2. 100 sentadillas
Cada vez que escuchaba de él Nico no podía evitar compararse, pero era muy diferente a él. Baisylav era como una gota de agua, Nico de fango. Baisylav no era solo el heredero de una familia importante, también era brillante, audaz, todo lo bueno en el diccionario, ni siquiera fingiendo podría llegar a ser tan bueno como él, ni aunque robara la vida de otro Nico podría ser ni siquiera la sombra de Baisylav. Él lo era todo. Nico nada. Desde que lo conoció sus pensamientos se veían llenos por él, a menudo imaginaba algo, cualquier cosa, que era su amigo, su hermano, su amante, incluso formas de conocerlo: estaba el típico encuentro en una cafetería, una conveniente caída o que por algún milagro pudiera asistir a las mismas clases que él, aunque era becado y eso era imposible; a lo mejor esos pensamientos eran extraños, aterradores, tal vez, pero cuando pensaba en él, en estar a su lado, se sentía pleno, como si Baisylav fuera aquella parte que le faltara a su alma.
No quería su dinero, no quería su poder, tan solo añoraba con que lo mirara una sola vez. En su imaginación cuando estaba con Baisylav era porque estaba a su altura. Por fin era lo que siempre quiso ser. Seguiría refugiándose en su imaginación, si ahí podía ser lo que deseaba, seguiría soñando, imaginando, observando, hasta que por fin la fantasía fuera realidad.
El despertador de Nico lo hizo morder la almohada, quería dormir más tiempo, dormir tanto que lo confundieran con un muerto y lo dejaran en un agujero del cual nunca podría salir, pero no podía, las tutorías con Izan eran esa mañana y esperaba de todo corazón que fuera el mejor tutor, y que así lo ayudará a ser el mejor alumno, con ello podría sentirse un poco merecedor de estar compartiendo aire con todas las personas maravillosas que habitan el mundo, pero se consolaba en el hecho de que por cada persona maravillosa habían 100 estorbos, tal y como lo era él, robando oxigeno, espacio y recursos. Era un egoísta de mierda, demasiado cobarde como para realmente suicidarse y demasiado estúpido como para saber cómo cambiar su vida, y a si mismo. Nico hundió su rostro contra la almohada, si tan solo él no hubiera desperdiciado sus veinte años de vida y de alguna manera se hubiese dedicado a desarrollar algún talento o a estudiar más podría ser menos inútil, habían cientos de personas que a su edad ya tenían una fortuna acumulada solo por posar frente a una cámara con poca ropa, también habían artistas de su edad, cantantes e incluso empresarios, todos con increíbles historias, algunos tuvieron que recorrer un camino muy difícil y doloroso, sin apoyo, sin recursos, todo lo que tenían era una idea y la gran convicción de hacerla realidad, entonces...¿Por qué Nico no podía hacer lo mismo? Él tenía el apoyo y la red de seguridad necesaria, sabía que si se le ocurría una idea de negocio sus padres venderían la finca de ser necesario para financiarlo y ayudar a que cumpliera su sueño, pero Nico era demasiado estúpido como para pensar en una idea realmente lucrativa/funcional y demasiado cobarde como para arriesgarse a fracasar, Nico no podía darse el lujo de hacerlo, más si los recursos derivaban de la única posesión de sus padres: la finca. Después de analizar un poco sus opciones Nico se puso de pie y lentamente camino hacía la cocina, y tomó un vaso de agua, casi se atraganta cuando vio el calendario y noto que decía "Martes 1/0", Nico dio un salto de alegría, ¡Ese día podía comer! Había construido un horario muy estricto el cual seguía sin rechistar.
Lunes: 0/0 (No comer y únicamente tomar líquidos)
Martes: 1/0 (Nico tenía el derecho de comer solo una vez al día)
Miércoles: 1/0 (Nico tenía el derecho de comer solo una vez al día)
Jueves: 0/0 (No comer y únicamente tomar líquidos)
Viernes: 1/0 (Nico tenía el derecho de comer solo una vez al día)
Sábado: 2/0 (Nico tenía el derecho de comer dos veces al día)
Domingo: 0/0 (No comer y únicamente tomar líquidos)
Con alegría Nico abrió el refrigerador y saco una manzana, la partió por la mitad y guardo la otra mitad en el congelador, con cuidado se sentó y devoro feliz su media manzana, y su vaso de agua, contaba las veces que masticaba, debía masticar 21 veces antes de tragar cualquier cosa solida y debía mantener cualquier cosa liquida por siete segundos en su boca, así se tardaba más en comer y por ello podía crearse así mismo la ilusión de haber devorado un festín, aunque en realidad Nico odiaba la manzana, su sabor, su textura, todo en esa fruta le daba asco. Comía cosas que no le gustaban, así no quería comer tanto y le repulsaba tener que hacerlo, pero a veces sentía tanta hambre, tanta hambre que sentía como si sus intestinos se estuvieran desgarrando por dentro, luego venían los atracones, bocado tras bocado llenaba su boca hasta que no podía respirar y entonces era momento de vomitar. Nico comprendió que si se vomitaba justo después de comer no era doloroso y las arcadas eran más suaves.
