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Cap 12.

Siendo un investigador, Cellbit siempre se atenía a los hechos. Era casi imposible hacerle creer que cosas como la magia y conjuros existían en realidad. 

Casi. Hasta que supo que había un lugar después de la muerte, y tenía la certeza de que Roier estaba ahí. 

La primera reacción del brasileño tan pronto cruzó el umbral de la casa de los hechiceros supremos Guarnizo debió haber sido frenética; buscar respuestas a toda cosa, aprender todo lo referente a otros mundos y dimensiones, y, sobre todo, encontrar la forma de, al igual que Spreen, poder ir por su propio pie ahí para volver a reunirse con el castaño. 

Sin embargo, seguía sin reaccionar. Llevado casi a rastras por Juan hasta el interior, sentado en un sofá frente a una pequeña chimenea, y con el de gafas excusándose un momento antes de salir apresuradamente de la habitación, las voces de Forever y Spreen se mezclaban en su cabeza.

Cellbit ¿Estás seguro de esto?

¿Vos sos experto en amor?

—¿No estas exagerando las cosas?

—Y no dudo que lo querías, pero--

—¿Sabes cuál es la flor favorita de Roier?

— --si no sabes algo tan sencillo como cuál es la flor favorita de Roier, eso no era amor verdadero.

De un grito ahogado, Cellbit se llevó ambas manos a la cabeza mientras cerraba los ojos con fuerza, imaginando escenarios para tratar de callar las voces en su mente.

Pensó en Bagi y su infancia, corriendo por prados jugando a ser detectives.

No funcionó.

Y entonces pensó en Roier. En su sonrisa, su mano entre las suyas, la forma en que siempre lo hacía feliz y en lo mucho que lo amaba. Y eso debió funcionar.

...

Pero tampoco funcionó.

Cellbit se vio a sí mismo en un lugar oscuro y frio, rodeado de ecos lejanos de su familia, de sus amigos, de Roier y hasta de Spreen.

Una mano en su hombro fue la que logró silenciar todas las voces y traerlo de vuelta a la calidez frente al fuego, la vista de Cellbit se llenó de ojos caramelo observándolo preocupados desde detrás de un par de gafas redondas.

—Perdón —empezó Juan en voz baja, mientras retiraba lentamente la mano de su hombro—, iba a llamarte, pero creí que sería mejor si te tocaba, aunque no sé en qué estaba pensando— rio nervioso.

Cellbit parpadeó varias veces, entre aliviado y algo confundido tanto por la acción de Juan como lo efectiva que fue para sacarlo de aquella laguna mental, después de unos segundos en los que su respiración volvía a la normalidad, logró ver que el castaño sostenía una taza en su mano contraria.

—Es café —confirmó con una pequeña sonrisa—, no me gusta alardear, pero en verdad soy muy bueno haciendo café.

Sonrió. Lo creía imposible después de lo que acababa de pasar, pero estaba sonriendo mientras tomaba la taza que Juan le tendía con ambas manos, consciente de que mantuvo el contacto con los dedos del menor más tiempo del necesario y, honestamente, contento de que el contrario no parecía molesto en lo absoluto por aquello.

Le dio un pequeño sorbo y solo reafirmó lo que el hechicero había dicho. Era la mejor taza de café que había probado en años.

—Así que —Juan continuó, tomando asiento junto al brasileño— ¿Qué hacemos ahora?

—Buena pregunta —respondió Cellbit, mirando su propio reflejo en el líquido negro dentro de su taza, frunció los labios— ¿Tú quieres--

—¿Que Spreen regrese? —completó el menor— En un principio sí, digo, vi cómo un cadáver se lo llevó, así que supuse que estaba en peligro, pero creo que hay mucho más detrás de eso. No sé qué pasó, pero parece que el tal Roier ahora es importante para él.

Juan fue honesto, pero mantuvo un tono de voz calmado en espera de la reacción del mayor. ¿Quién hubiera imaginado que Roier era también el prometido fallecido del brasileño?

—Lo es —contestó Cellbit con confianza, sonriendo ligeramente—. Roier es así, tiene algo que hace que sea imposible encariñarte...

Silencio, solo los ligeros ronquidos de puerco araña dormido sobre su cama llenaban la habitación.

—Aun así, tú y Spreen iban a casarse —Cellbit se dirigió al de gafas—. No puede ser tan fácil como sólo olvidar que pasó y ya, Juan.

—No tuve el tiempo suficiente para conocerlo.

—Y lo entiendo, pero aun así--

—Además, también tú y Roier iban a casarse —respondió un poco más fuerte de lo que hubiera deseado—, y entiendo que cuando él murió no podías hacer mucho, pero ahora sabes que está ahí en algún lugar. Y, sin embargo, estás aquí sentado tranquilo, bebiendo café cómo si nada.

Cellbit parpadeó sorprendido —Pero... tú me trajiste aquí... y también me diste el café...

