
22
—Conseguí un buen trabajo este mes —dijo Julio caminando hacia atrás mientras vigilaba a Tom en el andador.
Ellos llevaban exactamente un año desde el primer acercamiento de Julio, metidos en una relación bastante ambigua.
El chico se la pasaba molestándole, acercándose de manera coqueta, invitándolo a salir y diciéndole cosas comprometedoras, pero nunca se habían besado ni ido más allá de insinuaciones. Tom estaba seguro de que Julio solamente jugaba con él (al menos el sesenta por ciento de las veces esa seguridad no flaqueaba), siempre que quería algo de Tom se le acercaba y le prometía una cita e insinuaba que podrían terminar enrollándose, pero al final no pasaba nada.
A pesar de que conocía sus trucos, Tom seguía cayendo en ello.
—¿A sí? —cuestionó tratando de concentrarse en sus pasos. La recuperación estaba siendo terriblemente lenta, sin embargo, a pesar de las pocas esperanzas de los médicos Tom ya podía caminar pequeños tramos antes de terminar exhausto y si se quedaba parado podía aguantar aún más.
Estaba seguro que pronto podría andar de nuevo.
—Si—dijo—. Estoy pagando impuestos y mi paga es mejor de lo que esperaba —comentó.
—¿Se gana dinero como veterinario?—preguntó deteniéndose un momento antes de continuar andando.
—¡Claro! En la clínica donde estoy ahora me pagan lo mismo que me daban en mi antiguo trabajo por despulgar a un perro, hay muchas urracas con dinero por ahí —aclaró sonriendo.
—Vaaaya —Tom no le estaba prestando mucha atención porque era realmente difícil andar y ya estaba por alcanzar su límite.
—De todas formas —continuó hablando—. Si consigo ser un trabajador regular y todo sale como lo planeado, el próximo año te pido matrimonio.
A Tom se le resbalaron las manos de la impresión y terminó yéndose de espaldas hasta quedar tirado en el suelo. Por culpa de la manera en que se resbaló, apenas y pudo meter las manos así que pegó un grito llamando la atención de las demás personas en la clínica.
Julio levantó una ceja antes de inclinarse hacia él.
—Si no tienes cuidado, te vas a lastimar —Y luego le extendió la mano para ayudarle a levantarse.
Sacudiendo la cabeza, Tom trato de incorporarse solo, lográndolo a duras penas.
—Eres un idiota —gruñó—. Déjate de bromas ¿Si?
—¿Bromas? —Preguntó tomándole de la cintura—. Pero si estoy hablando en serio, si consigo algo de estabilidad pronto voy a pedirte matrimonio, así que ya puedes ir pensando desde ahorita tu respuesta.
Una vez más Tom casi se va de espaldas, aunque esta vez ganó contra la gravedad porque Julio lo estaba sosteniendo.
—Estás loco —le dijo avergonzado, para después afirmarse e intentar llegar a su silla de ruedas, una vez en ella se apresuró a la salida, poco dispuesto a tratar con las locuras del muchacho. Tom podía aguantar comentarios a un nivel de estupidez regular, pero, aquello ya era pasarse.
Julio le siguió de cerca.
—¿Y ahora qué te pasa? —le preguntó una vez que se encontraron en el estacionamiento, fuera de la vista del resto. El médico ya había terminado su revisión ese día y lo había puesto a caminar como una rutina mientras checaba los cambios en su lista de ejercicios, así que todavía no era hora de irse.
—Deja de burlarte de mí —Se quejó avanzando hacia la camioneta.
—No me estoy burlando —aseguró muy serio.
—¿Cómo no? —Cuestionó con los ojos encendidos de furia—. Si te la pasas molestándome porque sabes que me gustas y ahora dices no sé qué disparate de casarnos —Tom empujó su silla de ruedas, mirándole fijamente—. Hay un límite entre lo que puedes decir y lo que no —le advirtió frunciendo el ceño.
—Hablo en serio —reiteró un poco confundido por la reacción de Tom.
—Llévame a mi casa ahora o te reviendo, imbécil.
Julio se le quedó mirando un momento, parecía querer decir algo, pero se lo guardó al notar las miradas de la gente que entraba y salía del centro. No es que a él le interesara, pero a Tom podía ponerle de muy mal humor ser el centro de atención por culpa de una pelea de ese tipo. No quería convertirse en la clásica figura de berrinches sin sentido en plena calle.
Resignado, soltó un suspiro, caminando sin mirar atrás. Julio le siguió de cerca.
Una vez en el auto, sentado en el asiento del piloto y con Tom a un lado suyo, reanudó la conversación.
—¿Por qué se supone que no puedo pedirte matrimonio? ¿Está en contra de la ley o algo? Si no quieres aceptar solo tienes que decir que no —se quejó cruzándose de brazos.
Tom se giró a verle furioso.
—¡Ese no es el punto! ¡Nosotros ni siquiera hemos salido en serio! ¡Yo...! —Tom estaba por comenzar con los gritos y las quejas cuando Julio le interrumpió rápidamente.
