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Cap 7.

—Entonces fue por… ¿una discusión?

—Sí, Quackity dijo--

—¡Ah no! Tu cállate, que lo vas a explicar todo como el culo, pinche Wilbur. Yo le cuento.

Si alguien le hubiera dicho a Spreen que un día estaría sentado a la barra de un bar en el mundo de los muertos, al lado de su no esposo cadáver, escuchando la explicación de porque su, aparentemente, mejor amigo en vida y su “casi algo” estaban muertos, les diría que estaban dementes.

...y eso era justo lo que hacía ahora.

Agradecía infinitamente que la cerveza existía acá abajo, pasar por toda esta situación sin alcohol en su sistema lo volvería loco.

Quackity estaba sentado en el extremo izquierdo, a su derecha Roier, luego Spreen y Wilbur ocupaba el asiento de la extrema derecha, algo que murmuró el chico de beanie sobre “no querer ni verle la cara al pendejo ese

—Bien —respondió Wilbur con voz seria a su derecha, mientras el pelinegro daba un sorbo más a su bebida—, asegúrate de decirle que estabas ya con un pie fuera de la ventana del cuarto piso cuando yo llegué.

—¿Qué? Pero Quackity —Roier giró los ojos.

—¡Roier, tú me conoces! Sabes que no haría algo así.

—Si, lo sé, solo que siempre eres bien pinche dramático--

—¡QUE NO SOY DRAMATICO!

Quackity comenzó a sacudir a Roier por los hombros, Spreen al verlos inmersos en su conversación suspiró pesadamente mientras se llevaba de nuevo la botella a la boca, gruñendo molesto al notar que se la había terminado, Molly pareció notarlo enseguida, pues le guiñó un ojo y comenzó a saltar hacia la cocina para traerle otra.

—Así que... —le murmuró Spreen al chico a su derecha, sintiendo algo parecido a la empatía por su tristísimo caso— Murieron como un error, ¿eh?

Wilbur se giró a mirarlo, una pequeña sonrisa cansada en su rostro.

—Algo así. Verás, cuando lo vi con medio cuerpo fuera de la ventana me asusté, así que corrí a sujetarlo… y puede ser que… por accidente… yo me haya tropezado con la alfombra… y a lo mejor nos haya arrojado a ambos del cuarto piso… y quizás al caer… el haya rodado y se haya golpeado con una roca en la cara… y tal vez eso le haya dejado una marca en su rostro--

—¡¿QUÉ?! —Quackity, se apoyó en la barra, mirando con sorpresa al inglés del otro extremo, de un movimiento brusco se estiró y le arrebató la botella vacía a Spreen para mirar su reflejo en ella— ¡MI CARA! ¡MI PRECIOSA CARITA! ¡¿QUÉ LE HICISTE?!

—Técnicamente fuiste tú el que rodó y se golpeó--

—¡SI TU NO ME HUBIERAS EMPUJADO NI SIQUIERA ME HABRIA CAIDO!

—Ya, perdón, fue un accidente, pero es que no podía dejarte así… además, mira a tu alrededor, aquel no tiene brazo, a ese le falta medio cuerpo, hasta a Roier le fue peor que a ti… sin ofender.

—No te preocupes —Roier aguantó una risita.

—¡AH, CLARO! —Quackity rodó los ojos— Es fácil decirlo para el que cayó de espaldas y se murió al instante por un mal golpe en la cabeza, como tú te ves bien pinche bonito como siemp-- ……… ¡TE ODIO WILBUR! ¡TE ODIO! ¡OJALÁ TE MUERAS!

—Pero ya estamos muertos--

—¡CALLATE!

Quackity se levantó de un salto y rodeó para llegar al lado de Wilbur, obligándole a levantarse también.

—Entonces —Spreen, ignorando la pelea de los recién llegados se dirigió esta vez a Roier en un susurro, el castaño se inclinó para escucharlo mejor— ¿llegan acá tal como murieron?

