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Capítulo 41

Los silbidos de las serpientes me subía un frío de nervios, estaban cada vez más cerca, sus brillantes ojos negros se clavaban en mi como si esperaran a que diera un paso errado, el miedo era tan fuerte que por un momento se me había olvidado el dolor de mi rodilla, para mi sorpresa siento una sombra cubriendo el destello de sol que se entremetía en el hueco, era la figura de un hombre, tenía entre sus manos una larga rama y la desciende hacia mí—¡Sujétate!— dice. Sin pensarlo dos veces me aferro a esa rama como a la vida misma, aquel hombre jala con todas sus fuerza, se sentía que no le era fácil pues gemía del esfuerzo físico. Por fin arriba, me lanzo hacia la superficie, jamás pensé que saldría con vida, Roble se movió muy rápido o eso era lo que pensaba, por un momento no lo veía en ningún rincón de mi vista, era lo de menos, me interesaba ver el rostro de mi salvador que me extendía la mano — ¿Estas bien?—dice

—Si—me aferro a su palma extendida—Muchas gracias— dije esperando ver su rostro que aún seguían envuelto en un velo de sombra—No hay de que—dice aquel hombre cuando muestra por fin la figura de su presencia, me era muy familiar, como si ya lo hubiera visto antes, mi corazón da un brinco de sorpresa, no sé porque— ¿Cómo te llamas?—inquiere con una mirada inquietante —Esperanza— dije aun guardando cierta incomodidad por ese heroico desconocido, que extraño— ¿Esperanza? Vaya, es un bonito nombre— alaga estirando una media sonrisa de dientes amarillos con una muela de oro que sobresalía de un brillo — ¿Qué hace una pequeña como tú en este bosque peligroso? O ¿Estas perdida?

—No lo sé—meneo la cabeza— estoy con mi perro y un hombre grande como un oso

— ¿Cómo un oso?—frunce su mirada— Vaya se escucha espeluznante y ¿Cómo paraste en ese hoyo?

—Me resbale y caí

—Y ¿En dónde están tus amigos?

—Creo que...— de repente aparece otra persona entre los arbustos, este me era mucho más familiar que el anterior—Oye Percas ¿En dónde estabas?—dice—Vámonos de aquí, este lugar no me gusta—alega observando los alrededores con mucho temor— ¿De dónde sacaste a esa niña?— señala enrarecido—Espera un momento—se me queda viendo con detenimiento—Yo te conozco ¡Eres la hermana del chico que nos causó muchos problemas en la mina!— exclama con cierto coraje en sus ojos—¿En dónde está tu hermano?—me agarra de los hombros— ¡Eso ya no te importa!— ahora sujeta la prenda de mi cuello empujándome hacia el filo del hueco —Vaya, creo que tu hermano no te enseñó modales—sonríe con malicia—Quizás tengas razón, pero pienso que a tu hermano si le importaría en que te suelte y vea como lloras cuando sientas el veneno de esas víboras hincando sus colmillos una por una sobre ti. Hoy comerán pequeña con sazón a lágrimas— dice con una mirada de psicópata acompañada por una voz maquiavélica.

—Oye Piedra creo que estas llegando demasiado lejos—advierte su compañero con preocupación—Percas amigo mío—sonríe aquel desquiciado minero— ¿Cómo vas a pensar que haría una cosa como esta? ¡Es tan solo un chiste!— exclama con una carcajada que causa escalofríos. Pero de forma instantánea sin ningún remordimiento suelta sus dedos y caigo hasta poder agarrar el filo de ese hoyo justo a tiempo con mis piernas pisando la nada— ¡Dijiste que no lo harías!— ¡AUXILIOOOOOOOOOO...!—grite desesperada.

