexión con sus padres reniegue de ti y te deje en las garras de un viejo de mierda para que te venda como esclavo a un hombre que te odia y que tiene la edad de tu padre- Sirius se estremeció al oírlo y luego sintió un malestar en el estómago a ver la sonrisa de Harry anormalmente amable y que no parecía desaparecer -Bueno, no es como si pudieras entender el concepto de amar a una figura paterna, ¿No? Siempre fuiste una especie de traidor, primero hacia tu familia, luego a la memoria de mis padres y luego a mí y nuevamente a mí- se encogió de hombros antes de volver a continuar su camino, ésta vez Sirius no lo detuvo, aunque sus sollozos comenzaron a escucharse poco después en el solitario pasillo.





Una pequeña nota fue entregada por un elfo doméstico cuando llegó el momento, su ceremonia de enlace estaba prevista para las cinco de la tarde y una pequeña recepción luego de ella, le informaron que sus túnicas fueron dejadas en su habitación en la torre de Gryffindor y agradecía que al menos tuvieran la decencia de dejarlo sólo, ciertamente no creía poder aguantar otra sesión de alguien intentando disculparse sólo para echarle la culpa, de verdad, ésa era una disculpa de mierda.


A las cuatro de la tarde decidió darse una ducha rápida, poco después se dedicó a ponerse sus túnicas ceremoniales, le gustaban mucho cómo habían quedado, ciertamente eran un atuendo muy adecuado para morir, combinaba con sus ojos. A las cuatro con cuarenta y cinco minutos salía de la torre con dirección al segundo piso hacia el despacho de Dumbledore donde se realizaría el enlace, durante el camino se encontró con su prometido, quien lo miró de arriba a abajo con sus ojos negros repletos de tristeza.


Harry se compareció un poquito de él... y de sí mismo, pero no se detuvo en el sentimiento, sólo asintió rígidamente al hombre antes de marchar hacia la estatua de Griffin uno al lado del otro. Aprovechó la caminata para observar al hombre mayor que, pese a su rostro de funeral, se veía ciertamente guapo, su pantalón de vestir era de color negro mientras llevaba una camisa de algún tipo de tela delicada y vaporosa como la seda de color verde botella y un chaleco negro con algunos detalles en oro, sobre ella llevaba una túnica abierta de corte moderno de color verde más oscuro, un verde bosque lleno de sombras y oscuridad con algunos bordados en las mangas y el cuello también en oro.



Lo admitía, pese a su actitud, el hombre se veía impresionante, no era ciego... al menos no tanto, el chaleco acentuaba una cintura sorpresivamente pequeña y sus pantalones abrazaban sus largas piernas, su túnica se movía en el habitual frúfrú que siempre lo perseguía que ponía casi nostálgico a Harry.


En silencio habían subido por las escaleras de caracol y golpeado la puerta del despacho, al abrirse ésta, una sala ampliada con magia los había recibido, había varios sillones individuales y dobles repartidos alrededor de dos sillas altas frente a un escritorio libre de nada más que un cuenco y un contrato mágico vinculante de matrimonio.


-Vaya mierda- murmuró Harry en voz baja -Se supone que es nuestra boda ¿Quién los invitó?- preguntó ésta vez con la voz más elevada hacía el maestro de pociones que sólo atinó a darle una mirada en blanco mientras alguno de los asistentes se removían incómodos por su última  declaración. 

-Harry, Severus, mis muchachos...- comenzó Dumbledore tras el escritorio con alegría mientras abría los brazos hacía ellos.



-Jódete viejo de mierda- lo cortó Harry mientras daba algunos pasos hacia el interior de la sala, ignorando los jadeos escandalizados de las personas y regocijándose ante la irritación de los ojos azules de Dumbledore  -Estamos aquí, empecemos-



Se acercó al escritorio seguido de un inusualmente silencioso Snape y ambos tomaron asientos en las sillas altas frente al mago, el silencio se hacía cada vez más pesado e incómodo a medida que los segundos pasaban y Dumbledore no parecía salir del shock de que alguien le hubiera hablado de tal manera. Fue sólo el sonido de unas toses incómodas lo que pareció hacer volver al viejo mago a la realidad.


-De acuerdo, viendo que ya todos están presentes es un buen momento para comenzar con ésta feliz celebración- comentó con una sonrisa jovial, ninguno lo siguió, sólo hubo tensas sonrisas o miradas incrédulas por las palabras del hombre.



Todos estaban al tanto del matrimonio arreglado, sin embargo, se hacía cada vez más evidente de que estaba siendo... forzado.


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