•DANIEL OVIEDO•
-Si querías evitar esto, nena, no lo has conseguido

Sale de mis espaldas y se antepone entre nosotros. Le mira fijamente  y coloca su mano indicándome que me tranquilice.

-Primero, no me llames nena, y segundo, ¿qué es lo que no conseguí? -se ríe irónicamente

-Acostarte conmigo reina -dice mostrando su ego

-¿Acostarme contigo? JA.

-Lo deseabas -replica

-¿Desear acostarme con un ser repulsivo capaz de manipular con el fin de obtener lo que quiere? No, gracias -le espeta

Intento controlar mis impulsos, puesto que es un menor y nadie mejor que yo sabe que la ley le favorece y yo acabaría en la cárcel.

-Sí, admito que intenté llevarte a mi cama -ríe

-¿Te parece gracioso? Eres un cansino, si te está evitando es por algo, ahora está conmigo y no le hará falta que un gilipollas como tú le haga daño -espeto con los ojos inyectados en sangre- aléjate de ella -añado finalmente

Paso mi brazo por encima de su homrbo y nos marchamos. Ella sonríe levemente mientras caminamos y en mi mente transcurren las palabras de ese mindundi: 'admito que intenté llevarte a mi cama'.

La sangre me hierve más que nunca, mis estribos están al límite, a punto de estallar y mis venas se hinchan considerablemente.

-Te amo -susura sin mirarme

-¿Qué? -respondo serio

-Que te amo -dice deteniéndose en seco

-Y yo a ti chiquita -muerdo mi labio inconscientemente

Coloco mis manos rodeando su cintura y  las suyas descienden mi rostro hasta afianzarse en mi cuello.

Besa mis labios notablemente y seguidamente los encaja como piezas de un puzzle.

-Soy tuya -susurra tímida

-¿Sólo mía? -pregunto frunciendo el ceño

-Solamente tuya -articula clavando su mirada con la mía

Uno nuestros labios ferozmente y sonrío sobre ellos.

«La quiero. La quiero como nunca había querido a nadie.»