25
—Dice Dominik que vayamos a verlo, según que es urgente —Julio levantaba las mano, adoptando una mueca de incredulidad en el rostro.
Mientras Tom caminaba por la vereda del parque, frunció el ceño asomándose en la pantalla del teléfono, él no podía revisarlo mientras andaba, así que solía dejárselo a Julio para que revisara los mensajes cuando alguien le escribieran o contestara una llamada.
Confundido se detuvo un momento leyendo la conversación, era extraño ver a Dominik tan desesperado ¿Le habría pasado algo malo? Suponía que sí, aunque no debía ser demasiado grave, si fuera algo más urgente habría llamado en lugar de escribirle.
—¿Qué crees que sea?—preguntó con desconfianza.
—No sé, pero ya caminaste mucho hoy —dijo encogiéndose de hombros—. Podemos ir ahora si quieres —comentó sin mucho humor, él también estaba un poco confundido por el llamado. Dominik no era una persona de mensajes alarmistas.
—Mmm —Tom se quedó pensando y al final se encogió de hombros—. Pues vamos, a ver qué le pasa a pobre —concluyó frunciendo el ceño.
Lentamente caminaron por la vereda que les guiaría a la camioneta, buscaron la dirección del dichoso local y en unos quince minutos ya estaban estacionándose cerca de la cafetería donde los esperaba el joven artista.
Nada más llegar, pudieron verlo a través del cristal, mordiéndose las uñas y moviendo la rodilla en un tic desesperado. Parecía un poco cansado, aún tenía a su lado las maletas del viaje que acababa de finiquitar. Era obvio que nada más bajarse del avión había terminado ahí.
Tom se bajó de la camioneta, ya no necesitaba ayuda para hacerlo, pero seguía sin entender por qué el vehículo era tan malditamente alto.
Julio caminó a su paso y observaron como Dominik levantaba la vista y sus ojos se iluminaron al encontrarlos en el camino. Por poco se levanta de golpe, para correr a su encuentro, sin embargo, se reprimió apretando los puños, mientras intentaba calmarse.
Una vez que entraron y se acomodaron frente a él, Dominik sacó una enorme maceta pintada con patrones de colores. Parecía muy bonita y muy cara, ellos no eran exactamente personas de plantas, pero la mamá de Tom tenía un jardín muy bien cuidado, así que estaba familiarizado con el tema.
—Necesito que entreguen esto por mí —dijo en un tono bastante ansioso.
Julio levantó una ceja.
—¿Para eso nos llamaste? —preguntó frunciendo el ceño y cuando Dominik asintió, él hizo un amago por levantarse—. Vámonos Tom, no nos necesitan aquí.
—¡Esperen! ¡Esperen! —Exclamó extendiendo las manos hacia ellos en un gesto desesperado—. ¡Necesito que entreguen esto! —Él dobló el dedo corazón y el índice de la mano izquierda, sobre la palma de la mano derecha—. ¡Se los pido de rodillas! —rogó sacándole una risita a Tom.
—¿Por qué quieres usarnos de mensajeros? —Le interrogó ladeando el rostro. No era común que Dominik les llamara para hacer esa clase de cosas—. Pareces cansado ¿Acabas de llegar de tu curso de cerámica? —agregó curioso.
—Pues sí —Dom suspiró bajando la cabeza mientras señalaba al otro lado de la cuadra—. ¿Ven el local que está allá? —cuestionó tratando de no parecer muy obvio al hacer una indicación con el dedo. Los otros dos asintieron—. Pues resulta que...—Él carraspeo, no muy convencido de querer seguir hablando al respecto.
—¿Qué? —le incitó Tom, ansioso de saber la razón de todo aquello.
—Que Mathías trabaja ahí— masculló lo suficientemente alto como para que escucharan, pero con una expresión que dejaba en evidencia que preferiría guardarse aquella información para sí mismo.