De repente suena ese espantoso rugido que congeló hasta la brisa misma, a continuación se escuchan un fuerte movimiento entre los arbustos y ramas altas de los arboles como si llegara un gigante— ¿Qué fue eso?— inquiere Percas nervioso— ¡No lo sé!—profirió Piedra viendo en ambos lados hasta distinguir algo temible — ¡Larguémonos!— grita su compañero y ambos hombres escapan hasta perderse en el bosque. Mis dedos estaban sufriendo y mis pies se afincaban al vacío, la tierra de donde me sostenía se deslizaba hacia abajo como un chorro de agua, en cualquier momento iba a ceder. Los pasos del monstruo eran tan fuertes que vibraba la tierra misma, las yemas de mis dedos se deslizaban por el sudor de mis manos y el peso que las jalaba, ya no podía más— ¡Auxilio!— exclamé con lágrimas en los ojos, no aguantaba más y por fin sedo—HAAAAAAAAAAAAA...— pero en cuestión de segundos alguien sostiene mi muñeca en momento oportuno, una mano larga y fuerte cubierta de pelos, abro mis ojos y era el monstruo que de un estirón me sacó del hueco.

Me restriego los parpados y Roble se lanza hacia mi pecho lamiendo mi mejilla, aliviado de verme con vida, le abrace con fuerza como si fuera un peluche de algodón y tela, llorando sobre su lomo por un rato, gracias Roble.

Más tarde, estaba en la casa del señor Monstruo sentada en un sofá de cuero viejo con pelos que olía a humedad y encierro, bebiendo una taza de agua con limón y azúcar, Roble estaba sobre mis pies descansando, ni por un momento ha querido alejarse de mí, era mi guardián. Uno de los monos se me acerca tocando mi cabello, estaba oliendo mi oreja cosa que me hacía cosquilla—Le agradas—dice el señor entrando a la sala con una taza caliente que desprendía humo mientras que la otra mano me ofrecía una manta húmeda de alcohol—Para tu herida—manifestó con una voz rasposa—Gracias— atiendo la línea de corte que se estaba cicatrizando con mucho tacto, volví a sentir el fuerte ardor cuando la humedecí— ¿Cómo te llamas?—inquiere sentándose en una silla de madera rechinante bebiendo de su taza—Esperanza—dije después limpiar mi frente— ¿Cómo llegaste a este lugar?— entabla su curiosidad mientras era cubierto por la penumbra oscura de su casa, alejándose del baño de luz que me abrazaba desde la ventana—Mi perro vino hacia acá y fui tras el— declaré mientras escuchaba el canto de los pájaros—¿Y tu familia?— sigue preguntando mientras que poco a poco parte de su cara y manos se dejaba rosar por la luz del sol—No lo sé— negué apartando la mirada

— ¿No lo sabes?— se enrace el señor con presencia de monstruo volviendo a beber de su taza, niego con la cabeza—Mi abuelo murió, mi madre se fue y mi hermano también—proseguí en la cálida conversación como si hablara con otro hombre.

— ¿Y tu padre?

—No lo sé, creo que no nos quiere

— ¿Por qué piensas eso?

—Porque nunca nos ha visitado, nunca nos ha escrito y nunca lo conocí pero para mi hermano es como si fuera un superhéroe y no lo entiendo, a veces pienso que...—solo observaba el vacío con pesadez en mi pecho— no lo sé—suspiré con la mirada baja.

Aquel se quedó callado sin más pregunta, solo suspirando una brisa de aliento. —Y usted señor monstruo—vuelvo la mirada— ¿Por qué asusta a las personas?— aquella pregunta le clavo un tono de incertidumbre en su mirada, como si no deseara recordar el pasado. Se levanta de la silla que seguía manchada de oscuridad y aquel dio pasos firmes con rechinido de madera hacia a mí, desviándose a la ventana y observa el paisaje húmedo después de una noche de lluvia con sus dos manos sosteniendo la taza vacía, sus ojos se posaban en un pajarito que le daba de comer a sus pichones pero su interior se hallaba en otro lugar quizás en otro tiempo, viajando en sus recuerdos. Sin darse la vuelta dice:

Hace muchos años, hubo un niño que nació con una maldición, nadie quería tocarlo ni verlo pues temían que los contagiara de su maldición—observa su mano derecha—Su padre lo odiaba, no quería ni mirarlo, se alejaba de él, lo trataba como si fuera la pestilencia de un cadáver. Decía que era un castigo divino, quera era el nacimiento de todos sus pecados mezclados en una criatura, que de solo posar su mirada en ese niño era como nadar en el infierno de su conciencia. Siempre decía "Oh Dios porque fuiste tan cruel conmigo, porque me distes a este monstruo como hijo" y desde allí fue entendiendo que era un monstruo.

