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Un caso particular. Don Pingu y cía. (Halloween, 2023) (2/2)

—¿Papi, esto es realmente necesario? —pregunta el pequeño Mark a su padre; Don Robert Mayor.

—Espera... espera un momento, hijo... —jadea el contrario con un evidente cansancio contenido en la voz, mientras bloqueaba la última ventana con una gran tabla de madera. Lo había hecho tantas veces aquel día que aún podía sentir el retumbar del martillo haciendo eco en su cerebro.

—Esto no me gusta, Robert. Aún no me queda claro el por qué tenemos que actuar de manera tan desconfiada con los demás vecinos, ni por qué decidiste aislarnos del mundo de la noche a la mañana se queja Elisa Mayor, su esposa.

El hombre se queda en el sitio, casi inmóvil, aún con la herramienta sujetada con fuerza en la mano derecha. Parecía estar usando lo que le quedaba de energía para pensar. Susurraba cosas inaudibles, a la vez que se toqueteaba el bigote de manera nerviosa. Solamente cedió después de limpiarse el sudor de la frente.

Creo... creo que es el momento de la verdad... Elizabeth, acompaña a Mark a su cuarto y quédense ahí.

¡Pero yo también quiero saber! protesta la adolescente, cruzándose de brazos.

¡No! exclama su padre, sobresaltando a todos los presentes. Quiero decir... no, este es un tema de adultos.

¡Pero...!

Ya lo escuchaste interrumpe la madre, amenazándola con un castigo por medio de la mirada.

Ofendida y sin mucha más opción, la muchacha resopla y hace una seña a su hermano. Ambos se retiran del sitio, cerrando con fuerza tras ellos. Sin embargo, diferente a lo que pensaba hacer el menor y antes de dar siquiera tres pasos, su hermana lo toma de la mano y, en un rápido movimiento, se esconden en uno de los armarios a la derecha.

¿Qué haces...?

Shh... la chica coloca su mano en la boca del joven. No pasan ni dos segundos y escuchan el inconfundible chirrido de la puerta de la cocina, la misma habitación de la que acababan de salir.

Ya se fueron... pudieron oír la voz de su padre antes de que cerrara nuevamente la entrada.

Elizabeth, de la manera más sigilosa que pudo, sale poco a poco de su escondite. ¿Sus padres realmente creyeron que se iba a quedar de brazos cruzados, sin saber la razón de la repentina locura de su progenitor? Nah. Antes que nada, la chica mira hacia atrás y se asegura de hacerle entender a su hermano que no debía hacer ningún tipo de ruido, colocándose el dedo índice en los labios. Mark asiente de manera inocente. Los dos se acercan con lentitud hasta la puerta y, despacio, la adolescente pega su oreja a la madera. Aunque le llegaban algo amortiguadas, podía llegar a distinguir las palabras:

Entonces, ¿qué se supone que...? oye a su madre, con su característico y reconocible tono de voz molesto.

Ah... se escucha el arrastre de un mueble. Mira, estoy muerto, y esto que te voy a contar no es una historia precisamente corta ¿okey? Agradecería que no me interrumpas, así podré ir más rápido. Cualquier cosa, puedo aclarar dudas al final responde el otro, exhausto.

De acuerdo, de acuerdo...

Muy bien...

>>Lo recuerdo todo como si hubiese sido ayer. Esto empezó hace... treinta años, aproximadamente. Yo era un joven apenas entrando en sus veinte (teniendo casi la misma personalidad de la adolescencia), emocionado por descubrir las diversas maravillas que, estaba seguro, el mundo me reservaba. No me limité y, gracias a la posición económica de mi familia, me pude permitir viajes que alimentaban mi espíritu de aventura. Por aquellos años tuve una crisis existencial muy fuerte, que me llevó a buscar el significado de la vida. Sé que eso puede sonar extraño, pero realmente pensaba que mi propósito en este mundo era ese. Según mi pensamiento de entonces, tenía que ser algo físico; un lugar, algún objeto, alguien.

>>Un día, mientras me encontraba en una visita a un restaurante, me pareció haber completado mi objetivo después de tanto tiempo. Frente a mí, jugueteando con los cubiertos, estaba la mujer más bella que alguna vez haya visto en mi vida. No es por ofenderte ni nada por el estilo, pero tu quedarías tres puestos más abajo que ella.

Elizabeth tuvo que meterse el puño en la boca para evitar que de ella saliera la, probablemente, carcajada más estridente de su vida.

Menos mal que no querías ofenderme... dice su madre, exasperada.

Solo intento aligerar un poco el ambiente aclara rápidamente el contrario, viendo lo que se le venía encima. En fin...

>>Al verla, decidí levantarme de mi asiento y ofrecerle algo de mi compañía en su almuerzo (no parecía estar esperando a alguien). Ella sonríe y acepta mi propuesta, con lo que procedimos a una larga conversación. Es más, hasta se nos había olvidado que estábamos en un restaurante y casi no comimos nada. Quedamos en vernos al día siguiente.

>>Este proceso se repitió por días, y los días se convirtieron en semanas. En palabras simples, fuimos "flechados" por Cupido, y terminamos en algo más. Cada uno conoció a sus respectivos suegros y, un tiempo después, nos trasladamos a una casa propia. Todo muy bonito hasta aquí, ¿cierto? ahora viene lo complicado.

>>Con el tiempo, comencé a notar una serie de actitudes extrañas en ella. No las mencionaré todas, pero imagínate despertar exactamente a las tres de la madrugada, darte cuenta que tu pareja no está contigo y, por más que la busques por la casa, que no aparezca hasta una hora después. Esto se volvió constante. Antes de que lo digas, claro que le pregunté al respecto, pero nunca obtuve una respuesta satisfactoria, simplemente cambiaba de tema (lo hacía tan sutilmente que ni siquiera me daba cuenta hasta que ya era tarde), o divagaba un poco y luego se marchaba. Lo soporté durante algún tiempo, hasta que decidí que ya era suficiente.

>>Un día como cualquier otro, fingí dormir. Quise hacerlo lo más creíble posible, por lo que me mantuve así un par de horas, realmente no sé como aguanté tanto sin dormirme enserio. Cuando estaba a punto de rendirme, siento como ella se levanta de la cama, con lo que espero un minuto o dos antes de ponerme en acción. Pasado ese lapso, me asomo por una esquina y veo claramente como sale a la calle. Solamente alcancé a colocarme los zapatos para seguirla. Estuvimos andando por veinte minutos. Aunque todo estaba muy oscuro, parece que ella sabía exactamente por donde tenía que ir. Yo casi me caigo en una alcantarilla.

>>Finalmente llegamos a lo que, creo yo, era un almacén abandonado. Mira un par de veces alrededor, asegurándose (de manera no tan efectiva) de que no hubiera nadie cerca, y entra al lugar. No sé como no me vio, seguramente había tan poca iluminación que ni siquiera notó mi presencia. En fin. Accedí a la ubicación un par de minutos después que ella y... descubrí algo terrible.

>>Estaba con un grupo de personas de edades bastantes variadas, todos portando una toga oscura, con detalles varios remarcados en rojo. Se encontraban en una formación circular, tomadas de las manos y con los ojos cerrados. Estaban... ¿cantando? sinceramente no lo sé, era un idioma extraño, pero me recordó al latín.

>>Aunque todo aquello era muy raro, lo único que me bastó ver para quedar paralizado fue una especie de símbolo en el suelo, rodeado de velas. Era una secta.

Elizabeth casi no la cuenta. De no haberse tapado la boca con las dos manos, no hubiera ahogado el gemido de sorpresa. ¿Lo que contaba su padre ocurrió en verdad? Hace tiempo le había dejado de parecer divertido, y ahora la chica se encontraba tensa por lo que seguiría a continuación.

