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Capítulo 11


Caí exhausta sobre el frío suelo del gimnasio después de mi tercer entrenamiento con Yakov, quien evidentemente había perdido la paciencia conmigo. Mis piernas clamaban por un descanso urgente, mis brazos se sentían como gelatina y mi cuerpo estaba empapado en sudor. El gimnasio, situado en el sótano de la casa, albergaba equipos de última generación que consideraba demasiado modernos para mi gusto, sobre todo porque no sabía cómo utilizarlos.

—Estás en pésima forma —me espetó Yakov con una mirada de desaprobación—. Eso no es bueno.

—Lo sé —respondí con un tono despectivo que lamenté de inmediato—. Por eso estás aquí para ayudarme; Lukyan confió en ti —le recordé.

—Claro —me miró de arriba a abajo y se alejó.

Abrió un imponente armario antiguo en la pared izquierda, revelando una serie de armas al desplegar una de sus puertas. Yakov me observó de nuevo, como lo había hecho durante estos días, tratando de descifrarme y, si podía desafiarme, mejor aún. Parecía que derribarme en los entrenamientos alimentaba su ego y le proporcionaba cierta satisfacción. Después de mis entrenamientos, le informaba a Lukyan, y esperaba que le transmitiera al menos algo positivo sobre mí o intentara rescatar algo.

—Eres demasiado peligrosa para manejar un arma grande —me miró de reojo—. Arco y flecha descartados, espada o katana también. Creo que los cuchillos tácticos serán tus mejores amigos a partir de ahora.

—¿Disculpa? —repliqué, perpleja.

—Los cuchillos de combate o tácticos están diseñados para situaciones de defensa personal. Son esenciales en momentos de peligro, rápido despliegue, y estos en particular están diseñados para la autodefensa.

Me acerqué para examinarlos. Había cuchillos de diversos tamaños con diseños interesantes y fabricados con diferentes materiales. Toqué varios con mi dedo para evaluar la calidad del material; el mango proporcionaba un agarre seguro y el material parecía ser de alta calidad. Eran de un tamaño perfecto para transportar. No parecía una mala idea asociarme con estas armas.

—Observa este diseño —exclamó, sacando un cuchillo del soporte—. Posee un agarre seguro incluso en condiciones húmedas o resbaladizas, con una textura antideslizante para un control óptimo.

Destacó diversas características mientras detallaba los innumerables beneficios de utilizar ese cuchillo. Su forma, la punta afilada y la capacidad para maniobrar rápidamente podrían resultar invaluables en situaciones que requirieran repeler un ataque.

Yakov mantenía ese tono de profesor gruñón la mayor parte del tiempo, como si estuviera lidiando con alguien inferior, lo cual era cierto, pero con un toque adicional de desagrado. Parecía no disfrutar de mi compañía, era comprensible ya que preferiría estar desempeñando sus funciones de seguridad. No obstante, había momentos en los que parecía disfrutar de su tarea, como este, donde me explicó con determinación los beneficios y desventajas del cuchillo táctico, mostrándome incluso algunos ejemplos breves de defensa y ataque que practicaríamos en profundidad las siguientes sesiones de entrenamiento.

Después de la breve lección sobre los cuchillos tácticos, Yakov me instó a tomar uno y empezar a familiarizarme con él. Mientras sostenía el arma en mis manos, sentí una mezcla de curiosidad y precaución. La idea de depender de un cuchillo para mi defensa personal era un cambio drástico.

—Bien, comencemos con algunos movimientos básicos —dijo Yakov, observando mi postura y agarre.

A lo largo de la siguiente hora, me sumergí en una serie de ejercicios prácticos. Yakov me guiaba con paciencia, corrigiendo cada movimiento y asegurándose de que comprendiera la importancia de la precisión y la velocidad. A pesar de su actitud gruñona, mostraba un lado más comprensivo durante la práctica, como si viera el potencial en mí. A medida que avanzábamos, la sala de entrenamiento se llenaba algunas veces con el sonido metálico de los cuchillos chocando y el eco de las instrucciones de Yakov. Me sorprendí al descubrir que, aunque al principio me sentía incómoda con el arma, gradualmente ganaba confianza.