Pero ese pequeño monstruo tenía a alguien que lo amaba, su madre era la única que le regalaba afecto con sinceridad verdadera, era su refugio, siempre le cantaba hasta dormir, le hacía sentir por un suspiro de tiempo que no era obra de un castigo. Pero la triste realidad es que a diferencia de la oscuridad, la luz no brilla para siempre, aquella fuerza de amor y seguridad se fue debilitando hasta fallecer. El pobre muchacho que era un adolescente, sufrió mucho y la soledad se volvió su única compañía. Tiempo después conoció a una hermosa chica, pensó que él también tenía la oportunidad de vivir la delicia del romance, era un muchacho que quería ser amado y dar amor, poder sentir lo que a muchos les hace feliz como también llorar. Pero no era su turno, quizás nunca lo tuvo, la joven lo condujo a una trampa y todos vieron las marcas de su maldición, estampada en su piel como en su rostro, todos se rieron de él y le dijeron Monstruo, monstruo, eres un monstruo por feo y nadie te va a querer.

El muchacho corrió y se alejó del mundo entero, cayó sobre un charco y vio el reflejo de un monstruo, miro sus manos y veía garras en vez de dedos, hasta que por fin lo aceptó aunque le doliera en lo más profundo de su corazón y sus gritos se convirtieron en rugido. Luego en una cabaña abandonada conoció a unos monos, estos no lo trataban como a los otros, más bien le hacía sentir parte de ellos, fue allí que pudo brindar lo que le quedaba de su amor que tanto se lo han pisoteado. Pero esos animales necesitan de ese monstruo pues es el único que los cuida, esas bestias que se hacen llamar hombres, entran al bosque a matar animales indefensos como si sus vidas tan solo fuera un juego para ellos, fue desde entonces que el joven quiso seguir siendo un monstruo, quiso seguir el camino de las tinieblas, convertirse en una leyenda de miedo, su reputación es su aliada y lo que alguna vez pensó que era una maldición, ahora se volvió en su herramienta pues quiere preservar las vidas de quienes realmente los aman. Si eso es ser un monstruo, entonces prefiere ser llamado así que ser señalado como un hombre.

Quedé en silencio, impresionada pero al mismo tiempo conmovida, aquella historia me marco una profunda huella en mis pensamientos. Pobre muchacho, pobre monstruo, una persona que nació con la maldición de no ser amado por el simple hecho de no verse como nosotros ¿Por qué la sociedad juzga las apariencias? ¿Por qué le causan dolor a los que son diferentes o a quienes piensan diferente? Quizás en parte eso nos vuelve unos monstruos sin colmillos ni garras. Aquel hombre comenzó a reírse cosa que me dejo extrañada— ¿Qué es lo gracioso?

—No lo sé—sonríe— Siento que me quite un gran peso de encima pero...—voltea a verme— ¿Cuando me vistes porque no huiste de mí?

—No lo sé—bajé la mirada en tono pensativo— ¿Por qué debía hacerlo?

—Porque soy un monstruo, eso es lo que todos hacen cuando me ven

—Pero los monstruos no aman ni cuidan a sus amados

Aquel hombre me contestó con su silencio, aquella respuesta lo abrazo en una reflexión—Estas equivocada—dice segundos más tarde— ¿Por qué?— ¡Porque si! las rayas de un tigre no se pueden cambiar—¡No! Pero a los hombre si—le asedio con mi respuesta—Tu que sabes, eres una niña ¡No conoces nada de mí!—me señala.

—En eso tienes razón pero lo poco que se es que no eres un monstruo

—Si es así, entonces el monstruo no sea yo si no ellos—señala a la ventana—Todos ellos, los hombres, los que vienen al bosque y muchos otros más, quizás todos son unos monstruos.