Y Juan sintió sus orejas y mejillas arder.

Cellbit resopló y pronto se encontró a sí mismo riendo, el puchero que hizo el menor ante esto solo provocó que su risa aumentara.

Era extraño, pensó mientras Juan le reprochaba cosas que ni siquiera alcanzaba a comprender. En cualquier otra situación se veía a sí mismo hecho un desastre sin comer ni dormir hasta no haber dado con Roier, pero la sola presencia del de gafas lograba calmarlo y hacer latir su corazón en un ritmo tranquilo que no había sentido en...

Nunca. Pensándolo bien, en realidad, nunca había sentido algo así.

Su risa disminuyó poco a poco con ese pensamiento, y de pronto estuvieron de nuevo enfrascados en silencio.

Spreen había elegido su camino.

Roier ya no era parte de este mundo.

Y él estaba--

Puerco araña lanzó un grito y de un salto bajó de la cama para ocultarse debajo en el momento en que la puerta de la habitación se abría dando paso a su padre.

—¡¿Dónde estabas?! —la potente voz llenó la habitación hasta que su mirada se cruzó con la de Cellbit —¿Él es?

—Cellbit Lange, señor —contestó Cellbit con propiedad, poniéndose en pie.

—Es un amigo —completó Juan—, me ayudaba a buscar a Spreen.

—Juan —empezó en voz gruesa—, ¿Eres consciente de la deshonra que estás siendo para esta familia? Una cosa es que esa patética excusa de prometido huyera, pero ir tras él solo demuestra que no tienes dignidad.

Juan giró los ojos, acostumbrado a su padre recordándole lo nulamente orgulloso que se sentía de él. Nada nuevo, ya lo esperaba.

Lo que no se esperaba era a Cellbit dando un paso hacía el hombre, encarándolo.

—Con todo respeto, señor, al principio yo pensaba como usted —habló duramente—, pero he de decirle que ni Spreen huyó, ni Juan buscaba traerlo a la fuerza. Él sólo estaba preocupado por el bienestar de un buen amigo.

—Su esposo es lo que debió ser —el imponente hombre se cruzó de brazos—. No niego que parte de la culpa es nuestra por no detectar lo poco hombre que sería el hijo de los De Luque, pero si Juan fuera más fuerte o al menos más listo, quizas hubiera logrado retenerlo.

Apretó los puños en impotencia. No tenía que ser un genio para saber que su nivel aún estaba muy por debajo del de su padre, pero el nunca lo había visto como un tema de poder. Era magia, maldita sea, ¿no se suponía que la magia debía ser divertida?

En sus sueños más locos de la infancia, siempre se vio a sí mismo en un traje imponente, una capa roja y ondeante, y quizás un sombrero. Pasaría gran parte de su día construyendo su hogar: un gran templo, todo sin ayuda de la magia, solo por la experiencia. Y después de eso, sus días estarían llenos de aventuras y misterios por resolver, y gente a quien ayudar.

Luego le anunciaron su compromiso con Spreen De Luque, y tuvo que resignarse a dejar sus sueños solo en eso: sueños. Y aunque ni siquiera tuvo tiempo para conocerlo o llegar a amarlo, parecía una buena persona. Mentiría si dijera que no le dolió cuando le escuchó decir que no se casaría con él.

Aunque tampoco podía culparlo. Después de todo ¿qué tenía él de especial?

—No creo que la magia se base solo en poder.

Las cejas de Juan se alzaron tanto que sus gafas se deslizaron un poco por el puente de su nariz mientras veía a Cellbit de frente a su padre.

—En lo personal, siempre fui muy escéptico con el tema, pero ciertas... circunstancias me han abierto los ojos y la mente —miró sobre su hombro y cruzó miradas con el menor—, Juan ha sido muy paciente con el tema, y se que puedo seguir aprendiendo de alguien cómo él. Y si me lo pregunta a mí, yo creo que la magia debería ser divertida.

Siempre después de una discusión con su padre, Juan se sentía pequeño. Casi como si bajo su mirada penetrante pudiera desaparecer. El hombre tenía un poder increíble no solo sobre él, si no también sobre el ambiente que los rodeaba.

Esta vez, sin embargo, Juan se sentía fuerte, en espíritu y, sobre todo, en sueños.

—Hablas mucho para ser un simple humano sin poderes.

La respuesta del brasileño fue inmediata mientras sonreía de lado —Y aún así fui capaz de encontrar a su hijo antes que usted.

El señor Guarnizo lo estudió un momento para finalmente resoplar con un tinte de diversión en su voz mientras giraba sobre sí mismo —No se quede hasta tan tarde, señor Lange, no es bien visto ante la sociedad que esté a solas en la habitación de un soltero.

Quizás su padre lo dijo por molestar, o simplemente no encontró una buena respuesta al ingenio de Cellbit, pero con eso salió de la habitación, cerrando tras suyo.