Espera, ¿estás hablando en serio, Robert? pregunta su madre, con un ligero titubeo en la voz.

MUY en serio.

>>Entonces, como imaginarás, me encontraba muy afectado por el tema. ¿Ahora que se suponía que debía hacer? ¿confrontarla? ¿irme sin decir nada? ¿fingir que no lo sabía? De todas maneras aquella elección realmente daba igual, pues cuando me volví a fijar estaba frente a mí, mirándome de una forma tan... extraña, como si quisiera ver algo más que mis ojos; como si quisiera ver mi alma. Quedé quieto por unos segundos, sin saber cómo reaccionar. Finalmente, en cuanto mi cuerpo decidió que era oportuno comenzar a moverse, me fui del sitio para nunca más volver.

>>En casa, empaqué mis cosas con el mayor apuro posible, dispuesto a abandonar la zona. Terminé a los minutos y, corriendo como alma que lleva el diablo, llegué a la estación de tren más cercana. Esperé un par de horas antes de, finalmente, tomar el atajo hasta otra ciudad sin complicación alguna. Allí conseguí un pequeño cuarto de hotel, para acomodarme mientras arreglaba las cosas.

>>Aquellas noches... fueron horribles. Pesadilla tras pesadilla, parecía haber un patrón: una figura oscura, muy alta y sin rostro. Creo... creo que se trata de una posible maldición...

Se escucha el sonido de la porcelana quebrándose, seguramente culpa de Elisa. Elizabeth ya ni sabía donde se encontraba, toda su atención se centraba en el relato de su padre.

Pero... ¿estás seguro...? es decir, una maldición es algo muy grave... dice con tono preocupado la mujer.

Sí, lo sé, pero es lo único que tengo en mente ahora... hay una pausa. ...Últimamente, los sueños han regresado. Aunque no son tan espantosos como antes, sigue estando aquella presencia. Lo curioso es que, por lo que veo, hay una especie de línea de tiempo... que los involucra a ustedes.

>>Según lo que puedo suponer, vamos a recibir una "visita" de esa entidad, y no viene a tomar precisamente el té, si sabes a lo que me refiero. Por eso la actitud hacia los demás vecinos, no podemos tomar riesgos. Reconozco que tal vez estoy un poco paranoico, pero créeme, si hubieras visto lo que yo, estarías igual o quizás peor.

Y... ¿cuándo vendrá? pregunta Elisa, casi sin aliento.

La muchacha contiene la respiración. Hay otro momento de silencio, hasta que...

Bueno, no quiero alarmarte pero, según lo que he visto... será hoy.

Aunque Mark desconocía la razón, pudo llegar a comprender, por la expresión seria y... ¿asustada? de su padre, que se trataba de algo importante. El pequeño mira por la ventana del ático (la única que su padre no había cerrado a base de tablas), pero no alcanza a ver mucho del exterior; todo estaba muy oscuro fuera. A pesar de la presencia de farolillos a los dos lados de la calle, no iluminaban lo suficiente como para llegar a observar la gran cosa. El niño, con un gran bostezo, decide dejar de forzar la vista y concentra su atención al frente. Ahí estaba el resto de su familia, alumbrados por una pequeña vela que parecía que se iba a apagar de un momento a otro. Tal vez era por efecto de la luz débil y parpadeante, pero se veían más pálidos que de costumbre.

El chico, sentado en medio del sepulcral silencio, no tenía más opción que imaginarse la posible causa de su estancia en aquel lugar. Lo habían despertado hace... ¿dos horas, más o menos? Cuando trató de preguntar, su padre simplemente le pidió que hiciera silencio. Según él (esto lo dijo en susurros), iban a jugar a las escondidas, y que a ellos les tocaba esconderse. Aunque a Mark le gustaba la idea en un principio, con el tiempo el juego se había vuelto muy aburrido, y ahora pensaba que era una simple excusa. Pero, en caso de que él se hubiera equivocado, ¿entonces quién era el buscador?

Un trueno resuena en la distancia, producto de una tormenta venidera. Elisa, la cual se encontraba apoyada en la pared, despierta gracias al sobresalto. Había vuelto a perder contra el sueño, cuando se suponía que era su turno en la vigilancia. De todas maneras, no estaba completamente inconsciente; una gran parte de su cerebro todavía estaba activo, alerta a cualquier posible evento inesperado. Igualmente, en los pocos minutos en que había descansado los ojos, no parecía haber surgido ningún indicio de alguna entidad sobrenatural, ni siquiera de un intruso corpóreo de carne y hueso.

La mujer, aún cansada, se levanta (con estiramientos incluidos) y decide checar por la ventana. No había nada. Bueno, al menos nada que ella pudiera ver. Aunque no sabía la hora exacta, calculaba que debían ser las dos y media (aproximadamente). Según lo que habían hablado ella y su amado, esta situación se repetiría por al menos tres días, solo para estar seguros. Una bruja era impredecible, y no se podían confiar con el nivel de amenaza que portaba.

La vela que antes los alumbraba se había apagado y, pese a eso, llegaba a ver las siluetas de su familia enrolladas en el suelo. Elisa, sin mucho que hacer, se sienta y acaricia el cabello de su hijo con ternura. Su marido y ella lamentaban el tener que hacerlos pasar por este proceso tan extraño, pero si querían mantenerlos a salvo, no tenían otra opción.

Aprovechando que era la única despierta, suelta un enorme bostezo (siempre que lo hacía Robert se escandalizaba) y se recuesta nuevamente en la pared, admirando la oscuridad. Probablemente debió haber comprado algunas velas con anticipación, pero ya qué. Pasan algunos minutos en completo silencio, cabeceando de vez en cuando. Finalmente ocurre lo inevitable: Elisa, a pesar de resistirse, cae nuevamente ante los pies del sueño y duerme profundamente.

El señor Robert trataba de peinarse el bigote, en un no muy acertado intento de pasar el rato y olvidar el cansancio. Hace media hora su mujer lo había despertado, alegando que ya no podría estar ni un segundo más, y que era su turno de vigilar.

Es justo dice por lo bajo, mirando a la infinita negrura de afuera. Siempre había tenido la costumbre de pensar en voz alta, como si estuviera hablando con alguien invisible. Tal vez la soledad que lo consumió en sus tiempos de joven lo había afectado más de lo que pensaba. Después del incidente con la bruja, tuvo miedo de conocer a alguien más y se mantuvo así durante muchos años, hasta que conoció a su esposa y la madre de sus hijos. Tenía una familia maravillosa, y no estaba dispuesto a perderla por los horrores de su pasado.

Le da un sorbo al vaso con agua y cierra la ventana. No tenía mucho sentido estar escondiéndose en aquel lugar si iba a estar a plena vista, en la zona más visible de todas. Además, estaba lloviendo. Levanta su brazo izquierdo y coloca su muñeca a un centímetro de la cara; eran las tres y media. ¿Por cuánto tiempo tenían que permanecer así? probablemente solo hasta el amanecer. De todas maneras, desde hacía tiempo había estado planeando una mudanza. Aún no se lo había dicho a los niños, pero cada noche sacaba unos cuantos muebles, con la finalidad de que los vecinos tampoco se enteraran y así evitar preguntas. Era un trabajo complicado, pero esperaba que valiera la pena.

Mientras Robert pensaba en todo esto, ocurre algo que lo deja paralizado: el sonido del cristal rompiéndose. Al principio, el señor creía (y quería creer) que se trataba de su imaginación, pero más temprano que tarde se da cuenta de que no era así; realmente estaba pasando. Después de un minuto que se sintió como una dolorosa eternidad, se escuchan pasos lentos y pesados recorriendo el piso inferior, junto al chirrido tortuoso de las puertas abriéndose.

El temblor de sus manos volcaba el agua que aún contenía el vaso. No podía moverse, estaba horrorizado. Lo que sea que se estuviera acercando avanzaba cada vez más rápido. Tenía que hacer algo, YA.

