Un caso particular. Don Pingu y cía. (Halloween, 2023) (1/2)
"El que se atreve a entrar, siendo el mismo no saldrá."
Esta simple frase se ha caracterizado por tratarse del lema no oficial de la conocida Mansión Mayor por más de una década, y con razón. Muchos testimonios y anécdotas alimentan el aire de misterio que envuelve a la estructura. Cosas como asesinatos, sectas, rituales, secuestros, y varios sucesos más, son los encargados de mantener el ambiente tétrico en sus, literalmente, putrefactos interiores. Aunque claro, seguramente ni la mitad de esa terrible lista ocurrió en verdad. Lo que si es cierto es que su historia es, cuanto menos, extraña.
En su tiempo perteneció a una adinerada familia, los Mayor (vaya apellido). Realmente los historiadores no saben como lograron amasar tal cantidad de fortuna, y los descendientes que quedan se niegan a revelar él éxito de sus antepasados. Se piensa que lo lograron a través de generaciones y generaciones de arduo esfuerzo (y probablemente buena suerte). En aquella época, los constructores trabajaron día y noche, sin descanso (seguramente motivados por un buen incentivo monetario), para que al cabo de un año ya se encontrara lista. Dos pisos más sótano y ático, llenos de inmobiliaria costosísima y, se debe admitir, muy buen gusto para su siglo; la Mansión Mayor rápidamente se convirtió en casi una atracción turística, pues se trataba de la vivienda más lujosa de toda la ciudad.
Sin embargo, con el pasar del tiempo, los vecinos no podían negar que algo extraño estaba ocurriendo dentro de sus muros. Los Mayor, repentinamente, comenzaron a comportarse de manera antipática. Cuando mencionan a una familia millonaria, por lo general, se piensa en personas maleducadas y presumidas (lo cual algunas veces es cierto), pero los Mayor eran la excepción a ese regla (o más bien prejuicio). Amables y carismáticos, se trataba de una familia amada por casi toda la comunidad; podías tener una buena conversación con el señor, mientras que la señora te ofrecía gustosa una taza de té, sin que tú se la hayas pedido. El tema es que, de la noche a la mañana, se volvieron resentidos y amargados. Llegó hasta un punto en el que ni siquiera dejaban salir a los niños, solo se quedaban dentro todo el día haciendo quien sabe que cosa.
Para esto no hay una explicación como tal. Muchos teorizan que tiene algo que ver con las pérdidas económicas que experimentaron por esos años, dejándolos casi en la banca rota. O quizás, al contarla tantas veces, la historia se fue deformando con el paso del tiempo. Tal vez lo que te estoy relatando ni siquiera ocurrió en realidad, o pasó de una manera diferente. Nadie puede saberlo.
El día 31 de octubre, por la tarde, un primo de la mujer Mayor decidió visitarla para ver cómo se encontraba. Tocó tres veces la puerta, pero nadie contestó. Volvió a intentarlo, sin resultados. Intentó mirar por la ventana, solo para encontrarse de frente con la casa totalmente desordenada. Supo que algo estaba mal, por lo que se dirigió inmediatamente a la estación de policía más cercana. Estos, al llegar, no tuvieron otra opción que forzar violentamente la entrada, pues nadie respondía a sus llamados. Al registrar la mansión de arriba a abajo, se dieron cuenta de algo: allí no había nadie.
Sí, desaparecieron. ¿Cómo puede desaparecer una familia entera, en su propia casa? No había testigos visuales que los vieran salir de su propiedad, ni les contaron a nadie nada sobre algún viaje. Las únicas cosas extrañas habían sido sus actitudes erráticas y una ventana rota desde fuera, en el segundo piso. Se interrogaron a los vecinos, se identificaron posibles enemigos, pero no se llegó a nada. Aunque las fuerzas policiales hicieron su mejor esfuerzo, no lograron encontrar ninguna pista de su paradero. Algunos testificaron haber escuchado un grito amortiguado la noche anterior.
Desde entonces, la Mansión Mayor se ha mantenido abandonada. Ninguno de los Mayor actuales han querido hacerle mantenimiento en la ausencia de sus dueños originales, por lo que poco a poco la madera se ha desgastado, dejando la propiedad en un estado deplorable. Así se mantiene hasta el día de hoy.
Ahora tiene la reputación de mansión embrujada. Se dice que si entras totalmente solo, podrás escuchar pasos en el piso de arriba, objetos moviéndose y, en algunos casos, gritos desgarradores provenientes del ático. Sin embargo, si tienes realmente mala suerte, cabe la posibilidad de que, simplemente, no vuelvas a salir. Según la misma leyenda, estas probabilidades aumentan prácticamente hasta el 100% de entrar en la fecha de Halloween, donde desaparecerás sin dejar rastro, justo como la familia que alguna vez habitó allí.
Pero, en fin, ¿hoy en día, quién cree en viejas leyendas?
Narrador omnisciente
Eran las dos de la tarde en Newgrounds City. Hacía un sol apacible y el cielo estaba despejado, el clima perfecto para salir a dar una caminata por el parque. Sin embargo, contrario a eso, no había casi nadie rondando por la calle. Hace unos pocos días se había celebrado Halloween, con lo que las personas aprovecharon para tomarse un respiro y descansar un poco de la rutina.