—Estas loco —afirmó Juan después de un rato en silencio.

—Tómalo como un agradecimiento por la taza de café —encogió los hombros—, pero nunca más dejes que te humillen así, eres bueno, Juan, ten más confianza en ti mismo.

—Trataré--

—¿Disculpa? —Cellbit arqueó una ceja, acercando su rostro peligrosamente al del menor.

—¡L-lo haré! ¡Es decir, no lo haré!

—Eso quería escuchar —le sonrió con los dientes mientras revolvía su cabello afectuosamente.

—Bueno, tampoco quiero hacerlo molestar de la nada y seguro tienes mucho que hacer y pensar—continuó Juan acomodando su cabello—, supongo que nos veremos por ahí...

—Sí...

Ninguno de los dos se movió ni habló por un par de minutos.

—Es tan ridículo que parece irreal, ¿sabes? —rompió el silencio Juan—, la forma en que Spreen se fue, y para ti saber que Roier esta aun ahí.

—Lo sé —resopló Cellbit, rascando nerviosamente su nuca—, más aun que ambos terminaran juntos...

El par sonrió ante lo último. De alguna forma, por extraño que pareciera, tenían la certeza de que era lo mejor.

—Se que fue su decisión y todo —empezó Juan—, pero quisiera poder al menos despedirme de él ¿sabes? Se fue tan rápido.

—Te entiendo —respondió Cellbit con tristeza—. Y yo también quisiera hablar con Spreen una última vez, al menos para saber que Roier estará bien... pero me temo que estamos de manos atadas, solo podemos esperar a que él regrese algún día.

Juan suspiró pesadamente —Es verdad... odio tener que admitirlo así, pero con mi poder ahora no puedo hacer mucho, y cómo bien pudiste ver, no puedo contar con la ayuda de mis padres.

...

—Padres... —una pequeña luz se iluminó en su mente— ¡Eso es! ¡Los padres de Spreen!

Con una sonrisa decidida, Juan tomó la mano de Cellbit y comenzó a arrastrarlo afuera de la habitación.

—E-espera Juan —Cellbit alcanzó a decir, demasiado ocupado en poner atención donde pisaba y no caer rodando por las escaleras —¿Qué hay sobre sus padres?

—¡Vegetta De Luque es un gran mago y sabio! ¡Él sabrá que hacer!

Puerco araña miró con sentimientos encontrados desde lo alto de las escaleras a Juan y el brasileño salir apresuradamente por la puerta principal. Triste y feliz a la vez de saber que Juan, sin saberlo ni buscarlo, había encontrado finalmente a su nuevo compañero de aventuras.

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Desaparecer para siempre.

Las palabras de Missa se repetían una y otra vez en su mente como si de un mal chiste se tratara.

Spreen debería sentirse triste por lo que implicaba, y lo estaba, pero había algo más predominante:

Estaba furioso, ¿con qué? De eso no estaba tan seguro.

¿Con Roier por, aun sabiendo esto, querer seguir adelante?

¿Con el destino por ser tan cruel?

¿O consigo mismo por ser tan incompetente y no poder hacer nada para proteger a la única persona que amaba?

Sospechaba que era la tercera.

—¿Y aun así vas a permitirlo? —habló después de un rato— Vos sabías que si hacemos esto el desaparece, ¿por qué no te negaste?

—Te lo dije la última vez —respondió Missa en voz triste— No se nos permite interferir ni en la elección de la misión ni en los esfuerzos de quien la hace para que se cumpla o no.

—¿Qué decís? —giró los ojos—, estuviste insistiendo todo el rato que no lo hiciéramos, decías que era muy pronto y que lo pensara bien.

—Sí. Pero solo a ti —contestó—. Spreen, tu estas vivo, las leyes de los muertos no aplican para ti. Roier es mi amigo, créeme que, si pudiera, yo mismo lo habría evitado, pero de hacerlo, se rompería todo el equilibrio aquí abajo.

Tenía sentido, pensó Spreen. Si a Missa se le permitiera ayudar o impedir que se cumplieran misiones, el mundo de los muertos sería un caos.

Pero claro, eso no solucionaba el problema principal.

—Debe haber una forma de que podamos evitarlo —Spreen apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

—La hay.

La voz de Missa logró colar algo de esperanza al pelinegro, quien relajó los puños y lo miraba expectante.

—Cómo te lo dije, las leyes de los muertos no aplican a ti, Spreen. Yo no puedo persuadir a Roier de no hacer esto, pero tú sí.

—¿Qué? —parpadeó varias veces— Amigo, ¿qué mierda de solución es esa? ¿Queres que yo le rompa el corazón?

—A ver, escúchame bien —Missa puso ambas manos frente suyo para calmar al contrario—, tú puedes decirle que sabes lo de la misión, que sabes que, si lo hacen, desaparecerá, y cómo no quieres eso, cancelarán la boda. Pan comido.

