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Prólogo

Un día corriente en la base de los Blackbulls, el bullicio y algarabía eran la melodía cotidiana que llenaba el aire, como un enjambre de abejas inquietas. Sin embargo, la normalidad se desgarró con un llamado repentino que perforó los tímpanos del capitán, alterando el curso del destino para un joven de cabellos cenizos quien se encontraba inmerso en su rutina de entrenamientos matutinos.

— Oye, idiota —la interrupción del capitán resonó abruptamente, cual trueno inesperado que rompe la calma de una tarde serena—. Te busca el Rey Mago.

— Capitán, Ya... —Asta intentó articular, pero sus palabras quedaron atrapadas en el vórtice de la interrupción. El capitán, con su característico estilo, agarró la cabeza del joven como si fuera una pieza de ajedrez y lo lanzó cual proyectil a través de un portal, cortesía de Finral.

Asta se vio transportado velozmente, como hojas llevadas por el viento de un otoño mágico, sintiendo la energía densa a su alrededor, como una marea inescrutable que lo envolvía en su abrazo místico.

— ¿Qué tan grande es la amenaza?

— No te sabría decir con certeza.

— El portal es muy denso, según los reportes del País del Sol. Es imposible atravesarlo, este ataca cuando se acercan.

— ¡Que solucionen ellos sus problemas!

— Nosotros les debemos un favor, de no ser por ellos no habríamos derrotado a Lucius.

— Además esa amenaza puede llegar hasta acá, el reino del trébol.

— Solo Asta nos puede ayudar con su antimagia.

— Ciertamente.

— Esperamos su llegada.

— No debe de tardar demasiado, hace unos cinco minutos que le mandamos el aviso a Yami.

El actual rey mago, Fuegoleón estaba sentado en su imponente oficina, discutiendo asuntos importantes con algunos de los capitanes de las órdenes de caballería, mientras esperaban la llegada de Asta. El ambiente estaba pesado cargado de tensión, y los murmullos de las conversaciones llenaban la estancia con una atmósfera inquieta.

— ¡Ahh! —exclamó Asta al caer en medio de la sala, acompañado de Finral, quien había utilizado su magia de transporte.

La sala estaba impregnada de un aura grave y urgente, mientras el Rey Mago y los capitanes discutían la extraña y densa magia surgida en el País del Sol. Una brisa se colaba por la ventana, trayendo aromas de incienso y flores estivales, pero los pensamientos de Asta estaban enfocados en el desafío venidero.

«Parece que esto es algo muy serio», pensó Asta al percatarse de la seriedad del Rey Mago y los capitanes de orden que lo acompañaban.

Al observar las expresiones serias del Rey Mago y los capitanes que lo rodeaban, Asta supo de inmediato que esto era algo sumamente serio. La atmósfera tensa en la sala era prueba de aquello, y sus instintos le advertían que estaba a punto de enfrentarse a un desafío de gran envergadura, el silencio pesado se cernía en el ambiente, interrumpido solo por el crepitar suave de las llamas danzantes en la chimenea. Los ojos de Fuegoleón destellaban con autoridad y preocupación, mientras los capitanes de las otras órdenes estudiaban al joven con miradas agudas y penetrantes.

— Llegaste rápido —Nozel rompió el silencio.

— Necesitamos tu ayuda más que nunca —comenzó el Rey Mago con voz firme—. Una amenaza creciente proveniente del País del Sol. Un misterioso portal ha aparecido, liberando magias agresivas que atacan a cualquiera que se acerque, además su tamaño va en aumento.

El chico de la antimagia asintió seriamente, comprendiendo la gravedad del asunto.

—También —continuó el Rey Mago—. hemos recibido informes de que ni Yosuga ni Ichika, los dos Ryuzen más fuertes, han logrado acercarse al portal sin sufrir graves consecuencias.

Asta frunció el ceño preocupado. Yosuga e Ichika fueron sus dos más grandes mentores cuando él se encontraba en el Pais del Sol.

— No podemos permitir que esta magia agresiva se propague más allá del País del Sol —declaró Fuegoleon con determinación—. Necesitamos que te enfrentes a esta amenaza, Asta. Tu antimagia es nuestra mejor carta para detener este peligro.

Asta asintió nuevamente, sintiendo la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros.

— Lo entiendo, Rey Mago. No permitiré que esta magia agresiva dañe a nadie más. Protegeré al País del Sol y a todos los que lo habitan —respondió Asta con una determinación férrea.

Fuegoleon sonrió, impresionado por la valentía y el compromiso del joven Caballero Mágico.

«Ha madurado bastante —pensó el Rey Mago, sonriendo al ver el crecimiento del chico».

