Cap 15.
¡No estaba muerta!
...¿entienden? Muerta... porque el fic habla de muertos 🥁
En fin, bienvenidos y bienvenidas al final de esta bonita aventura ❤️
Nota super rápida porque evidentemente no le quiero dedicar más tiempo del estrictamente necesario: W cambió a Luzu, para que no les extrañe el repentino cambio. En un futuro me dedicaré a cambiar el personaje en el resto de la historia.
Sin más, los dejo con el final, decidi partirlo en 3 partes por la extensión solamente 👌
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—Chiqui...
—¡Yo la cuido! —el pequeño Spreen se aferró al suave y cálido pelaje entre sus brazos mientras mordía su labio inferior intentando no llorar— ¡Ni van a notar que está acá!
Vegetta se derritió ante la escena, su pequeño había llegado, como de costumbre, con la ropa llena de polvo y tierra tras una tarde de jugar afuera, pero esta vez trajo consigo a un peludo amiguito.
El gatito blanco era realmente adorable, y eso fue suficiente para que comenzara a evaluar la posibilidad de conservarlo: no debía comer mucho, Spreen era un buen chico y sin duda lo merecía, además de que no estaría nada mal comenzar a darle una responsabilidad a su pequeño para prepararlo para la vida.
La idea rondaba su cabeza, cuando en ese momento, el pequeño gatito se removió bruscamente, arañando el brazo de Spreen antes de salir disparado hacia el cuarto de pociones del mago, Vegetta apenas tuvo tiempo de hacerlo levitar con magia para evitar que entrara e hiciera un desastre, o peor aún, se lastimara a sí mismo.
Suspiró agotado. Era una mala idea después de todo.
—No podemos tenerlo aquí, chiqui —empezó en voz baja, mientras se agachaba a la altura de Spreen quien miraba con una mezcla de sorpresa y temor le diminuta herida en su brazo.
Su expresión sin embargo cambio rápidamente al escuchar a su padre.
—¡Ni me dolió! —dijo valientemente— Pelusa solo está asustada, pero se va a acostumbrar.
Así que era una chica y "Pelusa" era su nombre, pensó el mago, bastante lindo, debía admitir.
—No es eso, corazón —susurró mientras observaba a la gatita balancearse en el aire sobre ellos, envuelta en ondas de magia violeta y brillante—, Pelusa es muy traviesa, puede hacerse daño.
—¡Yo la cuido! —repitió Spreen, esta vez sin molestarse en ocultar su voz quebrada y labio tembloroso.
Vegetta sonrió, alcanzando la cabecita de Spreen y acariciándola afectuosamente.
—No dudo que lo harías, eres un pequeño muy valiente, pero es demasiada responsabilidad para ti ahora ¿y si Pelusa tira algún frasco y se lastima con el cristal o con el contenido? ¿y si por accidente entra en el camino de tu padre mientras entrena con la espada?
Spreen hizo un puchero.
—Yo puedo cuidarla —murmuró molesto.
El sabio suspiró, tomando al gatito entre sus manos y hablando firmemente mientras se dirigía a la puerta.
—Lo siento, Spreen... pero esta vez es un no.
...
Cuando Rubius llegó a casa un par de horas después tras una tranquila tarde de entrenamiento, no se esperaba para nada ver a Vegetta sollozando sobre el sofá.
Su primera reacción fue el pánico, pero tras confirmar que no tenía heridas visibles y escuchar el más leve movimiento de su pequeño escaleras arriba suspiró aliviado, se acercó hasta quedar junto al sabio.
—¿Vegettita? —parpadeó varias veces— ¿Qué pasó?
—¡Mi niño me odia! —lloriqueó sobre un cojín.
Rubius sonrió de lado.
—¿Spreen? Hombre, él no te odia, ¿qué te hace pensar eso?
—¡Oh! ¡No lo sé! —se incorporó rápidamente, ofendido y con los ojos rojos e hinchados— ¡¿Quizás por qué me dijo "¡Te odio! ¡Nunca volveré a hablarte!" y se fue corriendo a su habitación?!
Wow, pensó Rubius, ¿quién diría que el gran sabio Vegetta, héroe de Karmaland, temido por muchos y admirados por tantos podría verse así de patético por una rabieta de su pequeño?
