19
Julio regresó a la casa de Dominik con los ojos hinchados y con pinta de vagabundo. Estaba más sucio que cuando se fue, ahora sus pies estaban llenos de tierra y su ropa también. Dom no pudo ignorar el hecho de que tardó más de lo usual, pero decidió no hablar sobre lo evidente que resultaba que había estado llorando; Julio lo agradeció.
Los siguientes minutos los pasaron en silencio, comiendo y bebiendo como si estuvieran a media tarde. Aquella era una buena noche para pasar el rato; Julio había puesto música para rellenar los silencios, puso la BSO de El fantasma de la ópera en su celular. Dominik no se podía quejar al respecto, a él le gustaban las versiones de las películas.
Para Julio aquellas canciones tenían un significado especial. Ellos (él y Marina) miraron la película una tarde de aburrimiento en que le tocó hacer de niñero para la chiquilla. Con ella tenía muchas tardes de películas, las cuales disfrutaba bastante; Marina era una mejor espectadora que Tom, porque ella guardaba silencio y esperaba hasta que terminaran los créditos para comenzar a tirar mierda.
Con ella había visto muchas de las cintas que le puso a Tom mientras este estaba en coma, incluido "El final de mis días" y "Jet boy" (esperaba que sus tíos no se enteraran de eso); en realidad tuvieron una larga lista antes de caer con "El fantasma de la Opera".
La cosa era que, cuando llegaron a esta y con la experiencia previa de musicales adaptados a la gran pantalla, decidieron verlo con ojo crítico mientras se cruzaban de brazos y arrugaban la nariz, sin embargo, al llegar al final de la misma, estaban tarareando las canciones mientras hablaban de lo bien acomodado que se encontraban los escenarios y como la película resultaba más ligera de lo que esperaban.
Marina ponía las canciones para dormir todas las noches y cuando el resto estaba demasiado ocupado como para llevar a la niña a sus campamentos, él tomaba la camioneta y ponía toda la BSO para escuchar durante el viaje.
Aquella obsesión duró bastante más de lo que se esperaban.
Era extraño, él no fue consciente de lo mucho que añoraba la compañía hasta que se vio desprovisto de ella; quería caminar en grupo, salir por ahí a divertirse, tener a alguien con quien hablar y pasar el rato. Necesitaba amigos, algo, cualquier cosa que mitigara la oscura pesadez que amenazaba con aplastarlo.
Ahora que estaba "sintiendo" quería más que nunca una charla con Marina, o quizás un rato con sus primos, una noche de fiesta que sacara de su sistema la confusión y el dolor.
Él podía imaginar la carita enojada de Marina, diciéndole que no tenía ni puñetera idea de lo que estaba hablando, pero que esperaba que sus padres no se enteraran. A la santurrona Juliana escuchando por casualidad y persignándoe mientras Julian se cruzaba de brazos restándole importancia a cualquier cosa que no tuviera que ver con sus propios asuntos.
Julio soltó una risita mientras se comía un burrito y al verle, Dominik levantó una ceja. Probablemente fue parte de "Julio siendo un dulce depresivo" el que dejó que Dom bajara la guardia y pusiera su teléfono celular en un lugar vulnerable, pero antes de darse cuenta su privacidad ya había sido invadida por un aburrido Julio.
—Vaya, vaya ¿Pero qué es esto Dom? ¿Quién es este? —preguntó Julio mientras miraba en la pantalla.
Dom cerró los ojos, como si un ruido muy fuerte hubiese explotado cerca de su oído, pero no se trataba de eso, era simplemente Julio, cuya presencia volvía a ser un incordio.
De habérselo pensado mejor habría colocado un patrón menos obvio como seguro, una "Z" definitivamente no era la cosa más ingeniosa que pudo habérsele ocurrido, pero vamos, no se esperaba que el muchacho terminase husmeando y justo cuando él se encontraba en una situación comprometedora.
Unos días atrás había publicado en Instagram una fotografía de la rosa del desierto que había comprado para Tom; como buen chico que era, se aseguró de etiquetar a la cuenta de la tienda, que inmediatamente le agradeció por "cuidar a una de sus pequeñas".
Luego de eso una cuenta que no conocía comenzó a seguirle, el nombre de la misma era MathiasC y era privada; generalmente él no le hubiese tomado mucha importancia al asunto, de no ser porque había dejado un comentario en la foto de la planta.
"Espero que hayas impresionado a esa persona especial"
Luego de eso Dominik no se había podido resistir a seguirle, esperando poder echar un vistazo al desconocido. Fue un acto inocente, sin ningún tipo de doble intención, pero luego de comenzar a ver las fotos se había quedado un buen rato revisándolo todo.
Mathias, como suponía que se llamaba el muchacho, tenía algunas fotos suyas, casi siempre acompañado de un grupo de mujeres mayores; otras eran tomadas en algunos invernaderos y hablaban sobre el cuidado de las plantas; y por ultimo encontró algunas relacionadas con el trabajo de conserva de las mismas. Era obvio que el chico pasaba mucho tiempo trabajando, eran una mínima cantidad de imágenes las que se hallaban ubicadas en escenarios externos a los espacios del invernadero, su casa y la tienda.