Ahí tenía un buen punto. Enfrentar a Roier con la verdad evitaría que hicieran esta locura que lo alejaría de su lado sin riesgo a que pensara que no lo amaba.

Aunque la idea no le entusiasmaba del todo. Mentiría si dijera que una parte de él no soñaba verse casado con el castaño.

Pero no había tiempo para sentimentalismos, Missa tenía razón.

—Bien... lo haré.

Sería sencillo, solo tenía que ir a verlo y hablar con él. En palabras del propio Missa: Pan comido.

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—No.

¿O no?

—Pero--

—Dije que no —si Molly tuviera cuerpo, Spreen estaba seguro de que hubiera plantado un pie en el suelo con fuerza para reafirmar su punto—, es de mala suerte ver al novio antes de la ceremonia.

—Oh, vamos Molly —habló Aldo, sentado en un extremo de la barra—, esa creencia ya es muy arcaica, estamos en la era moderna, no seas tan dura con él.

—Si, no mames, pobrecito —agregó Mariana acercándose y colocando un brazo alrededor de los hombros del pelinegro— ¿No ves que está bien pinche enamorado? Seguro lo extraña y quiere verlo antes del gran día.

Spreen giró los ojos, parte en molestia, y parte en vergüenza, pero bueno, si eso le ayudaba a convencer a la chica (¿cabeza?) de que le dejara subir a los cuartos sobre el bar donde Roier vivía previo a la boda para poder hablar con él, tendría que tragarse su orgullo y seguirles el juego.

—S-sí, es eso, seguro —soltó mientras se sacudía el brazo de Mariana, no sonó para nada convincente, pero esperaba haberlos engañado al menos.

—¡¿Lo ves?! —Mariana sonrió con todos los dientes— ¡Lo sabía! Ay ¡Viva el amor, mien!

—Ay, pues si son bien lindos, la verdad —intervino Molly batiendo sus pestañas, sus propios ojos brillando en ensoñación.

Spreen miró por el rabillo del ojo a Aldo girar los ojos mientras resoplaba con diversión. Bien, Molly y Mariana eran idiotas... y Aldo al menos fingía demencia.

—Entonces puedo--

—No, no, no —Molly repitió, sonriendo mientras le guiñaba un ojo sugestivamente— Ya tendrás tiempo para verlo mañana en la boda y después será todo tuyo por toda la eternidad, no seas tan precoz.

«Calmate Spreen, aunque esté muerta sigue siendo una mujer, no le pegues» inhaló y exhaló varias veces mientras relajaba los puños.

Pero más importante, tenía que buscar una forma de subir y hablar con el castaño. Algo en su expresión debió delatarlo, pues Aldo se puso de pie en ese momento.

—Tranquilo, papu —para cuando acordó, tenía la mano de Aldo sobre su hombro derecho mientras le susurraba en voz baja—, ¿quieres un rato con Roier? Yo me encargo, espera la señal.

Dicho esto, Aldo dejó su botella sobre la barra mientras se acercaba a Mariana y Molly, quienes seguían enfrascados en alguna conversación divertida.

«¿La señal?» Spreen parpadeó confundido «¡¿Y yo cómo mierdas voy a saber cuál es la señal?!»

—¡Qué bonito el amor, en efecto! —empezó Aldo, exagerando ademanes y voz, una vez estuvo lo suficientemente cerca del par— ¡Creo que es el evento más grande que hemos tenido en años! Bueno, esto y la reacción de Quackity a eso que le contaste durante la despedida de soltero.

—¿Yo? —Mariana parecía realmente confundido— ¿Qué le dije?

—Oh vamos, no finjas —Aldo confirmó por el rabillo del ojo que cierta cabeza estuviera atenta a la conversación—, la neta mis respetos, que pinche valor, mira que prometimos nunca más hablar de eso, pero bien que le contaste con lujo de detalles cómo fue que murió Molly.

La música y el bullicio del bar se detuvieron en ese preciso momento, y Spreen juraría que la temperatura bajó de golpe. Miró alrededor y pudo ver rostros de todas formas y tamaños mirando fijamente la escena, con terror absoluto reflejado en ellos.

Era como su hubieran visto un muerto. O algo mucho peor...

Molly sonrió —Cielos, ya debo estar muy mayor, seguro escuché mal. Por un momento creí que dijiste que Mariana habló sobre ESO.

—No, no, así como lo oyes —presionó Aldo con una media sonrisa—. Mira que yo le dije que no lo hiciera, pero supongo que el pobre estaba tan ebrio que no midió sus palabras, pero aun así está feo, ¿sabes? Yo creo que no es excusa, es casi como si se burlara de tu terrible sufrimiento.

—Aldo... —Mariana palideció, más si es que era posible— ¿q-qué estás--

—¡¿Qué hiciste que?!

