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Cap 6.

Cabello castaño claro, largo y enmarañado, barba descuidada, largas ojeras bajo una mirada celeste, sin mencionar la ropa holgada y descolorida. Cellbit Lange podría ser un hombre realmente atractivo, pensó Juan, si tan solo pusiera algo de atención en su apariencia.

Lo miró de pies a cabeza con desconfianza mientras el tipo lo observaba metiéndose las manos a los bolsillos de su gabardina verde, ¿qué le aseguraba que no estaba detrás de todo el asunto de Spreen?

Aunque, por otro lado, confiaba en el criterio de puerco araña, si le permitió acercarse y encima acariciarlo, en teoría no debía ser una mala persona.

Pero tendría que averiguarlo.

—Así que... Cellbit ¿cierto? —tanteó terreno, jugando de nuevo con su bigote, el cual por un breve segundo se deslizó bajo su nariz— Dime amigo, ¿a qué dices querer ayudar--

—¡NO MAMES!

Parpadeó sorprendido. Okay. No esperaba esa reacción.

—¿Es falso? ¡Por un segundo creí que tu bigote era real! —sonrió con los dientes— ¡No me digas! Estas metiéndote en el papel de detective para mejorar tus habilidades de deducción, ¿cierto? ¡Qué excelente idea!

Cellbit era un gran tipo, decidió Juan.

—¡SI! ¡VERGA! ¡POR FIN ALGUIEN LO ENTIENDE!

Puerco araña giró los ojos, genial, otro idiota...

—Juan... ¿cierto? —continuó Cellbit con una sonrisa agradable, riendo por lo bajo al ver al chico de gafas bastante sorprendido—, perdona, investigué un poco sobre ti, verás, soy un detective, no me gusta usar mis fuentes así, pero por lo menos necesitaba saber tu nombre y físico para poder acercarme.

Pero Juan dejó de escucharlo a mitad de la conversación mientras sentía sus ojos abrirse de par en par, ¿un detective de verdad?

Corrección: Cellbit no era un gran tipo...

¡CELLBIT ERA EL TIPO MAS INCREIBLE DEL MUNDO!

Una pequeña mordida en su pantalón lo sacó de sus pensamientos, miró hacia abajo a un puerco araña observándolo con molestia "¡Concéntrate!" gritaba con la mirada.

Juan asintió, recuperando un semblante serio y a la defensiva.

—Okay, sabes mi nombre, pero dices que quieres ayudarme... ¿exactamente a qué?

El alto enseguida entendió el cambio de aires, su sonrisa inicial fue reemplazada por un rostro más neutral, a lo que venía.

—Supe lo de tu prometido, Spreen De Luque, en el pueblo dicen que desapareció--

—¡Él no desapareció! —gritó Juan en exasperación— No lo hizo, y también sé que el pueblo anda inventando mamadas de que huyó con otro, pero yo sé lo que vi.

Cellbit arqueó una ceja, intrigado —¿Qué viste?

Y Juan se mordió la lengua, ¿qué le iba a decir? ¿Qué un cadáver vestido de novio se lo llevó frente a sus ojos?

—Digamos que —empezó, con cautela—, hay más de lo que se deja ver... el no solo se fue así sin explicación.

Juan no lo notó en ese momento, pero la mirada de Cellbit se ensombreció.

—Y me vale verga si no me crees--

—Te creo.

El de gafas alzó la mirada para encontrarse con unos ojos celestes serios y decididos.

—Te creo Juan —repitió mirándolo directo a los ojos—, y quiero que tú también me creas con esto: Quiero ayudarte. No voy a descansar hasta que obtengamos respuestas...

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—¡Bájame!

—No.

—¡QUE ME BAJEEEES!

—¿Prometes que no vas a hacer nada?

—¡¿Pero por qué no?!

—Porque no y ya.

Bobby miraba molesto a un muy serio Roier quien lo sujetaba por la cola frente a su rostro, su pequeño cuerpo balanceándose de un lado a otro intentando liberarse. En serio, si no lo quisiera tanto hacía mucho que le habría dado un buen escarmiento, ¿cómo se atrevía a tratar de esa manera a un dragón tan chingón como él?

—Vamos tío Roier, solo quiero hablar con Spreen —habló el pseudo dragón en bastante falsa inocencia—, en serio, solo vamos a platicar, no es como que vaya a aprovechar su distracción para meterme por su oreja a morder sus entrañas desde adentro sin que pueda hacer nada para evitarlo y así hacerlo caer en la locura hasta su inminente fin.