Al terminar Nico se puso de pie y en medio de la sala comenzó a hacer sentadillas, tenía la costumbre de hacer 100 sentadillas tras comer algo, cualquier cosa, incluso media manzana ameritaba las 100 sentadillas, la idea no era perder peso, era sentirse mal y cansado, así, mediante el dolor físico compensar sus grandes fallas hacía sus padres. Ya llevaba la sentadilla 87 cuando sintió que no podía más y a la hora de bajar termino derrumbándose contra el suelo, su rostro impacto la baldosa manchada con rayas grises, negras y marrones, por un momento se quedó allí, encorvado, sus piernas dobladas, con sus manos apretando su estomago plano y la vista clavada en las deprimentes rayas, ¿Por qué hacía todo eso? A Nico le gustaba imaginarse así mismo en un escenario golpeando sus manos contra un pulpito mientras despotricaba en contra de la industria de la moda por sus estándares inalcanzables, diciendo que todo era culpa del sistema y los estándares de belleza, se imaginaba temblando de indignación y llorando en algunas partes, Nico estaría contando su "historia", como empezó un trastorno alimenticio tras otro por culpa del acoso de sus compañeros de clase por su gordura, quería gritar a los cuatro vientos como los comentarios y las miradas asqueadas le jodieron la vida, pero lo cierto es que sus compañeros del bachillerato eran unos santos, al menos en su mayoría, siempre estaban los comentarios malos, pero la vida de Nico no era película para adolescentes, en su escuela no se toleraba el acoso, incluso sus compañeros terminaban gritándole a todo pulmón a quien le hubiera dicho algo para herirlo, en una ocasión un profesor intervino ante el acoso y prácticamente le grito por 10 minutos al idiota que decidió jugar al torturador, quien luego se calmo y se disculpo. Puede que el victimario fuera así por la mala vida familiar, pero si algo tenían todos muy claro en aquél escuela es que tener un pasado de mierda no es excusa para ser una mierda de persona y sí se estaba viviendo en una situación de abuso solo se le debía hablar a un profesor, y él iría con la policía a una visita sorpresa al hogar del victimario, en su pueblo no se andaban con tonterías.
Lo cierto es que en si no tenía una excusa para ser así y eso lo mataba, quería, no necesitaba una excusa, algo con lo cual explicar su falta de ganas de vivir. No tenía nada que excusara su forma de ser y hasta su decimo cumpleaños ni siquiera pensaba regularmente en el suicidio, solo un gran historial de decepciones y en general, un gran sentimiento de culpa por no ser justo lo que merecían de él. Durante toda su vida Nico pensó que estaba destinado a la grandeza, tenía todo lo necesario para hacerlo...y aunque sonara patético que se sumergiera en sus fracasos, sentía la necesidad de ser castigado por ello, de dejar de respirar y solo llorar. Simplemente no tenía excusas, ni siquiera sabía porque solía llorar hasta no respirar más, solo lo hacía, sin saber bien la razón y mucho menos el por qué, aunque ambos podían tener la misma respuesta. A menudo fantaseaba con que algo realmente le pasara para poder sentarse en su gordo trasero y tener una excusa para ir a su propio ritmo, el mundo se movía tan rápido que Nico no entendía nada.
Respiro profundo y colocando sus brazos sobre la baldosa tomo impulso y se puso de pie, al instante el mareo lo arrollo como el auto de un hombre sin frenos, borracho y con una descarga de metanfetamina, mariguana, adrenalina y drogas desconocidas en las venas. Casi volvió a caer, pero se aferro con fuerza a la pared de color blanco y al mirar el reloj se dio cuenta de que faltaban 30 minutos para el inicio de la tutoría, el muchacho corrió hacia el baño y se desnudo rápidamente, tirando la ropa en la canasta verde, luego la lavaría en la noche, Nico dejó que el agua fría le calará los huesos mientras esparcía el jabón por todo el cuerpo.