— Confío plenamente en ti, Asta. Sé que harás todo lo que esté en tus manos para proteger a nuestros aliados y a nuestros amigos del País del Sol. Ten cuidado y no te arriesgues innecesariamente.

— Lo prometo, Rey Mago. Regresaré victorioso —aseguró Asta con convicción en su voz.

Con ayuda de Finral, el pelicenizo se retiró de la oficina del Rey Mago con dirección a la base de los Blackculls donde este empezaría a prepararse para el viaje.

Mientras Asta se preparaba para su viaje al País del Sol, el capitán Yami entró en la habitación con su característica actitud relajada, pero sería a la vez.

— Así que te vas al País del Sol, ¿eh, mocoso? —dijo Yami mientras se cruzaba de brazos.

— Sí, Capitán Yami —respondió Asta con determinación—. Me necesitan allí para enfrentar la amenaza del portal y detener la magia agresiva que está saliendo de él.

Yami asintió con aprobación. Si bien tenía su forma peculiar de expresar su apoyo, sabía que Asta era fuerte, valiente y confiaba en que él podría manejar la situación.

— Bueno, supongo que si alguien puede lidiar con esa locura, eres tú, mocoso —dijo Yami mientras pegaba una calada a su cigarrillo—. Pero antes de irte, quiero que le mandes saludos a Ichika de mi parte. Dile que si necesita algo, puede contar conmigo.

Asta se sorprendió un poco al escuchar aquello, pero asintió.

— Claro, Capitán Yami, le transmitiré sus saludos a Ichika —afirmó Asta, sintiendo un sentido de conexión con su amiga.

El capitán Yami le dio una palmada en el hombro a Asta, mostrando su apoyo y confianza en él.

— Cuídate allá afuera, mocoso. No quiero perder a ninguno de mis idiotas—bromeó Yami.

— No se preocupe, Capitán. Volveré sano y salvo, lo prometo —respondió Asta con una sonrisa determinada

— Yo iré a superar mis límites.

Una vez que Asta se despidió del capitán Yami, se dirigió hacia la entrada de la base, donde Finral lo estaba esperando para abrir el portal que lo llevaría al País del Sol.

— Finral, asegúrate de abrir el portal directamente al País del Sol. No quiero perder tiempo en el camino —instruyó Asta con urgencia.

El castaño asintió y se concentró en abrir el portal hacia el País del Sol. Los ojos de Asta brillaban determinados mientras se preparaba para enfrentar lo desconocido.

— Listo, Asta. El portal está abierto —informó Finral con sinceridad—. Ten cuidado allá afuera.

— Gracias, Finral. Nos vemos después—respondió Asta mientras se adentraba en el portal sin dudarlo.

El paisaje del País del Sol estaba bañado en una extraña luz dorada, que parecía parpadear y cambiar de tonalidades y Asta se maravillaba ante la belleza de aquel lugar. La arquitectura presentaba elegantes pagodas y jardines zen, mientras que los colores vivos de los kimonos se mezclaban con la serenidad de la naturaleza circundante.

El Shogun Ryuya, la máxima autoridad del lugar, lo recibió con calidez y respeto. Asta se postró ante él, siguiendo la costumbre de ese lugar, y Ryuya le dio la bienvenida con una cálida sonrisa.

— Asta, es un honor tenerte nuevamente en nuestro país —dijo el Shogun con gratitud.

— Gracias, Ryuya. Estoy listo para ayudar en lo que sea necesario —respondió Asta con humildad.

Ryuya asintió complacido.

— Como sabes, nuestros Ryuzen son los guardianes más valientes y poderosos de nuestra nación. Ichika y Yosuga son un ejemplo de ello.

Asta recordó con gratitud a Ichika y Yosuga, sus mentores cuando llegó al País del Sol hace ya un par de años. Ellos lo habían entrenado en las artes marciales, perfeccionando el KI y aprendiendo el Zetten, dos técnicas cruciales para su crecimiento.

— Ellos fueron fundamentales para mi aprendizaje y crecimiento—confesó Asta con gratitud—. Les debo mucho.

Ryuya sonrió comprensivamente, apreciando la conexión especial entre Asta y los Ryuzen

— Pero, aun así, no hemos podido lidiar con la creciente amenaza.

El semblante de Asta cambio a uno serio.

— Ya me informaron en el reino del trébol acerca de la situación —comentó Asta.

— Entonces ya sabes que es muy peligroso.

— Y con tu ojo especial ¿Sabes lo qué es? —le inquirió Asta.

— No —contestó Ryuya—. Mi Tengetsu no ha podido vislumbrar el origen ni la naturaleza de ese Jorioku que ha invadido nuestro país.

Asta quedo confundido tras tal afirmación.

