Estrujaba con mis arrugados dedos y la poca fuerza que le quedaba a mi envejecido cuerpo aquella hoja de papel que había guardado durante años, mientras el sonido de las máquinas marcaba mis signos vitales con pitidos constantes que resultaban hasta molestos. Ya no era necesario conservarla, al fin, después de tantas décadas había llegado este día tan ansiado.

Mientras sentía que mis respiraciones se acortaban a cada segundo, sabía que el momento estaba muy cerca... y en lugar de negarme o sentir miedo como cualquier persona normal, yo lo deseaba más que nada. Porque la muerte nunca me asustó, porque ella representaba la muerte.

A mis 82 años puedo decir que tuve una larga vida y no me quejo de ello, fue una buena vida, tal como ella quería, cumplí con su única petición. Sin embargo, cada día de mi existencia la había añorado, soñaba tenerla entre mis brazos, como lo hice alguna vez, porque, aunque muchos crean que estoy loco sé que fue real, sé lo que viví.

Me casé, aunque nunca la amé de verdad porque mi corazón ya pertenecía a ella, pero lo hice justamente por ella y llegué a ser feliz. Tuve hijos, seguí adelante sin estar ni siquiera consciente de cuánto caminaba, si respiraba o si realmente estaba vivo, porque mi mente vagaba en el tormento de algo más allá de la propia vida.

Me arranqué la máscara, ya no quería recibir oxígeno, no quería que nada prolongara mi estancia en este mundo.

Y no, esta no es mi historia, aunque lo parezca esto no se trata de mí, sino de ella, de aquella mujer que quedó grabada para siempre en mi memoria. La que conquistó cada parte de mi ser.

Tanta belleza solo podía ser algo fuera de este mundo, algo sobrenatural, pero a la vez tan real que cada centímetro de mi cuerpo fue consciente de su presencia y al mismo tiempo de su ausencia.

Y ahora que sé que volveré a verla comprendo que el final es solo el principio de algo mucho más grande. No se trata de cuerpos, sino de almas, almas que cruzan las líneas que son invisibles a los ojos humanos y se juntan en algún punto que desconocemos.