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2

Tom estaba de muy mal humor.

Por lo general era una persona de risa fácil y bastante amistoso, pero desde hace unos días se encontraba irritable todo el tiempo, era algo tan evidente que las personas comenzaban a sentir el cambio a su alrededor, dando como resultado un comportamiento cauteloso cuando andaba cerca. Sin embargo, aquella era una noche inapropiada para estar de malas.

Gruñó.

A pesar de que la música sonaba a lo alto y la fiesta estaba en lo máximo de su apogeo, no conseguía entrar en ambiente. Tom lo intentó, de verdad lo hizo, pero era como si estuviera atrapado en una dimensión alterna, donde solamente podía observar sin ser parte de la diversión.

Había una barrera invisible que le separaba de los demás.

La noche era perfecta, pero parecía atraer la mala suerte. Sobre todo, después de tener que interrumpir una riña entre su primo y el primo de Julio, aquello no había sido exactamente un disparador de buenas vibras para él. Fastidiado tomó una botella de tequila, empinándosela entera y se bebió la mitad en menos de un minuto.

El viento fresco de la noche le pegó en el rostro, aumentando la sensación que le causaba el alcohol.

De repente el mal humor se fue, al principio era raro, se mareo, veía todo doble y luego las cosas se pusieron divertidas. Tom comenzó a reírse, salió a bailar a pesar de que era malísimo en ello y se besuqueo con una chica mientras todo el mundo le miraba y le vitoreaba.

—Feliz cumpleaños Tom —había susurrado la chica, inclinándose sobre él para hablarle al oído. Ella era suave y cómoda, olía a vainilla y Tom no se contuvo de besarla una vez más.

Luego todo desapareció.

Él parpadeó mirando una superficie azul marino, plagada de puntos brillantes.

Era el cielo y aquella una noche sin luna.

Tom intentó levantarse, pero le costó mucho trabajo hacerlo. Estaba muy mareado, vomitó nada más ponerse en pie, se sentía terrible, horrendo.

Miró a su alrededor, se encontraba rodeado de árboles y plantas, más adelante se hallaba la carretera. Tom tuvo que respirar profundamente varias veces antes de comenzar a caminar hacia el pavimento, donde se tomó su tiempo para aclarar sus ideas.

Le costó mucho saber quién era y que estaba haciendo ahí, en que día se encontraba y a donde debía ir. Por un momento su respiración se agitó por el pánico, estaba asustado ¿Qué estaba pasando? Sin embargo, poco a poco su mente halló el camino.

Lo primero y lo que más alivio le otorgó es que reconoció la carretera.

—Dios —murmuró cuando por fin pudo ubicarse en tiempo y espacio.

Se encontraba a medio camino entre el pueblo y la zona en donde habían organizado la fiesta. Aquello no estaba tan lejos, de hecho, él podía ver las luces desde ahí, debía encontrarse a unos cuatro kilómetros de distancia.

Suspiró.

Se sentía terrible y encima iba a tener que caminar hasta volver a la propiedad.

Nada más dar un par de pasos comenzó a tener arcadas y vomitó otra vez.

Unas luces aparecieron a lo largo del camino, por la dirección que llevaban supo que era alguien que se dirigía a la fiesta. Aquella carretera terminaba justo en donde organizó su cumpleaños, así que no había muchas opciones para especular. Como sea, sintiéndose optimista decidió, arbitrariamente, ponerse en medio del camino con las manos levantadas mientras trataba de llamar la atención del conductor.

—¡Ey! —gritó—. ¡Detente!¡Detente! —pedía haciéndole señas.

El auto se estacionó a unos metros lejos de él, pero lo suficientemente cerca para alarmarle con la posibilidad de ser arrollado.

Tom intentó cubrir sus ojos de los focos que le cegaban con su mano derecha. Apenas y pudo distinguir la figura de una persona saliendo de la camioneta.

—¿Puedes darme un aventón? —preguntó avanzando lentamente, intimidado por las luces altas del vehículo.

—¿Tom? —No fue difícil reconocer su voz, era Julio, cuyo rostro pudo apreciar una vez que los focos estuvieron apagados. Aunque la imagen de su cara quedó manchada por puntos blancos que revoloteaban a su alrededor, era imposible confundirlo con alguien más.

Tom se talló los ojos y parpadeo varias veces antes de que su mirada se acostumbrase al cambio de luz.

—¿Qué haces aquí? —Le cuestionó Julio, ladeando el rostro.

—¿Qué haces tú aquí? —Gruñó levantando la vista—. ¿Tratas de colarte a mi fiesta? —le exigió saber, mientras se esforzaba por enfocarle correctamente.

—No estamos en una fiesta, por si no lo has notado —La voz de Julio sonó seca, desprovista de sentimientos y entonces Tom recordó que se supone estaba intentando mantener a raya las peleas. Aquello le hizo enojar de más.

—Sabes a lo que me refiero —se quejó.

