Cap 3.
—Esto no es nada, debieron estar ahí cuando era solo un chaval. Spreen salía de casa y a veces no volvía hasta el día siguiente. Usted sabe, a esa edad los chicos son chicos, rebeldes sin causa... En fin... En cualquier momento entrará por aquella puer--
—Señor De Luque —la señora Guarnizo masajeó fuertemente sus sienes—, lleva repitiendo eso por horas, está claro que el chico no volverá.
Rubius estuvo por contestar con su característico toque humorístico y positivo, pero la mano de Vegetta sobre su rodilla lo detuvo, lo vio negar levemente con la cabeza y finalmente el castaño volvió a sentarse a su lado en el sofá, ambos frente a frente con los señores Guarnizo en la gran sala.
Habían pasado ya varias horas desde que Spreen se había ido después del fiasco de ensayo, al principio pensaron que su hijo solo necesitaba tiempo a solas, pero honestamente ya comenzaban a preocuparse.
—Debo decir que estoy muy decepcionado —la gruesa voz del señor Guarnizo resonó en la sala—, debí suponerlo, solo con verlo durante el ensayo era claro que el chico sería un problema para nuestra familia. Espero que logren hacerlo entrar en razón tan pronto entre por aquella puerta.
Juan rodó los ojos con exasperación de pie junto a la ventana mientras escuchaba la aburrida y acusativa conversación, podrían ser sus padres, pero la verdad es que a veces eran tan egocéntricos.
Sonrió con ironía, decir "a veces" era ser bastante amable. Siempre tenían que ser ellos quienes dieran la última palabra sin considerar lo que él dijera o pensara, justo como semanas atrás, cuando le informaron que se casaría con el hijo de los De Luque.
Su primera reacción fue la ira y negación absoluta, años de soñar despierto y esperar sentir esa chispa del "amor verdadero" para que todo se derrumbara con un matrimonio arreglado.
Aunque claro, luego conoció a Spreen, y su molestia fue rápidamente reemplazada por calma, por lo menos podría decir que tuvieron un buen comienzo, le caía bastante bien.
Juan no era ningún experto, no podría decir a ciencia cierta si lo que sintió al conocerle fue amor. Lo que sí sabía al menos era, primero: no odiaba la idea de casarse con él, y segundo: estaba preocupado.
Puerco araña dio un pequeño chillido y se ocultó tras sus piernas sacándolo de sus pensamientos cuando llamaron a la puerta.
—¿Spreen? —las voces de Juan, Vegetta y Rubius se mezclaron mientras se giraban a ver de quien se trataba.
—Señores —el mayordomo de los Guarnizo apareció en el umbral seguido de dos mujeres—, estas damas insisten en hablar con ustedes cuanto antes, dicen que es de vida o muerte.
Decir que las dos amigas estaban emocionadas era poco, miraban alrededor y cuchicheaban divertidas, un carraspeo de parte de Rubius las hizo finalmente reaccionar.
—¡Lo vimos todo! —habló la primera, claramente ilusionada de poder compartir un jugoso chisme con gente tan importante—, hace unas horas el joven De Luque estaba en el puente a las afueras del pueblo.
—¡Cierto! —la segunda se unió— Estaba segura de que saltaría, digo, si fuera yo, no podría vivir con la vergüenza--
—¡¿Saltar?! —Vegetta se levantó de inmediato, el color abandonando su rostro —¡Ay, mi niño! ¡Doblas! ¡Que se me ha matado mi hijo! —lloriqueó sacudiendo bruscamente a Rubius del hombro.
—¡No, no, no! Santo Dios, pero déjennos terminar —volvió a hablar la mujer, agitando las manos—, creíamos que saltaría, pero no lo hizo.
—Fiu, gracias a Dios —Vegetta suspiró aliviado y se dejó caer en el sofá.
—¡Es algo mucho peor!
—¡¿QUÉ?! —y se levantó de nuevo, esta vez trayendo a Rubius consigo.