A pesar de eso, existía un grupo que, simplemente, no se podía permitir uno de esos dichosos descansos. Nos ubicamos en la agencia de detectives semi profesional nombrada como Don Pingu y cía. Uno normalmente pensaría que aquellos representantes de la ley estarían ocupados todo el tiempo, ya sea investigando algún caso, haciendo llamadas importantes o simplemente organizando el papeleo. Nada más lejos de la realidad. Hoy era uno de "esos" días.
—Otra vez, sin nada que hacer... menuda suerte... —decía un yoshi celeste sentado detrás de su escritorio, montando las botas en el mismo. Vestía un traje de detective clásico, con el abrigo café y la corbata negra. Como había terminado todo el trabajo pendiente, no le quedaba de otra que matar el tiempo, con la esperanza de que ocurriera algo interesante de un momento a otro. Saca una pelota de tenis del cajón izquierdo y comienza a rebotarla contra la pared de enfrente, donde quedaba la puerta.
Al cabo de un minuto, un zombi lector de aspecto enojado entra repentinamente. El dinosaurio, que al parecer hacía lo que hacía con los ojos cerrados, impacta la pelota en el periódico, mandándolo a volar. El sonido del papel lo alertó.
—¿Puedes dejar de hacer eso, Rafa? el ruido no deja concentrarme.
—Vaya, lo siento William —comentó el celeste, algo apenado.
El zombi se acomoda los lentes y recoge el periódico del suelo, aplanándolo. Cuando estaba por irse, se detiene dando un suspiro. Dirige la vista a su compañero.
—De hecho, ¿sabes qué? puedes seguir, no te puedo culpar por buscar algo de entretenimiento en un día como este. Puedo continuar en otro sitio... —baja la vista al papel que tenía entre las manos—. ...Por cierto, ¿sabes algo acerca de como hackear el servidor de datos de inteligencia central?
—Eso se lo puedes preguntar a Bonnie. De todas maneras, ¿para que necesitas esa información?
—Crucigrama.
William se marcharía justo después, cerrando la puerta tras él. Rafa se recuesta contra el cómodo espaldar de su silla, ya sin ganas de hacer absolutamente nada. Cierra los ojos durante un segundo...
¡PUM!
El yoshi casi se cae de su sitio por el salto que dio. Se vuelve a sentar y mira quien fue el desquiciado al que se le ocurrió abrir la puerta de esa manera. Ahora, en lugar de un putrefacto zombi, había un pingüino. Su vestimenta era similar a la de Rafa, siendo la única diferencia que usaba una pajarita en vez de corbata.
—Dios santo, Pingu. Casi se me sale el corazón del pecho. ¿No sabes que tocar es de buena educación?
—Sí, lamento eso, pero esto es urgente. Tenemos una situación. Lo mejor será que me acompañes, te lo explicaré por el camino.
—Ah, en ese caso... —el de color celeste toma su sombrero de la mesa y se lo coloca, a la vez que se levanta—. Vamos, no hay tiempo que perder.
Pingu se da la vuelta, marchándose de la habitación. El contrario, luego de tomar unas cuantas cosas más de encima de su escritorio, lo sigue. Salieron a una sala más amplia que su despacho. Era algo así como una oficina compartida, donde el resto de trabajadores hacían, pues, su trabajo, valga la redundancia. Habían unos cuantos sillones repartidos por el sitio, donde la mayoría de sus compañeros se encontraban sentados, algunos revisando sus teléfonos, otros leyendo algún libro o simplemente charlando entre ellos. El sitio parecía el interior de una calabaza gigante: todo estaba decorado con la temática de Halloween. Decidieron dejar la decoración unos cuantos días más para darle algo de personalidad al lugar.
El dinosaurio, luego de saludar a sus compinches con un ligero gesto, se adelanta para alcanzar a su colega plumífero. Este ahora se hallaba avanzando por un pasillo con un paso algo torpe, por lo que Rafa no tarda en colocarse a su lado.
—Muy bien, ¿qué tenemos? —cuestionó.
El pingüino le entrega una carpeta que sacó del interior de su abrigo. Rafa, curioso, la abre un poco y extrae el único papel que contenía. Se trataba de la foto de tres chicos. Uno poseía un abundante pelo negro algo despeinado. Encima de la camisa, llevaba puesto un suéter azul marino con el logo de la araña de Venom remarcado en el centro. Sus pantalones eran negros y traía zapatos deportivos azul oscuro. El otro tenía el aspecto de una cacatúa con lentes redondos. Su plumaje era de un tono cian, mientras que su vestimenta consistía únicamente de una camisa gris con líneas blancas. El último parecía ser un ajolote, llevaba un suéter de tono magenta. Los tres posaban para la foto.
—Dan, Changel y Pat. De izquierda a derecha. Hace media hora, llego este sujeto... Uziel, si no me equivoco, a mi oficina para reportar sus desapariciones. Se supone que ocurrió hace dos noches, justo en Halloween... Se dirigían a la Mansión Mayor, ¿te suena?
—Diablos... según cuentan, es la estructura más paranormal de la ciudad.
—Exacto. La cosa es que Uzi (para abreviar) los iba a acompañar, pero hubo un cambio de planes. Ninguno ha vuelto a casa ni dado señales de vida. Luego te daré a conocer los detalles, pero es vital comenzar a investigar cuanto antes.
—Okey, ¿adónde vamos?
—Primeramente iremos al lugar del crimen (si es que hubo uno), y después, si no podemos llegar a ningún lado, colgaremos algunos carteles por la zona, para ver si alguien los ha visto...
