Cap 10.
Spreen se quedó mirando fijamente el punto dónde Wilbur desapareció varios minutos atrás aun procesando las últimas palabras que le había dicho el inglés.
Nunca fue amor verdadero...
Nunca fue amor verdadero.
... ¡Nunca fue amor verdadero!
Cómo si eso hubiera encendido un interruptor dentro suyo, metió una mano en su bolsillo para sacar el amuleto con fuerza, arrojándolo varios metros lejos, y con decisión dio unos pasos hacía el jardín.
—¡Lamberg!
Nada.
—¿Amber? ¿Anden? ... ¿Lam... bor... ghini?
Algún grillo a lo lejos comenzó a cantar para hacer la situación bastante más patética. Chasqueó la lengua, Quackity tenía razón en decir que el mayor era un pendejo, mira que escoger la palabra más complicada del mundo.
Y hubiera pasado más tiempo culpando al inglés por elegirla y a sí mismo por no aprenderla, pero pronto lo pensó mejor.
¿Qué diferencia habría si volvía?
Incluso si fuera cierto lo de Roier y Cellbit, ¿qué tenía que ver con él? Acababa de descubrir que sentía algo por el extraño chico cadáver, sí, pero ¿y luego? La mirada sin emoción de Roier cuando le dijo que ya nada los ataba y que debería estar feliz por estar de vuelta cruzó por su mente.
Puede que no fuera amor verdadero, y puede que Spreen comenzara a sentir algo por el chico... pero eso no significaba que él era el verdadero amor de Roier.
Y Roier ya había pasado por tanto, no necesitaba que alguien que aún no ponía en orden sus propios sentimientos hiciera un lío su cabeza.
Él merecía mucho más.
No se dio cuenta cuando había comenzado a caminar hasta que ya estuvo varios metros lejos de la casa del inglés, miró sobre su hombro al pequeño amuleto aun en el suelo.
Había cumplido su propósito: no regresarlo cuando Wilbur pronunció la palabra, y visto que él mismo no era capaz de repetirla, no veía la necesidad de seguir llevándolo consigo, en su lugar guardó la llave de la casa del inglés y continuó su camino sin mirar atrás.
Roier ya debía estar de vuelta en el mundo de los muertos, y él estaba en el mundo de los vivos. Era lo que querían. Era lo que debía ser. Sus caminos no debieron ni cruzarse en primer lugar. Además, él tenía ya un plan y era simple: vivir tranquilo.
Vivir, ya lo estaba haciendo.
Tranquilo, ahora que estaba de vuelta, lograría estar tranquilo al fin.
—Apegate al plan... —murmuró entrecerrando los ojos y apretando los puños.
No supo cuánto tiempo pasó ni cuanto caminó, a lo lejos escuchó a una pareja riéndose a carcajadas y su mente lo llevó de nuevo a aquella vez que iban subiendo para casa de Missa, la risita suave de Roier cuando intentó levantarle el ánimo, o aquellas que le había arrancado con sus malos chistes.
Roier irradiaba vida a pesar de estar muerto. Y era curioso porque ahora, caminando sin rumbo fijo por aquel parque, Spreen parecía más bien muerto en vida.
—Spreen...
Una voz llamándole a pocos pasos al frente lo sacó de sus pensamientos, alzó la mirada para encontrarse con Juan, quién lo veía fijamente con ojos bastante abiertos, y con la espalda de alguien que no conocía.
El desconocido giró un poco hacia su dirección, celestes y amatistas mirándose ahora fijamente sin pestañear.
—Spreen De Luque —le escuchó decir, y eso sí que lo hizo preguntarse ¿lo conocía de algún lugar? Sin entender bien el porqué, una incómoda sensación comenzó a formársele en la boca del estómago.
—¡Spreen! ¡¿En verdad eres tú?!
Un ahora eufórico Juan trotó los pocos metros que los separaban hasta quedar frente suyo, inspeccionándolo de pies a cabeza y mirando temeroso a su alrededor.
—¿Él está también por aquí? ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? ¿Dónde estabas?
El torrente de preguntas del de gafas comenzaba a marearlo y le obligó a romper contacto visual con el extraño —P-pará Juan, estoy bien.
—¡Amigo vi con mis propios ojos como un puto cadáver te llevaba a sabrá Dios dónde! ¡Perdóname por preocuparme! —medio gritó y medio rio el más bajo, claramente aliviado de ver al pelinegro sano y salvo, o al menos dentro de lo que cabía.