Roier esbozó una sonrisa triste, a pesar de lo terriblemente gráfico y explicito que podía ser Bobby, una parte de él se enternecía de que quisiera vengarse en su nombre.

—Gracias chamaco, pero no. Déjalo así.

Al ver que Bobby pareció entender, lo bajó hasta su regazo y finalmente lo soltó, el pequeño trepó hasta su hombro.

—Igual está bien meco el Spreen ese, no sabe lo que dice--

—Spreen tiene algo de razón —interrumpió Roier—, admito que... todo el asunto de los votos me emocionó, pero quizás sea verdad que solo fue un accidente. De todos modos ¿por qué se casaría conmigo? Teniendo en casa a "don perfecto"— dijo eso último rodando los ojos y con una voz infantil.

—¿Perfecto de dónde? ¿Qué tiene él que no tengas tu?

—No sé.... ¿vida? —respondió el castaño sarcástico.

—La vida está sobrevalorada, además tú tienes... erm... tienes...

Silencio.

—Gracias, ¿eh? Me ayudaste un chingo.

—¡PERAME ESTOY PENSANDO!

Roier cerró los ojos, pero los volvió a abrir apenas unos segundos después al sentir algo frotarse en su pierna, ahí estaba Pelusa mirándolo y ronroneando.

—Hey Pelusa —sonrió— ¿Dónde dejaste a tu dueño boludo y conchudo?

La tomó en brazos y acarició su barbilla, Pelusa se estiró contenta y se acomodó en su regazo.

—Tu eres bueno, tío Roier.

La vocecita triste de Bobby en su oído lo sorprendió, lo sintió restregar su cabecita contra su mejilla.

—Eres bueno conmigo, siempre estas contento, siempre quieres ayudar... a pesar de lo que te pasó. Vivo o muerto, eso da igual. Y si Spreen o quien sea no quiere verlo, pues él se lo pierde.

Roier agradeció que Bobby entró en su oreja en ese momento y que Pelusa tenía los ojos cerrados. Una sola lágrima rodó por su mejilla.

Ni siquiera sabía que todavía le quedaban lágrimas.

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Empezaba a amanecer.

Juan tenía que admitirlo, Cellbit era muy bueno. El tiempo entre investigaciones y entrevistas le sirvió para obtener más información de él.

Primero, pudo comprobar en persona que realmente se trataba de un detective profesional. A diferencia de él, el más alto se desenvolvía con mucha habilidad; parecía saber exactamente qué preguntar, qué tono de voz utilizar y qué expresión facial mostrar con cualquier persona que se cruzara, sin mencionar su innegable carisma y magnetismo.

Confirmó que Cellbit era mayor, pero lo que sí le sorprendió fue descubrir que solo le llevaba seis años. Volvió a analizar detenidamente su apariencia, y estaba seguro de que, si se cortara el cabello y se arreglara esa desaliñada barba se vería más como de sus 28, y no los casi 40 que pensó inicialmente.

Y, por último, en verdad tenía este gran deseo de ayudarlo con todo el tema de la desaparición de Spreen. Aunque no entendía bien el porqué.

Una breve lluvia los hizo buscar refugio, optando por entrar en una iglesia a las afueras del pueblo.

—Listo amigo, como nuevo —Juan sonrió satisfecho una vez había secado a puerco araña con una pequeña toalla, el pequeño le miró contento mientras se alejaba un poco a explorar.

Se quitó las gafas un momento para limpiarlas y al ponérselas nuevamente pudo ver a Cellbit, de pie a varios pasos del altar, con la mirada perdida en los bonitos vitrales. No se molestó siquiera en secarse, pues las gotas escurrían por su cabello hasta el suelo.

—Hey —se acercó hasta quedar a su lado y le tendió una toalla—, perdona, ya está algo húmeda, pero al menos quítate el exceso de agua.

Cellbit se sobresaltó un poco como si despertara de un trance, lo miró por el rabillo del ojo y le agradeció con una pequeña sonrisa —Obrigado.

El más bajo parpadeó varias veces, no reconociendo el repentino acento y palabras —¿No eres de aquí? Erm... ¿Brasil? —esperó a que Cellbit confirmara con un pequeño asentimiento— Verga, pues ni me di cuenta ¡hablas el español muy bien! ¿Quién te enseñó?