—Ajá, justo cuando el corazón deja de latir —señaló con la cabeza alrededor del bar—, Aldo murió en una batalla, le atravesaron el estómago con una espada, Mariana se ahogó comiendo, por eso se ve casi normal.

El sonido de una botella de cerveza sobre la barra los interrumpió —Aquí tienes, corazón —Molly le sonrió a Spreen y sin querer interrumpirlos más comenzó a saltar de regreso a la cocina.

Spreen jadeó divertido.

—Ya, ¿y ella cómo murió--

—¡Shh! —Roier, sin pensarlo, llevó su mano a la boca de Spreen para cubrirla y no dejarle continuar— Regla número 1 de acá: nunca preguntes como murió Molly.

Y Spreen hubiera seguido preguntando, por supuesto que sí, ¿una cabeza parlante? Por favor, claro que quería saber, pero las palabras quedaron atrapadas en su garganta al sentir la fría mano del castaño sobre sus labios.

Levantó la mirada y se encontró con los ojos avellanas del contrario mirando alrededor, cómo si intentara asegurarse de que nadie los escuchó.

Sintió algo como una descarga eléctrica en su pecho, su corazón acelerarse, sus manos sudar… y ya en serio, ¿qué pasaba con el clima hoy? Hacía demasiado calor… ¿o sería el alcohol?

Eso sin contar que Roier otra vez estaba... brillando.

—Ya —Roier suspiró con una pequeña sonrisa, y Spreen apartó la mirada antes de que sus ojos se cruzaran—, perdón, la verdad es que nadie sabe cómo fue, pero la última vez que alguien le preguntó, bueno, digamos que no terminó bien…

Mantuvo la mirada en el suelo, Quackity y Wilbur continuaban en su discusión (que consistía en el menor gritando y golpeando el pecho del más alto quien solo sonreía y se disculpaba), y estaba seguro de que Roier seguía hablándole, pero Spreen estaba sumido en sus pensamientos.

Siempre pensó que con la muerte se acababa todo, y de pronto enterarse de que había algo más después era algo que en verdad lo había confundido.

Más aun el contraste de la vida aburrida y monótona que siempre tuvo, juraba que, a pesar de los contratiempos, estos momentos junto al castaño le habían llenado de emociones.

Nunca antes se había sentido tan vivo. Por irónico que eso sonara...

—En fin —Roier finalmente se relajó en su asiento, jugando con la amapola entre sus dedos—, tampoco quiero presionarla a que lo diga, supongo que para algunos la muerte es un tema delicado--

—¿Vos cómo moriste?

Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera evitarlo, y ver una mezcla de sorpresa y terror en el rostro del contrario por poco le hace querer cambiar de tema, pero se mantuvo en silencio mirándolo expectante.

Claro que ya lo sabía, y dudaba que Missa le mintiera con algo tan delicado, pero tenía que escucharlo de él. ¿Le diría la verdad? … ¿Se lo diría siquiera?

—Yo… —empezó el castaño en voz baja— me caí por un barranco en el bosque, por eso las heridas expuestas… qué pendejo, ¿no? Jajajaja--

—¿Y qué hacías allá?

Roier apretó los labios y Spreen luchó contra el impulso de parar ahí, pero mantuvo sus ojos puestos en él. La cerveza en la barra olvidada.

El castaño tomó aire —Huía... yo... iba a casarme... pero me dio miedo en el último minuto... así que solo... me fui.

Número 9: Era honesto. Demasiado, para su propio bien.

Bien, pensó Spreen, una vez confirmado eso se había quitado un peso de encima.

—¿No lo amabas?

«¡¿Hola?!» su cerebro casi hace corto circuito, mientras pensaba que la conversación había terminado ahí, su estúpida boca seguía hablando.

Miró discretamente la botella en la barra ¿habría algo raro en la bebida del más allá?

—Che, p-perdón no tenés que contestar eso--

—Creía que sí —continuó el castaño en voz baja—, aunque ahora no estoy tan seguro... digo, si lo hubiera estado no me habría ido, ¿o sí?