Solo entonces se giró a verlo con detenimiento, pequeñas ojeras bajo unos ojos cansados, encima traía la misma ropa con la que lo vio la última vez y pudo ver una mochila en la banca ¿Juan lo había estado buscando todo este tiempo?
《Claro》su mente respondió de inmediato 《 ¿Por qué no lo haría? Van a casarse... 》
Este era su camino. Casarse con Juan. Vivir tranquilo.
Vivir, ya lo estaba haciendo...
Tranquilo, ¿cómo podría tener tranquilidad con alguien como Roier?
Roier... ¡Roier!
Spreen se sobresaltó visiblemente al recordar dónde estaban, Juan hablaba del chico y toda su aventura cómo si nada y aun tenían a un desconocido mirándolos fijamente a pocos pasos, lo miró por el rabillo del ojo con desconfianza.
—Che Juan —le murmuró al de gafas—, no andes hablando de aquello tan a la ligera, ya sé que vos me crees, pero no puedo decir lo mismo de ese tipo.
—¡Oh! —Juan parpadeó varias veces antes de sonreír— No te preocupes, es un amigo, me estuvo ayudando todo este tiempo, le conté todo.
El pelinegro sólo atinó a entrecerrar más los ojos sin dejar de mirar al extraño, el cual rio por lo bajo viendo al fin la oportunidad para presentarse, caminó los pocos pasos que lo separaban mientras extendía su diestra.
—Mucho gusto, Spreen —el aludido se tomó un par de segundos antes de tomar la mano del contrario, quién sonrió ligeramente— Mi nombre es Cellbit Lange. Detective. Disculpa el atrevimiento, cuando supe que desapareciste me acerqué a Juan para ofrecerle mi ayuda en localizarte, aunque al final siento que no hice gran cosa, menos mal que estés de vuelta sano y salvo.
Pero Spreen había dejado de escucharlo a media oración, sus ojos se abrieron de par en par y sintió cómo el aire escapaba de sus pulmones mientras estrechaba la mano del hombre frente suyo.
—Che Missa, ¿cómo se llamaba el prometido de Roier?
—Ah si, su nombre era, o más bien es, Cellbit. Cellbit Lange.
Cellbit Lange debía ser lo más opuesto a él que nunca antes había visto. Mirada clara, cabello claro, porte de tener todos sus pensamientos y sentimientos en claro, trabajo estable y objetivos bien definidos.
Roier se veía bien a su lado, pensó con amargura, sintiendo una extraña mezcla de furia, celos y compasión hacia el hombre a quién le estaba estrechando la mano.
—Sobre lo del cadáver... bueno, discúlpame por ser un poco escéptico —sonrió Cellbit, soltando la mano de Spreen pocos segundos después—, pero como dicen, hasta no ver no creer.
—¡Hey! —un falsamente indignado Juan codeó justo sobre las costillas al mayor, haciéndole doblarse y reír por lo bajo— Qué paso con eso de que me creías, ¿eh?
La inesperada interacción de Juan y Cellbit le hizo suspirar aliviado. Claro, ellos no sabían nada ¿de qué se preocupaba?
—Y... —empezó en voz algo elevada para llamar la atención del par— Cellbit, ¿no? ¿Por qué te involucraste con esto? Ni siquiera nos conocemos de antes.
El aludido metió ambas manos en sus bolsillos, sonriendo nostálgicamente —Me enteré de que desapareciste de pronto, y pues digamos que algo me llamó a ayudar... experiencia propia, supongo.
Juan miró al más alto y al verlo asentir continuó por él —Verás Spreen, Cellbit perdió a alguien importante hace algunos años, y justo fue poco antes de que se casaran, lamentablemente cuando lo encontraron ya era tarde...
Spreen sintió una opresión en su pecho al escuchar por tercera vez la misma historia, tiempo atrás no hubiera sentido más que simpatía por la desafortunada situación, pero ahora, el solo pensar haber sido él quién perdiera a Roier de esa manera le estrujaba el alma. No lograba ni siquiera dimensionar el dolor que Cellbit tuvo que haber pasado.
—En fin —Cellbit interrumpió su tren de pensamientos—, lo importante es que ya estás aquí, claro, me gustaría escuchar de tu parte lo que pasó.