El hombre, en un rápido pensamiento, abre la ventana de golpe, sin importarle el ruido que esto produciría. Se acerca a sus familiares y, a falta de tiempo, les tira lo que le quedaba de agua encima. El efecto fue inmediato: los tres se despertaron al instante.

¿Qué ra...? comienza Elizabeth, casi ahogándose.

Levántense, AHORA dice el padre, ya sin preocuparse por bajar la voz. Podía escuchar como se abría la trampilla del suelo.

¿Qué sucede, cariño? se levanta asustada la madre, quitándose el agua de los ojos.

No hay tiempo para explicarlo, solo...

No pudo continuar. La expresión en su cara solo reflejaba una cosa: el horror puro. La familia, temiéndose lo peor, voltea en la misma dirección. El buscador los había encontrado, el juego había terminado.

P.O.V. Pingu.

...Sí, cuando digo algo, me estoy refiriendo a algo no humano, ni siquiera alguna especie animal o pensante. ¿Quién sabe? la mansión Mayor siempre se ha caracterizado por ser un imán para las cosas paranormales; no hay historia de fantasmas que no se haya contado con base en la estructura, sea real o no.

Tal vez era la pieza que faltaba, de ser así, explicaría el tema de las huellas y el teléfono. Aunque claro, no soluciona el hecho de que los chicos aún siguen desaparecidos.

Sin decir palabra e ignorando a mis dos compañeros, me di la vuelta y caminé con paso veloz a mi oficina, lleno de... ¿inspiración? Nunca supe como llamar a esta sensación, pero ocurre cada vez que creo que me acerco a resolver un caso. No podía desperdiciar ese momento de claridad mental, por lo que al llegar a mi destino, mi primera acción fue sentarme en el escritorio y buscar información acerca de la mansión Mayor, tal vez pueda ser útil... claro, ¿cómo no se me había ocurrido antes?

Después de unos veinte minutos de investigación (aunque probablemente Rafa hubiera realizado el mismo progreso en cinco), me enteré de varias cosas... interesantes. Según una vieja leyenda, si se entra en la mansión el día de Halloween, la desaparición resulta ser algo inminente. Nunca he sido muy partidario de lo paranormal a la hora de resolver mis asuntos, siempre he intentado buscar una explicación corpórea a los sucesos que trato antes de adentrarme en el otro bando.

Sin embargo, antes de que la emoción aumentara aún más, el duro golpe de realidad me bloqueó durante unos momentos. Lo que estaba pensando era realmente improbable y en cierto sentido una locura, aunque, irónicamente, llegaba a tener todo el sentido del mundo. Me apoyé en el escritorio, cerrando los ojos con fuerza. Pasaron unos cuantos minutos de silencio, hasta que se me ocurrió algo.

Ya eran las ocho cuando bajé del auto a pocas manzanas del sitio. Por alguna razón, y a pesar de haberlo comprobado una decena de veces, me sentía observado. Probablemente solo sea mi imaginación.

Le comenté mi idea a Rafa antes de marcharme, el cual me dijo que tenía que hacer unas cosas antes, y que nos encontraríamos por la zona. Me apoyé en una cerca de madera, esperando. A los diez minutos decidí marcar su teléfono, pero me envió directamente a la contestadora. Ya sin mucha paciencia, pensé que sería buena idea empezar a investigar por segunda vez la mansión. Me acerqué con cuidado, pues después de todo lo que había indagado, no me hacía ninguna gracia volver a entrar a este lugar.

Daba igual, todo era necesario para el trabajo. Tal vez nos habíamos dejado algo, tenía que probar todo lo que estuviera a mi alcance. Esta vez no me compliqué demasiado y entré por una ventana, con cuidado de no cortarme con los trozos de vidrio repartidos por el suelo. Accidentalmente, una parte de mi abrigo se atascó e irremediablemente mi vestimenta quedó rasgada

—Demonios... —maldije en voz baja, viendo el resultado de mi descuido. Me resigné al poco tiempo, lo arreglaría más tarde.

Encendí la linterna de mi celular y recorrí el sitio con la mirada. Todo estaba exactamente igual a como lo habíamos dejado. Resultaba bastante improbable que alguien hubiera entrado mientras hacíamos otras cosas, pues habíamos cercado todo alrededor. El ambiente era pesado y algo tétrico. Aunque no era algo nuevo, fue sorpresivo volver a sentir esa sensación de agobio en el pecho.

Suspiré, tratando de mantenerme sereno. Comencé a recorrer el lugar de manera meticulosa, quería asegurarme de inspeccionar cada mínimo detalle que pudiera haber obviado. Necesitaba estar absoluta y completamente seguro de que no había ninguna otra evidencia, y de ser ese el caso, me tomaría más en serio la opción de lo paranormal. Quiero decir, ahora que lo pienso, es una opción viable, considerando que ya existen seres de esa índole, tomemos por ejemplo a los Boos (he tratado con ellos en un par de ocasiones).

Lo curioso es que esto no se parece en nada a ese tipo de casos. Por lo general, a los fantasmas les encantan gastar bromas, aprovechando su estado casi permanente de invisibilidad. Sin embargo, no he recibido ninguna desde que he llegado, incluyendo la visita inicial. Tal vez sea por eso que no lo asocié al principio. De igual manera, resultaba bastante extraño el simple hecho la ausencia de éstos en la zona, pues por lo general les suelen gustar este tipo de lugares, como la conocida Luigi's Mansion. Pareciera como si algo los estuviera ahuyentando...

Ese planteamiento me hizo dudar un poco, lo cual me estaba distrayendo. Rápidamente sacudí mi cabeza, eliminando aquel pensamiento y concentrándome a su vez en mi tarea actual. Revisé cada centímetro del salón (me tomó aproximadamente veinte minutos), sin ninguna señal que ocultara algún significado oculto. Sin perder ni un solo segundo, me moví por las demás habitaciones. La incómoda sensación de alguien observándome se había intensificado con el pasar del tiempo, lo que hacía que comprobara constantemente si estaba realmente solo. Visitar la mansión sin la compañía de mi leal compañero era una experiencia completamente diferente.

Registré cada centímetro, cada esquina y cada posible lugar donde se pudiera estar escondiendo la pista que nos faltaba. Sin embargo, en un momento casi que aleatorio, escuché un fuerte ruido en la planta de arriba. Fue tal el susto que me llevé que hasta dejé caer mi celular, con lo que se rompió la pantalla.

—¡Mier...! —quise decir, pero el ruido volvió a producirse en aquel momento. Recogí mi teléfono (la linterna del mismo aún funcionaba) y subí las escaleras corriendo (aunque con algunas dificultades). Quedé paralizado en el segundo piso: había olvidado aquella extraña sensación de pesadez. Me di cuenta de que estaba actuando de manera estúpida; tal vez era una trampa, o se trataba de alguien peligroso, y yo estaba yendo directamente hacía allí

No tenía nada para defenderme, pues casi nunca llevaba armas conmigo. Tomé un gran tubo de metal del suelo y lo alcé en alto. Realmente no quería tener que usarlo, pero era mejor prevenir que lamentar. Recorrí el pasillo lentamente, buscando la fuente del sonido. No tuve que esforzarme mucho, pues un golpe en el ático delató la presencia de quien sea que estuviera ahí.

Tal vez debía irme en aquel momento y esperar a Rafa, pero la curiosidad pudo conmigo al final del día.

P.O.V. Rafa.