—Obvio no...

Spreen se golpeó mentalmente.

—Igual no era para vos...

Tenía que dejar de hablar.

—Y conmigo no huiste.

«¡PARÁ, PELOTUDO!» por fin logró conectar boca y cerebro y cerró los labios antes de poder seguir hablando, pero una simple mirada al rostro del castaño le hizo darse cuenta qué fue algo tarde para eso. Lo había escuchado todo. Fuerte y claro.

Sabía que no era posible, por favor, Roier estaba muerto... pero por un segundo juró que casi podía ver sus mejillas sonrojarse.

Al igual que sentía las propias encenderse...

—Eso... es verdad —razonó Roier, inclinándose un poco más hacia el pelinegro.

Nervios. Alivio. Miedo. Alegría. Spreen no estaba seguro de si estaba sintiendo solo una o todas esas emociones a la vez.

Y Roier estaba cada vez más cerca.

«Mierda...» pensó, claramente alarmado de que, a pesar de que esta vez tenía el control total de su cuerpo, no estaba haciendo nada para alejarse...

—¡Roier! ¡Spreen! ¡Hasta que los encuentro!

Roier lanzó un gritito y lo empujó tan fuerte que cayó de la silla hasta el suelo sobre su espalda, y tras él, su cerveza, empapándolo por completo.

Si. Iba a matarlo... o bueno, lo haría si pudiera...

Una vez que logró levantarse, alzó la mirada para encontrarse con un jadeante Missa, sujetando un grueso libro bajo su brazo derecho y aferrándose al marco de la puerta con el izquierdo.

—Verga… en serio debería considerar mudarme acá, las escaleras van a terminar matándome.

Spreen ni siquiera se inmutó, odiaba decirlo, pero para este punto se había acostumbrado a los chistes sobre la muerte, ya hasta él los usaba...

—Chicos —habló el esqueleto, segundos después de haberse recompuesto— me acabo de dar cuenta de algo, es importante... hay que hablar.

Había algo en el tono de voz del chico que no le gustó a ninguno de los dos...

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Missa insistió en que tendrían que hablar a solas y consiguió que Molly les dejara el almacén un momento. Roier en ese momento no lo sabía, pero tan pronto escuchó lo que tenía por decirles agradeció que no estaban rodeados por más personas.

Miró de reojo a Spreen, quien estaba igual o incluso más pálido que él...

—Decís... ¿Qué no estamos casados? —preguntó el pelinegro, en un hilo de voz.

—No lo están —confirmó Missa, abriendo el libro que traía en una página en particular—, suena medio pendejo, pero hasta en el mundo de los muertos para que un matrimonio tenga validez, debe ser oficiado por un juez, ustedes no tuvieron eso, ¿verdad?

—Pues no —continuó el pelinegro—, yo dije los votos en el bosque y puse el anillo en su dedo, ya, ¿posta tiene que oficiarlo un juez? ¿No cambian las reglas por estar muertos?

Spreen no se dio cuenta, pero Missa le lanzó una mirada consternada a Roier.

— ...

Y el castaño abrió los ojos de par en par, lo entendió enseguida.

—Ya veo… era eso ¿no? —sonrió tristemente.

Spreen parpadeó confundido —¿Qué?

—Nada… que si Missa lo dice es porque tiene razón, no estamos casados en verdad, que bien… ¿no, Spreen? —le dijo sin mirarlo a los ojos.

No》 pensó.

—Sí —respondió—, supongo que sí...

Le siguió un silencio bastante incomodo. Curioso como ahora era Roier quien huía de la mirada del pelinegro.

Missa aclaró su garganta —Bueno, ahora habría que ver qué hacer con--

—Que no puedes entrar así--

—¡TU NO ME MANDAS! ¡ROIER ES MI AMIGO Y TENGO QUE VER SI SE PUEDE!

Spreen por lo general odiaba ser interrumpido, pero ahora mismo sentía que podía hasta abrazar a Quackity agradecido por forzar la puerta y entrar a romper la tensión en el ambiente.