El pelinegro bufó divertido mientras sonreía de lado —¿No me vas a llamar loco sí te digo qué lo que Juan te contó es todo verdad?
—Bueno, es trabajo de un detective ver todos los posibles escenarios —Cellbit imitó su sonrisa mientras sacaba su libreta—, así que cuéntame Spreen, ¿este cadáver del que tanto hablas está aquí entre nosotros? ¿es alguien a quién yo deba conocer?
La sonrisa ladina y el gesto burlón del mayor no pasó desapercibida para Spreen.
—No —respondió fríamente el pelinegro, no sabía si era por lo evidente que era el tal Cellbit al no creerle ó la idea de que Roier estuviera aquí en este momento, pero de alguna forma sus palabras le revolvían el estómago.
Le siguió un largo silencio. Y mucha tensión.
Juan no estaba del todo seguro porqué, pero el ambiente se había vuelto muy pesado de repente. Rio por lo bajo para tratar de aligerarlo —C-creo que Spreen está muy cansado, debieron pasarle muchas cosas, ¿y si mejor lo dejamos tranquilo un rato?
—Spreen tiene el resto de su vida para vivir tranquilo —respondió con igual frialdad Cellbit sin separar su vista de los ojos del pelinegro.
Spreen se limitó a sostenerle la mirada pensando en la ironía de sus palabras. Vivir tranquilo
Vivir... ya lo estaba haciendo...
Tranquilo... ¿no podían dejarlo tranquilo ni un puto momento?
—Juan mencionó que este chico decía que estaban casados —presionó el mayor—, algo gracioso, considerando que con quién ibas a casarte era con él.
El pelinegro frunció la mirada, no le agradaba nada por dónde estaba yendo esto —¿Qué insinúas?
—Sólo digo que es entendible —continuó Cellbit sin molestarse en suavizar la acusación—, supe que era un matrimonio arreglado, es normal que te entraran nervios, con la ayuda de un amigo, y una historia increíble sería sencillo escapar de la situación, ¿no?
Spreen resopló sarcásticamente mientras se giraba a Juan —Boludo, creo que tu amigo tan confiable no te cree después de todo.
Juan estuvo a punto de hablar, pero Cellbit extendió su mano hacia él deteniéndolo antes de continuar —No lo tomes a mal, Spreen. Entiendo que para alguien que no se ha enamorado debe ser difícil tomar ese tipo de decisiones.
Oh no. No acababa de decir eso...
—¿Y vos sos experto en amor? —arqueó una ceja.
—Spreen —esta vez Juan sí que intervino, lanzándole una mirada dura al pelinegro—, es un tema delicado, no creo que--
—No me considero experto —interrumpió Cellbit—, pero sé que debo saber más que tú. Yo también iba a casarme, aunque en mi caso era por amor.
—¿Posta? ¿Y qué tipo de persona era?
Cellbit miró un momento el cielo.
—Él... siempre fue tan sensato —empezó con nostalgia.
Spreen resopló divertido «¿Bromeas? Si es re pelotudo»
—Y era como un Sol.
«No. Es cómo la Luna»
—Pero murió...
«Está más vivo que nunca»
—Cellbit... —Juan lo miró con pena, poniendose a su lado y colocando una mano en su hombro.
—Cuándo lo encontré, su cuerpo estaba hecho un desastre —recordó Cellbit, apretando los dientes—, su traje blanco manchado, heridas por doquier... lo único que estaba en paz era su rostro, parecía como si durmiera... envuelto en calma y rodeado de amarantos...
Y Spreen pudo empatizar con eso, sí, Roier era un desastre, su muerte no fue para nada pacífica, pero su rostro seguía siendo igual de expresivo que debió serlo en vida.
El blanco le quedaba de maravilla, y sus heridas, aunque al principio asustaban eran muestra de que luchó hasta el final, lo único que no cuadraba en su imagen era esa estúpida flor.
Esta vez no se guardó sus pensamientos.
—¿Sabes cuál es su flor favorita?
—¿Sabes cuál es la flor favorita de Roier?
Cellbit dejó caer su libreta al sentir una punzada en la cabeza, se llevó una mano ahí mientras se quejaba en voz baja. Por un momento era como si hubiera escuchado a Forever preguntarle exactamente la misma cosa tres años atrás.