Arribé al sitio aproximadamente quince minutos después de lo establecido por Pingu, aunque traté de apurarme lo más que pude. Según lo que hablamos, se suponía que me estaría esperando cerca, pero no lo veía por ninguna parte. Revisé en la parte de atrás, nada. Me senté en una pequeña banca ubicada cerca, esperando que apareciera de un momento a otro. Cuando ya me estaba empezando a extrañar, un golpe seco resuena desde dentro de la mansión. Considerando el hecho de que lo llegué a oír desde fuera, fue bastante fuerte. Inmediatamente mi instinto me indicó que algo estaba mal. Levantándome de un salto, crucé casi corriendo el patio y, para no estar lidiando con la maldita puerta, me dispuse a entrar por la ventana. En el momento en que dirigí la mirada hacia abajo para evitar cortarme con los trozos de vidrio, me fijé en un pequeño trozo de tela atascado allí.

Paré por un momento, observando más de cerca. Era obvio que se trataba del abrigo de Pingu, por lo que mi pánico aumentó. Rápidamente saqué mi confiable linterna, iluminando todo lo que podía.

—¿Pingu? —lo llamé, sin respuesta. El eco se hizo presente, cosa extraña notando que habían bastantes muebles cubriendo el espacio vacío.

Comencé a buscarlo por toda la casa, gritando su nombre muy a menudo. En cuanto me aseguré de que no estaba ni por el primer piso ni por el sótano, mi siguiente objetivo fue la segunda planta. Ni siquiera me importó el cambio tan repentino en el ambiente, mi atención estaba totalmente desviada en otra cosa. Asomé la cabeza por todas las habitaciones, pero no había nadie. Ahora lo único que me faltaba revisar era el ático. Salté, alcanzando la cuerda y desplegando la escalera. Sostuve la linterna con la boca, pudiendo subir así más rápido.

Cuando me fijé en el interior de la habitación, estaba...

—¡Pingu!—grité como pude por la sorpresa, aunque sonó algo así como "¡Fingu!"

Mi compañero plumífero se hallaba tirado en el suelo y, a su lado, una silueta enorme. No me lo esperaba en absoluto, fue tanta la impresión que perdí totalmente el equilibrio, di una vuelta en el aire y me estrellé contra el suelo, golpeándome en la nariz.

—¡Agh! ¡Mierda! —llevé mis manos a la zona afectada. La nariz suele ser una parte especialmente sensible en los Yoshi, y un golpe bien asestado puede llegar a a producir mucho... demasiado dolor.

Me levanté apoyándome en la pared, notando como la sangre fluía por uno de mis orificios nasales. Sentía nauseas, ya ni me acordaba qué era lo que hacía en aquel lugar, pero un ruido detrás de mi dijo que tenía que moverme. Aunque tambaleándome, y casi tanteando más que viendo, logré llegar hasta la habitación más cercana. Gracias a la luz de mi linterna todavía en el pasillo, había suficiente iluminación para notar el gigantesco armario a mi derecha. Abrí la puerta y entré, tenía una pequeña franja por la que podía ver al menos un poco.

Unos segundos de inquietud después, se ve cómo la luz parpadea violentamente para proceder a apagarse, dejándome en la completa y más pura oscuridad. No podía pensar; tenía la mente totalmente en blanco, en parte debido al dolor, y en parte a que aún me encontraba aturdido. Casi todo lo que había hecho hasta entonces fue gracias a que mi cuerpo reaccionó más deprisa que mi cerebro.

Traté de mantenerme en silencio, aunque era difícil reprimir los quejidos producto de mi nariz adolorida. Escuchaba pasos cerca de mi posición, y ahí fue cuando la razón fue reemplazada por el miedo: ¿Pingu estaba bien? ¿Quién o qué era lo que me acechaba? Esas eran las preguntas más frecuentes en mi mente, y la primera era la que más me interesaba responder.

Las pisadas se hacían cada vez más cercanas y lentas, dolorosamente lentas, es como si lo hiciera adrede. Realmente no podía hacer nada, pues ni siquiera sabía a lo que me estaba enfrentando, y tampoco estaba muy seguro de querer arriesgarme a averiguarlo. Mientras ocurría esto, mi visión se fue adaptando al ambiente con el tiempo. No era la gran cosa, pero al menos alcanzaba a ver las siluetas.

Estuve así durante un minuto, soportando. En un momento dado, donde parecía que aquel ente estaba a punto de llegar hasta mi, se escucha cómo retrocede y se va del lugar, quedando solo yo y mi respiración agitada. No voy a negar que me alivié por un instante, pero era claro que se trataba de un engaño, tampoco soy ningún estúpido. Me quedé allí un tiempo, esperando a ver que ocurría, hasta que decidí salir y encararlo: necesitaba ver cómo estaba Pingu.

Mientras veía que nadie estuviera fuera, traté de contactarme con la agencia desde mi teléfono. Nuevamente, nada. Es más, ni siquiera encendía por alguna extraña razón. Estaba solo.

Asomé mi cabeza hacia el pasillo, procurando hacer el menor ruido posible (cosa difícil, pues el suelo de madera chirriaba con el menor movimiento). No alcanzaba a ver nada, pero igualmente salí con apuro y subí las escaleras en un santiamén. Ahí seguía mi colega, aún inconsciente.

Corrí hasta él y me agaché a su lado, sacudiéndolo por los hombros.

—Pingu. ¡Pingu! —susurraba lo más fuerte que podía.

Bajé la cabeza, colocándola en su pecho. Respiraba, estaba vivo. De mi boca solo pudo salir el suspiro de alivio, al menos descarté una de las cosas que más me preocupaba. El siguiente paso era salir de allí... de alguna manera.

En aquel instante me percaté de la ventana obstruida por un gran mueble. Se alcanzaba a ver la luz de la luna detrás. Intenté empujarlo, pero casi no pude hacer nada. Sin otra opción, comencé a darle feroces patadas, tratando de desestabilizarlo y liberar nuestra vía de escape.

Un estruendo resonó en el piso de abajo, era como una especie de ¿rugido? Me paralicé un segundo, pero ese precisamente fue el detonante que me llevó a tácticas algo más desesperadas. Cogí impulso y me abalancé contra el mueble. Me hice daño, pero había conseguido tirarlo abajo. Ahora podía ver el resplandor de la luna con más claridad.

Sin embargo, aquello no duro mucho, pues el sonido de la trampilla cerrándose de golpe me distrajo. Allí estaba, y ya no había escapatoria.

Narrador omnisciente

—...Agh... mi cabeza...—susurra un adolorido Pingu, el cual ya se encontraba despertando. No podía recordar muy bien lo ocurrido; únicamente podía pensar en la terrible resaca que sufría en aquellos instantes. El afectado se lleva una aleta a la cabeza, tratando de que la incomodidad y dolor disminuyeran. Mientras hacía esto, se percata de que no traía su clásico gorro de detective. Lentamente se sienta en el suelo y observa a su alrededor, localizando la ubicación de la prenda. Para ese punto, los efectos de la resaca ya habían pasado casi en su totalidad. Sin prestar mucha atención, se extiende para alcanzar su sombrero... pero no pasa nada.

Tantea un par de veces antes de voltearse, ya extrañado por la situación. Su "mano", en vez de hacer contacto con el objeto, lo atraviesa como si de aire mismo se tratara. Impactado, el pingüino intenta realizar la misma acción unas tres veces más, asegurándose de que no era ninguna alucinación.

—¿Qué rayos...? —rápidamente se toca el pecho, comprobando que, al menos, seguía siendo táctil para si mismo. El resto de su ropa también, lo cual era una suerte. Intrigado, se fija en su alrededor; seguía en la mansión... o por lo menos eso parecía. No podía llegar a confirmarlo por completo, pero estaba seguro de así era. En el proceso de análisis, al detective le llama la atención algo situado a su izquierda. Podía ver como una parte de la silueta subía y bajaba: estaba respirando. Luego de unos segundos, Pingu logra reconocer a la criatura tirada en el suelo. Se trataba de...

