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Banco Gringotts, todavía el 29 de Julio de 1995
Callejón Diagón, Londres 15:57p.m
Harry estaba feliz, de hecho para ser alguien a punto de morir estaba bastante feliz, había pasado parte de la mañana explorando con Warlock la mayoría de sus posesiones, desde artefactos oscuros hasta propiedades, se sintió especialmente vengativo cuando cerró con sangre todas sus propiedades; descubriendo que al menos Sirius estaba en una de las casas Black de Londres y al parecer, Dumbledore utilizaba una de las propiedades Potter a su placer, así que sí, que nadie diga que Harry no era una perra vengativa cuando quería.
Entonces, básicamente los duendes habían sellado todas sus propiedades, los artefactos fueron a una nueva bóveda alquilada por los próximos cien años, las joyas permanecieron en sus lugares y el oro de las casas disueltas fueron a sus bóvedas más grandes.
Una vez todo con respecto al oro y bóvedas estuvo listo, Harry pasó al verdadero negocio, que eran básicamente sus memorias y su testamento.
Primeramente había entregado una serie de cinco libros, los primeros cuatro hablaban sobre su paso por Hogwarts, desde su decepción por nuevamente no poder ser él mismo y como siempre parecía estar atado a las expectativas sobre él; en el mundo muggle un criminal, en el mundo mágico estaba atrapado entre ser su salvador o el próximo Señor Oscuro. No odiaba al mundo mágico perse, odiaba a los magos y brujas en él, y todo ello estaba descrito en su quinto libro de memorias; hablaba sobre las tetras de Dumbledore, de cómo lo había obligado a ser un esclavo sexual de Snape, y de cómo todo ello derivó en su descenso hacia la locura y una planificación para un asesinato en masa y su posterior autoimolación.
Warlock lo miró con intensidad mientras presentaba sus diarios y le decía que éstos también irían a Rita Skeeter, entregó una copia de ambas cartas que enviaría a la mujer y explicó cómo quería realizar otro contrato con ellos en el que si la mujer no seguía sus indicaciones tenía todo el permiso de iniciar una demanda o una persecución hacia la rubia, con todo el peso de la Nación Gobblin pues el contrato que había armado; a rasgos generales, le daba total libertad a la Nación de los duendes con sus memorias, de hecho pidió que se realizará una publicación conjunta con la mujer de manera que las ganancias fueran en partes iguales, tanto para Skeeter como para ellos.
Warlock lo miró impresionado por las trampas y verdades a medias que había escrito en la carta para la periodista pues, sin ayuda de los gobblins no podría publicar nada, Harry sólo le sonrió; con demasiados dientes a la vista para ser cualquier cosa menos una sonrisa amistosa antes de pasar al culminen de su visita al Banco.
-Solo queda un último negocio- habló tras un breve silencio en el que el duende estuvo escribiendo un par de cosas en un pergamino, haciendo referencia a cuándo y cómo debía contactarse con el pequeño bichito fastidioso de la Srta. Skeeter.
-¿Y cuál sería ése, Lord Peverell?- preguntó el duende.
-Mi testamento- respondió con facilidad -En las próximas horas moriré- aclaró, ignorando la mirada breve de sorpresa de la criatura -Por lo que es mi deber velar por mis bienes y dejar un heredero de toda mi fortuna-
-Estoy confundido- el duende frunció el ceño.
-Moriré en...- lanzó un tempus mirando la hora bastante despreocupado -Aproximadamente veintiocho horas- calculó rápidamente - Por éso quiero hacer un testamento, tengo uno que hice, apenas un borrador, pensaba en que podría ayudarme a hacerlo y luego activarlo aquí, no quiero que el Ministerio se inmiscuya en mis asuntos- la mirada de Warlock era intensa, durante algunos largos segundos sólo se dedicó a mirar a Harry quien le sonreía suavemente.
-Veamos ése testamento y cómo mejorarlo- pidió y el joven le entregó el pergamino.
Los siguientes minutos se dedicaron a leer y agregar algunas palabras para cubrir ciertas lagunas que podrían utilizarse para no realizar su última voluntad de la manera en que Harry quería, sólo tenía dos destinatarios a toda su fortuna, sin embargo, sabiendo de su dificultad para aparecer en público; al menos por ahora, dejó que sus votos dentro del Wizengamot fueran a un proxy elegido por él mismo, entre los que estaban sólo tres personas las cuales sabía, o al menos intuía que eran los más leales a su enemigo. Fueron dos horas más tarde que al fin pudieron terminar un testamento lo suficientemente hermético como para que nadie pudiera poner sus pegajosas dedos sobre lo que era suyo... Por al menos las últimas 24 horas.
Estaba decidido a provocar el mayor caos posible y a hundir a la maldita sociedad mágica que lo dejó pudrirse con los Dursley durante diez años y que los siguientes cuatro años lo dejo a cargo de Albus Maldito Dumbledore.
Entonces sí, si debía morir para dejar en claro su punto, entonces lo haría, no tenía nada que lo esperara aquí, nada que lo atara a al mundo mágico; sus amigos nuevamente lo traicionaron, lo abandonaron, su padrino nuevamente dejó que otros decidieran por él, al parecer nunca fue los suficientemente importante para él, Dumbledore... bueno, hace mucho que ya había dejado de confiar en él, quizás el único lo suficiente para ser tan víctima como él era el profesor Snape, pero nuevamente no había hecho nada.
Muy en el fondo se preguntó si también controlaban cada aspecto su vida como sucedía con él, entonces tal vez la salida que había elegido podría ser la salvación del pobre hombre, tenía sentimientos encontrados con el pocionista, no podía negarlo, se dividía entre un viejo odio y rencor y la sensación de camaradería al ser ambos obligados a cumplir con aquél disparate. Es por ello que también lo había incluido en el testamento, sabía que no conocía ni siquiera la superficie del hombre, tal vez había alguna gracia redentora en él, investigaría más en ésas pocas horas que le quedaban y decidiría si con lo que averiguara su futuro esposo moriría con él o lo dejaría libre, otorgándole lo que más anhelaba.
Una salida del director y el dinero suficiente para esconderse de Voldemort por todo el tiempo que quisiera.
Con una suave despedida salió de Gringotts antes de aparecer con ayuda de Dobby en los terrenos del colegio, más específicamente cerca del bosque prohibido, desde allí sólo pudo dirigirse a paso tranquilo nuevamente hacía sus habitaciones en la torre de Gryffindor, ignoró a sus antiguos amigos que al parecer no se habían marchado del castillo en ésa semana, apenas y prestando atención al montón de basura que sonaba a excusas que salían de sus bocas sucias, durante los dos pisos enteros que lo siguieron jamás pudo oír nada remotamente parecido a una disculpa genuina.
También ignoró como convenientemente su padrino había aparecido frente al retrato de la dama gorda, ni siquiera le dirigió una mirada, sólo esperó pacientemente a que la insoportable mujer abriera la puerta y lo dejara entrar.
No habló con ninguno de ellos, se había cansado de perdonar.
El momento de obtener su retribución había llegado y, el día de su boda lo recibiría con creces.
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