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Espectros

El amplio apartamento producía una sensación escalofriante.  El dueño del inmueble había acomodado dos sillones de cuero café  frente a una pequeña mesa de cristal, una escultura abstracta de color rojo adornaba su centro. Dos tasas de café caliente y un plato de galletas se encontraban dispuestos para amenizar la no tan cómoda conversación.

― Lucas has preparado una magnífica mesa.

― Gracias. Sigue, siéntate por favor, se va a enfriar el café. Es importado de Colombia.

―Pues con mucho gusto.

Ambos se sentaron y en silencio degustaron el aroma de la bebida; luego, tomaron un sorbo y se miraron fijamente, Lucas empezó a temblar.

― ¿Cómo te encuentras?

Pasaron varios segundos sin respuesta.

―Paranoico, supongo.

―Tranquilo, no pasara nada mientras me encuentre contigo.

―Si… ― respondió Lucas con voz temblorosa.

― ¿Haz vuelto a escuchar voces?

― ¡No son voces! ― grito violentamente.

Una de las tasas de café cayó y el líquido se esparció rápidamente por el piso de mármol.

―Perdón… perdón… perdón… ― Empezaron a caer lágrimas por las mejillas de Lucas.

― No te preocupes, has estado bajo mucho estrés. Dime ¿haz tenido contacto con estas alucinaciones desde la última vez que nos vimos?

Lucas asintió con la cabeza.

Hoy por la noche, cuando volvía del trabajo. Me encontraba conduciendo por la avenida principal cuando escuche la voz de una niña… casi pierdo el control del volante. Me empezaron a sudar la frente y las manos. La temperatura bajó, podía ver mi aliento.
Volteé lentamente la cabeza hacia el asiento del copiloto y la pude ver. Puso su pequeña y fría mano sobre la mía y me ayudo a mover el volante,  me sentía en un helado y frío trance hasta que sonrió y desapareció.

Todo fue muy rápido, para cuando mire al frente me encontraba en dirección al acantilado que queda a la salida de la ciudad. Reaccioné a tiempo, gire el timón y volví a la vía.
La maldita casi hace que me tire al barranco.

Su acompañante tomó un sorbo de café. Los ojos de Lucas se abrieron.

― Están aquí.

― ¿Por qué lo dices?

― Hay dos tazas de café servidas.

― Si, tú amablemente las serviste.

― Hace unos segundos tumbe una al suelo ¿no te acuerdas?

― No veo nada en el piso.

― Pero si esta aquí ― Grito alterado Lucas.

No pudo aguantarlo, se lanzo de rodillas al suelo y empezó a recoger con sus manos los pequeños y afilados pedazos de porcelana.

― ¡Cuidado! ― alcanzo a gritar el invitado cuando Lucas se dio cuenta que se estaba rasguñando la palma de la mano izquierda con sus descuidadas uñas.

Su mano se encontraba lastimada, no era la primera vez que le pasaba. Su cuerpo empezó a temblar, el psicólogo que lo había venido a visitar se tuvo que levantar para ayudarlo a sentarse.

― Toma, y véndate esa herida, esta brotando un poco de sangre ― dijo el invitado pasándole un rollo de tela médica ―Usa cuanto quieras.

―Gracias ― respondió apenado el paciente.

―Cuéntame ¿paso algo más después?

Lucas afirmo con terror, como si no quisiera recordar lo que había sucedido la noche pasada. Su cuerpo empezó a tiritar como si se encontrara con Parkinson, no podía controlar sus movimientos. Una sombra con forma de hombre pasó detrás de su invitado.

― No… por favor, no más, no más… yo no vi nada. Te puedes ir, te puedes ir ― grito cubriéndose la cabeza.

― Vamos se fuerte, sé que tienes miedo pero no te puedo recetar una medicina fuerte solo por unos rasguños en tu mano. Necesito determinar que es lo que te esta sucediendo, déjame ayudarte.

Lucas destapo su cabeza con desconfianza ― Pero te quedas esta noche aquí, no me quiero quedar con ellos.

― ¿Ellos? ¿Se te aparece más de uno?

―…s…s…si

―Bueno sígueme contando.