—¿Podemos dejar el circo para cuando terminen con el relato, por favor? —habló de nuevo el señor Guarnizo, su poca paciencia ya al límite. ¿En serio eran este par de payasos héroes de Karmaland? —¿Y bien, señoritas?
Ambas rieron al instante de ser llamadas "señoritas", sintiéndose casi como adolescentes de nuevo, la señora Guarnizo aclaró su garganta y las miró duramente, por suerte entendieron el mensaje pues pronto continuaron con su relato.
—En fin, nosotras íbamos de paso así que nos fuimos un momento, pero de regreso a casa volvimos a pasar por ahí, y lo vimos muy, muy MUY de cerca a un misterioso chico.
—¿Usted cree el descaro? Encima estábamos por llamarlos cuando desaparecieron en la niebla, seguro huyeron juntos.
—¿Verdad que sí? Ya nadie respeta el matrimonio en estos días.
—¡Cierto! Cuando yo me casé--
—Por favor escolta a las damas a la salida —el padre de Juan se dirigió a su mayordomo, quién pronto comenzó a guiar a las mujeres, aun inmersas en su propia conversación, fuera de la sala y de la residencia.
Rubius fue el primero en romper la tensión del ambiente.
—Ostias, con que un chico... ¿sabías tu algo de esto, Vegettita?
—Se lo mismo que tú, que por lo visto es nada... pero Spreen dijo que no tenía a nadie especial...
—O eso quiso hacerles creer —la señora Guarnizo, por primera vez en todo el día se mostró hasta casi preocupada— ¡Pero que ofensa! Seguro somos el hazmerreír de todo el pueblo ¿Qué haremos ahora?
En medio de la discusión, Juan se tomó un tiempo para digerir la información que acababa de escuchar. Y es que llámenlo intuición, pero de alguna forma que Spreen hubiera huido con alguien más no terminaba de convencerlo.
Haciéndole un ademán a puerco araña para que lo siguiera, aprovechó la distracción de los adultos para salir de la sala hacia su habitación y así poder pensar con más claridad.
Sintió un cosquilleo y sonrió un poco, adoraba jugar al detective.
Y por supuesto que llegaría al fondo de esto.
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Caminaron un rato hasta salir del pequeño pueblo, por lo visto lo que Pelusa le maulló/dijo a Roier le dio una idea de donde podían buscar una forma de volver al mundo de los vivos.
Pronto llegaron al pie de un peñasco con una guarida en la cima, y vaya que Spreen pudo confirmar que ese gato era su Pelusa, pues con una mirada decidió que no haría ningún esfuerzo, saltó a sus brazos y se acomodó en ellos.
Comenzaron a subir, Roier iba al frente, dándole al pelinegro oportunidad de admirar un poco el paisaje a su alrededor.
Desde esta altura podía ver el iluminado pueblo a lo lejos, y si ponía solo un poco de atención juraba que podía hasta escuchar la música y risas provenientes de este.
Era curioso, pensó, cómo el mundo de los muertos estaba lleno de tanta...
—Vida —susurró tan bajo que por poco y no se escucha a si mismo decirlo.
—Por cierto.
La voz de Roier varios pasos frente suyo lo sacó de sus pensamientos, volteó de nuevo al frente para encontrarse con sus ojos cafés y brillantes mirándolo por sobre su hombro.
—No vayas a dejar que su apariencia te engañe. Missa se ve bastante joven, pero ha vivido mucho más que yo.
Spreen no pudo evitar reír, sintiendo a Pelusa removerse un poco entre sus brazos —¿Vivido?
El castaño parpadeó un par de veces y se llevó una mano al mentón mientras ladeaba la cabeza —¿Morido? —y Spreen soltó tal carcajada que le causo vergüenza y gracia a la vez— ¡Hey! ¡No te burles, pendejo! ¡Tu me entiendes!
Siguieron subiendo, siguieron riendo, y Pelusa siguió removiéndose inconforme, debatiéndose si le molestaba más el ruido o el movimiento del pecho de su humano quitándole valiosos minutos de sueño.