—¡Roier! ¡Por favor dime que hay forma de-- ¡NO TE PASES DE VERGA! ¡¿UN ESQUELETO DE VERDAD?! —sonrió como un niño pequeño, corriendo al encuentro de Missa.

—¿Uno nuevo? —preguntó Missa curioso, mientras el chico del beanie lo examinaba de cerca.

—Quackity, para, lo estas incomodando…

—Dos nuevos —concluyó con una sonrisa tímida—. Y encima conocen a Roier, ¿eh? Bienvenidos...

—¡¿Ves?! Si es un esqueleto es porque tiene un chingo de muerto —Quackity ignoró el “¡OYE!” ofendido de Missa— ¡Seguro es muy sabio y él sabe! Señor esqueleto, dígame, ¿hay manera de volver poquiiiiiito allá arriba con los vivos?

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Un par de presentaciones y cientos de escalones después, los cinco chicos estaban de vuelta en la guarida de Missa.

Spreen y Roier no hablaron en todo el camino, por suerte el amigo del último hablaba hasta por los codos, y al menos el camino no fue tan incomodo.

—Así que —habló Missa, buscando un libro entre sus cosas— ¿qué es lo que es tan importante que necesiten volver?

—Yo necesito hacer algo —habló Quackity, molesto—, como este pendejo me mató de pronto, mi pato tenta culos se quedó solo en casa y no quiero que sufra o pase hambre… tengo que dejarle una nota o algo a Rivers para que sepa que me morí y lo cuide.

—Tu pato... —parpadeó Missa— ¿Se llama tentáculos?

—No —sonrió— tenta culos, separado.

Definitivamente era amigo de Roier, concluyó Missa.

—Okay... es raro, pero es un motivo válido —se giró a mirar a Wilbur—, ¿y tú? ¿Dejaste algo importante pendiente?

Wilbur encogió los hombros con una sonrisa triste —Sí… será algo rápido, solo debo recoger una cosa.

—Uy si, ha de ser suuuper importante —rio con sarcasmo el más bajo.

—Lo es —respondió sin más el inglés, y Quackity solo atinó a hacer un puchero.

—Bueno —continuó Missa— Pueden volver con el mismo hechizo que usaron Roier y Spreen... aunque no quisiera que fueran solos por ser nuevos, y un hechizo es máximo para dos personas—

—¡YO NO QUIERO IR CON ESTE IMBECIL! —señaló con el pulgar acusadoramente a Wilbur— ¡No vaya a ser que me mate otra vez, el muy pendejo!

De dos zancadas llegó hasta Roier y sacándolo de sus pensamientos lo jaló del brazo —¡Roier viene conmigo!

—Pero--

—No vas a abandonar a tu amigo recién muerto, ¿o sí? Ya está, nosotros vamos juntos.

—Bueno, entonces Spreen puede venir conmigo —comentó Wilbur, mirando al pelinegro con esperanza.

Esta vez fue el turno de Spreen para sorprenderse. ¿Volver al mundo de los vivos? Debería decir que sí enseguida.

Entonces ¿por qué dudaba?

—Yo--

—Claro que irá ¿no, Spreen? —interrumpió Roier—, así te quedas allá de una vez, total ya no hay nada que te ate acá conmigo. Nunca lo hubo, de todos modos.

Algo en la forma que el castaño lo dijo, le hizo hervir la sangre y apretar los puños con furia.

—Igual es verdad —contestó con veneno en su voz.

—Bien.

—Bien.

Cruzaron miradas finalmente y se mantuvieron ahí un rato, para después apartar la vista al mismo tiempo, con una mezcla de tristeza y enojo en ambos.

—¿Qué? —habló Quackity, mirando alternadamente a uno y al otro— ¿De qué hablan-- ¡AAAAUCH! ¡¿POR QUÉ ME PELLIZCAS?! Ay, aunque ni me dolió... pero de todos modos ¡¿qué te pasa?!

Wilbur miró a Quackity con seriedad, y el más bajo pareció entender algo, pues pronto dejó de hablar.

