E4
Romeo y Julián estaban muriendo de la risa cuando escucharon lo que pasó en el desayuno. Era increíble pensar que una pequeña plática amistosa podía poner en jaque a un hombre tan duro como José Julián, pero era obvio que sus contemporáneos sabían cómo controlarlo, todos ellos fueron compañeros de escuela, así que lo conocían cómo la palma de su mano. También era cierto que el nivel de madurez del hombre bajaba treinta años cuando estaba con ellos.
—Pero oye —interrumpió Julian, mirando a Marina—. ¿De dónde has sacado a ese Cortez? Yo no sabía que hubiera de esos por aquí —comentó cómo si estuviera hablando de alguna exótica raza de perros. Él no podía quitarse de un día para otro sus vicios al hablar.
—Nos conocimos por el campamento de verano —explicó la chica con una sonrisa enorme en los labios, mientras se abrazaba de Julio, su primo favorito, quien le había salvado de la histeria de su progenitor. Claro que el hombre le echaría una bronca cuando llegaran a casa, pero no sería nada comparado con lo que le hubiera hecho si aquella plática no hubiese tenido lugar.
—Él no es nuestro Cortéz —explicó Tom—. Sus padres son mexicanos —agregó, con una mueca asombrada, sin poder creer la coincidencia en los apellidos.
—Nosotros también somos mexicanos, al menos en parte —intervino Romeo, encogiéndose de hombros—. No es la gran cosa.
—Estás mal —le corrigió Tom, soltando una carcajada—. Nosotros somos españoles —él parecía una especie de profesor dando una clase muy interesante—. Ya sabés, Cortéz.
Julian casi se carcajea en su sitio, pero los demás siguieron hablando.
—¿Te suena de algo Texas? —Refutó Romeo, negando con mucha energía—. Tal vez algunos fuimos españoles, pero definitivamente también somos mexicanos —agregó, mirando a Tom con seriedad.
—Yo escuché que ustedes venían de Cuba —agregó Julio con una enorme sonrisa, con ese tono que dejaba claro que los estaba puteando por aquella estúpida discusión. Aunque en realidad sí que había escuchado historias raras con respecto al origen de sus dos familias.
—Yo escuché que ustedes venían del planeta de los simios —Romeo no pudo evitar tomar la oportunidad de molestar a Julio. Ellos nunca se llevaron bien, tampoco se llevaban mal, pero por alguna razón jamás tuvieron la oportunidad de intercambiar insultos.
Era como poner la calcomanía que faltaba en sus álbumes. Divertido.
—Tranquilas bestias ¿Quieren que saque mi rociador? —preguntó Julian, fingiendo que disparaba un atomizador a los rostros de los chicos.
A pesar de la amenaza, él parecía estar disfrutando de la pequeña escena.
Todos se quedaron en silencio, pensando en lo irónico que era el hecho de que precisamente fuese Julian quien estuviera deteniendo una pelea entre un De La Vega y un Cortéz.
—Crecen tan rápido —opinó Marina, soltando un suspiro, mientras fingía una mirada soñadora, que por supuesto, no pudo mantener ya se le escapó una carcajada que terminó contagiando a los demás. Mientras discutían sobre el origen de las dos familias, una alborotada cabellera pelirroja se asomó por la puerta del café donde estaban reunidos.
De inmediato y sin poder evitarlo, un extraño se metió en la reunión familiar.
Julian soltó un gruñido al ver aquel rostro de diablillo. Esa era una cara que no podía traer más que problemas.
—Giordano —Romeo le saludó, moviendo la mano—. ¿No deberías estar trabajando? —preguntó, al ver que el chico estaba usando un traje rosa con un moño azul. Era obvio que era su "disfraz para subir al escenario".
—Parece que estamos destinados a encontrarnos —comentó Julian, saliéndose por completo del hilo de conversación de Romeo.
—No puede haber dos de nosotros en el mismo pueblo —respondió Giordano, apuntándole con el dedo, cómo si este fuera una pistola.
—Dame tu mejor tiro, forajido —espetó Julian siguiéndole el juego. Romeo pasó la mano entre los dos, cortando aquella platica para tratar de conseguir una respuesta.
—Te hice una pregunta Giordano —dijo en tono áspero, consiguiendo que el muchacho se girara de golpe.
—Sólo estaba de paso, no iba a saltarme el trabajo, me marcho ahora —dijo, dándose la media vuelta antes de detenerse en seco ante las atentas miradas de Marina, Tom y Julio—. Hey —los saludó con una sonrisa—. Nos vemos —agregó girándose hacia Romeo y Julian—. Tengo que hacer una llamada a mamá y otra a Marion, pero, vine a avisarles que los veo en la tarde —advirtió antes de desaparecer por la puerta del restaurante.
Romeo y Julian se despidieron del chico, quedándose consternados cuando se dieron cuenta de que los otros tres estaban casi contorsionados hacia el lugar donde había salido Giordano.
—¿Y a ustedes que mierda les pasa? —preguntó Julian cruzándose de brazos y levantando una ceja, mientras su rostro parecía decir "los estoy juzgando".
Marina soltó un silbido, soplándose con la mano y negando con la cabeza mientras se acomodaba en su lugar.
—Debería mostrarle a Mika una foto de ese chico para que se le pegue un poco su estilo —comentó, sonriendo de oreja a oreja.