Tras explicarle al castaño sobre el incidente con Spreen, y que Rubius le asegurara que el odio de su niño no duraría más de un par de días, Vegetta se armó de valor para ir a verlo.
Entró a la habitación en silencio, pronto encontrándolo sobre su cama, envuelto entre mantas hasta la cabeza, la luz de la luna llena asomándose por su ventana.
—Spreen, ¿estas despierto?
Silencio. Estuvo por rendirse cuando escuchó la voz apagada y temblorosa de su niño, ahogada en las almohadas.
—No...
El mago convocó toda su fuerza de voluntad para no reír enternecido por la actitud de su pequeño, estaba claro que seguía molesto y no quería hacerlo enojar más, pero rayos, sí que era adorable.
—Uy, qué pena, ya está dormido... y yo que quería decirle algo...
Spreen no contestó, probablemente esperando que el mayor entendiera la indirecta y se marchara, pero, por el contrario, escuchó pasos acercándose, el pequeño sintió un peso sobre la cama y una mano sobre su cuerpo, rápidamente encontrando su cabeza y acariciándola lentamente.
—Y bueno, aunque este dormido, se lo diré igual.
Se quedó quietecito, ahora bastante intrigado por saber que era eso tan importante que querría decirle.
—Sé que estas triste y molesto, chiqui —empezó Vegetta—, hombre, yo también lo estaría... pero necesito que lo entiendas.
"Eres valiente, fuerte, amable y estas lleno de amor para dar, pero aun eres un niño, no puedes tomar este tipo de decisiones por ti mismo, las cosas no son tan fáciles como parecen"
"Y aunque siempre, pero siempre serás nuestro pequeño, va a llegar el día en que seas un adulto, y tomarás tus propias decisiones. Porque vas a saber lo que implica, y quizás alguna te de miedo, porque para conseguir algo que de verdad quieres, a veces tenemos que hacer sacrificios. Pero confío en que serás lo suficientemente sabio para evaluarlo por ti mismo"
Vegetta miró furtivamente hacia la puerta de la habitación, desde donde Rubius observaba la escena con una sonrisa.
Se inclinó hasta justo la cabecita de Spreen y le dio un tierno beso antes de susurrar en su oído, algo en la voz y calor de su padre arrulló al pequeño quien antes de caer dormido alcanzó a escuchar:
"Tu papi y yo siempre vamos a apoyarte en lo que tu decidas..."
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No costó mucho para todos volver al ambiente de la celebración, incluso con los nuevos e inesperados invitados vivos en la ceremonia.
Cellbit aclaró su garganta, ligeramente incomodo al ser prácticamente arrastrado junto con Juan a la fila donde una cabeza bastante conocida lo miraba con una ceja alzada.
Tragó saliva, conteniendo una risita en lo más profundo de su mente, increíble que se sintiera más preocupado por cualquier malentendido que por el hecho de estar rodeado de muertos.
Quizás, pensó, debería romper el hielo.
—Así que... Molly, ¿cierto? —sonrió al ver a la chica asentir ligeramente— Interesante forma de conocernos... si me permites preguntar, ¿cómo fue que mori--HMMP?!?!
Ante la vista sorprendida de Juan, un par de manos cubrieron la boca del brasileño a la velocidad de la luz, Molly parpadeó, confundida.
Aldo y Mariana se miraron mutuamente antes de liberarlo y suspirar aliviados.
—Regla número uno, papu —empezó Aldo, susurrando en su oído—, nunca le preguntes a Molly cómo murió...
—Ya... —Juan contestó en lugar del aún sorprendido y asustado Cellbit—, ¿hay alguna otra regla de la que debamos saber?
—La única, realmente —Mariana encogió los hombros—, es un tema complicado.
—Ay, exageran.
Todas las miradas se posaron sobre Molly, quien giraba los ojos con desdén.
—Es lindo que no quieran incomodarme, pero es un tema del que puedo hablar sin problemas, en serio.
Uno, dos y tres segundos después, Aldo soltó una gran carcajada, mientras Mariana miraba a la cabeza frente suyo con estupefacción.
—¡¿Apoco si, pinche Molly?! —explotó el más alto— ¡¿Y la paliza que me diste cuando el Aldo te dijo que le conté a Quackity?! ¡Y aparte era mentira!
