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Capítulo 6

Me encontré con el distintivo olor del hospital: una combinación de desinfectantes y medicamentos que no pude identificar con claridad. Aunque deseaba moverme, me resultaba completamente imposible. Sentía como si estuviera atada a la cama debido al intenso dolor que se extendía por todo mi cuerpo, especialmente en las costillas. Moverme era una opción descartada. Intenté abrir los ojos, pero me sentía demasiado exhausta. Aunque no podía moverme, ser consciente de que estaba en el hospital era un gran avance, bueno... esperaba estar en el hospital y no en otro lugar.

La cama confortable y el suave zumbido de la máquina de purificación de aire eran cosas familiares, aunque no quería reconocerlas. Estar en el hospital significaba que seguía viva, luchando contra el dolor, pero al menos podía respirar. Mis huesos, sin duda, se habían fracturado y el dolor en todo mi cuerpo era una prueba contundente de ello.

Mis recuerdos regresaban o al menos una parte de ellos. Los infectados, el ataque y la muerte eran imágenes que se aferraban a mi mente.

Un suave quejido escapó de mis labios mientras intentaba moverme, sintiendo el dolor. No escuché ninguna voz a mi alrededor ni percibí ningún cambio en el ambiente, lo cual indicaba que estaba completamente sola. La sensación de estar en el hospital me recordaba a cuando mi abuela cayó gravemente enferma. La doctora nos atendió en secreto, pasamos un tiempo en el hospital y luego continuamos el tratamiento en casa hasta que finalmente ella no pudo resistir más.

Hice otro intento por abrir los ojos, tratando de escapar de la sensación de opresión en mi pecho que la oscuridad provocaba. Ver el techo y alguna luz tenue sería suficiente para satisfacerme, pero mis párpados parecían estar pegados. Respirar se volvía cada vez más difícil, como si algo estuviera aplastando mis pulmones, esa sensación provocó un intenso dolor al respirar.

Todo lo que pude percibir fue el sonido persistente de una máquina, una especie de alarma que resonaba en el ambiente, advirtiendo que algo importante estaba ocurriendo. ¿Había sido yo quien había desencadenado ese sonido? ¿Me encontraba en peligro?

Después, distinguí el sonido de pisadas acercándose y alguien abrió la puerta. Sentí la presencia de alguien rondando a mi alrededor. Un pinchazo agudo se hizo presente en mi brazo y percibí cómo colocaron algo en mi rostro, como una mascarilla. De repente, respirar se volvió más fácil y el suministro de oxígeno se hizo más accesible.

Transcurrieron algunos minutos, o tal vez más tiempo de lo que fui capaz de percibir, pero la habitación quedó sumida en un profundo silencio. Quien sea que estuviera allí se había marchado, aunque no pude escuchar el sonido de la puerta cerrándose.

—Se encuentra en buenas condiciones —escuché la voz de una mujer decir—. No tiene la fuerza suficiente para despertarse, así que es mejor que continúe durmiendo. Le he administrado Avellazmín, lo cual le ayudará a respirar y aliviará el dolor en general. También comenzará a trabajar lentamente en las heridas más graves mientras aborda las más leves con más rapidez.

—¿Estará bien? —la voz ronca de un hombre fue lo que noté como respuesta.

—Estará bien, se recuperará.

La puerta se cerró por completo y los sonidos se convirtieron en meros murmullos, deseaba seguir escuchando. ¿Quiénes eran estas criaturas y estaban hablando de mí o de alguien más? El pinchazo en mi brazo comenzó a arder y solté un sonido de molestia, pero nadie acudió en mi ayuda. El dolor se intensificó y resultó insoportable.

¿Alguna vez te has preguntado que es la felicidad?

Esa pregunta rondaba en mi mente todo el tiempo desde que mi abuela la había formulado mientras tomábamos té de frutilla con una porción de torta de coco como desayuno. Ella se encontraba enferma desde hace varios meses e ir a escondidas al hospital no estaba ayudando a su tratamiento, la abuela me había dicho que su destino ya estaba escrito en las estrellas y que irse también era parte del camino. Eso no significaba que no me quedara el sabor amargo en mi boca por la impotencia de no haber podido haber hecho más.