—La autodefensa es importante, la clave está en conocer tus limitaciones y movimientos. Ayuda mucho tener la mente clara en situaciones de peligro, aunque suene complicado para implementar —explicó Yakov mientras continuábamos con la práctica.

A medida que la sesión avanzaba, comencé a comprender la lógica detrás de sus enseñanzas. No solo se trataba de la habilidad física, sino también de la agudeza mental y la capacidad de tomar decisiones rápidas en situaciones críticas. A pesar de la intensidad del entrenamiento, algo en mí comenzó a sentirse más empoderado.

Al final de la sesión, Yakov me miró con un gesto de aprobación, rompiendo brevemente su expresión seria.

—No estuvo mal para ser la primera vez. Pero recuerda, la práctica constante es clave. Estaremos trabajando más en esto en los próximos días.

Expresé mi agradecimiento por su aprobación y guardé el cuchillo con un gesto de respeto. A pesar de reconocer que el camino hacia la mejora sería desafiante, experimenté una sensación de mayor preparación para afrontar los desafíos que se avecinaban. Tomé mi botella y di un sorbo, sintiendo cómo el agua refrescaba momentáneamente mi cuerpo. Planeaba tomar una ducha y concluir la presentación para que Lukyan pudiera revisarla.

—Oye —interrumpió Yakov, y me giré para escucharlo—, ¿tienes lista la presentación?

Su pregunta me sorprendió ligeramente. Él sabía que estaba trabajando en ella y, aunque estaba cerca de completarla, aún necesitaba hacer algunos ajustes y finalizar un cuadro de comparación que destacara las ventajas que las trufas podrían ofrecer a la manada.

—Casi termino —respondí.

—Perfecto —una sonrisa pícara se formó en su rostro—. ¿La has practicado?

—No mucho, la enviaré directamente a Lukyan cuando regrese a sí mismo. Creo que es mañana, si no me equivoco.

—Practica un poco más, porque tendrás que presentarla frente a algunos alfas. —añadió con un tono desafiante.

—No —contesté con confianza—. Simplemente debo enviar el proyecto a Lukyan y él lo revisará. Seguro que tiene algunas mejoras para implementar, pero por ahora estoy satisfecha con los resultados.

—Exacto, lo aceptará —sonrió irónicamente—. Lo más probable es que lo presentes ante algunos alfas; será como una instancia de iniciación.

—¿Iniciación? —pregunté desconcertada.

—Sí —dio un sorbo a su botella de agua—. Eres la Luna de la manada, creo que aún no has asimilado completamente ese rol. Ahora eres la segunda criatura más importante, ¿entiendes?

—Sí —respondí con vacilación.

Ser la Luna de la manada era una noción que aún no comprendía del todo; no tenía claro cuáles eran mis responsabilidades. Lukyan no me había proporcionado ninguna explicación porque ambos estábamos en otra etapa. Sin embargo, cada vez que Yakov me veía, lanzaba comentarios al respecto con la esperanza de que despertara de mi burbuja, pero yo tenía miedo de hacerlo.

—Lukyan me aseguró que no causarías problemas —se pasó una toalla por la cara para secarse el leve sudor—, espero que esté diciendo la verdad. No se ha visto nunca una pareja predestinada sin conexión y no asumir los roles correspondientes; en esta situación, es un inconveniente.

Lo expresó como una advertencia, como si estuviera perdiendo la paciencia. Parecía desear una solución inmediata, pero yo necesitaba tiempo para adaptarme a este cambio tan drástico. Aunque no era una persona completamente temerosa, quizás la presentación fuera una buena prueba.

—Bueno —agarré mi bolso con más determinación—. ¿Estás libre el viernes al mediodía?

—¿Por qué? —preguntó.

—Supongo que necesito practicar mi presentación.