—¡¿Y yo que iba a saber eso?! —Molly contestó con la misma intensidad— Mentira o no, si te pegué fue porque no me gusta la idea de que le cuentes a alguien algo personal mío sin consultármelo primero, pero si Spreen, Luzu o Cellbit me lo hubieran preguntado directamente con gusto se los hubiera contado.
—¿Apoco sí? —intervino Aldo, entre risas— Años y años y a nadie más se lo has querido contar, el último fue a Roier. Mejor di que solo te gustan los guapos y ya.
—¡Eso no es verdad! —contestó ofendida— También se lo hubiera contado a Quackity.
Quackity, hasta ese momento ajeno a la conversación, se levantó de un salto, Luzu apenas tuvo tiempo de sujetar su muñeca, riendo por lo bajo.
—¡¿Qué insinúas?! ¡¿Qué yo no soy guapo?!
Cellbit miraba la (bastante cómica, debía admitir) escena con sorpresa, cuando de pronto sintió una mano sobre su rodilla, giró un poco el rostro para encontrarse cara a cara con el hechicero.
—¿Estas bien? —preguntó Juan, con una mirada preocupada.
El brasileño resopló divertido —Estoy bien, bueno, al principio creí que quizás había ofendido a Molly, pero parece estar bien con eso, aunque bueno, tal vez el tema de su muerte es un chiste interno entre ellos--
—No hablo de eso —interrumpió el de gafas, frunciendo ligeramente el ceño—, hablo de Roier...
Cellbit dejó que las palabras de Juan asentaran en su mente mientras inconscientemente alzaba la mirada, buscando hasta encontrarse con la figura de Roier a varios metros, el cadáver miraba al suelo, perdido en sus pensamientos.
La más pequeña chispa en su interior susurraba que se levantara y fuera a su encuentro, solamente opacada por el calor que irradiaba la mano de Juan sobre su rodilla, contuvo una risa cuando Juan saltó algo sorprendido mientras la cubría con la suya.
—¿Sabes? —comenzó, sin dejar de mirar a Roier a la lejanía y mientras jugaba distraídamente con los dedos ajenos— Una parte de mí se negaba a creer que Roier se había ido, y si en ese momento me hubieran dicho que había algo más allá de la muerte, seguramente hubiera buscado la manera de traerlo de vuelta de un modo u otro, pero...
Su mirada se suavizó y sonrió cálidamente cuando vio a Spreen dejar de hablar con Missa para acercarse al castaño, lo miró con atención un par de segundos antes de lentamente entrelazar sus dedos con los de Roier, el cual apenas sintió el contacto le dedicó una pequeña sonrisa.
—Hubiera sido muy egoísta... ¿no crees? —continuó el brasileño— De haberlo hecho, él nunca hubiera conocido a su verdadero amor.
Apretó ligeramente la mano del menor.
—Ni yo a ti.
Ojos claros dejaron de mirar a la pareja para posarse en los color miel ocultos tras gafas a su lado, justo a tiempo para verlos enmarcarse el más tenue y adorable rojo que se extendía por sus mejillas hacía sus orejas.
—Sé —continuó Cellbit, carraspeando un poco—, sé que te dije que no pararíamos hasta que obtuviéramos respuestas sobre el paradero de Spreen, pero... quería saber si es posible, claro, si tú quieres... tal vez... poder... seguir viéndonos--
—¡Si!
Juan rápidamente invirtió los papeles, tomando entre sus dos manos la mano de Cellbit y acercándola hacia su pecho.
—¡Si quiero! Mira, todo ha sido bastante raro, pero entre cadáveres, mundos de muertos vivientes y toda esa mierda tu estas bien ¡Estas más que bien! —continuó con una sonrisa, bajando un momento la mirada— Comenzaba a pensar que... encontrar a alguien con quien hicieras conexión tan rápido eran solo cuentos de niños, pero tras todo lo que pasó... bueno, parece que no es una locura, después de todo.
Juan alzó la mirada, ligeramente avergonzado.
—Y sé que quizás no es la mejor forma de decírtelo, pero--
—Es perfecta —interrumpió Cellbit, riendo entre nervioso e infinitamente feliz.