—¿Y qué ocurre con el tal Uzi? ¿Lo vamos a interrogar nuevamente (esta vez conmigo presente)?
—Nah. No te preocupes, he grabado toda la conversación. No hará falta charlar con él dentro de un buen rato. Después te lo enseñaré con calma.
—Bueno, solamente espero que los chavales estén bien... —ya casi estaban fuera de la agencia. El dinosaurio vio a alguien entrando por la puerta: era un conejo animatrónico color azul, bastante alto—. Eh, Bonnie, ¿qué te parece si quedas a cargo mientras estamos fuera?
—De acuerdo, Rafa. ¿No quieres un café? compré dos por accidente... —dijo el contrario, ofreciéndoselo.
—Gracias —el yoshi agarra la bebida y le da un sorbo. Se detiene en el sitio—. ¿Qué es esto? ¿Penguinbucks? cielos, nunca había probado esta combinación.
—Sí, es una nueva. Ahora es bastante popular.
—¿Cuánto costó?
—Meh, no mucho, más o menos...
—Eh, lamento interrumpir su charla, pero creo que tenemos prisa —dijo Pingu, algo impaciente.
—Cierto. Hablaremos después, Bon.
—Vale, buena suerte, chicos.
El dúo, posterior a esa pequeña conversación, salen a la calle. Aunque su destino no quedaba demasiado lejos, decidieron tomar un taxi. Lo mejor era llegar lo más rápido posible, pues en este tipo de casos, el tiempo vale oro.
P.O.V. Rafa
Me bajé del vehículo, justo en frente de la mansión. Aunque ya había pasado cerca un par de veces, nunca me he fijado realmente en su aspecto. Era alta e imponente, repleta de ventanales (la mayoría rotos) en los que, curiosamente, se podía ver muy poco desde fuera. Se encontraba rodeada por una verja negra que acababa en punta lo que, combinado con el estado deplorable en el que se encontraba la estructura, emanaba aquel característico aire de edificación embrujada. A pesar del hecho de que era pleno día, un escalofrío recorrió mi espalda. Nunca me ha gustado este lugar, me da malas vibras.
—Entonces, ¿buscamos algo en especial? —le pregunté a mi colega.
—Pues lo típico; cosas como huellas de zapato o dactilares, tal vez una pertenencia de los muchachos, alguna señal de lucha o forcejeo (esperemos que no) y, en caso fatal, sangre.
—Ya... ¿en el momento del suceso llevaban la misma ropa que en la foto?
—Sí, de hecho. Me la entregó Uziel, pues la había tomado unas horas antes y, a menos que se hayan cambiado, deberían estar igual.
—Muy bien... por cierto, ¿no intentó buscarlos por su propia cuenta?
—Me contó que hizo varios intentos de entrar en la propiedad, pero que, simplemente, no pudo. Es... es complicado. Como dije antes, te mostraré la grabación después.
Asentí. Me acerqué a verja, observando que no tenga ningún tipo de cerradura. Coloqué mi mano en ella y la empujé, impulsándola para que hiciera todo el trabajo por mi. Pingu avanzó hasta mi posición, con lo que procedí a realizar el mismo proceso de antes, pero desde el otro lado. Chirrió de una manera desagradable. Cuando terminé, me di cuenta de que ahora mi mano olía a óxido.
—Puaj, ojalá tengan algún baño donde poder limpiarme —dije, asqueado.
—Nah, del grifo solamente saldría más polvo todavía —comentó de manera sarcástica mi camarada.
Nos dirigimos a la entrada principal. Cruzamos el jardín selvático (en mi caso, el césped me llegaba hasta la cintura), que estaba más o menos despejado por el camino de grava. Finalmente llegamos a la puerta, la cual era más alta de lo que realmente debería ser. La madera de alrededor se estaba pudriendo, fruto de los probablemente cientos de años de descuido.
Mi colega empezó a empujar la puerta, al parecer atascada.
—Ven, échame una aleta...
Me coloqué a su lado y lo volvimos a intentar, esta vez en conjunto. Nada.
—Al parecer necesita un buen toque de aceite...
Seguimos así durante, más o menos, dos minutos. Justo cuando comenzaba a pensar en la idea de colarnos por alguna ventana, intenté halar la puerta. Aunque realmente estaba algo atrofiada, conseguí abrirla casi sin problemas.
—...¿Enserio...? —dijo Pingu—. Agh, no importa. Mejor entremos antes de que me arrepienta de esto... —Accedió a la ex-vivienda, algo molesto por el incidente.
Me sequé el sudor de la cara y, dando un pequeño suspiro, pasé el umbral de la puerta como si mi alma estuviera cruzando al limbo. De inmediato noté la diferencia. Ahí dentro el ambiente era mucho más frío y pesado que en el exterior, tanto que me tambaleé un poco de la impresión.
Después de recuperarme, saqué mi linterna de uno de los bolsillos de la chaqueta y apunté al interior de la mansión. Tenía un aspecto siniestro, casi que en blanco y negro. Por alguna razón, la luz del sol que se filtraba por los ventanales (los cuales no poseían cortinas), no llegaba a entrar totalmente al interior de la estructura, dando aquel resultado. Muy raro, sinceramente.
Pingu, delante mía, encendió la linterna de su teléfono. Estábamos en un pasillo que servía como vestíbulo. Se encontraba repleto de pinturas polvorientas anticuadas para el siglo XXI. Me fijé en uno que mostraba un lago, brillando bajo la luz del sol.