>>¡Rafa! —grita, exaltado. El ave, ya recuperada por completo, se levanta y llega junto a su compañero. Su plan A era el de intentar despertarlo de una manera gentil, sacudiendo sus hombros y hablándole en voz alta. Sin embargo, el otro no parecía querer recuperar la conciencia pronto. Ni modo, tocaba usar el plan B. Sin mucha ciencia, el ave levanta su aleta y suelta una bofetada que, aunque no tan fuerte, resultó super efectiva.

—¡Agh! ¿Qué sucede? —despierta el contrario, sobresaltado—. ¡¿Pueden dejar de golpearme cada cinco minutos?! espera... ¿Pingu?

—El mismo, colega

El de caparazón intenta levantarse con un rápido movimiento, pero se ve frenado por el repentino dolor de cabeza. Coloca una mano en su frente, sintiendo pinchazos por la zona.

—Wow, wow. Hey, relájate, no lo hagas tan rápido —advierte el pingüino.

—Sí, sí. No ha sido buena idea... —se queja el otro, volviendo a recostarse—. ¿Cómo estás?

—Bien, o al menos eso creo. ¿Tú?

—Algo golpeado, pero el resto igual bien. Me duele todo el cuerpo, menuda paliza...

—Mira, sé que no estás en las mejores condiciones, pero necesitas ver esto.

—¿Qué...?

Antes de que pudiera completar su frase, el contrario se desplaza de lugar e intenta volver a sostener su gorro, obteniendo los mismos resultados que las anteriores veces. El yoshi se queda con la boca abierta, sin poder procesar muy bien lo que acababa de presenciar.

—¿Lo has visto, no? esto es muy extraño... —comenta Pingu, cruzándose de brazos. A pesar de que el ambiente era muy oscuro, alcanzaba a observar algunas cosas. Tal vez por eso era que todo se veía tan... descolorido.

—Ni lo menciones... —habla Rafa, levantándose con cuidado.

—Necesitamos averiguar lo que pasó... de alguna manera... ¿Seguro de que no recuerdas nada?

—Tengo un vago pensamiento relacionado a eso, pero no alcanzo a acordarme del todo; aún sigo mareado y con dolor de nariz. Espera... ¡eso es!

El dinosaurio consigue reconstruir los acontecimientos anteriores y pasa los siguientes dos minutos relatando su versión de los hechos. Al terminar, Pingu se queda pensando durante un instante.

—Bueno, mi historia no es tan diferente —dice, algo distraído—. Para hacerla corta, al llegar a la mansión comencé a escuchar ruidos provenientes del ático y, al intentar investigar, recibí un fuerte golpe en la nuca. Lo único que recuerdo después de eso es despertar en este lugar. Luce como el propio ático, solo que con vibras muy diferentes... y tal vez algo más intangible.

—...Veamos —empieza el contrario al cabo de un rato de silencio—, creo que es evidente el hecho de que quien o... lo que sea que lo hizo, sabía que íbamos a regresar. Probablemente no esperaba que llegáramos por separado, pero ha cumplido su objetivo. Joder, hemos caído redondito.

—Mi culpa, debí salir en cuanto pude. Tú solamente tratabas de ayudarme —se disculpa el pingüino.

El de caparazón suspira de manera profunda; sentía una leve presión en el pecho.

—Seh, pero bueno, ya qué —se cruza de brazos algo contrariado por la situación en la que se encontraban—. ¿Recuerdas a la figura que vimos en el video de evidencia? —pregunta de pronto.

—Sí, cómo podría olvidar... oh —se sorprende el otro, pues no había caído hasta aquel momento.

—¿Es posible que...?

—Sip, es el mismo —lo interrumpe una voz femenina.

Los dos se sobresaltan. Rafa, en un movimiento casi que instintivo, alarga su lengua y atrae una escoba del suelo (que curiosamente funcionó), la atrapa en el aire y apunta con ella a lo que, al parecer, se trataba de una persona real. Por lo que alcanzaban a ver era una chica no tan alta, de cabello negro. Portaba unas gafas y ropa casual con únicamente tonalidades grises.

—¿Quién eres? —decía Rafa, tenso y asqueado a la vez por haber tocado algo del polvoriento suelo con su lengua.

—Wow, calmaos. Soy Lara, aunque todo el mundo me llama Ate. Sois nuevos por aquí, ¿eh?... no sé porqué me hago la sorprendida, todos vimos lo que ocurrió...

—¿A qué te refieres con eso? —cuestiona un ya alterado Pingu.

—Tranqui, tranqui. No quiero que os alarméis. Puedes bajar eso, por cierto. No les voy a hacer nada —señala a Rafa, el cual realiza la acción lenta y desconfiadamente—. Ahora, cómo puedo explicar esto... siguen estando en la mansión, pero del "otro lado."

—¿El otro lado? ¿qué quieres decir?

—Es lo que hace "esa cosa" después de atraparte. Yo no soy la experta aquí pero, resumiendo, nos encontramos en una especie de dimensión espejo, o algo así entendí de Nick... mejor lo llamo, esperen un momento.

Lara se marcha a través de las escaleras. Mientras uno trataba de limpiarse el polvo de la lengua, el otro pensaba en lo que acababa de escuchar.

—¿Dimensión espejo? —lanza la pregunta al aire—, eso significa que...

—Exactamente lo que estás pensando —vuelve a interrumpir una voz, esta vez masculina.

Ambos giran sus cabezas, esta vez sin asustarse. Ahora, en el lugar donde se encontraba Ate unos segundos atrás, se podía ver un chico normal, aunque de aspecto cansado. Al igual que Lara (que estaba posicionada a un costado) vestía un conjunto mayormente oscuro de grises.

—Tú serás Nick, ¿no? —supone Pingu.

—Sí, es realmente obvio —responde el nombrado con tranquilidad—. Pues... ¡bienvenidos! ¿tienen nombres?

Ambos detectives se miran un momento, charlando con la mirada el si deberían fiarse. Al final deciden hacerlo con un asentimiento.

—Yo soy Rafa, mientras que él es Pingu. ¿Ahora, podemos conversar lo importante?

—Sí, sí... verán, según las cosas que he podido investigar, esa figura oscura (a la que llamaremos "K") es una entidad maligna, mucho más que los Boos o casi cualquier otra criatura similar. Cuando K atrapa a sus victimas, es decir, nosotros, nos trae a este lugar, que supongo yo es algo así como una dimensión de bolsillo. El interior de la mansión se conserva en los ambos lados, pero no podemos interactuar con lo que reside en el mundo físico, por decirle así. Por esa razón no puedes tomar tu sombrero, no es originario de este plano —Nick mira fijamente a Pingu.

—¿Cómo sabes...? —pregunta el mencionado—...agh, da igual. ¿Lara, no?

—Sip —afirma la chica.

—...¿A qué te referías con eso de que ya habían visto exactamente lo que ocurrió? —recordó de pronto.

—Oh, cierto —interviene Nick—. Cuando alguien entra en la mansión desde el mundo real, somos capaces de ver su sombra en las paredes. Así que sí, vimos lo que ocurrió de manera indirecta. Solo somos receptores, pues no se aplica al revés.

—Ya, tiene sentido... creo. En fin, ¿cómo volvemos? —cuestiona Rafa, el cual estaba apoyado en la pared.

Lara y Nick se miran con una expresión que claramente dictaba: "¿cómo se lo decimos?"

—Esperen, no me digan que... —el pingüino ya se temía lo peor.

—Si te soy sincero, esta es la parte que más odio —habla Nick, bajando la cabeza—. Desde el primer momento que llegué he intentado...

—Al punto.

—...No podemos —el chico sube la mirada; se veía aún más cansado que antes—. O al menos no hemos encontrado la manera (si es que la hay).

—Diablos... ¿y por qué esa criatura hace lo que hace? ¿en qué lo beneficia? —pregunta Rafa, el cual ya estaba empezando a estresarse.