Intenté controlar el temblor en mis manos, aunque era normal sentir nervios en estas situaciones, ya que los había manejado a lo largo de los años y especialmente durante mis prácticas docentes, donde pude poner en práctica varias habilidades. Sin embargo, esta presentación era diferente y las estrategias habituales para calmarme no estaban surtiendo efecto.

Registré mi escritorio improvisado en busca de mis tarjetas, las cuales solían ayudarme a guiarme y disimular cualquier temblor, proporcionándome un mayor sentido de seguridad. Deseaba fervientemente que ninguno de los dos notara los nervios que estaba experimentando, ya que consideraba esta presentación como una prueba crucial. Superar esto me daría la confianza necesaria para enfrentar desafíos futuros.

—Las trufas negras son hongos apreciados por su aroma y sabor, cultivados bajo tierra. Especialmente se valoran cuando se sirven crudas o ligeramente cocidas para preservar sus características distintivas.

Ambos estaban sentados en los sillones individuales de la sala de estar, observándome con atención. Lukyan me brindó una sonrisa tranquilizadora, como si pudiera percibir mis nervios, los cuales no estaba logrando disimular con eficacia. Yakov, por otro lado, permanecía imperturbable; era difícil descifrar sus pensamientos.

—La manada está utilizando solo el 5%, generando una ganancia mínima en comparación con su potencial total de explotación. Por otro lado, Eclipse, a pesar de contar con una cantidad limitada de esta trufa en comparación con nosotros, debido a la falta de frío en su suelo que impide la prosperidad de las trufas, está obteniendo un 19% de ganancia con una cantidad inferior.

Me dirigí hacia mi computadora y cambié la diapositiva. Ambos observaron la presentación con atención, y Yakov comparaba la información con la pequeña carpeta que les había entregado dos días atrás, donde estaba resumida de manera didáctica para que pudieran comprender la visión de lo que estaría exponiendo.

—Estamos experimentando pérdidas en una situación donde deberíamos estar ganando. Las trufas, por sí solas, son altamente beneficiosas, pero al transformarlas en otros productos como aceites, salsas o quesos, ampliamos el mercado y no nos limitamos al sector gourmet, lo que generaría mayores ingresos.

Lukyan asintió con interés mientras examinaba detenidamente un cuadro en la carpeta que detallaba la explicación técnica de lo que estaba presentando. Pasé a la siguiente diapositiva para mostrar los beneficios.

—No solo se trata de generar ingresos, sino también de crear empleo. Podemos expandirnos a Venus o Estragón para solidificar nuestro territorio, proporcionando una sólida fuente de trabajo y ofreciendo ayuda a las criaturas de esas áreas. Esto contribuiría significativamente a mejorar la calidad de vida de los miembros de nuestra manada, especialmente en territorios como Estragón, donde las condiciones no son tan propicias.

—La inversión inicial es significativa —comentó Yakov—, y no sé si sería conveniente comprometer tanto capital.

—Estoy convencida de que sí lo es —respondí con determinación—. Si ampliamos simplemente la exportación de trufas, ya obtendríamos un 25% de ganancias, superando a Eclipse, aunque no por mucho. Sin embargo, nuestra ventaja radica en la calidad superior, lo que técnicamente atraería más inversores y clientes, alcanzando un total del 37% solo con trufas. Esto nos deja un pequeño margen de ganancias para invertir en infraestructura. No podemos abordar todo de una vez, así que propongo comenzar con la producción de aceites. Es un producto que podemos vender a un precio asequible y generaría un gran flujo de ingresos que podríamos reinvertir en el crecimiento del negocio.

Golpeé suavemente las tarjetas sobre el escritorio y cambié nuevamente la presentación. Estaba segura de que estaba siguiendo el camino correcto, y mis nervios estaban prácticamente bajo control. Yakov, quien anteriormente me había causado cierta inquietud, ahora estaba concentrado, observando la presentación y formulando preguntas que me alegraba responder. Lukyan sonreía mientras hablaba, y a medida que avanzaba la presentación, me di cuenta de que podía sentirme satisfecha, ya que las cosas no estaban saliendo mal en absoluto.

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