—Encantador...
Mi compañero, mientras tanto, ya estaba indagando en el salón principal. Con lupa en mano, observaba cuidadosamente por cualquier detalle que podría ser útil. Avancé hasta él y comencé a colaborar. Me fijé que, en la alfombra que cubría el suelo, se podían ver ciertas marcas que indicaban la antigua presencia de algún mueble. Ahora que me daba cuenta, el sitio se veía realmente vacío. Eso indicaba que, probablemente, se habían llevado algunos a una nueva locación. ¿Para qué? quien sabe, a lo mejor planeaban mudarse. No lo sé, es una de mis teorías.
En un momento dado, mientras analizaba las dichosas marcas, me di cuenta de un detalle pequeño, casi imperceptible por la oscuridad del lugar. Naturalmente, con tantos años de abandono, el suelo se vería cubierto por una capa de polvo. De reojo, pude ver algo que me interesó.
—¿Ésta... ésta no es una huella? —dije, apuntándola directamente con la luz. Ahora estaba claro; Pingu no usaba calzado, y la pisada no coincidía con mis botas. Dirigí la luz hacia adelante, descubriendo un rastro. De todas las marcas que se alcanzaban a ver, algunas eran del mismo zapato, otras parecían la huella de un ave.
—Parece que van en aquella dirección —notó Pingu. Sin perder ni un solo segundo, empezamos a caminar con cautela. Queríamos intentar escuchar cada mínimo ruido que se produjera en la casa, la cual estaba mortalmente silenciosa. No, en serio, podía estornudar una polilla y ambos le responderíamos "salud".
Rápidamente nos percatamos de una realidad: había huellas por todo el sitio, no era solo una línea recta. Aunque yo personalmente tengo experiencia en este tipo de cosas, nos costó bastante seguir el rastro. Terminamos en las escaleras del segundo piso.
Sinceramente, no tenía mucha confianza en la infraestructura. Sentía que si llegaba a poner un solo pie en el escalón, se iba a desmoronar. Sin embargo, me armé de valor y subí. Otro escalofrío se hizo presente. Parecía que mientras más arriba estuviera, más tenso se ponía el ambiente. El aire, literalmente, pesaba. Pingu también pareció darse cuenta del fenómeno, pues me dedicó una mirada extrañada.
Avanzamos por un pasillo, donde se encontraban todas las habitaciones. Las huellas se veían cada vez más separadas unas de otras, como si hubieran estado alargando sus pasos. Seguimos así hasta que se detuvieron justo en frente de la pared. No fue tan difícil adivinar a donde habían ido a parar, pues justo encima se encontraba la trampilla del ático. Como no quedaba tan alto, un solo salto fue suficiente para alcanzar el hilo. La escalera hizo un ruido estridente al desplegarse.
—Sube tú, a mi se me complicaría un poco... —dijo Pingu.
Me coloqué en posición y ascendí con cuidado. Solo bastó con asomar la cabeza para tener una vista amplia de la habitación. No era tan grande, tenía el tamaño de un cuarto mediano. No habían más que cajas y estantes polvorientos. Sin embargo, al apuntar con mi linterna hasta el fondo, noté un destello en una de las esquinas, al parecer producto de un reflejo. Me tomó un par de segundos darme cuenta de que se trataba: era un teléfono.
P.O.V. Pingu
Ha pasado un día desde que Rafa y yo fuimos a investigar en la Mansión Mayor. Después de nuestro hallazgo (o el de Rafa, más que nada) indagamos un poco más en los demás dormitorios, por el sótano y el resto del ático, pero no encontramos nada más relevante. Me aseguré de tomar unas cuantas fotos de cada lugar (sea importante o no), así como a las huellas que mejor se podían apreciar. Unas horas después, junto a varios integrantes del trabajo, colgamos varios carteles con la fotografía de los chicos por la calle, cerca del sitio, con el objetivo de saber si alguien los había visto momentos antes, pues parecía que lo que sea que hubiera pasado, pasó dentro.
Glamrock Bonnie, nuestro experto en informática (naturalmente), de momento está concentrando sus esfuerzos en intentar descifrar la contraseña del dispositivo móvil. Dudamos que nadie más la conociera excepto el mismo propietario.
De igual manera, para no perder el tiempo mientras esperábamos, intentamos reconstruir los hechos con diversas teorías, utilizando el plano original de la mansión. Creo que no hace falta decir que no progresamos mucho.
Ahora mismo me encuentro sentado en mi oficina, escribiendo en mi libreta todo lo que llevamos hasta ahora. Es obvio que nos falta información, es como intentar completar un rompecabezas sin tener las piezas enteras. Da igual, todavía no ha habido mucho movimiento, no hay casos nuevos. Por ende, puedo enfocarme completa y enteramente en este. En fin... Mientras analizaba la situación, alguien tocó a mi puerta.
—Está abierto... —anuncié.
Observé a mi derecha, donde se encontraba la entrada. Pude ver a Ignacio, el zombi elegante.
—Buenas tardes, señor Pingu. Me he tomado la molesta de venir hasta aquí para informarle que, en un corto plazo de tiempo, hemos recibido múltiples llamadas con relación al caso de la Mansión Mayor.
—¿Sí? —mi atención se desvió totalmente al escuchar las dos últimas palabras—. ¿son conocidos, o solo testigos?