— Pues vamos de una vez —zanjó Asta.

— Iremos mañana al amanecer —frenó Ryuya—. El portal está en lo alto de una montaña, tenemos que hacer los preparativos previos.

— Ven —continuó Ryuya—. Por el momento acompáñame y te mostraré cómo ha evolucionado el País del Sol desde tu última visita.

Asta siguió al Shogun, mientras recorrían las calles animadas y bulliciosas del país. A medida que avanzaban, el chico podía sentir los ki de todas las personas animadas.

A medida que avanzaban, los ciudadanos los reconocían y celebraban las hazañas pasadas de Asta en su tierra.

— ¡Es el héroe extranjero! —exclamaba un niño emocionado mientras señalaba a Asta con admiración.

— ¡Gracias por ayudarnos en nuestro momento de necesidad! —gritaba un hombre mayor con gratitud en sus ojos.

Asta se sintió abrumado y agradecido por la cálida recepción que le brindaban. Aunque sus actos de valentía y determinación habían sido honrados, sabía que su tarea aún no había terminado. La creciente amenaza debía ser enfrentada, y él era la única esperanza para hacerlo.

Mientras continuaban recorriendo las animadas calles del país, Asta se quedó boquiabierto al descubrir una estatua colosal de sí mismo en una plaza abarrotada. Bajo la imponente figura, una placa dorada ostentaba las palabras "El héroe extranjero". La gratitud que el País del Sol le mostraba dejó al chico pelicenizo momentáneamente sin palabras, abrumado por el reconocimiento que le habían otorgado.

— No puedo creer que hayan hecho esto —susurró Asta con humildad—. Solo estoy haciendo lo correcto.

Ryuya puso una mano en el hombro de Asta, revelando una sonrisa cálida.

— Tus acciones han calado hondo en el corazón de nuestro pueblo. Eres un símbolo de esperanza y valentía para todos nosotros —declaró el Shogun—. Sin embargo, sé que aún te esperan desafíos difíciles por delante.

Asta asintió modestamente, agradecido por el afecto que recibía.

— Hoy se celebrará un torneo, organizado por los Ryuzen —anunció Ryuya.

— ¿Un torneo? —preguntó Asta, curioso y emocionado por la idea.

— Así es —confirmó Ryuya—. ¿Te gustaría participar?

— ¡Por supuesto! —respondió Asta con entusiasmo.

— Bien, permíteme darte más detalles. Este torneo tiene la finalidad de evaluar si el participante es capaz de convertirse en un Ryuzen, el ganador se enfrenta al Ryuzen representante. Este año la representante es Ichika —explicó el shogun—. Ven, vamos a inscribirte.

Guiaron sus pasos por las concurridas calles de la Tierra del Sol en dirección a las inscripciones del torneo. Mientras avanzaban, el ambiente estaba lleno de una energía eléctrica, como si la emoción flotara en el aire. Al llegar al lugar de inscripción, se encontraron con una figura familiar que los esperaba.

— ¡Ichika! —saludo Asta.

Ichika, saludó a Asta con una mirada intensa.

— Hola, Asta. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi —dijo ella con una sutil sonrisa.

— Sí, me alegra volver a verte —respondió Asta, devolviéndole la sonrisa.

— Él quiere participar —intervino el shogun—. Ayúdalo a inscribirse.

Ichika asintió a la orden.

— Supongo que... —dedujo Ichika—. ¿No viniste hasta acá solo por un simple torneo verdad?

— No —respondió Asta—. También vengo ayudarlos con el reciente problema.

— Más te vale no meter la pata —advirtió Ichika.

— Te vendría bien no ser tan enojada ¿sabes? —bromeo Asta.

No pasó mucho tiempo antes de que Ichika le diera un zape por su comentario, expresando en gestos lo que las palabras no alcanzaban a transmitir. Luego, con una mirada enérgica, hizo señas a Asta para que la siguiera hacia el lugar de inscripciones del torneo. Mientras caminaban, Asta notó cómo el sonido del bullicio de la multitud llenaba sus oídos, y los colores vivos de la ciudad resaltaban ante sus ojos.

Por otro lado, Ryuya se retiró del lugar para ocuparse de los preparativos relacionados con la exploración del misterioso portal con aquel extraño Jorioku. Aunque trató de ocultarlo, Asta pudo notar cierta preocupación en su mirada. El hecho de que su ojo de clarividencia no pudiera discernir la naturaleza del Jorioku lo inquietaba, y eso solo aumentaba el misterio y la incertidumbre en torno a la situación.

— ¿En cuánto tiempo es el torneo? —preguntó Asta mientras terminaba de llenar su ficha de inscripción colocando sus datos (1.60 cm, 19 años, etc).