«Adiós, Roier. Gracias por todo. Sé feliz por el resto de tu existencia...»
Entre risas y una nueva e inesperada, pero igualmente bella promesa, Cellbit se despidió en su mente y corazón, robando la idea de Spreen mientras en silencio entrelazaba los dedos de su mano con la de Juan.
«Yo también lo seré. Por el resto de mi vida»
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Roier sonrió tiernamente cuando su mirada se cruzó con la adorable escena de Cellbit y Juan sonrojados y mirándose mutuamente, pero salió rápidamente de ese pensamiento al sentir un ligero apretón en su mano aun atrapada entre la de Spreen.
Giró el rostro para encontrarse con la mirada fija de pelinegro, una expresión difícil de leer en su rostro, aunque pronto la cambió por una pequeña sonrisa.
—¿Vamos?
Cierto, la boda.
Roier asintió un par de veces mientras se dejaba llevar por el contrario hasta el altar, el movimiento de los novios pronto logrando que las voces en el recinto fueran sucumbiendo poco a poco.
Una vez ahí, Spreen dejó ir la mano de Roier, Missa esperó pacientemente a que se hiciera el silencio completo antes de abrir de nuevo su gran libro.
—Entonces, si nadie más quiere interrumpir —dijo en un tono bromista y mirando directamente a Cellbit en la segunda fila, el cual se hundió en su asiento avergonzado mientras todo el mundo estallaba en risas— ¿Podemos continuar?
—Dale —contestó Spreen firme y decidido—, donde nos quedamos.
—Espera.
La voz de Roier pronto captó la atención del par, Spreen lo miraba con algo de sorpresa y Missa parecía que se pondría a llorar de... ¿alivio?
"Raro" pensó Roier... pero no le dio importancia.
—¿Funcionará? —continuó— Es decir, no tenemos un anillo...
En algunas de las primeras filas casi pudo jurar escuchar a Juan maldecir por lo bajo.
—El anillo puede ser simbólico —Missa contestó con algo de nerviosismo—, lo realmente importante es que la ceremonia sea oficiada por un juez —llevó una esquelética mano a su propio pecho—, ese soy yo, eso, y que reciten los votos con sentimiento.
—¿Sentimiento? —parpadeó un par de veces Roier.
—Tú sabes, decirlos en serio, con verdadera convicción.
"Convicción"
Spreen se perdió en sus pensamientos un momento al escuchar la palabra, regresando a la noche en que recitó los votos en aquel bosque y que dio inicio a esta loca, pero increíble aventura.
Mirando sus propios pies mientras trató de recordar lo que sintió aquella noche.
No tuvo que pensarlo mucho, pues la verdad es que no sintió absolutamente nada.
¿Ver a Roier salir de las profundidades de la tierra y perseguirlo hasta el puente? Claro, ahí sintió terror absoluto, pero expresamente hablando de los votos, no sintió nada.
Esta vez, sin embargo, era bastante diferente.
Spreen no sabía bien cómo explicarlo, o si podría explicarlo siquiera, tampoco tenía tanta experiencia en las cosas del amor como para compararlo, pero si de algo estaba seguro es de que encontraba sentido en cada una de las cursis palabras de los votos.
Miró por el rabillo del ojo a Roier, quien hacía un par de segundos había dejado de hablar con Missa y ahora jugaba con sus propios dedos.
¿Qué estaría pasando por su cabeza en estos momentos?
"Convicción" Roier repitió la palabra en su cabeza un par de veces.
No era la primera vez que escuchaba el término, pero sí la primera vez que lo meditaba realmente.
Creyó tener convicción tres años atrás, cuando accedió a casarse con Cellbit. Creyó tenerla también aquella noche que aceptó los votos de Spreen en el bosque. También pensó sentirla hacía apenas unas horas atrás, cuando él mismo recitó los votos antes de la interrupción de la boda.
Y aunque cada una de esas experiencias fue más profunda y cercana a la verdadera convicción que la anterior, Roier se preguntaba si realmente podría impregnar sus votos con ese sentimiento.
¿Cómo decir con convicción que quieres pasar toda la eternidad junto alguien justo antes de desaparecer y dejarlo solo?