—Al parecer, solo testigos. No son tantas personas. Les sugerimos el hecho de dirigirse a la agencia para tomar sus testimonios y, pues, ya deberían estar en camino.
—Perfecto, gracias Ignacio.
—No hay de qué, caballero —comentó, antes de retirarse.
Me levanté, ansioso. Salí de mi oficina y me dirigí a la recepción, quería recibirlos yo mismo. Me encontré a Rafa bebiendo un café en el camino. Le pedí que me acompañara.
—¿Qué sucede?
—Van a venir algunos testigos del caso de ayer. Necesito que me ayudes a interrogarlos.
—Vaya, parece que te enteras de todo antes que yo —dio otro sorbo a su bebida—. De acuerdo, ¿qué tal si utilizamos mi despacho? es un poco más grande que el tuyo.
—Ta' bien.
Nos quedamos esperando un par de minutos. Finalmente, llegó un grupo de cuatro personas, las cuales entraron casi al mismo tiempo. No hacía falta que les preguntáramos, era obvio que venían por lo que nosotros pensábamos. Dos se veían algo nerviosas, otro preocupado, y el último tranquilo. Les indicamos que nos acompañaran.
Hicimos que tres se sentaran en las sillas fuera de la oficina, esperando. Mientras Rafa salía a buscar otro asiento, le hice un gesto al invitado, sugiriendo que se sentara delante del escritorio.
Procedí a sacar mi bloc de notas del bolsillo, tomé un lápiz de la mesa y miré fijamente a la persona en frente mía. Intentaba encontrar algún signo de culpabilidad en su mirada, pero no hallé nada que atrajera mi atención.
—De acuerdo... ¿cómo se llama? —pregunté, dirigiendo la mirada a mi papel.
—Eh... Un1c09, pero puede llamarme Un1 (si prefiere).
—¿Así se escribe?
—A ver... sip, así mismo.
—Muy bien... ¿usted es algún familiar, conocido...?
—Testigo. Bueno, si se le puede llamar así...
—¿A qué se refiere con eso?
En ese momento llega Rafa. Coloca su silla a mi lado y se integra al interrogatorio.
—Continúe, continúe —incitó a Un1 mientras se sentaba.
—Ok, uh... bueno, si no me equivoco, creo que vi a los chicos de este cartel...—sacó un papel arrugado de su bolsillo y lo aplanó en la mesa. Era uno de los diversos avisos de desaparecidos que colocamos ayer.
—Perfecto. ¿No recuerda si llevaban la misma vestimenta?
—Sí, de hecho.
—Bien, bien. ¿Sería tan amable de, ya sabe, contarnos lo que ocurrió?
—De acuerdo...
>>Era la una de la madrugada. Estábamos en Halloween, y yo llevaba un cosplay de Godzilla bastante bueno (se que no es importante pero tengo que añadirlo sí o sí). Me hallaba caminando por las calles, ya saben, pidiendo dulces (da igual que sea algo de "niños". Además, tenía que celebrar de buena manera la festividad). Entonces, al voltear en una esquina, veo a estos tres sujetos de frente a la Mansión Mayor. Curiosamente, la acera estaba casi vacía en esa ocasión. Realmente es lo normal, a la gente de por aquella zona no les gusta salir.
>>¿Por donde iba? ah, sí. Decidí quedarme cerca, solo para ver que era lo que hacían. Por lo general, no es muy común ver a alguien lo suficientemente valiente para siquiera entrar en el jardín delantero. Yo, personalmente, entré en el primer piso solo una vez y, sinceramente, no fue bonito. Me estoy desviando un poco... eh, esto... ajá, entonces, estos dos —señala a Dan y Changel—parecían entusiasmados, pero el otro —procede a apuntar a Pat— no tenía muchas ganas de estar allí. Se notaba mucho en sus actitudes. Luego, los dos anteriores le dicen algo que no alcancé a escuchar (porque estaba lejos), y este, Pat, parece agarrar confianza. Después de un minuto o dos, los tres entran a la mansión y... ya.
Hubo unos segundos de silencio, rotos por mi compañero.
—¿Eso... es todo?
—Sí, lo es. No lo sé, me pareció que debía compartir la información con ustedes.
—¿No viste a alguien más cerca? ¿Algún sospechoso? —pregunté, en mi afán de encontrar al culpable.
—No, a nadie. Luego de eso me fui de la zona, por lo que realmente no sé que ocurrió con ellos.
—Vale, vale... ¿no hay nadie que pueda confirmar tu presencia en aquel lugar?
—Oh, pues pueden preguntarle a la propia gente del vecindario. Mi traje llamaba la atención, y estoy seguro de que alguno me vio por allí. De todas maneras, les voy a dar mi número, por si es necesario. Eh, ¿tienen un papel o algo?
Después de que el testigo anotara una dirección junto al número telefónico, le dijimos que ya se podía retirar. Aunque la mayor parte de su testimonio no aportaba mucho, el hecho de que Pat se viera algo nervioso podría indicar que sabía, o suponía que pasaría algo. Aunque claro, también podrían ser simplemente los nervios de entrar en lugar como ese, contando con tantas historias raras. Sinceramente, mi reacción no sería muy diferente a la de él.
Luego de aquel mini interrogatorio, venía el siguiente. Este traía una máscara similar a la de un payaso, que curiosamente me resulto algo familiar:
También traía un conjunto de smokin color marrón, acompañado con unos guantes de cirujano.