Al terminar de bañarse tomó una toalla y cubrió su cuerpo, pero antes de salir se miró al espejo, faltaba poco para que llegará a su peso limite y Nico ya veía los resultados, le gustaba ver las costillas sobresalientes y las clavículas tan marcadas, le faltaba un poco más, quizás siete kilos más para que los huesos de su columna se notaran con claridad y las costillas se le notarán aún más. Estaba ojeroso, muy ojeroso, a lo mejor no tanto por la falta de alimentación sino por su falta de sueño, resumida en acostarse a la medianoche estudiando y despertarse a las cuatro de la mañana para ir a tutorías.
Se vistió con sus clásicos suéteres que ahora le quedaban como vestidos, le daba gracia que aunque su mamá le aconsejara no comprar pantalones elásticos estos fueran su salvación, ya que se adaptaban a la nueva forma de su cuerpo, todavía era un misterio para Nico que pese a su perdida peso tuviera los muslos gruesos, no tanto como antes, pero si lo suficiente como para causar envidia en algunas de sus compañeras.
Nico también mentía, mentía mucho, mentía sobre su pasado, sobre el lugar en el que vivía o si había comido o no, aunque en general no mentía sobre lo ultimo, el chico debía admitir que le gustaba la atención y preocupación que mostraban las personas al enterarse de que no había comido en tres días o desde el sábado, también le gustaba la atención, a Nico le gustaba ver los rostros de horror y verlos correr hacía la tienda más cercana para comprarle algo de comer, cosa que Nico siempre rechazaba y cuando no podía rechazarlo terminaba regalándolo a cualquier persona sin hogar que se cruzará en su camino, pero sobre todo a los perritos, ellos merecían comer, no él, ellos sí, con su mera existencia provocaban alegría y serenidad, ellos tenían un propósito, no como él, cuyo mayor logró fue nacer y eso que ni siquiera se le podía atribuir porque nació por cesaría. Debía admitir que también le resultaba sumamente satisfactorio sentirse débil y que alguien deseara protegerlo, brindarle algo de apoyo.
También mentía sobre otras cosas un poco más graves, decía que no comía porque no tenía dinero, aunque en sí era cierto, no era su dinero, era el de sus padres, asimismo comentaba que su casa quedaba a media hora de la universidad, cuando en realidad quedaba a cinco minutos a pie, esta ultima mentira la dijo por recomendación de sus padres, ya que al vivir tan cerca de la universidad podría volverse objetivo de sus compañeros para usar su casa como punto de encuentro involuntario. Mentía sobre otras cosas, en realidad, mentía siempre, los rollos en su vientre lo confirmaban.
El sol a penas estaba saliendo y las calles estaban vacías, la basura se extendía por todo el parque cerca de la universidad. Caminaba rápido, tenía sueño y quería comer, pero ninguna de las dos opciones era realmente una opción, a su mente llego la idea de saltarse las tutorías por ese día y regresar a casa para comer algunos plátanos con queso, algo que tenía en el refrigerador y aunque Nico odiaba los plátanos no tenía opción, no podía ir a la tienda, a esa hora todo estaba cerrado y no quería gastar dinero, no en él. Casi desistió de las clases cuando recordó la viscosa sensación del plátano bajando por su garganta, eso casi lo hace vomitar, la arcada lo hizo doblarse sobre si mismo y casi caer, pero se recupero con rapidez y fue en dirección a la universidad. Llegó primero a la tutoría, incluso antes que su tutor, eso no le gusto, le parecía de mala educación hacer eso.
El joven saco su teléfono y miro sus notificaciones un rato, pero al ver que su tutor tardaba tanto se dedico a borrar toda su información personal, planeaba venderlo para obtener más dinero para sus padres, tenía un teléfono de repuesto, pero era tan viejo que solo servía para llamadas, eso le pareció suficiente.
Ya eran las 6:44 am cuando Nico comenzó a preocuparse, ¿Y si su tutor no venía? ¿Qué haría entonces? No podía quedarse sin hacer nada, el hambre llegaría a él de forma inevitable ¡Era inaudito tal irresponsabilidad! Medito en sus opciones y se dio cuenta de que podía ir a "visitar" —vigilar—a los estudiantes de diseño de moda, le fascinaba verlos, todos tan bien vestidos, tan elegantes, nada vulgar, telas hermosas y caras, con accesorios preciosos, para Nico era un deleite mirarlos, ellos tenían un propósito, se veían bien y creaban cosas hermosas, él deseaba ser así, verse bien y crear cosas hermosas, cuando los veía se daba el lujo de imaginarse ser ellos, ser hermoso y crear cosas hermosas. Se levanto y tomo su mochila en brazos, estaba listo para irse cuando la puerta fue abierta de par en par por un muchacho que hizo que Nico soltará su bolso del susto.