—Entonces, si todo está en orden —volvió a hablar Missa, esperando hasta que la pareja frente suyo confirmara—, podemos seguir dónde nos quedamos.
Con ambos brazos, Missa invitó al par a mirarse frente a frente, colocando a su alcance la copa y botella de vino sobre el altar.
El pelinegro sonrió con ternura al ver el nerviosismo y temor, mezclados con ilusión e infinito amor, extenderse por el rostro del castaño. En verdad planeaba seguir con esto. En verdad iba a sacrificarse para, según él, liberarlo.
¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por la persona que amaba?
El rostro de Luzu cruzó por su mente, y rápidamente lo buscó entre la audiencia, encontrándolo en las primeras filas, mirándolo de vuelta con una pequeña sonrisa, la cual solamente se ensanchó al escuchar a Quackity murmurar algo en su oído.
La noche que descubrió los sentimientos del mayor por el chico de beanie, Spreen no comprendía del todo esas palabras, mucho menos el sentimiento.
Hoy, no podía decidir a quien le quedaban mejor. Si a Roier, o a él mismo.
Inhaló y exhaló profundamente.
—"Con esta mano yo sostendré tus anhelos" —comenzó Spreen, tomando sin mirar la copa del altar— "Tu copa nunca estará vacía porque yo seré tu vino"
Missa asintió, dándole a Roier la pauta para continuar.
«Recuerda, Roier» se animó a sí mismo en su mente «Convicción...»
Soltó el aire que estaba sosteniendo, miró con el rabillo del ojo la botella de vino antes de tomarla firmemente.
—"Con esta mano yo sostendré tus anhelos" (Quisiera poder seguir sujetando tu mano por el resto de tu vida...)
Sacudió su cabeza alejando el intruso pensamiento de una realidad que no podía ser más que en sus sueños.
Comenzó a verter el líquido dentro de la copa que el contrario sujetaba.
—"Tu copa nunca estará vacía porque yo seré tu vino--"
"¿Y has pensado en Spreen"
La voz de Missa resonó dentro de su cabeza, tan fuerte y clara que por un segundo pensó que había hablado en realidad.
Roier alzó ligeramente la mirada para confirmar sus sospechas, en efecto, Missa no había hablado en lo absoluto, seguía mirando el libro entre sus manos.
Suspiró aliviado. Fue solo su imaginación.
«Convicción» se recordó a si mismo antes de dejar sobre el altar la botella y acercaba la vela al cirio central, encendiéndola.
—"Con esta vela alumbraré tu camino en la oscuridad"
"Estoy seguro de que estas listo. Sé cuándo alguien está enamorado solo con mirarlo"
Giró su cuello bruscamente, y ganándose una mirada extrañada de Spreen y Missa, miró fijamente a Quackity en la segunda fila, justo a tiempo para encontrarlo haciendole una mueca a Luzu quien lo miraba de vuelta con una sonrisa.
¿Qué rayos? Debía estarse volviendo loco.
«Convicción...» carraspeó.
—"Y con este anillo--"
"Cuando Spreen te mira, o habla de ti, veo cariño, ilusión, anhelo... el único miedo que ambos tienen es que el otro se vaya de su lado"
Miró un par de filas detrás para observar ahora a Cellbit, murmurando algo al oído de Juan, aunque ambos lo miraron de vuelta al sentirse observados.
«¡Convicción!»
—¿Roier? —la voz de Missa llamándolo se escuchaba tan lejana.
—"Con este anillo..."
"¿Crees que me aceptarían a mí?"
Roier ahogó un jadeo al escuchar dentro de su cabeza su propia voz, ayudándose de sus dos manos para dejar apresuradamente la vela sobre el altar, antes de dejarla caer por accidente.
Miró tembloroso hacía la última fila, donde Vegetta y Rubius observaban la escena con nostalgia.
"Qué bonito. Mi queridísimo Roier, tú sí que estás enamorado."
—"Con este anillo te pido..."
Sus ojos rápidamente encontraron los del sabio quien, a pesar de no entender del todo la situación, le sonrió de vuelta con infinita calidez.
—"Te pido..."
"Aceptaría sin rechistar a alguien como tú para mi hijo..."
Spreen miró a Missa por el rabillo del ojo, quien en respuesta asintió levemente: era el momento, tenía que detener a Roier antes de que terminara los votos.