—Hey, ¿Cellbit? ¿Estás bien? —Juan se apresuró a pasar un brazo alrededor de sus hombros para ayudarlo a estabilizarse.
Pero Spreen no se detuvo ahí —¿Sabes cómo reacciona en una pelea? Lo dudo, seguro no pelearon ni una sola puta vez... ¿Al menos sabes a qué le tiene miedo?
Juan lo miró extrañado —Spreen ¿qué te pasa?
—¿Qué sabes tú?
Toda la atención se concentró en Cellbit, quien hablaba en voz seria y deprimida —Debe ser fácil para tí decirlo, ¿has estado enamorado alguna vez?
La respuesta del pelinegro fue inmediata —Sí. Lo estoy.
Spreen sintió un peso liberarse de sus hombros con esas tres palabras. Mientras que la reacción instantanea de Cellbit fue girarse a mirar al castaño a su lado.
El rostro tranquilo de Juan le confirmó sus sospechas: él no era la persona de la que hablaba Spreen De Luque.
Y si Juan tuviera que definir lo que sintió al escuchar a su (ahora ex, supuso) prometido decir con convicción que amaba a alguien, fue principalmente alegría por él. Seguido por un pequeño tinte de envidia: Spreen lo había encontrado. La persona con quién deseaba pasar el resto de su vida juntos.
—Tenés razón en que yo no estuve ahí —empezó Spreen despacio—, y no dudo que lo querías, pero si no sabes algo tan sencillo como cuál es la flor favorita de Roier, eso no era amor verdadero.
Cuando Forever, su mejor amigo de toda la vida, se lo insinuó años atrás, Cellbit lo minimizó con una sonrisa.
Pero ahora que se lo decía Spreen, un completo desconocido hasta apenas minutos atrás, el mayor no encontraba las palabras para negarlo.
Y más importante todavía...
—¿Roier? —Cellbit repitió en un hilo de voz... —Yo... yo nunca mencioné su nombre... ¿cómo es que tú...
Los cabos sueltos se ataron tan rápido en la cabeza de Cellbit que por un breve momento sintió que se desmayaría, tuvo que sujetarse más fuerte de Juan a su lado para no caer, a Spreen poco le importó, pues solo atino a dar un par de largas zancadas hacia atrás.
Porque de pronto todo fue muy claro. A la mierda el plan, por favor, ¿vivir tranquilo?
Vivir... nunca lo había hecho, hasta hace poco.
Y no estaría tranquilo un segundo más en este lugar, por el simple motivo de que Roier no estaba aquí.
—Che Juan —volvió a hablar Spreen, con un tinte de tristeza— Perdón, no voy a poder casarme con vos...
Juan tuvo un fuerte deja vú, esta situación ya la había vivido antes.
—¡Spreen! ¡Espera!
—La palabra que usaron Roier y tú ya los ató al hechizo... si uno de los dos la dice, volverían acá enseguida...
—Infernáculo.
Ante la mirada sorprendida de Juan y un bastante pálido Cellbit, Spreen cerró los ojos antes de que el ya conocido haz de luz lo cubriera por completo.
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Pelusa consideraba que no le pedía mucho a la vida... o a la muerte, en su caso. Solo pedía salmón, ser venerada por todos y un poco de paz de vez en cuando para echar una siesta.
Claramente no conseguiría lo último en la guarida de Missa, concluyó tan pronto el chico ruidoso del gorrito y el favorito de sus dos dueños aparecieron en un remolino de luz gritandose mutuamente.
—¡¿Qué chingados pasó?!
—¡¿Y todavía preguntas?! ¡La única pinche palabra que no tenías que decir y ahí vas de pendejo, Quackity!
El amable esqueleto le dio un par de caricias en la cabecita antes de acercarse al par de recién llegados —¿Qué pasó?
—Pasa que este imbécil —empezó Roier—, dijo la palabra y pues nos hizo volver.
—Uy —Missa agregó algo preocupado— ¿No terminaron lo que fueron a hacer? ¿Tienen que regresar?
—Oye, es cierto ¿qué me andas reclamando tú? —Quackity golpeó con su índice el pecho del castaño, mirándolo acusadoramente— Mandé la carta y todo, cuál es el problema con que haya dicho tilín, ¿eh?
Roier parpadeó varias veces porque tenía razón. Cumplieron su misión. Ya está.