—Ahora que tocas el tema —empezó Spreen conforme las risas paraban— ¿Vos que edad tenés? O... ¿tenías? Perdón, no se como funciona eso ahora que estas... bueno, vos sabes...
—No te preocupes —a pesar de estar de espaldas, Spreen notó que hablaba con una sonrisa—. Tenía 21 cuando morí, de eso ya fueron... ¿tres años? Y no es tan complicado como parece. Edad, 21. Años de muerto, 3.
—Yo tengo 22, así que sos menor que yo —Spreen sonrió con superioridad— ¿No tenés que hablarme con más respeto?
—¿Apoco sí? —Roier volvió a mirar sobre su hombro, una pequeña sonrisa de lado adornando sus labios— Si siguiera con vida yo sería mayor, cabrón. Aparte un año ni es nada, y yo ya te llevo tres añotes acá abajo, eso es mil veces mejor, si alguien debe respetar a alguien aquí eres tu.
—Sos el único loco que conozco que está orgulloso de llevar tres años de muerto —aunque claro, tampoco era que conociera a tantos muertos, pero en fin— ¿Qué porongas te paso en vida para que te alegre tanto estar acá?
Spreen no era exactamente la persona más empática, pero la forma en que la sonrisa abandonó el rostro del castaño y como sus ojos temblaron un poco le hizo querer regresar unos segundos en el tiempo para no hacer esa última pregunta.
El ambiente de pronto se tornó incomodo, anduvieron en silencio un rato hasta que al girar en una curva le dio una vista del rostro de Roier de perfil.
Labios apretados, ojos cabizbajos y algo desenfocados, Spreen había visto esa misma expresión más de una vez en su padre Vegetta cuando tocaban un tema triste para él.
Esa mueca provocaba que Rubius se disculpara inmediatamente, siempre pensando que fue por algo que dijo o hizo, cosa que la mayoría del tiempo era verdad de todos modos.
Pero había pocas ocasiones en que ni eso funcionaba, y Rubius lloraba. Dejándose caer de rodillas aferrándose a su capa, gritando a los cuatro vientos que era el peor esposo del universo y que merecía morir, Vegetta solamente giraba los ojos y decía una cosa en voz baja:
《No es nada Doblas, estoy bien. Solo, por favor cambiemos de tema》
Sus padres podrían ser bobos, pero por algo llevaban tantos años juntos.
—¿Posta el tal Missa vive acá? Amigo, imagina tener que subir y bajar todo esto solo para la despensa, ¿y si se le cae algo ya arriba y tener que volver? Yo me muero... bueno, vos me entendés.
Extraño, dijo una vocecita en su cabeza, el como la luz volviendo a los ojos de Roier y sus labios curvándose hacia arriba le aceleraron el corazón de pronto.
No tuvo mucho tiempo de pensarlo, pues apenas unos segundos después el castaño volvió a hablar entre pequeñas risas por el pésimo intento de chiste.
—Mira, ya llegamos.
Alzó la mirada justo al escucharlo mientras finalmente subían los últimos escalones a la cima. Pelusa se estiró y saltó de los brazos de Spreen, inspeccionando con curiosidad.
Frente a ellos estaba una sencilla guarida, mucho mas acogedora de lo que Spreen imaginó en primer lugar, libros por aquí, pergaminos por allá, y cuervos.
Muchos, muchos, pero muchos cuervos. Cada uno observándolos expectantes.
—¿Missa? —pero Roier no le dio importancia, pronto llamando al dueño del lugar— ¿Estás aquí?
—¿Eres tu Roier?
Una voz desconocida puso a Spreen alerta, miró a unos cuantos cuervos volar y arremolinarse al fondo de la habitación, tragó duro, tratando de mantenerse firme e imperturbable ante lo que fuera que se presentara frente suyo.
Para cuando lo vio salir de las sombras, Spreen se giró a mirar a Roier con incredulidad.
"Se ve bastante joven" le había dicho...
—¿Ves? —sonrió casi queriendo decir "te lo dije"— No aparenta su edad, ¿verdad?
—Roier... —habló despacio, como si eso le ayudara a reprimir un poco las ganas de pegarle a su no esposo muerto—, el tipo es un esqueleto...