Las cenizas de ella fueron esparcidas en el lago cercano a nuestra casa, un lugar que ella adoraba y donde encontraba paz. La despedida fue breve; la doctora aseguró que no experimentó dolor, y yo le creí, ya que no podía concebir la idea de que ella sufriera en ese momento tan difícil.

La felicidad era un sentimiento complejo de experimentar en esta situación, ya que las brujas, incluyendo a Blanca, no eran bienvenidas en ninguna manada. Blanca era una antigua bruja cuyo poder se había debilitado debido al deterioro de su cuerpo. Afortunadamente, practicaba la magia blanca, lo cual convenció a la doctora de tratarla, además de que la doctora estaba buscando una poción de fertilidad.

Decidí seguir el consejo de Blanca y seguir adelante con mi vida. Los estudios se convirtieron en una vía para despejar mi mente y asegurarme un futuro. Hace tres semanas abrí la carta de aceptación y desde entonces la búsqueda de un departamento ha sido una montaña rusa de adrenalina y estrés. Sin embargo, lo logré: la primera parte estaba completada y ahora solo tenía que seguir adelante con mi vida, a pesar del dolor por la pérdida. Sabía que tendría que convivir con ese dolor.

Anhelaba descubrir la felicidad, buscar esa sensación que había estado ausente debido a las preocupaciones. Buscaría encontrarme a mí misma a través de mis estudios, graduarme y conseguir un trabajo cerca de casa. Ahorraría con el objetivo de remodelar esta casa y, quién sabe, tal vez incluso encontrar el amor. Sería maravilloso tener a alguien con quien compartir momentos, quizás, incluso formar una familia juntos.

Abrí mis ojos en un intento de evadir esos recuerdos que había logrado controlar durante años. Sin embargo, ahora fluían incontrolables como un río interminable. Parpadeé para protegerme de la molesta luz, aunque era tenue, no suponía una batalla difícil de ganar para poder ver con claridad.

Pasé mi lengua por los labios en un intento de humedecerlos, ya que los sentía secos y mi garganta se sentía áspera al tragar. Moví mi brazo y noté una sensación de dolor punzante, aunque era más leve en comparación con la primera vez. En realidad, mi cuerpo parecía estar más enérgico.

Esperaba que esta nueva energía que recorría cada rincón de mi cuerpo fuera una señal positiva, deseaba que así fuera. Intenté acomodarme en la cama, pero un pequeño grito escapó de mis labios debido al intenso dolor en mis costillas. Era como si alguien me hubiera propinado una fuerte patada, el dolor era agudo e insoportable.

Unos pasos pesados resonaron en el pasillo, seguidos por otros más ligeros. La puerta se abrió y pude vislumbrar a una mujer en el umbral. Hizo una señal, pero no pude distinguir a nadie más en la habitación.

—Estas despierta. —Me sonrió.

Incapaz de hablar, señalé mi garganta, transmitiendo así mi necesidad desesperada de agua. La mujer comprendió perfectamente mis gestos y salió de la habitación, regresando poco después con un vaso lleno de agua. Lo tomé rápidamente, pero casi me ahogué por la prisa. Ella me regañó, probablemente preocupada por mi bienestar. Escuché los pesados pasos moviéndose por el pasillo, pero nadie más entró en la habitación. Era evidente que me encontraba en el hospital, una situación aterradora y, sin embargo, sentía una extraña felicidad al respecto.

—Estarás en el hospital dos semanas como máximo, tu cuerpo luchó mucho para mantenerse vivo y cuando creímos que fue necesario administramos Avellazmín.

Asentí y suspiré, estaba viva. Un poco rota debido a la caída, pero al final podía lograr respirar.

—Te seguiremos administrado Avellazmín, técnicamente dentro de algunos días el dolor de las costillas debería estar desapareciendo. Te despertaste más rápido de lo esperado.

Le ofrecí una sonrisa tensa, sabiendo que era el recuerdo lo que me había despertado. La tortura de esos recuerdos regresaba una vez más, impidiéndome dormir con tranquilidad, especialmente en esta situación en la que necesitaba descansar para poder recuperarme. A pesar de todo, me esforzaba por mantener una actitud positiva y estar agradecida por seguir estando en este mundo.