—Llevo un tiempo viviendo aquí, fui acostumbrándome... aunque los modismos y eso los aprendí por mi prometido.

—Pues te los enseñó bien, ¿eh? Ese "no mames" de hace rato te salió del alma —sonrió con los dientes—, lleva toda su vida en el pueblo, supongo, capaz y hasta lo conozco.

—Llevaba, y lo dudo, conocí a todos sus amigos y él... —Sonrió con tristeza— él murió hace tres años...

¡Eres imbécil! 》pensó Juan recriminándose tan pronto Cellbit dejó de hablar, en serio ¿podía por un segundo cerrar el puto hocico y no preguntar cosas que no le importaban?

—M-mierda Cellbit, perdón, no quise--

—Lo sé, no te preocupes —le calmó el brasileño, comenzando a secar un poco su cabello.

Le siguió un silencio incomodo. Juan deseaba que la tierra se abriera y lo tragara entero, Cellbit se dedicaba a quitarse el exceso de agua sin saber que decir, y puerco araña jugaba contento rodando una piedra que encontró en el suelo.

...Ojalá ser puerco araña, pensaron ambos con envidia.

Y entonces Juan tuvo una revelación. Quizás, pensó, su encuentro con Cellbit estaba destinado, si él perdió a alguien, tal vez...

—Hey Cellbit... ¿tú crees que haya algo más allá de la muerte?

Escuchó un ruido sordo detrás suyo y miró sobre su hombro, Cellbit había dejado caer la toalla que le prestó minutos atrás. Sus miradas se cruzaron por un segundo, durante el cual pudo ver cómo los ojos celestes del más alto pasaron de la sorpresa a algo parecido a la confusión en un instante.

—¿Qué dices? —sonrió, agachándose a recoger la toalla del suelo— Un detective no cree en ese tipo de cosas--

—No se lo pregunté al detective, te lo pregunté a ti —le interrumpió con seguridad— Cellbit Lange, el hombre que perdió a su prometido, ¿crees que hay algo más allá de la muerte?

Un trueno resonó fuera de la iglesia al tiempo que Cellbit se reincorporaba, la toalla olvidada.

—Por él... quiero creer que sí...

Juan sonrió.

—Bien. Te contaré lo que pasó...

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—¿Y si no me quiere ver?

—¿Roiler? ¿Hablas en serio? Apenas le dije que querías hablar con él y de volada se dejó venir —Mariana contestó golpeando repetidamente al pelinegro en el hombro.

—El pendejo tiene un corazón de pollo —agregó Aldo, empujándolo hacia la entrada—, no sé qué vergas le hiciste para que se enojara, pero estoy seguro de que te perdonó a los 5 minutos.

—Aparte logré dejarles el bar para ustedes solos para que arreglen las cosas —termino Molly, sonriendo cómplice y guiñando un ojo sugestivamente—, solo por fa no hagan cosas sucias, acabo de limpiar...

Los tres amigos rieron burlándose, y Spreen ni siquiera tenía ánimos de contradecirlos.

Se repitió en su mente lo que lo llevó a esta situación.

Tan pronto volvió al pueblo, regresó al pequeño bar donde despertó, encontrando a los amigos de Roier aun ahí. Que ventaja, pensó, sin tener que dormir, podían pasar días enteros de fiesta.

Sin entrar en mucho detalle del porqué pelearon, les pidió ayuda para encontrar al castaño. Se separaron, mientras él y Aldo buscaban, por un lado, Mariana y (la cabeza de) Molly iban por el otro, los últimos pronto les dieron alcance, confirmando que no solo lo habían encontrado, sino que también consiguieron llevarlo al bar para que pudieran hablar.

Y ahora aquí estaba, fingiendo que no se moría de nervios por enfrentar a su espos--es decir, no esposo.

Jadeó divertido, por un momento se sintió en los zapatos de su padre Rubius cada que tenía que disculparse con su marido. ¿Quién habría imaginado que el grandioso Rubius, el peleador y héroe de Karmaland, reconocido en todo el continente y temido por muchos, se convertía en un osito tímido cuando enfadaba a Vegetta?

Tomó aire y apenas dio un paso cuando un toquecito en su pierna lo distrajo.

Miro hacia el suelo para encontrarse con Pelusa, quien le ofrecía algo que llevaba en su boca, acercó su mano para tomarlo y us ojos se abrieron de par en par al reconocer la pequeña y vibrante flor roja en su mano.