—¿Y para ti que es salir en serio? —preguntó ceñudo, retándole con la mirada. Tom apretó los labios, moviendo los dedos mientras contenía las ganas de ahorcar a Julio, pero después de un rato, suspiró bajando un poco el tono de voz.
—No sé —se quejó—. Que me presentes como tu pareja a la gente, que nuestros papás sepan, que nos besemos y tengamos sexo ¡Yo que sé! —exclamó bajando la cabeza, avergonzado y mortificado por aquella charla.
—Bueno —Julio sonrió, adoptando una expresión pícara—. La última parte sí que suena agradable, podemos comenzar por ahí ahora mismo —Tom le golpeó el brazo, sacándole un quejido de dolor—. ¡Vale ya! —dijo riéndose—. Entonces salgamos en serio y si todo sale como lo planeo, el próximo año te pido matrimonio.
—Claro que no, no, no y no —refutó, negando con la cabeza de manera efusiva.
—¿Pues qué dices que no? ¡Sabes que te gusto! —Preguntó sin entender su reacción—. ¿Cuál es el problema?
—El problema eres tú —dijo Tom señalándole acusador—- ¡Sí me gustas! ¡Lo sabes! ¡Nunca lo dije, pero lo sabes! ¡Pero tú no me quieres a mí! ¿Cómo podría salir contigo de esa manera? —Antes de darse cuenta ya estaba levantando la voz, con un tono lleno de frustración.
Julio se le quedó mirando en silencio, examinando la expresión de Tom, tan triste. En automático él se sintió triste también.
—¿Quién dices que no me gustas? —le preguntó ladeando el rostro. Tom resopló con ironía en su expresión.
—Eres un cabrón —masculló.
—Vamos —Julio extendió la mano para tomarle el mentón, levantado su rostro y mirándole a los ojos—. Me gustas —dijo—. En serio me gustas.
Los dos se quedaron en silencio, mientras Tom trataba de procesar lo que le estaba diciendo.
—Deja de bromear —murmuró, sintiendo que su pecho se oprimía ante aquellas palabras.
—No estoy bromeando —aseguró.
—Es en serio —no se movió ni un centímetro de su sitio.
—Es en serio —Julio le miró a los ojos y su expresión fue tan profunda que resultaba desconcertante.
—Si me estas engañando...—Tom estaba a punto de lanzar una amenaza, cuando Julio soltó una risita.
—No te miento, me gustas.
Una vez más, se quedaron en silencio. Julio deslizó su mano para acariciarle la mejilla, mientras sus miradas se encontraban fijas en el otro. Tom parpadeó cuando sintió a Julio inclinarse hacia él, haciéndole retroceder por inercia hasta que se dio cuenta de que su espalda chocaba contra la puerta de la camioneta.
—¿Julio? —preguntó inseguro—. ¿Qué estás haciendo?
—Voy a besarte —dijo sonriendo—. Si no quieres puedes pegarme un tortazo.
Pero Tom no hizo nada; sintiendo sus mejillas arder, aceptó el contacto ajeno mientras las manos de Julio le sostenían del cuello. Él nunca se imaginó que un beso pudiera sentirse tan bien, no era la sensación de los labios ajenos sobre los suyo, sino su corazón latiendo mientras los nervios se lo comían poco a poco. La gente podía llamarlos mojigatos, porque no hicieron nada más allá de un roce inocente antes de separarse, pero en aquel momento, para ellos, fue lo correcto.
El beso era importante, sí, pero a veces las palabras también eran necesarias.
—¿Quieres salir conmigo en serio? —preguntó con toda su atención concentrada en Tom. Este se quedó en silencio un momento, apretando los labios antes de asentir lentamente.
—Si —dijo con un hilo de voz, cuando consiguió hablar.
Julio soltó una risita, volviendo a besarlo, una y otra vez, hasta que Tom le dijo que era hora de volver.
—Mi mamá se va a morir con esto —murmuró Julio separándose de él, con una mueca de diablillo en el rostro. Mientras algunas risitas malvadas se escapaban de los labios, arrancó el auto para ir a casa.
Por su parte Tom no estaba escuchando nada. Tenía la mirada perdida y la mente hundiéndose en una ensoñación de nubes rosa y unicornios que cagaban arcoíris ¿Qué podía decir? Estaba alucinando después del beso, preguntándose ¿Cómo había conseguido llegar hasta ahí? ¿Cómo había conseguido que alguien tan maravilloso como Julio De La Vega se fijara en él?
Tom quiso darse una cachetada después de aquel pensamiento.
¿Qué parte de Julio De La Vega era maravillosa?
De manera disimulada se giró a verle. Era solo un tipo normal, de cabello muy lacio y rostro olvidable ¿Era guapo? A Tom le parecía muy guapo, siempre fue muy guapo para él, pero ¿Realmente era tan guapo como lo veía? Lo más probable es que no lo fuera. Para Tom, Julio era más atractivo con el paso del tiempo, pero tenía la misma cara que había tenido siempre; de idiota.
Tom se sonrojó bajando la vista.
Julio se había transformado en la persona más cautivadora sobre la faz de la tierra.
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