Tomó aire y con voz firme comenzó.
—Roier--
—No puedo... —interrumpió el castaño, bajando la mirada, avergonzado.
Un jadeo de sorpresa colectivo se extendió a lo largo y ancho de la iglesia tras aquellas dos palabras de parte de Roier.
Luzu apenas alcanzó a detener a Quackity, quien ya se estaba levantando y murmurando algo sobre "irse a la verga" con Roier. Cellbit y Juan se miraron entre sí, compartiendo sorpresa y confusión por igual. Al fondo, Rubius y Vegetta se levantaron de un salto, pronto apresurándose hacia las filas delanteras.
En el altar la cosa no estaba mejor, Missa miraba alternadamente a Roier y a Spreen con cuencas de ojos bien abiertas sin saber exactamente que decir o hacer, esto definitivamente no formaba parte del plan.
Pero la mejor expresión de todas era la del propio Spreen.
Su primera reacción fue suspirar aliviado, porque él no completar los votos significaba que Roier definitivamente no iba a desaparecer.
Pero lo siguiente que lo invadió fue temor... ¿y si la verdadera razón por la que se detuvo era porque no lo amaba tanto en realidad?
¿Cuál era la verdad?
...
—¿Deberíamos llevárnoslo? ¿Lo notarán? —escuchó la voz de Rubius intentando ser discreto.
—No se aun, chiqui, hay que ver... —Vegetta contestó igualmente en, según él, voz muy baja—, pero que tristeza... ser rechazado en el altar, frente a todas estas maravillosas y muertas personas.
Sorpresa: no eran para nada discretos.
—Mira tú que debe ser de lo más bochornoso del mundo, no sé cómo se recuperará de esta, si yo fuera él creo... que me moriría de la vergüenza... ¿entiendes? —resopló Rubius con evidente diversión en su voz— Morir.
¡Y sus bobos padres no ayudaban nada a calmar sus nervios!
Justo cuando creía que no podría más con la incertidumbre y/o terminaría cometiendo un crimen de odio contra sus propios padres (oye, ahora que sabía que había algo después de la muerte la idea de matarlos de pronto no parecía tan descabellada...), Roier volvió a hablar.
—No me malentiendas...
Ojos amatistas se elevaron para mirarlo de nuevo, justo a tiempo para ver al castaño jugar con sus propias manos y mirando hacia el suelo, Rubius y Vegetta parecieron comprender la situación y se alejaron un poco dándoles espacio.
—Spreen —continuó Roier—, no hay nada que deseé más que casarme contigo, pero —suspiró entrecortadamente antes de continuar—, hay algo que debo confesarte...
Cómo animándose a sí mismo a seguir, tomó aire y lo soltó pesadamente.
Spreen merecía la verdad.
—Cuando morimos, se nos da a elegir una especie de misión —miró de reojo a Missa, quien observaba la escena con rostro sorprendido—, por lo general se usa para enmendar errores del pasado, pero la verdad es que uno puede elegir lo que quiera. Nunca te lo dije, pero yo elegí... no volver a huir del amor.
Cellbit, varios metros tras la pareja, soltó un suspiro melancólico mientras bajaba la mirada y apretaba los puños en su regazo con vergüenza.
Cuando Roier murió, se encerró en su propia soledad y tristeza, pero a pesar de su actitud fría y hasta hostil, Bagi y sus amigos siempre estuvieron ahí para él.
¿Cómo debió ser para Roier el pasar por el mismo aterrador proceso, pero sin nadie cercano a su lado?
La mano de Juan apareció en su campo de visión, posándose en silencio sobre la propia. Eso fue suficiente para recordarle que, por fortuna, el castaño ahora tenía a un gran grupo de amigos y a su amor a su lado cuidando de él.
—¿Lo entiendes? —Roier elevó la mirada para encontrarse con los ojos de Spreen— Por eso no podemos casarnos.
Spreen tuvo que parpadear varias veces. El que el castaño de pronto decidiera confesarle el tema de su misión no era parte de su plan.
Pero sí que le quitaba un peso de encima el saber que Roier había recapacitado en que sacrificarse para "liberarlo" era una idea ridícula, soltó el aire que estaba sujetando con una sonrisa.