Antes de que pudiera abrir siquiera la boca, el extraño levantó la mano para interrumpir mi posible comentario.
—Lo siento, pero antes de que diga nada, no, no me puedo quitar la máscara.
—¿Y eso?
—Verá... la respuesta larga: motivos personales que no me digno a contar. Respuesta corta: una apuesta. Debo pasar el resto de la semana con este traje puesto, y si lo consigo me gano un par de billetes.
—¿No puede quitársela y no decir nada?
—Sí, ¿pero entonces donde estaría la gracia?
—Ya veo... ¿y qué pasa si pierde la apuesta?
—Pues tendré que leer una de esas estúpidas historias de PvZ, donde parece que el creador nació al revés y no desarrolló las suficientes neuronas como para pensar y, combinando ese hecho con que posee una extraña obsesión con el girasol, da como resultado un relato horroroso que tendría que estar en un museo de terror por lo malo que es, y aparte de eso, suelen incluir escenas sexuales con self-insert, porque de seguro no tienen ni una pizca de afecto femenino (contando sus madres) en la vida real y por ello tienen que cumplir sus asquerosos fetiches en un libro, DANDO LAS DESCRIPCIONES MÁS HORRIPILANTEMENTE EXACTAS QUE SE LES PUEDAN OCURRIR... y todo eso de principio a fin. Agh, voy a matar a Anima y a Chris...
—Wow wow, eso fue muy basado —dijo Rafa.
—Oookey... ¿su nombre? —pregunté para cambiar el tema, porque sinceramente no le había entendido casi nada.
—PERRMAN. Perdón si me exalté un poco, es que... simplemente no las soporto.
—Ya... ¿usted es un testigo?
—Sí, exacto.
—De acuerdo, puede empezar cuando quiera.
—Muy bien —dio un suspiro y se recostó en la silla—. Veamos...
>>Me encontraba sentado ante mi escritorio, sin hacer nada demasiado importante como para mencionarlo aquí. En un momento, me levanté para buscar algo de agua. Al llegar a la cocina, me fijé en la calle que se podía ver por la ventana, pues vivo literalmente en frente de la Mansión Mayor. Allí habían tres chicos, los cuales parecían querer entrar en el lugar. Verán, yo siempre he tenido la costumbre de ver, más o menos, cuanto tiempo suele soportar la gente dentro de la mansión. Por lo general, suele ser de cinco a diez minutos, y en casos extraños media hora. Con ellos no hice la excepción. Me dirigí a mi computadora y coloqué un cronómetro. Como mi habitación también tiene la vista directa hacia el sitio, podría saber el momento exacto en el que decidieran salir. Sin embargo, aquello nunca ocurrió. No solo no salieron, sino que me pareció haber oído un fuerte golpe varios minutos después. No entró nadie después de ellos, al menos no por la puerta principal. De todas maneras, dudo que haya sido algún loco, pues entonces debería haberse llevado los cuerpos del lugar, y eso llama mucho la atención, me hubiera dado cuenta al instante. Quise entrar solo por curiosidad, pero, si soy sincero, no me apetecía hacerlo en esas condiciones.
Con eso, me quedé aún más confundido. Si lo que decía el testigo era verdad, ¿entonces cómo rayos no nos los encontramos dentro de la mansión? El testimonio anterior nos confirmaba que habían llegado al sitio, eso era seguro. Y ahora, sabíamos que lo que sea que haya ocurrido, fue adentro y jamás salió de allí. Lo extraño era que, en nuestra anterior excursión, habíamos comprobado que solamente habían tres tipos de huellas en el suelo del sitio, y las tres eran precisamente de los desaparecidos. ¿Acaso el culpable había logrado eliminar cualquier rastro de su existencia? No era posible, pues de ser así, también habría borrado las demás. ¿Por qué dejar tanta evidencia?
Mientras pensaba en todo esto, Rafa seguía atendiendo al invitado.
—Muy bien, ¿hay algún número por el que podamos contactarte en caso de ser necesario?
—Claro...
Después de escribir sus datos en el mismo papel que la anterior persona, levantó la cabeza y nos hizo una última pregunta.
—Uh, disculpen, ¿de casualidad no hay algún tipo de recompensa por la información o algo así? Es que estoy muriendo de hambre.
—Creo que en la recepción están regalando algunos chuches, puede pedir unos cuantos y le darán —sugirió Rafa.
—Gracias. Les deseo buena suerte, oficiales.
Perrman se levantó, para posteriormente retirarse. Rafa se encontraba relajado. Yo muy confundido. El dinosaurio procede a salir de la habitación para el encuentro de las dos últimas que faltaban. Al parecer venían juntas.
—Diablos, tengo que tener más sillas a mano... —se quejó, ya que tuvo que ceder su asiento para que las dos pudieran sentarse. Sin más opción, se apoyó en la pared.
—Ah... ¿sus nombres? —cuestioné por tercera vez ese día.
—Valeria —dijo una.
—Natali —agregó la otra.
—Anotado. ¿Ustedes son conocidas, testigas... bueno, perdón, testigos?
—Uhh, conocidas... al menos hace un tiempo... —contestó Valeria.
—¿Disculpa?
—Sí, verá... es... es un tema algo complicado, así que mejor lo dejamos para otra ocasión. ¿Le parece?
—Okey... entonces, ¿tienen algo que contar o solo buscaban información?