Como sea, Dominik se quedó pensando en escribirle para agradecer por el asunto de la planta. Llevaba ya dos días así, escribiendo posibles mensajes que terminaba borrando antes de presionar el botón de enviar, porque no estaba seguro de estar proyectándose correctamente de manera escrita.
Sin embargo, por cuestiones de suerte terminó dejando uno de sus mensajes en la pantalla mientras trataba de pensar si ese era el correcto o no.
—¡Ups! —exclamó Julio con una sonrisa diablillo en los labios—. Creo que se me barrieron los dedos y el mensaje se envió —comentó con aire de inocencia.
Dominik se quedó estupefacto durante largos segundos antes de mirar a Julio y lanzarse sobre él; aquel monstruo no se largaría de la casa sin recibir un buen par de golpes.
—¡Te voy a matar! —exclamó tomándole de la camisa, cuando Juilio lanzó una exclamación de sorpresa.
—¡Oh! —dijo—. Me ha contestado.
Congelado en su sitio, Dom miró a Julio con la expresión llena de horror.
—¡Vaya! Eres un tipo madrugador, no te preocupes, como dije, ya iba siendo hora de que las cambiáramos. —Julio afiló la mirada mientras repetía el mensaje en voz alta y con un tono dulzón que le chocó a Dom—. Parece que hay una historia oculta tras esto ¿Qué es lo que nos has estado ocultando? —comentó en tono de burla.
Dominik le arrancó el teléfono de las manos cuando se dio cuenta de que Julio comenzaba a escribir una respuesta.
—¡Dame eso! —se quejó alejando el aparato de las garras del chico. Este simplemente se apresuró a tomar el suyo para buscar al dichoso Mathias, al cual encontró rápidamente. En cuestión de segundos el muchacho ya había aprobado su solicitud.
—¿Qué estás haciendo? —Se quejó Dominik—. ¡Oh por dios! ¡Ya son las cinco y media! —exclamó corriendo al piso de arriba, ese día no tenía clases, pero debía avanzar su proyecto al máximo si quería dormirse sin pendientes.
Julio soltó una carcajada
Luego de eso se quedó hasta las ocho de la mañana causándole insomnio a Beethoven, solo decidió marcharse cuando Dominik se fue a dormir; él también necesitaba un buen sueño.
Como un zombie caminó hasta la camioneta y condujo de regreso, llegando cuando el sol ya estaba avanzando hacia lo alto.
Estacionó la camioneta frente a la casa y se bajó de un salto. Lo primero que se encontró al llegar fue a Tom practicando en el barandal de su corredor. Hacía unos días había conseguido pararse, aun no podía dar pasos, pero era un gran avance teniendo en cuenta que ni siquiera esperaban que despertara.
Tom estaba tan concentrado tratando de mantenerse en pie que no lo vio llegar. Además, trataba de descifrar el sueño extraño que tuvo la noche anterior, aquella video llamada se había perdido en su memoria como un sueño difuso, apareciendo como imágenes borrosas y sin sentido.
Julio sonrió, aprovechando el momento para sostenerle por la espalda, de la cintura y levantarlo del suelo.
—¡Buenos días! —exclamó dándole vueltas. El cansancio que había sentido desde la tarde anterior desapareció junto con el vacío. Estaba seguro de que si lo intentaba podría resistir despierto hasta la siguiente noche.
A Tom casi le da un tic en el ojo.
—¡Bájame bestia pérfida y nauseabunda! —se quejó sosteniéndose de los brazos de Julio, que le rodeaban con fuerza. Julio se detuvo, colocándolo en el suelo el tiempo suficiente para darle la vuelta y mirarle a los ojos.
—Debes dejar de juntarte con Dominik, es una mala influencia para ti —aseguró sin quitar la mueca de diversión en su rostro. Tom se le quedó viendo un segundo y después arrugó su perfecta nariz en una mueca de desagrado.
—Apestas a cigarro y alcohol —comentó, para después negar con la cabeza—. Pareces un vagabundo —agregó sosteniéndose de él para mantenerse en pie.
Julio se echó a reír.
—Como si tú no te hubieras ido de fiesta antes —dijo haciendo una mueca de burla. Tom resopló.
—Mi concepto de fiesta no incluye revolcarme en basureros —respondió mientras comenzaba empujándole como un acto inconsciente. Por supuesto que Tom bebía, no era un santo, una borrachera fue lo que lo metió en tantos problemas, pero nunca fue fanático del olor a cigarro.
—No todos podemos oler a rosas —dijo clavando su rostro en el cuello de Tom, consiguiendo que este hirviera de vergüenza.
—¡Suéltame! —exclamó empujándole, esta vez con un poco más de ahínco, aunque todavía consiente de que era probable que se fuera de espaldas.
—No te quejes —respondió Julio—. Si tú me adoras.
Como siempre, estaba echándole la culpa a Tom, de lo que su cabeza hueca aun no se atrevía a aceptar.
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