— Al anochecer —respondió Ichika.

— Vamos a comer algo mientras esperamos —propuso Asta.

La espadachina asintió mientras lo acompañaba a buscar un local alegre para compartir una comida, Ichika al notar las miradas de todas las personas sobre ellos decidido molestar un poco a Asta

— Vaya al perecer el héroe extranjero es bastante famoso en este lugar.

Asta rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

— ¿Sabes que es bastante molesto que me llamen así todo el tiempo? —se quejó Asta, aunque sin dejar de sonreír.

— Oh, vamos, no te hagas el modesto —bromeó Ichika—. Disfruta de tu fama mientras dure, idiota, hoy vas a morder el polvo.

— Si claro —respondió con sarcasmo—. Eso ya lo veremos.

El aroma tentador de la comida llenaba el aire mientras Asta e Ichika se acomodaban en una mesa junto a la ventana del animado restaurante. El bullicio de la gente y la música suave de fondo creaban una atmósfera acogedora y animada.

El camarero se acercó, llevando una bandeja con diversos platos deliciosos. Asta y Ichika no perdieron tiempo en comenzar a deleitarse con los sabores exquisitos que ofrecía el lugar. Un colorido abanico de sabores explotó en sus paladares mientras compartían risas y conversaciones animadas.

— Por cierto, el Capitán Yami te mandó saludos —comentó Asta con una sonrisa.

Ichika asintió agradecida.

— Dile que también le envío mis saludos cuando regreses —respondió ella.

La conversación se desarrollaba fluidamente entre los dos, recordando viejas anécdotas y hablando de las aventuras que habían tenido desde su último encuentro. Se apoyaban mutuamente en sus historias, compartiendo risas y algunas miradas cómplices.

— Disculpen —interrumpió un comensal—. ¿Ustedes dos son pareja, verdad? —preguntó con curiosidad, que se acercó a la mesa al reconocerlos a ambos.

Asta y Ichika intercambiaron miradas sorprendidas.

— ¡Oh, no, no, no! —exclamó Asta, negando rápidamente con las manos—. Somos amigos, nada más.

Ichika asintió mientras negaba también.

— Sí, simplemente amigos —confirmó ella.

El comensal pareció un tanto desconcertado, pero luego sonrió ampliamente.

— Oh, perdón, perdón. Creí que los rumores eran ciertos —comentó, lo que provocó confusión en Asta—, ¿saben? Hacen buena pareja. El héroe extranjero y la Ryuzen más fuerte.

— Rumores —Asta clavo su mirada esmeralda en Ichika.

— Te explico después...—la pelinegra suspiró— larga historia.

Después de la comida, Ichika y Asta pasearon juntos por las concurridas calles del País del Sol.

Cuando el sol se sumergía en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos, La tierra del Sol se sumía en la tranquila noche. En ese momento, un señor de la tercera edad reconoció a Asta y no pudo contener su emoción.

— ¡Es el héroe extranjero! —exclamó, atrayendo la atención de las personas cercanas.

El pelicenizo volteó hacia el señor, ya acostumbrado a que lo llamaran de esa manera a lo largo del día. Intrigado, se acercó junto a Ichika, quien lo seguía con una expresión serena.

— Venga, venga —lo llamó el anciano con entusiasmo.

El chico se acercó al llamado del señor, acompañado de la pelinegra. Sin embargo, la situación tomó un rumbo inesperado cuando el señor asumió equivocadamente que Asta estaba en una cita con una de los Ryuzen.

— No es una cita... —la pelinegra se molestó por el malentendido y el alboroto que se estaba formando a su alrededor.

Después de aclarar las suposiciones de la gente y de reducir el alboroto, el dueño de un local cercano se acercó, agradecido por la presencia del héroe extranjero, decidió agasajar a Asta y a Ichika con unos tragos de Sake. Invitándolos a su modesto local.

La espadachina tomaba su Sake con moderación, pero el pelicenizo, sin darse cuenta, se dejó llevar por el sabor dulce y embriagador del licor. Apenas dos tragos fueron suficientes para que Asta empezara a sentirse un poco mareado y sonriente.

— ¡Este sake -Hic- es genial! —exclamó Asta, mostrando su embriaguez—. ¡Deberíamos -Hic- brindar por más aventuras!

Ichika, aunque molesta por la situación, no pudo evitar reír ante la torpe actitud de su amigo.

— Asta, ya estás un poco borracho —comentó Ichika con tono demandante—. Ya va siendo hora del torneo y estás hecho una porquería. Ya no tomes.

— ¡Nah! ¡Estoy bien! —protestó Asta, balanceándose ligeramente en su silla—. Solo necesito... -Hic- otro trago.