—Una amapola... —dijo casi sin aliento mientras se giraba a mirar a los chicos, un brillo de alegría en sus ojos— ¿Posta crecen acá?

—Querido —Molly sonrió maternalmente—, nada florece aquí abajo... debió caer del mundo de los vivos y la pequeña sólo la tomó.

Suspiró, tenía sentido. Dándole una última caricia a la cabecita de Pelusa, cruzó el umbral del bar.

Dio uno... dos... y tres pasos...

—Molly... ¿crees que note si nos quedamos escuchando tras la puerta?

—No creo, solo no hagan tanto ruido, yo no me pierdo el chisme por nada--

Y giró sobre sus talones, mirada molesta —Rajen de acá.

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Roier estaba sentado a la barra, mentiría si dijera que no estaba nervioso.

Después de que Mariana le dijera que Spreen lo estaba buscando, y de su labor para convencer a Bobby que no lo acompañara y que estaría bien, comenzaba a arrepentirse de no tener el apoyo de su pequeño no-dragón amigo.

Comenzó a balancearse un poco en su lugar, mirando a su izquierda y derecha, casi imaginando ver a Rivers y Quackity ahí sentados, bebiendo felices el día antes de su muerte. Irónico, pensó, aquel día platicaban de su boda, y quizás ahora le tocaría hablar de su divorcio.

—Capo.

Salió de sus pensamientos al escuchar a Spreen tras suyo, lo miró por sobre su hombro y le hizo un ademán para que se sentara, el pelinegro tomó el asiento a su izquierda —¿Quieres tomar algo? No creo que a Molly le importe.

—Nah —rascó su nuca en un gesto nervioso—. Toma te traje esto, bueno, Pelusa lo encontró...

Le tendió la pequeña amapola, el castaño se tomó unos segundos para mirarla antes de sonreír y aceptarla.

—Hacía años que no veía una... es mi favorita.

Número 8: Le gustaban las amapolas rojas. Y era gracioso, porque él nunca fue de flores, pero si tuviera que elegir una, escogería la amapola roja por igual.

—Ya, Pelusa casi no me deja entrar sin que la tomara para dártela... creo que te quiere más a vos.

Esto causo una pequeña risita en el castaño, y Spreen sintió un pequeño peso liberarse de sus hombros. Bueno, si lo hizo reir, era una buena señal.

Se quedaron en silencio un rato.

—¿Sabes lo que representan las amapolas?

Al escucharlo hablar, el pelinegro alzó la mirada hacia el contrario, cuyos ojos seguían inmersos en los pétalos de la flor entre sus dedos.

—No, ¿qué cosa?

—Muerte.

Y Spreen agradeció mentalmente no pedirse nada de beber pues se comenzó a ahogar con su propia saliva y casi se cae de la silla.

Pelusa: ¿amigo o enemigo?

—R-Roier, te juro que no sabía--

Pero el castaño sólo atino a reír un poco más fuerte.

—A ver, antes de que te mueras de un susto tú, pendejo, se relaciona con la muerte, sí, pero en el sentido de recordar a los que se fueron, aunque de niño yo no sabía eso, solo me gustaba y ya... —su sonrisa decayó un poco— Me pregunto si alguien me recordará allá arriba todavía.

—Claro que sí, Roier, si sos re piola...

La inmediata respuesta del contrario lo hizo mirar en su dirección, topándose con los bonitos ojos amatista que tanto llamaron su atención cuando los vio por primera vez.

Solo entonces Spreen pareció entender lo que acababa de decir, tosió nervioso, ¿por qué de pronto hacía calor?

—D-digo, sí, sos agradable... cuando no estas tocando los huevos...

—¿Apoco sí mi amor? —Roier se llevó automáticamente una mano a la boca.

《 ¡VERGA! 》pensó inmediatamente el castaño, valiente plan de hablar las cosas y ahí iba el a incomodarlo de nuevo, estuvo por disculparse, pero la reacción de Spreen lo detuvo.

Una amplia sonrisa con todos los dientes, ojos entrecerrados y brillantes, todo acompañado de una bonita risa que llenó el lugar.

Y Roier se congeló. Hacía unos minutos estaba dispuesto a dejarlo ir...

—Perdón por lo de hace rato... pero Roier, esto no va a funcionar...

Pero no quería perderlo. No aún.