—Tenés razón, no es justo para vo--
—No es justo para ti —habló Roier al mismo tiempo, interrumpiendo a Spreen.
El pelinegro arqueó una ceja mientras sus labios se separaban involuntariamente.
—¿Qué?
—No es justo que te haga pasar por eso —continuó, sonriendo con claro autodesprecio y mirándolo con, oh vaya, bastante convicción a los ojos— es egoísta. Tu mereces más que decir que te casaste con un pinche muerto. Tienes toda una vida por delante, mereces ser libre.
—¿Podes parar de hablar de ti mismo así? —contestó el pelinegro con un poco de ira en su voz— ¿Vos que vas a saber que merezco yo o no?
A pesar de todo, Roier seguía siendo bastante terco... si realmente quería tener una conversación en igualdad de condiciones con él, tendría que presionarlo a que admitiera lo que planeaba hacer una vez completaran los votos.
—Entonces ¿por qué seguir con la boda hasta ahora? —lo miró entrecerrando los ojos— Si lo que decís de "liberarme" según vos es verdad, ¿por qué no solamente rechazas la propuesta y ya está?
Roier abrió los ojos con ligera sorpresa, y Spreen supo que lo tenía.
—Quería... quería seguir con la boda, porque de ese modo habría cumplido mi misión y yo —hizo una larga pausa, pensando su siguiente movimiento.
Era todo. Si con esto no lograba que Roier le confesara sobre su ESTUPIDO plan de actuar de sacrificio para algo que él ni siquiera pidió, no tenía nada más.
Aunque estaba tranquilo. No creía que el castaño hiciera o dijera algo que lo sorprendiera a este punto.
Oh, pero que equivocado estaba.
—No es correcto... —dijo en un hilo de voz.
Roier dio un paso hacía el aun sorprendido Spreen, colocando su mano esquelética sobre la mejilla del contrario.
Spreen ahogó un jadeo, pues el contacto le recordó lo fría que era.
¿Por qué seguía pareciendo que Roier, a pesar de estar aquí frente a él, estaba completamente fuera de su alcance?
—Casarme y pasar el resto de mi vida con la persona que amo era mi sueño, un sueño que la muerte me robó, y ahora, te lo estoy robando a ti.
Y en ese momento Spreen supo que, por 22 años nunca había tenido realmente un sueño. Hasta este preciso momento.
Casarse con este exasperadamente encantador chico frente suyo, y hacerlo mil veces feliz por toda la mierda que hasta este momento había pasado.
—Roier--
—Te amo.
Dos palabras.
Spreen olvidó como respirar. Nunca, a lo largo de su vida, imaginó que sentiría al escuchar esas palabras, suponía que sería lindo, claro...
Pero la realidad era al menos un millón de veces mejor.
Un calor igualmente reconfortante y agobiante se extendió desde su pecho a cada extensión de su cuerpo, no tenía que ser un genio para ser consciente de que su rostro estaba sonrojado.
Su respiración se agitó mientras observaba directamente a aquellos bonitos y expresivos ojos castaños frente suyo, y tanto las pequeñas descargas eléctricas que sentía en las puntas de sus dedos cómo su instinto le gritaban que respondiera cuanto antes, con palabras, o con acciones, de cualquier forma, que hiciera algo o iba a explotar, pero antes de poder hacerlo, Roier continuó.
Solo entonces Spreen notó que esos bonitos ojos lo miraban de vuelta temblorosos y vidriosos.
—Te amo, Spreen... —repitió, en un hilo de voz y con una sonrisa triste— pero no eres mío...
«Ya está...» pensó Roier, lo dijo...
Si bien casarse contaba como una respuesta a "nunca más huir del amor" una clara confesión de sus sentimientos hacían lo mismo, ¿cierto?
Su misión estaba cumplida...
Sin saber exactamente qué es lo que pasaría ahora que desaparecería, Roier dejó caer su mano lentamente y ante la mirada sorprendida de Spreen dio un par de pasos hacia atrás, extendiendo sus brazos a ambos lados y cerrando los ojos.
Solo esperaba que su desaparición no fuera tan dramática, no quería traumatizar al contrario...
—Fue un gusto conocerte, Spreen —sonrió tristemente mientras esperaba.
...