Sin embargo, la espadachina pelinegra decidió intervenir para evitar que Asta siguiera bebiendo. Se levantó de su asiento y tomó su brazo con firmeza, liderándolo hacia la salida del local.

— Vamos, Asta —dijo Ichika con voz autoritaria, decidida a llevarlo a un lugar tranquilo para que pudiera descansar.

— ¿Eh? -Hic- ¿A dónde vamos? —preguntó Asta con una sonrisa adormilada y confusa.

— Lo siento, pero en esas condiciones ya no puedes participar en el torneo —comentó Ichika.

— ¿Cómo -Hic- qué -Hic- no? —dijo Asta, aunque la embriaguez empezaba a hacerse más evidente en su voz.

— Te llevaré a descansar a un lugar tranquilo —respondió Ichika, un poco molesta por la situación.

Asta siguió a Ichika con docilidad, confiando plenamente en ella mientras caminaban juntos por las calles del País del Sol bajo la luz cálida de las farolas nocturnas. El ambiente sereno y tranquilo de la noche ayudó a que Asta se relajara aún más, a pesar de su estado de embriaguez.

Finalmente, la chica guió a Asta hasta una acogedora posada donde podrían descansar. Lo ayudó a entrar en la habitación y lo hizo sentarse en un futón.

— Aquí puedes descansar, Asta. Te sentirás mejor después de dormir un poco —le aseguró su amiga.

— Gracias, Ichika. Eres -Hic- la mejor —dijo Asta con una sonrisa torpe antes de dejarse caer sobre el futón.

— Pero -Hic- el torneo —Asta se levantó al instante, como si su resaca desapareciera de un momento a otro. 

Pero...

Ichika de un zape mandaría a Asta de vuelta al futón dejándolo incrustado en este cual clavo en la madera.

Momentos despues, con cuidado, Ichika quitó la polera de Asta y desabrochó su cinturón, asegurándose de que estuviera cómodo y pudiera descansar bien. Luego, se ocupó de quitarle las botas para que estuviera más relajado.

Con cierta habilidad, Ichika arropó a Asta con una manta y se aseguró de que estuviera cómodo. Lo observó por un momento, inhalando antes de regañarlo.

— Te dije que en ese estado no puedes participar, idiota —regañó Ichika—. Mañana tendremos mucho por hacer.

¡Puff!

— Ge, ge ge —se materializó Liebe en su forma chibi.

— ¿Y tú que quieres? ¿No deberías estar borracho también? —le pregunto al pequeño diablito que se había manifestado.

— A mí no me afectan esas cosas —respondió Liebe—. Yo quiero participar en lugar de Asta, hace tiempo que no peleo, hay que estirar las piernas de vez en cuando.

Ichika no pudo evitar soltar una carcajada ante ese comentario, ya que la imagen de un pequeño diablito en combate le resultaba graciosa.

— Si, sí, claro con ese tamañito, ¿qué harás? —comentó divertida—. ¿Esperar a que se rinda tu oponente?

Liebe se molestó un poco por los comentarios de Ichika.

— No me subestimes humana —procedió a revelar su verdadera forma.

La espadachina se sorprendió un poco por el aspecto de este.

— Bueno considerando las circunstancias creo que se puede hacer una excepción —aceptó la espadachina—, ponte esto —le entrego la vestimenta para que pudiera participar.

— ¿Esto es necesario? —preguntó frustrado—. Es ridículo.

— Si quieres participar, si es necesario —respondió Ichika.

Luego de que Liebe se preparara, tomó el grimorio y se unió a Ichika en el camino hacia el lugar del torneo. Mientras avanzaban, la gente los miraba con confusión, sorprendidos por la presencia del diablo junto a Ichika. Aunque al principio la curiosidad se apoderaba de ellos, pronto continuaron con sus quehaceres diarios, sin darle mucha importancia al extraño acompañante de la espadachina.

Al llegar al lugar del torneo, Liebe no perdió tiempo en presentarse ante la multitud con una actitud completamente teatral y egocéntrica, autoproclamándose como el "héroe extranjero". Llamando la atención de la multitud.

— ¡Sí, alábenme más! —exigía Liebe dando vueltas y realizando gestos exagerados, buscando la atención de todos.

— ¡Quiero un banquete después! —añadió, intensificando sus exigencias con gracia y teatralidad.

Sin embargo, Ichika rápidamente frenó las payasadas de Liebe con un zape, recordándole que ya era hora de comportarse y dejar de hacer estupideces.

— Ven, ya es hora —le dijo con seriedad—. Deja de hacer payasadas.