Sin siquiera saber cómo era físicamente posible, la cabeza de Molly saltó y tumbó a Mariana al suelo, enfrascando al par en una lucha frenética que consistía más bien en el alto rogando por su vida (¿muerte?) y Molly gritando y mordiendo por doquier.

Y Spreen supo que esa era la señal.

Agradeciéndole al más bajo con la mirada, y anotando en su mente una futura disculpa al más alto si es que no terminaba desmembrado, Spreen aprovechó la distracción para deslizarse a las escaleras en la parte trasera del bar.

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—Entonces... —Quackity cruzó los brazos, ladeando la cabeza— ¿Tony?

—¡Bobby! —Bobby gruñó mientras fruncía el ceño— ¡Y es la última vez que te perdono tu insolencia, humano! ¡A la próxima te comeré completo de dentro hacia fuera!

Roier resopló divertido viendo la escena frente suyo, estos dos empezaron con el pie izquierdo, pero los conocía lo suficiente como para saber que terminarían llevándose de maravilla.

Y podía confiar en Quackity para cuidar del pequeño Bobby ahora que desapareciera. Aunque claro, no se lo diría a ninguno de los dos.

Ni a nadie.

Los preparativos para la boda de mañana estaban listos, Molly cumplió su palabra de encargarse de un gran banquete, un grupo de amables arañas del inframundo le ayudaron a remendar su traje, y consiguió que fuera Missa quien oficiara la ceremonia.

El esqueleto fue muy claro en que no le agradaba su decisión ni un poco, pero también era consciente de que no podía intervenir, y Roier apreciaba el gesto, ante todo Missa era su amigo, y sabía que si él estuviera en su lugar también se opondría a la idea de ver a un ser querido desaparecer.

Desaparecer... ¿cómo sería para él? Le habían contado que era diferente dependiendo el tipo de persona. Algunos se convertían en polvo, otros se iban desintegrando, la idea le atemorizaba casi tanto como la primera vez que tuvieron que subir al mundo de los vivos.

Aunque también supo de una mujer varios años atrás cuyo cuerpo se transformó en mariposas... con suerte, la forma en que él desaparecería sería igual o más pacífica que esa.

—¿Roier? —la voz de Quackity y una mano agitándose frente a sus ojos lo sacó de sus pensamientos— ¿Estas escuchando?

—¿Eh? Ah, perdón...

—Lo sabía, y yo hable y hable cómo pendejo —¿Qué tienes?

Roier miró alrededor hasta que su mirada se topó con el pequeño Bobby durmiendo acurrucado sobre un cojín, sonrió enternecido, por muy dragón que decía ser, seguía siendo sólo un niño— Nada, solo pensaba.

—Eso es obvio, ¿pero en qué? Espera, no me digas--

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— --estás nervioso por la boda de mañana.

La mano de Spreen se detuvo a milímetros de llamar a la puerta al escuchar la voz de Quackity del otro lado. Dejándola caer a su costado, se quedó de pie frente a la puerta, escuchando con atención.

—Supongo que sí —escuchó la voz de Roier, sin su característico tono alegre.

—Roier —suspiró Quackity, unos pasos dentro de la habitación y el sonido de tela frotándose entre sí le hicieron deducir que el más bajo se había acercado a abrazar a su amigo— Sé que tienes miedo, pero créeme, no va a pasar lo mismo que con Cellbit...

—¿Cómo lo sabes?

—Bueno —Quackity resopló divertido—, en primera porque no vas a morir, digo, ya estas muerto, después de todo.

—Sí... eso es verdad...

Spreen apretó los dientes y los puños al entender el plan del castaño. Realmente no pensaba decirle a él ni a nadie más sobre su misión y cómo el casarse haría que se cumpliera.

Estuvo a punto de tomar el picaporte para entrar a la habitación a acabar con esta tontería de una vez por todas, cuando la voz del chico de beanie interrumpió.

—Pero lo más importante, estoy seguro de que estas listo.

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Roier parpadeó confundido, su mente viajó a cuando Quackity le dijo aquello mismo en su despedida de soltero tres años atrás.

Sólo que lo que hace tres años fue una pregunta, ahora lo decía como una afirmación.

—¿Lo estoy?

—¡Obvio! ¿Quién crees que soy? —Quackity sonrió con los dientes— Soy un experto en estas cosas, sé cuándo alguien está enamorado solo con mirarlo.

Tanto Roier como el aun oculto Spreen del otro lado de la puerta giraron los ojos ante esto último, si aun con todo lo que había hecho por él no se daba cuenta de lo mucho que Wilbur lo amaba, no era para nada un experto.

—No me lo tomes a mal —continuo, captando de nuevo la atención de Roier y Spreen—, mira, no me enorgullezco de haberte causado dudas la última vez... y Cellbit en realidad es increíble, es sólo que sentía que no era el correcto, ¿sabes?