—Creo que K simplemente disfruta manteniéndonos aquí cautivos...

—Sádico... —susurra Pingu, más que nada para él mismo— ¿Cuánto tiempo llevan aquí?

—No sabemos la cantidad exacta, pero podemos suponer (y con razón) que han sido años —interviene una decaída Lara—. Sin embargo, parece que no existe el tiempo en este lugar, pues ninguno tuvo algún cambio por edad.

—Yo fui el primero en llegar, producto de una estúpida apuesta —comenta con desagrado Nick, el cual ya parecía haberse resignado a la situación.— En cambio, ustedes parecen haber venido por otro motivo. ¿Son detectives, no?

—¿Cómo supiste...? —empieza el pingüino.

—Sus ropas son literalmente el mayor estereotipo de detectives —argumenta el otro.

—A. Pues para que negarlo, sí, has acertado. Agencia Don Pingu y Cía. Nos hallábamos en la investigación de un caso que involucra a una cacatúa, un ajolote y un chaval con una camisa de Venom. ¿Están aquí?

—Oooh, sí, están aquí. Síganme —indica Lara, dirigiéndose hacia las escaleras.

Dinosaurio y pájaro no tuvieron otra opción más que acompañarla. Nick simplemente se quedó inmóvil, observando el exterior a través de la ventana. Así como le había dado la bienvenida a Fafa y Pingu, lo había hecho otra decena de veces, tal vez cientas. Aunque hacía algún tiempo en el que abandonó toda esperanza, fue ahora cuando todo el peso de la situación cayó sobre él, de la misma manera en la que lo haría una viga de metal a un pobre desgraciado sin casco. De todas maneras, no había otra elección más que resignarse, no estaba dispuesto a ceder ante K. Si no lo había hecho antes, no lo iba a hacer ahora ni nunca.

Rafa percibió que, obviando algunos detalles menores, el resto de la mansión se conservaba casi en su totalidad. Pingu se concentraba más en el ambiente, el cual resultaba ser mucho más oscuro, frío y tétrico de lo que jamás llegó a ser. Se notaba que los desafortunados que llegaban al lugar no la pasaban para nada bien. Casi todos aquellos que encontraban por el camino parecían desconectados; algunos miraban el techo, otros andaban en círculos, se susurraban cosas y cuando pasaban por su lado los miraban de reojo, haciendo sentir visiblemente incómodos a ambos detectives. De vez en cuando encontraban a alguna persona que aún conservaba algo de cordura y los saludaba antes de volver a hacer lo que estaba haciendo (que era básicamente nada).

—Definitivamente no es el sitio más agradable del mundo... —se queja el dinosaurio, intentando protegerse de las bajas temperaturas. Sin embargo (y a pesar de que su ropa era de buena calidad), aquel viento gélido penetraba hasta los huesos y, de una manera probablemente literal, el alma. No había mucho que se pudiera hacer si ese era el caso.

—Ni la bienvenida más cálida —complementa Pingu, observando de manera desconfiada a un sujeto que tenía una sonrisa sospechosamente amplia.

—Ese es Bob (o al menos así lo llamamos) —indica Lara al pingüino—. Tranquilo, es realmente inofensivo... o eso creo. Con el tiempo acabas acostumbrada a este tipo de cosas...

—Permíteme dudar. Tal vez el cuerpo acaba por hacerlo, pero la mente se va a quebrar tarde o temprano —comenta Pingu, recordando la expresión de Bob—. ¿Cómo es que Nick y tú siguen siquiera cuerdos?

—Si te soy sincera, no tengo la menor idea. De hecho, me hago la misma pregunta a veces —contesta ella—. Tal vez es el hecho de, no sé, poder hablar con alguien (es lo único que podemos hacer).

—¿Qué cara...? —se sorprende Rafa, sin darse cuenta de que pensaba en voz alta. Había dado un pequeño vistazo al exterior a través de unos agujeros grandes en la pared (que posiblemente eran marcos de ventana en un pasado).

—¿Qué pasa? ¿Qué ves? —cuestiona Pingu extrañado.

Sin mediar alguna palabra, el otro toma la delantera y sale a la entrada exterior mediante las puertas principales.

P.O.V. Pingu.

Sabiendo que aquella actitud no era algo normal en mi compañero, decido adelantarme rápidamente para alcanzarlo. Se encontraba parado en el medio del pasto observando el cielo, embobado. En cuanto lo imité y mi mirada se posó en la zona, entendí su reacción al instante. No sabría muy bien como describir lo que vi en aquel momento, solo podría usar la palabra... abstracto. Se veían miles de figuras cambiantes y parpadeantes. No era producto de ninguna maquinaria infernal, parecía formar parte del propio horizonte.

También me fijé en el pequeño detalle de la ausencia de colores, pues es lógico pensar que un desastre caótico como ese debería ser aún más epiléptico. Fue entonces que me terminé de percatar del hecho de que todo estaba a blanco y negro, no solo el cielo. En un primer momento lo asocié con la falta de luz, pero intuí que debía tratarse de una condición de aquel mundo.

—Seeh... pues bienvenidos, chicos —dice Ate, la cual ya había llegado junto a nosotros—. Os recomiendo que no miréis por demasiado tiempo, termina dando dolor de cabeza —aconseja la chica—.

—Sí, ya lo he notado —responde Rafa tallándose los ojos.

—Si no fuera por el hecho de que estamos atrapados en una dimensión alterna creada por un monstruo sediento de sangre y sufrimiento, al ver esto seguramente pensaría en alguna especie de proyecto artístico bastante peculiar —intervengo, nuevamente copiando a mi compañero en su acción.

—A mi me recuerda a uno de esos... ¿memes MLG, se llamaban? seguro saben de lo que hablo —Rafa toma la palabra nuevamente.

—Uhh... no... —respondemos Lara y yo al mismo tiempo. Era verdad: no teníamos idea.

—Pff, bueno, aprendí bastante del internet en la época que buscaba trabajo —dice con cierto toque de nostalgia—. No estuvo para nada mal. Ahora en cambio, no puedes entrar a Twitter a querer darle los buenos días al mundo sin que te hagan tres hilos acusándote de crímenes en contra la humanidad. Bueno, dejando el tema de lado, ¿dónde están esos tres?

—Eh... —era obvio que Ate no había entendido nada—. La última vez que los vi se marcharon en aquella dirección —la chica señala al frente, donde se podía apreciar un camino de grava, aunque no se distinguía nada más allá.

Es importante aclarar que aquella dimensión parecía que se limitaba única y exclusivamente a la mansión, esto debido a que no existía la calle real ni las demás casas que rodeaban la propiedad real. El paisaje que tenía delante solamente se trataba de una extensión del propio jardín, por lo que el césped estaba igual o más alto que el del mundo real.

>>Sí... no suelo adentrarme mucho por allí, así que creo que no los voy a acompañar.

—Está bien, gracias de todas formas. ¿Listo para el viaje, colega? ¿colega?

No escuchaba, pues aún me hallaba algo aturdido por toda la situación y vagué demasiado en mis pensamientos. Solamente reaccioné cuando Rafa sacudió mi hombro, ya algo preocupado.

—¿Eh? sí, sí. Perdón. Gracias por todo —agradecí también a la chica, la cual solamente asintió con la cabeza—. Bien, ahora sí. Creo que lo mejor es que caminemos rápido, mientras más pronto los encontremos, más pronto estaremos pensando en alguna manera de salir de aquí.

—Lo cual no parece que vaya a ocurrir precisamente rápido... —observa Rafa, viendo como el camino se extendía hasta perderse de la vista—.

Narrador omnisciente.

—¡Les dije que no era buena idea ir a la mansión por Halloween en primer lugar! —se queja el ajolote, caminando por detrás de la fila.

—¿Entonces por qué fuiste con nosotros? —argumenta el otro, yendo adelante.