—Ya, es que murió en circunstancias terribles, pero ¿te acuerdas lo que te decía de las edades? Bueno, Missa es como de nuestra edad en vida pero mayor en muerto, muuuucho mayor. Esta viejo. Es un doño. Un anciano decrépito. ¿Ves como les dicen de la tercera edad? Bueno, pues el ya va por la novena. Bien tieso que está. Un poco más y se muere otra vez--
—¡¿Pero bueno y este ataque de a gratis?!
Por imposible que pareciera, Missa tenía una expresión molesta en su rostro, cuando por fin llegó a su lado Spreen se permitió mirarlo con detenimiento, tenía su misma estatura y, fiel a lo que decía Roier, se desenvolvía como un chico de su misma edad, aunque ocultaba su cuerpo en un holgado traje morado y celeste era imposible no notar el cráneo bajo su capucha y los brazos esqueléticos asomándose.
¿Extraño? Sí. ¿Terrorífico? No tanto como lo pensaba. Era curioso como con solo pocas horas en el mundo de los muertos Spreen ya se estaba volviendo casi inmune a las cosas raras que ocurrían por acá.
—Bueno ¿y este quién es o qué? —señaló con su pulgar en dirección del pelinegro.
—Es mi esposo, Spreen.
—¡¿TU ESPOSO?! —la mandíbula de Missa cayó hasta el piso... y no en sentido figurado, literalmente se desprendió del resto de su cráneo y se estampó contra el suelo—. Pinche Roier ¡¿te casaste?!
Y dale.
—N--
—¡Si! —sonrió el castaño— Antes que digas que por qué no te invite, es una larga historia, y te prometo contártela, pero primero necesitamos de tu ayuda, tenemos que ir al mundo de los vivos.
Spreen se mordió la lengua, por poco y lo arruina todo. Tenía que seguirle el juego hasta que estuviera sano y salvo de vuelta en casa.
—¿Al mundo de los vivos dices? —volvió a hablar Missa justo terminando de acomodar su mandíbula de nuevo— ¿Y por qué quieren ir o qué? Hasta donde yo se, ellos mueren por venir aquí.
El pelinegro puso los ojos en blanco, los chistes sobre muertos tenían que parar...
Se dirigió por primera vez al contrario —Mira, pasa que es re importante para mí —su mirada se encontró con la de Roier una fracción de segundo—, para nosotros, quiero decir.
Missa lo miró un par de segundos.
—Verga... esta bien enculado, ¿verdad?
—¿Qué puedo decir? —Roier encogió los hombros— Soy encantador.
En automático Spreen levantó la mano para pegarle, logró detenerse a medio camino y llevarsela a su frente《Pará Spreen... apégate al plan...》 pensó mientras inhalaba fuerte,
—Pues a ver... hasta donde yo sé, se pueden hacer viajes cortos, estoy seguro de que tenía un libro sobre eso por aquí...
El amigable esqueleto comenzó a buscar entre los múltiples estantes, mirando portadas y hojeando libros, estuvo en ello varios minutos hasta que levantó uno sobre su cabeza.
—¡Heúrēka! —gritó en perfecto griego...
Griego antiguo, para ser precisos. Spreen conocía lo básico por algunos de los conjuros de su padre. Al parecer Roier tenía bastante razón en decir que el chico había muerto muchísimo tiempo atrás.
—Aquí dice —volvió al presente cuando Missa se acercó a ellos señalando una sección del libro entre sus manos— que hay un hechizo antiguo para ir al mundo de los vivos por un corto tiempo. Es bastante simple en realidad... ¿cuándo dicen que quieren ir?
—Pues no sé... igual podemos ver--
—¡Ahora! —esta vez fue Spreen quien interrumpió, ambos cadáveres lo miraban con algo de sorpresa— Digo, entre antes mejor, ¿no? Para que conozcas a mis viejos y eso...
La sorpresa inicial abandonó el rosto de Roier y fue pronto sustituida por una gran sonrisa, Spreen trató de ignorar con todas sus fuerzas el sentimiento de culpa burbujeando en su estomago.