—Bueno, realmente no tenemos nada. ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar, de todas formas? —preguntó la chica.
—Pues, eh... no lo sé, es un caso realmente confuso... ¿Ustedes sabían de esto, cierto?
—¿Qué quiere decir?
—Me refiero a la excursión a la Mansión Mayor. Sabían que iban a ir, ¿no?
—Yo nada más, pero mi prima quiso acompañarme hasta aquí —Valeri señaló a su acompañante.
—De acuerdo, me imagino que alguno de ellos te lo habrá contado.
—Pat, fue él. Creo que Changel también me mencionó algo sobre el tema una vez, pero no me acuerdo.
—¿Y Dan?
La chica se quedó callada. Natali me dedicó una mirada que entendí al instante.
—Oh, ese es el asunto complicado. De acuerdo, no lo volveré a mencionar —dije, tratando de calmar las aguas—. Bien, hmm, ¿alguno de ellos actuaba de manera extraña o fuera de lo común cuando conversaste sobre la mansión?
—No, nada. Pat dijo que iba a ser solo para echar un vistazo y ver que era lo que había allí, no era nada del otro mundo.
—¿Solamente eso? ¿no te contó alguna otra cosa?
—Nop. Tampoco creo que hayan usado la excusa de la exploración urbana para, no sé, fugarse o algo así. Ellos simplemente no son así...
—¿Y tú no pensabas ir?
—Oh no, para nada —dijo, moviendo la mano como si quisiera apartar la idea del aire—. Solo... solo me siento extraña sabiendo que están desaparecidos y, pues...
—Lo sé, lo sé... Miren, por ahora no hay mucha información a la mano. Si quieren, pueden anotar en este papel alguna manera de contacto (teléfono, correo, etc) y las mantendremos informadas...
P.O.V. Glamrock Bonnie
Me senté en la silla delante de mi, bebiendo un poco de mi café. Curiosamente, una función especial en mi anatomía me permite tomar líquido sin estropearme. Realmente no tengo idea del como sabe la cafeína, pero me gusta la sensación de energía que da al cabo de unos minutos. En fin. Aunque le había dicho a Pingu que podía llegar a tardar unas horas, el proceso de revelar la contraseña en realidad es mucho más sencillo. Simplemente le dije eso para poder tomarme un tiempo libre (sí, se que está mal, pero necesitaba algo de mantenimiento). Tomé el dispositivo y lo miré atentamente; estaba sucio y tenía la pantalla rota. Lo había recargado anteriormente, por lo que la batería no era un problema. Lo enchufe a un USB, abrí la punta de uno de mis dedos (poseía algunos puertos en ese lugar) y conecté el otro extremo del cable a mi mismo.
De inmediato, comencé a descifrar la clave. Usaba un algoritmo bastante sencillo, el cual no tardó más de un minuto en dar con la respuesta correcta. Rápidamente comencé a indagar en los archivos y programas, buscando algo útil. Al principio no encontré casi nada, solo algunas cosas que me hicieron suponer de quien era el teléfono en realidad: Pat. Finalmente, hallé algo... interesante.
Mi atención se desvió en dos cosas: un video, y una anotación. Decidí ver el primero.
La fecha registrada era del mismo día en el que desaparecieron: el 31 de octubre. Lo reproduje...
. . .
Podía ver la Mansión Mayor de frente. El ángulo la beneficiaba: se podía apreciar toda su magnitud y, en otros tiempos, majestuosidad. La luna llena brillaba con fuerza detrás de la estructura, como si se tratara de un gran fantasma emergiendo de esta, iluminando incluso más que los faroles de la calle. El sonido indicaba que existía una corriente de viento bastante fuerte, lo que de seguro daba una ambientación espectacular. Me fijé en que a la derecha se asomaba una persona de espalda, recortada por el borde del celular.
—Finalmente... la Mansión Mayor —dijo.
—Espero que valga la pena, me duelen las piernas de tanta caminata. ¿Por qué tuvimos que venir a un sitio tan alejado? —se quejó otro, al parecer fuera de cámara.
—Pues porque ESTE es el sitio perfecto. Además, estamos en Halloween, podemos hacer algo más interesante que simplemente quedarnos en casa y ver una película de terror. ¿Tú que opinas, Pat?
—No lo sé, Dan. He escuchado bastantes cosas sobre este lugar, y no creo que sea precisamente correcto entrar —respondió el que sujetaba el teléfono.
—Nah, no te preocupes, eso solo lo hará más emocionante. Por cierto, gracias por ofrecer tu teléfono para grabar, usaría el mío, pero ya sabes lo que pasó...
—Sip, una lástima, al igual que el hecho de que Uzi no haya podido venir. De todas maneras, ¿me repites el por qué vamos a grabar nuestra exploración urbana? ¿acaso lo vas a subir a tu canal de YouTube o...? —preguntó, supongo yo, Changel (que aunque no se podía ver, era obvio que se trataba de él).
—No (por ahora no lo tengo pensado). Es para recordar nuestro logro, ya sabes.
—Claaaro...
—Ahora que me lo pregunto: ¿si nos colamos, sería allanamiento de morada? —cuestionó nuevamente Pat.
—A ver... —empezó Changel—, técnicamente sí, pero realmente a nadie le va a importar. La gente suele meterse todo el tiempo, sería inútil intentar detenerlos a todos. De hecho, me sorprende que esto no se haya convertido ya en una atracción turística, como un tour o algo así.