—...Bien jugado Dan, bien jugado —suspira el contrario, derrotado.

—Tranquilo, Pat. No teníamos manera de saber que ocurriría esto —interviene la cacatúa, caminando por el medio.

—Sí, sí, tienes razón, Changel... lo siento, solo es que estoy estresado...

—Todos lo estamos... aunque a este punto empiezo a creer que ir por este camino tampoco fue algo muy brillante, aquí no parece haber nada.

—Tampoco es que tengamos muchas opciones. Si Ate dijo que llevaba mucho tiempo atrapada, seguramente es porque nunca ha intentado esto. De no encontrar nada interesante, es tan simple como volver sobre nuestros pasos —aclara Dan, caminando un poco más despacio.

—Perfecto, otra caminata de horas y horas —lo celebra Pat de manera irónica.

Los tres jóvenes siguieron a la misma velocidad, más que nada para dejar el trabajo de cortar la hierba a Dan.

—Es sorprendente el hecho de que pueda convocar mi espada incluso en este sitio, sin obviar el que es realmente conveniente —razona mientras se encargaba de "decapitar" a las arbustos que estorbaban el paso.

—¿Y por qué no la usaste para evitar que... esa cosa nos atrapara? —cuestiona Pat, apartando una hierba alta que se había salvado.

—Lo intenté al último momento, pero para ese entonces ya era demasiado tarde.

—Una lástima, la verdad. Oigan, ¿qué es eso? —señala Changel. Había localizado una especie de pilar hecho de roca a la distancia, justo delante de ellos.

—¿Cómo lo viste antes si estoy delante de ti? —se sorprende Dan, alejando un poco la neblina sospechosa y repentina.

—Estoy atento, eso es todo.

Los tres aceleraron el paso, llegando al cabo de unos cuantos segundos. Visto de cerca se notaba que la estructura poseía sus años, aunque resultaba difícil calcularlos con exactitud. La hierba que tanto molestaba se cortaba a su alrededor, formando un extenso círculo de tierra libre, lo cual daba más espacio para poder apreciar el pilar con comodidad.

Tampoco era muy alto, y en su superficie se observaban varios símbolos extraños tallados en la roca.

—No hay más camino —se percata Pat, colocándose de puntillas para poder abarcar más terreno con la mirada—. Esto debe ser el final, más adelante no hay nada más que maleza.

—Veamos, eh... ¿alguno sabe que significan? —pregunta Dan al resto, señalando las marcas con la espada, la cual poseía un ligero brillo propio.

—Ni idea, y, si me permite hablar por él, supongo que Pat tampoco —Changel avanza y se encorva sobre uno particularmente grotesco, extendiendo el brazo—. ¿Tal vez hay que decir alguna palabra o...?

Sus visiones se oscurecieron en el momento exacto en que su mano hizo contacto con la superficie de piedra. La próxima vez que parpadearon, se encontraban en lugar completamente diferente.

—Changel, ¿qué mierda fue lo que hiciste? —cuestiona Pat, perplejo.

—¿Y cómo pretendes que sepa eso? —responde a su vez la ya alterada cacatúa, acomodándose los lentes.

Mientras aquellos dos conversaban, el interés de Dan se posó en el sitio. Desde su posición parecía una habitación hecha del mismo material que el pilar. Olía a humedad y, aunque no se encontraba iluminado, resultaba sencillo poder distinguir las cosas a través de la oscuridad. También hacia frío, pero no era peor que el del campo que pasaron horas recorriendo. Sin previo aviso, el chico siente un escalofrío y gira lentamente la cabeza hasta una zona en concreto. Una figura oscura, alta y delgada se hallaba observándolos.

Ave y dinosaurio avanzaban por el camino en un incómodo silencio, ya que aparte de que no había ningún tema interesante, querían terminar con eso lo más pronto posible. Pingu, el cual iba delante, ya había notado los cortes presentes en las plantas, producto de un posible machete o, en su defecto, cualquier otra herramienta de ese estilo. La ausencia de hierbas que estorbaran les había ahorrado bastante tiempo y, después de unas cuantas horas de caminata relajada ya se podía divisar la construcción de roca a lo lejos.

—¿Y ahora por qué hay tanta niebla de repente? —pregunta Rafa, sorprendido por la aparición de la misma.

—Seguramente es esa cosa de allí, está claro que es importante. Ven, vamos a echar un vistazo —lo apresura Pingu, esta vez corriendo.

Lo que pasa a continuación ya lo hemos visto antes, ¿así que por qué no nos adelantamos hasta la parte interesante?

...

—¿Qué... qué diablos acaba de ocurrir? —se impresiona el de caparazón, con la mano aún extendida.

—Si te soy sincero, no me sorprende —contesta a su lado Pingu, rascándose la cabeza mientras observaba la habitación.

—¿Siquiera parpadeaste?

—Estaría mintiendo si dijera que no me esperaba algo así. Será mejor que nos movamos, este sitio parece... —enmudece a mitad de la oración. Un escalofrío se hizo presente, erizando cada una de sus plumas.

El otro también pareció haber obtenido la misma sensación, pues giró su cabeza exactamente al mismo lugar que lo hizo su compañero. No hace falta decir a quién se encontraron. Ninguno de los dos movió un solo musculo; el ambiente se había vuelto aplastante y tenso en dos segundos.

—Bien, bien. Por fin han llegado —recita la sombra con una voz susurrante, aunque se le entendía perfectamente—. No suelo hablar mucho en este idioma, pero creo que la situación lo amerita.

—¿Eso... eso es bueno o malo? —Rafa tuvo que sacar valor para formular aquella pregunta. K se queda en silencio durante unos segundos, analizándolo.

—Para ustedes, positivo —contesta al final de manera calmada y serena—. No muchos se atreven a adentrarse hasta aquí. Sobre todo ustedes, que me han parecido... interesantes.

—¿Dónde están, eh? —Pingu toma la palabra de una manera un tanto agresiva.

—¿Disculpa?

—Sabes perfectamente a lo que me refiero —se cruza de brazos, desafiante.

—...Eres perspicaz. Por ahora dejémoslo en que han... perdido.

—¿Qué quieres...?

No quiero iniciar una conversación, así que vayamos directamente al grano —interrumpe a Rafa—. Para mi, es costumbre dar una oportunidad de escape a todos los que llegan ante mí. Esto lo hago mediante un pequeño juego, el cual puede variar según sus participantes. En este caso, me parece apropiado una pequeña partida de ajedrez. ¿Qué les parece? el cronómetro no será necesario, será con la mínima presión posible.

—¿Y qué pasaría si llegaramos a perder? —interviene Pingu, el cual aún desconfiaba de las intenciones del espectro (y con razón)

—Simple: me quedaré con sus almas por el resto de la eternidad, y ahí sí que no podrán huir de ninguna manera —responde el contrario de una manera fría y perversa. Los detectives ya sabían lo que había ocurrido con los chicos—. Pueden marcharse si así lo desean, pero esta propuesta no les será concedida nunca más.

—Nunca he sido bueno en ajedrez —dice Rafa, preocupado.

—En ese caso jugaré yo, aunque... quiero hacer una contraoferta —se dirige a la figura, la cual quedó en silencio—. Si yo gano, liberas a todas las personas atrapadas en este sitio, incluyendo las que ya han perdido el desafío. En cambio, si yo fallo... bueno, ya sabes lo que ocurrirá. ¿Qué te parece, eh?

—...¿Y por qué debería tener en cuenta tu propuesta?

—Creo que es justo apostar un todo o nada, al fin y al cabo, dudo que alguien más te haya superado antes, ¿o me equivoco?

El contrario se queda pensando durante un instante.

—Supongo que tienes un punto. De acuerdo, aceptaré tus términos y condiciones. Siéntate y empieza cuando quieras.