En eso tenía razón, pensó Roier. Quackity era explosivo, mal hablado, poco tolerante al alcohol y bastante malo para notar indirectas, pero también era un gran amigo, y de forma irónica, dado que llevaba años sin detectar el evidente enamoramiento de la persona que le gustaba, había dado justo en el clavo.

—Es cierto —respondió Roier en un hilo de voz que Spreen del otro lado de la puerta apenas alcanzó a escuchar—, Spreen es el correcto... siempre lo fue. No hay nada que desee más que estar con él...

—¡Eso es lo que quería oír! —el más bajo sonrió con todos los dientes—, ahora quita esa cara de perro a medio morir y alégrate, ¿quieres? ¡Mañana te casas!

Un par de golpes a la puerta llamó la atención del par.

—¿Sí?

—Eu Roier ¿tenes un momento?

Si Roier tuviera corazón, estaba seguro de que se habría detenido en ese preciso momento, en una mezcla de anticipación y terror. No tuvo tiempo de reaccionar, pues antes de acordar, Quackity ya se había acercado y abierto la puerta.

Spreen hizo su mejor interpretación de asombro al ver al chico de beanie abrirle, tenía que parecer sorprendido para no delatar que en realidad llevaba varios minutos escuchando su conversación a escondidas.

—¡Hey! ¿Qué haces aquí? —el más bajo extendió los brazos, en un intento inútil de ocultar a Roier de la vista del pelinegro— ¡Es de mala suerte ver al novio antes de la boda!

—Ya, solo tengo que hablar con él un momento.

—¡Eso sí que no! —presionó, mirándolo desafiante— No sé qué verga hiciste para burlar a Molly, ¡pero yo soy una roca! ¡Un muro! ¡Sólo pasarás bajo mi cadáver! ...en sentido figurado, claro.

—Claro —Spreen sonrió de lado—, igual que bueno que te veo, aprovecho para preguntarte sobre ese otro chico.

—¿Cuál otro chico?

—Ese que iba saliendo del bar del brazo del inglés... Wilbur, ¿cierto? Cómo iban tan juntos posta pensé que eran amigos o pareja--

—¡¿Qué?! ¡Fuera de mi camino! —empujó con fuerza al pelinegro a un lado mientras trotaba hacia el bar— Uno ya no se puede descuidar ni aquí abajo, ¡Ah, no, amigo! ¡Consíguete el tuyo!

Para cuando Quackity estuvo lo suficientemente lejos, Spreen entró en la habitación cerrando la puerta tras de sí.

—Bueno, eso fue fácil —empezó Roier resoplando divertido—. Pero ya en serio, ¿qué haces aquí?

Le tomó varios segundos a Spreen encontrar su voz.

Roier estaba usando el mismo traje blanco, aunque un poco menos desaliñado, considerando lo que podía hacerse acá abajo. Y su cabeza estaba adornada por un pequeño y sencillo velo, sujeto con una sola amapola roja.

—Esa es--

—Sí —contestó con una pequeña sonrisa, tocando los pétalos—, es la que me diste aquella vez, aunque esta un poco marchita ya, perdón si se ve mal--

—Es perfecta —interrumpió antes de que terminara la frase—, vos estas perfecto.

Los ojos de Roier se abrieron en sorpresa, y por un breve instante Spreen pudo ver una pizca de indecisión en ellos, esta sin embargo desapareció pronto, reemplazada por su característico brillo alegre.

—Así que —empezó, metiendo las manos a sus bolsillos—, mañana es el gran día.

—Sí, ¿nervioso?

—Un poco —respondió rápidamente, aprovechando la oportunidad para mirar al contrario fijamente a los ojos— ¿Vos?

—También —contestó Roier con honestidad—, digo, no creas que voy a huir como la última vez. Quiero hacer esto.

Spreen mordió la parte interna de su mejilla, ¿qué iba a decirle ahora? "Che mira, yo también te quiero, pero no hay que casarnos"

—No hay nada que desee más que estar con él...

Recordó las palabras que le había escuchado confesar a Quackity minutos atrás, y para cuando acordó sus labios estaban moviéndose por sí solos.

—¿Vos qué queres, Roier?

La pregunta logró confundir a Roier lo suficiente para inclinar la cabeza —Lo dije allá con Missa, quiero que seas feliz, Spreen.

—No —presionó el pelinegro entornando los ojos—, respuesta incorrecta.

—¿Qué chingados quieres decir con respuesta incorrecta? —Roier parpadeó confundido, no mentía, ¿por qué Spreen parecía no creerle?— ¿Dices que no quiero eso o qué?

—No dudo que quieras que sea feliz, y lo sé porque yo quiero exactamente lo mismo para vos—presionó encogiendo los hombros— Solo digo que no es lo que pregunté: ¿qué es lo que vos queres?