El ambiente en el lugar del torneo era vibrante y emocionante. El sonido de las conversaciones animadas y la música que ambientaba el lugar creaban una atmósfera de competitividad. Los colores brillantes de los kimonos y las decoraciones del evento destacaban en contraste con el oscuro cielo nocturno.

— ¡Damas y caballeros, sean todos ustedes bienvenidos al torneo anual que organizan los Ryuzen! —exclamó el presentador.

— ¡Explicare las reglas! ¡la única manera de ganar es si tu oponente se rinde, lo dejas inconsciente o sacándolo de la arena! —explicó el presentador.

— ¡Como bien sabrán este año la organizadora es Ichika Yami! —continuo el presentador—. ¡Este año tenemos a un invitado muy especial!

Después de presentar el torneo la gente a los alrededores se juntó alrededor de la arena emocionados para que este diera inicio y así fue, el diablo peliblanco fue el primero en participar, su oponente parecía hábil y muy fuerte, sin embargo.

— ¡Tu! Ríndete ante el héroe extranjero —proclamó Liebe con arrogancia mientras señalaba a su oponente—. Muestra tu respeto.

El contrincante, aunque parecía ser hábil y fuerte, quedó pensativo ante las palabras de Liebe. El sudor frío recorría su frente mientras dudaba sobre ¿cómo enfrentar al 'héroe extranjero'? Finalmente, tomó la decisión de rendirse ante las provocaciones de Liebe, sin siquiera intentar luchar. Esto generó un murmullo de sorpresa entre la multitud, pero también dejó a Ichika furiosa y frustrada.

— ¡El héroe extranjero es genial!

— ¡Es increíble!

— ¡Nunca vi a alguien ganar así!

— ¡Vamos héroe extranjero!

«¡Ese infeliz! Le quita la gracia al torneo —pensó la espadachina furiosa—. No debí dejarlo participar».

A medida que los combates continuaban, Liebe seguía utilizando sus palabras y alardes para hacer que sus contrincantes se rindieran sin ni siquiera luchar. La actitud del diablo estaba irritando a Ichika cada vez más. El tic en su ojo derecho se volvía más evidente, y el deseo de darle una lección al diablo crecía en su interior como una olla entrando en su punto de ebullición.

El momento que todos estaban esperando finalmente llegó: El ganador enfrentaría al Ryuzen representante en un duelo amistoso. Con la finalidad de medir sus fuerzas.

Ichika, aún furiosa por las payasadas y alardes del peliblanco, se adentró en la arena con determinación y una mirada fría, estaba decidida a demostrar su valía y no permitir que el egocéntrico diablo siguiera arruinando el 'prestigioso torneo'.

— ¡Ven! —la provocó el peliblanco.

— ¡No me subestimes! —la espadachina cubrió su katana con su mana de oscuridad junto a su ki, de sus ojos se podían apreciar pequeños rayitos.

Mientras tanto, Liebe, con su típica actitud confianzuda, extrajo las cuatro espadas de su grimorio y las hizo girar rápidamente a su alrededor, creando un torbellino de cuchillas que lo rodeaban a toda velocidad. El brillo de las espadas en movimiento reflejaba la luz de las farolas y creaba una imagen imponente, él se acercó a paso lento a la espadachina.

Ichika retrocedió instintivamente ante la impresionante demostración de habilidad del peliblanco, pero un mal paso la hizo tropezar, y antes de que pudiera reaccionar, cayó fuera de la arena.

¡Uaaah! 

Un suspiro colectivo de asombro y sorpresa se elevó de la multitud mientras el presentador proclamaba a Liebe como el ganador del torneo. 

— ¡Damas y caballeros! ¡Tenemos un ganador! —exclamó el presentador con entusiasmo—. El héroe extranjero ha demostrado ser imbatible en este torneo.

Una ovación se elevó entre la multitud mientras Liebe alzaba los brazos en señal de victoria, con una sonrisa arrogante dibujada en su rostro.

— ¡El héroe extranjero ha derrotado a todos sus oponentes sin siquiera tener que luchar! —continuó el presentador—. ¡Nunca antes habíamos presenciado algo así!

Ichika se incorporó lentamente del suelo, con la frustración marcada en su rostro. Apretó los puños con impotencia al escuchar los vítores hacia Liebe.

— ¡Alaben al héroe extranjero! —gritaba el presentador, arengando a la multitud—. ¡Es el claro e indiscutible ganador del torneo!

— ¡Soy el mejor! —exclamaba el peliblanco, saludando a la multitud que lo aclama—. ¡Alábenme más!

La humillación consumía a Ichika mientras veía al arrogante diablo disfrutar del reconocimiento de la audiencia. Los aplausos y ovaciones parecían interminables.