—¿Qué...? —el detective se percata de la silla que había aparecido a su lado, y frente a ella la mesa con el respectivo tablero.

Tanto el ave como la entidad toman asiento. Pingu jugaba con blancas, por lo que poseía el primer movimiento, que suele ser el más valioso. Soltó un ligero suspiro de nerviosismo, ya que aunque no era precisamente malo, tampoco podría considerarse como el mejor jugador en la agencia. Tampoco tenía ninguna estrategia en mente, así que simplemente esperó que sus prácticas de niño no hayan sido en vano.

—Sin presiones, ¿eh?

Y dicho esto movió su primer peón.



La partida, al menos hasta ese entonces, estaba resultando bastante igualada, no existía forma de determinar un ganador. Pingu había optado por jugar muy a la defensiva y, gracias a eso, conservaba las piezas más importantes: la dama y el par de torres. El contrario no poseía piezas tan poderosas, pero tenía una mejor estructura, lo cual le complicaba las cosas al pingüino.

—Debo de admitir que eres el mejor jugador que he visto en mucho tiempo, la mayoría no es capaz de iniciar siquiera una apertura decente —lo elogia la entidad.

No hubo respuesta por parte del contrario, pues todas sus neuronas se concentraban en el que sería su próximo movimiento. Su aleta se movía de pieza en pieza, incapaz de tomar una decisión. Al fin y al cabo estaban jugando ajedrez, y una mala jugada le podía costar la partida. Tratando de no imaginar los horrores que seguramente le depararían tanto a él como a Rafa en caso de perder, su mirada se posa en uno de los peones y, después de pensarlo por unos segundos, lo desplaza una casilla delante.

K parecía estar tranquilo, cosa que preocupaba enormemente a Pingu.

—No es mal movimiento, pero había uno mejor —dice de manera relajada, usando su alfil para colocar aún más presión sobre el acorralado rey de las blancas, el cual estaba atrapado en un enroque.

El corazón del pingüino dio un salto. Aunque había logrado prever aquella jugada, no esperaba que se realizara tan pronto. Se secó el sudor de la frente, calmando un poco sus nervios. Podía ver la amenaza del jaque en tan solo dos movimientos, de no hacer algo rápido, sus almas estarían condenadas. Cerró sus ojos, esperando (y deseando) que alguien le dijera lo que tenía que hacer, pero sabía que aquello no ocurriría. Toma un suspiro y analiza el tablero con la mente fría, no estaba dispuesto a perder de esa manera.

Luego de unos cuantos minutos, el detective llega a la conclusión de que no tenía forma de escapar de ese aprieto. A menos que...

—Que sea lo que Dios quiera —piensa mientras mueve su dama al ataque, eliminando a un simple peón negro en el centro.

Incluso K parecía estar sorprendido por aquella jugada tan... extraña, por decirle así. Era obvio que había un truco, pero la expresión casi que perdida de su rival le hizo confiarse. 

—No intentes retrasar lo inevitable —susurra de manera malvada, usando otro peón para arrebatarle a su contrincante la pieza más valiosa. Sin embargo, algo no estaba bien. Los ojos de Pingu se iluminaron y, en un tembloroso y casi que inseguro movimiento de torre, había conseguido el...

—Jaque mate —dice, esta vez con un tono de voz seguro. No se lo podía creer: su trampa había resultado, realmente había ganado.

—¡VAMOOOOOOOOOS! —grita Rafa por lo alto, el cual estuvo callado y tenso por toda la partida.

La entidad se quedó petrificada, parecía querer encontrar algo con lo cual refutar la victoria de su contrincante, pero no pudo. Se había descuidado, y su castigo fue la derrota. 

—Bien hecho. Muy bien hecho —admite, levantándose mientras aplaudía—. Soy alguien de palabra y, por lo tanto, cumpliré con mi parte del trato. Espero volvernos a ver pronto, señor Pingu.

—Yo sinceramente no, pero...

No pudo terminar, pues fue cegado por una brillante luz. Parecía encontrarse nuevamente en la mansión, pero esta vez pudo distinguir el brillo del sol asomándose por detrás del mueble que cubría la ventana del ático. Rafa se hallaba a su lado, anonadado.

Habían varias personas en el lugar, pero las que más llamaron su atención fueron la causa del que tanto él como su compañero estuvieran ahí en primera instancia. Dan, Changel y Pat casi que no se lo podían creer.

—¿Pero qué cara...? —empieza uno.

—Rafa, llama a la agencia y una ambulancia, hay que sacar a todos de aquí —decía al celeste mientras recogía su sombrero, le quitaba algo del polvo y se lo colocaba.

—¿Qué? ¡Oh, sí sí, de inmediato! —reacciona el mencionado mientras busca su teléfono.


—¿Por qué te ofreciste a jugar si todos sabemos que eres malísimo? —pregunta Pat, apoyado en el escritorio.

—Fue un impulso de idiotez, tuvieron que haberme detenido —responde Dan, lamentándose.

—Nah, tampoco lo hiciste tan mal... —Changel recibió miradas de escepticismo de parte de ambos amigos—. De acuerdo, fue terrible, aunque sinceramente dudo que el resultado hubiera sido distinto de jugar Pat o yo.

En eso la puerta se abre, dejando ver a Pingu con una carpeta en sus aletas.

—De acuerdo, ya tenemos sus declaraciones. Son libres de irse.

Los tres se levantan y, en su camino hacia la salida, agradecen nuevamente al detective por haberlos salvado.

—No es nada, solamente es mi trabajo. Ya informamos a su amigo Uzi de la situación, deberían ir a verlo. Ah y antes de que lo olvide, ten.

El ave saca un teléfono de su bolsillo y lo entrega a Pat.

—¡Oh, pensé que ya lo había perdido! —se sorprende, recibiéndolo con una mano.

—Bonnie se tomó la molestia de reparar la pantalla, toda tu información está intacta.

—¡Gracias! oye, Dan, tal vez deberías traer el tuyo.

—Meh, dudo que lo puedan reparar, se cayó de un sexto piso. De todas maneras estoy pensando en comprar otro... —dice pensativo.

—En ese caso, tendrás que ahorrar por seis años para uno siquiera decente —interviene Changel.

—:'v


El pingüino caminaba tranquilamente por el pasillo, buscando un archivador libre. Podía tener la consciencia tranquila, pues todo estaba resuelto. Habían colaborado con las autoridades, acordonando de la mansión Mayor y colocando un cartel que advertía la baja estabilidad de la estructura. Con eso y un poco de ayuda comunitaria, se asegurarían de que nadie vuelva a entrar a la propiedad nunca más.

También habían proporcionado ayuda a todos los afectados y, aunque la recuperación no resultaría sencilla para la mayoría, al menos ya no estaban atrapados en ese mundo de pesadilla. En el proceso se encontró con Ate y Nick, una llorando y el otro mirando el sol con la boca abierta. Ninguno había podido hallar las palabras que expresaran su gratitud y asombro, cosa que el pingüino entendía (se formó una sonrisa en su rostro en cuanto recordó esto).

Tomó un sorbo de su café y echo un vistazo alrededor, encontrando lo que buscaba. Abrió uno de los cajones e introdujo la carpeta con orgullo, esto era otro caso resuelto para la Agencia Don Pingu y Cía.





Fin.




Bien, bien. Perdón por la tardanza, enserio. No pensé que me llevaría tanto tiempo, pero aquí está, espero que las seguramente tres personas que vayan a leer esto les haya gustado. 

Y pensar que tengo que hacer esto cada cierto tiempo... EN QUÉ ME METÍ-

Cameos y apariciones (nuevos):

At3_Tod0rok1-

CreepypasteroRancio

Sí, no son muchos, pero igual me faltaban.

En fin, yo me voy despidiendo, tengo una nominación que hacer. ¡Adiós!

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