—¿Por qué no? —giró su cuerpo para mirarlo de frente— Todo va bien, d-digo, obvio me enojé por lo de hace rato, pero si lo platicamos--

—No es eso, somos muy diferentes--

—¡Las diferencias nos complementan! —tomó con ambas manos la derecha de Spreen, la amapola arrugándose entre sus dedos— Pero si aun así no te sirve, puedo cambiar, si quieres...

Spreen sonrió con tristeza, cubriendo las manos del castaño con su izquierda —No tenés que cambiar nada, Roier, vos no sos el problema. Quizás en otras circunstancias podría funcionar, pero no así...

Roier nunca fue muy organizado. Pensaba que quizás sería más práctico si se pusiera a enumerar las cosas que iba aprendiendo de Spreen... pero eso de ponerle número a las cosas que aprendes de alguien como si fuera una lista mental solo las hacían los psicópatas. Por eso él solo guardaba los pequeños detalles en su mente.

Y ahora justo acababa de agregar uno muy importante: Spreen era demasiado bueno con él.

Le dolería, sí, pero se lo debía.

—Spreen, y sí--

—¡Uno nuevo!

De pronto, unas fuertes campanadas y la voz de Aldo llenaron el ambiente, ambos giraron a la puerta de la entrada por donde entraba una multitud. En segundos el bar volvió a llenarse de vida, risas y música.

—¡Una ronda para todos! ¡La casa invita! —gritó Molly ya acomodada sobre la barra, algunos de los presentes celebraron mientras se acercaban a tomar una bebida.

—¿Q-qué pasa? —preguntó Spreen confundido.

—¿Si ves como cuando alguien muere todos se entristecen? —comenzó Roier, encogiendo los hombros con una sonrisa— Es feo irse así, por eso siempre que alguien llega acá abajo lo recibimos con una fiesta.

—¡Ojo, que son dos! Ustedes no se queden ahí, ¡vengan a saludar!

Mariana llegó a su lado y les obligó a levantarse, cruzaron miradas y sonrieron, acordaron con ese gesto que dejarían su conversación pendiente para después.

—Tu primera fiesta recibiendo a uno nuevo, ¿eh, Spreen? —Mariana le codeó en las costillas, haciendo al pelinegro encorvarse un poco.

—Ya, ya, ¿y qué se hace o qué? ¿Los felicitamos por morir? Amigo, ¿no es algo bastante turbio?

Los tres rieron hasta que de pronto un grito resonó por todo el bar, la música y la charla pararon.

—¡ERES UN PENDEJO! ¡¿VES LO QUE HICISTE?!

—Baja la voz, que estamos en público--

—¡AY POR FAVOR! ¡¿CUAL PINCHE PUBLICO?! ¡¿EL DECAPITADO QUE ME ACABA DE FELICITAR?! ¡PERDONAME POR ENOJARME PORQUE POR TU PINCHE CULPA NOS MORIMOS LOS DOS!

—No, bueno, otra pareja —Aldo llegó a su lado dando un sorbo a su bebida, mientras Molly por detrás giraba los ojos al ver el líquido caer, de nuevo, por el hueco en su estómago y ensuciar todo el lugar— Creo que se llevaran bien con los recién casados.

—Ya... es que tu decías que ibas a matarte y yo--

—¡TODO EL TIEMPO DIGO QUE VOY A MATARME! ¡ES UN DECIR POR TANTO CORAJE QUE ME HACES PASAR! ¡¿VES COMO NI SIQUIERA ME CONOCES?!

—Naaah amigo, es una banda —Spreen contuvo una risa, la situación era de por sí bastante bizarra—, estos dos tienen más problemas que yo ¿eh, Roier?

Pero Roier no le contestó, se giró a mirarlo para preguntar si lo había escuchado y las palabras murieron en su boca, no creía que fuera posible, pero estaba más pálido de lo normal, miraba fijamente y sin parpadear a los recién llegados.

Un chico alto y castaño con gafas redondas, y uno más bajo, cabello negro oculto bajo un beanie y con una gran cicatriz a lo largo de su ojo izquierdo.

Spreen pudo notar como los ojos de castaño se fijaban en especial en el último, quien al sentir a alguien mirarlo fijamente giró un poco hasta cruzar miradas con él, los ojos del extraño igualmente se abrieron de par en par.

—¡Roier!

—¿Quackity? 

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Se murió el pato, rianse de él 🫵😂 (?

Gracias por leer gente 🫶✨️🩷

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