Algo en su rostro debió evidenciarlo, pues Spreen suspiró pesadamente —¿Queres casarte?

—¡Si! —el castaño respondió de inmediato, incluso con algo de molestia, pero pasaron un par de segundos hasta que se dio cuenta de eso— A-a menos que tú ya no quieras... ¿es eso? S-si es así, ¡no hay drama! Puedes volver arriba y--

Las palabras murieron en sus labios cuando sintió un par de manos acunar su rostro, y sintió por primera vez en años algo que había casi olvidado expandirse desde su cara al resto de su cuerpo:

Calidez. No la calidez de una mano viva, sino el tipo de calidez que lo llenaba desde dentro hacia fuera.

Los pulgares de Spreen acariciaban en círculos sus mejillas, la derecha, por lo menos, que es donde no le faltaba un trozo de piel, el primer instinto de Roier fue alejarse, avergonzado por lo terrible que debía ser la sensación para el pelinegro, pero entonces vio sus ojos.

Esos bonitos ojos amatista, mirándolo con cariño, cerró los ojos mientras se inclinaba sonriendo en total dicha al toque de Spreen.

Ante esto último, Spreen inhaló profundamente, conteniendo las ganas de acortar la distancia y depositar un beso en sus fríos labios.

—Mira Roier —empezó en voz baja y lenta—, olvidate de la boda y de mi un momento, ¿queres? Solo decime: ¿qué es lo que VOS queres? Lo que más deseas.

«Quiero que seas feliz». Eso era verdad, por supuesto. Y tenía la certeza de que Spreen lograría ser feliz, incluso sin él.

Pero ¿era eso lo que en verdad quería?

Apretó sus ojos aun cerrados, frunciendo el ceño mientras varias imágenes pasaban por su cabeza. Imágenes de un pasado donde pudieron conocerse en vida, de un presente donde podrían seguir viéndose, y de un futuro imposible de cualquiera de las dos formas...

Si se casaban, él desaparecería y no podría volver a verlo nunca más.

Y si no lo hacían... no era correcto atar a Spreen a una vida entre dos mundos.

Roier tenía claro que si el precio de un solo segundo de felicidad plena, casándose con la persona que amaba, era desaparecer para siempre, lo aceptaría.

Aun así...

—Yo quiero... —tomó aire y respondió al fin, en voz temblorosa —Yo quiero... estar contigo, Spreen... te diría "hasta que la muerte nos separe", pero eso ya no es posible —sonrió con autodesprecio—, pero si pudiera... quisiera estar contigo siempre...

Era egoísta. Lo más egoísta que nunca antes había dicho. Pero era lo que más deseaba.

Si tan solo hubiera una forma.

Spreen sonrió, decidiéndose al fin por darle ese beso, aunque en lugar de sus labios decidió ir a por esa arruga de incertidumbre y temor que se había formado entre sus cejas.

Roier abrió los ojos de golpe al sentir los labios de Spreen sobre su frente, casi cómo si con ese gesto esfumara por completo sus miedos y le dijera que todo estaba bien.

—Entendido —respondió mientras se alejaba y soltaba su agarre, le dedicó una última sonrisa—. Mejor me voy ya, antes de que Quackity descubra que lo de Wilbur era joda y me mate... bueno, vos entendes, jeje.

Spreen no supo que le dio más gracia, su chiste de muertos, o la cara sorprendida de Roier, juraría que si el chico estuviera vivo aun, su rostro estaría rojo por completo. Pero no tenía tiempo para averiguarlo, se dio media vuelta y comenzó a encaminarse hacia la salida.

Le tomó a Roier varios segundos reaccionar —¡Espera! —gritó al fin, Spreen miró sobre su hombro apoyándose en el marco de la puerta— ¿Y tú? ¿qué es lo que tú quieres, Spreen?

"Vivir tranquilo", solía ser su respuesta a esa pregunta.

Pero entonces conoció a Roier, y aunque su respuesta no cambió de la noche a la mañana, claramente ya no era la misma.

Pensó en responderle, pero el alboroto había comenzado a despertar al pequeño Bobby de su profundo sueño, le sonrió con los dientes mientras alzaba la mano para despedirse.

—Te lo diré mañana en la boda.

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Sabía que era cosa de su subconsciente nada más, pero Missa juraba sentirse agitado cada vez que tenía que subir todos esos escalones.

Miró con envidia a los cuervos sobrevolándole y pensó en Philza. Claro, él tenía sus alas, y quizás si el esqueleto no fuera tan tímido hacía mucho que le habría dicho de mudarse.

O poner uno de esos "ascensores" de los que le habló Wilbur, al menos...

Sin embargo, sus pensamientos rápidamente se dispersaron cuando llegó a la cima y fue recibido por una imagen extraña: Spreen estaba sentado de piernas cruzadas en el suelo en medio de la guarida, hojeando un gran libro mientras tenía un montón más esparcidos a su alrededor.