— ¡Les presento al héroe extranjero, ganador absoluto del torneo anual Ryuzen! —finalizó el presentador, sellando la victoria de Liebe ante una Ichika derrotada y furiosa.

Asta despertó al día siguiente con una terrible jaqueca producto de la resaca. Para su sorpresa, su habitación estaba llena de regalos y trofeos. Entre los objetos brillaba un gran trofeo dorado con dos inscripciones una era: "Héroe extranjero" y la otra decía: "Para el ganador".

El cenizo se frotó los ojos para asegurarse de que no estaba soñando. ¿Cómo podía haber ganado el torneo si ni siquiera recordaba haber peleado?

Justo en ese momento, una voz se escuchó detrás de él. Era Liebe, el pequeño diablito que ahora estaba de pie en el umbral de la puerta.

— ¡Buenos días, princesa! —exclamó Liebe—. ¡Felicidades! Ganaste el torneo.

Asta parpadeó, aún aturdido por la resaca.

— ¿Gané el torneo? —preguntó con incredulidad—, pero no recuerdo nada de lo que sucedió.

Liebe soltó una carcajada.

— Oh, eso es porque te pasaste de tragos con el sake. Pero no te preocupes, yo peleé en tu lugar y gané todas las batallas. Fue una maravilla, en serio —dijo Liebe con entusiasmo—. Así que, deberías darme las gracias. Además, ganamos muchos admiradores.

Asta sonrió, incrédulo.

— ¿Que tú, que?

— Lo que escuchaste.

Después de esa conversación, Asta salió de su habitación para enfrentar el nuevo día. Sin embargo, la resaca seguía haciendo de las suyas, y se tambaleaba un poco al caminar.

Al salir al pasillo, se topó con Ichika, quien lo miraba con una expresión que parecía más molesta de lo normal.

— ¡Tu! ¡Irresponsable!, no solo te emborrachas antes del torneo y aun por encima dejas que Liebe dejara en ridículo todo el prestigio del torneo —regaño Ichika.

— Pero si ganó —le reclamó Asta.

— No la escuches, ge, ge —se burló Liebe—. Solo esta celosa.

— Como sea, mejor vamos a reunirnos con el shogun —zanjo Ichika.

Poco después se reunieron con el Shogun, el cual se tomó graciosa la participación de Liebe en el torneo.

Con la compañía de Yosuga, se dispusieron a dirigirse hacia lo alto de la montaña, donde se encontraba el misterioso portal que emitía aquella magia agresiva. 

Asta se sentía terrible. La cabeza le punzaba con cada paso que daba por el empinado camino de la montaña. Los rayos del sol parecían taladrarle los ojos, intensificando su dolor.

De pronto, sintió una fuerte nausea en su estómago. Se apresuró hacia un costado del sendero y vomitó sonoramente.

— ¡Bluaaac! —se escuchó por todo el camino.

Ichika se detuvo y lo miró con el ceño fruncido, claramente molesta.

— ¡Eso te pasa por irresponsable! —lo regañó—. ¡No solo te emborrachaste antes del torneo, sino que dejaste que Liebe hiciera un espectáculo y se burlara de la reputación del evento!

Asta se limpió la boca, con la resaca a flor de piel.

— Pero si ganamos...—murmuró en un intento de defenderse.

— Gané —le recalcó Liebe.

— ¡Ese no es el punto! —respondió Ichika, cruzándose de brazos—. Se suponía que tú participarías, no ese diablillo entrometido. Pero en lugar de eso decidiste excederte con el sake cuando te había dicho que pararas.

Liebe soltó una risita burlona al escuchar eso.

— No la escuches, solo está celosa —se mofó sacándole la lengua.

Ichika le lanzó una mirada fulminante que lo hizo callar de inmediato.

— Como sea, sigamos —dijo, retomando el camino—. El shogun nos espera.

Asta asintió débilmente y continuó el ascenso, procurando no volver a vomitar. La resaca seguía pasándole factura por haberse excedido con el sake la noche anterior.

Ryuya y Yosuga se adelantaron un poco, permitiéndoles tiempo al chico para recuperarse. Finalmente, el cenizo logró reponerse lo suficiente para continuar el ascenso.

A medida que se acercaban a su destino, la sensación de opresión en el aire se intensificaba. El pelicenizo lo podía sentir la densidad emanando de la cima de la montaña, lo que le provocaba una sensación inquietante.

Finalmente, llegaron a lo alto de la montaña y Asta se detuvo en seco al ver el portal frente a él. Era similar a los portales que abría Finral, pero tenía algo perturbador: el entorno a su alrededor estaba siendo devorado por el poder del portal. Plantas y rocas levitaban, como si fueran arrastradas hacia su interior por una fuerza invisible y voraz.