Era gigante, alto, demasiado que a penas si podía pasar debajo del marco sin golpearse, pero Nico sonrió con emoción al notar su vestimenta y a juzgar por ella debía ser uno de los estudiantes de diseño de moda, su vestuario era singular, pero elegante, con un contraste de colores simplemente fascinante. El muchacho miró a Nico hacía abajo y Nico pudo percibir una mirada de enojo en sus ojos. Levanto su mochila y extendió su mano en un gesto de saludo.
— ¡Hola soy...! — pero el muchacho le lanzó una mirada furiosa interrumpiendo su saludo y haciendo que Nico dejará de sonreír.
— ¿Tienes idea de que maldita hora es? ¿Por qué hijueputas pediste la tutoría a esta hora?
— Lo siento...yo...— el muchacho lo empujo con fuerza, entrando en el salón.
— No importa, mirá, entiendo que no tengas idea de dónde estás parado, pero al menos sé un poco considerado y piensa en los demás, nosotros sí queremos dormir — el muchacho entro en el salón y se sentó en el lugar del profesor, colocando sus largas piernas sobre la mesa. Nico bajo la mirada al sentir los ojos oscuros del muchacho mirándolo de pies a cabeza, sintió sus mejillas sonrojarse, él se vestía como un abuelito de 60 años, nada a la moda y el chico debía pensar que era una abominación visual — ¿Qué? ¿Te vas a quedar ahí parado sin decir nada?
Nico se acercó y saco su cuaderno, pero estaba tan apenado que no podía parar de temblar de vergüenza, de haber sabido que provocaba tantos problemas no habría pedido la tutoría.
— ¿Por qué tiemblas? — una punzada de nerviosismo recorrió todo el cuerpo de Nico.
— No estoy temblando — fue lo único que pudo responder en un susurro.
Casi gritó cuando el muchacho lo tomó de la mano y la levantó, demostrando como las puntas de sus dedos se movían sin control.
— ¿Y esto? Yo creo que sí.
— Lo siento, es solo...un reflejo.
— ¿Un reflejo de qué?
Apartó su mano con rapidez, ocultándola detrás de su espalda, usualmente le gustaba presumir de sus cicatrices, pero necesitaba estudiar, no causar lástima, intentó sonreír y presentarse, pero supuso que una sonrisa solo haría enojar más a a su tutor.
— Mucho gusto, soy Nicoló Velásquez, pero puedes llamarme Nico, un gusto.
— Soy Izan Kurylenko — el tutor hizo una mueca —, ¿Es enserio? ¿"Nicoló"? ¡Antes no te pusieron "Mí Colon"! Dime la verdad, ¿Tus padres te odian? — el chico bajo la cabeza avergonzado.
— ¡No! ¡Claro que no! Me pusieron ese nombre en honor a un misionero que fue al pueblo en el que nací, sólo eso.
— Como sea — Izan se dio la vuelta y reviso sus apuntes, con un claro gesto de decepción —, te informo que a partir de los 21 te puedes cambiar el nombre.
Nico miró sus zapatos, completamente avergonzado, hasta el momento su nombre le había parecido de lo más bonito desde que los continentes se fusionaron y se convirtieron en países no era raro encontrar a personas con una gran variedad de nombres de orígenes distintos pero Nico nunca se había sentido tan mal por tener su nombre, no hasta la llegada de Izan.
— Gracias, lo tendré en cuenta — miró con atención a Izan, era simplemente sorprendente y a Nico le gustaba mucho lo sorprendente, un pequeño deseo de querer abrazarlo sentir el suave textil de su tela de impregnó en él, pero también quería recostar su cabeza en las trenzas de Izan, debía ser difícil trenzar un afro como el de Izan, tenía el vago recuerdo de haberlo visto antes, con su gran afro negro, tan elegante como siempre, pero ahora tenía algunas zonas del cabello difuminadas en rojo. Sonrió fascinado, le encantaba todo lo físico de Izan, le encantaba Izan y no lo ponía a temblar de celos como Baisylav, solo de miedo — ¿Qué carrera estudias? — Nico ya sospechaba de que Izan era un estudiante de moda, pero quería confirmarlo.
— Hago una licenciatura de "No te importa", en la carrera de "Métete en tus asuntos" — Izan sonrió mostrando una dentadura perfecta, pero a Nico no le gustó nada la sonrisa sarcástica del muchacho —. Bien, dime, ¿Cuáles son tus dudas? — Nico las señaló con el dedo sin decir nada y al instante supo que sus tutorías con Izan no serían fáciles — ¿Enserio tienes problemas con ese tema? Dime la verdad, ¿Sos o te haces?
Nico se encogió en su asiento, conteniendo las ganas de llorar, eso era algo que ya sabía, que era estúpido.
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