Pelusa, que dormitaba plácidamente sobre su regazo, pareció notar su presencia y se estiró un poco, alertando al pelinegro en el proceso, quien solo miró un poco por encima del tomo entre sus manos para encontrarse con Missa.

—Ah, sos vos —respondió rápidamente antes de volver a enterrar la nariz entre las páginas—, perdón capo, tan pronto termine coloco esto en su lugar.

—¿Eh? Ah s-si, no hay problema... —contestó Missa, aun lo bastante confundido cómo para siquiera entender que pasaba, ¿qué hacía aquí?

Aunque bueno, pensándolo bien, después de su plática con Roier para cancelar la boda tenía que volver aquí y poder hacer el último hechizo que lo regresaría al mundo de los vivos, ¿quizás se aburrió de esperar y se puso a leer? No siempre se tiene la oportunidad de aprender del mundo de los muertos, ¿cierto?

Decidido a que era solo eso, pasó de largo, acomodando las cosas que fue a conseguir al pueblo en los estantes mientras miraba al contrario de reojo.

Completamente ajeno al revoloteo de los cuervos en lo alto de la guarida, y apenas consciente de Pelusa frotando su cabecita contra su abdomen, los ojos de Spreen iban y venían constantemente sobre las desgastadas páginas, sus labios moviéndose un poco, siguiendo la lectura completamente inmerso.

Al principio decidió esperar, pues le parecía un poco rudo interrumpirlo, pero tras varios minutos de silencio comenzó a sentirse algo incómodo, por lo que decidió romper finalmente ser el primero en hablar.

—Entonces... —empezó casualmente— ¿hablaste con Roier?

—Si, vengo de allá —le contestó el pelinegro mientras cambiaba la página.

Silencio.

—Bien —asintió ligeramente—, espero que no se haya molestado tanto, tampoco quería que lo tomara a mal.

—¿Tomarse el que a mal?

—Pues lo de la cancelación de la boda, claro.

—¿Qué? —solo entonces Spreen levanto la mirada mientras alzaba una ceja, viéndole cómo si hubiera dicho la cosa mas extraña del mundo antes de volver a su libro—. ¿Qué decís? Obvio que habrá boda.

La mandíbula de Missa cayó al suelo, de nuevo, literalmente, el sonido hueco haciendo que Pelusa bufara en molestia y de un salto se apresurara escaleras abajo, ¿es que nadie iba a dejarle dormir en paz?

—¡¿Qué?! —gritó tan pronto volvió a colocarla en su lugar— ¡¿Qué acabas de decir?!

—¿Eh? —Spreen parpadeó un par de veces levantando la mirada de nuevo, el alboroto de Missa por fin consiguiendo su total atención— ¿Qué dije?

—¡ACABAS DE DECIR QUE HABRA BODA! ¡¿Qué no hablaste con Roier?!

—Amigo, acabo de decirte que lo hice--

—¡¿Y ENTONCES?!

Spreen cerró el libro, colocándolo bajo su brazo mientras se levantaba lentamente, sin dejar de mirar a Missa directamente a (donde debían estar) sus ojos.

Bien, ahora SI que se veía aterrador.

—Che Missa--

—¿¡Entendiste acaso algo de lo que te dije?! ¡¿"Desaparecer para siempre" significa ahora otra cosa en el mundo de los vivos?! ¡¿O SIMPLEMENTE ERES IMBECIL?!

—Missa--

—¡Lo sabía! —se llevó ambas manos a la cabeza— ¡Sabía que era una mala idea pedirte que hicieras esto! ¡Por algo debe ser siempre Philza quien tome estas decisiones!

—Missa.

—¡ES VERDAD! ¡¿QUE HAY DE PHILZA?! ¡VA A MATARME CUANDO SE ENTERE! O bueno, lo haría si pudiera--¡PERO VA A ECHARME Y NUNCA VA A PERDONARMELO! ¡YA PUEDO VER LA DECEPCIÓN EN SUS OJOS!

—¡Missa! —Spreen acortó la distancia entre los dos y lo tomó por los hombros —Calmate un toque, ¿querés? Esta bien.

—¡¿Cómo puede estar bien?! —respondió sujetando su mandíbula, no quería otro accidente vergonzoso— ¡Spreen! ¡Si esa boda se lleva a cabo, Roier va a--

—Roier no va a desaparecer.

Había algo en la forma en que Spreen pronunció esas palabras que hizo que Missa se calmara por completo, la mirada del pelinegro mostraba muchas emociones, pero ni una sola pizca de duda.

—Pero primero —de un rápido movimiento, tomó el libro bajo su brazo y lo estampó con fuerza contra el pecho del contrario, el sonido de huesos chocando entre sí llenando la habitación— Contame un poco más sobre eso de las misiones.

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LET SPREEN COOK! 🫵

Gracias por leer 💕🫶

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