— Es... impresionante —murmuró Ichika, visiblemente impresionada pero también alerta ante el peligro que representaba—. La última vez no estaba de esa forma.

— La última vez nos repelió como moscas —comentó Yosuga.

Ryuya frunció el ceño, observando con seriedad aquel misterioso portal.

— Esto es peor de lo que imaginaba —dijo el Shogun, apretando el puño—. Debemos cerrar este portal lo antes posible, se está expandiendo y podría tragarse toda la isla.

El cenizo asintió, mientras miraba el portal con suma seriedad.

Asta avanzó hacia el portal, sintiendo cómo el viento arremolinaba a su alrededor. Cada paso lo acercaba más a aquella energía densa que emanaba del portal, pero no vaciló en su propósito.

Al llegar frente al portal, Asta sintió la presión de la magia hostil, como si quisiera repelerlo, con un respiro profundo revelo a Metsuma creando un escudo de antimagia alrededor de él, así evitando los ataques del portal.

Mientras avanzaba canalizó un poco de antimagia en la yema de sus dedos. Acercándose hacer contacto con este.

La tierra tembló a su alrededor y una ráfaga de viento violento lo envolvió todo. Asta sintió cómo su cuerpo se tensaba mientras resistía la presión del portal. Sus ojos brillaban con determinación mientras luchaba contra la atracción de la magia agresiva que intentaba jalarlo hacia el interior del portal.

Ichika, a su lado, lo observaba con preocupación, su mirada reflejaba su inquietud por su amigo. Sin embargo, ella no podía quedarse inmóvil, y decidió ayudar a Asta en la lucha.

Por un momento, pareció que el pelicenizo lograría cerrar el portal, pero entonces la magia agresiva se descontroló y una ráfaga de energía lo envolvió todo. Ambos jóvenes fueron arrastrados por el vendaval mágico y el portal se cerró abruptamente, dejando a todos desconcertados.

Cuando la tormenta de magia se disipó, Asta e Ichika ya no estaban a la vista. El lugar quedó en silencio, dejando al eco del viento resonando en los oídos de los presentes.

Yosuga se quedaría estático, mientras Ryuya, con preocupación en su mirada, corrió hacia donde había estado el portal. Pero allí no había nada más que escombros y tierra removida. Ambos espadachines habían desaparecido en el misterio de otra dimensión...

Despertaron en un lugar completamente diferente. Sus ojos se abrieron con asombro al encontrarse en un mundo majestuoso. Estaban rodeados de altas montañas, cuyas cimas se perdían en las nubes. Las cascadas cristalinas caían desde lo alto, creando un sonido relajante. El aire era puro y fresco, impregnado de un aura misteriosa.

Los árboles eran de un verde intenso y sus hojas parecían brillar con una luz propia. Flores de colores brillantes adornaban el paisaje, y criaturas mágicas se escondían entre los arbustos y los arroyos.

Ambos jóvenes estaban impresionados por la magnificencia del lugar. No podían creer que hubieran sido transportados a un sitio tan maravilloso y misterioso.

Asta observaba maravillado el paisaje a su alrededor, pareciendo un niño descubriendo algo nuevo. El bosque exuberante, las cascadas cristalinas y las criaturas mágicas lo tenían boquiabierto.

— Ichika... este lugar. Es increíble —le dijo con asombro.

Ichika también se mostraba impresionada, pero mantenía su actitud seria de siempre.

— Es muy extraño... —comentó pensativa—. Después de atravesar ese portal aparecimos aquí.

— No lo sé, pero es alucinante. Mira esa cascada, y esos árboles brillantes, ¡nunca vi nada parecido! —exclamó Asta maravillado.

—Tenemos que averiguar dónde estamos y cómo volver —señaló Ichika—. Este lugar parece sacado de un cuento de hadas, es demasiado irreal.

En eso, ambos notaron que un pequeño enano los observaba entre los arbustos. Se acercó lentamente hacia ellos. El enano tenía una barba larga y gris, y sus ojos reflejaban sabiduría. Vestía con ropas elaboradas y su aspecto irradiaba una extraña aura mágica.

— Humanos, sean bienvenidos a Nogrod  —habló el pequeño ser con una voz profunda y resonante—. Tierra de enanos.

Los aludidos intercambiaron miradas, sorprendidos por la bienvenida que les había dado el enano. Era la primera vez que se encontraban con una criatura tan singular.

— ¿Nogrod? —preguntó Asta, tratando de asimilar toda la información mientras su cabeza parecía echar humo.

Para los que se pregunten estoy editando la historia, se irán subiendo los capítulos cuando estén listos.

Feliz día, les mando un abrazo a la distancia.

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