Cuando llegue al parqueadero del edificio y me estacioné. Volví a sentir  el espeluznante frío de cuando se me apareció la niña. Las luces del sótano empezaron a titilar y de un momento a otro solo quedo prendida la que estaba sobre mi. Me alarme, sentía una presencia sobre humana acercándose pero no podía ver más allá de unos pocos metros. Sentía como se aceleraba mi corazón, lo escuchaba, al igual que unos pasos que se acercaban. Empecé a retroceder, pensé en cerrar la puerta pero tenía tanto miedo que preferí esconderme detrás de carro lo antes posible. Mi respiración se hacia cada vez mas pesada, sentía como mi pulso se elevaba cada vez mas, y cuando los pasos estaban a punto de llegar, pararon. Una mano salió a toda velocidad por debajo del carro y agarró mi pie. Casi me caigo del susto, coloqué mis manos sobre el baúl del carro y la pared del sótano, para luego jalar con todas mis fuerzas para soltarme. Las luces se prendieron, me encontraba a pocos centímetros de una bicicleta dañada que había estado guardando desde hace tiempo. Una de sus partes, el tubo de soporte se encontraba roto; y por poco, casi me lo clavo intentando soltarme de lo que me había agarrado.

Entonces escuché un niño llorar, me acordé. Después del trabajo había recogido a mi sobrino, se quedaría conmigo ya que mi hermano y su esposa viajaban por su aniversario. Miré hacia el suelo, por donde había aparecido la mano, me acerqué a la puerta trasera del carro y hay se encontraba mi sobrino. Abrí la puerta y cuando extendí mi mano para ayudarlo a salir, cerró la puerta violentamente contra mi brazo. Grité  y lo insulté, el niño empezó a llorar, pero entonces me acordé que mi hermano había muerto cuando éramos niños, ese niño no era mi sobrino.

Reaccioné, me encontraba solo. Casi enloquezco, mi mente se aclaró un instante.
En la vía no había ninguna niña, yo cambié el rumbo del carro hacia el barranco; no salió ninguna mano por debajo del carro, yo tomé el impulso y me lancé contra el tubo saliente de la bicicleta dañada; ningún espejismo cerró la puerta del carro, yo mismo estiré mi brazo, lo metí en el carro y luego con mi otra mano cerré la puerta con todas mis fuerzas.

―Me estoy volviendo loco, me voy a matar si esto sigue así ― Dijo Lucas llorando, la presión que sentía era enorme.

―Tranquilízate, todo estará bien. Déjame ver tu brazo, necesito saber que tan grave fue la herida.

El asustado paciente se quitó la corbata y desabotonó su camisa. Se la quitó y la colocó en la mesa de vidrio frente a él. Una sonrisa siniestra, deforme, se dibujo en la cara del psicólogo. Lucas se alarmó y cuando estaba a punto de lanzarse sobre la siniestra figura que le sonreía malévolamente, lo escuchó.

― Véndate el brazo, esta horrible. Hay tienes mas de un moretón, por dios ¿Por qué no me habías contado de esto antes?

―A ellos no les gustan que hable con otras personas, y me da miedo, no quiero lastimar a nadie. A la señora de ojos rojos le gusta pedirme que mate a la gente.

Su acompañante se tensó y se recogió sobre el sillón de cuero.

― ¿Esta ella aquí con nosotros? ― preguntó asustado el invitado.

―Si, ha estado detrás de ti desde que llegaste.

Un escalofrió pasó por la espalda del psicólogo.

― ¿Qué te dice?

― Que te callé, que eres molesto, que me quieres hacer daño. Que si no te lastimo el señor de los cuchillos me va a lastimar.

El visitante se estremeció con tales palabras, metió su mano derecha en el bolsillo de su pantalón y se dispuso a marcar a la policía.

―Pero no te preocupes, nunca le hago caso. Ya estoy acostumbrado a que tuerza la cabeza y me mire con odio.

El visitante entonces lo notó. Lucas se encontraba demasiado tranquilo, el nerviosismo con el que lo había recibido y había servido el café había desaparecido. Miró el torso desnudo de su paciente y se alarmó, tenía marcas de cortadas. Algunas se veían bastante profundas ¿Cómo se le había podido pasar un caso tan extremo?