—Sí, ahora que lo dices, tienes razón. Eso es, cuanto menos... extraño.
Se quedaron callados unos cuantos segundos, en los que, supongo yo, simplemente apreciaban la vista.
—Muy bien, ahora sí, ¿alguno sabe cómo vamos a entrar? —preguntó Dan.
—¿Qué tal si sencillamente abrimos la reja y pasamos? —sugirió el pájaro.
—No creo que sea tan simple como...
Pat, todavía sujetando el teléfono, se acerca y, tal como dijo Changel, abre la reja de manera sencilla.
—¿Decías?
—Oh. Pensé que tendríamos que entrar a lo Outlast o algo parecido.
—Parece que tenías razón, Changel. A nadie le interesa esto —dijo Pat, ahora apuntando directamente al amigo mencionado.
—Ja, siempre la tengo.
—Bueno... —apuntó nuevamente la cámara hacia adelante, dando un aspecto dramático a la mansión—. Aquí vamos...
Hubo un corte en aquel momento. En la escena siguiente, los chicos ya habían entrado como tal. Pat usaba la linterna de su propio teléfono al igual que Changel. Dan, en cambio, tenía una linterna.
—Muy bien, ya estamos. Se ve exactamente como me la imaginaba: espantosa —se oyó la voz del ajolote.
—La verdad es que sí. Se nota que este lugar vio mejores días... —comentó Changel, el cual estaba viendo uno de los diversos cuadros que colgaban en las paredes.
—Lo que a mi me impresiona es el cómo todavía no se ha caído en pedazos, desde fuera se nota que la madera está super podrida —agregó Dan.
Lo que sigue a continuación no es muy interesante, solo ellos explorando el resto de la vivienda. Lo único extraño que llegué a notar fue una sombra fuera de lugar. Aunque tan solo se veía por un segundo, no había nada (al menos en cámara) que pueda llegar a formar una silueta así, ni si quiera los propios muchachos.
Después de dar una vuelta completa por el primer piso, deciden adentrarse al segundo. Por la respiración entrecortada de Pat, y por lo que me había contado mi amigo Rafa, pude llegar a la conclusión de que habían sentido el peso del ambiente en aquel momento. Esta vez andaban mucho más callados, como si inconscientemente estuvieran preparados para cualquier cosa.
—¿No se sienten... observados? —cuestionó Changel, que iba delante con Dan. La mirada que le dedicó este último lo decía todo.
Avanzaron, cada vez más deprisa, sin detenerse para revisar las habitaciones a sus costados. Se escuchó un ruido fuerte detrás y, al voltear Pat, se puede ver por casi nada la sombra en la pared de algo enorme subiendo por la escalera. El video se corta en aquel instante.
. . .
Wow... eso fue... realmente no sé cómo describirlo, me tomó totalmente por sorpresa. Ocupé un momento para analizar la situación. Cuando estuve listo, abrí el archivo de notas. Tan sólo contenía dos palabras, dos míseras palabras:
"Estamos atrapados"
P.O.V. Pingu
Sinceramente, no sé cuanto tiempo pasé en mi oficina, pensando. Tal vez fueron minutos, tal vez horas. Este caso en particular... es muy extraño. Soy alguien que no se suele rendir, y esta no iba a ser la excepción. Quizás lo que necesitaba era un café.
Me levanté, dando un bostezo. Recorrí toda la agencia, sin prestar mucha atención a lo que hacían los demás. Cuando estaba por llegar a la salida, escuché la conocida voz de Bonnie detrás.
—¡Eh! ¡Pingu, espera! —decía, apurando el paso para alcanzarme.
—¡Bonnie! ¿Qué suce...?
—Desencripté la contraseña del teléfono y... tienes que ver esto.
Parecía algo alterado. Decidí acompañarlo, mi bebida podía esperar.
. . .
...Definitivamente estoy perdido. Rafa se encuentra ahora mismo viendo el video evidencia, ya lo hemos almacenado en otra parte, por si las dudas. Repasé todo lo que tenemos hasta ahora, sin lograr llegar a una conclusión. Nada tenía sentido, ¿si haces desaparecer a tres personas, por qué dejar el teléfono en el sitio? ¿por qué dejar huellas? ¿POR QUÉ DEJAR SIQUIERA EVIDIENCIA ALGUNA?
Tan solo tengo una teoría, la cual todavía no me convence mucho, pero no hay nada mejor.
Tal vez, y solo tal vez, no estemos tratando con alguien...
...sino con "algo".
Fin de la parte 1.
Heeeeeyyy, ¿qué tal? espero les haya gustado (al menos esta primera parte), lamento la demora, pero entre los estudios y el vicio que tengo con el TBOI me atrasé bastante. Da igual, mejor tarde que nunca, ¿no? (miren nada más esta run, soy un crack)
No sé cuando subiré la segunda parte, no se preocupen, no será el próximo Halloween (podía hacerlo todo en un one-shoot, pero el especial vendría a salir para navidad).
Quería agradecerle a PrimaYoshi128 por permitirme usar sus personajes (y su mundo, en realidad) para la realización de este pequeño proyecto. Pueden imaginarlo como un canon diferente, en un universo distinto.
Aquí toda la gente a la que se le realizó alguna mención o cameo:
Probablemente agregue a varios más en la segunda parte. Sin nada más que decir, recuerden tomar agua (jaja frase robada) y nos veremos luego, adiós.
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