—Oh—Fue lo único que Tom atinó a decir, abriendo los ojos de par en par, mientras trataba de no parecer tan obvio con respecto a su interés. Julio, por su parte, se echó a reír con ganas y cuando la carcajada se extendió de más, Tom le dio un codazo, frunciendo el ceño—. ¡Julio! —le advirtió, a lo que el muchacho trató de controlarse sin lograrlo del todo.
—Recuérdame porque sigo hablando con este tipo —se quejó Dominik haciendo una mueca de desagrado.
—Porque es el encargado de contestar mi teléfono cuando estoy ocupado y si me invitan a un sitio, no puede evitar venir—comentó en tono de broma, mientras recargaba el mentón sobre su mano izquierda.
—Vaya —murmuró Dom—. Esa parece una buena razón—dijo y luego negó con la cabeza, golpeando con las dos manos la superficie de madera mientras les miraba con fuego en los ojos—. ¡Por favor ayúdenme! ¡Es urgente! —exclamó regresando al tema.
—¿Y de dónde viene tanta urgencia? —Tom le sonrió, un poco más relajado—. ¿Por qué no se lo puedes entregar tú? Llevas bastante tiempo trayéndole regalos de mierda y ahora que por fin tienes algo tan bonito te pones tímido ¡Quien te entiende! —se quejó en un ademán dramático.
—¡Oye! ¡No me juzgues! —Se quejó cruzándose de brazos y luego dejó caer los hombros, adoptando una pose de derrota—. Estoy teniendo problemas para disimular que soy una persona con todas sus facultades mentales últimamente, porque Mathias se ha estado escondiendo de mí, quizás lo estoy asustando con mi insistencia.
—Pareces un acosador peligroso —dijo Julio sin parar de reír—. Le has hecho temer por su vida —agregó sin detenerse y Tom volvió a pegarle en el hombro, haciendo que Julio soltara un quejido.
—Estoy seguro de que es tu imaginación —dijo Tom tratando de sonar tranquilizador—. Ustedes se escriben seguido ¿No? Si te estuviera evitando sería raro que contestara tan bien tus mensajes —comentó convencido de que Dominik estaba exagerando las cosas.
Tom y Julio esperaron a la respuesta de Dom, pero este solo bajó la cabeza suspirando pesadamente, mientras trataba de evitar la mirada de los muchachos.
—Bueno, en realidad...—Él hizo una pausa meditando sus palabras—. Hace tiempo que no me contesta, de hecho, no he sabido mucho de él últimamente y cuando le llevo los recuerdos es su madre o sus tías quienes me atienden —Dominik se encogió de hombros—. Creo que Julio tiene razón y a lo mejor lo asusté.
Tom abrió la boca, estaba a punto de decir algo, pero se quedó sin palabras, aquellas eran noticias nuevas. Ellos molestaban continuamente a Dominik con Mathias, pero en las últimas semanas este se había estado poniendo de mal humor cuando tocaban el tema, quizás era porque se avergonzaba de contarles lo que estaba pasando.
—Lo que tienes que hacer es obvio —dijo Julio inclinándose hacia él con un brillo decidido en la mirada. El chico era mucho más habilidoso para esa clase de situaciones que Tom.
—¿A sí? —preguntó Dominik con tono irónico—. ¿Y qué es eso tan obvio que se supone, tengo que hacer?
La sonrisa de Julio se volvió tan amplia como la del gato de Alicia.
—Se esconde de ti, pero likea todas tus fotos en Instagram y Facebook, lo sé de buena fuente, y te sigue en todas tus redes, te comenta cosas y de vez en cuando te etiqueta en algunas otras —Soltó una risita confiada— Ese pollito, quiere que lo caces —exclamó dándole otro golpecito a la mesa.
Tom, soltando un gruñido, le dio un codazo en las costillas para que se pusiera serio.
—Está bien, Dom, nosotros entregaremos esto por ti en investigaremos lo que está pasando.
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