—Estas equivocado—me le acerco atrás— hay gente buena en este mundo, gente que sufre pero siguen amando, gente como tú

— ¡Mentira!—ruge con sus palabras— No existe esa gente, esa gente que tu llamas buenas son solo buenas con personas que sean iguales a ellas pero cuando ven a alguien como yo dejan de serlos. La bondad se limita a quienes se define: como su prójimo, su hermano, ignorando a todos los demás.

—No—meneo la cabeza— estas confundido, si las hay, no puedes dejar que tu resentimiento marchite el amor que te queda. Si las hay

— ¿Por qué estás tan segura?

—Porque venme aquí hablando contigo— le agarro la mano— ¡Si las hay!—asiento segura.

Se vuelve a su refugio de oscuridad, huyendo de la luz que me cubría— ¿Por qué piensas que me van a tratar de la misma forma que tú?—dice bajando la cabeza— ¿Qué te motiva a tener la expectativa de un futuro mejor?

—La Esperanza

— ¿Esperanza?—vuelve su mirada con una rasposa voz— Es tan solo una palabra

—No solamente eso; una vez mi abuelo dijo que la esperanza nos motiva a seguir viviendo y seguir amando pues alimenta la fe

— ¿Fe?—arruga el cejo— ¿Fe en quién?

—En Dios, el quien nos dará la fuerza y la salida para hallar ese futuro mejor

— ¿En Dios? ¿Por qué debería tener fe en él? si me condenó con esta maldición— se miras las manos como si viera un bulto de excremento.

—Suenas como a tu padre, ni tú mismo crees lo que estás diciendo

— ¡Basta!—golpea la pared con un puño grande— No voy a regresar al pueblo y ver el tormento que me asedia con sus miradas, tú no sabes lo que es ser rechazado y ser tratado como si fuera una alimaña—me señala mostrando el filo de sus dientes— Quizás tengas razón con decir que a los hombres si se le pueden cambiar pero ¿qué hay de la sociedad? es un trabajo que no prospera en buen final.

Me quede en silencio, no podía forcejear en la disputa, aquellas palabras dio la última estocada, quizás tiene razón pero el miedo que envuelve su corazón le nubla la esperanza marchitando su fe, acribillándose con duros conceptos de él mismo, aquellos con que lo maltrató su padre. Pobre hombre, el monstruo que manifiesta será su refugio como un caparazón, uno que no deja florecer lo que aguarda en su interior.

—Yo...—dije bajando los hombros—No tengo donde quedarme, quizás...—Dormirás en mi cama—interrumpe marchando hacia la oscuridad más profunda—Yo me quedare en el mueble—señala volviendo la mirada—No es necesario—negué—Yo puedo...— ¡Esta decidido!— exclama mientras extendía una sábana sobre ese sofá viejo.

—Señor monstruo

— ¿Qué?

—Usted es bueno

Sigue caminando sin extender una respuesta hasta perderse en el velo oscuro de su recamara. Espero que algún día se pueda dar cuenta que no es lo que piensa. A la mañana siguiente me levanté de la cama, tenía tiempo que no dormía con una almohada en la cara, era suave y esponjosa, casi se me olvida como se siente. Salí del cuarto y me dirigí a la cocina, era una amanecer frío y tranquilo, solo el sonido de las aves era la melodía de esta cabaña. Entrando, allí estaba, comiendo pan como una persona decente sin ninguna matiz de monstruo y al otro extremo de la mesa estaba reposando un plato con un pan y ciruelas siendo acompañados por una taza de limonada caliente, me siento sobre la silla y rozo de tobillos con Roble que yacía engullendo lo que había en su plato de madera.

— ¿Dormiste bien?—dice mientras masticaba y respiraba de forma profunda como si fueran la respiración de un tigre—Si—digo recogiendo el pan y la conversación no prosigue por unos cuantos segundos hasta que añado—Señor monstruo ¿Puedo hacerle una pregunta?

—Adelante— responde sin perder de vista su alimento con suma tranquilidad al igual que el día.

— ¿Cómo hago para asustar a las personas?

Frunce su mirada y deja de masticar sin perderme de vista

— ¿Cómo hago para ser un monstruo como usted?

Continuará...

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