—¿Necesitas ayuda? —Julio cambió de tema señalando la camioneta—. Me enteré de que Julian sí que se fue a meter a tu fiesta, estoy casi seguro de que se va a pelear con tu primo.

Tom resopló.

—Eso ya es historia, Juliana vino por él, se han ido a casa juntos. —Era obvio que estaba atrasado en noticias.

—¿Qué? —Julio gruñó—. Espero que tus primos no se hayan pasado de la raya con mi prima porque de ser así voy a...

—¿Estás buscando pelea? —Tom sonrió, de repente ya no se sentía borracho ni perdido, estaba justo en su centro. Sin embargo, Julio retrocedió soltando el aire de sus pulmones.

—No, estoy siendo amable —Él se cruzó se brazos—. ¿Quieres que te lleve o prefieres quedarte haciendo el tonto a mitad de carretera? —Julio suspiró—. Te dejaré en la entrada y volveré a casa.

—¡Ja! —Tom giró comenzando a andar rumbo a la propiedad—. ¡Primero muerto! —exclamó andando en zigzag. Viendo el camino daba la sensación de que avanzaba muy lento, como si la imagen frente a él se distorsionara, alargándose hasta volverse infinita.

Julio se recargó de la capota de la camioneta soltando un suspiro. Aquello era ridículo, Tom estaba muy borracho y la carretera se había construido en terreno irregular, así que si se salía del pavimento podía resbalarse y rodar hacia abajo.

De todas formas, Julio pensó que lo mejor sería desestimar la situación y largarse a su casa. Sin embargo, cuando Tom realmente se resbaló y rodó hacia la hilera de árboles que crecían en aquella zona, tuvo que contar hasta tres antes de auxiliar al chico.

Si fuese un poco más inteligente se habría dado cuenta que aquello no saldría bien de ninguna manera. Sin embargo, no se esperaba que Tom le lanzara un golpe nada más verle. Aun tirado en el suelo, Thomas no parecía rendirse en la búsqueda de una buena pelea.

—¿Estás loco? —preguntó Julio retrocediendo hasta quedar al borde de la carretera.

—¡No! —exclamó—. ¡Estoy enojado! —Aunque Tom no tenía idea de porqué, se sentía extraño, estaba mareado.

—Por poco y no lo noto —ironizó haciendo una mueca de fastidio.

—¡Eres un idiota! —dijo señalándole con el dedo y Julio le golpeó la mano.

—No señales —comentó divertido, casi riéndose de él, logrando que Tom se pusiera aún más furioso.

Inspirando fuerte, tomó a Julio de la camisa, mirándole mientras le sostenía en señal de amenaza.

—¡Aléjate de Laura! —Le ordenó.

—Laura no es tuya —contestó tomándole de las muñecas, tratando de detener la agresión, pero aun borracho, Tom era difícil de controlar. Ellos forcejearon en la carretera, tratando de medir fuerzas.

—¡No entiendes nada! —Por un segundo, Tom sonó un poco lastimero a los oídos de Julio.

—Entiendo que estas celoso y borracho —suspiró—. Perdóname, pero esa nunca es una buena combinación.

—¡No estoy celoso! —Gritó, Tom—. ¡No es por ella!

Julio le miró confundido, abrió la boca para decir algo, pero no consiguió articular palabra, pues estas fueron interrumpidas por el rechinar de las llantas de un auto. En un acto de reflejo, giró el rostro hacia donde se extendía la carretera y unos faros iluminaron todo antes de sentir golpe que le dejó tendido en el suelo, mirando a las estrellas.

Un dolor indescriptible se apoderó de su cuerpo, era tan fuerte que le dejó sin aliento. Intentó tomar aire, pero comenzó a ahogarse. En ese momento le pareció escuchar el motor de un auto alejándose, pero su cerebro no logró hacer la conexión entre su entorno y lo que acababa de suceder.

Angustia, confusión, miedo lo invadieron antes de que todo comenzara a apagarse.

Era como si el mundo se hubiese quedado en silencio. Bajó la vista, vio una mano ensangrentada sobre su pecho, giró el rostro y su camioneta estaba estacionada a un lado. Julio intentó moverse.

Nada.

Su cuerpo se negó a obedecerlo y de repente, como si hubiese sido solo una pausa momentánea, el dolor volvió con más intensidad.

No pudo evitarlo, gritó.

Su garganta casi se desgarra, pero siguió gritando con todas sus fuerzas, sintiendo una agonía que jamás había experimentado.

Julio miró a las estrellas y estas le hablaron con una voz conocida.

¡Cuidado!

Era Tom y ese grito fue proferido en algún momento del que no tenía conciencia, como si la información hubiese llegado demasiado lento a su cerebro.

Trató de moverse, pero volvió a caer sobre el asfalto antes de conseguir siquiera elevarse un par de centímetros del mismo. Había perdido todo el control que tenía sobre sus músculos. La respiración se le aceleró.

Julio sostuvo la mano que descansaba sobre su pecho y apretó los dientes aguantando, pero no fue suficiente.

Antes de darse cuenta había perdido la conciencia.

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