Y esperaba...
...
Y seguía esperando...
...
...
...
—¿Ya terminó? —habló para sí mismo, abriendo ligeramente un ojo para mirar.
Pero al ver la silueta de Spreen frente suyo, volvió a cerrarlo con fuerza.
—Verga no —susurró presa del pánico—. A ver si no la cagué por abrir los ojos... chin, le hubiera preguntado a Missa cuanto tiempo había que esperar...
...
...
...
—Yyyy... —Roier pudo escuchar la voz de Juan en medio del silencio— ¿Qué estamos esperando exactamente?
—Ah, ¿tú tampoco sabes? —contestó Mariana, confundido— Pensé que era una nueva tradición en las bodas... como yo morí mucho antes que el Boiler pues creí que algo habría cambiado...
—No mames, Mariana —bufó Aldo— ¿Cómo va a ser una tradición eso? A lo mejor nada más está meditando o que se yo.
Raro, pensó Roier... Lo de Juan lo podía entender, era un hechicero después de todo, pero ¿era normal seguir escuchando a sus amigos muertos desde el más allá?
—Roier —la inconfundible voz de Spreen lo hizo saltar sobre su sitio.
¡¿Era normal escuchar a un vivo desde el más allá?!
—Roier, pará.
Un par de manos se posaron sobre sus hombros y Roier por poco grita del susto.
¡¿ERA NORMAL SENTIR A UN VIVO DESDE EL MÁS ALLÁ?!
Esta vez sí que abrió los ojos, encontrándose directamente con la mirada entre divertida e irónica de Spreen,
—¿Terminaste? —le dijo alzando una ceja.
—P-pero —empezó Roier completamente confundido—, n-no lo entiendo, ¿qué--
Se giró a mirar a Missa buscando una explicación Spreen volvió a hablar y lo hizo detenerse en el acto.
—A ver, pelotudo —giró los ojos—, al decir que me amas y justo luego querer irte al más allá estás "huyendo del amor". Obvio no iba a funcionar.
El rostro de Roier era un poema.
—¡¿Cómo qué no?! —prácticamente gritó en la cara del pelinegro— ¡Todavía que se vio mamalón! ¡¿Y yo como vergas voy a saber todas las reglas de eso de irse al más allá?! ¡Con esfuerzo me se las del mundo de los muertos! ¡No mames, Missa! ¡Háganlo más claro! ¡Tanto drama para nada! ¡Y....! —parpadeó— Espera... ¡¿Cómo sabes lo del más allá?!
Spreen resopló mientras sonreía de lado.
—No importa cómo, el caso es que lo sé.
Missa miró con sorpresa al pelinegro, los nervios de que Roier se sintiera traicionado por haberle contado la verdad a Spreen lo carcomían desde el primer día, que noble de su parte omitir ese detalle.
—Y también se lo que planeabas hacer al seguir con la boda —continuó con voz seria —, y dejame decirte que es una boludez.
El castaño lo miró ligeramente molesto, inflando las mejillas.
—No lo es para mí —respondió—, quiero que seas libre.
—No pedí ser liberado, ni siquiera estoy atrapado en primer lugar —contestó Spreen, fuego en su mirada— Por si no te ha quedado claro, quiero estar con vos.
Roier apartó la mirada —No sabes lo que dices.
—Sí, sí que lo sé Roier--
—¡No! ¡No lo sabes! —explotó finalmente, mirándolo de vuelta y apretando los puños— ¡Mírame, Spreen! ¡No somos iguales! ¡Tu estas vivo y yo estoy muerto! ¿¡Planeas pasar lo que te resta de vida yendo y viniendo entre mundos sin tener un lugar al que perteneces!?
Los hombros de Roier comenzaron a temblar, bajó la mirada.
—No mereces esto... mereces estar con alguien de tu mundo...
Silencio.
—...tenés razón.
Por supuesto que tenía razón, sonrió sarcásticamente Roier, cerrando los ojos. Sabía que le dolería el rechazo de Spreen... pero no pensó que tanto.
Estuvo por dar media vuelta, regresar a su mundo y pasar el resto de su existencia rogando porque el pelinegro pronto olvidara su desafortunado encuentro cuando lo escuchó continuar.
—Por eso voy a morir también.
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