—Pero está el tema de la palabra —continuó Missa—, el hechizo los haría regresar a ambos con solo uno que la diga... aunque... —pareció recordar algo, hojeó un poco más dentro del libro y sonrió satisfecho—, sí, hay una forma. Si le damos un amuleto a Spreen, por estar vivo él sería inmune al conjuro de vuelta y no volvería.

—Es perfecto, Missa —respondió Roier—, hazlo por favor.

—¡Ojo! —Quackity empujó a Wilbur, dirigiéndose de nuevo a Missa— Si se puede eso, ¿puedo también pedir que ya allá arriba no aparezca cerca de este imbécil? —señaló al inglés con el pulgar— Digo, ya que tengo que verlo toda la pinche eternidad, al menos quiero un rato de paz.

Mientras que Quackity insistía con Missa su “requerimiento” y Wilbur miraba con diversión la escena, Spreen se dio la oportunidad de mirar de nuevo hacia Roier.

El castaño ni siquiera le dirigió la mirada, parecía demasiado entretenido mirando a los cuervos del techo.

Apartó la mirada de nuevo, no sin antes notar la pequeña y ya casi marchita amapola roja en su bolsillo.

Poco tiempo después, ambas parejas estaban de pie a varios metros de distancia, Missa terminaba los preparativos.

—Bien, casi listo —se giró a los cuatro— ¿Ya decidieron su palabra?

—¿Cuál palabra? —preguntó Wilbur confundido.

Roier le contestó —Hay que elegir una palabra para volver, algo poco común, porque si la dicen el hechizo se rompe al instante... igual podemos volver a usar infernáculo--

—¡No! —Missa interrumpo alterado, su mandíbula nuevamente amenazando con caerse— Tienen que elegir otra, los dos.

—¿Por qué? —Spreen arqueó una ceja.

—La palabra que usaron Roier y tú ya los ató al hechizo, mientras tú lleves el amuleto no te afecta, pero si uno de los dos la dice, ambos volverían acá en seguida.

—Va, infernáculo no, entendido —dijo Quackity levantando el pulgar y girando hacia Roier—, usemos “Tilín”, me gusta.

—Nosotros podemos usar “L’Manberg” —Wilbur contuvo la risa al ver a Spreen mirarlo con gesto confundido—, igual tú no te apures por aprenderla, solo yo tengo que decirla, ¿no?

—Cierto... —susurró el pelinegro mirando al suelo, apretando en su mano derecha el pequeño amuleto que le entregó Missa.

—Pinche palabra toda pendeja, sólo un pendejo la diría... eres un pendejo —murmuró Quackity, aunque demasiado alto, casi como para que cierto inglés a metros de distancia lo escuchara.

—Bueno, pues sería todo —sonrió Missa satisfecho—, con cuidado, y adiós Spreen, fue un gusto.

El pelinegro le contestó con un movimiento de cabeza.

Ambas parejas se encaminaron a su respectivo círculo y la luz comenzó a consumirlos al mismo tiempo.

—Che vos —la voz de Spreen resonó en lo alto del peñasco, mientras alzaba la mirada hacia la otra pareja para decir como si fuera lo más normal del mundo: —, agárrale la mano a Roier, le asusta esto del hechizo--

«... ¿qué?» ¿en serio acababa de decir eso? En verdad le hubiera gustado preguntarle a Molly si había algo raro con la cerveza del mundo de los muertos...

Sus ojos se cruzaron con los de un muy sorprendido Roier, y volvió a sentirlo. Esa mezcla de varios sentimientos golpear en su pecho. Lo vio gesticular algo con los labios.

Adiós

Por inercia levantó su mano hacia su dirección, y no podía asegurarlo porque la luz comenzó a cegarlo, pero casi podría jurar que vio al castaño hacer lo mismo...

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Nota: no hay nada malo con la cerveza del otro mundo, solo es Spreen que no se da cuenta jajan't

Gracias por leer!! 🫶

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