― ¿Te hizo eso el señor de los cuchillos? ― preguntó con voz entrecortada el invitado, apuntando con su dedo índice las heridas en el vientre que tenía su paciente.

― No, la verdad me las hice yo mismo.

Cuando supere el impacto de lo que acababa de suceder en el sótano y las luces volvieron a la normalidad, me dirigí al ascensor. Este abrió de inmediato, entré con mi sobrino y con un vecino europeo bien feo, alto, rubio, bizco y con los dientes torcidos. Marque el sexto piso y mi vecino el tercero. Se cerró la puerta y empezamos a subir, el ascensor de última tecnología, parecía viejo y oxidado, el conserje es muy malo en su trabajo, tendré que quejarme, pensé. La luz del techo no paraba de titilar y además hacia un frío salvaje, podía ver mi propio aliento. El ascensor se detuvo en el tercer piso y abrió sus puertas, a continuación transcurrió un minuto incomodo de silencio. El extranjero no se bajaba; de pronto, oprimió el botón para cerrar las puertas.

―Cambie de parecer, mejor me bajo en el sexto piso.

Le sonreí, aunque me sentí bastante atemorizado. La puerta se cerró y el ascensor continuo su recorrió, no habíamos pasado el cuarto piso cuando el decrepito extranjero se lanzó sobre mi. Agarró mi cabeza con sus enormes manos y empezó a golpearme contra los espejos y la puerta, una y otra vez, con violencia e ira. No podía hacer nada, tenía demasiada fuerza, me empezó a zarandear por el ascensor como si fuera un muñeco de trapo.

― ¿Sabes? … Mi cabeza se cubrió de mi tibia y reconfortante sangre ― sonrió Lucas.

Al fin y al cabo, no había ningún extranjero dentro del ascensor. La verdad no conozco a ningún vecino del edificio. ¿Sabes? … yo solito estaba golpeando mi cabeza contra la puerta y los espejos. ¿No los viste? Quedaron hechos pedazos, y rojos con mi sangre.

El psicólogo se alarmo, ahora podía ver moretones y cortadas alrededor de la cabeza de su paciente. Lucas tenía un ojo amoratado, el labio roto en la parte de abajo y varias laceraciones por toda su cara ¿Cómo podía haber pasado algo tan grave inadvertido a su vista?

―Por favor, véndate un poco la cara y el estomago. Puedes gastar todo el rollo si es necesario.

Lucas obedeció y su voz se torno temblorosa de nuevo.

Cuando llegamos al sexto piso, entré al apartamento con mi sobrino, me quité el bléiser y la corbata, y empecé a cocinar. Como siempre, cuando agarro un objeto corto punzante, aparece el señor de los cuchillos. Supongo que es un señor, la verdad parece un maniquí con huecos vacíos donde deberían estar los ojos y la boca. Su respiración se encontraba más agitada que de costumbre, torció la cabeza como la señora de ojos rojos e intento apuñalarme. Alcancé a reaccionar, agarraré el cuchillo con mi mano derecha y con la izquierda uno de los brazos del maniquí. Me golpeo contra la nevera y los cajones de la cocina, intentaba que cediera. Alcanzó a cortarme un poco, pero nada grave, las luces del apartamento empezaron a titilar violentamente  e incluso estallaron algunas. Luego se apagaron todas al mismo tiempo, se abrió la nevera y su débil luz mostró a todos los seres que me persiguen desde que puedo recordar. Me lancé contra la nevera para cerrarla y que no me hicieran daño las visiones. Cuando volvió la luz me di cuenta que me estaba haciendo pequeñas cortadas en los costados yo solo.

― ¿Sabes?... los espejismos no me lastiman, parece así, pero soy yo el que  me lastimo. Yo solito, estoy perdiendo la cordura, soy un loco de remate ¿verdad?

Su invitado meditó un poco, unas cuantas gotas de sudor caían de su frente. No le marcó a la policía, necesitaba más tiempo para comprender a su paciente.

―Haz mencionado ya varias veces a tu sobrino, pero me has dicho que este no existe. Estoy un poco perdido ¿me lo podrías aclarar?

― ¿Cuándo dije que no existe?

―Cuando mencionaste que tu hermano había muerto cuando eran niños.

