El doctor le receto una medicina para el dolor, pero cuando ya no le quedó ningún rastro de cortisona en el cuerpo ella empezó a sentir los dolores terribles, la medicina que le receto el doctor nada más le calmaba un poco, ella se inflamó de todo el lado derecho, su esposo fue a la farmacia a comprar la medicina que el doctor se había negado a darle, pero en la farmacia le dijeron lo mismo, que esa medicina traía riesgos colaterales  que nada más la vendían con receta médica actualizada. 

Fueron con otros doctores particulares, pero en ese tiempo se sabía muy poco de esa enfermedad, ella aparte de la enfermedad tenía que soportar los comentarios de las personas empezando por su madre, ella le dijo categóricamente.

-A ti te embrujaron, que casualidad que tomas medicina y no se te quita eso,

Una disque amiga le dijo

-Huy Rosa a ver si tu marido no te deja, porque fíjate que mi tía le dio eso que tú tienes y mi tío para pronto la dejó por otra mujer que no está mala.

-Otras eran más discretas, pero siempre usando un tono lastimero, decían

- Ay cómo te fue a dar eso y tus niños tan chiquitos, y tu marido tan joven.

Había dos mujeres que esas si era amigas de verdad, ellas se ofrecieron para llevar y traer a los niños al kínder, llegaban y sin decir una palabra le ayudaban a hacer el aseo de su casa, se ponían de acuerdo y le traían la comida de la misma que cocinaban para su familia.

También su madre la ayudaba mucho en todo lo que estaba en sus manos, se llevaba la ropa sucia y se la traía lavada y planchada, de su suegra no recibió mucha ayuda ya que ella trabajaba, pero de sus cuñadas sí.

Pasaron tres años en los que algunas veces amanecía un poco mejor y aprovechaba para hacer lo más que podía hacer, pero había días que hasta para ir al baño era un suplicio esos días su marido la ayudaba, la bañaba, él nunca se desesperó al contrario cuando le decían de algún doctor bueno, de esos que curan todo y a la larga no curan nada siempre la llevaba.