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Capítulo 28

•KENDALL PÁEZ•
Camino por el pasillo del instituto mientras todos me observan y murmuran a mis espaldas.

«¿Por qué demonios no se meten en sus asuntos?».

Llego a la clase de historia y me siento en primera fila, como de costumbre. El profesor entra dejando sus cosas en la amplia mesa y se percata de que todos me están observando.

-¿Qué ocurre hoy? ¿Ya empezamos con las tonterías de siempre? Dejad tranquila a la señorita Páez -advierte

-Favoritismo -susurra una voz femenina de fondo

-¿Qué ha dicho señorita Collins?

-Nada -dice ella riendo

-¿Nada? Me pareció escuchar algo -dice acercándose a ella

Alzo la mirada, observo al profesor y la mirada de Melissa Collins se encuentra con la mía. Esboza una amplia sonrisa seguida de una risa pícara y descarada, y regreso mi mirada a la pizarra aún blanca.

-Señor Smith, ¿podemos comenzar la clase? -suplico amablemente

Me dedica una sonrisa tras asentir y suspiro aliviada. Da la clase en menos que canta un gallo y me intereso por la sección histórica que estamos tocando.

-¿Entonces la revolución industrial fue el momento cumbre donde los obreros, mineros y demás trabajadores se enfrentaron a sus jefes manifestándose mediante huelgas e insurrecciones? -pregunto a modo de conclusión

-Efectivamente señorita Páez, ha estado atenta -halaga

-Como siempre -expresa Melissa y río irónica

«Salvada por la campana.»

Suena el timbre y las palabras que iban a salir de mi boca despavoridas como yo lo hice el día que pisé aquella cueva, se detienen. Suspiro entre dientes y el profesor se acerca a mi mesa mientras recojo.

-¿Todo bien señorita Páez? -pregunta- me preocupa que todos los alumnos la traten de esa forma tan grosera por mi supuesto favoritismo hacia usted, pero es normal, es la única que me escucha -dice encogiéndose de hombros

-No se preocupe señor Smith, si tienen algo que decir, que lo digan, tengo la conciencia tranquila y usted también debería tenerla -respondo sonriendo

-Disculpe si me entrometo en sus asuntos jovencita pero ¿hay algo más, o me equivoco? -niego

-No, no se equivoca, hay tantas cosas que muy poca gente sabe de mí -suspiro

Su rostro cambia y me mira de manera comprensiva. Añade que si en algún momento necesito un hombro en el que llorar o a alguien con el que quiera desahogarme, que está dispuesto.

Sí, es mi profesor de historia pero es el único que destaca del resto por su amabilidad constante y sobresaliente.

Se lo agradezco y me dirijo a mi casa donde, al llegar, no encuentro a mi padre y considero que ha de estar trabajando.

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