—Tiene razón —concluyó girándose de nuevo a Missa con emoción— ¿Y bien? ¿Qué tenemos que hacer?
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Si le hubieran preguntado en quién confiaba más para preparar el hechizo de volver al mundo de los vivos, ¿qué habría elegido él? Evaluó sus dos tristísimas opciones:
¿A Missa, el esqueleto de más de 2000 años de muerto, amigo de los cuervos y que seguía sufriendo bullying por parte del resto?
¿O a Roier, su auto proclamado esposo muerto que lo secuestró y le regaló a su gato, igualmente muerto, como obsequio de bodas?
...
Sin duda elegiría a Missa mil veces.
Lamentablemente no tuvo elección, pues tan pronto Missa comentó que el hechizo era tan simple que "hasta un tonto podría hacerlo", Roier le arrebató el libro y le dejó encargada a Pelusa durante su ausencia, para después jalarlo del brazo hacia un espacio abierto justo fuera de la guarida de Missa.
—Che... ¿estás seguro de que podes con esto?
—Tranquilo, mi amor —contestó Roier sin mirarlo, terminando de dibujar el círculo en el suelo—, estas hablando con la eminencia de los hechizos.
《La eminencia de hacer el tonto》Spreen rio inmediatamente después de que el pensamiento cruzara por su mente, en otras circunstancias estaba más que seguro de que sus viejos se llevarían bien con él.
Casi era una lástima que no lo hubiera conocido en vida.
Casi.
—Listo —exclamó contento dándole una última mirada al libro—. Ahora, esto es lo último, según esto tenemos que tener una palabra clave, en caso de que por alguna emergencia necesitemos volver... dice que tengamos cuidado al elegirla para que no vayamos a decirla por accidente, vaya, para no cagarla, por lo que es mejor elegir una palabra que sea poco común.
El castaño ladeó su cabeza en profundo pensamiento.
—Lo tengo —sonrió al fin, mirándolo fijamente—, la palabra será "infernáculo"
Spreen alzó una ceja intrigado, poco a poco permitiendo que en su mente asentara la idea: Roier podría ser de su edad en vida, y aunque no tenía ni cerca los mismos años de muerto que alguien como Missa, estaba seguro de que ya había debido experimentar muchas cosas en este mundo.
—Infernáculo... —susurró casi sin aliento, había algo casi místico en la palabra que le hacía querer saber más, sonrió con sincera curiosidad y se aventuró a preguntar— ¿Qué significa?
—¿Qué cosa? ¿Infernáculo? —repitió Roier antes de sonreírle con los dientes—, nada en especial de hecho me la acabo de inventar: "Infer" por Infierno, y "culo" pues... por culo, y así.
El pelinegro rodó los ojos, ¿por qué tenía que preguntar?
—Esta con madre, ¿no?
《¡Apégate al plan!》 se recordó a sí mismo en lo más profundo de su mente mientras apretaba los puños, deseosos de golpearlo, a sus costados.
Roier lograba, con solo horas de conocerlo, sacarlo de sus casillas. Un día de estos en serio iba a matarlo.
...
Spreen aprovechó que Roier no estaba mirando para abofetearse a sí mismo. Al parecer, estar tanto tiempo en el mundo de los muertos le empezaba a pegar el terrible sentido del humor...
—Pues ya esta.
Miró al castaño tenderle su mano menos "muerta", invitándolo a entrar al círculo que poco a poco comenzaba a iluminarse.
Es ahora o nunca. Spreen tomó su mano y caminó los pocos pasos que los separaban.
Una luz los consumió y le obligó a cerrar los ojos, sintió a Roier temblar a su lado y no pudo evitar esbozar una sonrisa.
Había oído que la gente tenía miedo a la muerte, pero nunca que un muerto tuviera miedo a volver.
Número 5: En realidad, era algo asustadizo
Anotó en su mente mientras apretaba el agarre de su mano sobre la del castaño...
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Hola gentecita!
Como siempre mil gracias por leer 🫶
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