—Creo que el dolor me está matando... —tosí cuando mi garganta comenzó a picar. La doctora se acercó rápidamente de nuevo con el vaso de agua y, en ese momento, escuché un gruñido proveniente del pasillo. La mujer soltó una risa, como si encontrara algo divertido en aquella situación.

—Creo que quiere entrar. —Se alejó y se ubicó cerca de la puerta, teniendo en sus manos el vaso vacío.

Había alguien tan desesperado por entrar que parecía un lobo enjaulado. No podía creer que fuera Cloe, ya que ella solía mantener la calma en situaciones estresantes. No podía ser otra persona, ya que prácticamente no tenía a nadie más.

—Volveré contigo debo controlar la situación, no te muevas.

Recibí una advertencia a través de su mirada como si tuviera la posibilidad real de levantarme de esta cama, pero el dolor me haría colapsar en el suelo y morir allí mismo debido a la estupidez que me atreví a cometer. La puerta se cerró y escuché murmullos que parecían ser parte de una conversación acalorada.

—Crees que estar aquí y no poder verla es divertido —Logré captar.

¿Quién era este hombre que parecía estar tan enfurecido? Ugh, tal vez si era un lobo, su voz estaba distorsionada por la distancia, pero pude percibir que sonaba más ronca de lo habitual.

La puerta se abrió con brusquedad de un momento a otro, un hombre entró en la habitación seguido de la doctora que parecía estar exasperada por la situación. Al observar con mayor detenimiento, me confundí completamente ante la escena que estaba presenciando.

—¿Alfa? —logré pronunciar mientras intentaba hacer una inclinación, mis costillas dolieron ante el repentino movimiento.

Él emitió un gruñido, como si supiera exactamente que su pequeña acción me había lastimado. Le sostuve la mirada por un momento, pero aparté los ojos cuando la intensidad de su mirada se volvió abrumadora para mí. Me pasé la lengua por los labios, sintiendo una sed abrumadora en ese momento, mientras la presencia del líder de la manada me generaba una ansiedad desmedida. No entendía por qué estaba allí; tal vez lo relacionaba como alguien que había ayudado en el ataque de los infectados, o tal vez su presencia era presagio de algo más.

—El Alfa está aquí para ver cómo estas —intervino la mujer.

—No necesito que hables por mí —respondió a la doctora, sus ojos se volvieron dorados por algunos segundos y después se aclaró la garganta mientras se dirigía a mí—. Puedes llamarme Lukyan.

Él me brindó la oportunidad de dirigirme a él por su nombre, como si fuéramos amigos íntimos. Nadie se acercaba al líder de la manada y mantenía una conversación informal, dejando a un lado la formalidad y tuteándolo. Me sentía desconcertada, como si estuviera en un sueño o en alguna fantasía. Tal vez estaba muerta o simplemente era una ilusión extravagante.

—No entiendo —dije, señalándolo con la esperanza de que eso fuera suficiente para que me entendiera.

No obtuve ninguna respuesta de su parte. Me escudriñó de arriba abajo, buscando algún indicio de algo... algo que yo no entendía. El miedo comenzaba a apoderarse de mí, ya que no lograba comprender la razón detrás de esta situación. ¿Había ocurrido algo terrible para que el mismísimo líder de la manada estuviera presente aquí?

—Algo increíble pasó —comenzó a hablar la doctora.

—Soy tu pareja predestinada —soltó sin previo aviso.

Un incómodo silencio llenó la habitación mientras procesaba sus palabras. Me resultaba increíblemente absurdo. ¿Acaso él estaba completamente desquiciado? Consideré la posibilidad de que estuviera bajo los efectos de alguna droga, quizás el olor del hospital había afectado su delicado sentido del olfato. Sabía que las parejas predestinadas estaban prohibidas por el castigo de la Diosa del Amanecer; era imposible que una situación así se resolviera.

—Es imposible —hablé llenando el silencio.

—No lo es —ambos contestaron.

El Avellazmín debía haberme afectado más de lo que imaginaba. Tal vez tenía propiedades alucinógenas o algo más estaba distorsionando mi percepción de la realidad. Ser compañera del Alfa sonaba completamente ilógico, pero cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, supe que no era una broma de mal gusto.

¡Hola! Me disculpo por la demora en compartir este capítulo, espero que lo disfruten. ¡Besos para todos!

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