―Pero mi sobrino es hijo de mi hermana.

― ¿Tienes hermana?

―Si claro su hijo esta durmiendo ahora en su habitación.

― ¿Estas viviendo con un menor en este estado? No es seguro, déjame verlo, llamare a la policía.

Lucas se entristeció, pero estuvo de acuerdo de que en su estado actual lo mas seguro para su sobrino seria irse con la policía. Ambos se levantaron y se dirigieron hacia el cuarto de Lucas, el psicólogo abrió la puerta lentamente. El cuarto estaba oscuro, palpó con su mano la pared del lado buscando como prender la luz. Cuando encontró el sensor táctil, el cuarto se ilumino tenuemente, parecía una película de terror. Avanzó lentamente hacia la cama, sus pasos se le hacían eternos, algo no estaba bien. Hacia frío y podía ver su propio aliento. Llegó al pie de la cama y quitó las cobijas rápidamente, casi asustado. No había nada.

De pronto escucho un golpe violento, era la puerta. Volteó y pudo ver como su paciente con cara perdida metía su brazo izquierdo en la entrada y con su brazo derecho abría y cerraba la puerta con un aire iracundo.

―Aquí esta ¿lo ves? Es muy tímido nuca aparece cuando hay mas personas, pero creo que le caes bien ¿lo ves? Esta jugando con la puerta ¿lo ves? Le encanta jugar a cerrar las puertas.

El psicólogo se paralizó, pudo ver al niño los primeros segundos pero de inmediato volvió a ver a su paciente golpeándose de manera vehemente. Se lanzó sobre este y lo detuvo. Lucas salió del shock en medio de lágrimas, intentó abrazar a su invitado pero este no se dejo. Le incomodaba que Lucas estuviera gritando…

―yo no tengo hermana… nunca he tenido hermana…. ― una y otra vez.

Volvieron a la sala, se sentaron en los sillones de cuero y duraron en silencio varios minutos.

―Tu condición es mas grave de lo que pensé. Tomate estas pastillas y mañana a primera hora te internare.

Lucas cogió con dificultad el pequeño frasco naranja que estaba en la mesa de vidrio. Desde que se había vendado había empezado a sentirse incomodo cuando se movía.

―No más de diez pastillas― recomendó el psicólogo.

Giro tres veces la tapa blanca, había exactamente diez pastillas. Lucas dudó, las luces titilaron  y aparecieron las deformidades que lo acosaban. Sin pensarlo se tragó todas las pastillas, casi se atraganta, pero logró pasarlas sin ayuda de agua. Cada pastilla era bien pequeña, lo que le facilito todo.

―Con esto ¿mi sufrimiento va a parar?

― Si, todo va a parar ― respondió su pequeño sobrino.

Los ojos de Lucas se abrieron, su apartamento se encontraba vacío, solo había una tasa de café y se encontraba partida y tirada en el suelo. Miró a su alrededor y sintió incomodidad cuando se movía, miro la mesa de vidrio que tenía al frente y noto que no era una venda médica lo que había estado colocándose. Sobre la mesa, había un rollo de cinta aislante. Había estado cubriéndose las heridas, todo el cuerpo con la cinta ¿Qué había pasado? Sintió nauseas pero no pudo vomitar. Empezó a marearse, se levantó buscando a su amigo psicólogo, agarró el frasco de medicamentos y leyó la etiqueta. <Contiene  OxyContin y Vicodin>

Se dio cuenta entonces que el espectro mas letal que había tenido había sido su invitado. Quien espero pacientemente a que ingiriera una sobredosis mortal para revelar su verdadera naturaleza. Una fuerte convulsión lo tumbó sobre la mesa de vidrio, la rompió y cayó de espaldas. Mientras moría pudo ver como todos los espectros que lo habían estado atormentando desde años atrás lo observaban fijamente, sonriendo, satisfechos de haber logrado su objetivo.

Antes de cerrar los ojos su psicólogo se acercó, se agachó y le intentó acariciar la cara pero su mano lo traspasó.

― Casi te das cuenta, casi te tiras siete años de terapia ― Sonrió el sombrío ser que se desvanecía junto a la conciencia de Lucas.

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Hola, espero les haya gustado este proyecto.

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