—Ahí murió el amor por tu chico malo —comentó Romeo, imitando el gesto de la chica y ella le sonrió con los ojos brillantes.
—El amor sigue ahí ¡Pero oye! ¡Uno debe aprender a apreciar el arte cuando lo ve! —Exclamó, mirándolos como si fuera una maestra con sus alumnos—. Y ese chico sí que se merece su propia galería.
—Si tuviera unos cinco años más consideraría invitarlo a un trío —comentó Tom, con la mirada perdida.
—¿Considerarlo? Sería un hecho —bromeo Julio, siguiéndole la corriente a aquellos dos.
—¿Es en serio? ¿Al cabeza de zanahoria? —preguntó Julian, obviamente en desacuerdo con sus gustos.
—Marina, tú que puedes, deberías poner esa zanahoria en tu ensalada —continuando con la broma, Julio levantó las cejas mientras le daba un empujón a su prima.
Marina, quien inicialmente estaba del lado de aquellos dos, hizo una mueca se desagrado ante el comentario, sacando la lengua cómo si hubiese probado algo desagradable.
—Voy a cancelarlos en Twitter —advirtió la chica.
—Es una zanahoria que deberías incluir en tu dieta diaria—espetó Tom, siguiéndole el juego a su marido, adoptando el papel de los tíos incómodos que nunca faltaban en las fiestas familiares.
—Ustedes dos son asquerosos —opinión Julian, imitando a su hermana, para después lanzar un grito de agonía, como si hubiese imaginado algo desagradable.
—Por dios, es un bebé, apenas y terminaron se salirle los dientes —gruñó Romeo, arrugando la nariz.
—Oye, en el matrimonio necesita de la risa para sobrevivir y de las lagrimas y nosotros nos alimentamos de las suyas —exclamó Tom soltando una risa divertida.
—Tenemos que innovar, evitar que se formen telarañas en nuestros corazones huecos —Julio se estaba riendo, mientras tomaba a Tom de la cintura.
—Ya sabes, probar nuevos aires, pero siempre con la pareja —terminó el chico, dándole un beso a Julio en la mejilla.
—Bien, esto es suficiente, te has ganado un sopapo bien puesto —le reprendió Romeo, sacándose el zapato izquierdo mientras hacía un ademán para golpearlo en la cabeza.
—¡Espera! —Intervino Julian, comenzando a sacarse la bota—. Yo me voy a unir —agregó, luchando contra los broches de la misma.
—Bien, es momento de escapar —exclamó Julio, tomando a Tom en brazos y saliendo rápidamente del restaurant. Parecía el correcaminos contra el coyote, huyendo en medio del desierto para evitar se atrapado. No cabía duda que ser Tom y Jerry les había dejado experiencia como escapistas, ninguno tuvo tiempo de reaccionar.
—¿Acaban de marcharse? —preguntó Marina, confundida.
—Y dejaron su cuenta sin pagar —murmuró Julian con un palpable tono de pesar en su voz. Sin duda Julio de la Vega siempre se salía con la suya.
—¿Qué hacemos? —Marina ladeo el rostro, viendo los platos y vasos vacíos en la mesa.
Julian levantó el rostro, observando a Romeo con ojos suplicantes y este soltó un suspiro, sacando su cartera.
—Yo pagaré —dijo, ganándose una sonrisa radiante por parte de Julian. Lo que tenían esos dos era algo así como un noviazgo de un día y Julian ya estaba aprovechando la influencia que tenía sobre su ahora novio.
Claro, él podría haber pagado, pero se sentía bien poder contar con Romeo y sobre todo, hacer "cosas de pareja", por ejemplo, comunicarse con una mirada, y por qué no, sentir que el muchacho estaba dispuesto a consentirlo.
—Pensé que cuando ustedes salieran yo me aprovecharía de la cartera de Romeo —suspiró Marina—. Pero el ganador ha sido otro —dijo señalando hacia la puerta.
Romeo soltó una risita.
—Julio de la Vega morirá siendo un tramposo.
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—¿Deberíamos volver a pagar la cuenta? —preguntó Tom, sosteniéndose de los hombros de Julio, mientras este le ponía en el suelo.
—No te preocupes, estamos cobrando nuestros honorarios por el viaje —explicó, depositando un par de besos en los labios del muchacho, negándose a soltarlo.
—Podrías tomar cómo compensació todo el bullying que le has hecho a nuestras familias —Tom soltó un suspiro, sosteniéndose de Julio por el cuello—. Pero de esta manera también es divertido —dijo soltando una risita maliciosa.
Ellos se besaron una vez más y ese último roce fue un poco más apasionado. Julio soltó un suspiro.
—Es una lástima que no tengamos una cabaña para nosotros solos —opinó haciendo una mueca de decepción y Tom imitó el gesto, negando con la cabeza, para después comenzar a reírse.
—Pervertido.
Aunque los dos actuaban como si el estar ahí fuera una molestia, la verdad era que estaban disfrutando de la aventura. La familia a la que siempre habían conocido como polos enfrentados ahora convivía sin problemas, al menos la parte de la familia que les importaba. Ellos también habían tomado unas pequeñas vacaciones de su ciudad y tenían a Dominic vuelto loco en el teléfono porque decía que escuchaba ruidos y se quejaba de que su perro le ladraba a la nada como si estuviera muy asustado.
La familia era simplemente lo mejor, y su familia, era en definitiva un caso único.
Fin
Opiniones ¿Qué les pareció? *-*
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