Quizás solo quería quedarse un poco más por su propio egoísmo... aprender más sobre el pasado de Spreen y quien sabe, tal vez si se quedaba un par de horas más pronto vería al pelinegro entrar por la puerta de casa de sus padres...
—¿Roier? —presionó un poco Missa al ver que no contestaba.
—No, no es nada, él tiene razón —respondió cabizbajo—. Sólo pensé que tal vez podría--
Un conocido resplandor interrumpió sus pensamientos y si el corazón de Roier aun latiera, estaba seguro que se habría detenido varios segundos en anticipación.
Una vez se hubo disipado, Wilbur apareció ante los tres chicos, mirada aburrida, sonrisa ligera, igual de muerto, pero mucho más importante: completamente solo.
Roier soltó el aire que no sabía estaba sosteniendo.
— ...ver a Spreen una última vez —completó en un murmuro que solamente Missa fue capaz de escuchar.
¿Quién se había creído que era?
Spreen no era parte de su mundo, nada lo ataba a él más que pequeños momentos muy en contra la voluntad del mismo pelinegro.
Y aunque para Roier haya significado mucho, seguramente para Spreen todo esto había sido solo un episodio de su vida, uno que seguramente olvidaría pronto.
—¡Imagínate hacer tanto escándalo para ir al mundo de los vivos y no traer nada! ¡Mírenlo al pendejo! —la voz entre burlona y molesta de Quackity lo trajo de vuelta a la realidad.
—¿Y quién dice que no traje algo? —respondió el inglés ensanchando su sonrisa, lo cual solo hizo al menor rabiar más.
—¡Pues a menos que sea algo invisible o algo bien pinche pequeñito cómo tu pit--
—¡Hey! ¡Hey! Ya estuvo bueno de peleas ustedes dos.
Missa giró los ojos y decidió intervenir antes de que a Quackity se le ocurriera arrojar al mayor por el peñasco, Roier aprovechó la oportunidad para alejarse un poco del grupo.
Sonrió al encontrar a Pelusa con la mirada, la pequeña pareció notar su presencia y se estiró un par de veces antes de caminar hacia él y saltar a sus brazos —Supongo que seremos solo tú y yo ahora, ¿eh, Pelusa? Bueno, y Bobby claro, y todos los que estamos aquí abajo.
Pelusa respondió ronroneando, el castaño la sujetó contra su pecho apoyándose de su brazo derecho mientras le acariciaba con su mano izquierda.
El anillo seguía ahí, cómo un recordatorio triste de que no era para él en primer lugar. Acomodó un poco a Pelusa contra su pecho para poder maniobrar y deslizarlo fuera de su dedo, observándolo con tristeza.
—¡¿Q-qué es eso?!
Roier se giró rápidamente mientras sentía a Pelusa removerse inquieta en sus brazos hasta liberarse y adentrarse de nuevo a la guarida, veía a Quackity cubriéndose detrás de un sonriente Wilbur y a Missa abrir los ojos con sorpresa a un nuevo remolino de luz, antes incluso de que la luz se desvaneciera, Spreen salió con paso firme.
—¡¿Spreen?! —Missa fue quien rompió el silencio— ¡¿Qué haces aquí?!
El pelinegro lo ignoró monumentalmente, sus ojos amatistas escanearon el lugar hasta toparse con la mirada incrédula del castaño a pocos metros suyo. Apretó la mandíbula y los puños mientras se acercaba a paso lento hasta quedar frente suyo.
—Spreen... —habló Roier en un hilo de voz, casi como si creyera que si lo decía más alto su imagen se desvanecería— ¿Volviste? ¿Q-qué pasó?
Había muchas cosas que Spreen planeaba decirle a Roier tan pronto lo volviera a ver, las repasó todas y cada una de ellas en su corto viaje de regreso, pero todo quedó olvidado cuando vio el anillo entre sus dedos, chasqueó la lengua en molestia y de un rápido y brusco movimiento lo tomó y arrojó por el peñasco.
—¡Eh! —Roier siguió con la mirada el lugar por donde había desaparecido el anillo— ¡Pendejo! ¡¿Qué hici--
—Roier —le interrumpió con voz gruesa, recordando la más importante de las cosas que iba a decirle— Casémonos. Esta vez en serio.
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OJO! Se viene boda 🤪 ....¿o no? Quien sabe 🤭
Gracias por leer! 🫶🩷
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